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Nota del autor.
Advertencia.
En este capítulo encontrarás referencias eróticas, abuso infantil y contenido para +18, etc. No se estima que habrá una escena sexo muy fuerte, sin embargo, se debe tomar precauciones ante la sensibilidad del público.
El siguiente símbolo "[~]" indicará que se aproxima un relato para los mayores de 18 años. Se recomienda evitar esta escena si eres menor de edad.
Si eres menor de edad y decides no captar las advertencias, debo aclarar que no es mi responsabilidad. Sugiero que seas discreto sí prefieres desobedecer.
Nuevamente, mi vista estaba sumida a la oscuridad, mi boca estaba sellada por una tela y mis manos retenidas por unas cadenas. Me movía hacia un lado y luego hacia el otro, mi voz hacía lo que podía para dar gritos de auxilio, pero era un desperdicio; unas manos agarraban mis hombros con fuerza y de mi garganta solamente salían incoherencias.
Mis ojos se abrieron a pesar de mis circunstancias, la tela no impedía que mis mejillas se llenarán en un mar de lágrimas.
Por un momento, sentí que las ruedas del carruaje se detuvieron. Así empecé a escuchar por primera vez varias carcajadas de cada infame y relinchos de cada caballo.
Aquellos brazos comenzaron a presionar mis hombros con más fuerza, tanto que me levantaron de mi asiento involuntariamente hasta dejarme quieto aún con mis ataduras.
De pronto una silueta oscura acercó sus manos a mi cabeza frontal, desató la venda y reveló a una persona que me llenaba de furia al oírla hablar.
— ¡El sol amanecido, mi niño! —dijo la misma traicionera campesina. —Mi nombre es Bianca Stewark y tu eres mi lindo tesoro.
Tenía una rabieta por esa mujer. Trataba de quitarme del agarre de los hombres, daba gritos fuertes aún estando amordazado y por un instante, un golpe me dejo rendido en el suelo.
—Siéntete como en casa ahora —replicó Bianca. Con su sonrisa triunfadora, me abandona con mi derrota.
A la fuerza, me incorporaron para ponerme de pie y adentrarme a una sucia y tenebrosa cabaña. Dentro de ella, había muchos niños; los muchachos con tirantes ajustados, las niñas con faldas hasta sus tobillos y con su toque final; capotas y boinas bien colocadas en sus cabezas con unos peinados muy formales adecuados a su edad.
Todos tenía la aparecía de unos pastores, sin embargo, sus expresiones marcaban tristeza, dolor y miedo, encerraban sus emociones por la cruel crianza y se volvía fríos y tímidos.
Era trágico presenciar tal acto.
Me arrastraron tan lejos de la salida hasta llevarme a un túnel sucio y oscuro. En medio de la repugnancia, empezaron a quitarme cada prenda de mi cuerpo hasta dejarme sin nada.
Lo siguiente que hicieron, fue tirarme a un suelo lleno de lodo y sin ataduras en ningún lado de mi cuerpo. En ese instante de sentir un dolor interminable, me di cuenta que estaba en otra habitación.
—Ivy, prepara su nueva ropa, explicale las reglas y terminen pronto para no tener retrasos en sus obligaciones —dice uno de los hombres.
Todos las criaturas de este agujero tenía miradas de terror a cada adulto que los rodeaba, al mirarme a mí, solamente se les llenó la curiosidad de conocerme. La pequeña Ivy, llegó a mí con vestimenta extraña.
— ¿Eso es una camisa y pantalón? —pregunté al ver que el contenido de la tela era nada más y nada menos que las sábanas de una cama.
—Lamento decirte que no hay privilegios para nosotros para vestir como los niños que están arriba. Esto es todo lo que puedo brindar para no permanecer desnudos cerca de esa gente. Sí hacemos caso a sus reglas, pronto saldremos de aquí con un nuevo amo.
— ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Un año. Descuida, tú saldrás en menos de seis meses sí sigues sus órdenes.
Todo se movía al ritmo de las manecillas de un reloj; los perversos tomaban dominio y los inocentes caían rendidos a una obedecía injusta.
Los trabajos eran más pesados de lo común, los pequeños nuevos que se negaba a su sistema, se los llevan a sus dormitorios privados y los regresaban a nosotros con las lágrimas en sus mejillas y sus pies temblorosos.
Eso era la rutina de los primeros días, en la noche ni siquiera había paz.
Todo nuestro entorno era un rotundo silencio sumado con la oscuridad que te dejaba ciego. Los gritos desgarradores de los niños daban la señal de su maltrato por una extraña lujuria hacia nosotros. Sí el cuerpo era agarrado por unas extremidades, lo terrible venía hacia la pobre criatura.
Mayormente, te atraen con tus garras para dirigirte a un castigo inolvidable que te deja sonámbulo toda la noche. En otras ocasiones, suelen enredar a una criatura pequeña con sus lenguas de serpientes y sus estragos que barisia su sed de jugar con tu virginidad, hasta dejar tu cuerpo mojado y sin aliento alguno para respirar.
La necesidad para nosotros para dormir en las noches, no suele llegar por las eróticas intenciones de aquellos depredadores.
Cada día se llevaban a un niño a la superficie con la educación dada aquí por malas influencias. Por cada niño, mi tiempo era contado por la marcha que ellos daban afuera de este agujero.
Aunque la mayoría de estos infantes son unos inocentes que hasta tenían mi aprecio, quería irme, aún sin ellos a mi lado. Era triste abandonarlos en una miseria interminable, mi corazón latía cada vez en pensar en mis decisiones, pero al mismo tiempo, el miedo me recorría en mis venas.
Cuando pasó una semana, ya no soportaba estar aquí. Estaba tirado en el suelo con la mugre en todo mi cuerpo, me sentía como un muñeco de trapo sin alma. Mis lágrimas y mi sangre pintaban mi rostro, junto con mis moretones me había deformado. Me estaba cambiando y por dentro no me gustaba.
1860.
Sabía que mi escapatoria aún no llegaba, sin embargo, mi paciencia se agotó cuando esos seis meses se volvieron seis años.
Empezaron a salirme ampollas en mis manos, mis ojos se volvía rojos junto con mis oscuras orejeras y la suciedad me deteriora mi cara por suceso terrible que paso.
Es inevitable, es insoportable.
Los únicos días que subía a la luz, era cuando realizaba trabajos de recolección de recursos en el campo. El resto de mis labores era ser un sirviente mal respetado o un perro a quién abusar.
En este día era diferente a los otros, decidí ir directo dónde Ivy; se encontraba en las habitaciones de uno de nuestros patrones, ordenaba su cama como si ellos fueran de primera clase.
Mientras ella hacía sus despachos, yo llegué al cuarto echando humo por dentro y amargado su labor con mi presencia.
— ¿¡Qué estás haciendo aquí!? —preguntó alarmada por mi inesperada entrada. Empezó a ver hacia muchos lados y luego me dio su atención nuevamente. -Deberías realizar tus obligaciones.
—Ya me casen, ya no lo aguanto.
—Sí estás sin energías ve a recuperarlas en el campo -dijo mientras acomodaba las almohadas.
—No, Ivy —inicié mi conversación un tanto pasiva, no obstante, mi cólera me obligó agarrarla de los hombros y tener su atención como yo quería —. Ya no resisto más, entiéndelo.
— ¡Entonces vete, pero déjame en paz! —soltaba tremendos gritos que hasta en el exterior se oía su queja.
— ¿¡Crees que no lo haría!?
—No son amenazas, Evan. Sé perfectamente que eres un egoísta.
—Insinúas de mí, pero al menos yo no doy mentiras a los míos.
