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13

Todo daba vueltas en mi cabeza al punto que no podía tener mi mente firme como un mástil. Mi vista era borrosa por aclarar el escenario donde me hallaba, sin mencionar, con quiénes serían con los que me encontraría. Tenía la desorientación a mi lado junto con el mareo que me causaba náuseas, pero no me limite a darme supersticiones sin antes concluir los hechos.

Cai en un sueño que por pura fuerza bruta me había enjaulado en mis pensamientos. Hasta que la fortuna llegó y mi desmayo se  acabó. Y de aquel sueño me he levantado con claridad de la luz en mi frente y del bendito viento en mi piel.

Mis ojos se abrieron a lo desconocido: mire cómo la madera —que era soporte del techo— se volvía frágil con el pasar del tiempo; mire también cómo el polvo pintaba mi entorno en color marron que hacía ver el escenario más agonizante; por último, vi mi actuando que era difícil de describir, sólo podía captar una pieza rota que cubría la mayor parte de mi cuerpo por varias deprimentes telas cosidas, mas no quitaba su mal aspecto.

Ante los ojos de un adinerado con clase, la sitio en estar carcelado en un lugar con semejanza de un cementerio, sería la desesperación de un infame o de un inocente. Mas yo me he contenido de cualquier locura.

Los espacios del lugar son tan cerrados que el miedo se abre paso, pero la luz brilla en el lugar por medio de una puerta que por tanto intento que haga no se abre.

Me quedé quieto, sosegado en el suelo me había decidido en rendirme. Sin embargo, en un momento inesperado, la puerta dio acceso al mundo exterior, sin mencionar, que una niña y sus cómplices llegaron con una actitud de superioridad al entrar.

—No vinimos aquí a dejarte como un preso. ¡Aún mejor! Consideramos como fieles amigos por darte estancia en nuestro refugio —dijo ella.

—¿Qué gracia es esta? Me han secuestrado, me han aislado del mundo y me quitaron mis bellas prendas por una capa de harapos. Para mí han de ser rufianes todos ustedes.

—Uno para vivir tiene que arrebatar los recursos en vez de matarse en el lodo como un gusano. Hemos hecho esta acción de secuestro por dinero, pero no olvidaremos que somos como una familia para cuidarnos entre nosotros.

—Nunca seré como ustedes —aclaré.

—¡Ja! En ese caso, no recibirás estas “bellas prendas” Si no aprendes a robar. No tendrás lo tuyo si careces de inteligencia.

Así fue cómo descubrí una sombría realidad en aquellos ladrones; Comen como si fueran perros y se esconden tal como los ratones lo hacen por miedo a sus cazadores.

Habia pasado más de seis meses encerrado en este tedioso agujero. Miraba a veces cómo la luz entraba por medio de algunas grietas en las láminas, lo demás, es un relato de tragedia tras tragedia.

Desde el primer día capté a infantes menores que yo, algunos era más mayores que hasta la edad adulta se acercaba a sus cuerpos. Sin embargo, todos eran carroñeros; buscando las pertenecías de otros, alimentándose gustosamente de los recursos de otros y cargando la indecencia en sus prendas y en sus lenguas sucias expresándose vulgarmente.

Las noches solían ser una tortura por dormir en un sólido suelo. Las madrugadas eran diferentes, mas  pesado era, por ser persistente y negarme en convertirme en un cómplice de sus crímenes. Me habían condenado en volverme su criado; mucho trabajo, menos alimentos y menor libertad.

Mi menú de cada noche y día era lo mismo; las sobras de aquellos niños que comían mucho más que yo a pesar de la edad que era siempre menores que yo.

Hubo buen tiempo que tuve amigos en este asqueroso lugar que aparentemente estaban en la misma situación que yo. No duró mucho mis amistades cuando les ofrecieron en ir en un sombrío camino donde robar es vivir. Al final ellos aceptaron y en poco tiempo todos estaban en mi contra.

He conocido a personas que con tan sólo sus palabras me han atacado con sus insultos. No obstante, nadie me había puesto más obstáculos que Anastasia Miracle; una adolescente de trece años de edad que se vestía con bellas sayas que le daban la malicia por su actitud engreída.

Ella fue una de las personas que me trajeron a este lugar. No tengo le tengo ningun odio, pero cada vez que pretende darme su alianza, me empieza a irritar.

En un día lluvioso, mi cuerpo reposaba en una manta mojada mientras que mis ojos miraban el techo y escucha la caída del agua. Todo cambió cuando ella me habló:

—Dejate de perezoso. Llegó el momento que aprendas a quitar a los que ya tienen.

Olvide al lado mi sueño y me puse manos a la obra a su mandado. Todo había sido un camino lejos del agujero. Normalmente, el que está aislado puede quedar ciego por el brillo del sol que ve al salir de la zona oscura, mas mi excepción es la lluvia que nubla el día con sus lágrimas.

Fuimos directo a una plaza del mercado, nos sentamos en el suelo mojado y esperamos que el desenlace de la lluvia llegara. Pasamos una gran cantidad de tiempo viendo a la gente comprar y vender comida u objetos. Mi gorro de lana me cubría como una sombría, el pañuelo atado al mentó de Anastasia era más una forma de esconder su cabello de cualquier gentuza.

La fría tormenta nos dejaba con una lengua muda en nuestras gargantas, mi piel se combinaba con el frío y las gotas de agua, nuestros ojos sólo miraban un punto recto y nuestros oídos sólo se abrían al bullicio del pueblo.

A pesar que me había quedado seco, Anastasia tomó riendas para solamente decirme:

—Siente el aire que te golpea, porque así es el mundo contigo y conmigo: frío, tormentoso y trágico como la lluvia —sus palabras eran tan dulces como la miel y tan frágiles como un cristal —. Eres como un hermano para mí. Ahora deja ese corazón en el pasado y ven con tu nueva familia.

Aunque su voz sonaba como un ángel, sabía bien cómo era ese camino. Ante su afectó yo me negué, ante su suplica yo me negué y ante ese anti amor de esa familia yo no lo acepté.

Pero ella siguió insistiendo más y más hasta embarcar con lágrimas en sus mejillas.

— ¿Por qué sigues de terco? Te doy mi amor y una hogar donde vivir. ¡Dime, Evan! ¡Dime!

—No llamó hogar donde aquellos son tratados como perros por sus incapacidades. No hay necesidad de amarlos, porque ustedes desean causar odio por medio de sus actos.

La lluvia había aumentado junto con un diluvio que sonaba con tanto volumen en las desgracias de Anastasia. Mientras que ella daba chillidos, mi silencio marcó mi falta de importancia.

De tanto espectáculo, dos mujeres se acercaron a nosotros como un consuelo a su llanto. Miraron la tragedia de una joven desdichada por la pobreza que hasta una de ellas no resistió más su tristeza.

Una de las mujeres la puso de pie a Anastasia con una mano, mientras que con la otra extremidad cargaba su sombría. La otra me miraba con un semblante de odio, ante mi conducta con la señorita engreída, la mujer no se quedó callada sin antes darme reproches y protestas.

— ¡Que cariño es ese el que le das a esta pobre criatura! Deberías sumergirte en un mar de dolor y comenzar hacer algo por los tuyos.

No me sentía recoroso por sus palabras, era de esperarse que las aparecías engañan. Solamente me mantuve callado con la mirada baja al suelo, después escuchó sus pasos de la mujer que me indicaba que se alejaban de mí, y cuando vuelvo a verlos, me halló con una escena de afecto que tienen con Anastasia mientras la secan sus lágrimas con pañuelo blanco y la abrigan con un chal rojo junto con un abrazo cálido.

En medio de una tormenta, noto aquella ternura cambia por algo más monstruoso. En una buena acción de bondad, veo una malévola sonrisa, unos ojos de satisfacción y una actuación que nace con mentiras y engaños en una inocencia de aquello que en realidad es una oscura timidez ante sus víctimas.

Veo aquella siniestra persona cómo saca dentro de aquel chal un cuchillo de cocina. Realiza un movimiento rápido para mantener a una de las mujeres acorralada con hierro filoso en su cuello y amenazas protestadas por la atacante con el fin de causar pánico en los presentes con puras exclamaciones fuertes.

