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5

Mi pesadilla era ir al horizonte de un lugar tétrico, mis berrinches seguía con tanto volumen que hasta mis pucheros eran un escándalo para los de adelante, me movía tanto que no soportaban mis berrinches. Ellos me presionaban a estar quieto teniendo mis brazos sujetados a mi espalda.

— ¡Por favor, déjenme ir! —mis súplicas eran en vano, aunque escucharán, para ellos era un berrinche de un infante.

— ¡Silencio! —paré de hablar cuando la mano de la señora empezó a darme en la cara —. Cuando lleguemos a tu nuevo hogar, aprenderás que no serás consentido, serás un esclavo —aclaró el señor con seriedad en su tono de voz.

—Y posiblemente, también un juguete —Agregó la señora teniendo una sonrisa malévola.

Esos comentarios me hicieron quedar en pánico, por un momento el silencio me invadió como el miedo, pero luego, mis ojos se abrieron como platos y mi paciencia se había agotado.

Trataba de escapar de sus forzosas manos, desafortunadamente, era inútil, y lo peor llegó cuando la ignorancia se convirtió en enojo.

Sacaron una soga llena de lodo debajo del asiento, para después, usarla para tener mis manos inmóviles; de pronto vi como cortaban con un cuchillo una sabana blanca para extenderlo hacia mi boca.

Eso me había alarmado.

— ¡No! Por favor…

Mis labios no pronunciaron más palabras, lo único que se oían de mí, era incoherencias provocadas por mi garganta. Ellos festejaron con una sonrisa de satisfacción, al saber que me habia callado— con la mordaza blanca amarrada a mi cráneo —aprovecharon a decir lo suyo, sintiéndose más complacidos.

—Los niños buenos no hablan —el hombre de mi lado, me escupió sus palabras con tanta gracia hacia el momento que yo me sentía asustado.

—Dejame decirte algo importante, mi niño —la señora parecía atrevida con las acaricias que me daba en la mejilla y las suaves palabras que al mismo tiempo eran escalofriantes de quién venía el hablar —. Soy una dulce y amorosa madre para todos en el mundo, pero para ti soy una señorita respetable que vas hacer todo lo que digo sin importar lo que sea.

sus mano parecía dejar los mimos para dar agresión hacia mi barbilla; con fuerza, ella me forcejeo mi cabeza, y con su mano, ella me hizo verla hacia las pupilas para saber que si era una bestia.

—Recuerda, vas a tratarme como a una hermosa reina, no como una asquerosa criada —su voz parecía oírse suave, sin embargo, tiene el carácter de un león. Era tan aterradores sus amenazas que hasta me empujó atrás para quedar lastimado en mi espalda.

Ese instante mi miedo me cambió: pude ver la realidad cómo es, porque sabiendo que ser una oveja negra, el lobo te toma como a una presa. Mis lágrimas salían de mi alma, temiendo lo peor, deseaba irme volando como un ángel.

—Llora… llora, porque tu nueva vida va a llegar —decía el señor con burlas y una sonrisa ante mi dolor.

No para sollozar, no para de arrepentirme de mis acciones que he cometido en el pasado que actualmente se volvieron lo más desafortunado. Mis lágrimas caían en mis mejillas, me quedé recostado aún sentado y me empecé a relajar poco a poco.

—Los niños deben dormir temprano —habló la señora Sherlyn con una testaruda hipocrita ante sus falsedades dulzuras.

Debajo de su asiento sacó una canasta de un marron claro, de ese objeto salió un pañuelo blanco y una botella con un liquido de un color extraño, después la empezó a colocar ese liquido al pañuelo.

Me quedé estupefacto, porque sabía que algo bueno no era de esa botella. Comencé a moverme, comencé a pronunciar oraciones, lastimosamente, era una perdida de tiempo luchar si te retienen en estas cadenas. Acercó el liquido a mi nariz y lentamente lo empecé a respirar hasta sentirme tan débil y cansado, llegué en un punto que caí… en profundo sueño.

—Buenas noches.

Sólo deseaba vivir mi vida anterior: donde las flores eran de cualquier color, donde la alegría era el mayor lujo y donde ser niño ya no sea una angustia para mí.