—Yo no sé porque te tienen atrapado aquí conmigo, pero yo no tengo nada que ver que aún sigas atormentado por más de seis años. Yo paso cosas peores por mi edad.
—Tú tienes diecisiete años. Hay niñas más jóvenes que tú trabajando en campo aún con latigazos en la espalda. Hay niñas más jóvenes que tú que sollozan por un grano de comida mientras tú te hartas un plato completo. Hay niñas más jóvenes que tú que desearían estar en tu lugar.
Se separó de mi agarré con un empujó tan fuerte que me tiró al suelo. A pesar de tener una mente blanda por los niños, aún tenía la altura correspondida a su edad.
—No sabes por lo que yo paso en las noches para que alguien se expresé espontáneamente contra mí, y simultáneamente Difaman mi identidad con necedades como estas.
Había una furia intensa en mí, incluso daría que me provocó un resentimiento estar rendido en el suelo y contemplar con mi frágil vista a esa persona que me llena de rencor.
Ese sentimiento se desvanece cuando veo un rostro triste y una voz suave originada por Ivy.
—Soy una esclava doméstica, pero no cambia en nada el abuso que sufro todos los días. Me he quedado mucho tiempo aquí para protegerlos, para protegerte, Evan. Mi nombre quedó al olvido para siempre, pero aunque yo no sea perfecta, no me haré para atrás.
— ¿Y qué quieres de mí? —pregunto estando un poco más tranquilo.
—Solamente te pido que seas agradecido con lo que yo no tengo.
Dentro de mí había sentimientos que explotaban en mi cabeza. Quería disculparme, no obstante, la llegada de tres personas interrumpió en mis palabras.
Una de esas personas que venía hacia nosotros, era Sherlyn Stewart, junto con dos hombres a su lado.
— ¿Cuál es la causa de este alboroto? —Sherlyn tenía la palabra y nosotros teníamos la mudez. — ¡Les estoy hablando!
—No es nada, mi señora. Yo accidentalmente hice que cayera al suelo —contestó Ivy, firme y con la cabeza.
Sherlyn caminó dirigiéndose hacia ella, con su mano derecha agarró delicadamente su mentón para elevar su vista hasta el punto de ver su expresión de odio.
— ¿Dices que lastimar a mi niño, no es nada... ? —dicta sus palabras con una voz fría y baja que hasta a penas pude escuchar.
Al inicio eran acaricias, pero de pronto sujeto su cabellera con tanta fuerza que parecía que se desprendía de su cuerpo, la jalo tanto que hasta sus pies se elevaron, al final la soltó y brutalmente un estruendo sonó por el impacto de la madera y los huesos de Ivy. El piso quedó pintado de rojo y su rostro y extremidades se volvieron desgarrador por las astillas que aquella madera vieja traía con desgracia. Intentó reincorporarse a su postura anterior, sin embargo, una bofetada de Sherlyn la hizo que nuevamente tuviera su vista en un descenso.
— ¡Eres una escoria! —mientras la furia de Sherlyn daba su exclamacion, un mar de tristeza y dolor caían en los hombros de Ivy. —Ahora, limpia este desastre que dejaste con tu sangre, y tú... —dijo refiriéndose a mí con un dedo. —Has tus obligaciones en el campo. No te quiero jamás que estés cerca de ella.
Me puse de pie y deje que los dos hombres me guiarán hacia la salida. Lo último que vi antes de irme, fue a una joven limpiando un desastre con su propia falda puesta y hecha de harapos; la misma persona que me trató con cariño y confianza cuando llegue desde el primer día; luego, está otra mujer teniendo el papel de supervisar su tragedia con su carácter dominante; es la misma que me dio falsedad con sus mentiras y que me engatusó con su para sus propios privilegios.
Al salir de esta habitación, se lleno de tristeza mi corazón.
