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Duchess Swan


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Duchess Swan

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Duchess Swan se encontraba sola en los extensos jardines de Ever After High, donde uno de los lagos brillaba bajo la suave luz del atardecer. Las aguas tranquilas reflejaban el cielo en tonos dorados y azules, creando un espejo perfecto que envolvía el ambiente en una atmósfera mágica y solemne. Al borde del lago, Duchess se detuvo, contemplando la superficie cristalina, perdiéndose en el reflejo de su propia figura. Era el escenario ideal para dejar que el peso de su destino desapareciera, aunque fuera solo por un momento.

Con un suspiro, cerró los ojos y, con elegancia, se puso en puntas sobre sus zapatillas de ballet. Moviéndose con la precisión y gracia de una verdadera bailarina, dejó que la familiar melodía de El Lago de los Cisnes resonara en su mente, imaginando cada nota mientras giraba suavemente. Con cada paso, el agua parecía responder a su danza, vibrando en círculos perfectos alrededor de sus pies.

Justo cuando se entregaba a la música y a la sensación de libertad, sintió un toque inesperado: unas manos firmes y delicadas se posaron suavemente alrededor de su cintura. Sorprendida, abrió los ojos, y su mirada se encontró con la de una chica de expresión enigmática que la observaba con una sonrisa encantadora. La joven llevaba un hermoso traje con detalles emplumados que parecían mezclarse con la naturaleza que las rodeaba, y para su asombro, ella estaba de pie sobre el agua, como si fuese parte de aquella realidad mágica.

La desconocida, sin decir palabra, comenzó a guiarla, dándole vueltas en el aire con una gracia sobrenatural. Duchess, fascinada y cautivada por la misteriosa conexión, dejó que sus pasos siguieran el ritmo de la música, ahora audible en su mente con una fuerza nueva, casi mágica. La intensidad de la melodía crecía con cada giro, y sus cuerpos se movían en perfecta sincronía, deslizándose sobre el agua como si este les perteneciera.

Cada movimiento era tan armonioso que parecía imposible que aquello fuese real. Giraban, se entrelazaban, y en un instante se separaban solo para volver a unirse en un paso aún más bello que el anterior. La chica la guiaba con una precisión impecable, y Duchess sintió cómo su corazón latía cada vez más rápido, perdiéndose en aquella danza que parecía de otro mundo.

Finalmente, cuando la música alcanzó su clímax, la misteriosa chica alzó a Duchess en un último giro. El tiempo pareció detenerse mientras sus miradas se mantenían fijas la una en la otra, el aliento compartido en el breve instante que permanecieron suspendidas en el aire. Con una sonrisa gentil, la chica la sostuvo, mirándola con una ternura y picardía que hicieron que Duchess sintiera un leve rubor en sus mejillas.


—Me llamo T/N—Dijo la chica, su voz suave y envolvente, mientras aún la sostenía en el aire.


Duchess, ligeramente avergonzada y aún con el pulso acelerado, no pudo evitar devolverle una pequeña sonrisa. La respiración agitada de ambas llenaba el silencio, y en ese instante, Duchess sintió que algo en su pecho, algo cálido y desconocido, había despertado.

Cuando el último resplandor del día se apagó y el cielo fue cubriéndose de un manto de estrellas, Duchess y T/N se sentaron juntas a la orilla del lago. El reflejo de la luna plateada en el agua proyectaba sombras suaves alrededor de ellas, y el silencio era interrumpido solo por el canto lejano de algún ave nocturna. Duchess se sentía extrañamente tranquila, como si aquella paz le concediera un respiro de los oscuros pensamientos que solían rondarla. Pero esa paz también traía una vulnerabilidad desconocida, una que la hacía sentirse más expuesta que nunca bajo la atenta mirada de T/N.

De pronto, T/N rompió el silencio, mirándola con esa sonrisa tan sincera que la hacía parecer tan etérea y a la vez tan tangible.


—Sabes, yo tomare el de Sigfrido—Confesó, con una suavidad que dejó a Duchess sin palabras. En su voz, no había rastro de duda, solo una determinación que parecía hacer eco en la superficie calma del lago.