Mi sueño se ha vuelto un deseo, y en lo que más anhelaba en el ayer, fue el paraíso que se volvió en mi alrededor. Mi hogar ahora se ha vuelto bello, con el brillo del sol iluminando toda la habitación no había forma de quejarse.

Mi padre contaba sus anécdotas para causar risas en nuestros rostros, mi madre preparaba la comida: aunque no sea mucha, pero era deliciosa; y mi hermana… tenía simpatía con mi padre y ganas de escucharme.

Era encantador, no tenía palabra alguna para quejarme, sólo me asombra, que mi sueño tan solamente sea un bello recuerdo.

De pronto volví a la cruda realidad, mis ojos se abrieron como ventanas, y lo que vi, es que aún sigo secuestrado. Sin embargo ya no traía lazos en mis manos y mi boca ya no guardaba esa tela blanca, bullicios se oían fuera del vehículo, pude voltear para ver fuera de la ventana, y me sonprendi al ver una gran multitud de gente caminando por doquier.

— ¿Dónde estamos? —pregunté aún con mi voz dormilona.

—Estamos en Oxford, tesoro —respondió la señora, teniendo la fachada de una mujer buena.

Me pareció confundido el comportamiento de los Stewarts, parecía extraño venir aquí y no sabía qué me iban hacer. El terror llegaría inesperadamente.

—Vas a ir con tu querida madre caminando a casa, no puedes perdir ayuda, de cualquier forma será un desperdicio. Nadie te creerá, además te daré un castigo por ser un niño desobediente en Londres —dijo el señor Newt.

Yo me quedé mudo, cuándo el carruaje paró, la señora abrió la puerta y me bajó a mí junto con su canasto en la mano.

—Adiós, querido.

Se despidió del hombre malévolo con ternura en sus palabras y en su gesto de alegría. Me fui obligado a seguirla, volteé atrás para ver que el carruaje tomaba marcha a otra parte.

Ella caminaba con mucha formalidad con ese vestido gris y con ese canasto marron claro, y yo con mi traje y mi sombrero, veía como si en realidad fuera su hijo.

El mundo no notaba nuestra existencia, parecíamos gente común que va yendo a su ritmo. Aunque parecía materno ir de su lado mientras me sujeta la mano, la realidad era cruel al no saber dónde me dirigía.

Ella se detuvo por un momento afuera de una panadería, se puso a mi altura y empezó a susurrar.

—Debemos comprarte algo exquisito.

Parecía contenta, lamentablemente, no podía decir lo mismo de mí con mi cara asustada y sintiendo el terror en mi helada piel.

Se acercó más a mi oído y dio más sigilo su voz para interpretarse —. Conmigo estarás en una suave y acogedora cama —dio una enorme sonrisa lo que provocó que me diera una mala sensación.

La vi con los ojos abiertos, el terror llegó a mi mente con tan solo imaginar ese escenario macabro, me faltaba poco aire, sentía que perdía el oxígeno y no soportaba estar más tiempo con ella.

—Vamos —la mujer anunció para dar marcha adentro del local.

Yo no deseaba vivir en una cueva oscura, sin preguntar, mejor me eché a correr lo más rápido que pude para alejarme de ella. Su agarré era fuerte, pero usé mi destreza para escapar de sus forzosas manos.

— ¡Evan, ven aquí! —exclamaba mientras que yo me alejaba.

Corrí tan rápido como pude, no obstante, no esperaba que la señora me siguiera. Corrí tan rápido como una liebre aterrada a su presa, la muchacha no se detenía; parecía que su furia la volvía persistente.

Fui hacia a donde los peatones, con tantas personas así fue como me escondí de ella. No podía verme, pero yo sí; volteó tantas veces a varias direcciones para hallarme que no tuvo éxito alguno.

— ¡Amor, si has de esconderte, recuerda que muy pronto te encontré! —fue la promesa que dio antes de marcharse.

La gente se iba en direcciones opuestas, mientras que yo me dirigía a un callejón al sur. Fui lo más rápido para alejarme de esa zona, afortunadamente, la había perdido como había anticipado.

Ya no podía sonreír, ya no podía llorar, pero aún mi temor fuera grande, debía volver a Londres para cumplir con mi promesa.

El mundo estaba lleno de cosas buenas y cosas malas, hay ovejas blancas y hay lobos oscuros. Sabiendo esto con más claridad, quedé sosegado para así llorar.

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