Capítulo 36. «Lo único que quiero de ti son respuestas»
«Lo único que quiero de ti son respuestas»
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EMMA
Un montón de preguntas se agolpan en mí cabeza tras escuchar todas las cosas que Kate acaba de contarme, pero no consigo verbalizar la primera antes de que las puertas del elevador vuelvan a abrirse a nuestra espalda.
Mi primer pensamiento es que se trata de los chicos, pero al girarme descubro que quien acaba de llegar es Andrew en compañía de otro agente de aspecto mucho más joven, pero de igual tamaño y casi la misma complexión.
Kate es la primera en ponerse de pie, sujetando las fotos.
—¿Consiguieron dar con ella? —le pregunta.
Andrew niega ligeramente, apretando la mandíbula.
—Señoritas, este es el agente Scott. —Lo señala—. Jacob, estás son Katherine Jackson, la sobrina de Cristina, y Emma Clark, nuestra vecina.
La palabra «nuestra» me toma un poco de sorpresa. Hasta hace veinticuatro horas creía que Cristina Jackson era mi única y solitaria vecina. Pero aquí está este hombre frente a mí, recordándome que no solo es un jodido agente especial del FBI, sino que tiene una relación lo suficientemente fuerte con esa mujer para atribuirse el papel de hombre de la casa.
—Es un placer. —El agente Scott aprieta mi mano antes de hacer lo mismo con la de Kate—. Lamento no tener mejores noticias para usted, señorita Jackson. Pero estamos haciendo todo lo posible para dar con su tía, y para ello necesitaremos que nos acompañe a la estación y responda algunas preguntas para nosotros.
—¿Yo? —Kate señala su pecho con el puñado de instantáneas aun en la mano.
—Sí, tú —es Andrew quien le responde—. Porque eres la mayor y la que puede suministrarnos una cantidad más sustanciosa de información sobre tu padre, tu tía, y las personas que pueden estar interesadas en hacerles daño. El agente Scott va escoltarte hasta la comisaría —agrega eso último antes de apoderarse de las fotografías—. Estas me las quedo yo. Con suerte consigamos algo aquí que nos dé una pista sobre el paradero de Cristina.
—Pero, ¿qué hay del señor Taylor y mi padre? ¿No consiguió nada con ellos?
Andrew me mira.
—El móvil de tu jefe se encuentra fuera de servicio y su familia solo sabe que está cerrando algunas negociaciones en la ciudad. No han hablado con él en hace un par de días. Su esposa asegura que Taylor nunca le ha mencionado alguna cabaña en la que pasara sus años de adolescencia. Y no hay otro número por el que pueda comunicarme con él.
—¿Qué hay de mi padre? —inquiero, ignorando lo extraña que me resulta ahora la ausencia de mi jefe.
—El teléfono de tu padre simplemente sale apagado. Contacté con el bufete de abogados que tiene en la ciudad, y la única información que conseguí es que se encuentra atendiendo un caso en Nueva York. Les pedí que le dieran mi mensaje si lograban comunicarse con él, pero ahora mismo no podemos darnos el lujo de esperar por las únicas dos personas que saben dónde demonios está este lugar. Necesitamos actuar. Y si eso implica andar por todo el maldito pueblo enseñando estas fotos hasta que alguien pueda darnos una pista de donde se encuentra el maldito lago, lo haremos.
—Si necesitan mi ayuda con algo... —digo, porque él tiene razón, no podemos quedarnos de brazos cruzados sin más.
Ahora que se ha demostrado que la amenaza es real, cada segundo cuenta.
—Tengo todo un equipo para iniciar la búsqueda y seguir cada pista. —Me tiende una tarjeta—. Pero si llegas a saber de algo más, no dudes en llamarme.
—Lo haré.
—¿Dónde están los demás? —Andrew barre la sala privada con la mirada.
—Mis hermanos y mi marido están afuera. Fumando.
—Y nuestros amigos han ido a casa a cambiarse.
—Bien. Supongo que estarás sola mientras los chicos regresan. —Andrew me mira un segundo. Luego apunta sus ojos a Kate—. Ve con el agente Scott, el mismo se encargará de traerte de vuelta.
—Pero, mi padre...
—Yo estaré aquí. Y los chicos volverán en nada —le digo—. Te avisaremos cualquier cosa.
Kate me obsequia con un abrazo corto e inesperado antes de irse con el agente más joven, seguidos por Andrew, que me mira por encima del hombro.
—Intenta llamar a tu padre, ¿quieres? A lo mejor corres con más suerte que yo.
Asiento, porque hablar con él es un sacrificio que estoy dispuesta a hacer en pro de un bien mayor.
Una vez que me quedo sola en la sala de espera, lo hago. Marco un número que no he utilizado en cinco años, y lo único que recibo como respuesta es la voz computarizada de su buzón. Lo intento de nuevo, al menos unas cinco veces, y en la última decido dejarle un mensaje:
—Llámame cuando escuches esto. Es una emergencia.
Sé que habría funcionado sin agregar eso último. Un mensaje de mi parte es una emergencia en sí mismo, pero no me interesa que mi padre piense, aunque sea por un mísero segundo, que el motivo de mi llamada puede ser otro.
