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Capítulo 13: La No rutina

Paul escuchaba cómo Carmela gozaba con Gustav, cómo ella parecía haberle pedido al hombre que la empotrara contra una mesa o algo, porque algunas cosas caían.

Sabía que estaba enojadísima con él por no haber disuadido al Christopher, pero en verdad poco le importaba, ya que al menos había conseguido algo. La posibilidad de saber sobre su hijo.

Ya parecían estar acabando, ya que el caos disminuyó. Mariel se le acercó cruzada de brazos.

—Voy a tener que pedirle a Gustav que me dé así —jugó, a lo que Paul solo rió en silencio—. ¿Tú la haces gozar así?

El hombre se tocó la barba levemente crecida en un gesto de leve nerviosismo.

—Rara vez.

—Bueno, deberías volver a intentarlo.

—Hoy no.

Mariel arqueó una ceja.

—¿Problemas?

Paul ahogó una leve risa y asintió.

—Sí, tal vez. —Se encogió de hombros—. Pero así pasa. Está bien. No la he satisfecho en algo que me había pedido hacer.

—Te refieres a...

Rió.

—No, no. Es otro asunto.

Ella rió entre dientes.

—Paul —Carmela salía de la habitación con Gustav detrás—. Nos vamos.

Él asintió y se alejó con Gustav quien se acomodaba la corbata.

—Bueno, supongo que ya acabó la fiesta —dijo Mariel dejando caer sus brazos—. Quizá la próxima vez podemos unirnos Paul y yo.

Sin embargo, Carmela la miraba impasible. Su amiga había estado mucho tiempo conversando con su Adán.

—¿Qué haces?

—¿Qué?

—No te equivoques. Amo a Paul —sentenció—. Somos libres, sí, pero él es solo mío. Que te quede claro.

La mujer se fue altiva dejando a su amiga con la amarga sorpresa. Mariel no entendía por qué se ponía así. Estaba acostándose con su Adán y ella nunca le había reclamado. Resopló frunciendo el ceño, pero no le quedó otra opción que seguirla.


***

Christopher y Aria llegaron agotados a casa. No habían comido en la fiesta, al menos Christopher, así que le dejó saber a Aria que ya había mandado a preparar algo para que estuviera listo cuando llegaran.

Ella se acercó a la barra y vio los platos acercarse.

La leve sonrisa se le borró al ver lo que parecían ser. Parecían...

—Tienen una forma conocida.

—¡Camarones! —dijo Christopher, presentándolos con cierta emoción.

—Oh. —No pudo evitar arrugar un poco la cara, cosa que lo hizo reír.

A ella le gustaba su risa, los hoyuelos que se marcaban en sus mejillas. Se había percatado de lo fuerte que podía ser la risa de un chico en comparación con las de ellas, pero le gustaba. Proyectaba energía y vida. Por otro lado, no era que haya escuchado a muchos reír, de hecho, solo a él...

—Los mandé a hacer porque, la verdad, luego de probarlos bien, no son tan desagradables. —Le sonrió—. Deberías darles una segunda oportunidad. Anda. Mira que pedí que los apanara. Así empanizado y frito sabe muy bien. —Le ofreció uno acercándolo con su mano.

Aria dio una corta risa nerviosa y suspiró.

—Bueno. —Intentó agarrarlo con la mano, pero, todavía nerviosa sin saber qué hacer, terminó recibiéndolo en la boca, coordinando un poco mal sus movimientos y sosteniendo la cola al final para masticarlo, volviendo a reír, sintiéndose tan torpe de pronto—. Uhm —hizo un gesto aprobatorio—. Sí... No está tan mal.

—¿Ves? ¿Chica camarón?

—Heeeeey —reclamó riendo—. Como digas, pescado seco —contraatacó.

Él soltó una carcajada y a ella, aunque no entendía su sentido del humor, le encantó. Rió también, pero cuando se percató de que él la tomaba de la cintura y se inclinaba, mirándola de pronto de una forma diferente, reaccionó dando un respingo.

Tosió y se alejó.

—¿Todo bien?

—Eh, sí, lo siento —se excusó.

Vio de reojo a EDy, quien se había estado asomando a lo lejos al verlos tan cerca, y ella, por no querer meterse en un problema con el Edén, había intentado disimular.

Quería otro beso de él, pero no quería que por eso se lo quitaran.

