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Ventitrés

—¿Qué pasó, puber? ¿Al final te arrepentiste y fuiste a trabajar? ¿No ibas a ver a papá? ¿Qué pasó?

—Una pregunta a la vez, ¿puede ser? —expresó Bruno, arrojando el sobretodo y el morral sobre la barra de la cocina—. ¿Y vos? ¿Desde cuándo cocinás?

—Desde que Estelita me enseñó a hacer hamburguesas caseras, o sea, hoy a la mañana. Me hizo una de almuerzo y de paso me explicó su receta secreta, esas que comíamos de chicos en lo de Juli, ¿te acordás?

—Sí... Ninguna hamburguesa superó a esas que nos hacía en la plancha de hierro sin mango que tenía, qué ricas que eran.

—Bueno, la que comí hoy me llevó de vuelta a los diez años. Esa plancha era su secreto, y mirá esto. —Franco se agachó y sacó de un mueble una plancha similar a la de Estela—. Me llevó a comprar una después de enseñarme, la eligió ella, así que estimo que van a salir iguales.

—Vas a llenar todo de humo, Franco. ¿No te acordás cómo quedaba la cocina de ella? Se van a encender los aspersores y vas a hacer un desastre.

—Para eso está el extractor, puber —aclaró entre risas—. Estela no tenía, por eso la humareda. Ahora, ¿por qué no fuiste a ver a papá? ¿Pasó algo en la oficina?

Bruno soltó un largo suspiro y enredó los dedos en su cabello, provocando que su peinado se desarmara para acabar con un aspecto similar al de Franco.

—Mejor me voy a duchar, si te cuento todo ahora vamos a comer a cualquier hora y necesito descansar. Mañana no puedo faltar, mucho menos llegar tarde. Ah, y te necesito conmigo en la oficina, así que mejor andá avisando en el restaurante que no cuenten con vos, al menos mañana.

—No tenía pensado ir, necesito depurar el código de Orson. Y ahora que lo recuerdo, no le avisé a Eva. Ahora la llamo.

Bruno abandonó la cocina, y Franco fue en busca de su celular para llamar a Evangelina. Miró la hora en la pantalla de su móvil, con el invierno en su esplendor era más difícil calcular la hora en base al sol, y no quería incomodarla llamándola en un horario inapropiado. Faltaban algunos minutos para las ocho, así que discó sin problemas.

Hola, Fran.

—Eva... ¿Cómo estás? Disculpá la molestia a esta hora, es que hoy me olvidé de decirte que hasta el lunes no vuelvo a La Escondida. Mañana vuelve Patricio, ¿no? Si me necesitás...

Se nota que no le das bola al grupo de WhatsApp —rio al otro lado de la línea—. Tranquilo, mañana vuelve, ya está mejor.

—Perfecto, me quedo más tranquilo. Planeo trabajar en el código de Orson, y mi hermano me necesita en la oficina. No sé bien para qué, y no te voy a negar que me asusta un poco, pero si me pidió que vaya a primera hora seguro es algo importante.

En serio, no te preocupes por nosotros. ¿Te espero el lunes entonces?

—Sí, si todo sale bien y no me encuentro con ninguna sorpresa, el lunes hablo con Alan para secuestrarte en mi oficina.

Franco supo lo mal que sonó esa frase cuando Evangelina enmudeció, respiró aliviado cuando escuchó una risa estridente.

Okey —alargó la «E» exageradamente —. Eso sí, no esperes que alguien te pague recompensa.

—Mejor para mí entonces —soltó, ya consciente de sus palabras—. Cuanto más tiempo te tenga para mí solo, más rápido termino el proyecto —finalizó para mermar su atrevimiento—. No te molesto mas, Eva.

Para nada, no me molestás, Fran. Cualquier cosa que necesites, llamame. Nos vemos el lunes.

—Nos vemos, Evi.

Y colgó cuando notó que había vuelto a llamarla Evi. Se quedó observando el aparato, esperando una llamada de vuelta o un mensaje de reproche. Pero no pasó nada.

—¿Estás bien? —Bruno lo sacó del trance.

—Sí... Sí, sí... Solo pensaba en... Nada.