Vuelvo a tomar asiento y le doy vueltas a la tarjeta del agente Williams en mi mano, intentando pensar en qué otra cosa puedo hacer para ayudar cuando de pronto lo recuerdo.
«La tarjeta».
Dakota me dio una con su número la noche que nos encontramos en la pizzería, y por idiota —o precavida— decidí guardarla luego en un rincón de mi monedero. Mismo en el que estoy rebuscando ahora hasta dar con ella.
Si hay alguien aparte de los señores Taylor y papá que podría conocer la ubicación de esa cabaña, es Dakota Vagary. Además de ser la esposa y señora de mi padre, también fue una «muy buena» amiga de mamá. Quizás alguno de ellos le haya hablado al respecto.
Y... quizás, pueda aprovechar la oportunidad de conseguir respuestas para otras de mis interrogantes.
«Solo te diré que la versión que tengo para contar, te explicará la razón de que Eric no te quiera cerca de ese muchacho, el hijo de Richard Jackson»
Esta podría ser la peor de las ideas que he tenido hasta ahora. Pero no pienso en ello mientras copio su número en mi celular y escribo un mensaje:
Emma: Quiero tener esa conversación. ¿Podemos vernos ahora?
Miro con decepción la único y solitaria tilde gris que aparece junto a mi mensaje. Luego me fijo en la parte superior de la pantalla y suspiro. No son ni las ocho de la mañana, por lo que no me extraña que mi hermosa y holgazana madrastra siga enredada entre sus sábanas de seda. Su última conexión es de ayer por la noche.
Abandono la conversación antes de volverme loca esperando su respuesta y decido enviarle un mensaje a uno de mis jefes sustituto. Con el que mejor me la llevo.
Emma: Buen día. Escribo para informarte que hoy no podré cubrir mi turno en el bar y ya es demasiado tarde para pedirle el favor a alguien más. No me odies. Lo siento.
Adam: No pasa nada, cariño. Vi las noticias y supuse que estarías en el hospital con tu novio. Quise escribirte antes, pero... ya sabes. Esto sigue siendo un poco extraño para mí.
Que todo el mundo asuma que Oliver y yo somos novios sin que nosotros hayamos hablado antes al respecto es lo extraño. Pero también entiendo a lo que se refiere Adam. Han sido demasiados cambios para él en un periodo muy corto de tiempo. Perdió a su novia y de pronto, también creyó que su mejor amiga lo había traicionado.
Pero eso no es verdad.
Emma: Seguimos siendo nosotros, Adam. Entre tú y yo las cosas no tienen por qué ser diferentes, incluso si Lisa ya no forma parte de tu vida. Sabes que te quiero, ¿verdad?
Adam: Yo también te quiero, Em. Mucho. Y lo sé. Me comporté como un imbécil al molestarme contigo. Nadie tiene culpa sobre las acciones de los demás.
Emma: No. Nadie la tiene. Y agradezco que ahora puedas verlo con mayor claridad.
Adam: Tristemente lo hago.
Adam: Y con respecto al trabajo, no te preocupes. Tómate todo el tiempo que necesites.
Emma: Gracias. En serio.
Adam: No me agradezcas, para eso estamos los amigos. ¿Cómo está el candidato?
Emma: Sobrevivió a la operación. Esperamos que despierte pronto.
Adam: Ojalá lo haga. No es que tu novio sea de mi agrado, pero que le disparen a tu padre debe ser una completa putada.
Emma: Nada de lo que dicen en las noticias es cierto. Richard Jackson no trabaja con criminales.
Adam: Lo sé.
Adam: No soy tan ingenuo, aunque mi historial diga lo contrario.
Emma: Sabes que ella también te quería, ¿verdad?
Adam: No lo suficiente. Pero eso no importa ya.
Emma: El mundo es muy grande, Adam, seguro que ahí fuera hay alguien más esperando por ti.
Adam: Mi ficha no se encuentra en el tablero ahora mismo, Em. Paso de esta clase de mierdas por una temporada. No tengo la fortaleza de Ezra.
Emma: No todos somos capaces de levantarnos con la misma facilidad después de una decepción amorosa, pero eso no significa que esté mal ser como él. Ezra va por lo que quiere, incluso conociendo los riesgos. Es muy valiente.
Adam: Ya, pues el muy cabrón debería darme unas clases.
Adam: En fin. Que no estás para mierdas melancólicas en este momento. Avísame si cualquier cosa y recuerda que estoy aquí para ti.
Emma: Oye, ahora que lo dices....
Emma: ¿Un padre nunca te ha mencionado algo sobre una cabaña donde pasaba tiempo con sus amigos cuando era un adolescente? Una que estuviera cerca de un lago.
Adam: No que yo recuerde, pero un agente del FBI que habló hace un rato con mamá le hizo la misma pregunta. ¿Qué pasa?
Dudo un segundo antes de teclear una respuesta. No sé hasta qué punto resulta legal hablar sobre la desaparición de Cristina.
Emma: La policía cree que ahí puede haber algo relacionado con el señor Jackson que necesitan encontrar. Por favor, avísame si logras contactar con tu padre.
Adam: Lo haré.
Adam: Y oye, Em, cuídate mucho.
Emma: Lo haré. No te preocupes por mí.
«Yo no soy nadie importante en todo esto».
