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Primer capítulo: El telón se alza en la dimensión equivocada.

Los ojos fríos del Merodeador se clavaron en los suyos. La intensa mirada lo incomodó.

Nunca creyó que llegaría el día en el que apreciaría su rostro lleno de apatía. Ni su voz cargada de indiferencia. ¿Por qué tuvo tan mala suerte? Acabó en una dimensión paralela a la suya, y descubrirlo era tan lúgubre y siniestro.

— Por favor, tienes que dejarme ir...—pidió, luchando contra el nudo en su garganta— Debo regresar a donde pertenezco... Sino lo hago, nuestro papá va a morir.

Tu padre...—corrigió fríamente.

La respuesta fue tan cortante, Miles necesitó unos segundos para salir de su estupefacción y reponerse.

No se creía capaz de dar una respuesta semejante. Siempre creyó que, si algún día se encontraba en una situación similar, ayudaría sin pensárselo dos veces. Ese no parecía ser el caso.

En la mirada del Merodeador no hubo ningún rastro de empatía ni misericordia.

— Por favor...—susurró, ¿cómo pensar que tendría que suplicarse a sí mismo? Aún no lo digería— Tienes que dejarme ir.

— ¿Y por qué lo haría? —el Merodeador alzó las cejas en una expresión desinteresada— No gano nada con eso.

El guante se colocó justo junto a la cabeza de Miles.

La decepción lo consumió tras escuchar la respuesta del Miles de esa dimensión. Estaba decepcionado de sí mismo. ¿Hay una sensación más amarga que esa?

Ahora podía esperar cualquier cosa del Miles Morales de esa dimensión. Sus manos se movieron lentamente, hasta que las puntas de sus dedos rozaron con el metal de las cadenas. La frustración hizo que pensara que estaba ante un monstruo sin corazón.

¿Acaso ese Miles le habría hecho caso a Miguel sobre el canon?

— Sino regreso, nuestro papá se va a morir —repitió con el desespero ahogando su voz.

No obtuvo nada, más allá de esa mirada que parecía atenta a su miseria.

Tu padre...—corrigió de nuevo y presionó su puño contra el saco de box— Hablas de tu padre. El mío murió hace tiempo.

Los ojos de Miles escocieron cuando su homólogo habló con aquel tono tan hueco y carente de sentimiento. ¿Qué le pasaba? ¿Cómo podía soltarlo así? Como si su padre jamás le hubiese importado.

— No hay nada que pueda interesarme, mucho menos obligarme, a tener que hacerte caso —la mirada del Merodeador estudió a Miles de pies a cabeza— Es más, ni siquiera tengo una garantía de que lo que digas sea verdad.

Era indignante que un villano le tachara de mentiroso.

La mirada fúrica de Miles no provocó nada en el Merodeador, este simplemente echó una mirada de soslayo al tío Aaron. En el fondo, el Merodeador estaba mintiendo.

Ambos habían visto cómo Miles se pixeleaba mientras estaba inconsciente. Él mismo le observó desde la viga, justo cuando se despertó y se pixeleó una vez más. Obtuvo información de la breve plática que Miles tuvo con el tío Aaron.

Sabía que decía la verdad.

Cada de una de sus palabras transformaba el rostro de Miles. La pequeña esperanza de entendimiento fue aplastada por su crueldad y desdén.

— Nunca pensé que terminaría siendo un tipo así...—susurró y sus dedos acariciaron uno de los eslabones— Es...

— ¿Te decepciona? —interrumpió con cinismo.

— Sé que somos mejor que esto... No tienes por qué ser el Merodeador. No tienes por qué ser uno de los malos. Podrías...

— Ser uno de los buenos —interrumpió por segunda vez— Sí, por supuesto —en su rostro se dibujó una sonrisa burlona cuando el Merodeador aguantó las ganas de soltar una carcajada— Es fácil decirlo cuando simplemente te la pasas jugando al héroe. Dime, héroe, ¿qué te hace pensar que ser uno también me interesa?