—¡Están ricos! —dijo metiéndolos en su boca uno tras otro, ante la mirada sorprendida de él—. Muchas gracias... —Se golpeó el pecho un par de veces y la máquina de bebidas mandó un vaso con agua, así que lo bebió y se alivió, sonriendo.


Christopher la dejó ir a ponerse cómoda para descansar y suspiró apoyándose en la barra. En parte sospechaba que no debía haber contacto entre ellos, pero no entendía, si de todas formas ya era suyo. Como su Adán debía hacer esas cosas, así lo había visto en otras parejas esa noche, y así también lo quería él.

Quería darle más besos. Últimamente se sentía más ansioso además, y le echaba la culpa al hecho de que ya no estaba tomando esos "suplementos" que le daban en el Edén, ese que le relajaba.

Sentía que quería tener contacto con la chica, algo muy nuevo. Lo atribuía al hecho de que nunca vio a una chica de su edad antes y que además era solo para él, pero también a la falta de pastillas.

Él no era consciente de que sus ansias por tocarla era simple curiosidad, instinto, solo que no estaba acostumbrado a ello, por ser todo muy nuevo.

Entonces reaccionó. Quizá a Aria le había molestado que le diera un beso en la fiesta, y que volviera a intentarlo. Si seguía así, ella no lo iba a invitar a su cama.

Suspiró y terminó de comer.


Como le habían enseñado, tenía que asegurarse de que todo estuviera bien, así que luego de asearse, fue a verla.

Tal fue su sorpresa al abrir la puerta y encontrarla a ella a punto de tocar a la suya. Quedó mirándola, y era que ella tenía una bata de dormir algo translúcida y toda su cordura quiso volar lejos por unos segundos. Cerró los ojos y se aclaró la garganta, dirigiendo su vista a la de ella para no distraerse.

—Quería saber si estabas bien.

Ella sonrió con alivio, a su parecer, y juntó las manos adelante, remarcando sus senos, cosa que volvió a querer llamar su atención.

EDy flotó cerca, espiando, pero DiDi lo alejó con su magnetismo.

—Si, solo quería... hablar sobre algo... que vi en esa mansión cuando estaba en el segundo nivel... Pero —agarró su brazo derecho con su mano izquierda, dudando—. Mejor mañana, es algo largo de explicar y es tarde.

De todas formas, todavía se preguntaba si era por el beso o algo más, algo que la hubiera asustado, por la forma en la que miró hacia atrás cuando partieron en el floter.

—Está bien. Será como gustes. Te dejo descansar.

Ella arqueó las cejas con leve sorpresa.

—Oh... okey.

Él asintió y se metió a su habitación.

Quedó apoyado contra la puerta, sintiendo sus mejillas calientes de pronto. El corazón le latía algo rápido, como cuando le dio el corto beso. Además, estaba nervioso, preocupado pensando en qué querría hablar la chica. ¿Por qué? ¿Qué era todo eso?

Sacudió la cabeza y se frotó el rostro con las manos. Debía dormir ya.


****

Un dron blanco con ojitos virtuales, dos piezas triangulares redondeadas que simulaban ser alas, se le acercaba. Él reía, era la risa de un bebé, sin embargo. Trataba de alcanzarlo con sus muy pequeñas manos, pero el dron no se dejaba. Logró ver además muchas de las criaturas como la que veía en el Edén.

Vagos sueños, vagas memorias...

—¡Chris! —lo llamaba su amigo Tomas.

Parpadeó y frunció el ceño. Había caído del árbol por querer ver a la criatura voladora de alas entre azul y verde, las alarmas sonaban en los pasillos y seguramente los drones estaban cerca.

Reaccionó.

—¡Váyanse, los castigarán!

—¡No! —negó Mauro.

—¡No te vamos a dejar, somos tus amigos!

Chris los vio con preocupación.

—Fue mi idea venir a buscar a la criatura —dijo al borde del llanto, ya que el caer le había movido algún hueso al parecer, a pesar de haber sido amortiguado por el suelo inteligente, y no podía pisar.

—Somos un equipo —Tomas le ofreció la mano—. No importa. Nos castigarán a los tres entonces...


Christopher despertó siendo recibido por la muy baja y suave melodía del piano. Respiró hondo y giró. Su puerta estaba cerrada, así que, decepcionado por no ver a Aria, decidió ponerse de pie.

EDy venía de prisa.

