Cap VIII - Mi juramento
El resplandor se hizo evidente en cuanto el muro se vino abajo. Krohn lo notó desde su posición a pocos metros del portal, cuando se acercaba al niño pelirrojo. Ériu luchaba por respirar mientras el agua y el fango simulado por los detritos inundaban su rostro y Lilith apenas podía mantenerse despierta debido al agotamiento.
El gigantesco trol apretó su puño al observar cómo esa luz se abría paso entre las gotas de lluvia que inundaban el valle, superando toda imagen sobre el horizonte. Rugió sin restricciones, olvidando al heredero atrapado bajo los escombros, ya que permitir que una criatura tan pequeña escapara del líder de los troles representaba una humillación imperdonable. Aquello ardía en la piel del trol, sin importar su espesor. Debía demostrar su valía; Krohn estaba determinado a mantener su imagen intacta.
La lluvia arreciaba sin piedad sobre todo lo que permanecía en pie y también sobre lo que yacía en el suelo, dando una imagen desoladora del camino que los niños habían recorrido para llegar hasta allí. Las luces en el cielo parecían presagiar lo que se avecinaba, y los troles que rodeaban las ruinas no mostraban la más mínima intención de intervenir.
No era cuestión de pretender ser digno, sino que tenía que ver con la batalla en sí. El líder de los troles se consideraba un general, alguien que no podía renunciar a su orgullo como un guerrero destacado. Krohn, el imponente trol que comandaba, era único e inigualable. Se decía que llevaba consigo una columna que flotaba en el aire, incapaz de tocar el suelo. Su soberbia era tal que la llevaba atada a su brazo y desde allí la controlaba.
Un rayo impactó en la mitad de uno de los muros que aún se mantenían en pie, haciendo que se derrumbara creando un nuevo espacio desde el cual antes era imposible ver. Esta era una de las paredes que rodeaban la parte interna del portal. Antes de caer, la imagen del trol rugió con fuerza, desafiando a la lluvia y desviándola por un instante antes de que retomara su incesante caída.
El trol apartaba cada gota de agua que estaba por caer sobre su cabeza, girando su rostro hacia el cielo y rugiendo a él, esperando a que el niño se acercara lo suficiente. Se acomodaba entre los muros restantes, caminando a destiempo mientras lucía su aspecto natural invadido por trozos de mineral incrustados en su barbilla, que parecían simular escamas. Rugía ansioso, poco antes de precipitarse hacia otra columna.
Entre tanto, Alan avanzaba decidido a combatirlo sin permitir que el miedo lo paralizara. Sabía que no era momento de acobardarse; tenía claro su objetivo: ganar tiempo para que todos pudieran escapar, juntos.
A pesar de que Krohn se oponía a permitir que los niños cruzaran el portal, estaba dispuesto a dejarlos ir si aquel que lo había humillado regresaba para enfrentarlo. Krohn consideraba al niño Adler el líder de los herederos, y ninguno de los otros troles intervendría, conscientes de que era una pelea que solo debía ser entre los dos. El orgulloso titán no lo permitiría, y cada vez que rugía, era como si les dijera: «Es mío y solo mío».
Aquellos camaradas comprendieron que su líder buscaba poner a prueba sus habilidades enfrentándose a otro de los muchos herederos que batió en el pasado. Pero el niño Adler resultó ser diferente a los demás desde el minuto uno en que dejó la trinchera en el bosque para enfrentarse a él. Al igual que el resto de los troles, el grupo de Alan tampoco intervino aquella vez. Esto transmitió un mensaje de autosuficiencia y confianza en el dirigente de los niños perdidos, o así pensaba el dueño del puntal de piedra desde entonces. Y ahora solo quedaban ellos dos para enfrentarse.
Era evidente que solo tenía la intención de luchar contra el líder de los herederos, y donde todos miraban a un niño de once años, Krohn solo vio un heredero más, uno que había conseguido sobrevivir a él.