El estómago se le revolvió ante todo ese cinismo. Una cosa era escucharlo por parte de un enemigo cualquiera. De un "malo de la semana". Y otra muy distinta era escucharlo con su voz, de una variante suya, sabiendo que él era el tipo malo.

Sintió las cadenas y las cuerdas cerniéndose a su cuerpo y Miles se preguntó si fue así como se sintió Peter cuando lo interrogó.

La enorme diferencia, es que Peter estuvo frente a un niño confundido que buscaba ayuda. Él, en cambio, tenía que encarar a un villano.

— Los héroes se la pasan arriesgando su vida por personas desagradecidas. Personas que no dudan en destrozarlos, en dudar de su integridad y olvidar todo lo que alguna vez hicieron por ellos —algo en su mirada delató su rencor, pero Miles no pudo procesarlo en ese momento— ¿Por qué querría lo mismo? —le preguntó y después deslizó brevemente su mirada hacia el tío Aaron— ¿Por qué querría arriesgar mi pellejo todos los días por gente así?

El hombre apartado en una esquina, junto al televisor, no contestó. En primera instancia parecía entretenido con las noticias sobre los 6 siniestros. La realidad, era que escuchaba atentamente su conversación, pero prefería no intervenir.

— Estoy mucho mejor sin serlo. Estoy mejor siendo el Merodeador.

Miles alguna vez lo escuchó de su madre. No era lo que decía, sino cómo lo decía.

Lo único que podía dar por cierto en el multiverso, era que las cosas no siempre transcurrían exactamente iguales. Miles recordaba que su tío trabajaba para Kingpin y su mente terminó sacando conclusiones apresuradas.

Creyó que sería similar en esa dimensión. Que cualquier horror y arrepentimiento que hubiese tenido su tío Aaron siendo el Merodeador, también lo tendría su homólogo de la Tierra-42.

El temple de Miles finalmente se quebró. Fue incapaz de controlar sus sentimientos. Abandonó momentáneamente la idea de liberarse y forcejeó con rabia, ante los ojos escrutadores del Merodeador.

— ¿Y estás conforme con eso? —Miles sintió como su corazón se rompía ante la decepción— ¿Es así como planeas vivir? ¡Ir y trabajar toda tu vida para tipos como Kingpin!

El rostro impasible del otro Miles finalmente demostró un sentimiento a flor de piel: Cólera. Sus cejas se fruncieron con rapidez y un golpe estruendoso llegó al saco reventando un costado.

— ¡Yo no trabajo para ese cerdo! —bramó mientras su voz se desgarraba.

Miles dio vueltas, el golpe hacia el saco lo sacudió. Las puntas de sus pies apenas tocaban el piso. No podía parar.

Su corazón latía como un tambor. Siempre supo que era sentimental, y al parecer su contraparte de la Tierra-42 también lo era. Sin embargo, lo que para él eran impulsos de hacer lo correcto, para el otro Miles eran terribles ataques de ira.

El saco se quedó quieto cuando el Merodeador lo encaró de nuevo. Clavó las garras del guante en el saco y tiró de él con brusquedad.

La apatía siempre fue auténtica rabia contenida.

— Vamos a dejar una cosa clara...—su voz fue profunda y baja, como una serpiente amenazando— Yo no trabajo para Kingpin. Nunca he trabajado para Kingpin y jamás...—pausó cuando sus ojos demostraron todo su desprecio— Jamás, en mi vida, trabajaré para él. ¿Entendido, niño estúpido?

La amenaza fue escupida. Las garras del Merodeador se clavaron aún más en el saco, rasgando la tela y sacando parte del relleno.

Las palabras iracundas estaban empapadas de verdad. Fue honesto. Sin embargo, Miles no creyó en eso. No podía, quizá estaba demasiado afectado con el desinterés mostrado en lo que pudiese pasarle al padre de Miles si no lo dejaba marchar.

