Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Dieciocho

Bruno estaba tieso, tratando de parecer inmóvil para que no se notara que en realidad estaba temblando como una hoja, mientras el hombre era todo lo contrario. Se balanceaba de un lado a otro, intercalando el peso del cuerpo entre ambas piernas, y los puños emblanquecidos de la fuerza con la que cerraba sus manos.

Como un boxeador esperando a que suene la campana para comenzar a pelear.

—¿Qué se te ofrece? —dijo tratando de parecer firme, pero lo traicionó el temblor en la voz.

—Estarás contento, ¿no? —repitió la misma pregunta sarcástica que le hizo a Franco cuando lo confundió con él—. Yo perdí el trabajo, ¿y vos? —Comenzó a acercarse a Bruno, y se detuvo a centímetros de su cara—. ¿Perdiste tu correo? ¿Pudiste leer tus revistas? ¿Se te rompió el caprichito que compraste en línea? ¿Sabés cuál es la diferencia entre lo tuyo y lo mío? Que vos ahora levantás un teléfono y tenés un pelotudo que te repone todo lo que te haya arruinado por accidente, y yo ahora voy a estar meses, y no sé si años, buscando otro laburo que me pague bien.

—¿Para esto viniste? —Bruno tomó coraje cuando cayó en cuenta de que el hombre no necesitaba más problemas en su vida, y mucho menos, armar un escándalo en plena vía pública—. ¿Para echarme en cara tu miserable vida? Que te sirva de experiencia para tu próximo trabajo, si tan necesitado estás, deberías estar buscando trabajo ahora mismo en lugar de venir a patotearme por algo que ya pasó.

—Vine porque veo que estás muy acostumbrado a que todo el mundo te haga caso cuando abrís la boca, típico de niño malcriado. Pero sobre todo, porque yo hoy me voy, pero le puede pasar lo mismo al que quede en mi lugar si alguien no te para el carro.

—¿Me estás amenazando? —Bruno dio un paso más, desafiándolo.

—No... No me voy a ensuciar las manos con semejante basura, hay una justicia divina que todo lo ve. Que te vaya bien en tu vacía vida de Ricky Ricón.

El hombre escupió al suelo, aunque asegurándose de hacerlo cerca de sus costosos zapatos, y se alejó sin más. Cuando Bruno se aseguró de que ya no volvería, soltó todo el aire que contuvo para mantener la compostura, y se recargó sobre sus rodillas. Sintió una mano sobre su espalda encorvada y se sobresaltó, era Franco.

—¿Estás bien? ¿Te cambio los pañales? —expresó divertido conteniendo una sonrisa.

—Basta, pelotudo —se quejó, reincorporándose—. En serio, creí que me iba a bajar todos los dientes. ¿Estuviste ahí todo el tiempo?

—Sí, ya con solo verlo a él y la cara que pusiste cuando lo viste, supuse que algo no andaba bien y por eso me quedé en la puerta. ¿Quién es y qué le hiciste?

—Era el cadete administrativo del edificio. Ayer me trajo el correo a la tarde después de que pasé a verte cuando llegaste del restaurante, se tropezó, se cayó, y para empeorar las cosas, cuando se levantó pateó la mesa sin querer, y tiró la planta acuática sobre el correo en el piso. La realidad es que había tenido un día de mierda y me la agarré con él, bajé a recepción y pedí que lo despidieran por haberme arruinado el correo y una planta.

—Ajá... ¿Y te dijo que se cayó porque tuvo un accidente y lo obligaron a volver antes de que se recuperara por completo porque el empleador no quería seguir cubriéndole la licencia? Supongo que no fue un accidente laboral, y por eso lo apuraron así.

—No... no me dijo.

—Tenés que pensar un poco, Bruno. No todos tienen la suerte que tenemos nosotros, y no todo el mundo puede concederte los caprichitos. Dejaste a un pobre hombre en la calle solo porque te mojó la revista esa de negocios que coleccionás, como si no pudieras salir y comprarte otra.