Liam y Nathalia se ilusionaban con la idea de obtener una pequeña ventaja que les permitiera ayudar a evacuar a los niños en las ruinas. Los tres estaban convencidos de que si Krohn se encontraba allí, significaba que había más herederos en peligro. La suposición de Alan impulsaba su determinación y les daba un propósito claro: rescatarlos.
Intentaron ocultarse entre las rocas que cayeron durante el descubrimiento del portal, sin mencionar las que se originaron debido al derrumbe causado por el trol y el rayo. Dos de los cuatro muros habían colapsado, dejando al descubierto la mitad de la parte interna, rodeada por un círculo de troles. Con el objetivo de atravesar el arco luminoso, se movieron hacia la parte más alta y fue entonces cuando vieron a Lilith, tumbada en la base de las escaleras con los ojos cerrados.
La niña había caído dormida antes de percatarse de la luz en el horizonte, pero aún respiraba. Liam y Nathalia se aproximaron con cuidado y apartaron con suavidad el brazo que cubría su rostro. Entonces, el niño de la sudadera sintió un alivio al comprobar que ella seguía con vida.
A partir de ese momento, se sentía como si la posición de liderazgo del trol estuviera siendo cuestionada por los suyos. La humillación que había sufrido transmitía otro mensaje. Krohn rugía desde el portal, gritando «¡Bara nefol!», en un estruendo que resonaba en las paredes, las columnas restantes y en los corazones de todos los presentes. Mientras tanto, la lluvia que caía sobre él se detenía una y otra vez en intervalos cada vez más frecuentes, como si obedeciera a la voluntad del trol con cada grito que diera.
Lilith no llegó a comprender por qué el trol se había distraído y cuál era la razón de todo ese alboroto. Ni siquiera se atrevía a imaginar que fuera Alan quien hubiera aparecido, sosteniendo el cristal que había sido el punto de referencia en el campamento aquella vez.
Liam pidió a Nathalia que lo ayudara a llevar a Lilith hasta el portal, a pesar de las dificultades que esto implicaba. El peso de la niña era mayor debido al agua en su ropa, la tierra en su cuerpo y sus botas. Se esforzaba para mantenerla fuera del alcance de ambos elementos, pues el agua dificultaba el agarre. Pero la situación cambió cuando Liam logró cargarla sobre su espalda con ayuda de la niña pelirroja.
Lilith ya no estaba sumida entre los escombros ni abandonada a su suerte. Avanzaban juntos hacia el portal, pero no sería preciso si no se mencionara a la imponente criatura que rugía a un lado. Lograron cargar a la niña con éxito, pero durante el proceso, Krohn golpeó el suelo con su gran obelisco de piedra maciza.
Contra todo pronóstico, los niños cayeron por las escaleras que conducían al portal, rodando junto con Lilith a cuestas. Krohn era consciente de su presencia y solo pretendía demostrar que lo sabía. Estaba decidido a poner fin a la vida de estos molestos niños.
Tal vez con esto, la criatura pretendía negociar con el portador del cristal: si no era él, serían ellos, pero alguien se quedaría.
Alan se acercó al muro derrumbado, agitado por la carrera desde el bosque, pero también se tomó su tiempo para recuperar el aliento y conservar energías. Sabía cuál era su misión: mantener ocupado a Krohn hasta que sus compañeros pudieran ayudar a los otros herederos y evadirlo hasta que todos pudieran irse.
Alan notó a un niño pelirrojo inconsciente a un lado. No sabía si estaba vivo, pero supuso que si Krohn se dirigía hacia él, significaba que aún respiraba. Observó a Liam caer por las escaleras que conducían al portal junto con Nathalia y Lilith. Eso le preocupó, pero estaba seguro de que la niña problemas seguía viva. Ya había demostrado en ocasiones anteriores que podía ser muy molesta, y sabía que no sería distinto ahora.
Apretó los puños frente al líder de los troles y levantó la mano con el cristal, haciéndolo brillar con intensidad. «¡Krohn!», gritó con todas sus fuerzas, mientras la imponente criatura se detenía y se producía un breve instante de silencio.
