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Prólogo

Evan. 1850.

Yo naci en Liverpool, pero no en un lugar donde la riqueza es fácil de tener. Provengo de la pobreza, como la gente lo describe, no es fácil de sobrevivir de esa forma, sin embargo, para mí no es imposible.

Estando en una pequeña casa con mi mamá, mi papá y mi hermana Charlotte, era una vida feliz para mi. A pesar que el dinero no es una completa riqueza que está a mi disposición, tengo a Dios a mi lado y las enseñanzas para trabajar y hablar con educación.

Actualmente, me encontraba en las calles lustrando los zapatos de un buen hombre. Tuvo la gentileza de hablar conmigo, como si fuera mi amigo.

Mientras leía su libro conversaba- ¿Sabes leer? -me preguntó él.

-No, señor -contesté.

- ¿Si te enseño a leer, lo aceptaras como paga?.

-Eso quisiera, pero debo tomar el dinero para sobrevivir. Mi familia me necesita.

-Entiendo -dijo mientras cambiaba de página en el libro

-Podría hacer otra cosa solo para tener el beneficio de aprender a leer -aclaré al mismo tiempo que finalice de lustrar.

-De acuerdo. Si vienes aquí y me ayudas con una tarea, te enseñaré a leer -dijo y guardó su libro en su maleta para verme a los ojos

-Me parece bien.

-Entonces te veré aquí mañana en la mañana. Adios niño, que tengas un buen día -a decir sus últimas palabras, me dio una bolsa de monedas y se marchó junto con sus cosas.

Mi sonrisa me delató, de sincera felicidad que tenía por darme de regalo una oportunidad de leer. Iba corriendo a casa, con tanta prisa, no ocultaba mis ganas de contarle a mi familia de este día.

Cuando llegué a mi querido hogar, se encontraba mi madre preparando la mesa para reunirnos todos para almorzar, pero por el momento, solo estaba presente mi ella y yo.

-Hola Evan, viniste temprano -dijo mi madre al mismo tiempo que coloca comida en un plato.

-Claro. Es que hoy gané mucho mamá, mira -dije mientras le daba la bolsa de monedas.

Mi madre miraba la cantidad de monedas, incluso se tomaba el tiempo de contarlas. Una sonrisa apareció en su rostro y luego volvió a verme.

-Muy bien, cariño. Ve a lavarte las manos y sienta a comer.

-Si, mamá.

Me lave las manos y me senté a comer junto con mi madre. Mi hermana y mi padre no asistieron al almuerzo, debido al trabajo de todo el dia, siempre llegaban a la hora de la cena. Mi madre tuvo que irse a realizar su trabajo de lavandera en la mansión Parks. Yo me puse hacer limpieza en toda la casa y al terminar me puse jugar.

Luego que el cielo se oscureciera, mi familia vino agotados por el dia tan pesado que tuvieron hoy. Mi madre fue directo a la cocina para prepararnos la cena, mi hermana y mi padre estaban sosegados en sus sillas. Comimos a gustos a pesar que era poca comida.

En medio de la cena, mi hermana contaba su éxito de ser nodriza para la señora Parks, pero mi madre la interrumpió, contando mi anécdota de hoy. Eso hizo enfadar a mi hermana.

-Ya veo. Mientras nosotros trabajamos, él se la pasa ganando un poco de dinero y después lo felicitamos. como si fuera la gran cosa tener poco y jugar más.

Mi madre dio una mirada ardiente hacia mi hermana, después de eso, el silencio gobernó en la mesa. Nos fuimos acostar a la cama al terminar de cenar, mi hermana y yo compartimos la misma habitación y la misma cama por lo que nos permitía estar a solas.

Charlotte me miraba con una sonrisa de tristeza y luego me acariciaba la mejilla, entonces ella habló y yo la escuché.

-Lamento haberte tratado de esa forma. no era mi intención, Me sentía cansada. Creeme que te quiero y que me alegro por tu dia hermannito.