— ¡Se me van a desnudar, entregarán sus prendas y objetos de valor al niño y se me quedarán inmóviles mirando la pared!

Así nos quedamos asombrados por tal barbaridad que ni siquiera atraía a la multitud.

Ya había presenciado esa maldad en hombres y mujeres codiciosos por el dinero y la carne humana.

Pero en una niña como Anastasia; que me había llenado su falsa desdicha con ternura y simples fantasías. Me ha dado su verdad, y aún sin saber que es una ilusión, el dolor era penetrante en los corazones más frágiles y puros.

Muy triste fue para mí creer que las personas no son malas, mas sus actos de supervivencia decía lo contrario de cualquier delincuencia.

— ¡Ustedes mocosos son unos ladrones sin vergüenzas! —protestó una de las mujeres.

—En la posición que están, ustedes son las que permanecen calladas. Yo soy la que da ordenes y usted obedece si no quiere que la vida de la señora se pierda por su culpa —dijo Anastasia con un semblante serio.

Con miedo a la reacción de Anastasia y con angustia a la voluntad de ser capaz de asesinar a gente inocente, no tuvieron salida mas que captar sus peticiones.

Ante aquellos reproches, la señora se disculpa con lágrimas en los ojos y con suplicas para seguir su trato. Como acto de perdón, arroja a su rehén al suelo para empezar hacer lo pedido con las cuestiones de tener su libertad por completo. Anastasia lo tenía todo manipulado en sus manos, para entonces se enfocó en mí para darme órdenes.

—Evan, ve a buscar algo para llevar las cosas.

Ese comportamiento de Anastasia me había dejado tan perplejo que empecé a tener temor hacia a ella. Miré en todas direcciones hasta encontrar una canasta vieja y mojada por la lluvia, a pesar de sus pequeños daños, para mí seguía en un buen estado que comencé a traerla y tenerla en mis brazos.

Comenzaron a desamarrar las cintas de sus gorros, empezaron a quitarse cada encaje de su vestido junto con los corsé y las crinolinas, después se quitaron las zapatillas y las medias acompañadas con las cintas que las mantenía ajustadas.

Todo se había ido a la canasta, a excepción con sus enaguas, objetos de plata, oro y diamante que poseían en varias partes de sus cuerpos.

Anastasia no se oía tan contenta.

— ¡Van a darme todo o perderán su vida!

Las pobres muchachas, seguían oponiéndose.

—Por favor, no nos quiten todo —una de ellas se había expresado de la misma forma que miraban a Anastasia: como una pequeña ángel sin saber volar.

Su furia fue tan grande que arrancó de su cuello un collar de perlas de agua dulce. Un escalofrío corrió en mi cuerpo por la sensación de terror que les daba a las inocentes y a mí. Cuando las perlas se esparcieron en todas partes, a gran velocidad fui a buscarlas y recolectar cada una de ellas, mientras tanto, escuchaba el aliento incontrastable de voces femeninas y movimientos escandalosos.

Cuando terminé de reunir cada perla y guardarlas en una de las vestimentas de la canasta, me quedé congelado al ver una disciplina estricta en las mujeres indefensas sin tener ningún objeto con valor, con el cabello suelto mostrando cada alboroto en sus pelos y con las enaguas llenas de suciedad y mojadas por la lluvia y el sudor de su cuerpo.

Gran tragedia fue verlas posicionadas en suelo, semi desnudas ante sus pérdidas y atadas con el mismo chal que han dando con el corazón a una criatura de dos caras. Una quedó firme forzosamente con las rodillas juntas y la mirada a la pared. Otra quedó con las piernas muy abiertas como tijeras y con la vista cegada por el pañuelo de Anastasia; aparte de ser útil de cubrir su cabello, prefirió usarlo como una sentencia en los ojos de la señora.

—Si han de moverse o pedir ayuda con gritos, les meteré este cuchillo en donde más les duele —aclaró con enojo.

Ellas seguían llorando tanto que sus ojos se entonaron de un color rojo sangriento. Sin embargo, el silencio de sus bocas era más tétrico sumando su terrible apariencia que llenaba a cualquiera un infarto.

Entonces dije: —Anastasia, creo que no debemos...

Pero ella me interrumpe: —Evan, trae la canasta porque nos marchamos —ordena de forma que sus palabras sonarán frías y al mismo tiempo suaves.

Sin pucheros, hice caso y nuestro camino se dividió en dos. Cada pasó que daba hacia la dirección donde Anastasia nos guiaba, mi corazón se partían en dos pedazos que hasta pude adolecer con ellas por la vergüenza que han pasado, por la dignidad que han perdido y por toda su confianza en unos desconocidos. Todo para ser simples presas de los  cuervos que no tienen piedad de gente que solamente da su humildad. Al fin y al cabo me aterra seguir en ese sendero, mas las opciones de escapar de sus enseñanzas, se convirtió en una montaña difícil de escalar.

•••

El ambiente se volvió más pasivo, con menor calma y dejando al olvido el asunto. Mas la desgracia se marcaba en mis ojos, y en mi boca no hay reclamo para darle con resentimiento hacía esa chica. Mi odio se transforma en tristeza por el caos que hago a la gente. No estoy bien, estoy destrozado.

Si he de querer sufrir, recargo en mi espalda mis condenas. Si he de lamentar, sería por mis crímenes que aún no han sido juzgados.

—Debes sonreír, lo hiciste bien. A partir de ahora, nos cuidamos entre nosotros como una hermandad unida por un código —decía con una sonrisa mientras sus risas expandía un aura positiva.

Un triunfo que agoniza mi espíritu, da privilegio a la joven para ocasionar maldades. Mientras ella ríe, yo observó como un completo siervo de sus actos.

—Ven, tenemos que seguir —dijo con un semblante serio.

Entonces, me reveló ante ella, y me llené de valor para demostrarlo con mi lengua.

—No. Pura es mi luz, y por lo tanto, aborrezco cualquier oscuridad que me enrede en sus mentiras. Tus intentos son un desperdicio, Anastasia; me volveré limpio de pecados sin importar los errores que he cometido en mi pasado.

A pesar que mis palabras fueron tan claras de entender, ella negó por completo mi libertad. Agitaba a cada momento su cabeza con señal de decir “no” a mi expresión.

Su reacción fue perdiendo la cordura ante un disgusto que venía como un veneno. Luego, de repente se volvió agresiva sin que yo tuviera posibilidades de defenderme.

Me dio un empujón provocando que me cayera al suelo. Estaba tumbado, y lo primero que veo, es cuando ella pone sus piernas con todo su peso de su cuerpo en mis rodillas. Intenté de moverla con ambos brazos, mas no conté con su habilidad de capturar velozmente mis extremidades con una sola mano.

En medio del conflicto, pude ver sus lágrimas caer en mi rostro, y al mismo tiempo, vi su expresión de horror al extender una mano en el aire con un cuchillo en la palma.

No había forma de parar mi destino, como también no había soluciones de librarme de su agarra. Me sentía confundido, pero a la vez asustado por el resultado inesperado.

—Perdón… —soltó un chillido y desató un océano de lágrimas en sus ojos —Tienes que aprender…

Con fuerza puso mis brazos estiradas arriba de mi cabeza. Con su arma me dio un corte en mi antebrazo que ocasionó un grito salido de mi boca
y un dolor infinito en mi piel. Nuevamente, levantó el cuchillo, y en vez de darme otra cicatriz, decidió darme con todas sus fuerzas un golpe en mi frente con el talón del objeto filoso.

Después de aquella escena, todo se oscureció.

De pronto, la luz vino a mis ojos como un ángel protector. Nuevamente desperté en la pesadilla que yo menos deseaba. Sin embargo, todo era diferente.

En la noche no había gente que nos molestará. Algunas gotas de lo que sobraba de la lluvia era la melodia en mis oídos que caían en cualquier lugar, el resto, solamente era silencio y un vacío profundo que provocaba paz.

Al inicio no hubo nada colorido, ahora estando abrigado(con una frazada desconocida) y junto con Anastasia abrazándome, el anhelo de su cariño y su preocupación en mí floreció en medio de la deprimente miseria que había en nuestra pobreza.


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