— Quizá podría darte un poco de tu amada piedad...—el metal del guante rozó su mejilla y sus miradas mantuvieron el contacto visual. Se retaban mutuamente— Podría dejarte decir tus últimas palabras. Claro, si no estás tan aterrado como para hablar.

Miles sonrió y el Merodeador le miró con escepticismo. Su sonrisa se acentuó, ante el desconcierto del Merodeador.

— De hecho, sí las tengo. Aunque no son las últimas —mencionó con un tono tranquilo— Y es que no deberías vigilar la boca, sino las manos.

Antes de que el Merodeador pudiese reaccionar, Miles finalmente pudo soltarse de las cadenas, ocasionando que estas aflojaran y se precipitaran hacia el suelo.

De inmediato, sujetó con fuerza el guante del Merodeador, sin dejarle retirarse y absorbió lo que pudo antes de soltar una descarga.

Se generó una pequeña onda que puso distancia entre ambos.

El rostro de enojo de su contraparte valió la pena, cuando este apenas tuvo oportunidad de rodar y ponerse en pie. Intentó abrir la mano, para relucir ante la luz bicolor las peligrosas garras de metal, pero el guante tuvo problemas en responder.

Miles lo averió con la descarga eléctrica.

Tú... —gruñó— Miserable hijo de...

Esa versión suya parecía tener un mejor control de insultos en español. No tenía intenciones de quedarse ahí y cerciorarse. No perdió tiempo y se colocó la máscara.

El tío Aaron se movió hacia la parte trasera, justo al cuarto oculto tras la televisión. Miles esquivó al Merodeador cuando este se abalanzó sobre él, dándole un zarpazo al saco de box y hundiéndose en él.

Tiró de su mano para atacarlo por segunda vez, pero el guante tardó en abrirse debido a sus fallas. Dio un tirón más fuerte, arrancando la tela y relleno, antes de que su mano pudiese abrirse.

— Fue un gusto conocerte, pero realmente espero que no volvamos a vernos —habló Miles y se acercó a la ventana— En serio, nunca.

Se subió al marco, listo para tirarse y columpiarse lejos de ahí, escuchando el gruñido del Merodeador, hasta que su cuerpo sufrió por pixelearse.

Miles perdió el equilibrio y cayó. Luchó por estabilizar su cuerpo y adherirse a la pared, consiguió hacerlo antes de estrellarse duramente contra un basurero.

— Parece que mis átomos tampoco están contentos de estar en una dimensión equivocada...—murmuró con melancolía.

Pronto sus cejas se fruncieron y desechó el recuerdo, avanzando por la pared y saltando al edificio siguiente.

Peter le dijo algo similar antes de ir a Alchemax. Y era un recuerdo amargo. Uno que solía atesorar con mucho cariño, como los que compartía con Gwen y Peni, hasta que se enteró de toda la podredumbre de la Sociedad Arácnida.

Dio un par de pasos por el techo, antes de saltar y columpiarse, pidiendo que su cuerpo no se volviera a pixelear mientras avanzara por las calles de ese Brooklyn.

.

.

Era surrealista observar como el cuerpo de ese Miles era sufría esos extraños ataques. Quizá si fuera otra persona, la incomodidad disminuiría.

El Merodeador vio como Miles abandonaba su guarida de una forma bastante miserable. Fue una buena salida arruinada a causa de pixelearse.

El Miles de esa dimensión golpeó varias veces el guante averiado. La luz púrpura intermitente era una señal clara de su mal funcionamiento, hasta que finalmente se apagó. Su mirada iracunda se clavó justo en el marco de la ventana abierta.

— Ese estúpido... ¿Acaso tiene idea de cuánto tiempo tardé reparando el guante de la última vez? —se quejó sacando la mano de este— Voy a hacerlo sufrir.