Bloqueo la pantalla de mi celular al tiempo que las puertas del elevador se abren de nuevo, y esta vez sí son los chicos quienes salen del pequeño cubículo. Aaron es el primero en preguntar por su mujer, y tras un breve resumen, le explico que ha tenido que ir a la estación con los agentes.
Robert convence a su cuñado de esperar aquí hasta que ella regrese después de insistir en ir a buscarla él mismo. Al parecer, su chica no puede estar lejos de él más de veinte minutos sin que se vuelva loco.
Por suerte, Kate solo demora una hora en aparecer nuevamente en compañía del agente Jacob Scott, riéndose dulcemente por algo que, aparentemente, el chico venía contándole mientras subían en el ascensor.
Aaron no dice nada cuando ella llega a su lado, pero lo veo apretar la mandíbula y abrazarla por la cintura mientras clava sus ojos claros en el oficial. El siguiente en ir a dar sus declaraciones es Rob. Y para cuando finalmente se llevan a Oliver ya es pasado el mediodía.
Intenté preguntarle a mi abuela sobre la maldita cabaña cuando me llamó tras su sueño reparador de doce horas, pero su respuesta fue que mi madre no pasaba su tiempo de adolescente en ninguna cabaña.
Lo que me confirma que, como cualquier otra chica de su edad, mamá no era completamente sincera sobre lo que hacía por ahí con su novio y sus amigos durante el verano.
Pensar en eso me dio otra idea.
Puede que la cabaña fuera eso, una casa de verano cuyos dueños debían haber sido los padres de alguno de los chicos que pasaban su tiempo ahí, pero tras contárselo a Andrew —como era de esperarse—, me confirmó que ya había revisado los registros de propiedad de cada familia involucrada y ninguno incluía alguna cabaña cerca del lago.
En un momento dado, el sueño no vencernos, y terminamos acurrucados incómodamente en uno de los sillones más grandes de la sala.
Cuando despierto ya es casi el final de la tarde, Richard sigue sin despertar de su operación y Andrew ha visitado aproximadamente diez lagos diferentes en el pueblo y sus alrededores sin ningún tipo de éxito.
El móvil vibra en mi mano con varias notificaciones seguidas y me incorporo con cuidado de no despertar a Oliver en el proceso. Miro a mi alrededor y descubro que el resto de los chicos también se encuentran vencidos por la espera, la angustia y el cansancio.
Solo el jefe de seguridad de los Jackson se encuentra despierto. Le dedico una pequeña sonrisa y él me responde con un asentimiento bastante pragmático.
Oliver emite un sonido con la nariz parecido a un ronquido antes de volverse hacia el otro lado del sofá y seguir durmiendo. Me pica la palma de la mano por acariciar su cabello y susurrarle que estoy aquí con él, pero no quiero importunar su sueño, así que, en su lugar, reviso las notificaciones que acabo de recibir en mi celular.
Dakota: Lamento responder hasta ahora, Emma. Recién estoy recibiendo señal en el móvil. Había estado fuera, pero ya estoy en casa.
Dakota: Me alegra que finalmente te hayas decidido a tener esta conversación.
Dakota: Ven ahora si quieres.
Dakota: Y no te preocupes por Eric. Estará fuera el fin de semana.
«Claro, y por eso es que tú también lo estabas. Con tu jodido amante».
Me trago la bilis antes de teclear mi respuesta.
Emma: Nos vemos en 20.
Apago la pantalla y me pongo de pie.
—Necesito ir a casa por unas cosas —le digo a «La Roca» en un susurro, antes de presionar el botón del elevador—. Si Oliver se despierta, dile que no se preocupe por mí. Intentaré regresar lo antes posible, ¿vale?
El hombre me obsequia con otro de sus asentimientos, pero antes de que las puertas se cierren conmigo dentro, dice:
—Avisaré a uno de los hombres que tengo abajo para que te lleven.
—No hace falta —le digo—. Un amigo ya me está esperando afuera.
No sé si la mentira ha colado, pero cuando llego al piso inferior, ninguno de los guardaespaldas se pega a mí para escoltarme. Evito a la prensa usando la salida de emergencia trasera y le saco la mano al primer taxista que pasa frente a la acera.
🌴🌴🌴
Un Honda Civic, rojo y reluciente, se encuentra aparcado a un costado de la casa que antes solía llamar hogar.
Recuerdos de ese mismo auto, estacionado frente a la casa de Anny con un enorme lazo en el parabrisas, el día de mi cumpleaños número dieciséis, llegan a mi mente acompañados por el momento en el que tomé el viejo bate de béisbol con el que mi abuelo solía jugar en sus tiempos de gloria y reventé con él todos sus cristales del que había sido un regalo de mi padre.
Dos días más tarde una grúa pasó a recogerlo, ya que también le había pinchado las llantas, y después de repararlo, supongo que mi madrastra decidió conservarlo para ella.
Lleno mis pulmones de aire antes de tocar a la puerta. Sigo teniendo las llaves en mi bolso, pero el orgullo no me permite utilizarlas. Este ya no es mi hogar. Aunque legalmente lo sea.
—Emma. Adelante. —La sonrisa que Dakota me dedica cuando abre la puerta me revuelve el estómago—. Estás en tu casa.
Eso tampoco ayuda, pero de todas formas doy un paso al interior. Los recuerdos me golpean en una avalancha, pero intento no mostrarme afectada mientras recorro la casa detrás de Dakota, rumbo a la cocina.