Y fue en ese momento cuando Bruno comprendió el mal que había hecho, solo por descargar la ira con la persona equivocada, por no tener el valor para llamar a quien creía su pareja y decirle en la cara la rabia que sentía por haber sido su objeto de juego, esa figurita difícil para mostrar en el álbum de conquistas.

—¿Y ahora qué hago?

—Primero, contarme qué mierda te pasa, porque te conozco. Ayer estaba tan enfrascado con el proyecto y con Eva que no me di cuenta de que vos nunca andás por operaciones, a menos que quieras despejar la cabeza. ¿Qué pasa, puber?

—Mejor vamos arriba y te cuento.

—Pero en mi pecera, tengo trabajo que hacer.

—Preferiría en mi oficina, no quiero que nadie me vea si me quiebro.

—Entonces que sea en la mía, ahí nadie nos va a encontrar.

Apenas entraron a la oficina en desuso de Franco, esa que funcionaba como espacio de ocio en donde tenía la cafetera profesional que presumió a los chicos de La Escondida, Bruno sacó su iPhone y comenzó a cancelar sus reuniones. Ese fue el momento en que su gemelo supo que saldrían de allí para irse directo al piso que compartían.

Si Bruno no tenía ganas de trabajar, estaba realmente jodido, ni siquiera estresado. La palabra correcta era dolido.

Franco preparó el cortado que siempre consumía Bruno, y su clásico negro cargado. Le entregó la taza, se sentó en el escritorio en desuso, y esperó a que su hermano comenzara a hablar. Pero estaba enmudecido mirando la pantalla de su celular, y cuando notó que sus ojos comenzaron a enrojecerse, le quitó el aparato de las manos. Leyó el mensaje que había roto el corazón de su hermano, y sintió furia.

—Esto no merece tus lágrimas.

—Lloro por mí, de bronca. Por haber sido tan estúpido de nuevo.

—No, puber. No sos estúpido, sos un tipazo que lo da todo cuando se enamora. Acá el único problema es que te enamorás fácil.

—Te juro que a veces quisiera ser como vos —sonrió con amargura mientras capturaba una lágrima con su dedo índice—. No sé cómo haces para vivir así... Sin amor.

—Calamaro decía que no se puede vivir del amor, y tiene razón. Prefiero vivir para vivir, aunque suene redundante.

—Nunca la pudiste olvidar, ¿no es cierto?

La pregunta de su hermano fue clave para terminar de armar el rompecabezas. Era la primera vez que no se le estrujaba el corazón cuando Bruno le recordaba a Pilar, su primer y único amor real. Y la razón por la que sus palabras no dolían tenían nombre: Evangelina.

—Creo que ya pude.

—¿Y si mejor hablamos de eso? Preferiría hablar de cosas lindas.

—Es que no hay nada que hablar, solo la superé y ya. Además, es algo que acabo de descubrir, porque la mencionaste y no sentí un puñal en el pecho. Tengo muchas cosas en la cabeza en este momento como para preocuparme por una mujer que me hizo mierda en nuestro peor momento.

Por suerte, Bruno se quedó conforme con su respuesta, quizás porque estaba muy ensimismado en su dolor, y agradeció mentalmente que no indagara en el asunto. Le preocupaba el hecho de que Evangelina comenzaba a acaparar sus pensamientos e ilusiones. Y sobre todo, empezaba a replantearse la idea de conocerla y de entregarle la llave de su corazón clausurado.

Todavía no estaba preparado para hablar con nadie acerca de estos extraños sentimientos, ni siquiera con Bruno, con quién tenía esa conexión mágica de gemelos. Hasta que no tuviera en claro lo que sentía, no pensaba hablar del tema con nadie para no enroscarse. Una sola cosa tenía bien en claro, si era ella, no iba a arruinarlo.

Otra vez.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro