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Capítulo 8: No todo es color de rosa - Mauro

***Este capítulo puede tocar sensibilidades***


—Yo también quiero saber cómo se siente tener a una chica. Siempre nos han dicho lo genial y especial que es. Nuestros otros compañeros ya se han ido y estoy seguro de que son felices. Más felices que aquí.

Con esas palabras, Mauro había dejado en claro lo que añoraba.

Desde niño, la ilusión de tener a una Eva había dominado su ser. Veía a sus amigos pasar pruebas y él se esforzaba para ser tan bueno como ellos. Sentía que Tomas era el mejor de los tres, sin embargo, el Edén lo descartó por motivos desconocidos para él.

Eso le causó preocupación. No quiso ponerse con la actitud de Christopher para que el Edén no lo tachara de problemático, y tampoco sabía si quizá, sin saber, también iba a ser descartado por motivos extraños.

Se distanció de Christopher un poco para concentrarse más en prepararse para ser un buen Adán, y así, lograrlo sin meterse en problemas.

Cuando salió compatible con Karen se sintió feliz y realizado. Al fin saldría al mundo, llevaría una vida plena con muchas satisfacciones, acompañaría a su Eva y todo sería perfecto.

Ya no iba a ver los odiosos muros de los que también estaba cansado. Ya no iba a estar solo en las noches. Iba a poder hablar con su chica, saber lo que se sentía tocarla, qué tan suave era, si lo que decía su libro virtual era verdad.

Si las nubes del exterior eran reales, si la comida era más rica, si su Eva le iba a dar el calor del cariño que no había tenido en el Edén, ese que se le presentaba en hologramas sin rostro y genéricos, de parejas juntas y alegres.


Cuando la puerta se abrió y vio a la joven de cabello rizado y largo, quedó encantado. Ella estaba muy feliz de finalmente poder verlo luego de las conversaciones del chat.

Como era una hija del Heaven, no había tenido un periodo pre aprobatorio como lo estaba teniendo Christopher, pues era considerado que las hijas del Heaven ya sabían mejor cómo lidiar con un hombre.

Aunque, él se preguntaba en qué momento ella le brindaría caricias, lo tomaría de la mano, o tantas cosas que había visto.


—Les presento a mi Adán —había dicho mientras lo mostraba a sus amigas, a su familia.

Familia en la que pudo notar que el padre, un hombre como él, que había estado en el Edén como él, no le mencionaba nada sobre cómo había sido vivir ahí para él, de hecho, casi ni hablaba.

Como iban a vivir en otra casa, pensó que era simplemente irrelevante el tratar de hacer amistad con alguien más.

Aquella noche su dron le hizo dormir en otra habitación con el decir de que su Eva debía tener su espacio. Él solo dormiría con ella cuando ella así lo solicitara, mientras tanto, él tenía su habitación para estar.

No quería incomodar a su Eva en lo más mínimo, así que aceptó.

Al día siguiente fue lo mismo. Las amigas de la chica llegaron a visitar y todas estaban viendo vestidos y joyería. Las chicas se le acercaban y lo miraban, le palpaban los brazos.

—Se parece al Adán de Flor.

—Ay, no, tonta, el suyo es muy aburrido, este tiene más viveza en los ojos.

—¿Sabes hacer algo especial? —quiso saber otra con curiosidad.

Pero no le dieron tiempo a responder, pues siguieron hablando.

—¡Oh! El de Patricia sabe subir a los árboles.

—El de Pamela sabe nadar muy bien. Tiene unos muy buenos brazos.

Sonaron emocionadas por ese comentario.

Mauro sintió que era como un accesorio más, pero ver a su bonita Eva feliz por lo que decían otras, le hizo restarle importancia. Así eran las cosas, era un Adán, listo para su chica, listo para complacerla y acompañarla. Ese era el motivo por el que había salido del Edén.

El propósito de todos los hombres.


Esa noche, en su bienvenida, hubo otros invitados, por supuesto las amigas de Karen y muchas otras que quisieran ir. La entrada era libre, solo había que ir muy bien vestido. Muchas otras iban con sus hombres, quienes casi no se hablaban entre ellos, solo las mujeres lo hacían.

—¿Puedes traerme un jugo de cerezas? —le decía una a su compañero.

—A mí también, por favor —agregaba otra mandando a su Adán de prisa.

Mauro veía cómo todos en realidad hacían lo que sus Evas les pidieran, así que él iba a hacer lo mismo para que Karen estuviera feliz.

La chica hablaba y reía con sus amigas, un par tenía a un compañero, y las otras no todavía. Esos chicos a veces tenían la mirada perdida, pensando en otras cosas. ¿En qué sería?

A veces sus miradas cruzaban, pero solo recibía asentimientos leves a modo de saludo, o labios formando una sola línea.

—Hola, hola, hola —saludó Carmela acercándose al grupo.

—¡Ahhh! Señora Carmela —saludó una chica mientras las otras la seguían en el gesto.

—¡Qué guapas están hoy! Pero por favor, no me digan señora.

—No, no, pero si los años no pasan —se reían.

La mujer plantó los ojos en Mauro y mostró su amplia sonrisa.

—Pero ¡qué tenemos aquí! —se acercó a abrazar a Karen—. ¡Está hermoso, felicidades!

La chica agradecía entre risas y un poco de rubor en sus mejillas.

—Se llama Mauro —agregó con emoción—, es por él y otros dos más que tenemos esta fiesta de bienvenida.

—Encantada —dijo Carmela viniendo al chico y posando su mano por su brazo y luego por su pecho. Él pudo disfrutar del aroma intenso de la mujer que tenía un porte muy elegante—. Me lo vas a tener que prestar —murmuró en todo juguetón—, si quieres que le explique un poco cómo ser un perfecto caballero.

Karen dudó un segundo, pero continuó risueña.

—Pero claro que por supuesto —aceptó en el mismo tono juguetón.

—Perfecto —la mujer volvió a tocar el pecho del joven, haciendo que se sintiera extraño—. Tranquila, está en buenas manos, soy una experta. Este chico no va a fallar en nada de lo que necesites. Paul —llamó a su esposo y este se acercó—. Ve escoltándolo.

El hombre de profundos ojos verdes le ofreció una leve sonrisa.

—Por aquí, por favor.

Mauro lo siguió, volteó a ver a su Eva, y ella solo le ofreció una sonrisa despreocupada para luego continuar parloteando con sus amigas, quienes seguían eufóricas.


Estando cerca de una habitación, una de las tantas en las que algunas mujeres se quedaban, ya fuera por cansancio, porque ya era tarde, o porque no querían volver a casa todavía luego de la fiesta, Carmela les dio alcance.

—Gracias, Paul —dijo y se dirigió al joven mientras caminaban—. Y dime, qué bonito muchacho que eres —estaba satisfecha—, ¿estás feliz de estar aquí?

Él estaba algo sorprendido, pues casi nadie le había dirigido la palabra, y de hacerlo, no habían esperado a que él respondiera. Sonrió apenas.

—Sí. Estoy contento con mi Eva, señorita.

—Me alegra, me alegra mucho, no sabes cuanto —respondió ella en ese tono animado.

El chico sonrió un poco más. Entraron a la habitación y Paul se quedó en el marco de la puerta.

Había una cama muy grande y elegante, nada comparada a las pequeñas del Edén en donde él durmió por dieciocho años, ni la que tenía en su nueva casa.

—Oh... —Volteó y dio un respingo al encontrarse con la mujer ya ahí, quien posó sus manos en su pecho.

—Te ves tan fresco. Te voy a enseñar algo grandioso.

—P-pero...

—¿Sí?

—Siempre me dijeron que mi Eva me enseñaría todo.

—Bah, tranquilo —susurró y se empinó para darle un beso en el mentón—. Los buenos chicos aceptan las enseñanzas de cualquier Eva. Eres un buen chico, ¿no?

—Creo...

—¿Qué haces? Cierra la puerta, Paul —dijo impaciente, pero manteniendo la compostura.

El hombre reaccionó y asintió, retirándose.

La mujer sonrió de lado y regresó su atención a Mauro.

—Así que, Mauro, cuéntame sobre tu vida en el Edén —le pidió mientras le desabrochaba la camisa.

—Eh...Tengo... Digo, tenía... dos amigos. —Cuando ella besó su mentón, volvió a dar un respingo—. Uh, lo siento, pero ¿qué hace? —Aunque se sintió mal por cuestionarla, sintió que no estaba en el derecho de hacerlo.

No quería que le dijeran a Karen que era un maleducado.

—Tranquilo, esto te va a gustar. Es tu bienvenida personal. Así vas a aprender mucho de aquí —le habló suave mientras le acariciaba el pecho—. Dime más. Estos chicos, ¿cómo se llamaban?

Ella sabía que los hombres, sobre todo los jóvenes, eran completamente fáciles de convencer. Con un par de toques caían a su merced y terminaba encantándoles lo que ella hacía. Además, debían obedecer, ella había crecido con esa enseñanza, así que nadie se le podía negar.

—Uhm, Tomas y Christopher. Aunque Tomas se quedó aislado, eso le enojó a mi otro amigo... —La mujer le bajó la ropa interior, para su sorpresa, y lo hizo sentarse de golpe.

La vio desnudarse con elegancia, el calor subió a sus mejillas, y no supo ya ni qué decir, ni cómo actuar.

Le habían enseñado de respeto, así que retiró la vista sin saber qué era lo que estaba pasando. Sin embargo, la mujer tomó su mentón para hacer que la mire de frente.

—Está bien, puedes mirar —insistió mientras subía a horcajadas sobre él.

Le robó el aliento con un beso y lo poseyó, dejando que él ventilara esa nueva y desconocida sensación de placer en un bajo gemido.

Paul, del otro lado de la puerta, solo bajó la vista y se alejó.


Mauro no sabía lo que pasaba, ni siquiera estaba seguro de si era correcto que le estuviera pasando eso o no. La mujer lo dominó con destreza mientras él respiraba de forma entrecortada.

Cerró los ojos y, por unos segundos, su mente escapó pensando en Karen, en si sabría lo que le estaba pasando.

No... No quería estar ahí... Ya no quería estar en su propio cuerpo.


—Esto no pasó —le susurró Carmela, luego de acabar con su inocencia—. Así que no le digas a tu Eva, pero debes agradecerme que te he enseñado cómo satisfacerla, ¿sí?

El chico de cabello rizado solo la veía con ojos muy abiertos luego de haber llegado al clímax por primera vez, aunque sin haberlo deseado al inicio. No podía negar que había sido delicioso, pero luego del calor, venía el frío.

La fría decepción. Él había querido una Eva que lo quisiera solo para ella, que le diera su cariño, que lo llevara a casa y estar siempre con ella. Ahora sentía que algo no andaba bien, descubría que el mundo fuera del Edén era desapegado a esos principios.

A su Eva no le interesó dárselo a esa mujer para que ella lo llevara a la cama y le hiciera conocer algo que nunca había experimentado. Algo que, de hecho, habría preferido que fuera con la chica a la que se sentía atraído gracias a la buena compatibilidad.

Una especie de velo se había roto y caído de su mente. Una sensación extraña se le instaló en el pecho.

—¿Qué esperas? —preguntó impaciente Carmela mientras se vestía.

Él reaccionó y se cubrió parcialmente con la sábana.

—G-gracias —murmuró bajando la vista.


Al ver que Christopher parecía tener a una Eva que sí lo apreciaba, que sí lo llevaba de la mano y parecía dulce, le dio rabia ver que este no le diera importancia. ¡Cuánto él había querido que su chica fuese así!

Karen lo había invitado a dormir con ella una sola vez, pero no habían hecho nada. Cuando se atrevió a preguntarle ella solo dijo...

—Es que me han dicho que duele un poco a veces. Mejor después, total, no creo que lo necesitemos, podemos incubar a un bebé.

Él temía que su chica no estuviera satisfecha con él, que no lo deseara. Se preguntaba si quizá había hecho algo malo, ¿por qué su Eva no lo invitaba a su cama?

Cuando buscó a Christopher a ver si ya estaba con su chica, escuchó el alboroto y los vio. Al notar que Carmela estaba intentando llevárselo, quiso armar alguna distracción, sin importarle que algún dron supiera que fingía y le diera una descarga eléctrica.

Tomó el contenedor con jugo, con un leve temblor en las manos, y se acercó para armar el escándalo.


***

Nota: Les dije que esta novela les podía enojarmás que Adán :"v pero esta es una problemática que he querido tocar. Bueno, aver si Carmela recibe su merecido o no, lamentablemente hoy en día muchosabusadores no lo reciben :"v pero ya se verá...

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