Capítulo 5: Territorio maldito
Han pasado dos meses. Megumi comienza a sentir la presión cada vez mas pesada en su espalda. Yuuji pareciera que no desea vivir más.
Una de las pocas personas en las que confía en esa gran mansión a la que llama hogar, le ha dicho que; de seguir así, terminaría por quitarse la vida.
No solo ha perdido a un hijo que ha muerto, sino que le había quitado la oportunidad de criar al que ha quedado vivo. Megumi sabia que, de haber presionado las cuerdas necesarias, habría podido hacer que Yuuji se quedara con el recién nacido, pero esa parte oscura suya, sabía que no habría podido convivir con la diaria presencia de esa dolorosa noche que había culminado con la muerte de su hijo.
Porque ¿Por qué sobrevivió el hijo de Sukuna y el suyo no?
¿Por qué su bebe no estaba entre sus brazos mientras que con seguridad Sukuna gozaba del hijo que había deseado?
Megumi estaba intentando sanar su dolor, el no haber podido experimentar la sensación de la piel tibia de su pequeño entre sus brazos. Solo pudo ver un bulto cubierto, espeso cabello negro y labios azules- Megumi no pudo tener mucho tiempo su mirada en el cuerpecito de su hijo, no cuando no respiraba.
La razón por la que no se acercaba a Yuuji era por su temor a lastimarle y por la forma en la que su padre le seguía exigiendo un heredero cada que tenia una oportunidad.
—Se te esta acabando el tiempo— le dijo una vez en las que se toparon en uno de los tantos pasillos.
Megumi no quería pensar en ello, no cuando la mirada de Yuuji se hallaba perdida cada que lo miraba, la forma en la que se recluía sobre sí mismo, sin salir de la recamara, comiendo poco y llorando por las noches.
Cuando caía la noche, Megumi se sentaba a observar a su esposo, de quien se había enamorado desde que su padre le mostro si fotografía.
La luz en sus ojos brillantes, el color vibrante de su cabello. Después; cuando convivieron como solo amigos se dieron cuenta de que su personalidad vibrante le daba un respiro de aire fresco a su vida.
Y todo ello se había perdido. Yuuji estaba muriendo, de una enfermedad tan peligrosa como lo era la tristeza. Pues esta no era fácil de evitar o sanar.
Entonces tener que hacer un avance sobre su cuerpo solo porque era una exigencia de su clan, se le hacia aun mas bajo que le hacía alejarse.
Megumi no iba a tocarle. No en esas circunstancias.
Para Megumi, Toji es una constante presencia oscura que persiste en arruinar su vida, solo porque no fue el quien heredo el cargo como siguiente líder. Es como un depredador enfocado en su presa, esperando el momento adecuado para poder atacar.
El problema es que Megumi, no sabía quién era exactamente la víctima, si él o Yuuji. Y porque tenía que serlo Yuuji. Megumi a penas y es capaz de reprimir la ira y el resentimiento que se había estado cocinando desde la tarde en la que murió su hijo.
Entonces estalla la pelea que se había estado gestando desde siempre quizá.
—¡Aléjate de Yuuji, él no es tuyo! — le dice escupiendo cada palabra con ira
—¿Oh? Ni siquiera has podido hacer bien tu trabajo como hombre, tanto que tu pobre esposo ha tenido que buscar placer incluso en su hermano. Te aseguró que, si probara mis habilidades, no querría algo mas que yo—
—¡Aléjate de él joder, no te acerques a él nunca más! —
Sin embargo, Megumi sabía que su padre no le haría caso.
Un mes mas tarde de esa pelea, exactamente en el aniversario tercero de la muerte de su pequeño, Megumi abre los ojos confundido. Tiene calor, le duele la cabeza y siente que su cuerpo arde desde dentro como si fuego lo envolviera poco a poco.
Megumi intenta recordar como es que llevo a esa situación, como es que termino medio desnudo y atado en una silla. Lo que lo aterrorizo, era el cuerpo medio laxo de Yuuji en la cama, de costado en su cama, viéndole con los ojos llenos de lágrimas.
A su lado, estaba Sukuna, quien aún parecía inconsciente y; sentado en el alfeizar de la ventana, su padre, cruzado de brazos.
—Tardaste en despertar...— escucho decirle su padre.
Megumi intento zafarse de las ataduras, mas no lo logro.
—¡¿Qué demonios esta pasando?!— grito, lleno de ira y un creciente dolor hirviente en su cuerpo
—Te dije que me haría cargo si no hacías lo que se te demandaba, hay cosas que se deben pagar, querido hijo—
Megumi vio como su padre se le acercaba, como tomaba del cabello a Yuuji, levantándolo para mostrarle la desnudez de su cuerpo, cubierto por una sabana de seda blanca.
Fue ese momento en el que Sukuna decidió despertar, comenzando a luchar también con sus ataduras. Sukuna por supuesto se quejó, grito, lucho y exigió respuestas, mas no le fueron dadas.
—Bien, ya que todos estamos en condiciones, es hora de empezar— les dijo Toji, haciendo que Yuuji cayera sobre su espalda, abriendo sus piernas para mostrarle al par el tapón que tenia metido en su agujero. Ambas personas atadas, tragaron saliva ante la excitante visión.
Mas también la ira por el acto los comenzaba a consumir.
—Megumi, querido hijo. Tienes un trabajo que hacer, tu deber con el clan — Luego Toji se dirigió a Sukuna diciéndole con una sonrisa cínica en la cara — Y tu; Sukuna, tu castigo es ver lo que no puedes tener—
Yuuji lloraba y se retorcía en la cama, parecía febril y dolorido. Toji se le acerco y desato, pero en lugar de ir en contra suya, no tuvo opción que ir donde Yuuji no solo a calmar su dolor, sino a calmar el propio.
Megumi vio como su padre acomodo la mordaza de Sukuna, y se sentó plácidamente en la silla en la que antes se hallaba sentado. Sus manos temblaban, su mente se hallaba nublada. Megumi vio a Yuuji con el rostro sonrojado, su miembro duro y goteando. Podía ver el tapón cubriendo su agujero. Trago saliva, sintiendo su propio pene dolorido, con necesidad.
—No lo hare — dijo entre dientes —No lo lastimare de nuevo...—
—No puedes negarte — le dijo Toji —La droga que le administre a Yuuji es el doble de lo que te di, lo volverá loco si no encuentra una liberación, ni se diga lo que tu sentirás—
Sukuna luchaba contra sus ataduras, podía escucharlo, la forma en la que se movía su silla, en la que bufaba como animal embravecido. En contraste, Yuuji sollozaba, sus manos atadas a la espalda le impedían darse placer. Megumi sentía su pene con dolor, con la necesidad de hundirse en el que sabía un interior dispuesto.
Sus manos temblaban cuándos sus manos calientes tocaron la piel febril de Yuuji, la sensación de lo tersa de esta, de la leve capa de sudor, del color que veía, de cada peca, todo ello fue una combinación abrumadora.
Pidiéndole perdón, llevo una de sus manos a su duro pene, moviéndolo ante la vista y los sonidos lascivos de Yuuji, con la mano libre, saco de un solo golpe el tapón anal. Le dio satisfacción el sonido furioso de Sukuna, pues esta tenía un puesto que le dejaba ver todo lo que hacía.
—Vamos Megumi, lo deseas... —
Cuando sus testículos pesados golpearon las nalgas de Yuuji, sintiendo su pene en ese húmedo y apretado calor, se volvió loco. Comenzó a moverse fuera de sí, con el placer tomando las riendas de su cuerpo. No podía evitar embestir con fuerza, besar cada parte de piel expuesta, marcaba sus manos en las caderas de Yuuji, no podía parar, no quería hacerlo.
Lo que más hacia que Megumi no quisiera parar, era el hecho de los gritos ahogados por la mordaza en la boca de Sukuna, le complacían, pues su orgullo antes herido lo hacían actuar de esa manera en la que no actuaria de ser de otra forma.
Sukuna podía ver en directo la forma en la que tomaba a su hermano, la forma en la que disfrutaba de su cuerpo sin poder hacer nada. Absolutamente nada.
Su orgasmo fue tan abrumador que lo mareo, su semen caliente se hundió lo más profundo que sus movimientos le permitieron a Megumi.
Su cuerpo aún se sentía caliente, aun vibraba con la sensación placentera en su pene, del calor que lo envolvía, de sus manos sobre la piel de Yuuji, apretándola y dejando marcas, en un intento de asegurarse de que lo que estaba pasando fuera real.
—¿Qué he... hecho? — se pregunto
Yuuji yacía desmadejado en la cama, estando sobre su espalda. Su frente estaba llena de sudor, haciendo que su cabello se le pegara al rostro. Su respiración era lenta pero sonora, con una mínima dificultad, drogado de la forma en la que estaba, había tenido un orgasmo propio. Su semen humedecía su vientre, goteando con lentitud hacia un costado. Megumi trago saliva, porque le causaba satisfacción a pesar de como estaba sucediendo el que le causara placer.
—... gumi... Megumi...— balbuceo Yuuji —Duele... has que pare—
Megumi sabía que las palabras de Yuuji no eran de amor hacia él, o a lo que le estaba haciendo sentir. Era el dolor de la droga, la necesidad de liberación para poder respirar con tranquilidad. Sabia también que en definitiva no amaría el producto de ese acto que ninguno de los dos quería de buen grado, pero que Megumi abrazaba por ambición.
Con cuidado de no lastimarlo, hizo algo que lo enviaría al infierno. Porque; ¿Quién podía olvidar lo que inicio su situación actual? Lo que le dio el empuje a la bola de nieve que se estrello contra su hogar. Lo que intentaba hacer al menos.
Acomodo a Yuuji sobre sus manos y rodillas, pero ya no estaban de perfil; que era la forma en la que antes estaba viendo Sukuna. Primero se lleno de ira, pues e maldito de su padre al parecer había estado disfrutando mucho del espectáculo, quien tenia su miembro en la mano, con la clara marca del placer obtenido de ella.
Sin embargo, siguió con lo que consideraba una justa venganza. Apoyo una de sus palmas en la espalda de Yuuji, dejando así su rostro pegado a la sabana de la cama, se hundió en su agujero con lentitud, sonriendo cuando noto que Sukuna parecía poseído por la furia y la frustración de estar amarrado, pero también la clara marca de tensión en sus pantalones.
Su placer era incluso mayor, con los gemidos dulces de Yuuji, la forma en la que apretaba su agujero cada que embestía, la sensación de su semen salir copioso y bajar por sus muslos. Megumi lo tomo por debajo de sus axilas, levantándolo para mejorar el lujurioso, pero a la vez macabro espectáculo.
Yuuji grito, pues de esa forma su pene entraba mas profundo, se movió en busca de su placer, notando que un par de embestidas mas le hizo expulsar a Yuuji su esperma como un chorro hacia el suelo y parte de la cama. Mordió uno de sus hombros, empujándose con fuerza hasta que volvió a descargarse en el interior apretado de este. Sintió su cuerpo desfallecer, pues el impacto de la droga iba bajando, aun así aun tenia la necesidad de seguir tomándolo.
Dejo a Yuuji sobre su costado, viendo como su semen salía de su agujero aun abierto, Megumi respiraba agitado, pero si ya había roto esa pared, no pensaba detenerse hasta destruirla por completa.
Se acerco al rostro de su esposo, tragando saliva cuando le vio las lagrimas bajar por sus mejillas, le beso sintiendo la poca cooperación que le daba. Levanto su mirada, viendo la sangre manchar la mordaza de Sukuna, la ira liquida en sus ojos, la forma en la que le deseaba la mas cruel de la muerte. Y a su lado, su padre; el rostro de Toji se hallaba con una mueca de placer por lo que veía, una capa de sudor se acumulaba en su frente y su mano no dejaba de moverse en su miembro, el cómo mordía sus labios para no dejar salir sus sonidos lascivos.
Megumi se desconecto de esa imagen, de los dos espectadores de su mayor pecado hasta ese día. Siguió disfrutando del placer que le daba el cuerpo de Yuuji, del placer que le daba lastimar a Sukuna, de tener a quien sabia él amaba.
Todo termino un par de horas mas tarde. Toji se había marchado después de terminar su propio disfrute, tampoco se dio cuenta quien o como se habían llevado a Sukuna, ni le importo si volvería en busca de venganza.
Mareado y débil, llevo el cuerpo inconsciente de Yuuji a la bañera, limpiándolo con cuidado, repasando lo que haría cuando este despertara.
¿Le daría su perdón? No lo sabía; pero, aunque lo deseaba, estaría bien para el si lo odiara el resto de su vida.
Lo que no sabía, era que todo eso y lo anterior, sería la última maldición que volcaria en la destrucción de la mente de Yuuji.
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