—Ya voy a ejercitarme, espérate un momento —renegó empujándolo.


Cuando Aria despertó, seguía un poco asqueada por lo que vio en la fiesta, pero sonrió al recordar el dulce beso que le había dado su chico.

Sentir sus labios presionarse contra los suyos apenas le había hecho olvidar lo visto por unos segundos. Había sido de un momento a otro y sintió que no hubiera habido otro momento más perfecto. Se había preocupado mucho por él y verlo ahí, bien, la había alegrado.


Volvió a inmiscuirse por su habitación, sabiendo que probablemente lo encontraría y así fue. Lo vio haciendo algunas planchas en el suelo y mordió su labio mientras observaba por la rendija de la puerta.

Los músculos de sus fuertes hombros se marcaban, sus bíceps también. Y ni siquiera sabía que en la espalda también había todos esos músculos. Era alto y se le veía esbelto, pero tras las prendas había siempre mucho más por descubrir. Era bastante diferente a ella.

El joven se dejó caer en el suelo y cerró los ojos, luego de que el dron contara cien.

—Déjame, estoy cansando —intentó espantarlo con la mano de forma torpe.

Entonces el dron giró en su propio eje, mirando directo a Aria, quien se espantó, ocasionando que la puerta se abriera un poco más.

Christopher reaccionó y se puso de pie.

—Lo siento —susurró la chica con el rubor en las mejillas.

Él, sin embargo, sonrió de lado arqueando una ceja, y se le acercó. Tomó su mano y pasó su brazo por su fina cintura para atraerla a su cuerpo.

—Buenos días.

Ella solo alzó la vista de forma fugaz y sonrió con nerviosismo. Tenía su piel desnuda tan cerca de su rostro que sentía que iba a botar vapor por las orejas en cualquier momento. Quería palpar sus formas, apretar, curiosear, pero...

—Evitar contacto —dijo EDy acercándose.

—Solo saludo a mi Eva —refutó él. La liberó y se apartó—. Bajo enseguida, este dron quiere agotarme.

—S-sí. —Sonrió recorriéndolo con sus ojos de arriba abajo y salió de la habitación.

Christopher miró con molestia al dron.

—Ya no me han dado esas medicinas o suplementos que me daban en el Edén, y anoche me desperté con la incomodidad ahí abajo. ¿Se te han acabado o qué?

—Ya no es necesario que tomes nada para bajar esa zona ahora que tienes una Eva.

—¿Por qué?

—Lo sabrás en su momento. Ahora intenta de nuevo. Treinta más.

—¡Ugh! Voy a cansarme...

—Es mejor si te cansas, sirve para que se te quite esa ansiedad que promueve a que se te abulte abajo.

—No te creo, estás lleno de mentiras programadas, máquina ingrata —se hizo la víctima a modo de broma.


Aria observó el desayuno ya casi listo en la máquina, cuando vio por su ventanal un floter llegar y quedarse frente a la puerta. Se preguntó si quizá el Edén los quería, pero cuando fue a su puerta, esta se abrió automáticamente dejando pasar a las chicas.

Ana y Pamela.

—¡Buenos días! —saludaron.

Aria estaba atónita, espantada y confundida. La abrazaron por turnos y siguieron de largo.

—Q-qué... ¿Qué las trae por aquí? —preguntó volteando.

—Hoy se celebra el día de la no rutina.

—¿No rutina?

—Sí. Ven a sentarte que vamos a arreglarnos las uñas. —Pamela se le acercó y la llevó de la mano.

Aria se preguntaba por qué de pronto se portaban como amigas de toda su vida. ¿Acaso era porque creían que haberse ido con ese hombre era algo bueno? ¿No sabían que Carmela estaba con otros que no eran su Adán? ¿O acaso sí, y ella era la única rara que lo veía diferente?

Cuando se dio cuenta, la habían sentado y Ana revisaba el catálogo virtual de uñas.

—Pamela nos va a explicar por qué celebramos hoy. Su mamá es profesora.

—¿En serio? —La miró a través del espejo—. ¿Entonces sabe de historia, sobre los hombres, sobre Adán y Eva...?

Christopher, que pasaba por arriba, escuchó y se detuvo para ver qué más decían.

—Sí, bueno —comentó Pamela—, según la historia, hace milenios la población era dirigida por hombres. Hombres al poder...

