
chapter twenty-five. problems in games
𝐄𝐕𝐄𝐑𝐌𝐎𝐑𝐄
⌇ ☾ ❪ chapter twenty-five ❫ ೋ
۫ ₊˚ problems in the games ˚₊ ۫ ۫
━━━━ ★ ━━━━
Por unos momentos quedó inconciente, escuchando el chillido de mi oído unos segundos antes de recuperar la conciencia en su totalidad.
—¡Peeta!— grito, tan alto que cualquier otro tributo cerca escucharía mis gritos y sollozos.
Peeta está tendido sobre el suelo, boca arriba e inconciente... O muerto, no lo se, pero cuando me detengo para ver si está respirando me doy cuenta que su pecho no se mueve y que tampoco palpita como en otras ocasiones.
—¡Peeta! ¡Ayuda! ¡No está respirando!— empiezo a gritar, llamando la atención de todos. Katniss me toma de los hombros cuando Finnick se acerca a ayudar —¿Que hacemos? ¿Que hacemos? ¡No respira, Peeta no respira!
—Déjame a mí— pide Finnick, pone entonces sus dedos en unos puntos en el cuello de Peeta, aguarda unos segundos y entonces me cubre la nariz.
Me entra el pánico, así que me caigo al suelo de rodillas en busca de alguna cuchillo cuando creo que Finnick intenta matarlo. Sin embargo, Finnick me da un pequeño empujón para apartarme de peeta.
Creo que este es el momento para terminar la alianza, pero cuando estoy apunto de disparar el cuchillo hacia la cabeza de Finnick, veo que une sus labios con los de un Peeta inconciente. «¿Que hace?» me preguntó, tratando de pensar en algo razonable que no sea gracioso en este momento, porque la vida de Peeta debe volver antes de que pierda la cordura.
—¿Que estás haciendo?— le murmuro, sollozando un poco aún.
Finnick no me responde, está tan concentrado en lo suyo que no puede pensar en una respuesta. Me vuelvo a katniss y ella niega.
—Son primeros auxilios— me dice simplemente y entonces lo entiendo.
Bajo el arma, viendo como Finnick intenta salvar la vida de Peeta. Tratando de ver alguna señal de vida en el rubio, pero nada, los minutos pasan y mis sollozos aumentan, me cubro la cara con ambas manos y empiezo a murmurar cosas que ni yo entiendo.
Pienso en lo último que hablamos, ni siquiera pude darle un último abrazo o beso. Estoy riendiendome en lo profundo de la tristeza cuando lo escucho: una respiración, es débil pero luego Peeta empieza a toser y todos volvemos a respirar con el.
Mis ojos se abre de par en par y toman las mejillas del rubio, riendo y llorando a la vez, sin saber que sentir.
—Peeta...— murmuro, el chico abre los ojos para mirarme y después sonreír.
—Cuidado —dice, débil —. Ahí arriba hay un campo de fuerza.
Suelto otra carcajada llena de lágrimas, sorbiendo mi nariz a la vez que pierdo el aire.
—¡Estabas muerto, moriste! ¡Tu corazón dejo de latir!— le digo —Crei que te perdería, me asusté, me asusté demasiado.
Me toma del brazo, aún sin levantarse —Estoy vivo, debe de ser mucho más potente que el del tejado del Centro de Entrenamiento. Pero estoy bien, sólo un poco tembloroso.
Niego, sintiendo que no me escucha realmente —¡Tu corazón se detuvo!
—Bueno, parece que ya funciona —responde, acariciando mi hombro, bastante adormilado —. No pasa nada, Amanda.
Sin embargo, no puedo parar, repito una y otra vez las mismas palabras: —Tu corazón de detuvo, tu corazón se detuvo, moriste.
Peeta apenas se sienta, mirnadome con preocupación —¿Amanda? Esta bien, estoy bien.