Todo sigue estando igual que hace cinco años, y los años anteriores a esos, cuando mamá seguía estando viva.
Una parte de mí le agradece a la mujer que, ahora mismo me ofrece leche y galletas como si aún fuera una niña, por no haber intentado cambiar la decoración de mi madre en todos estos años.
Al principio creí que lo hacía por mí, pero hace un tiempo que yo ya no formo parte de esta familia, así que no hay razones para seguir respetando su memoria cuando ni siquiera fueron capaces de respetarla en vida.
—Lo único que quiero de ti son respuestas, Dakota —le digo, rechazando sus atenciones y tomando asiento en una de las banquetas.
Ella suspira y vuelve a dejar el cartón de leche en la nevera.
—Lo que tengo que decirte podría cambiar tu vida como la conoces hasta ahora, Emma. —Se apoya contra la isla, apuntando sus manos entrelazadas en mi dirección—. ¿Segura que estás lista para escucharme?
Inhalo profundo antes de pronunciar:
—Lo estoy.
🌴🌴🌴
OLIVER
Lo primero que noto en cuanto abro los ojos, es que Emma no se encuentra a mi lado. Barro la sala con la mirada y descubro que mis hermanos, cuñado y amigos siguen profundamente dormidos.
Steven, por su parte, es la excepción. Tiene los ojos cerrados, pero por la rigidez de su cuerpo, sé que solo está descansando. Nunca había conocido a un hombre tan fuerte y leal como mi jefe de seguridad, así que no me extraña que sea incapaz de dormir a plenitud con su jefe estando inconsciente en terapia intensiva.
Me pongo de pie y estiro el cuello con una punzada de dolor. Estuve durmiendo en una posición de mierda, pero al menos conseguí pegar el ojo durante unas horas. Lo compruebo al mirar la pantalla de mi celular. Son casi las siete de la noche.
Steven abre los ojos cuando el peso de mi sombra se cierne sobre él. Está entrenado para reaccionar a cualquier estimulo exterior, por lo que ni siquiera me inmuto cuando su mano se dirige directamente al arma que lleva sujeta a la cintura.
—¿Dónde está Emma? —le pregunto en voz baja, aun adormilado.
—¿Te refieres a tu novia? —El muy cabrón me sonríe.
—¿Dónde está?
Su sonrisa se hace más grande ante la evasiva, pero me da la información que estoy pidiendo.
—Dijo que iría a casa por unas cosas.
—¿A casa? —repito con el ceño fruncido—. ¿Estás seguro?
No recuerdo que me haya hablado de ir a casa antes de quedarnos dormidos.
—No digo algo a menos que esté seguro, muchacho.
—¿Hace cuánto se fue?
Steven comprueba su reloj.
—Un par de horas, más o menos.
—¿Por qué demonios no me despertaste? —gruño al considerar que ese ha sido demasiado tiempo ya.
Además, ¿qué cosas tenía que buscar en casa? No tiene sentido.
—¿Por qué habría de hacerlo? —Steven pone los ojos en blanco—. Esta no es una prisión, Oliver, y obviamente tú no eres el carcelario. La chica puede ir y venir como le plazca.
—Claro, ir y venir como le plazca con un puñado de reporteros imbéciles ahí fuera y una banda de criminales asechándonos —le gruño, desbloqueando mi celular para llamarla—. ¿Cuál de tus hombres la está acompañando?
La mueca de Steven me hace apretar el aparato en mi mano.
—Dijo que un amigo estaba esperando afuera por ella.
—¡¿Qué?! —Mi grito consigue despertar a todos en la sala—. ¿Me estás jodiendo? ¿La dejaste ir sola?
—Ella me dijo que...
—¡Y una mierda! —lo corto—. ¿Sabías que una maldita serpiente juró vengarse después de que ella le partiera la puta nariz en la discoteca? ¡Por eso me estuve encargando durante semanas de llevarla y traerla de vuelta desde su trabajo! ¡¿Y tú la dejas escabullirse sola justo ahora?!
—¡Oliver! ¿Qué demonios te pasa? —espeta Kate, llegando a mi lado—. ¿Por qué le estás gritando así a Steven?
—No tenía idea que La Cobra tuviera asuntos pendientes con la señorita Clark —dice mi jefe de seguridad, ignorando a mi hermana también—. No la habría dejado irse con su amigo de haberlo sabido.
—¿Qué amigo? —Se me tensa la mandíbula.
—No lo sé. No me lo dijo.
—Estupendo. —Le doy la espalda y respiro profundo.
No sé qué me jode más, si el hecho de que Emma se haya largado por ahí sin avisarme, que Steven lo haya permitido, o que el puto de su ex posiblemente sea el «amigo» que ha venido por ella.
—Mi trabajo ha sido cuidarte a ti —escucho decir a Steven, consiguiendo que me vuelva para mirarlo—. Lo lamento, muchacho, la chica nunca ha sido mi prioridad.
—¡Mis prioridades tienen que ser también las tuyas! ¡Y ella lo es, joder!
—Oliver. —Kate coloca una mano sobre mi hombro—. Tienes que calmarte.
