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Capítulo 38: Lo primero y lo último

Magda caminaba de un lado a otro, hasta que, al ver a un floter dorado venir a la distancia, las ansias la dominaron.

Cuando el aparato se detuvo frente a su puerta y vio a su hija bajar, pudo soltar aire. Se acercó de prisa y la abrazó.

—Por todos los mares, ¿qué te hicieron esas arpías? Más les vale que no te hayan tocado. ¿Por qué te retuvieron?

—Mamá, estoy bien. —La chica se apartó—. Me retuvieron por tu culpa, por cierto.

Magda formó una línea con los labios.

—Ay, hija, no es así, son ellas...

—¡Intentaste robarte al Adán de Aria! ¿Por eso me hiciste salir de casa?

—Tú no entiendes. Esas mujeres merecen que alguien les destruya su sociedad dizque perfecta.

—¡Déjalas vivir su vida! ¡Ellas quieren estar ahí con los hombres! ¡¿Y qué?! No nos afecta. No los necesitamos. ¡Deja de querer meterte en problemas!

—¿Acaso no es un Adán lo que siempre quisiste?

—¡No, siempre quise a Aria, el resto no importa!

Magda quedó perpleja.

—¿Entonces qué? ¿Es por eso que no pasaste las primeras etapas de la selección para Eva?

—Sí. Y porque no quería que pusieras las manos sobre algún chico. Porque conocía tu plan, aunque no sabía que ibas a ser capaz de tanto.

—Pues de nada te ha servido, ella te ha olvidado. Las verdaderas amistades no existen.

—No, mamá, no me ha olvidado. Y está bien si no me corresponde, la amo como a una hermana y quiero que sea feliz. No te metas con las mujeres del Edén porque eso también la afectaría.

—Estás confundida. No te puede gustar tu amiga. Eso lo has sacado por vivir en esta sociedad. Si vieras a un Adán...

—He visto a los hombres y, créeme, no somos tan diferentes. A ellos también les puede pasar lo que a nosotras.

—¿Qué quieres decir?

—Que también... —Apretó los labios. Había hablado demás—. Nada que te deba importar.

—No. Ahora mismo me dices.

Stacy entró a la casa y su madre la siguió.


***

Luego de una cena un tanto incómoda en casa de Karen, luego de que ella bajara con Mauro, ya un poco mejor, pero en silencio, fueron cada uno a alguna de las habitaciones que ella les ofreció.

Andrea dijo que iba a hacer un video, o algo como una presentación, hablando sobre lo que ocurría en el Edén. De todas formas, le habían dado una semana para tener un Adán de manera oficial, o tendría que irse de ahí.

Christopher y Aria entraron a la habitación y ella cerró bien la puerta.

—Así se cierra para que nadie escuche —dijo un tanto en broma, tocando un botón que opacó de forma más oscura la resina translúcida de la que estaba hecha la puerta.

Chris rió en silencio.

—Ojalá logremos convencer a muchos.

Aria suspiró.

—Mira... —Llevó sus manos al pecho de su chico—. Los Adanes han sido criados para estar con su Eva, muchos no van a entender de lo que hablan, así que... No quisiera que te esperances en lograr un cambio, al menos no pronto. ¿Sí?

Christopher bajó la vista con desanimo, pero asintió.

—Sí, entiendo.

—Ellos han crecido con la idea de que le pertenecen a su Eva y no deben hacer nada para ponerla triste. No va a ser fácil convencerlos de que puede haber una "mejor vida", porque la que ya tienen les parece la correcta. Además, las Evas no van a querer dejarlos tampoco.

—Sí...

—Pero, bueno —se encogió de hombros—, podemos de todas formas dejarles el mensaje, y además convencer al Edén de que dejen libres a los hombres aquí también. Que dejen de separar familias. De nada sirve si nos vamos a otra ciudad y dejamos aquí todo tal y como es.

Él volvió a asentir.

—Sí, tienes razón, es más importante cambiar las cosas aquí que escapar.