El trol levantó su arma de una forma inusual, ya que ahora no tenía las cuerdas de cuero atadas a ella. Se movió con astucia para rodear al niño, pero Alan no iba a permitirlo. Recordó lo que el yori le había mostrado a través de un pensamiento, algo con lo que podía intentar defenderse y que no era tan distinto de lo que ya había hecho antes con las llamas de la fogata.
Impregnó con egni una roca que tenía a su lado y, sin perder mucho tiempo, la arrojó al camino de la criatura para bloquear su avance. Krohn percibió esto como un desafío y comprendió que el niño controlaba su poder. A lo lejos, Liam estaba confundido, ya que no sabía cómo Alan había aprendido a hacer algo así.
Adran fue quien les mostró cómo hacerlo, y aunque parecía algo sencillo, solo algunos tenían la habilidad de lograrlo, mientras que otros se limitaban a impregnar los peñascos. Liam se dio cuenta de que este Alan era distinto al niño que había conocido alguna vez. Tal vez había experimentado cambios durante su viaje fuera de Londres o durante su estancia en Annwn, pero sin duda alguna, ya no era el mismo que alguna vez lo necesitó.
Krohn ya había tenido un encuentro con Lilith y con ese otro niño que le arrojó un rayo. Parecía que los herederos que quedaban frente a él tenían habilidades superiores. Esta situación lo hizo retroceder, manteniendo su arma a un lado mientras se despojaba de las pieles que cubrían su torso y que llevaba atadas al hombro o a la espalda. Con un golpe en el suelo, comenzó a entonar esa melodía que marcaba un preludio a la guerra. «¡Yo-ho!», gritó a sus camaradas, y en ese momento se oyó el retumbar de un solo paso proveniente de los troles que rodeaban las ruinas. Todos dijeron al unísono: «¡Troll kalla mik!», y otro paso vino después, haciendo temblar el lugar.
Alan hizo lo posible para evitar que Krohn lo rodeara, impidiendo que se acercara a Ériu; lo mantuvo a raya porque sabía que un golpe sería suficiente para asesinarlo. Entonces, recordó esa canción, era la misma que había escuchado aquella vez, aunque en esta ocasión no lo desconcertó tanto como la primera cuando dejó las ruinas junto a su grupo para atravesar el bosque.
—¡Índigo, apresúrate! —gritó Alan mientras embestía contra el trol—. ¡Salva al niño pelirrojo!
Así comenzó la batalla en la que el niño Adler decidió tomar la iniciativa, sorprendiendo a su traicionero oponente.
La noche había sido larga para Alan, quien se enfrentó a cada obstáculo pensando más en los demás que en sí mismo. A pesar de los caminos que había tomado, una serie de eventos lo llevaron a este momento inesperado. Era él quien ahora escogía enfrentarse al líder de los troles de ese lado de Annwn: Krohn, el trol azul de cabellera blanca.
Liam comprendió a quién se refería Alan sin necesidad de preguntar quién era el niño. Sin embargo, le resultaba difícil entender cómo Ériu, tercer líder del equipo de Marco, había terminado en esa situación, ya que había demostrado su valía en la batalla y que podía convertirse en un verdadero dolor de cabeza. Aunque en el fondo, esa posibilidad de que algo así le pasara siempre estuvo presente. Liam se encontraba atrapado en esa ambigüedad entre reconocer la valentía del pelirrojo por quedarse o llamarlo idiota por no haberse marchado cuando tuvo la oportunidad.
A pesar de la situación, ese a quien llamaron "el centinela" no tuvo problemas para deducir la ubicación de Ériu. Era evidente que si Alan pedía ayuda para él en concreto, debía estar cerca. También estaba seguro de que sin conocerlo diría algo como «ayuda al pelirrojo» y de inmediato Liam tendría que saber a quién se refería porque era visible. Todas eran obviedades en la mente de alguien acostumbrado a trabajar en equipo con el niño de los Adler, su cómplice.
En su mente, Liam no podía evitar recordar la anécdota de la elección cuando aquel niño se convirtió en Tercero. «Y así quería ganar con el nombre de Ériu», murmuró mientras reflexionaba, lo que provocó una sonrisa en su rostro porque él lo había votado bajo el nombre de Oreo.