Recargo mi cabeza sobre su pecho, tratando de escuchar su corazón que late con fuerza.
—Moriste... Moriste...— sollozo.
Peeta me toma de las mejillas, tratando de tranquilizarme, me acaricia las mejillas y me da su sonrisa tranquila, que en realidad sí me hace sentir mejor.
—No pasa nada— nos dice Finnick—son sus hormonas, por el bebé.
«¿Cuál bebé? ¡Ah si!»
—Estoy bien— aseguro, soltando espasmos e hipo.
Me lanzó a los brazos de peeta y recargo mi mejilla en su hombro, siento un gran alivio en el corazón, cuando subo la mirada veo que Finnick nos mira a ambos con esa expresión de sospecha que luego niega rendido.
—¿Cómo estás?— le pregunta Katniss a Peeta cuando nos separamos —¿Podemos seguir?
—No, tiene que descansar— respondo por el.
Me quedo de cuclillas frente a el, tratando de ordenar su vestuario. Noto como algo dorado me encandila por la luz y entonces reconozco el símbolo.
—¿Ese es mi símbolo?— inquiero.
Peeta mira el disco que le cuelga de una cadena al cuello que lleva grabado la cabeza de un águila.
—Sí, ¿te importa que usara tu símbolo? Quería que fuésemos a juego— me dice.
Niego —No, está bien, puedes usarlo— le sonrió, besando un segundo sus labios.
—Entonces, ¿Quieren que acampemos aquí? —pregunta Finnick a todos.
Pero antes de que pueda responder con un sí, Peeta se me adelanta: —No creo que sea posible, quedarnos aquí, sin agua, sin protección... Ya me siento mejor— me mira —De verdad, siempre que podamos ir despacio.
Finnick acepta —Despacio es mejor que nada— dice y ayuda a Peeta a levantarse.
Sorbo mi nariz y limpio mi rostro hinchado, mientras mags me da un poco de musgo para limpiarme la nariz. Me siento tan devastada que en cualquier momento me echare a llorar otra vez o al menos así lo presiento por un momento, aunque no pasa.
Mi cabeza está en una clase de parálisis, pues aún no termino de procesar los hechos desde la mañana.
Sorbo mi nariz una última vez y me preparo para seguir. —Yo voy enfrente está vez— anuncio a los demás.
Peeta abre la boca para protestar, así que alzó ambas cejas en advertencia y Finnick me interrumpe.
—No, deja que lo haga— ordena —. Sabías que ese campo de fuerza estaba ahí, ¿verdad? ¿En el último segundo? Empezaste a gritar una advertencia. ¿Cómo lo sabías?
Abro la boca para hablar, sin embargo, ni yo puedo encontrar una respuesta que no meta en problemas a Beetee y Wiress.
—Yo se lo advertí— menciona katniss de pronto —No lo sé. Es como si los oyera. Escuchen.
Todos nos quedamos quietos para tratar de escuchar eso que menciona katniss, pero lo único que escuchamos son los pájaros, las hojas y los insectos.
—Yo no oigo nada— dice Peeta.
Miro a Katniss con el ceño fruncido y ella me da esa mirada de: ¡Sígueme el juego! Así que lo hago.
Asiento con la cabeza —¡Si! Es como dijiste, ¿Verdad, katniss? Cuando electrifican la alambrada del Distrito.
—Exacto, sólo que mucho más bajito— dice y nos volvemos a quedar callados aunque no se escucha nada —¡Ahí! ¿No lo escuchan? Sale justo de dónde Peeta recibió la descarga.
Es obvio que ninguno lo escucha y sus expresiones desconcertadas me hacen querer echarme a reír, pero no lo hago porque entonces se descubriría la verdad. Finalmente Finnick niega y se da por vencido.
—Yo tampoco lo oigo— dice él —, pero, si tú sí, ponte la primera con Amanda, sin duda.
Miro a la mencionada y ella asiente con la cabeza, empezando a caminar junto a mi.