— Entonces, ¿qué esperas? —el tío Aaron regresó de la parte posterior con el guante izquierdo— Dame el otro, me encargaré de revisarlo. Tú preocúpate por atraparlo. Aún si dice la verdad, si alguien de aquí llega a ver su rostro será el fin. Cualquier cosa que ese niño haga te lo adjudicarán.

— Ya lo sé.

El Merodeador se colocó el guante y su máscara se cerró.

— No llegará lejos —habló con la voz distorsionada.

Caminó hasta la ventana abierta y se subió al marco. El viento movió sus trenzas y él inspeccionó los posibles caminos por las cuales el muchacho habría huido.

— Miles...—el tío Aaron le habló antes de que se fuera— No importa que te diga. No dejes que te endulce el oído. No dejes que te haga dudar.

Él se quedó en silencio y simplemente se puso en pie, arrojándose al vacío.

.

.

Miles se columpió entre calles oscuras y poco transitadas.

En ese mundo no existía Spiderman y los villanos estaban sueltos por doquier, si le veían seguramente sería confundido con un criminal. No necesitaba a la policía persiguiéndolo y permitiendo que el Merodeador lo localizara tan fácilmente.

Tenía que abstenerse de llamar la atención. Y eso incluía evitar que alguien lo viera columpiándose.

Miles se dirigió hacia un techo solitario con mantas viejas secándose en los tendederos, cuando su aterrizaje fue obstruido por un pixeleo. En lugar de que sus pies tocaran firmemente el suelo y tuviese un descenso suave, Miles se tropezó y rodó por la azotea hasta derribar una de las varas del tendedero.

Dio un suspiro y se quedó unos pocos segundos descansando. Sin embargo, sintió su sentido arácnido advirtiéndole del peligro. Miles se quitó de encima las mantas amarillentas justo cuando el Merodeador estaba por propinarle un doloroso zarpazo.

Miles rodó y las garras de metal rasgaron la tela de las mantas arrumbadas en el piso. Aprovechó para patear la pierna del Merodeador y derribarlo.

Por un momento pensó que podría ser fácil, porque ese Miles no tendría poderes. Supo que tenía una suerte terrible cuando el Merodeador se recobró, y en lugar de caer como un saco de patatas, se equilibró con sus brazos y pateó a Miles en el rostro.

Apenas tuvo tiempo de interponer las manos y alejarse. Sería igual de complicado perderse de la mira de ese Merodeador, tanto o más que cuando huyó del tío Aaron en su dimensión.

La diferencia, era que ese villano no tendría la misma piedad que tuvo su tío cuando le reveló su identidad.

— Espera. No tenemos por qué hacer esto —Miles quiso ser la voz de la razón y levantó las manos a la altura de su pecho— No tenemos que pelear. Por favor, escúchame. Tengo que irme de aquí o cosas horribles van a suceder.

El Merodeador ignoró su petición. Le ignoró por completo y se lanzó al ataque. Miles tuvo que evadir sus golpes. Los zarpazos que iban dirigidos hacia él terminaban rompiendo los tendederos o cualquier cosa que intentara interponer entre ellos.

No quería combatir contra sí mismo. ¡Era una locura! ¿Por qué su otro yo no podía ser más comprensivo?

— ¡Sólo escúchame! —pidió y no tuvo más remedio que saltar de ese edificio y columpiarse— Mi mamá tenía razón cuando dijo que mi terquedad iba a traerme problemas un día de estos.

Se alejó dos edificios, cuando su sentido arácnido le advirtió de la presencia cercana del Merodeador y Miles alcanzó a esquivar su tacleada.

Se adhirió al techo de un edificio de varios pisos, mientras el Merodeador le observaba en silencio desde el inicio del callejón.