Si antes de llegar la bestia pretendía matar a alguien, entonces debía ser él: Ériu, el pelirrojo. No había otro tonto con esa descripción, pensaba.
«¡Troll lleuad!», se escuchó en el estruendo de la canción de los troles mientras Liam hacía esas suposiciones, perdiendo todo sentido sobre por qué pensaría en algo así justo ahora. Era evidente que este tipo de cosas solo le pasaban a un héroe que no evaluaba el panorama antes de actuar y terminaba en una situación similar.
—Sabía que me tocaría salvarlo en algún momento —dijo a Nathalia mientras intentaba ponerse de pie—. Todos son iguales.
Intervino con una expresión de incomodidad al tratar de levantar a Lilith por segunda vez.
La niña no pudo hacer más que preguntarse a sí misma a qué se refería este chico a quien apenas acababa de conocer, pero esto fue un comentario interno, algo más parecido a una reflexión del tipo: «¿De qué habla?», una pregunta de la que ella misma no esperaba respuesta.
Levantaron a Lilith y la llevaron hacia el portal mientras observaban cómo Alan se enfrentaba al trol. En medio de las vibraciones generadas por la batalla, lanzaron a la niña gótica a través de la entrada traslúcida, y en el preciso instante en que tocó una parte de ella, fue absorbida por el portal en un acto de magia.
El suceso los dejó impresionados, ya que el peso de Lilith se volvió insignificante y desapareció por completo frente al portal.
—Pensándolo bien, no necesitamos más héroes de este lado —dijo Liam a Nathalia—, así que no me odies por esto, pelirroja. —La sujetó por los brazos y, con algo de esfuerzo, la arrojó al arco.
Desconocía que cada transferencia requería al menos cinco segundos; hasta ahora ninguno lo sabía. Así que tal vez, y solo tal vez, a veces se peca por omisión. Nathalia cruzó el arco luminoso y cayó de forma estrepitosa al otro lado.
—¿Qué te pasa? —exclamó muy molesta mientras intentaba levantarse.
Una de las dos runas iluminadas en la base del marco se desvaneció justo después de que Lilith cruzara. Liam estaba seguro de que antes había dos encendidas. Este cambio repentino transmitió una sensación de angustia a Nathalia, quien lo percibió cuando cayó debido a las acciones del niño de negro.
—Lo siento, no era mi intención... Bueno, en realidad sí lo era, pero no de esta manera. —Intentó explicar, tratando de disculparse con la niña de cabello carmesí mientras la ayudaba a levantarse.
Liam mantuvo la mente en el comportamiento del portal, algo no estaba bien.
—¡Solo aléjate! Yo puedo cuidar de mí misma —respondió ella, y dentro de todo lo que había pasado, parecía muy firme tras su intervención. Luego, habló en voz baja:— Idiota...
—Ya te dije que intentaba ayudar... —agregó él con una sonrisa incómoda.
Alan continuaba desafiando a Krohn, moviéndose con habilidad entre las ruinas para evitar sus ataques. Utilizaba el egni que Liam le había dado, levantando rocas y lanzándolas hacia el trol. Era consciente de los riesgos de usar esa técnica de manera irresponsable, por lo que solo quiso intentarlo un par de ocasiones más después de bloquear el avance de la criatura.
Krohn levantó el puntal y lo dejó caer hacia Alan, pero este se rodó con rapidez para evitar el golpe. El trol hizo un último intento por atrapar al niño, pero mostraba signos de agotamiento. Alan reconoció la oportunidad y se alejó de las ruinas para facilitar la tarea a Liam.
La bestia lo persiguió, cegada por la ira, mientras evitaba rodear los muros que aún permanecían en pie. Krohn no tuvo dificultad en destruir la pared, al igual que lo había hecho contra Ériu. Alan se enfrentaba a él, mostrando su determinación mientras el gigante rugía.