—¡Pf! —se burló Ana—. Imposible. He leído de historia y antes solo existían mujeres. Ellos aparecieron gracias a los primeros Adán y Eva.

—¿Y de dónde salió ese Adán entonces?

—Meh. Obviamente fue creado en el Edén a partir de los másculos. Ya sabes, la forma anterior de los hombres.

—¿Forma anterior?

—Piensa en una colmena de abejas. Todas hembras, mientras que los machos eran pocos, pequeñitos, débiles, vivían como cinco años a lo mucho, y luego morían.

—Oh wow. Turbio.

—En realidad yo leí que Adán fue un rezago del pasado —intervino Aria—. Ya sabes, de esa época en la que los hombres dominaban.

—Te digo que eso no pasó —insistió Ana—. Son teorías. Hipótesis, como que alguna vez aves-reptiles gigantes caminaron por la tierra. Ja. ¿Te imaginas? —Le acomodó el cabello para hacerle una coleta—. Son inventos.

Aria suspiró.

—Quién sabe.

—Mamá dice que sí —dijo Pamela—, que los hombres dominaron una vez, y destruyeron todo, por eso terminaron desapareciendo. Fue un castigo divino.

—Uuuuh —se mofó la rubia de nuevo—. Mira, al final no importa nada de eso, lo que importa es el hoy. Y hoooy vamos a inscribirnos en el concurso con nuestros hombres a los que nosotras dominamos.

—Las enseñanzas de Adán y Eva no eran sobre "dominación" específicamente. Ellos nos enseñaron sobre igualdad.

—Querida. No somos iguales. Acéptalo. Ellos tienen marcadas diferencias.

Aria empezaba a percatarse mucho de esas diferencias.

—Mamá dice que, si no se los mantiene a raya, se les puede subir a la cabeza y podrían tornarse peligrosos. —Aria bajó la vista. No se imaginaba a Christopher siendo peligroso o algo así—. En fin. A lo que iba. El día de la no rutina es porque, como estaba contando y me interrumpieron, hace milenios el hombre dominaba, o al menos eso dicen, y creó una sociedad en la que todos debían trabajar hasta morir, todos los días, ir de aquí allá y estar siempre actualizado. Sin descanso, sin buena comida, o buen servicio de salud. Con decirte que antes incluso no había cura para el cáncer. O sea, imagínate. Qué horror. Te daba algo y te dejaban morir si no pagabas. Y trabajar, trabajar, trabajar, y morir.

—¡Qué atraso!

Tomó las manos de Aria y las puso en la pequeña máquina con forma de domo para que le hiciera las uñas.

—Las mujeres se acostumbraron a ese sistema en el que ellos incluso se apoyaban en crímenes contra ellas. Algunas mujeres intentaron ser como ellos mientras ellos solo seguían intentando mantenerlas abajo. El día de la No rutina es para recordar cómo nuestras antepasadas lucharon contra ese régimen para que nosotras hoy en día podamos disfrutar la libertad.

—Mucho hablaste —se quejó Ana.

—Ugh, es historia, aprécialo. —Respiró hondo—. En resumen, es para honrar el hecho de que ya no tenemos que estar de esclavas de nadie para vivir. Nosotras nos repartimos todo por igual y las máquinas hacen todo.

—¿Y eso no podías decir?

Rieron, pero Aria seguía pensativa.

—¿De casualidad tu mamá sabe sobre el Oasis del Edén?

Pamela la miró incrédula.

—Eso sale en un cuento. No puedes estar creyendo en eso.

—Pero las historias vienen de algún lado.

—Sí, bueno. Se dice que encontraron los planos y documentos, pero... No sé. La sociedad nunca se ha podido poner de acuerdo. Al menos hasta ahora, que todas estamos de acuerdo y felices con el sistema de tener a un chico cada una.

La máquina dio aviso de que sus uñas estaban listas y la chica retiró las manos.

—Mira... ¡Quedó hermoso!

Las uñas estaban algo más largas, pero no tanto como las de Carmela, de un color azul oscuro metálico con chispas que parecía brillantina. El diseño se movió y se formó un arcoíris que cayó como cascada de un lado a otro para luego volver a ser azul. Era un esmalte interactivo. Aria sonrió.

—Oh...

—Ahora yo —Ana empezó a buscar en el catálogo.

Christopher, que había escuchado, también pensaba.

