Capítulo 2 - Novio Perfecto
—Soy una morsa —Dijo Ryan haciendo muecas con los palillos metidos en la nariz.
—No hagas eso, por Dios, ¿quieres que nos echen? —Dije sin poder evitar reírme un poco.
—No van a echarme por ser una morsa.
—Yo te echaría.
—Por suerte tú no trabajas aquí —Cambió de palillos con la intención de comer—. Oye, ¿y cómo funciona esto? —Refiriéndose a los palillos.
—Tienes que poner este dedo por debajo, así —Le expliqué.
—¿Así? —Intentó coger un poco de su comida pero se le cayó en el plato y se deshizo.
Reí.
—Mira, yo no puedo —Se levantó de la mesa, segundos después volvió con un tenedor en la mano—. Así mejor—Sonrió para después empezar a comer—. ¿Qué tal en el trabajo hoy?
—Agotador. Tuve mucho que hacer —Tomé un sorbo de mi bebida—. Pero me ascendieron a Gerente General.
Ryan soltó el tenedor por el asombro.
—¿Bromeas? ¡Eso es genial, Evelyn! ¡Enhorabuena! —Se le notaba entusiasmado.
—Shhh, no grites tanto —Reí un poco.
—Parece que estoy yo más emocionado que tú —Siguió comiendo.
—Es que creo que por fin me han dado el puesto que merezco.
Hubo un silencio mientras ambos masticábamos.
—¿Te apetece un helado después de comer?
—Helados artesanales, mis favoritos.
—No se diga más —Sonrió.
Ryan es Director de Operaciones Financieras del Banco de California. Aunque era de esperarse, yo no salgo con menesterosos.
Es unos centímetros más alto que yo, pelo castaño, rizado y bien peinado, ojos color miel y una sonrisa encantadora.
Íbamos caminando por el centro comercial mientras comíamos helado, charlábamos y reíamos.
—¡¿Pero cómo pudiste?! —Dije entre risas.
—¡Era necesario, ¿vale?! ¡Ella me amenazó! —Rio también.
—¡Tiene cinco años, Ryan, por Dios!
—Es una bestia parda.
De pronto, nos detuvimos enfrente de una hombre cuya ropa estaba sucia y rota; estaba sentando sobre un trozo de cartón y sostenía un cartel en el que pedía ayuda económica porque estaba enfermo.
Ryan extendió la mano para darle un billete de veinte dólares.
—Pero, ¡¿qué coño haces, Ryan?! —Dije quitándole el dinero al vagabundo.
—¡¿Qué coño haces tú?! —Dijo arrebatándome el billete de la mano.
—Este dinero es tuyo, tú te lo has ganado con tu esfuerzo, ¡no es para que lo malgastes así!
—No es malgastarlo, ¡él lo necesita más que yo! —Dijo enfurecido.
—Si tanto lo necesita, ¡que se ponga a trabajar por ello! —Me crucé de brazos.
—¿Pero no te das cuenta del estado en el que está? —Puse los ojos en blanco, él respiró hondo—. Vale, tú lo has dicho, es mi dinero —Sacó cincuenta más de su cartera—, y hago lo que quiera con él.
Mantuvo una mirada seria mientras me hablaba, pero después, con un gesto de caridad, extendió la mano con los setenta dólares y se los dio al vagabundo.
—No quiero causar problemas con su mujer, señor —Dijo el vagabundo sin aceptar el dinero.
—No es mi mujer aún —Rio—. No se preocupe, es solo un regalo de mi parte.
El vagabundo tomó los billetes.
—Que Dios lo bendiga —Dijo el vagabundo con gesto de agradecimiento, Ryan le sonrió.
Nos alejamos de ahí.
—Te vas a arrepentir.
—Te aseguro que no lo haré —Sonrió.
***
Entramos a su habitación mientras nos besábamos apasionadamente.
—Sujétate —Dijo para después tomar mis piernas para ponerlas alrededor de su cuerpo y conducirme hasta la cama sin dejar de besarme.
Me puso cuidadosamente sobre la cama y comenzó a besar mi cuello. Ambos teníamos la respiración agitada. Se deshizo de mi camisa de Massimo Dutti y se dirigió a mis pechos, los besó mientras yo me estremecía.
Me libré de su camisa dejando al descubierto sus trabajados abdominales que me volvían loca. Aferré su cuerpo al mío y nos fundimos en otro beso largo y apasionado.
Me deshice de su pantalón al igual que él de mi falda. Ryan bajó hasta la zona prohibida, me quitó el tanga de Victoria's Secret que llevaba y comenzó a darme un placer tan inmenso que no podía reprimir mis gemidos. Minutos después se detuvo para subir hasta mis labios y besarlos mientras se quitaba la única prenda que le quedaba.
Yo solo quería que lo hiciera ya.
Y así fue.
Sus embestidas eran delicadas y lentas, pero poco a poco iba aumentando la velocidad y con ella el placer. No podíamos parar de gemir. Aquella sensación era tan grande que no tardé mucho en llegar al clímax, que se manifestó con pequeños espasmos en mi cuerpo y un poco de líquido saliendo de mi genital.
Ryan tampoco tardó mucho en llegar.
Una noche mágica.
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