— ¡Necesito regresar a casa! Por favor, entiéndeme... Déjame ir, necesito hacerlo —suspiró y rezó por no estar a punto de cometer un error— Debo volver a mi dimensión para detener a La Mancha.

— ¿Crees que eso me importa? —preguntó, aún con la voz distorsionada se distinguía su apatía.

El Merodeador reanudó la persecución, forzando a que Miles tuviese que escalar por el edificio para conservar la mayor distancia que fuese posible.

— ¡Debería! —habló cuando llegó hacia la cima y saltó para balancearse al edificio de enfrente— Esto no solamente afecta a mi dimensión, sino que pone a todas en peligro. Incluyendo a la tuya.

Bajo otra circunstancia, sería divertido presenciar cómo una pareja que discutía intensamente se callaba y se abrazaba como si no hubiese mañana cuando Miles fue estampado junto a la ventana.

La falta inicial de cualquier chiste provino de sentir la mano del Merodeador, la que carecía de guante, cerrándose sobre su cuello mientras usaba la otra para sostenerse. Miles logró patear el estómago de su homólogo y se soltó.

— Sí que te hace falta un juguete antiestrés —se lamentó mientras acariciaba su cuello.

Y pronto tuvo que evadirlo de nuevo mientras intentaba dialogar con él. ¿Por qué no podía quedarse quieto y escuchar?

— La Mancha es un enemigo al que tengo que detener, se la ha pasado viajando por dimensiones donde existe una empresa llamada Alchemax. ¿El nombre te suena? —preguntó cuando el Merodeador dudó en darle un zarpazo ante esa mención— Busca volverse más fuerte al alimentarse de colisionadores. ¡Va a destruir todo si no lo detengo!

Siempre que Miles se movía era seguido de cerca por el Merodeador. Debía admitir que tenía talento, aún sin poderes, para seguir el paso de quien sea. Podría hacer muchas cosas útiles... Por un momento, lamentó que se convirtiera en un villano, en lugar de tratar de salvar a las personas.

Pronto, llegaron a otra azotea. Cuando Miles aterrizó junto al Merodeador, ambos se pusieron en guardia ante un movimiento entre las sombras.

Era una lástima que llevaran sus máscaras puestas, porque nunca habrían olvidado la expresión del otro en el instante en el que una parejita que aprovechaba la soledad del edificio huyó despavorida al verlos.

— ¡Guácala! —Miles se tapó los ojos con las manos— Estaba mejor sin ver eso.

El Merodeador soltó un suspiro de hartazgo. No era la primera vez que presenciaba una escena así, pero nunca era agradable ver muestras de exhibicionismo de ese tipo.

Se aproximó a toda velocidad hacia Miles y empezó la lluvia de zarpazos.

— ¡No! ¡Espera! ¡Sólo escúchame!

— Ya te escuché lo suficiente.

— ¡Pero aún no termino! —por más que intentaba, no lograba pensar bajo presión en una versión más corta— ¡La Mancha en serio es peligrosa! Incluso... ¡Incluso toda la Sociedad está tras él desde hace meses!

El Merodeador dejó de atacarlo y Miles pudo interponer un par de metros. Agradeció ese pequeño respiro cuando su cuerpo se pixeleó.

— Bien, si es una amenaza tan peligrosa, ¿por qué no la detuvieron antes? —el Merodeador usó un tono tan escéptico que Miles se avergonzó de saber la pregunta que seguía— ¿Por qué no lo detuviste antes?

— Porque no sabía que era tan peligroso —se sinceró— Pensé que solamente sería un malo de la semana. ¡Siempre han sido malos de la semana! Ni siquiera sabía la amenaza que era, nadie quiso decírmelo. ¡Nadie en la Sociedad quiso decírmelo! Incluso me lo ocultaban por su estúpido "canon".

— ¿"Canon"? —el tono del Merodeador cambió ante la sospecha.

Miles se mordió el labio, agradeciendo llevar la máscara. Al menos, le ayudaba a ocultar algunas expresiones que, de enseñarlas, le traerían aún más problemas.