Bruno entrecerró los ojos y suspiró profundo, era evidente que había hablado con Evangelina por la cara de idiota que tenía. No sabía si sentirse bien porque había dejado a Pilar en el pasado, o preocuparse por la mujer que acaparaba sus pensamientos. Volvió a tomar asiento en el taburete de la cocina, y se acomodó para comenzar a contarle sobre Ismael.

—No fui a ver a papá, porque cuando estaba yendo para Lanús me encontré con Ismael, el cadete que hice despedir.

—¿Posta? ¿Y dónde te lo encontraste?

Bruno le relató toda la escena sin perder detalle, desde que lo enfrentó en el park de Barracas hasta el momento en que se despidieron en la puerta del edificio. Le contó los detalles de su contrato, y en consecuencia, la experiencia que había descubierto en su currículum.

—¿Y no te dijo por qué renunció a la policía? Bruno, apenas lo conocés y le diste un puesto con acceso a todo el piso. Entiendo que te sientas culpable, pero... ¿Es confiable?

—Es ex policía, Franco. Esa sola experiencia ya me sirve.

—Sí, y no te dijo por qué se fue cuando le quedaba toda una vida por delante como oficial. ¿No te hace ruido eso? Ya sabés que tiene tendencia agresiva, ¿y si tiene un caso de gatillo fácil encima? ¿Al menos lo googleaste?

—No... Y no es mala idea.

Bruno saltó de su asiento y fue a buscar su computadora, volvió a la barra de la cocina y colocó su nombre en el buscador. Acto seguido, seleccionó para ver las noticias relacionadas a su búsqueda.

Nada.

—Creo que este es su perfil de Instagram, a ver...

Clickeó y efectivamente era él, pero su perfil estaba con candado. Se fue a probar suerte a Facebook, pero obtuvo el mismo resultado, solo podía ver las fotos de perfil que tuvo desde la creación de la cuenta. De hecho, una de esas fotos lo mostraba con su uniforme policial, y Bruno tragó saliva al verlo. Era muchísimo más intimidante con un arma en la cintura, y dejando los músculos de sus brazos a la vista.

—Al menos no es mentira que fue oficial —informó, intentando mantener la compostura.

Franco rodeó la barra y se acercó a ver lo que acaparaba la atención de Bruno, cuando vio la foto comprendió todo.

—Okey, si no tiene nada sucio bajo la alfombra, y a vos te cierra su ex uniforme, por mí no hay problema. Yo me encargo de vigilarlo también los primeros días, porque te conozco y ya te veo imparcial.

—Trabajó un año en el edificio, ¿por qué habría algo mal ahora? Apuesto lo que quieras a que cuando entró a ese trabajo le hicieron más entrevistas y estudios de los que le hice hoy a la tarde. Y hablando de eso, me olvidé de pedirle a Mercedes que le hagan el apto médico. Ya vuelvo.

Tomó su computadora y dejó a Franco armando las hamburguesas. Se encargó personalmente de concreatarle una cita con el director de la clínica, y luego buscó el número de Ismael en el currículum para informarle.

¿Hola?

—Ismael, buenas noches. Soy Bruno Antoine, saqué tu número del CV.

Ah... ¿No era que empezaba mañana? ¿Qué pasó? Son las nueve de la noche, si vamos a empezar así...

—No, no te asustes. —Soltó una risa que parecía despreocupada aunque en realidad era nerviosa—. Es para avisarte que hoy me olvidé de pedirle a Mercedes que te concrete una cita para que hagas el apto físico, así que me encargué yo de eso. Mañana te esperan a las siete y media en ayunas. Salís de los exámenes y te venís para la oficina, es solo una formalidad para el legajo, no te preocupes.

Lo sé, y me pareció raro que me hayas contratado así nomás. Igual, tranquilo que no tengo nada.

—Eso ya me quedó claro, sos deportista. Por eso te digo que es una formalidad. ¿Tenés para anotar la dirección? Es en Microcentro, cerca de la oficina.

Bruno le pasó la dirección de la clínica, le indicó por quién preguntar y los detalles para que le tomen la cita. Apenas Ismael le confirmó que ya tenía todo correctamente anotado, se despidió cordialmente y finalizó la charla para no seguir molestando al hombre.

Sin saberlo, experimentaba la misma sensación que Franco la noche anterior a su primer día en La Escondida. No sabía cómo iba a ser su trabajo al lado de un hombre tan intimidante como Ismael.

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