—Vamos a lograrlo. Pero guarda ese drive, solo por si acaso. No vaya a ser que la Carmela se aloque y quiera encerrarlos.

El chico rio entre dientes y negó. A ella le fascinaba su risa. Era musical, varonil, diferente a las de ellas, y adornada por los hoyuelos en sus mejillas.

Se empinó y lo besó.

Christopher tomó el rostro de la joven para sentirla más contra sí, sus brazos bajaron y la apretó contra su cuerpo, devorando sus labios.

Ella le parecía hermosa. Su aroma suave era lo que quería disfrutar siempre. Le daba su lugar a él, a sus amigos, a todos los humanos. Lo había defendido. Él estaba más que dispuesto a protegerla y cuidarla por el resto de su vida como un buen Adán hacía, pero no solo porque ese era su propósito, sino que también sentía que...

Sentía que...

—Te amo —soltaron sus labios.

Ella lo quedó viendo, sus mejillas calentándose. Sonrió sin poder evitarlo, sintiendo sus latidos volverse locos.

—¿Qué dices? —La idea de que ellos eran "obligados" a amarlas, no la dejó ver la sinceridad en las palabras del chico.

—Sí. Te amo como un Adán puede amar a su Eva.

Ella negó, mirándolo con dulzura.

—No tienes que decirlo. Lo sé. —Ella sentía que solo se lo decía por ese motivo, porque la escuchó decirlo y porque para eso fue criado.

Tal vez otros podían amar a sus Evas en verdad por haber sido compatibles, pero en el caso de ellos fue diferente. Chris engañó al sistema de algún modo y la "eligió".

Volvió a besarlo. Fuera como fuera, iba a disfrutar de él el tiempo que lo tuviera, y por supuesto que lo quería mucho, por eso mismo era que lo quería ver libre, a él a los demás. Sus amigos, a Paul, incluso a Gustav. A los otros Adanes de las chicas que conoció...

Pero se concentraría en eso luego, al menos luego de esa noche, en la que iba a hacerle el amor como si todo ahí afuera fuese perfecto, como si él fuese su Adán decretado por las máquinas del proyecto Eva.

Sin prisa, le levantó la camiseta y recorrió sus músculos suavemente marcados. Le mordió el labio inferior. Él sonrió y le correspondió con otra suave mordida, subiendo sus manos por la blusa de la chica.

Se deshicieron de las prendas más grandes con paciencia sin dejar de besarse, sin dejar de tocarse.

Él la admiraba sentado al borde del colchón mientras ella giraba en esa ropa interior de tela suave y semi translúcida. Aria movió su cabello con una mano y rió algo avergonzada, sintiendo sus mejillas muy calientes.

Christopher dio un respiro hondo y se removió recorriendo el cuerpo de la chica mientras ella tocaba los costados de su panti y dejaba que esta cayera mientras se acercaba a él.

Subió a él, jadeando al sentir su cuerpo ardoroso por completo. Él se dejó caer en el colchón y la besó tras gruñir bajo, sintiéndola contra toda su piel, sus formas, apretando su carne con sus manos.

Su apetito por la chica era voraz, sentía que nunca se iría, y definitivamente no haría lo que Gustav hacía. Solo deseaba a su Eva y así sería siempre.

Se enterró despacio en el ardiente centro de la chica arrancándole un suave y bonito gemido. Jadeó mientras ella empezaba a moverse lento sobre él, besando sus labios y silenciando su placer. Sus formas rozándole en pecho y sus manos aferradas a sus caderas que danzaban.

Respiró entre dientes y jadeó al verla levantarse y aferrarse a sus pectorales para poseerlo, tan segura de sí misma, con una mirada cargada de deseo, con sonrisas cómplices, íntimos, como solo podían ser Adán y Eva, solos, en un paraíso temporal. Un paraíso momentáneo.


***

Carmela llegaba a su casa, pero otro floter se detuvo detrás del suyo y Gustav bajó de este, con el enojo notándose en sus ojos celestes.