Esa era una señal para que Miles supiera que no era buena idea mencionar el mentado canon que tenía tan paranoico a O'Hara.

— Al inicio no era un villano peligroso...—tenía que escoger sus palabras con cuidado— Ni siquiera sabía utilizar sus poderes. Parecía que la policía sería suficiente para mantenerlo quieto, pero desde que logró viajar por primera vez entre dimensiones eso cambió. Ahora puede destruirlo todo.

— Mh...—bufó y de un zarpazo rompió una ventana justo cuando Miles esquivó el golpe— Así que el héroe de ese lugar fue un inepto negligente que no detuvo a ese enemigo ridículo, que se convirtió en una amenaza, y te echó el muerto, ¿eso es lo que dices?

— Sí, digo, ¡No! —era increíble que uno de los interrogatorios más difíciles que ha tenido fuera respondiendo preguntas de una versión alterna suya— En realidad, La Mancha proviene de mi dimensión.

Miles saltó del edificio y aterrizó sobre un autobús. El Merodeador fue tras él y cayó pocos segundos después.

— Mh... ¿Tu excusa es dejarte ir para resolver un problema que tú mismo causaste?

— ¡Yo no lo causé! ¡Yo no sabía que todo esto iba a suceder! —se frustró porque todo mundo parecía querer culparlo de todas las desgracias que sucedían— ¡No sabía que La Mancha iba a ocasionar todo esto! ¡Nadie me dijo todo el daño que realmente había causado el colisionador! ¡Nunca se me dio la oportunidad de arreglarlo! —el matiz desesperado en su voz le dio escalofríos al Merodeador, posiblemente por un recuerdo amargo que amenazaba con emerger— ¡Ni nadie me dijo todo lo que conlleva ser mordido por esa araña! Yo... ¡Yo no pedí ser mordido!

Admitirlo fue un golpe duro. Al inicio, le daba una extraña paz en su etapa de negación, cuando conoció al Peter Parker de su dimensión. Admitirlo ahora rasgaba algo dentro de él.

Él nunca pidió ser mordido, ni tampoco debió ser mordido. Él no pidió ser Spiderman, ni debió ser Spiderman. No quería pensar en ello, porque no quería darle la razón a Miguel O'Hara.

Su repentino mutismo permitió que les fuera audible el ulular de las sirenas y el bullicio de la atormentada ciudad de Brooklyn. En el fondo, ni siquiera al Merodeador le agradaba aquel silencio incómodo.

Quizá, porque se perseguía a sí mismo.

— ¿Qué araña? —preguntó y su voz sacó a Miles de su ensimismamiento.

— ¿Qué?

— ¿De qué araña hablas?

— ¿Disculpa?

— No pienso repetirlo una tercera vez.

Ese podría ser el momento que ha estado esperando. Le agradaría soñar con que sería comprensivo e incluso le ayudaría a regresar a su dimensión, pero Miles aterrizó muy bien los pies en la tierra. Si tenía suerte, tal vez el Merodeador de esa dimensión podría escucharlo y dejar de perseguirlo.

— En cada dimensión siempre hay una araña que muerde a una persona y le da poderes. Esa persona que convierte en Spiderman...—quería huir de esa conversación, quiso hacerlo desde que abandonó el sitio de reunión de la Sociedad, pero parecía que siempre acababa retornando hacia ahí— A mí me mordió una de esas arañas... Pero no era de mi dimensión, fue traída desde esta dimensión.

El autobús se dirigió hacia una de las calles principales, donde había un par de anuncios luminosos y el tráfico comenzaba a acentuarse. Sino estuvieran en un sitio con tanta gente, posiblemente el Merodeador habría abierto su máscara para dejar de hablar con esa voz distorsionada.