En las afueras, un círculo de troles entonaba su inquietante melodía. «Gales gawr», se escuchó de ellos, seguido por otro estruendo cuando una nueva pisada resonó en el suelo.
Liam se apresuró junto a Nathalia para ayudar al pelirrojo, consciente de que era una misión peligrosa si el trol decidía cambiar de objetivo o si alguno de los que rodeaban las ruinas intervenía. A pesar del riesgo de llamar la atención, Nathalia no pudo contenerse e hizo un comentario a ese quien la había arrojado al suelo.
—El portal no funcionó, ¿lo notaste, verdad? —comentó preocupada por la situación.
—Debe ser algún tipo de tiempo de enfriamiento o algo así. La próxima vez tiene que funcionar, es nuestra única opción —respondió Liam mientras notaba que Ériu tenía la mano sobre uno de los peñascos del suelo—. Vaya, el Tercero es un desastre.
—¿Tercero? —preguntó ella, sin comprender a qué se refería—. ¿Al menos sabemos si sigue con vida?
—¿Qué te parece si averiguamos eso cuando lo llevemos al portal? —respondió él, preparándose para levantarlo—. Por ahora, ayúdame.
—Centinela... —murmuró el pelirrojo, extendiendo la mano hacia la sudadera de Liam, pero fue incapaz de alcanzarla; desistió entonces.
—Relájate, amigo. Pronto estarás en casa —aseguró Liam, transfiriendo un poco de egni al pelirrojo—. Acércate, Nathalia.
Acomodó al pelirrojo sobre su propia espalda con la ayuda de la niña.
Corrieron juntos para llevar a Ériu hasta el portal, mientras las miradas penetrantes de los troles los seguían de cerca. El peso sobre sus hombros ya no era solo físico, sino también psicológico. La incertidumbre los rodeaba por completo: Alan luchaba contra el líder, el fallo del portal y la horda de gigantes alrededor. Todo eso desestabilizaba a Liam, quien intentaba aparentar calma frente a las circunstancias, pero en su interior sentía un miedo profundo.
Alan esquivó los golpes que Krohn lanzaba contra el suelo en un desesperado intento de alcanzarlo. Mas el niño comenzaba a mostrar signos de fatiga, agotado por la intensa batalla. En un descuido, una de las pisadas a causa de los cánticos y el golpe del puntal impactaron otra de las columnas cercanas. El estruendo resultante hizo que algunas rocas sueltas le golpearan el brazo herido, provocándole un dolor punzante.
—¡Alan! —exclamó Liam mientras cargaba a Ériu en su espalda, pero no podía detenerse para ir a ayudarlo.
Quien llevaba el cristal había caído a pocos metros de Krohn, rodeado por más troles que, tal vez por respeto a la decisión del líder, evitaron intervenir. Entre tanto, Alan yacía en el suelo, tratando de incorporarse.
Liam se apresuró aún más para llevar a Ériu hasta el portal al darse cuenta de que a Alan le costaba levantarse.
—¡Está en peligro! —gritó Nathalia, empujando a Liam para que subiera las escaleras con mayor velocidad.
—¿Te refieres al gigante de casi cinco metros? —respondió él, mostrando una determinación que se hizo evidente en su mirada—. Es un hecho, nadie se mete con mis amigos.
—Debemos ayudarle... —insistió ella.
—Tienes razón, pero primero lo primero, debemos terminar esto cuanto antes —intervino para calmarla. En su mente, las cosas no pintaban nada bien. «A este ritmo, no tendremos oportunidad. Si ella decide intervenir, es seguro que morirá», pensó.
Se colocaron frente al portal con el pelirrojo a cuestas, y Liam parecía al borde del desmayo. Nathalia lo notó en cuanto él pidió ayuda.
—Nathalia, colócate detrás de mí, necesito que me ayudes a bajarlo.
Confiada, se posicionó entre él y el portal.
—¿Estás lista para que lo suelte? —preguntó. —Lista —respondió ella.
En medio de un movimiento estratégico, Liam retrocedió con brusquedad, empujando a Nathalia para obligarla a retroceder debido al peso de ambos. Cuando estuvieron lo bastante cerca del arco, el brillo del portal la envolvió y la absorbió sin que pudiera hacer algo para evitarlo.