—¿Lo hiciste tú cuando papá te dijo que tu prioridad no podía ser irte a Los Ángeles detrás de un imbécil fracasado? —Señalo a Aaron, que no parece inmutarse con mi comentario.
Kate, por el contrario, me mira cabreada. Y también muy dolida. Pero junto ahora me importa una mierda.
Doy un par de zancadas para alejarme de todos y desbloqueo mi celular. Tengo un montón de mensajes y llamadas perdidas de Alessa, pero ignorándolas todas, marco el número de Emma y me llevo el móvil a la oreja.
Sigo esperando escuchar el primer tono al otro lado de la línea cuando una enfermera atraviesa las puertas dobles de metal que dan a otro largo pasillo.
—El señor Jackson acaba de despertar —anuncia.
Inconscientemente termino con la llamada incluso antes de que comience y doy un paso en dirección a la mujer, cuando llego junto a ella, noto que mis hermanos han hecho lo mismo.
—Gracias Dios. Gracias. —Kate deja escapar una exhalación—. ¿Podemos pasar a verlo entonces?
La sonrisa de la enfermera titubea.
—Podrán hacerlo —dice—. Pero primero, el señor Jackson ha pedido específicamente ver al señor Steven Woods.
Seis pares de ojos se posan en nuestro jefe de seguridad. Este da un paso al frente con la confianza de quien sabe, es lo suficientemente importante e indispensable para su jefe. Incluso cuando este acaba de despertar de una operación en la que casi pierde la vida.
—Ese soy yo —le dice a la enfermera y esta le indica que la siga de regreso a la unidad privada de cuidados intensivos.
Observo la espalda ancha de Steven a través de las pequeñas ventanillas en las puertas dobles hasta que se pierde tras otro más allá, junto a la mujer vestida de blanco.
—Vale, entiendo que Steven sea el hombre de confianza de papá y un amigo de años, pero ¿pedir verlo a él antes que a nosotros? —gruñe Kate con de voz niña, y como siempre que se pone sentimental, Rob la acuna entre sus brazos y le frota la espalda.
—Tranquila, hermana —le dice, arrastrando como siempre la última palabra—. Quizás el viejo solo quiere darle a la mole información sobre el acertijo para encontrar a tía Cristina, y eso es bueno. Ya podremos verlo luego.
—Tienes razón. —Mi hermana se limpia las esquinas de los ojos—. Lo importante es que ya ha despertado, ¿verdad?
—Así es, cariño. —Esta vez es Aaron quien se acerca a ella para consolarla.
Lisa y Ed aprovechan el momento para acercarse a mí y preguntar por qué demonios los he despertado en medio de mi discusión con Steven y qué es lo que está pasando con Emma. Les doy un breve resumen y entonces es Lisa quien se dispone a marcarle, pero antes de que alcance a presionar el botón de llamada, las puertas del elevador se abren de nuevo y es Andrew el que aparece acompañado por el mismo agente que me escoltó más temprano a la comisaría.
—¿Ya ha despertado? —inquiere antes siquiera de saludar.
Su aspecto es el de un hombre agotado que intenta mantenerse de una pieza.
—¿Cómo han podido enterarse tan pronto? —Mi hermana lo mira consternada. El agente detiene sus pasos abruptamente.
—¿Entonces sí lo ha hecho?
—Literalmente hace solo un par de minutos —le contesto yo.
—¿Y se puede saber qué demonios hacen ustedes aquí afuera todavía? ¿Por qué no han entrado a preguntarle por puto acertijo?
—Steven lo está haciendo —le dice mi hermana, torciendo una mueca—. Ha pedido verlo a él primero.
Andrew sacude la cabeza y hace algo que ninguno de nosotros se hubiera esperado: avanza por el pasillo en dirección a la zona restringida y las puertas dobles se agitan violentamente a su paso.
Como era de esperarse, el resto lo seguimos, ignorando a todos los médicos y enfermeras que intentan detenernos.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —le pregunto al agente, que se escuda ante todas las quejas mostrando su placa.
—Lo que ningún miembro de esta familia parece capaz de hacer: Luchar por Cristina.
—Ya te dijimos que Steven se está haciendo cargo. ¡Este maldito espectáculo no es necesario!
Me siento como un completo hipócrita un segundo después de que las palabras abandonan mis labios. Era yo quien le estaba gritando a mi jefe de seguridad hace un par de minutos por haber perdido de vista a mi chica. Y eso que ni siquiera tengo motivos para creer que algo malo haya pasado con ella. Simplemente por la posibilidad de que así sea.
—¿Seguro? —inquiere Andrew como si me leyera la mente, pero antes de que pueda contestar algo coherente, empuja la puerta la puerta de una habitación que ya había visitado antes, cuando papá seguía estando inconsciente tras su intervención.
—¿Qué demonios...? —escupo cuando lo primero que veo al entrar es una cama vacía, un montón de cables desconectados, y varias vías endovenosas que deberían estar atravesando las venas de mi padre, agitándose ligeramente en el aire desde un atril que sostiene soluciones médicas en lo alto—. ¿Dónde está...?
Escucho un golpe sordo contra la pared a mi lado como única respuesta. Miro al agente y descubro que ha sido su puño el que lo ha provocado.
—¡Hijo de puta! —grita, y los demás comienzan a preguntar qué está pasando cuando entran tras nosotros a la habitación—. ¡El imbécil de Richard Jackson intentando dárselas una vez más de héroe! ¡Eso es lo que está pasando!