La voz de Miles, quien no tenía ningún artefacto para alterarla, relució toda la frustración y desolación que comenzó a carcomerlo desde el encontronazo que tuvo con Miguel O'Hara.

— Dijiste que tenía que morder a alguien de aquí —le recordó el Merodeador.

Miles asintió. Sería muy crédulo pensar que el Merodeador ignoraba ese detalle, cuando estuvo todo el tiempo sobre la viga mientras Miles hablaba con el tío Aaron de esa dimensión. Por supuesto que recordaría esa serie de extraños detalles que Miles reveló ante la presión y el miedo de perder a su padre.

— Así era... Hasta que La Mancha transportó a la araña hacia mi dimensión y me mordió a mí...—sintió que su garganta se cerraba y cada palabra era más difícil de pronunciar— Por eso esta dimensión se quedó sin un Spiderman. Se quedó sin alguien que pudiese protegerla e impedir que los villanos hagan lo que quieran...

Dolió repetir las palabras de Miguel. Pero Miles vio, en esos pocos segundos en el que estuvo con el tío Aaron en la azotea, la situación desastrosa en la que estaba Brooklyn. Si el panorama ya se veía tan mal con ese pequeño vistazo, no quería imaginar el verdadero horror que se vivía en esa dimensión.

— Oh, claro. Tenía que morder a alguien de aquí que jugara al héroe e hiciera que las calles fueran seguras y el cartel de los seis siniestros no existiera, ¿no? —preguntó al aire.

— Kingpin debería estar arrestado ya... La Doc-Ock también. Deberían estar en prisión, no controlando parte de Brooklyn —su pecho dolió y se arriesgó a pisar hielo frágil cuando prosiguió— Ni tampoco nuestro... papá no debería haber muerto...

Sabía que trataba un tema muy delicado. Era imprudente garantizar eso, cuando todos los demás Spiderman se esforzaron por hacer entrar en su cabeza lo inevitable del canon y lo que eso conllevaba.

La muerte de un capitán de la policía, cercano a Spiderman, era un evento canónico. Algo que no debía evitarse. Pero Miles no podía aceptarlo. No dejaría a su padre morir, y estaba seguro que esa versión suya tampoco.

Su padre no tenía por qué morir.

Esa frase logró que la confianza del Merodeador se tambaleara. Su indiferencia, su apatía, simplemente sepultaba el dolor. El rencor con el que se movía aplastaba el tormento y el duelo que arrastró. Que aún arrastraba.

Sin embargo, pese a lo mucho que había calado en él, recordó las palabras de su tío. No podía permitir que le hicieran dudar.

— ¿Y quién se supone que fuese Spiderman? ¿Quién se supone que debía ser ese héroe que hiciera de Brooklyn esa utopía en la que los seis siniestros están en la cárcel? En la que Kingpin está en la cárcel —el Merodeador escupió el último nombre con rabia, después se rio y se alzó de hombros— ¿Acaso dirás que yo debí serlo?

El estómago del Miles de esa dimensión se revolvió cuando vio a su homólogo asentir.

— El colisionador de mi dimensión trajo también a personas y cosas de otras...—fue duro para Miles atar cabos en ese instante y dar los tragos amargos— Supongo... Supongo que, si hubiera sabido el cambio de dimensión de la araña y hubiese podido regresarla, las cosas habrían transcurrido así.

La máscara no impedía que el Merodeador sintiera la mirada expectante de Miles, quien se quedó en silencio para permitirle hablar. Él carraspeó y supo reponerse.

— Ah, ¿sí? Si es así...—no quiso dar ninguna muestra de vulnerabilidad y se esforzó por ahogar la estupefacción con desinterés— Supongamos que es así, ¿Qué pasó con la araña? —preguntó manteniendo la distancia.

Miles apretó los labios y se sostuvo al techo del autobús en el que estaban montados. Liberó una mano, tratando de gesticular.