—Carmela, ¿qué significa esto? —Llevaba el brazalete de Eva de Mariel.

Tocó un botón y se pudo escuchar la voz de la mujer pidiéndole a Paul que dejara a su Eva.

Carmela abrió mucho los ojos. La respiración se le cortó y miró al hombre con espanto.


Paul respondió la llamada de Andrea y sonrió al verla.

—Estamos en el Heaven de nuevo —le avisó—, pero pudimos conseguir algo. La ciudad parece que sí existe, aunque de no existir, bueno, igual queremos cambiar las cosas para los hombres.

—Saben que eso es difícil, ¿verdad?

—Poco a poco. —Se encogió de hombros.

—¿Puedes avisarle a Chris, cuando sea posible, que quisiera hablar con él?

—Claro. ¿Pasó algo?

—Solo averigüé... sobre su pasado, su familia, pero siento que le afectaría mucho.

Andrea suspiró.

—Creo que él ya se hace una idea de lo que pasó. El Edén ha hecho cosas malas. Descuida, le avisaré.

—Gracias.

—Mañana vamos a ir al Edén de nuevo a hablar con la líder. Hoy no pudimos, además mamá, que estaba ahí, me ha dado una semana para tener un Adán, pero como eso no va a pasar, me voy, aunque contigo.

Paul se sorprendió. Sonrió apenas, pero negó.

—Ustedes pueden iniciar una vida fuera de aquí, no van a poder convencer al Edén. Llevan haciendo lo mismo por décadas. Lo he visto. —Entristeció levemente recordando todo lo que vio—. No van a cambiar.

—Bueno, si no quieren cambiar, nos vamos. No voy a irme sin ti, papá. Te amo. Y Tomas también —agregó—, es solo que es tímido como tú.

Paul dio una corta risa en silencio.

—Te veo luego entonces —le dijo para calmarla, ya que de todas formas le iba a ser difícil dejar la única clase de vida que conocía. La única clase de vida para la que fue criado.

—¿Entonces sí te vas a perseguir esa fantasía? —preguntó Carmela con enojo.

Paul volteó y se puso de pie. Había estado averiguando más en el escritorio de la mujer. Vio a Gustav cerca de la entrada de la habitación y frunció el ceño.

—Bueno, si es que voy con ellos, podría solo visitar. Son mis hijos después de todo —retó.

—No. No vas a ir a ningún lado. Me perteneces. —Carmela estaba muy alterada, pero lo cubría bien.

—¿Por qué no? Ni siquiera he dicho que voy a dejarte para siempre...

—¡Lo que deberías estar haciendo en convencer a tu hija de dejar esas fantasías y aceptar a un Adán! ¡Sin embargo la secundas para que deje a su madre!

—Voy a ir con ellos y no vas a impedirlo. Siempre he hecho lo que pides. Y ahora que quiero distraerme un rato, ahora que te pido un solo favor, el favor de dejarme ir, con la promesa de que voy a volver a ti, no quieres. No te entiendo.

—Esos chicos son una mala influencia para ti, ¡incluso mi dron me ha mostrado imágenes tuyas muy cerca de Mariel!

El hombre abrió los brazos y los dejó caer, incrédulo por lo que escuchaba.

—¡Te acuestas con su esposo! ¡¿Y yo no puedo siquiera conversar con ella?!

—¡No me alces la voz!

—¡Respóndeme!

Carmela quedó muda. Tragó saliva con dificultad y asintió.

—Entonces, así es como estamos.

—No. No me cambies de tema ahora. Solo responde, ¿por qué no quieres que vaya? ¿Y por qué te molestas si solo hablé con tu amiga? Es tu amiga, por todos los cielos.

—¿Te gusta? —preguntó con amargura.

Paul resopló.

—¿Sabes? Sí. Quizá me agrada más de lo normal.

—¡¿Y así quieres que te deje ir con esos muchachos?!

—¡No tiene nada que ver!

Carmela apretó los labios y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Este ya no eres tú. Mi Paul se fue hace tiempo.