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La hora de dormir hizo que la luz sea remplazada por la oscuridad. El cuarto era tan pequeño que a penas no sentíamos cómodos de dormir todos juntos, las camas se componían por una manta extendida en el suelo y una almohada tan dura como roca, no había luz en ningún lado de la habitación que nos haya sentido seguros de dormir y el terror nos invadía a cada uno hasta el punto de estar mudos por los monstruos que acechan en las sombras.
Un chillido alarmó a todos, lo más extraño es el silencio que no causaban con sus gritos, entonces me di cuenta lo que se venía. Traté de levantarme rápidamente de la cama, sin embargo, unas extremidades se interpusieron en mi escapé. Taparon mi boca con sus manos y así fue cómo forzosamente me guiaron a un cuarto iluminado por velas.
Abrieron la puerta y la fuerza me empujaron para quedarme allí dentro. La habitación estaba decorada con toques exóticos y a la vez elegantes, la mayoría de los vestidos estaban esparcidos en un desorden incontrolable y los candelabros quedaban pegados en varias esquinas de las paredes. Mi vista tenía dificultades de presenciar todo mi entorno, pero poco a poco me vuelvo acostumbrar y con mejor claridad pude verla.
Sherlyn estaba allí; posando explícitamente con el humo en su boca y con el cigarrillo en su mano, su vestido era tan largo que hasta cubría sus piernas, junto con un cabello extremadamente largo que sobrepasa su cintura. Sus ojos mostraban a una ventana de pasión, tan profundo que te hechiza y a la misma vez te asusta.
—Evan... Ven aquí... —decía con una voz suave y dulce.
Corrí hacia la puerta, traté tantas veces jalar la perilla y aún así no daba resultados positivos. La cerradura estaba forzada y parecía que a través de la puerta no hubiera nadie a mi rescate. Cuando di la vuelta, se vino peor.
—Hay que divertirnos...
Me agarró con facilidad para tumbar mi cuerpo a un cómodo colchón, con una soga amarró mis manos sobre mi espalda sin tener oportunidad de librar mis muñecas y con unas cadenas atadas alrededor de mi pecho, quedé amarrado junto a la cama.
Me agitaba tanto y aún así no podía librarme. Ella reía, mientras observaba mi miedo se exitaba en frente de mí sin ningún temor y sin ningúna vergüenza ajena que la detuviera.
Todo abuso le parecía a Sherlyn algo totalmente natural.
Con ambas manos levantó su prendas de su falda junto con su miriñaque, lentamente se montó sobre mí; abrió sus piernas y se sentó encima de mi miembro. Por si fuera poco, comenzó acercarse a mis labios como si una serpiente anduviera deslizándose desde mi cintura hasta mi boca.
Su rostro se había acercado al mío, sus ojos me seducían a su locura y aquella enfermiza postura cambió y su cuerpo junto con el peso de su vestido me tumbo en su trampa. Las curvas de sus labios se mezclaron con los míos. Así surgió un beso. El dominio lo tenía ella, sus manos acercaban más mi cara a la suya y su lengua se agitaba y se ponían tensa al sentir mi saliva babear dentro de mí.
Trataba de quitarme a Sherlyn de encima, sin embargo, las cadenas y su cuerpo me impedían. Mientras más intentaba moverme, más se volvía salvaje contra mi voluntad.
De pronto, se detuvo. Se alejó de mi rostro, no obstante, tenía su vista fija en mi expresión de terror.
—Siento mucho temor hacia a ti, pero al mismo tiempo se que eres buena —firmemente hablé con la poca voluntad que me quedaba —. No quieres hacer esto.
Ella no respondió, en cambio, sacó de su bolsillo una bola que traía consigo unos lazos, era una mordaza. Traté de esquivar ese objeto moviendo mi cabeza de lado a lado, sin embargo, resultó ser inútil. Forzosamente, metió la mordaza por mi boca y la ató con fuerza detrás de mi cabeza haciendo una dolorosa presión en mi nuca.