— Bueno... Es gracioso que preguntes...—no existía manera de responder con la verdad y evitar el horrible escenario que le esperaba— Bueno... Digamos que la maté.

— ¡La mataste! —gruñó y se abalanzó una vez más— ¡Mataste a la estúpida araña!

— ¡Pensé que era una araña común y corriente!

— ¡La mataste y por culpa de eso Brooklyn está cayéndose a pedazos!

El Merodeador logró sujetar su rostro y forzó a Miles a mirar el panorama lúgubre del Brooklyn de esa dimensión.

En sus primeros días como Spiderman creyó que ya había atestiguado la delincuencia y sus estragos, debido a que muchos quisieron aprovechar que las calles carecían de un héroe. Cuando menos, hasta que se dieron cuenta de la presencia del nuevo Spiderman.

Sin embargo, no hubo punto de comparación entre eso y el estado de Brooklyn de la Tierra-42.

La policía carecía de autoridad. Los delincuentes atracaban sin ninguna clase de escrúpulos. La gente simplemente podía resignarse a rezar por un poco de suerte y llegar vivos a sus hogares.

El Merodeador alcanzó a voltear el rostro de Miles justo cuando pasaban frente a una calle con un crimen sangriento. Las paredes estaban salpicadas de sangre y pequeños pedazos de cerebro. El cuerpo estaba apoyado contra el poste de luz cercano, con la cabeza destrozada.

Por el piso se distinguía un camino de sangre, alguien había arrastrado el cadáver para dejarlo a plena vista de la calle. Los vehículos cercanos se quedaban viendo el resultado del violento asesinato.

— ¡No! —se movió, queriendo soltarse de su agarre— ¡Eso no es mi culpa! ¡Que haya pasado eso no es mi culpa!

— ¡Lo es! —el Merodeador forcejeó con él— ¡Pudiste haber devuelto la estúpida araña y nada de esto estaría pasando!

El colmo de su paciencia llegó cuando el Miles de esa dimensión le culpó de cosas que salían de su control. Fue demasiado bueno esperar que fuera mínimamente comprensivo y le dejara irse.

Miles logró rodar y tirar del autobús al Merodeador. Se incorporó y se balanceó bajo el puente al que habían llegado, alejándose todo lo posible de cualquier zona céntrica con gente que pudiese verle. Después de todo, no hay nada más llamativo que una persona con mameluco balanceándose entre las calles.

Maldijo pixelearse cuando perdió velocidad y el Merodeador cruzó raudo junto a él.

— ¡Lamento haberte arrojado del autobús! —se disculpó, aún si sabía que el Merodeador estaba a dos pasos de echar fuego por la boca por razones ajenas a ser tirado de un vehículo en movimiento— Pero no me diste alternativas.

Cualquier intento de hablar podría empeorar su situación, la violencia que despedía el fúrico muchacho lo impulsó a pisarle los talones. Miles nunca creyó que verse enfadado pudiese dar tanto miedo. ¿Él también sería tan intimidante cuando se molestaba?

Reculó sus pensamientos. No, él no sería así.

El Miles de laTierra-42 parecía una bestia a punto de arrancarle la cabeza, de una formaescalofriante le recordó cómo Miguel O'Hara le persiguió. La única diferencia,era que el Merodeador estaba callado y eso daba aún más miedo que escuchar gritos llenos de cólera.

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Spiderman Across The Spider-Verse hizo que saliera de mi pequeño retiro por estar sepultada de proyectos de últimos cuatrimestres.

Por redes, antes de siquiera poder ver la película, me encontré mucho contenido de las shipps Miguel x Miles y Peter x Miles. Sorteé los spoilers como una campeona, pero fue imposible cuestionarme cuál de esas dos se volvería mi OTP del spider-verso.

¿El resultado? Por supuesto que tuvo que ser una shipp crack. ¿Qué mejor que el Prowler!Miles x Miles? Viva el Milescest, carajo c:

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