De manera inmediata, la niña lo atravesó, al igual que había sucedido minutos atrás con Lilith.
—¡Sí! Dos menos... Ahora tú, pelirrojo. Otro problema del que debo encargarme —murmuró.
La tormenta alcanzó su punto máximo, impulsada por lo que parecía ser el canto de los troles. Cuando se pronunció la última frase, una ráfaga de viento barrió las ruinas, haciendo que todo se moviera a su paso. La expresión «Melltith y glaw» provocó que la lluvia se filtrara entre los pilares mientras un torrencial caía sobre ellos.
Era evidente que esto no era una mera coincidencia. Todo estaba ocurriendo de forma similar a aquella primera vez cuando la lluvia comenzó de repente. Al principio, el cielo estaba despejado, permitiendo que la luna brillara, pero de pronto eso ya no era suficiente. El frío se intensificaba y la lluvia caía con fuerza entre los pilares.
«"Melltith y glaw" debe significar lluvia, agua o algo relacionado con la tormenta», pensó Alan mientras apenas lograba esquivar otro golpe proveniente de Krohn. Por otro lado, Liam seguía frente al portal, intentando comprender su funcionamiento.
«Bien, veamos cómo trabaja esta cosa», comentó acomodando a Ériu para arrojarlo al otro lado. «Sé que no puedo cruzar con nadie, de lo contrario habría funcionado cuando la empujé. Han pasado veinte segundos, supongo que ahora el pelirrojo puede cruzar, ¿no?»
Liam tomó el cuerpo de Ériu, y con gran esfuerzo, lo arrastró hacia la parte más cercana al arco, evitando acercarse demasiado a la luz. Sin embargo, para su sorpresa, no fue transportado; el niño cayó con el torso de un lado del arco y la otra mitad del cuerpo al otro.
—¡Demonios! Lo siento... ¿te duele? —dijo apenado por el golpe que Ériu experimentó en la cabeza—. Bueno, esto supondrá un gran problema, necesitaríamos más tiempo. Pero no tengo algo así... Creo que es mejor dejarte ahí, no me malinterpretes, pelirrojo. Cuando el portal se reinicie, es probable que puedas pasar. Así que saluda a tu amiga la rubia de mi parte —agregó mientras se alejaba a toda prisa del arco.
Liam se apresuró a bajar de la plataforma, revisando el interior del bolsillo en su sudadera.
—¡Bien, hagamos esto! —Se dijo a sí mismo antes de escuchar que el arco absorbiera al pelirrojo—. ¡Estupendo! —gritó emocionado mientras se dirigía a la pelea.
«¡Yo-ho!», se oyó entre los troles. Alan intentaba esconderse detrás de una columna, tratando de pasar desapercibido para Krohn. «Cwmni oracl», entonaron las bestias al aire, acompañado de otra fuerte pisada.
La pared que Alan pretendía usar para ocultarse fue destruida por la gigantesca criatura justo en el momento en que el niño estaba considerando acercarse a ella. Krohn había adivinado el lugar exacto al que su oponente se dirigiría, por arte de magia. Era evidente que los cánticos estaban ayudando a Krohn a ganar el enfrentamiento; los troles parecían utilizar egni para controlar el clima de Annwn y otros aspectos de la batalla.
—¡Oye, idiota! —gritó Liam justo antes de lanzar una roca hacia el gigante, Impactó a la altura del cuello, donde un cuerno sobresalía de su barbilla. Alan se encontraba tirado detrás de uno de los pilares, tratando de ponerse de pie cuando escuchó aquella intervención.
—¡Rápido, Índigo, tenemos que escapar! —gritó con dificultad para respirar—. ¡Los troles están controlando el clima con su canto!
Alan se mostró a su compañero.
«¿También usan egni?», pensó Liam mientras intentaba resguardarse detrás de una de las pocas columnas que quedaban en pie, ya que Krohn comenzó a buscarlo con la mirada.