El corazón de Duchess comenzó a latir frenéticamente al escuchar esas palabras. La idea de un destino donde ambas se amarían, solo para ser arrastradas a un final trágico como el de su madre, Odette, le parecía tan dolorosa como inevitable. Su pecho se llenó de un remolino de emociones contradictorias: el deseo de esa conexión profunda y hermosa, el temor de que fuera tan efímera y destinada a terminar en tragedia.

T/N observó cómo los ojos de Duchess reflejaban esa lucha interna, la angustia que empezaba a asomarse detrás de su mirada orgullosa y firme. Con delicadeza, tomó la mano de Duchess, sus dedos entrelazándose como si fueran piezas perfectas de un rompecabezas.


—No quiero que pienses en el final—Susurró, manteniendo su mirada suave y llena de comprensión—Quiero que disfrutemos de cada momento que tenemos, de cada día de nuestra adolescencia, como si nuestra historia aún estuviera por escribirse. Si el destino nos tiene reservado algo, dejémoslo en manos de las estrellas... pero que sea en su momento, no ahora.


T/N observó cómo el brillo de las lágrimas empañaba la mirada de Duchess, quien apenas podía mantener su fachada altiva frente al torbellino de emociones que la invadían. Las manos de Duchess temblaban levemente, y T/N sintió una profunda empatía al ver cómo aquel destino injusto parecía oprimirla en su interior, apagando la chispa que la hacía ser quien era. Duchess, la orgullosa y fuerte bailarina, estaba asustada. El simple hecho de pensar en amar solo para perderlo todo le provocaba un miedo intenso y desgarrador, tan profundo que parecía hacerla temblar.

Conmovida por el dolor que vislumbraba en ella, T/N acarició suavemente su mejilla, secando las lágrimas que corrían sin cesar. Duchess trató de mantenerse firme, de apartarse y recobrar su compostura, pero el toque de T/N era tan suave, tan reconfortante, que sus esfuerzos fueron en vano. Sintió cómo T/N la atraía con delicadeza, acercando su rostro con una ternura tan infinita que sus propios temores comenzaron a desvanecerse, como si las manos de T/N pudieran disolver aquella angustia que la atormentaba.

Sin decir palabra, T/N se inclinó hacia ella y, en un gesto de profundo consuelo, le dio un suave beso en los labios. Fue un beso ligero y breve, tan delicado como el roce de una pluma, pero en ese instante, Duchess sintió cómo el mundo se detenía, cómo el peso de su destino se desvanecía al menos por un momento. T/N la sostenía con una calidez y una seguridad que parecían desafiar a cualquier fuerza oscura que pudiera acecharlas.

El temblor en el cuerpo de Duchess comenzó a calmarse, sus manos dejaron de temblar, y su respiración se volvió más profunda y lenta. Al apartarse levemente, T/N la miró con una expresión de comprensión y dulzura, como si en sus ojos le prometiera que, pase lo que pase, nunca la dejaría enfrentar ese destino sola. Duchess, aún abrumada por lo que acababa de experimentar, entrecerró los ojos, dejando que el sentimiento de paz la inundara por completo.


—No tienes que enfrentar el miedo sola—Susurró T/N, sosteniéndole el rostro con delicadeza—Si el destino insiste en escribir un final trágico, que así sea... pero tú y yo, Duchess, podemos construir nuestros propios momentos de felicidad, como este, uno a la vez.

Duchess dejó escapar un suspiro entrecortado, sintiéndose aliviada, como si T/N hubiera arrancado de su pecho un peso insoportable. Con una voz temblorosa, apenas pudo murmurar—Entonces, quédate a mi lado... hasta que llegue el final. Prométeme eso.

T/N le dedicó una sonrisa que era a la vez dulce y firme—No tienes que pedírmelo—respondió, entrelazando sus dedos con los de Duchess—Estaré contigo... hasta que las estrellas decidan nuestro último baile.


Ambas se quedaron abrazadas junto al lago, bajo el cielo nocturno, sin necesidad de más palabras. La seguridad y el calor de aquel beso quedaron grabados en el alma de Duchess, como una promesa que les pertenecía a ambas y que, aunque el destino pudiera intentar arrebatárselas, jamás lograría borrar del todo.

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