—Con esto te sellé tus labios. Mira, ya no hay aullidos —replicó Sherlyn con una sonrisa burlona.
Un líquido extraño y asqueroso se rebalsó desde la bola hasta a mi garganta. Me daban tantas náuseas y mareos, deseaba escupir ese objeto, hice cada intento, pero al final, fue un fracaso.
Sus volantes caí hasta el suelo a la medida que las sábanas de la cama. Sus mangas estaba calientes por la opresión de su enfermiza obsesión y sus manos estaban frías, tan frías que era posible captar sus huellas convertirse en un polvo nevado. El corset sumado con el camisón, reformó su respiración haciendo que su adrenalina se mezclara con su exitación. Desde el talle sentía que cubría mis piernas, al mismo tiempo sentía el miriñaque enterarse dentro de mí. Por ultimo sus enaguas me causaron escalofríos; tocaban la superficie de mis partes privadas y a la vez sentía una carne humana deslizarse cerca de mi rodilla.
Su falda me sepultó en un mar de su exitación, las enaguas me seducían con el tacto de la puncha y su liquido viscoso y su catadura mostraba vehemencia hacia mi carne con una grata sonrisa y con una mirada pérdida por su pasión. Todo por una lujuria hacia mi cuerpo y alma.
Lentamente baja mis pantalones, inesperadamente, se detiene cuando observa mis ojos con una expresión de asombro y de silencio. Era extraño, solamente esperaba que mi percepción sea un reflejo de ella.
De la nada, Sherlyn comenzó a sacar de su otro bolsillo una tela blanca muy delgada y muy larga. A simple vista era notable que traía un rollo de un vendaje. Pasó cubriendo mis ojos dándole vueltas al rollo delante y detrás de mi cabeza, finalizó su enredo con un nudo ciego, siendo así imposible para quitármelo con las manos.
—Con esto te bloqueé tus ojos. Mira, ya no estás lloriqueando.
Después dejarme ciego, ya no podía percibir sus acciones. Al principio, mis gritos se ahogados por la mordaza me enloqueció y aunque quisiera llorar- y sí quería -no podía por la cuestión de la venda. Sin embargo, no tuve en absoluto un remordimiento en mi cuerpo, era curioso, incluso el silencio reino para mis anhelos.
La experiencia era extraña; sabía que estaba aquí, pero a la vez hubo una sensación de soledad y quietud.
El sonido de las cadenas desatarse de mí me dejó pálido y un jaleo en mi cuerpo fue un misterio que me dejó tensó. Al final me di cuenta que era libre, a pesar de mis ataduras en mis ojos, en mis labios y en mis muñecas en mi espalda, tenía la voluntad para moverme. Cuando intenté pararme, un brazo me empujó hacia atrás y me obligó a estar recostado en su hombro junto con una tela suave como una almohada y cómoda como un colchón recargado en sus mangas béret de su exótico vestido espontáneo.
Pensé que todo había terminado, sin embargo, el hilo de su garganta me dio un pensamiento opuesto.
—No alargues la noche. Descansa,... Cariño.
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La luz iluminó la habitación, la agresividad se había ido con la noche y un nuevo día llegó ante mí. Sin embargo, no todo mi eterno era colorido. El teatro que he vivido ayer en la noche, fue algo terrorífico. En la mañana amanecí sin ninguna atadura, no obstante, la presencia de Sherlyn con sus acaricias en mis mejillas, me volvieron una persona desconfiada. Estaba sosegado en su pecho, con mis pies extendidos por una falda extremadamente larga y con mi cabeza acomodada en una de sus mangas béret. No había inquietud entre ella y yo, solamente nos dimos un intercambio de palabras apropiado y decente.
Parecía una ramera, pero en el fondo de su corazón, poseía la inocencia de una niña supersticiosa. La luna tuvo su tiniebla, no obstante, la luz no se descartó del todo.