—Qué raro— dice, cerca del campo de fuerza. Le tomo del brazo para que no choque contra este —Sólo lo oigo con el oído izquierdo.
—¿El que te reconstruyeron los médicos?— añado para seguir con nuestro teatro.
—Sí— responde, encogiéndose de hombros —Quizá hicieron su trabajo
mejor de lo que creían. ¿Sabes? A veces escucho cosas raras por ese lado, cosas que no deberían tener sonido, como las alas de los insectos. O como la nieve al caer al suelo.
Sonrió —¿Estás segura que es por el oído? No vaya ser que seas mitad robot.
Katniss ríe un poco, así que seguimos nuestro camino cerca del campo de fuerza, bastante alejados para no chocar y morir, pero si para seguir un camino.
Nuestro querido aliado del distrito cuatro permanece por detrás, cuidando el camino que dejamos a nuestras espaldas y en silencio, para en caso de escuchar algún ruido.
Yo dejo de ver por un momento el campo, lo hago una que otra vez cuando estoy tan cerca que incluso lo escucho electrificarme la cara y tengo que alejarme de golpe. Decido que lo mejor será prevenir antes de lamentar, así que corto un par de frutos pequeños que katniss me señala con la mirada en la tercera vez en la que estoy por quemarme la nariz. Los voy lanzando delante de mi, por lo que resulta más fácil.
—¡Mags!— grita Katniss, haciéndome girar —. ¡Escúpelo! Podría ser venenoso.
Frunzo un poco el ceño y me encuentro con mags terminando de saborear un par de frutos a los que le acaba de quitar la cáscara. Finnick ríe en lugar de ayudarla, así que no puedo evitar sonreír cuando mags ríe con el.
—Supongo que pronto lo averiguaremos —responde Finnick sin importancia.
«¿De verdad cuenta con el sello de
aprobación de Haymitch?» me pregunto, aunque luego de Haymitch, Sage viene a mi cabeza.
Me preguntó si habrá sobrevivido al baño de sangre de la cornucopia, aunque nunca lo vi ahí, me pregunto si seguiría vivo después de todos esos cañonazos que escuchamos. La preocupación me consume y la sonrisa se borra de mi rostro, haciéndome bajar la mirada al suelo mientras sigo lanzando nueces al campo de fuerza. Entonces escucho a Peeta cojear hasta quedar junto a mi.
—¿En qué piensas?— murmura.
Lo miro un segundo —En sage nada más, ¿Crees que esté vivo?
—¿Sage? Por supuesto que sí, es muy fuerte, estoy seguro de que ha de seguir por ahí— dice con seguridad.
Le sonrió —Gracias por darme esperanza.
—Es lo menos que puedo hacer por ti, tu y Finnick me salvaron la vida.
—Bueno, fue más Finnick que yo— tomo su mano, entrelazando nuestros dedos —Yo solo llore hasta que abriste los ojos.
Ríe —Pero estuviste ahí, así que eso es lo único que me importa.
Le doy un beso en la mejilla, de modo que me sonríe cuando Katniss nos pide descansar para mirar sobre un árbol.
Permanecemos abajo mientras ella sube entre las ramas, mientras la fatiga se alimenta de mi, así que me siento sobre el suelo un momento para descansar.
—¿Estás bien?— cuestiona finnick con una ceja alzada.
—Si, estoy cansada nada más.
—No es bueno para el bebé que sigas caminando, deberiamos acampar por aquí, de todos modos ya está oscureciendo— recuerda él.
—¿No crees que sea bueno?— le pregunta peeta con voz fingida en interés.
Ruedo los ojos, ahora veo que trabajan juntos.
—Esperemos a Katniss y ya veremos qué decide— les digo a ambos.
