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Capítulo 30: Círculos sociales

Carmela se sentó frente a su escritorio. Suspiró satisfecha, había dormido bien y estaba lista para ver las noticias. Revisó su caso en el Edén y la sonrisa se le borró al ver que uno estaba todavía en proceso, pero el más importante estaba "cancelado".

Chasqueó los dientes.

—Estas inútiles —refunfuñó—. Desde que salí han decaído. —Tocó el botón de la holo-llamada.

El holograma de la guardiana de turno apareció frente a ella.

—Buenos días, señora Carmela.

—No son buenos. ¿Cómo es eso de que han cancelado el caso del Adán de mi hija?

La mujer revisó en su escritorio.

—Bueno, ella ha mandado su renuncia al muchacho.

—Ya, pero eso es aparte. Abrí el caso para que vieran que no pudo satisfacerla en la cama. Debería estar ahora mismo de camino al Edén para ser aislado por ser impotente.

—Esta mañana el sistema se actualizó y mostró que ya tuvo actividad sexual, por eso desestimamos el caso. Pero esperamos que eso la alivie, señora.

Sin embargo, a Carmela le temblaba un ojo.

—N-no entiendo... Mi hija renunció a él.

—Pero siguen juntos, ¿no? Quizá ahora lo revoque.

Carmela dejó de mover la pierna de forma nerviosa y revisó el sistema de EDy. Era verdad que indicaba que el chico había tenido una noche de intimidad.

—Sigan con el otro caso —dijo con recelo y cortó la comunicación.

Revisó con prisa en el sistema del dron de Andrea, pero ahí no figuraba nada. La mujer abrió la boca con molestia y resopló entrecerrando los ojos. Se cruzó de brazos. Ninguna de sus amigas pasó la noche ahí, ya que solo las nuevas Evas podían. No podía ser...

—Muy bien. Se cree que puede hacer lo que guste.

Se puso de pie. Era el colmo. Parecía que todos pasaban de ella, que ya no tenía la autoridad que antes tenía cuando era guardiana. Volvió a resoplar y recibió la copa de vino que su dron le alcanzó al detectar su alto estrés.

Cayó sentada de nuevo en su escritorio y se puso a rellenar unas formas. Luego de terminar, hizo otra llamada.

Frente a ella apareció Isidora, quien le sonrió con su amabilidad de siempre.


***

Aria continuaba tallando. Tenía una sonrisa leve impregnada en el rostro, no dejaba de pensar en la noche anterior. Su cuerpo latía.

Su sonrisa se amplió al sentir esos fuertes y firmes brazos rodearla por la espalda. Le brindaba su calor corporal mientras la apretaba contra sí.

—Chris...

—Nos quieren hacer ir por alguna razón, así que solo venía a decirte hasta luego. —Besó su mejilla.

Ella se intrigó y volteó para verlo salir del taller. Él lo notó y le dedicó una mirada iluminada por esa sonrisa traviesa con hoyuelos marcados. Parpadeó confundida, pero vio que se encontró con Mauro en el pasadizo y se fueron, así que se encogió de hombros y siguió con lo suyo.


Los chicos fueron instruidos en el manejo de los aparatos para preparar comida, aunque la mayoría ya había aprendido a manejarlos, algunos todavía dudaban.

Les hicieron preparar una rápida cena y luego los drones los llevaron a la playa. Los diez chicos estaban confundidos, pero cuando vieron que los drones sacaron unos balones de unas escotillas tras unas rocas, sonrieron.

No tardaron en empezar a jugar con ellas, a patearlas, a intentar quitárselas. Los drones solo observaban su comportamiento y tomaban datos.

—Entonces, dormiste con Aria —murmuró Tomas lanzando una pelota al aire y recibiéndola con las manos.

—Sí. —Christopher no pudo evitar que las comisuras de sus labios se elevaran, pero igual trató de evitarlo.

—¿Lo hicieron? —quiso saber Mauro siendo nada discreto.

Christopher apretó los labios.

—¿Hacer qué?

—Lo que estás pensando. Por lo que tu cara se está empezando a poner roja.

—¡Qué chismoso que eres! —se defendió con una sonrisa de vergüenza.

—¿Qué? Te recuerdo que es mi Eva —Tomas lo señaló de forma acusatoria, aunque con un atisbo de diversión en el rostro.