—Tú llegada a mí fue por una amiga tuya, ¿no es así? —dijo ella con un semblante tranquilo y normal por mi curiosidad. —La vendimos por un buen precio a los granjeros Griffin. Puedes encontrarla en Lincoln.
— ¿Por qué me dice esto?
—Cuando te vi, todo tú me había atrapado, me había llenado de un sentimiento que jamás pude tener en este hoyo y menos con aquellos gusanos quejumbrosos y malagradecidos. Pero los años han pasado cuando tú viniste aquí, incluso, me he encariñado de ti y me he obligado a protegerte y no dejar que un degenerado arruine nuestra relación de madre e hijo. Olvidarás tu pasado; todo amor que has tenido, todo ser de sangre que has convivido y toda tragedia que has visto en tu vida de miseria. Yo seré tu madre, tú deberás complacerme como yo debo complacerte.
—Lo haré. Mi sacrificio será por ella, no por ti —dije en un tono serio.
—Esa conducta tuya no es apropiado para ser mi hijo. Si tú me exiges, yo te exijo. Dime el castigo que debemos darle esa sórdida criada; aparte de ser desobediente conmigo, es una rata callejera contigo.
No di palabras de ninguna afirmación, no me parecía lo correcto. Sherlyn notó mi silencio y con eso concluyó mi decisión.
—Me llenas de decepción, pero si tengo la oportunidad de cambiarte, no la desaprovechemos. Aprenderás estando atrapado en la misma miseria para siempre. Me rompe el corazón, tristemente, una madre hace todo por su niño.
Ella se levanta de la cama y me habré la puerta para marcharme. No me arrepiento por mi decisión, porque si hago algo bueno es por bien al otro, si hago algo malo es un sacrificio en uno y no en todos.
Los días transcurrieron con la misma rutina insoportable, sin embargo, algo había sido fuera de la común. En una mañana cuando el sol apenas salía, todos los niños se reunían en un solo espacio. Tuve la oportunidad de acercarme, y lo que vi, me dejó sin lengua.
Ivy se encontraba en medio de un charco de sangre, sus moretones se destacaban fácilmente y sus lágrimas la dejaba completamente mojada desde sus mejillas hasta incluso su cabello. Su postura era aterradora; tenía las piernas abiertas con la sangre salida de sus extremidades; sus brazos parecían estar secas, no obstante, el frío domino sus dedos y alteró más la situación. Parecía muerta, hasta que vimos que su respiración estaba agitada.
Llevaron el cuerpo a la superficie más cómoda de la habitación, le dimos nuestros pocos recursos para alimentarla en medio de su reposo y atendimos sus heridas con la misma tela que nos cubría.
Muchos se miraban entre si pensando en lo ocurrido de uno de nosotros, incluso sus murmullos atraían supersticiones terribles de Ivy. Yo al contrario, miré a Ivy con miedo a sus moretones, no estaba aterrado, solamente deje mi furia reprimida ante una decisión que no he tomado mucho tiempo: escapar.
— ¡Hay que tomar cartas en este asunto! —di mis palabras exaltadas con una vista a mi gente y con la confianza en la palma de mi mano. —Tendremos que planear nuestra siguiente maniobra y salir de aquí todos juntos.
De tan rápido como hablé, un niño me comentó: —No tenemos la fuerza de un hombre, tampoco la astucia de una mujer. Perder la vida no es lo que ella quería.
—Nosotros no somos hombres y no somos mujeres, pero somos niños con derecho a la libertad y con mayor razonamiento que aquellos infames que nos ven como animales. Somos de carne y hueso, tenemos alma, con eso es suficiente para irnos muy lejos de ellos.
Algunos dieron un paso al frente, siguieron mi camino y se pusieron de acuerdo ante una oportunidad para huir. Otros estuvieron quietos, con sus brazos cruzados negaron mi oferta, sin embargo, tenían su boca callada en este asunto.
Comenzamos a idear cada papel en nuestra fuga, la mayoría le pareció algo tan sencillo que supusieron un fracaso avecindado. Sus indicaciones no eran un combate ante adversarios formidables, no obstante, la esperanza se tenía en pie en mí y en algunos espíritus valientes.
No había tal retraso que nos dejará sumergidos en océanos sangrientos. Si las barreras nos interponen, las demolemos, sin importar su similitud a las altas montañas, uno sigue en la dura batalla.
La noche llegó a nosotros y el plan había comenzado. Me escabullí en algunos arbustos junto con los varones para iniciar el siguiente paso. El escándalo en nuestro cuarto fue iniciado por las niñas, la atención de ellas fue atraídas por dos hombres y una mujer. Preguntaron furiosamente sobre el origen de su bullicio, ellas les informaron sobre nosotros y los dos hombres no tardaron en realizar una búsqueda.
Desde lejos pude captar a dos hombres dando órdenes a una docena de los suyos, fue así como empezamos a correr. Sabíamos que su fuerza y su agilidad era superiores a nosotros, así que tuvimos que separarnos, cada quien por su camino, no dudamos en ningún segundo en correr por nuestra cuenta.
Con tanta prisa, fui al granero; donde tenía guarda una carreta y a varios caballos inquietos. Abrí la puerta del granero con una mano temblorosa y entré sin obstáculos en mis espaldas. Tuve la fortuna de tener todo callado en medio del peligro, no tardé más de media hora para alistar a seis caballos en su posición correspondida. Con toda la carreta, fui huyendo a toda prisa.
Un humo fue reflejado en medio del paisaje, no había misterio, sólo mi sonrisa victoriosa. Las hembras que quedaron en el cuarto, empezaron a incendiar su zona; el fuego quedó como un brillo de luz desde que lo encendieron, después buscaron todo tipo de material en su disposición para expandirlo. Las patronas que quedaron de vigilancia, ordenaron a todas las niñas a salir y dirigirse al lago por un balde de agua por cada criatura, luego evacuaron junto con todas las colegas que las consideraban doncellas y con todos los niños de exhibición que los consideraban muñecos de porcelana.
Di mi cabalgata lejos del peligro mientras suplicaba en mis adentros que nunca me encuentren y que mis estrategias no sea una ilusión. Di gracias al cielo a la fortuna que no me habían encontrado. Ya estando alejado, fui al lugar acordado.
Todas las niñas se habían reunido conmigo, incluyendo a Ivy que la traían con cuidado por protección de una joven menor que ella. Los varones no eran la excepción, sin embargo, no todos se encontraban con nosotros.
Di mi carreta con la condición que fueran a los oficiales y que reportaran todo el tormento que hemos vivido. Tan mis palabras fueron concretas pero simples de seguir, su voto a tomar mi liderazgo como un camino libre no tuvieron conflicto en ello.
Subí a Ivy a la carreta con ayuda de algunos varones, luego empezaron a subirse sin organización y paciencia. Cuando todos se acomodaba en transporte, yo solté uno de los caballos y lo separé de su grupo.
Los niños me miraba con asombro y otros con rabia; como si yo fuese el que los detuviera. Ante un intento de parte de ellos en realizar una acción para detener, hablé:
—Vayan al norte y yo iré al sur. Nuestra cruzada termina aquí, amigos míos y amigas mías.
Di mis palabras con un vacío en el nudo de mi garganta y mis ojos mostraban temor por ellos; tan sólo que ellos no lo notaba. Al final de mi oración, mis labios quedaron helados, sin redactar mucho más de lo que la vida patenta antes de la muerte.
Los que escaparon vieron por primera vez en sus días encerrados una luz no opacada por las sombras de las bestias. Los que se quedaron con las bestias, su mundo se oscureció, mas gran horror hay que tener al misterio. Y finalmente sigo yo; aunque la noche y el día me hayan frustrado, mi cabalgata sigue a un horizonte: no he dejado de olvidarla.
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