Justo en ese momento la chica baja del árbol y nos cuenta lo que vio: —El campo de fuerza nos ha atrapado en un círculo. En una bóveda, en realidad. No sé qué altura alcanza. Están la Cornucopia, el mar y la jungla alrededor. Es muy exacto, muy simétrico y no muy grande.
—¿Has visto agua? —pregunta Finnick.
—Sólo el agua salada en la que empezamos los juegos.
—Tiene que haber otra fuente— dice Peeta, frunciendo el ceño —. Si no, estaremos muertos en cuestión de días.
Miro a mi alrededor —Bueno, hay vegetación y humedad en el suelo, debe haber agua si o si por aquí.
Katniss asiente de acuerdo —En cualquier caso, no tiene sentido intentar descubrir qué hay al otro lado de la colina, porque la respuesta es nada.
—Tiene que haber agua potable entre el campo de fuerza y la rueda— insiste Peeta.
Niego —No podemos volver.
—Y tu no puedes seguir— contradice nuestro aliado. De verdad, ya me estoy tomando muy en serio lo que dice.
Miro a Finnick —Y tu no puedes decirme lo que puedo o no hacer.
—¡De acuerdo! Seguiremos entonces, quizá más abajo encontremos algo de agua— interrumpe Peeta.
El chico se aparta un poco, indicándome que vaya primero que él, así que a regañadientes y sin quitarle la vista de encima a Finnick, camino en silencio colina abajo.
No encontramos nada, absolutamente nada de rastro de agua o agua en general, katniss y yo acordamos que peeta y mags ya no pueden seguir, así que decidimos acampar por debajo del campo de fuerza ya que Finnick dice que podría ser un arma contra nuestros enemigos y yo le doy la razón en mi mente.
Me siento sobre las ramas mientras mags y Finnick van de un lado a otro, mientras me dedico a respirar un poco. Siento la cara pegajosa por las lágrimas, sed, mucha sed y una ansia de correr, pero me quedo, porque no se a donde hacerlo, necesito un momento para respirar así que le informo al resto que saldré en lo que terminan de hacer lo que sea que estén haciendo con tantas ramas y nudos.
Avanzo unos diez, veinte y treinta pasos, entonces me tomo de un árbol con la mirada al suelo e intento no gritar, pues aún proceso lo sucedido, lo bueno y lo peor, donde lo peor le gana a lo bueno de todos modos. Me tomo el pecho y me siento sobre el suelo, hecha ovillo con la espalda en el árbol. Me quedo ahí unos segundos hasta que escucho unos pasos y me alarmó, pero vuelvo a mi lugar cuando veo que solo es katniss.
—Necesitaba respirar— justifico mi encuentro.
Katniss asiente, mirando hacia los árboles en busca de algo que cazar, pues tiene una flecha sobre el arco que sostiene con fuerza.
—¿Te molesta si cazo por aquí?— inquiere y niego.
—Si no le dices a nadie que me encontraste llorando como un bebé entonces si— sonrió un poco.
—No te preocupes, entiendo que sean las hormonas— imita un poco el tono de Finnick, palmeandose el estómago, lo cual por alguna razón me hace reír.
Ella se mueve por los árboles con mucha agilidad, lanza un par de flechas pero yo me quedo en mi rincón, tengo demasiada fatiga para moverme y el sudor no ayuda. Escucho el golpe de los pies de katniss al caer y poco después vuelve con algo tomado de la cola.
—¿Que es eso?— frunzo el ceño.
—Parece una zarigüeya, aunque no estoy segura.
Me levanto, tomo una rama y analizo el roedor que carga. Tiene un pelaje gris, dos dientes filosos con los cuales estoy segura podría desgarrar la garganta, no tiene colores artificiales como todo lo venenoso aquí, pero por si las dudas la chica lo destripa y despelleja mientras yo finjo tener asco todo el tiempo.
«es por el bien de la audiencia» pienso, aunque en ocasiones ver las tripas si me da algo de asco.