—¿Dónde está papá? —pregunta Kate, esta vez dirigiéndose solo a mí—. ¿Y Steven?
—¿Cómo mierda lo voy a saber? —Señalo la cama—. Estoy igual de perdido que ustedes.
—Habla el agente especial Andrew Williams, envíen todas las unidades disponibles al hospital general EastTown —escuchamos al agente hablar a través de una radio—. Rodeen el perímetro, Richard Jackson ha desaparecido. Necesito un equipo completo de rastreo. Este caso tiene prioridad A1. Los quiero aquí. ¡Ahora!
—No puede haber ido muy lejos —susurra mi hermana—. No en su estado.
—Cuenta con Steven —le recuerdo, revolviendo mi cabello con desesperación.
Los médicos aparecen, comenzando a hacer preguntas, y Andrew no hace más que amenazarlos por obstrucción a la ley.
—Si descubro que alguno de ustedes está implicado en esto, lo van a pagar muy caro —le advierte antes de apartarlos a todos con un empujón y dirigirse a la salida de emergencia al final del pasillo.
Sin otra opción, lo seguimos por un laberinto de estrechas escaleras iluminadas por bombillas rojas e intermitentes que descienden hasta la planta baja. En el descansillo final, encontramos tirada una bata de hospital que reconocemos como la que estaba usando mi padre después de su operación.
—Hijo de puta —vuelve a gruñir el agente, tirando la prenda en un contenedor cuando salimos hacia el exterior trasero del hospital.
Entiendo que esté cabreado, pero a mí también me jode lo poco que se molesta en ocultar su desprecio por mi padre. Al final, si se ha escapado del hospital para rescatar a nuestra tía —aunque sea la cosa más estúpida e imprudente del mundo— lo está haciendo por ella. Porque la quiere.
—¿Qué se supone que haremos ahora? —pregunta Robert, desviando la mirada hacia un cielo completamente tomado por la noche.
—Ustedes nada. —Andrew nos señala con la punta del dedo—. Yo, encontrar la forma de rastrear a tu estúpido padre.
Mi hermano mayor tensa la mandíbula, pero se mantiene en silencio mientras el agente vuelve a escupir órdenes por su intercomunicador.
Ed coloca una mano sobre mi hombro.
—Quizás con la tecnología Watson pueda rastrear el móvil de Steven, princesa. Solo tengo que hacerle una llamada a mi padre para que me ayude con eso desde las oficinas.
—Eso estaría genial —es Kate la que le responde—. Gracias Ed.
—Nada que agradecer. —Le sonríe—. Ustedes también son mi familia.
Palmeo la nuca de mi amigo en afecto antes de dejarlo ir para que realice esa llamada. Las sirenas ya se están escuchando a lo lejos cuando el móvil me vibra en la mano y descubro que se trata de un mensaje de la salvaje. Con toda esta mierda casi olvido que lleva más de dos horas fuera de mi vista.
Sin embargo, en lugar de una explicación que justifique su ausencia, me encuentro con un punto rojo señalando un lugar que parece estar en medio de la nada, acompañado por un mensaje conciso y tan impersonal como los que me enviaba cuando intentaba alejarse de mí.
«Me fui sin avisar porque necesitaba tener esta conversación con Dakota. Ese es el lago donde el FBI debería encontrar la cabaña y, si todo sale bien, también a tu tía. Dales la información».
—Ed —llamo a mi amigo—. Esa llamada ya no será necesaria. Emma acaba de enviarme la ubicación del lago.
—¿Hablas en serio? —Todos centran su atención en mí, pero es Andrew el primero en arrancar el móvil de mis manos para verificarlo.
—Maldita sea, este lago ni siquiera forma parte del condado. ¿Cómo demonios se suponía que daríamos con él? —gruñe.
Toma de nuevo su radio y pide a todos los refuerzos que se reúnan con él en la salida trasera del hospital. Con ellos también lo hacen las cámaras y los periodistas, todos apuntando en nuestra dirección al tiempo que son contenidos por una barricada de oficiales. Andrew manipula un poco más mi teléfono antes de regresármelo.
—¿Qué mierda has hecho? —inquiero al mirar la pantalla.
—Evitar que ustedes también hagan alguna estupidez —dice, volviéndose hacia el agente Scott para indicarle que se mueva.
—¿Eliminaste la maldita ubicación de mi móvil? —Me voy detrás de él, incrédulo y cabreado en partes iguales.
—No sin antes reenviarla al mío —me dice por encima del hombro, sin detenerse—. No hagas como tu padre y deja que las autoridades se encarguen de este asunto, Oliver.
Tengo intenciones de replicar, pero Andrew le hace una señal a un tal oficial Cooper y este junto a un par de policías más forman una pared y me obstaculizan el paso.
—Asegúrense de que ninguno de ellos se mueva de aquí —les ordena antes de alejarse.
Intento abrirme paso entre ellos a empujones, y lo único que consigo a cambio es la amenaza de meterme en una maldita celda si no respeto la ley.
—Cálmate, Oliver. —Robert tira de mi hombro para hacerme retroceder—. Ya tenemos bastante de qué preocuparnos para también perder el tiempo sacándote de la cárcel.