Aquellos de los que hablaron, los primeros Adán y Eva, los que tenían un memorial ahí en el Edén... ¿Los conocía?

¿Por qué recordaba el monumento si nunca lo había visto? Lo reconoció cuando lo vio. La mujer se parecía mucho a la de su sueño. ¿Era coincidencia?

Si Paul tenía un hijo en el Edén, ¿él también podría tener a un padre y una madre ahí afuera que se habían desentendido de su cuidado?

—...Dejé a Michael en el evento, ahí se entretiene —escuchó que seguían hablando.

—¿No te preocupa que esté solo? —murmuró Aria, recordando lo que había visto en la fiesta.

—Nah. Su dron lo vigila y me avisa cualquier cosa. —Tocó su brazalete y se desplegó el holograma con la imagen del chico rubio conversando con otro joven en la mesa de comida.

—Wow...

—Hablando de hombres —intervino Pamela—. Vimos cómo tu Adán te dio un beso —susurró.

Aria sintió sus mejillas calentarse.

—Eh...

—Me imagino que lo invitaste a tu habitación —susurró Ana—. Se la ganó, ¿sí o no, Pamela?

—¡Aaaah, yo digo que sí!

—¡Se lo ganó, se lo ganó!

Aria sentía vergüenza. De pronto habían empezado a hablar muy alto.

EDy se les acercó.

—Todavía es etapa de prueba.

—Ay —lo espantó Ana como a mosquito—. Aria ya es una de nosotras. Dile a la líder que ellos ya pasaron la prueba.

Entonces Aria se dio cuenta de que no estaban ahí porque había ido con ese hombre, sino porque Christopher le había dado un beso, aunque no sabía cómo tomarlo, ni si era algo significativo. Más bien le preocupaba que le afectara.

—Mira, tiene ojitos virtuales —comentaba Pamela con diversión acerca de EDy.

—Quizá no deberíamos decir nada de eso por ahora —pidió Aria refiriéndose a lo del beso.

Y se espantó al ver a Chris detrás. Las chicas, al notarlo, voltearon a verlo y él se rascó la nuca con algo de vergüenza.

—Ehm, vengo por el dron —lo señaló rápidamente y se acercó para tomarlo y llevarlo—. Lo siento.

Se fue. No quería que EDy hiciera alguna locura.

Tampoco entendía por qué habían dicho cosas susurrando para luego decir que se lo había ganado. ¿Quién ganó qué?

¿Quizá ese hombre que se había atrevido a llevarse a Aria?

Recordaba que le habían dicho que un Adán cuidaba de su Eva, pero no sabía que tendría que cuidarla de otros hombres también, ni de otras mujeres.

Aria le había dicho que quería contarle algo que vio estando ahí arriba y no había podido todavía.


—No te preocupes —decía Ana—, verás que en un par de días viene un floter dorado para llevarlos al Heaven.

—Sí, y lo invitas a tu cama porque, chica, te lo estás perdiendo.

Aria suspiró.

—Sí, bueno... —aceptó. Ella sí quería tener intimidad con él, pero el Edén mandaba.

—Listo, ahora vamos a inscribirnos.


***

—¡Bienvenidos al inicio del día de la No rutina! —decía la voz de la líder, aunque ella no estuviera ahí—. ¡En este día celebramos haciendo algunas cosas que nuestras antepasadas hicieron!

Un escenario se desplegó en el anfiteatro del enorme y verde parque en el que era el evento, y muchas chicas se emocionaron ya que iba a salir a cantar una de las parejas ganadoras del concurso de los mejores dúos. Claro que eso no le interesaba mucho a Aria.

Ana y Pamela fueron recibidas por sus chicos, mientras que Aria y Christopher empezaron a andar observando los alrededores.

Había diferentes puestos que mostraban cada uno una actividad antigua, con hologramas interactivos mostrando viejas grabaciones o simulaciones que parecían reales.

Sartenes revolviendo comida mientras el fuego se levantaba de vez en cuando sobre esta.

—¡¿Cocinaban con fuego?!

Algunas vacas en pastizales, comiendo tranquilas.

—¡Mira, mira! —señalaba otra—. ¡Eran animales de verdad!

—Oh, Dios. ¡Nunca vi uno!

Algunas chicas iban a paso ligero hacia otra demostración, espantando un poco a Aria, quien tomó a Christopher de la mano. Él sonrió y entrelazó sus dedos con los de ella.