—¡Espera!— le pido, tomando la cabeza del animal —¿Ves eso?
Katniss me mira extrañada —¿Los dientes filosos? Si.
Niego —No, lo húmedo, tiene el hocico mojado, como...
—Un animal que ha estado en un arroyo— me mira como si lo que acabase de descubrir no tuviera mucha importancia —O del mar.
Lo dudo por mucho, así que me doy vuelta con la cabeza del animal en mis manos y tal maniaca doy pasos rápidos por todos lados en busca de una fuente de agua, incluso miro entre los árboles algún camino, con la esperanza de encontrar algo pero no, nada. Nada.
Suspiró rendida, le entrego la cabeza a katniss que está esperándome donde la deje y vuelvo con ella siguiéndome. Ambas nos damos cuenta que Mags y Finnick han hecho una clase de cabaña con las hierbas y palos que recolectaron antes de que me fuera. Tiene tres paredes, un suelo y un tejado, lo cual es más práctico que no tener nada.
En cuanto nos ven, los tres se vuelven a mirarnos con la esperanza de encontrar algo pero no hay nada más que la zarigüeya despellejada de katniss.
—No, nada de agua, aunque está en alguna parte— informa Katniss.
—Él lo sabía— señalo, levantando el roedor.
Katniss asiente —Había bebido hacía poco cuando lo derribé del árbol, pero Amanda no pudo encontrar la fuente.
—¿Nos lo podemos comer?— pregunta Peeta, señalando el roedor.
—No estoy segura, la carne no parece muy distinta a la de las ardillas. Tendríamos que cocinarlo...— duda katniss.
Encender una fogata podría indicar morir.
Sin embargo, peeta tiene una idea mejor y lo clava en un palo muy afilado, para después pegarlo un poco al campo de fuerza, hay un siseo como si se cosiera y entonces rebota achicharrado por fuera y por dentro cosido.
El resto de sigue los aplausos a mags así que lo hago también, aunque Finnick nos hace callar al recordar que seguimos en la arena, por supuesto.
—¿Con que lo acompañamos?— inquiere, con ambas manos sobre mi cintura para buscar algo entre los árboles.
—Con agua seguro que no— bromea Finnick, haciendo reír a Peeta —Mags encontró esos frutos, son de unos juegos pasados.
—¿No son venenosos?— inquiere katniss.
El chico niega —No, son comestibles y además nos llenará un poco más.
Peeta y katniss lo aprueban, así que más tarde estamos todos comiendo zarigüeya con frutos secos, que tienen un sabor bastante suave y dulce junto a la carne de la zarigüeya.
—¿Estaba entre los árboles?— inquiere Finnick de pronto hacia nosotras, refiriéndose a la zarigüeya.
Katniss asiente —Sí.
—¿A qué altura?
Frunzo mi ceño un momento, pero katniss se limita a responder: —No estoy segura, bastante alto.
—¿Y que estaba haciendo el animal?
Suspiró —Bueno, de algo nos vamos a tener que morir, ¿No? Solo comamos— le pido, haciéndolo callar y no es que exista el simple hecho de que aún no confíe en Finnick, si no que es mejor estar en silencio en medio de la jungla.
Cuando cae la noche me recuesto sobre las hierbas del suelo que han puesto Mags y Finnick en nuestro nuevo campamento, miro al cielo entre los árboles y solo me quedo ahí en silencio, hasta que Peeta se sienta junto a mi, recarga su cabeza sobre mi hombro y toma mi mano.
Los demás se colocan a nuestros lados para empezar a hacer guardia hasta que oscurezca y nos gane el sueño a casi todos. Cuando el sol falso se oculta, se intercambia por el sello del Capitolio en la cima, que ilumina nuestros rostros.
Intento no mirar, quizá no tomarle importancia, si Sage está muerto llorar no lo revivirá... No, si debería llorar y me debería preocupar pero estoy muy confundida con todo como para aceptarlo, así que miro al cielo y rezo porque mi hermano no esté ahí está noche.
