El chirrido de las cadenas torturó sus oídos. El golpe del tío Aaron había dado contra el saco de box y destrozó un pedazo, fue lo suficientemente agresivo para que Miles callara.

El saco roto dio un par de vueltas y se balanceó con brusquedad, hasta que el hombre lo detuvo.

— No soy yo...—reveló antes de alejarse.

Miles no pudo dar ninguna respuesta.

Lo dejaron mirando hacia la zona vacía de la habitación, y luchó un poco más contra las cadenas. Fue así, hasta que se percató de una sombra. Ahí, sobre la viga, divisó una silueta esbelta.

El desconocido lo observó, como un gato a punto de atrapar a un asustado ratón.

La sombra se deslizó, bajando de la viga. Sentía su mirada penetrante desde la oscuridad. La figura del Merodeador de la tierra 42 se alzó, con pasos lentos mientras se colocaba el guante.

Miles se quedó sin aliento. Y sin palabras. El Merodeador de esa dimensión era mucho más pequeño y menudo, comparado con el tío Aaron. Era mucho más joven y escalofriantemente familiar.

Su corazón desbocado latía tan rápido por el miedo y la incertidumbre, que Miles temía que pudiesen escucharlo.

El Merodeador se detuvo frente a él y Miles pudo observarlo con más detalle. Usaba tenis y la gabardina de cuello alto, el símbolo en el pecho estaba pintado con aerosol.

Se sintió genuinamente intimidado. El temor comenzó a consumirlo cuando aquel tipo le preguntó sobre su padre y escuchó la voz distorsionada con ese tono flemático.

No pudo unir los puntos. El shock del desorden lo hicieron caer en negación, hasta que la cara del desconocido se reveló y reconoció su rostro tras esa máscara.

— Soy Miles Morales...—su voz fue indiferente y perezosa— Pero tú, puedes llamarme el Merodeador.

La respiración de Miles se hizo dificultosa, empezó a hiperventilar. Ante él, se presentó uno de los escenarios dignos para semanas de pesadillas.

¿En qué demonios sehabía convertido?