—Y lo dice el Jackson más responsable de la familia —le espeto, deshaciéndome de su agarre y ganándome una reprimenda por parte de Kate.
—¿Les parece que este es el mejor momento para ponerse a pelear?
Respiro profundo y miro a Andrew por encima de los hombros de los oficiales, extendiendo lo que parece ser un mapa del estado sobre el capó de su viejo Impala mientras lo analiza junto a su equipo de federales.
El sonido de las sirenas y los reporteros con sus malditas preguntas no me dejan captar ni una sola palabra de lo que están diciendo, pero supongo que deben estar trazando su plan de rescate en este momento.
Maldigo internamente cuando un par de minutos después los veo recogiendo todo y dividiéndose en las diferentes camionetas del FBI antes de ponerse en marcha.
—¿Tienes las llaves de tu auto a la mano? —Rob aparece a mi lado, susurrando las palabras.
—Sí, las llevo conmigo, ¿por qué? —le digo, palpando mi bolsillo derecho para comprobarlo.
—Ed y la rubia van a crear una distracción para la policía mientras el resto rodeamos el edificio hasta tu auto. Ya sé cuál es la ruta que van a tomar.
—¿Cómo cojones...?
—Siempre he tenido la especial habilidad de leer los labios, baja bragas. —Rob me dedica una sonrisa torcida y perezosa—. Después de todo tu hermano mayor no es tan inútil, ¿eh?
—Rob, no quise... estoy muy alterado, y cabreado. Lo siento.
—No pasa nada, hermanito. —Palmea un par de veces mi mejilla—. Ahora mismo no tenemos tiempo para la paz y el amor. Por mucho que me guste practicarlo.
Me guiña un ojo antes de soltar un silbido en dirección a los chicos. Esa parece ser una señal, porque enseguida Lisa y Ed comienzan a discutir en voz muy alta y tanto la policía como los reporteros que no se han ido tras los autos del FBI se vuelven para mirarlos.
—¡¿Cómo pudiste ocultarme que tenías novia?! —exclama la rubia, golpeando su pecho.
Y mientras mis hermanos, Aaron y yo nos escabullimos por un costado del edificio aprovechando la distracción, pienso que Lisa realmente tiene madera de actriz. O quizás el truco sea no fingir en lo absoluto.
Una vez que logramos llegar a mi auto, la adrenalina se desata. Hago rugir el motor un segundo antes de dar marcha atrás y maniobrar hasta salir del estacionamiento del hospital, esquivando a un puñado de reporteros y paparazzi que aún quedan por ahí rezagados.
Rob, a mi lado, me da las indicaciones y tras tomar un par de atajos, llegamos a una carretera recta donde consigo ver a lo lejos una fila de autos que se desplaza a toda velocidad con luces rojas y azules parpadeando en medio de la oscuridad.
—¡Eres un puto genio! —felicito a Robert, revolviendo las ondas castañas de su cabello.
Él me aparta con un manotazo.
—Ya basta, baja bragas.
—Vale, ahora necesito que me hagas otro favor.
Le entrego mi móvil sin apartar los ojos de la carretera mientras afinco el pie con más fuerza en el acelerador.
—¿Qué se supone que haga con esto?
—Marca el número de Emma. Necesito asegurarme de que está bien y ponerla al día de lo que está pasando. La contraseña es el cumpleaños de papá.
—Vale. ¿La tienes registrada como «El amor de mi vida»? —Se burla mi hermano, ganándose un gruñido de mi parte y un par de risas tontas desde el asiento de atrás.
—Búscala como «Salvaje». Y ni se te ocurra hacer algún comentario sexual al respecto.
Robert finge cerrarse lo labios con una cremallera imaginaria antes de trastear en mi móvil con una sonrisa de imbécil.
—Vale. Llamando a la salvaje —canturrea, colocando el móvil en altavoz en medio de ambos.
Sin embargo, la decepción no tarda en golpearme cuando me envía directamente al buzón de mensajes.
—Vuelve a marcar.
Mi hermano lo hace, pero la respuesta sigue siendo la misma una y otra, y otra vez.
—Maldita sea. —Golpeo el volante con fuerza antes colarme por el carril contrario para sobrepasar un par de minivans pertenecientes a algunos canales de noticias.
—Tengo un mal presentimiento sobre esto —murmura Kate desde atrás.
Yo me limito a apretar la mandíbula y a pedirle a Rob que marque el número de Ed esta vez.
—Dime que lograron salir, princesa —pide mi amigo al segundo de contestar—. Lisa y yo por poco terminamos arrestados.
Ed se ríe por lo bajo, pero ahora mismo soy incapaz de acompañarlo.
—Logramos salir —le digo—. Gracias. Pero no es por eso por lo que te llamo.
—¿Qué pasa?
—Necesito que Lisa y tú se aseguren de que Emma está bien. Su móvil se encuentra apagado y lo último que me dijo era que había estado conversando con su madrastra. ¿Pueden ir a comprobarlo?
—Claro. Te marco en cuanto sepamos algo.
—Por favor —digo antes de pedirle a Rob con un gesto que termine la llamada.
No era mi intensión mostrarme tan vulnerable y desesperado, pero es así como siempre me siento cuando se trata de ella.
Miro la piedra rojiza que sigue brillando en mi tablero y recuerdo la promesa que nos hicimos tantos años atrás.