En el puesto al que muchas se acercaron, los hologramas estaban mostrando cómo antes algunos hombres arreglaban autos, de apariencia prehistórica a sus pareceres.

—Eran excelentes —murmuraban.

—Era muy trabajoso.

—Y sucio.

Christopher vio a Mauro en una de las mesas de comida. Aria lo notó y sonrió.

—Ve si gustas.

Él apretó los labios en una leve sonrisa.

—Ayer que te dejé, te perdí.

—Tranquilo. Estaré por aquí, además EDy te está siguiendo.

Christopher rió y asintió. Liberó su mano y fue hacia su amigo.


—Hola, ¿algo bueno? —preguntó observando la comida en la mesa.

—Chris... —Volteó y buscó con la mirada—. ¿Y tu Eva?

—Cerca. —Frunció el ceño con extrañeza al recordar que, en aquella fiesta, cuando ella bajó, venía con él. Quizá lo que había visto tenía algo que ver con él también—. ¿Por qué?

Mauro se encogió de hombros.

—Caballeros —saludó Paul acercándose para servirse algo.

Christopher notó su seriedad y asumió que Carmela podía estar muy molesta.

—¿Está tu amigo por aquí? —quiso saber refiriéndose a Gustav.

—No. No... —Vio a Mauro y lo saludó con un leve movimiento de la cabeza—. Imagino que sus Evas van a inscribirse para el concurso, ya que es su primer año.

—Imagino que sí. ¿Tú qué pedirías si ganas?

El hombre sonrió de lado y negó.

—Es tu Eva quien decide el premio. ¿En serio creíste que puedes elegir?

Christopher quedó con los labios entreabiertos, parpadeó y bajó la vista.

—Ah —soltó sin mucho ánimo—. Claro... —Vio de reojo que Mauro se alejó para servirse algo que estaba más allá, así que aprovechó—. Y dime... Tu Eva, ¿qué era lo que quería que hicieras? Me pareció verla molesta junto con Gustav.

—Nada más importante que saber que puedo tener noticias sobre mi hijo.

—¿Por qué dijiste que conoces a Gustav?

Paul suspiró y miró a Mauro que todavía estaba escogiendo.

—Es mejor si no sabes sobre eso. Créeme. —Mauro ya volvía—. Por cierto, espero que, si ganan el concurso, elijan ir a conocer a las criaturas voladoras.

Ambos sonrieron.

—Sí, eso y más —dijo Christopher con algo de ilusión—. Y puedes venir, si gustas.

Escuchó a Aria reír y la vio con las chicas tratando de seguir al holograma interactivo en cocinar algo usando fuego. Sonrió sintiendo algo de ternura. Mauro la vio también, Karen estaba cerca mirando.

Gracias a que Aria los había juntado la noche anterior, Karen había dicho que le agradaba y, como estaba de buen ánimo, lo había invitado a su habitación nuevamente.

—¿Te agrada tu Eva? —le preguntó.

Christopher arqueó una ceja y se encogió de hombros.

—Es mi Eva —comentó sintiendo que era innecesario explicar lo obvio.

—Está bien... Creo que a mí también me agrada ella. —Chris lo miró confundido—. ¿Ya te ha invitado a su cama?

Nuevamente ese comentario. Lo había dicho EDy y ahora su amigo.

—¿En qué consiste eso?

Paul se aclaró la garganta.

—Todavía está en etapa de prueba.

—Oh.

—Ya, pero prácticamente ya soy de ella, no entiendo —reclamó el ojiazul sintiéndose decepcionado porque no le dijeran.

—Paciencia —le dijo el hombre posando la mano en su hombro y una sonrisa.

—Entenderás por qué los drones nos dejan de dar pastillas —se burló Mauro.

Christopher resopló.

—Claro. Quédense con sus secretitos.

Paul rió entre dientes y se despidió. Carmela lo había visto desde la mesa con sus amigas. Seguía molesta, porque, por alguna razón, no había podido llevarle al chico y, para colmo, ahora parecía llevarse bien con ellos.

De todas formas, ya no se preocupaba, ya que tenía otro plan y estaba satisfecha finalmente. Su dron carmesí le pasó algunos datos a DiDi y se alejó, dejándolo brillando mientras instalaba lo que le había mandado. Luego de eso, encontró a EDy y se juntó a él para tomar grabaciones de su sistema.


***

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