El primero en salir es el adicto del distrito seis, lo que da a entender que Sage está vivo y que los otros profesionales también, luego aparece Cecelia, la mujer que llegó a la cosecha con sus hijos y su compañero de distrito: Woof, ambos del ocho. Luego aparecen los dos del nueve, la mujer del distrito diez y Seeder del once.
El sello desaparece junto al himno y la oscuridad ya nos rodea. Nadie dice nada por minutos, intentamos procesar esas imágenes y todos esos tributos muertos. No me imagino ahí, pero tampoco es que quisiera que ellos murieran en mi lugar, me pone triste pensar en los hijos de Cecelia y saber que su madre jamás volverá a casa o en la familia de Woof, incluso la de Seeder, si es que tenía una.
Seco el sudor de mis ojos cuando todos los demás se levantan y se detienen junto a mi al escuchar el sonido de un paracaídas.
—¿Fui solo yo o es verdad lo que veo?— me levanté del suelo.
El paracaídas atraviesa las hojas pero nadie va por el.
—¿Para quién creen que es? —pregunta katniss.
—Cualquiera sabe— dice Finnick—. ¿Por qué no dejamos que se lo quede Peeta, por haber muerto hoy?
Rió un poco, aunque luego veo la cara de Finnick y mi sonrisa se borra, y se intercambia por una mueca.
Peeta avanza sus pasos y abre el círculo del paracaídas, sacando un objeto metálico que no reconozco.
—¿Qué es? —pregunta Katniss, pero nadie lo sabe.
Me acerco y lo analizo a vista, no se ve nada interesante más que una clase de boca de manguera o algo así o como una llave. No le encuentro forma así que se lo paso a Mags, quién se lo pasa a Finnick y quién se lo termina devolviendo a Peeta, quién sopla por uno de los extremos para averiguar si hace algún ruido pero no.
—¿Puedes pescar con él, Mags?— inquiero a Mags.
La mujer sacude la cabeza y eso agota mis ideas.
Katniss mira al cielo —¿No pudiste haber enviado algo más fácil, Haymitch?— grita a las cámaras —Digo, no lo sé, como una botella de agua o dos.
—Quizá quiera que pensemos un poco— justifico.
—Si, pues debió enviárselo a Sage entonces, seguro la está pasando peor que nosotros.
Peeta me devuelve el objeto, así que le doy un par de vueltas para analizarlo más de cerca, miro a través de el y nada, le soplo al extremo contrario y nada, luego intento lanzarlo como si fuera un arma y tampoco.
—Bueno, los regalos de Haymitch apestan— manotee al aire rendida.
—Los regalos de Haymitch envían mensajes importantes— menciona katniss —El año pasado casi me muero de sed porque sabía que había agua cerca de mi, por eso no la envío.
—Pero ya buscamos en todas partes y no hay mucho por aquí— me apoyo Finnick, volviéndose hacia mi —¿No hay nada que recuerdes de esa clase sobre técnicas de agua?
Niego —No, solo se que la tierra debe estar húmeda para que haya agua o algo así, pero esto está más seco que una pasa.
—Quizá Beetee o Wiress puedan averiguarlo, si nos unimos a ellos— añadió Katniss.
—Quizá si tuviéramos una espi-— me quedo callada de inmediato, con los ojos bien abiertos.
—¿Que? ¿Que descubriste?— inquiere peeta de inmediato.
—¡Una espita! ¡Es una espita!
—¿Cómo lo sabes?— pregunta Finnick.
Negué —¡No lo sé! Bueno, en los dibujos de mi entrenador se veía diferente pero estoy segura que es una espita.
—¿Y como se usa?— dice katniss.
Tomo la espita de sus manos, —Es una especie de grifo. La metes en un árbol y sale la savia o agua.
Miro a todos lados, desesperada por este nuevo descubrimiento.