Yo le di una sonrisa y me disculpe con ella, hablamos un buen rato, reíamos a en algunos momentos y luego nos dormimos. A pesar que mi hermana sea un poco pesada conmigo, ella me tendrá amor como yo le tengo a ella.

Pasaron tres años y hubieron muchos cambios. El hombre que me obsequio la enseñanza de aprender a leer, se llama: Terry Wood. Cuando termine mis aprendizajes de lectura, me ofreció un trato de aprender más cosas si le seguia ayudando en su negocio, claramente acepté y asi fue como aprendí las matemáticas y tres idiomas. En mi familia también hubo cambios unos muy buenos. Incluso a mi padre le va mejor en su trabajo de aserrador.

A pesar que todo es diferente, el único cambio que no a surgido en estos años era mi crecimiento. Mi voz era aguda, mi piel no tenía muestras de granos y mi estatura era la misma que desde que tengo diez años. A mi familia le pareció extraño, entonces mi madre me llevó al doctor y lo único que me había dicho, es que tengo el sindrome de highlander.

Eso preocupó a todos y a mi me entristeció: el hecho que sería un niño para siempre, sin ayudar a la gente como adulto. Estuve a fuera de mi casa, me senté en el suelo y lágrimas salían de mis ojos. Mis padres estaban discutiendo y mi hermana decidió hacerme compañía.

- ¿Qué te pasa? -preguntó mi hermana mientras se sentaba a mi lado.

-Nunca seré un hombre -respondí.

-Si, asi es. Pero se que podrás hacer muchas cosas siendo un niño. Al menos eres lindo, no como yo que soy horrenda.

-Yo creo que eres hermosa. Tal vez por el momento no esté un hombre a tu lado, pero se que habrá uno el que te ame con todo el corazón -dije para luego abrazarla.

Ella correspondió a mi abrazo y nos dirigimos adentro de la casa para que yo este calmado. Pará la gente ignorante, a mi hermana la ven como un trapo sucio sin valor, pero la gente pura sabe perfectamente que su hermosura es gigantesca. Ese era mi creencia que tenía cada vez que mi Charlotte se disgusta asi misma y yo creo que ella piensa de diferente forma de mi.

A la mañana siguiente, me sentía alegre porque había ayudado a una persona importante en la calle que necesitaba. Mi hermana tenía razón y quería contarselo a mi familia inmediatamente.

Llegué en la casa con una enorme sonrisa, pero cuando veo a toda mi familia reunida con esas caras pálidas y de amargura, mi sonrisa se borra.

- ¿Qué pasó? ¿Por qué todos están tristes? -pregunté inocentemente.

-A tu hermana la despedieron porque la niña la miraba como a su madre -explicó mi madre.

- ¡No fue mi culpa!, ella debía entender que la estaba cuidando - exclamó Charlotte.

-Descuida... tal vez conseguirás trabajo pronto -agregué.

En se momento, mi hermana se acercaba a mi, estaba molesta y yo daba unos pasos hacia atrás por temor.

-Basta... -decía mi madre.

- ¿Quién nos va a mantener? ¿Tú? - dijo mi hermana.

-Basta, Charlotte -repetía mi madre.

-Se ve que ayudas a todos, como si eso importara más -decía ella.

- ¡Basta, Charlotte!.

- ¡Solo eres un insignificante niño!.

Mi madre reaccionó a la actitud de mi hermana dándole un bofetada en la cara, ella no paraba de llorar mientras que mi madre y mi padre no se les quitaba la cólera de este asunto. No paraba de inhalar y respirar, me sentía a penado por lo que era y por lo que estaba pasando. Entonces decidí huir de casa.

Me fui corriendo muy rápido a fuera de la casa, no sabía si me seguían o no, solo seguí corriendo hasta esconderme en un carreta que su cargamento era el carbón. Oía voces que decían "Evan" una y otra vez, yo solo las ignore y jamás distingui las voces. Estaba llorando, ya no oia nada execto el movimiento de los caballos y las ruedas del carruaje. Me sumergi en mi tristeza que me quedé dormido en medio de un viaje.

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