—Y-yo... —Retrocedió un par de pasos al ver que ambos chicos lo rodeaban—. N-no fue mi intensión. ¡Bueno, sí, pero...!

—¡Ah! —Tomas le arrojó el balón y Chris lo bloqueó con el antebrazo.

Lo agarró y se lo arrojó de vuelta, haciendo que se quejara, pero riera al segundo siguiente.

—Ella fue mi Eva primero, la quiero, yo la escogí —se excusó y recibió otro pelotazo con arena.

Rió.

—Bueno, te la dejo, pero solo porque estoy de buen humor. Además, ella te quiere también. ¡Ahora dame ese balón!

Christopher se lo lanzó a Mauro quien la pateó y se fue corriendo. Los otros dos salieron tras él entre risas. Se empujaron, se hicieron tropezar y en segundos eran todo risas y arena.

La pelota se fue rebotando y Tomas quiso ponerse de pie, pero Mauro lo aplastó contra la arena.

—¡Quítate! —Corrió como pudo, pero Christopher, que fue tras él, se tropezó y le agarró la pierna en el acto para hacerlo tragar arena también.

En pocos minutos se habían olvidado de las cosas malas, del Edén, de Carmela y su gente, de sus problemas con sus Evas, de los abusos, las ganas de llorar. Jugaban brusco al parecer de las mujeres, pero para ellos no era problema en absoluto. Hasta olvidaron que los drones los seguían estudiando incluso en esas circunstancias.

Gritaron, rieron a carcajadas, y se permitieron sentir como si estuvieran en el Edén, en aquella época en la que solo debían preocuparse por ser buenos, por esperar a su Eva, por cumplir con las tareas básicas.


Quedaron rendidos mirando el cielo falso, que lucía esplendoroso. Azul claro mezclado con púrpura por estar anocheciendo, y nubes anaranjadas. Era muy real.

—Ojalá... —susurró Mauro, ensimismado en lo amplio que aparentaba ser aquel cielo—. Ojalá estuviéramos en el Edén y podría así hacer las cosas bien desde el inicio...

Christopher giró el rostro para verlo. El chico seguía mirando el cielo recostado sobre la arena, pero su mirada tenía un aire de tristeza.

—Quisiera haber sabido qué responder para que no me aislaran —murmuró Tomas—, aunque si no me hubieran aislado, quizá no hubiera conocido a los hombres recluidos, como se hacen llamar.

—Vamos a sacarlos de ahí —aseguró Chris—. Y vamos a delatar a Carmela —agregó mirando a Mauro—. Pero todo a su debido tiempo.

—No hay mucho tiempo para alguien en ese lugar.

—Bueno. Ellos primero.

—Si alguno de nosotros gana —dijo Mauro— y los otros dos no, entonces quien gane va a pedir por ellos.

—¿Crees que tu Eva te deje hacer eso? Digo, en caso de que tú ganes y ninguno de nosotros pueda —recalcó Christopher—. Estoy seguro de que Tomas y yo lo tenemos difícil. Ya sabes... Influencias.

Se apoyó en los codos para ver mejor su rostro y Tomas hizo lo mismo al otro costado del chico.

Mauro suspiró.

—No lo sé.

—Eh, Chris —le llamó un chico castaño.

Todos eran de su generación, así que se conocían de vista como mínimo. Crecieron juntos en el Edén, pero no les permitieron entablar amistades con la distancia y privacidad que pusieron entre ellos conforme fueron creciendo.

—Sí.

—Me parece o... ustedes han podido intercambiar de Eva...

—¿No estás conforme con la tuya?

—Por supuesto —se apresuró a aclarar—. Es lo que un buen Adán hace.

—Seh —resopló y volvió a recostarse sobre la arena.

—Es solo que se me hizo extraño que estuvieran yendo contra nuestras enseñanzas.

—No estamos yendo en contra de las enseñanzas. Cosas pasan, eso es todo. Hubo algunos errores por parte del Edén.

—Entiendo... —Bajó la vista—. También me molestaría si me separan de mi Eva. Tenemos una conexión. También querría volver con ella en todo caso.

—Lo sé —meditó perdido en el cielo de nuevo.

—No han conocido a Carmela todavía, al parecer —renegó Mauro girando para quedar de costado y mirar al resto de la playa y ya no a ellos, ya que envidiaba la suerte de esos muchachos.