«Por siempre, Granger. Tú y yo juntos por siempre».
🌴🌴🌴
Media hora de carretera más tarde, sigo sin recibir una llamada por parte de Ed, pero ocurre un cambio notable en la escena que se desarrolla frente a nosotros.
Los autos policiales, las camionetas federales y las ambulancias apagan todas sus luces y sirenas mientras comienzan a cruzar por un desvío que se encuentra a un costado de la carretera, flanqueado por un grupo abundante de vegetación y árboles que se ciernen sobre nosotros a medida que vamos adentrándonos más en el bosque.
Al menos una docena de autos se encuentran delante del mío, pero nada me hace dudar que es el agente Williams quien se encuentra liderando el operativo, a pesar de que la escasa luz de la luna que se cuela entre las cosas de los árboles, iluminándonos el camino hasta llegar a una encrucijada y tomar el sendero de la izquierda.
Por el rabillo del ojo, alcanzo ver a la derecha, entre un par de árboles y una cantidad excesiva de ramas, un auto negro intentando camuflarse con la noche. No me hace falta más que ese pequeño vistazo para determinar que se trata de uno de los sedan del servicio.
—Papá está aquí —murmuro al tiempo que mi móvil se ilumina en las manos de Rob con una llamada entrante de Ed—. Dime que la encontraste —es lo primero que digo cuando mi hermano desliza el dedo para contestar y pone de nuevo el altavoz.
Sé que mi voz se escucha patética y suplicante, pero eso me importa una mierda ahora mismo.
—Lo siento, hermano, pero no —dice, haciéndome maldecir para mis adentros—. Sin embargo, conseguimos hablar con su madrastra... Dakota... ella nos dijo que Emma había salido de su casa aproximadamente a la misma hora que te envió el mensaje con la ubicación.
—¿Te dijo con quien se había ido? —pregunto sin apartar los ojos de la carretera.
—Nos dijo que ella se había ofrecido a llevarla, pero que Emma había querido caminar para despejarse la mente.
Otra maldición se me escapa.
«¿Por qué demonios tienes que ser tan terca, Emma?»
—Necesito que la encuentren.
—Estamos en eso. Pero escucha, Oliver. Dakota también nos dijo otra cosa...
—¿Qué cosa? —mascullo ante su silencio.
—Nos dijo que... alterada... todas las cosas... su padre... afectan... lo que... entre ustedes.
—La señal se está entre cortando, Ed —le digo—. No estoy entendiendo nada, y creo que ya estamos llegando a la maldita cabaña. Te llamo luego.
—Est... ien.
—Hagan lo que sea necesario para encontrar a Emma. Usa a los hombres de mi padre que siguen estando en el pueblo si es necesario.
Me parece captar una afirmación al otro lado antes de finalizar la llamada.
—Ahí. —Kate señala un punto de luz tenue y amarillenta desde el asiento trasero.
Al fijarme en él, la silueta de una vieja cabaña empieza a formarse a su alrededor.
Los autos que van delante de mí se toman todo el lugar, rodeándolo, y descubro que la pick up negra que se encuentra delante me resulta extremadamente familiar. Cómo algo que ves constantemente a tu alrededor, pero nunca te tomas el tiempo suficiente para detallarlo.
La cabaña tiene un aspecto lúgubre y sombrío, muy diferente al que se apreciaba en las fotos que un grupo de adolescentes se tomaron en este mismo lugar hace más de veinticinco años.
Apago el motor a una distancia prudente y en un parpadeo todos los faros de los vehículos policiales se encienden en torno de la cabaña, iluminando cada resquicio. El ulular de los búhos que se mueven entre los árboles me hace estremecer incluso más que la voz de Andrew resonando entre la noche a través de un megáfono:
—El lugar se encuentra rodeado. Salgan de ahí con las manos en alto.
Los chicos y yo bajamos del auto casi con la misma rapidez que lo hacen los reporteros y camarógrafos de los noticieros, que inmediatamente comienzan a grabar la escena como si no fueran las vidas de mis familiares las que estuvieran en riesgo allí dentro.
—Soy el agente Andrew Williams del cuerpo oficial del FBI y esta es una orden —continúa al no ver movimiento al otro lado de la puerta—. Tienen diez segundos.
—Diez... nueve... ocho... —El agente más joven comienza el conteo.
La mano de Kate se entrelaza a la mía.
—Siete... seis...
Rob aprieta mi hombro.
—Tres... dos... u...
—¡No disparen! —anuncia una voz que no resulta completamente ajena a mis oídos, aunque sí mucho menos arrastrada que la primera vez que la oí rebotar entre la música durante mi primera noche en el pueblo.
Un segundo después, la destartalada puerta de la cabaña se abre lo suficiente para revelar unos hombros anchos y una cabeza rapada que intenta escudarse tras el cuerpo de una chica que conozco bastante bien.
El cañón de una pistola se apoya contra un costado de su melena rojiza, y las lágrimas de terror que veo en sus ojos cuando el mal nacido la empuja un paso más cerca de la luz de los faros, consigue cortarme la puta respiración.
—¡No disparen o la niña bonita muere!
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Ok, aquí es donde todo comienza a irse a la mierda, señores.
Teorías locas AQUI
Besitos ♥
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