—¡Alan, dirígete al portal! Tengo una idea.
—¡De acuerdo! —respondió sin cuestionar lo que sea que haya surgido en la mente de su compañero.
La confianza mutua entre ellos era fundamental en una situación como esta. Habían estado preparándose desde siempre: escapándose de sus casas en múltiples ocasiones para meterse en problemas durante la noche o jugando travesuras a los trabajadores de la mansión. Esta parecía ser la prueba final para la cual habían estado entrenando desde que se conocieron.
Alan corrió hacia el portal.
—¡Hoy daremos otro tipo de golpe, no secuestraremos al gato! —gritó Liam.
«¡El explosivo!», pensó Alan.
—¡Eres un genio, Índigo! —exclamó emocionado mientras se acercaba al portal.
Liam distrajo a Krohn lanzando una roca contra otro pilar cercano. Este se hizo añicos debido a un golpe directo del trol en un intento por pegarle al peñasco, lo que generó suficiente confusión para que el niño de la sudadera pudiera escapar hacia la plataforma. En ese momento, Krohn golpeó el suelo junto con el resto de los troles cuando tocaba acompañar la melodía, provocando un temblor que derrumbó todas las paredes y pilares circundantes. Solo quedaba el arco del portal sobre las escaleras, y Liam yacía en los escalones con el explosivo en la mano.
Las voces resonaron en el aire, incluyendo la profunda voz de Krohn, diciendo: «Bygythiad nos crwydro». El cielo se oscureció cuando las nubes de lluvia cubrieron la luna, sumiendo la noche en una oscuridad aún mayor. Este efecto hacía que la diferencia de colores entre el granito y el negro que cubría a los troles fuera menos notable. Los ojos blancos de las bestias brillaban en la oscuridad, guiándose por el resplandor del portal. En medio de todo esto, la mirada de Krohn se perdió de ellos y era difícil ubicarlo.
Liam se dispuso a correr junto a Alan, quien lo ayudó a levantarse cuando tropezó en las escaleras debido a la oscuridad, el temblor y el cansancio.
—El portal tardó más de treinta segundos en funcionar la última vez. Parece que el tiempo de activación se prolonga con cada uso —explicó Liam, empapado por la lluvia. Le mostró el explosivo a Alan junto con el extremo de la mecha—. Pero hay algo más, otro problema que debemos discutir.
Krohn se aproximaba a los niños después de haberse separado durante la distracción, en el momento justo en que su canto oscureció aún más el cielo.
—Necesitamos encender esto para ganar tiempo —dijo Alan mientras intentaba tomar el extremo de la mecha—. Podemos distraerlo para que ambos podamos escapar. Habrá tiempo suficiente para que el portal se reinicie y el segundo de nosotros cruce...
Pero Liam alejó la mano y Alan no pudo tomarla.
—Amigo, no creo que los dos podamos cruzar.
Liam lo interrumpió y señaló la base del arco. La última runa se había apagado por completo: era probable que el portal no se activara después de la siguiente transferencia.
—Podemos encontrar una solución... —insistió Alan, desesperado por hacer que las cosas funcionaran—. Espera, tal vez si utilizo mi egni para alimentar el portal...
—No tienes egni, amigo. Tampoco sabes cómo hacer algo así —dijo el centinela, riendo. La figura de Krohn se acercaba a pocos metros, arrastrando el obelisco por el suelo—. No podrías escapar del señor Thomas o del mismo Antonio si quisieras, no en tu estado actual.
—¡Tiene que haber otra forma, Índigo! —exclamó Alan, tomando el explosivo y a su amigo por la sudadera.
—Vaya, al fin te aprendiste mi nombre...
—Tiene que haber otra forma...
—La hay, amigo —respondió el centinela, sujetándole también por la ropa—. ¿Estás listo? —preguntó.
—¡Espera, Índigo! ¡Siempre hay otra forma de hacer las cosas! —gritó Alan, luchando con el peso que su compañero ejercía sobre él—. ¡No lo hagas, amigo!