—La señora Carmela es amable —comentó el muchacho.

—¿Seguro? —preguntó Chris.

—Mi Eva es hija de una de las amigas de la señora, y a veces tenemos cenas todos juntos. —Se encogió de hombros—. Bueno, tampoco es que vivamos en la misma casa o que la veamos siempre. Vivimos en una gran mansión un poco lejos de su mamá.

—Ah —volvió a ver al horizonte—, ya veo.

Los jóvenes se alejaron. El pelinegro vio a su amigo Mauro todavía desmoralizado, así que se puso de pie y se inclinó para agarrar y tirar de su brazo y hacer que se levantara también.

—Nooo —se quejó intentando tirar hacia abajo.

Tomas se reincorporó y avanzó un par de pasos de rodillas hasta él.

—Chris, ¿recuerdas en cuento de tu amigo el dron que te lleva a la playa? Decía que la arena se llevaba tus problemas —agregó cerrando los ojos y levantando el dedo índice, fingiendo estar filosofando muy tranquilo, pero agarró un puñado de arena al instante y se la arrojó a Mauro—. ¡Es por eso que debes echarla en todo el cuerpo! —exclamó tirándole más y más arena mientras el chico empezaba a reír tratando de cubrirse.

Christopher pudo levantarlo riendo entre dientes.

—Es verdad —comentó Tomas mirando al ojiazul—. Dijiste que "escogiste" a Aria. ¿Cómo hiciste eso?

—Sí, dilo. —Mauro también se puso atento.

Caminaban por la orilla.

—Bueno, lo deduje con el tiempo, al darme cuenta de que algunas preguntas eran "repetitivas", por así decirlo. Sentí que inmiscuían en mi personalidad y gustos, por lo que empecé a responder diferente. Por ejemplo... —hizo una línea sobre la arena húmeda con la punta del zapato en modo distraído—. Preguntas que pedían elegir entre unas figuras de distintas formas. Antes yo me decantaba por las que fueran algo simétricas, así que empecé a elegir las que parecieran más abstractas. —Se encogió de hombros—. Ya saben, cosas así. Me preguntaba qué pasaba si elegía cosas que no fueran lo usual en mí. Y resulté siendo compatible con ella rápidamente.

—Oh... Vaya.


Aria sonrió al verlos desde el ventanal del taller en el que estaba. Incluso rió un par de veces mientras los veía jugar. Cuando vio que los drones les hacían regresar al interior, supo que probablemente iban a ir a las duchas de cada una de sus habitaciones.

Su sonrisa se amplió y pensó en la noche, en el cuerpo desnudo del chico. Su piel volvió a rememorar el sentirlo todo contra ella al dormir en sus brazos.

Luego de un rato, le apareció el aviso de la cena, así que dejó sus cosas y fue.

Se encontró con Andrea y Karen en el pasillo. Otras Evas iban hablando y riendo entre ellas.

—Me ha gustado que los dejen divertirse un rato sin nosotras, ¿no creen? —comentó.

Karen, sin embargo, estaba algo recelosa. Se pasó los dedos por sus rizos y suspiró. Andrea, por su parte, le dio la razón.

—Los drones los estudian, ven cómo les va anímicamente con sus Evas, pero supongo que sí, que es bueno para ellos.

—Oh. Ya veo.

—Dudo que ustedes salgan bien —dijo Karen—. Ya que se han intercambiado.

—Sí, bueno. No sé —se defendió la chica de cabello rosa—. Nuestros Adanes, por el momento, están bien. Me estoy poniendo al corriente con mi hermano. El tuyo no es que se vea tan feliz que digamos —atacó.

—Pues no sé. Tu madre le dijo cosas sobre nuestra intimidad.

—Habrá querido ayudar. Yo qué sé —se expresó moviendo las manos. Empezaba a exasperarse, pero también a sentir vergüenza ajena por lo que hizo Carmela.

Todavía no podía creer que su mamá dejó que sus amigas tocaran a Tomas. ¿Con qué motivo? Era raro. Ella era una mujer muy pulcra, que siempre pregonaba las leyes del Edén, aunque también fue contra estas al escoger a su Adán... Al decir cosas como que solo era suficiente que te gustara como para querer a un chico para ti. Que las máquinas fallaban, y tantas cosas más.