—¿Que estás buscando?— inquiere Peeta.
—¡Un árbol!
—Bueno, aquí hay muchos— señala Finnick.
Niego —No, pero debe ser el adecuado.
Finnick toma la espita de mis manos y la clava en un enorme árbol verde con fuerza, mis nervios se altera.
—¡Espera! Se puede romper, haz un agujero— le indico, sacando mi cuchillo más filoso.
Él lo intenta pero es más tardado y difícil, por lo que Mags propone su punzón que resulta ser más práctico, así que más tarde Finnick y peeta se turnan para hacer el orificio donde la espita va colocada.
Espero unos minutos... Dos... Una eternidad hasta que una gota de agua sale del borde y aterriza en la mano de Mags, pero nada más. Mis esperanzas se van a esa simple gota de agua que ha salido de la espita que Finnick y Katniss intentan acomodar en busca de más agua. Entonces es música para mis oídos cuando el chorro de agua empieza a salir, delgado y puro, mi pulso da un salto y me acerco hacia los demás para beber.
Uno por uno, Finnick me sede su turno y bebo desesperada de la espita, suspirando de alivio cuando el líquido toca mi lengua. Mags acerca una cesta de hierbas apretadas que sirve para llenarla de agua y beber de ahí. Cuando todos están satisfechos, tomo agua y me lavo el rostro, quitando el sudor, así que tomo otro poco más y limpio el rostro de peeta, quién se queda quieto sobre su lugar mientras quitó las ramas y la suciedad de su rostro, después planta un beso sobre mi mejilla y siento que me devuelven a la cálida vida.
—Yo haré la primera guardia— informa Finnick, bebiendo los últimos tragos de la cesta antes de volverla a poner bajo el chorro de agua.
—Yo también— añado.
—¿Estás segura? Yo me puedo quedar si quieres— me propone peeta.
Niego —Estoy bien, además yo no mori hoy y volví a la vida.
Me da un punto en ello, por lo que se levanta junto a mi y se sienta sobre el suelo del campamento de está noche.
Katniss se sienta junto a mi, guardando la espita en su cinturón.
—Tenias razón— me dijo y la miró confundida —Con la espita, mi papá tenía un montón de estás cosas.
Le sonrió entendiendo —Son muy raras ahora, no todo el mundo las usa, el profesor de supervivencia de Sage tenía una colgada en el cuello y siempre decía «es mejor estar prevenidos por si el desierto ha venido»— imito la voz gruesa, haciendo reír a la chica.
—¿Podrías despertarme cuando te canses?— me pregunta y yo acepto, aunque si estoy algo cansada.
Katniss se recarga sobre el suelo al otro lado, dejándome sentada junto a Finnick en una larga noche de silencio en la cual no sucede nada, ni siquiera hablamos y me alegro porque entonces habría pausas incómodas donde tendría que buscar otro tema de conversación hasta que me sienta lo suficientemente cansada como para mantener los ojos abiertos.
Cuento las estrellas sobre el cielo para no cerrar los ojos —Cincuenta... cincuenta y uno... cincuenta y-— ¡Tan, tan! Salto del susto cuando escucho una clase de alarmas en la arena, miro a todos lados tomando mis armas cuando solo Finnick, Katniss y yo nos levantamos alarmados.
—He contado doce —dice Finnick.
—¿Que significa?— murmuro.
—Ni idea.
Los tres guardamos silencio, como si esperáramos algo más que solo esas alarmas, pero termino riendiendome y le pido a katniss que me cubra así que ella acepta. Me recuesto con tranquilidad junto a peeta, quién al abrir un poco los ojos me envuelve en un abrazo como cuando estábamos en esa cueva.
De inmediato me quedo dormida, como si mi cabeza aún no terminara de procesar que sigo en los juegos, que sigo metida aquí una vez mas en problemas y con más personas muertas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro