Capítulo 4: Destello negro
Por primera vez en mucho tiempo, Yuuji había podido terminar por completo la comida en su plato. Sabía que las mucamas reportaban su progreso con su padre y Toji, pero dejo de prestarle atención a lo que pensaban o deseaban para si mismo.
Había llegado a un acuerdo con su corazón, pues sus ojos se habían abierto a la idea y realización de que su padre solo había visto su potencial como madre, como solo un objeto de cambio por dinero. ¿Por qué era que había cambiado a ese actuar?
Yuuji lo recordaba como un hombre que sonreía mientras él y Sukuna corrían bajo los pétalos de los cerezos caían en sus cabezas. Recuerda su infancia, cuando era cargado por Jin, arropado y besado en la frente.
Veía que a pesar de regañar a Sukuna cuando hacia travesuras, le daba helado en la merienda.
¿A dónde se había ido ese amor?
Quizá a la falta de dinero.
Yuuji quizá no era el más inteligente hablando de manera escolar, sus deseos más bien se iban por el deseo de ayudar a quienes lo necesitaban y a pesar de ser alguien capaz de tener hijos, esperaba poder convertirse en un bombero. Cosa que no sucedió con su anticipado matrimonio.
El compromiso implicaba para él, dominio. No tendría una voluntad propia, ni decisiones, pues con las duras reglas del clan Zenn'in se vería relegado a ser solo la madre de los hijos de Megumi. Hijos para un clan.
Yuuji sabía qué; si su relación hubiera ido en un curso mas normal, eventualmente lo hubiera amado.
Y luego estaba Sukuna.
Su hermano mayor, el que siempre había antepuesto sus deseos a lo que fuera. Yuuji debía de ser primordial en cada aspecto de su mundo. Quizá cuando eran niños no lo veía de mala manera, y aun mientras crecía solo pensaba que era un poco de amor excesivo de hermanos.
Cuando su matrimonio se consumó; al menos en el aspecto legal y de convivencia, las cosas con Sukuna habían cambiado, su personalidad de por si taciturna con cualquiera que no fuera el, su trato se volvió aún más empalagoso, mas apegado.
Yuuji limpio sus lágrimas cuando recordó lo sucedido esa fatídica noche, recordando las palabras de su hermano, por qué; a pesar del dolor, este le decía cuanto le amaba, cuanto odiaba no ser el quien tuviera el mismo anillo dorado en su dedo, que fueran felices, justificando su acto pecaminoso.
El caso de Megumi había sido pura frialdad y celos. El dolor de la traición a su cuerpo. Un cuerpo que había sido vendido por su padre y comprado por el clan al que pronto llegaría como líder.
—Tu llanto le hace daño al bebe...— escucho de pronto.
Yuuji, quien para ese momento ya se había levantado de la cama, estando frente a la ventana, limpio sus lágrimas. No deseaba que su hermano, el primero en lastimarle, viera aún más su dolor.
—No... — pensó — El primero a sido mi padre—
—Como sabes eso— le dijo Yuuji mientras acunaba por primera vez su hinchado vientre
—Lo investigue — le dijo mientras se le acercaba, quedando hombro a hombro — Quiero que nuestro bebe este bien—
—Tendré dos hijos ¿No te preocupan los dos por igual—
Yuuji vio como Sukuna fruncía el ceño, mas no menciono nada. El silencio era tenso, pero no incomodo, hasta que este le tomo por los hombros, quedando frente a frente. Ninguno dijo nada, Yuuji no lucho, pero si sintió lo tenso que su propio cuerpo se volvía cuando su hermano lo abrazo.
—Solo te quería como mío... — le dijo al oído — Pero nuestro padre lo arruino, lo arruino y te alejo —
—Lo que sucedió entre nosotros Suku-nni... no debió pasar—
Sintió como este se tensaba, pasando sus brazos alrededor de su cuerpo, con cuidado de no lastimarle. Yuuji sintió el aliento de su hermano muy cerca de su cuello, y con un poco de confianza también le abrazo.
Sin embargo, eso fue tomado como una invitación a un avance no tan fraternal.
Cuando Yuuji sintió pequeños besos que se movían de su hombro a su cuello, lo alejo con un poco de fuerza para que se detuviera.
—Suku-nni, por favor... esto es... es...— dijo con los ojos llenos de lagrimas que no bajaron por fuerza de voluntad.
Yuuji estaba cansado, como había estado desde que todo se había vuelto de la forma en la que vivía. Esas emociones arruinadas, se veían conflictuadas por esa muestra forma de cariño, esa expresión de dolor en el rostro de su hermano, haciéndole creer a Yuuji que; quien causaba dolor, no era su hermano sino él.
Además, esos pequeños besos habían encendido ese interruptor sexual que desde que maduro; sin contar la experiencia anterior, no había explotado, cosa que lo dejo indefenso.
Yuuji no lo sabía, pero todo había sido una perfecta actuación del mayor, para causar esa sensación de culpa en Yuuji. Porque; si había una cosa que Yuuji no podía hacer o dejar pasar, era el dolor de quienes amaba y si Sukuna estaba sufriendo por no poder tocarlo, Yuuji tendría que aceptarlo. Sukuna había adoctrinado a Yuuji desde pequeño, si Sukuna sufría, Yuuji corría a arreglarlo.
—Te amo Yuuji...—
—También lo hago Suku-nni— le contesto, pero sus palabras; Sukuna sabia, eran más fraternales que carnales.
Sin embargo; con esas palabras, Sukuna dio el avance que deseaba. Comenzó a besarlo con una tranquilidad que Yuuji nunca había experimentado, sus manos le tocaron de una manera tan dulce que sus lagrimas bajaron, sintiendo su corazón oprimido.
Sukuna lo llevo poco a poco a la cama, a lo que Yuuji acepto. Sukuna no le lastimo y el tiempo que Yuuji paso sin afecto, sin sensaciones de placer verdaderos, que él deseaba, lo hicieron caer.
Yuuji llevo ambas manos a sus labios, cuando su hermano besaba su cuello y pecho, tocando su miembro ya duro. Sukuna le acomodo de lado, siguiéndole besando, acariciando sus caderas y de una manera fantasma; su vientre.
—Nuestro bebe, deberá ser feliz. Es algo que aquí mismo te juro— le dijo al oído.
Yuuji mordió sus labios, cuando sintio la punta del pene de su hermano, su agujero dolía por la poca preparación, pero aun así con lentitud, llego muy profundo chocando las caderas de su hermano contra sus nalgas. Yuuji sintió como el aire le escaseaba, cuando la sensación el placer subía como espuma de mar. Ya no sabía dónde poner sus manos; si en su boca para callar sus gemidos, en su ropa o en la de la cama.
—Suku...nni... no más... yo, no puedo, no puedo...—
Escuchaba como la respiración de su hermano aumentaba, como sus palabras se volvían dulces promesas de felicidad, de una vida juntos alejados de problemas familiares que no les competían, criando a su hijo libre y feliz. Yuuji grito cuando el placer lo alcanzo, dejando salir su semen sobre las sabanas. Las manos de su hermano se apretaron en su cadera y su pecho, haciéndole sentir como un poco de liquido salía de sus pezones.
Su canal se llenó de líquido, haciendo que el placer aumentara, con placenteros escalofríos recorriéndole todo el cuerpo.
—Yuuji... Yuuji... debes de cenar—
Yuuji abrió los ojos, encontrándose la mirada preocupada de Megumi, sus ojos inmediatamente se llenaron de lágrimas, recordando todo en una sucesión ordenada de recuerdos. Sus labios, sin embargo; se sellaron, siendo incapaz de confesar su culpa. Estiro sus brazos, sintiendo mas dolor en su alma porque en ese momento deseaba el consuelo de manos de quien era su esposo.
Megumi por supuesto no solo se sorprendió, sino que; hechizado por la acción que Yuuji no había pedido antes, le dio felicidad y aceptación, entonces apretándose con él, subió en la cama, besando su rostro, acariciando su espalda. Yuuji lloro con más intensidad, apretándose al pelinegro, buscando un salvavidas que sanara su alma.
Quizá Megumi le había hecho daño. Quizá el dolor de lo que había visto lo había obligado a hacerle lo que le había hecho, pero con el pasar de los meses, se había esforzado en hacerle ver otra cara de si mismo, expiando la culpa que aun lo atormentaba en las noches.
—Megumi... — le dijo Yuuji calmando un poco su llanto —Por favor, hazme el amor—
Yuuji poco a poco había caído en una seducción de la que solo en ese momento se había vuelto consciente. Con cuidado hizo a Megumi aun en shock a un lado, en ese momento no recordaba si Sukuna había hecho algo más con su cuerpo, porque habían pasado horas de su encuentro, uso sus dedos llenos de sus lágrimas después de quitarse el pantalón de chándal. Agradecía no tener ropa interior, y con cuidado, metió un par de dedos en su culo.
Noto que no tenia semen dentro, pero si estaba un poco estirado.
Fue ese momento el que Megumi decidió salir de su estupor. Intento parar a Yuuji, pues sabia que su autocontrol era prácticamente nulo.
—Puedo hacerte daño, por favor... Yuuji, no... no me tientes—
Megumi detuvo la mano de Yuuji, sus movimientos. Sin embargo, no hizo por sacarlos de su agujero. Yuuji noto el pene duro del pelinegro en sus pantalones, así que uso uno de sus pies para sobarlo con lentitud.
—¿Es que te doy asco? ¿Es que ya no valgo nada por lo que sucedió? ¿Es por que ahora me veo de esta forma? — le dijo sollozando
Yuuji quería algo de valor, una sensación de pertenencia. Necesitaba ese destello de placer en su cuerpo para sentirse querido y amado. Megumi puso ambas manos en su rostro, acariciando sus labios con ellos, maniobro con eficacia, pasando ambas piernas al lado de sus caderas, viendo el pene de Yuuji medio duro descansado sobre su vientre hinchado.
Lejos de parecerle algo grotesco, su cuerpo reacciono de placer, sabiendo que su hijo también se gestaba en ese vientre hincado. Sabiendo también que; si limpiaba el desastre, podría hacer que Yuuji tuviera más hijos suyos.
—Solo un poco Megumi... por favor, ayúdame a olvidar—
Yuuji abrió un poco mas sus piernas, cosa que hizo a Megumi tragar la saliva que se acumulaba en su boca. Había deseado tener esa visión a voluntad antes, así que no podía rechazarle, no quería hacerlo.
—Yuuji... Yuuji...— decía Megumi mientras acelerado y nervioso se sacaba el pantalón y la corbata que aun llevaba puesta —L-lo hare con cuidado, dime si te duele—
Yuuji arqueo un poco su espalda cuando el miembro duro de Megumi entraba en su agujero, su respiración se atoro un poco con la sensación de ser llenado con esa carne caliente y dura. Megumi no dejo caer su peso sobre su cuerpo, poniendo ambas manos al lado de su rostro, le beso mientras se movía poco a poco, sacándolo al completo y volviendo entrar con lentitud.
Yuuji paso sus manos arriba de la espalda del pelinegro, haciendo que este besara su cuello cuando hizo el rostro a un lado. Yuuji sentía mucho placer, porque Megumi tocaba su punto sin parar, sus pies se estiraron un poco más dándole más espacio al pelinegro, sus dedos se curvaron mientras los apretaba, con su mente nublada, mareado y con la respiración agitada. Podía sentir un poco los roces de la piel de Megumi contra la curva de su vientre, haciéndole sentir escalofríos de placer.
—Yuuji... te amo, te amo, te amo tanto—
Yuuji sintió y vio como si estrellas chocaran dentro de sus parpados cuando cerro los ojos, el placer de un nuevo orgasmo hizo que gritara el nombre de Megumi, con una voz aguda pero cargada de placer.
Sin embargo, aunque Megumi no lo vio, sus ojos parecían carentes de vida, llenos de sombras que reptaban en lo profundo de su mente, tomando una forma no definida.
El placer de Megumi se vertió como espeso semen en el interior de Yuuji, sintiendo ese placer como el inicio de cosas buenas y nuevas como pareja.
Una última oportunidad.
Sukuna odiaba estar en el mismo espacio que Megumi, pero su reunión con el pelinegro era apremiante. Podía ver los nervios de este en los movimientos constantes de su pierna, hasta que la impaciencia, acompañado de los gritos de Yuuji lo hicieron levantarse.
—El parto es mas difícil cuando es natural y hay muchos riesgos — Lo escucho decir al aire —¡Porque demonios se negaron a llevarlo a un hospital! —
—Quieren ver la mercancía de primer mano— dijo como veneno Sukuna, lo cual; era totalmente cierto.
Iban a comenzar una nueva discusión como la que habían tenido media hora antes, sin embargo, la salida de un hombre en bata les fue mas apremiante. Este; en lugar de dirigirse a ellos, salió en dirección opuesta, a una habitación donde guardaban suministros médicos de emergencia, viéndolo ambos volver con viales de trasfusión de sangre.
—¿Yuuji? ¡¿Qué sucede con el?!— grito Megumi, siendo totalmente ignorado
Fue una hora más de desesperación y sin palabra o información alguna. Cuando el medico de la familia Zenn'in salió, viendo como aun su bata estaba llena de sangre.
—¡Yuuji, mi hijo! ¡¿Como están?! — exigió saber de nuevo Megumi
El medico tomo una respiración, negando con la cabeza. Ambos pensaron el peor de los casos, pero dejando que el hombre se tomara su tiempo.
Este les dijo que ambos niños habían nacido.
Yuuji había perdido mucha sangre debido a la complicación del parto al ser dos niños. Su salud algo deteriorada y el cansancio. Aun así los había traído al mundo.
El mayor, era un pequeño de cabellos negros como la noche que contrastaba con su piel blanca como la luna. Sin embargo, había sido muy pequeño como para sobrevivir.
Sukuna entro velozmente a la habitación, temiendo por la vida de su hijo en cuanto escucho esas palabras del médico, sabiendo que ese no podía ser su hijo por la descripción del cabello.
—El menor de los bebes es considerablemente mas grande, mas fuerte. Nació con fuertes pulmones— termino diciendo el medico antes de marcharse, había cumplido con su deber, a pesar de haber fallado con uno de los pequeños.
Megumi entro a paso lento, completamente devastado. Lo que vio lo lleno de ira, pero también de dolor.
Bañado por la luz que la mañana que dejaba pasar por la ventana, estaba Sukuna. Este, tenía entre sus brazos a un regordete bebe de piel sonrosada. Su cabello tan rosado como el propio y el de Yuuji.
—Una maldición. — pensó el pelinegro.
Lo que le causo dolor fue el llanto de Yuuji, la forma en la que a pesar del esfuerzo le obligaba a encerrarse sobre su propio cuerpo como un bulto en la cama con sangre aun en las sabanas.
Entre sus brazos, se veía un pequeño sobresalir, al que apretaba contra su pecho, sus lágrimas sin dejar de fluir de sus ojos, cayendo en las sabanas.
Yuuji se mecía de un lado a otro, negándose a entregar el contenido de sus brazos a la mujer de traje blanco. Megumi se lleno de ira, porque no le dejaban sobre llevar la pena con el cuerpo de su hijo en manos. Con ira y violencia, una que nunca dejaba ver, saco a la mujer del camino, cayendo de rodillas al lado de Yuuji.
Este no dejaba de pedirle perdón al niño, a él o a sí mismo.
—Devuélvelo Megumi, devuélvemelo por favor, te juro que lo hare bien, lo hare bien— le suplicaba entre hipidos llenos de dolor.
—No puedo— fue lo único que alcanzo a responder. Aguantando las lagrimas con cada respiracion.
Luego de eso fue una sucesión de atropello tras atropello. Yuuji fue alejado de su bebe muerto, aun cuando Megumi intento evitarlo. El que vivió; fue llevado lejos por Jin y Sukuna, sin darle oportunidad de despedirse o siquiera ver bien sus facciones.
Aunado a eso, Toji tuvo el descaro de burlarse del dolor de Yuuji y; exigirles que; al cabo de dos meses, hubiera un producto nuevo gestándose en su vientre.
—O tendré que intervenir... —había dicho este, marchándose para dejarlos a ambos solos. Hundidos en un dolor que no sabían como manejar o siquiera si iban a superar.
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