—No podrías vencerme si quisieras —añadió—. El feo quiere a uno de nosotros, no dejaré que seas tú.
—Espera, espera... ¡No lo hagas, Índigo! —gritó Alan, aferrándose a la camisa de Liam—. Escucha al menos.
—Pensándolo bien, creo que Liam es un buen nombre después de todo —respondió con una sonrisa, consciente de que, a pesar del agotamiento en ambos, Alan no podría vencerlo si intentara arrojarlo al portal que estaba detrás—. Lo siento, amigo... Adiós.
Liam aprovechó el agarre firme en la camisa de Alan y se impulsó hacia adelante con la intención de llevarlo más cerca del arco, justo cuando Krohn se aproximaba a la plataforma en medio de la oscuridad. Alan no estaba preparado para enfrentarse a Liam, quien lo empujó con alevosía hacia el portal
»¡Esta vez yo seré el héroe! —gritó mientras Alan mostraba una expresión de sorpresa. Durante el forcejeo, el cabello de color azul oscuro en Liam se iluminó con el resplandor.
El niño de la sudadera aceleró el paso, y cuando ambos estaban muy cerca del arco, Alan incrementó su fuerza con el egni restante en él, recordando aquella vez en el bosque cuando ayudó a Nathalia a escapar.
En un giro inesperado del destino, el niño Adler se encontró de repente debajo de Liam, cayendo sobre su espalda de manera intencional para que su amigo tropezara con él y saliera disparado hacia el portal. En medio de la confusión, ambos intercambiaron miradas antes de que Liam fuera arrastrado por inercia hacia la luz que emanaba del arco, dejando la plataforma en total oscuridad.
—Cuídate, amigo... —murmuró Alan.
Un aura casi naranja, apenas perceptible a la vista, lo envolvía.
Quizá solo quedaban diez años de vida en su cuerpo después de aquel enfrentamiento en el bosque, tal vez menos. Eran los mismos años de vida que estaba sacrificando en ese momento tras utilizar su egni para salvar a su compañero, quien fue absorbido por el portal con una expresión de sorpresa y preocupación en su rostro, dejando el explosivo atrás, en las manos de Alan.
Liam atravesó el portal con la imagen amenazante de Krohn atrás de quien había decidido quedarse, solo para encontrarse atrapado por los mismos acólitos que habían retenido a Yann y cada niño que cruzó antes que él.
—¡Alan! —gritó con desesperación, pero su voz se debilitaba debido al agotamiento causado por el traspaso entre las tierras de Annwvyn y el mundo de los egneb.
La energía natural en Annwvyn, conocida como egni, esa que sobraba en el ambiente y que hacía brillar el cristal de cuarzo sin ayuda, estaba restringida a su propio territorio, lo que provocaba un desequilibrio al atravesar el portal, la inversión: el egni extra ya no estaba presente, dejando un vacío en quien cruzaba, y el cuerpo debía tomarlo de otra fuente. La fatiga abrumadora obligaba, a quien hacía la transferencia, a sucumbir ante este efecto si no se contaba con reservas.
Liam comenzaba a sentir un intenso agotamiento mientras luchaba por mantenerse despierto.
—¡Necesito ayuda aquí! —exclamó uno de los implicados en el forcejeo tras perder la capucha que cubría su rostro.
Quienes lo sujetaban no eran suficientes, y al darse cuenta de su estado, otros se acercaron, intentando poner una mano sobre su rostro para susurrar aquellas palabras de consuelo.
—Duerme, niño —dijo uno de ellos. A pesar de sus esfuerzos, no lograban tranquilizarlo por completo; aunque estaba agotado, seguía luchando con la idea de ser calmado.
—¡Suéltenme, bastardos! —gritó oponiendo resistencia a lo que parecía ser el procedimiento normal.
Dos acólitos se acercaron para ayudar frente a quien se había convertido en el último niño en cruzar antes de que el portal extinguiera su luz. Un observador, que tomaba notas en un gran libro, describió la escena y registró el nombre del niño en un trozo de pergamino, el cual fue guardado con cuidado en un cofre para su transporte.
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