—¿Qué? —Resopló—. Bueno. Olvídalo. Me voy.

—No. ¡No, Paul! —pero el hombre solo volteó, negando con la cabeza—. ¡Paul, te estoy hablando! ¡No vas a ir!

Sin embargo, él no la escuchó. La mujer gruñó con rabia en llanto, sintiéndose fuera de sí, cegada por la envidia y la cólera que le generaba que él estuviera teniendo una vida fuera de su círculo de ella.

—¡Bien, mataré a los hombres encerrados en el Edén! —amenazó yendo hacia su escritorio.

Paul se espantó y regresó de inmediato.

—¡¿Qué...?! ¡No puedes hacer eso!

La mujer buscó en su escritorio y volteó a mirarlo con los ojos llenos de lágrimas.

—¡Esto empezó por culpa de ellos, que no nos sirven de nada, solo gastan aire! ¡Se los quitaré!

Buscó el comando para cortar el oxígeno en aquella área. Paul corrió a buscar algo con la vista, con lo que pudiera detenerla, en su desesperación. Tomó uno de los adornos pesados en punta de metal. Gustav quiso detenerlo, pero de un empujón, se deshizo de él.

—¡Carmela, no! —pidió y quiso golpear el escritorio antes de que ella terminara de entrar la orden.

Ella le tomó los brazos y forcejearon.

—¡NO ME ATAQUES!

Pero él solo quería destruir el cristal del escritorio. Al ser más fuerte, logró salir del agarre de la mujer y golpear la superficie.

El material se hizo una grieta y la imagen se partió. Volvió a hacerlo mientras Carmela gritaba y el material finalmente cedió.

Carmela, fuera de sí, asustada y alterada, agarró el adorno y lo golpeó. El dron, al detectar el ataque del hombre, había llegado veloz y le disparó un láser en un milisegundo.

Se formó un silencio de pronto.

Gustav, pasmado e incapaz de respirar, miró a los costados y se fue corriendo.

La mujer quedó con los ojos muy abiertos, respirando agitada. Dejó el adorno, que cayó pesado al suelo alfombrado, y sus manos temblorosas cubrieron su boca.

Paul sangraba por la cabeza, en donde recibió el golpe, pero más por el pecho, en donde el dron lo había atacado.

—¿Carmela? —murmuró debilidad.

La mujer reaccionó y empezó a quejarse por la sangre que veía. Las alarmas de la casa empezaron a sonar.

—Herido. Herido. Se recomienda llevarlo a una cápsula de sanación. Herido. Herido... —repetía Tesi.

Carmela lo sostuvo, hecha un lío, en llanto, en pánico. Lo recostó en sus piernas todavía sin saber qué hacer.

—Mi Paul —sollozó—. ¡Mi Paul!

El hombre le preguntaba "por qué" con la mirada, incapaz de articular palabra. Ella, continuó llorando y empezó a acariciarle el cabello.

—Mi Paul. No vas a dejarme —sollozó.

—Herido. Herido. Llevarlo a una cápsula de sanación —vino a decir su dron.

Pero la mujer, temiendo que Paul dijera lo que ella iba a hacer, apretó los labios ahogando un sollozo, y continuó acariciando a su esposo, repitiendo su nombre en llanto, sufriendo porque, al final, quienes ya se lo habían arrebatado eran Christopher y sus amigos.

Le habían hecho creer que la vida lejos de ella era mejor. Ellos le habían quitado a su Paul.

En la mente del hombre se repetía la imagen de Mariel, sonriéndole con dulzura, y solo unas cuantas palabras...

"Vámonos, tú y yo..."

"Sí..." Su propia voz. "Voy contigo..."

"Vamos a un lugar en donde tú no tengas que sentir que no tienes un Adán, y en donde yo no sienta que no tengo a una Eva..."

Y sonrió...

—Paul —Carmela le acariciaba la mejilla con lágrimas incesantes.


"Lo primero que verás del mundo exterior será a tu Eva y, muy probablemente, también lo último..."


***

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