Detalles, quizá, pero le hizo preguntarse si quizá todo lo que veía era una pantalla. Total, nunca le mencionó a su hermano. Sí, tal vez porque le pertenecía al Edén, pero no significaba que no debía saber siquiera que existía en alguna parte.

Al llegar al gran comedor, quedaron con la boca entreabierta al ver a los chicos de pie al lado de sus sillas, con aspecto fresco de recién salidos de la ducha, ropa nueva y elegante, y unas leves, pero encantadoras sonrisas.

Las invitaron a sentarse una vez que cada una fue hacia su Adán. Movieron las sillas suavemente, y estas cedían fácil por mantenerse flotando a una escaza distancia del suelo gracias al magnetismo.

Los drones llegaron con los platos de comida que cada uno había preparado para ellos y su Eva y los pusieron en la mesa.

Chris se sentó, ya que todos lo hacían, y apoyó el rostro en una mano para esperar a ver el rostro de Aria.

—Adivino. Es camarón o pescado seco —dijo ella.

—Quién sabe —jugó él con su traviesa sonrisa.

Ella rio en silencio y destapó, encontrándose con pollo a la naranja, como le gustaba. Quedó con la boca entreabierta de nuevo y sonrió ampliamente.

—Te acordaste.

—Por supuesto.

Andrea destapaba pollo con ensalada rusa como había dicho que le gustaba, algo que también le gustaba a Tomas y a su papá. Karen, por su parte, también recibió su plato favorito, pasta al pesto. Mauro no había descuidado los detalles, quería ser capaz de olvidar sus problemas y preocupaciones y satisfacer a su Eva, como todo buen Adán debía hacer.


Los presentadores aparecieron en la gran pared televisor, sonrientes como siempre.

—Nuestra segunda noche. Tal parece que ha habido fuego, porque nuestros drones han reportado muy buen humor en el ambiente.

—Eso me alegra mucho —agregó él con una sonrisa sugerente.

—Mañana las demás Evas pueden volver a visitar, se darán los resultados y celebraremos.

Christopher tensó los labios apenas al escuchar eso. Probablemente Carmela y su gente iban a ir. No iba a separarse de Aria por nada. Iba a advertirle a sus amigos de igual forma.


***

Carmela recibía datos en su dron. Sonrió y suspiró con alivio.

—Bueno. Ya soy guardiana de nuevo.

—¿Te postulaste? —Paul estaba sorprendido.

Como guardiana, tenía mucho más acceso a información de la que ya contaba. Al hombre le preocupó el poder que eso le daba. Por primera vez en su vida se encontró a sí mismo deseando que su Eva no tuviera una cosa.

Por primera vez en su vida sintió que de verdad fallaba como Adán, al tener un deseo así.

—Las guardianas de ahora son unas inútiles. Tenía que volver o no iba a tener solución para ninguno de mis problemas.

—Entiendo...

Carmela pudo entrar entonces a la sección del concurso, y así pudo ver lo que cada pareja estaba pidiendo en caso de ganar. Apretó los labios al ver que su hija Andrea pedía por un Adán. Aunque era algo que bien podía cambiar luego, se puso un recordatorio de conseguirle otro, así ella podía pedir alguna cosa mejor, como unas vacaciones.

Frunció el ceño al ver que Aria tenía como pedido el liberar a los hombres aislados del Edén.

¿Pero quién se creía esa muchacha desvergonzada?

Recordó a qué hombres aislados podría estarse refiriendo. Negó. Nunca iban a hacerle caso a su petición, era tonta. Y claro, eso si ganaba, pero como no iba a hacerlo, no tenía que preocuparse ya por eso.

Sonrió de lado y volteó a mirar a Paul de arriba abajo. Acababan de cenar y estaba por irse a su habitación.

—Espera —lo detuvo. Se puso de pie para ir hacia él—. Esto lo tenemos que celebrar. —Llevó sus antebrazos a los hombros de Paul.

—Estás muy contenta. —Le sonrió levemente con ternura.

—Claro que sí. —Se empinó y se devoró sus labios.

Ahí estaban esos besos intensos e íntimos que solo eran para él. Se sintió feliz al menos por recuperar eso, aunque el buen humor quizá no le iba a durar muchos días, como era lo usual.

Retrocedió para llevarla al gran sofá. La desvistió con calma, admirando su cuerpo, la besó, apretó sus formas. Ella le enredaba el cabello mientras él se daba el lujo de hacerla esperar con cada lento beso y lamida en su cuerpo.

La recostó en el sofá y la siguió devorando. Ella gruñó.

—Sí... —jadeó mientras él iba bajando.

Tiró el rostro hacia atrás, gozando bajo la ya experta lengua de su Adán. Aunque Estar con Gustav era grandioso siempre, su Paul seguía siendo único, el chico que eligió. El joven que, solo al verlo, decidió que sería de ella, aunque ya estuviera por ser compatible con su amiga Mariel, retrocediendo todo el proceso.

Solo no quería que se perdiera bajo tontos sueños, cosas que le hablaban esos chicos, o que le estuviera respondiendo últimamente, no como antes que acataba todo lo que ella decía.

Frunció más el ceño y gimió extasiada cuando él la invadió sin piedad. Así tal y como le gustaba. Ella pedía más y él le daba. Siempre le daba lo que quería.


***

Aria iba a su habitación junto con Christopher. Él le tomó la mano y ella sintió ese dulce hormigueo en el estómago. Una vez cerrada la puerta Chris la vio buscando los pijamas en el mueble de madera fina.

—¿Sabes? —murmuró el chico en voz baja—. Hablamos con el Adán de una hija de alguna de las amigas de Carmela y parece no saber nada. Veo que ella no se aprovecharía de alguien tan cercano a su círculo social.

—Pero Gustav...

—Sí, bueno, parece que eso viene desde antes de que alguna de las hijas de ellas tuviera un Adán, así que imagino que son cosas aparte.

—Entonces le es un problema que Mauro sea amigo de ustedes y que Karen se nos esté acercando también.

—Deberíamos acoplarlos más al grupo —sugirió, recibiéndola y rodeando su cintura.

Ella reposó los antebrazos en sus hombros y acarició su cabello.

—No me imagino cómo esas mujeres pasaron el filtro.

—Bueno, si Carmela me "escogió", no me sorprendería si lo viene haciendo desde hace tiempo. Además, sabe manipular a sus amigas. Pero podemos contra ellos.

Christopher estaba seguro de que los tenía casi entre la espada y la pared con lo que le había mostrado a Gustav, pero también estaba seguro de que verían cómo atacar de otra forma. Sabía que no se quedarían tranquilos, mucho menos Carmela. Esperaba que Gustav no dijera nada, pero debía estar preparado por si acaso.

Los suaves labios de Aria contra su frente lo sacaron de sus pensamientos. Sonrió y levantó el rostro para besarla.

—Oye —susurró ella con una sonrisa.

—¿Uhm? —ronroneó contra su boca siguiendo con el beso.

—¿Quieres hacerlo de nuevo? —preguntó con una sonrisa de entre vergüenza y emoción.

Él sonrió también.

—No.

Aria se preocupó.

—¿No...?

Christopher rió y asintió.

—Por supuesto que sí.

—¿Sí? —Su alegría fue palpable.

Él coló sus manos debajo de su blusa y subió acariciando la suave piel de la chica, hasta llegar debajo de sus pechos desnudos, haciendo que ella se estremeciera de esa forma deliciosa.

Impaciente, ella se despojó de sus ropas, haciéndolo reír entre dientes para luego subir a horcajadas sobre él.

—Hey, un poco más despacio la próxima vez, quiero apreciarte con calma —se quejó fingiendo un drama.

Ella reía. Lo besó y se dedicó a desnudarlo despacio, entre intensos besos y caricias, ya que también quería apreciarlo, conocerlo mejor. Quedó todavía sobre él luego de entrar más en el colchón, ya listos para ser uno otra vez.


Una barrera se había roto y ahora sentía total confianza para mirarlo, tocarlo y besarlo cuando y cuanto se le antojara.

Sus finas manos recorrieron su pecho, delineando sus formas mientras lo hacía suyo. Las de él, grandes y tibias, también la tocaban y apretaban de forma casi posesiva, cosa que le fascinaba. Aria se perdió en sus ojos azules que, en lugar de frío, le causaba calor. Sus dedos acariciaron sus labios jadeantes, y se dejó caer para devorárselos sin piedad, alimentarse de su caliente aliento y ahogar sus graves y cortos gemidos que le sonaban a gloria.


***

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