Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 23. «Me he fijado en ti»

Música: One kiss / Calvin Harris & Dua Lipa

«Me he fijado en ti»

___________________

OLIVER

Emma y yo bajamos del auto tras un minuto en el que estuvo deliberando si hacerlo era lo correcto y otro que pasó riéndose por las gafas sin aumento que cogí de la guantera y me coloqué a modo de camuflaje.

Necesito huir de los escándalos, y que alguien pillara al hijo del candidato Jackson —de nuevo— en una carrera clandestina, no sería nada bueno para su campaña.

—Te ves tan nerd.

—Un nerd muy sexy, recuerda. —Le guiño un ojo y con una mano en su espalda baja la invito a caminar.

El lugar es una pasada. A nuestro alrededor se encuentra al menos un centenar de personas. Todos fumando y bebiendo en grupos, apoyados contra los autos. La mayoría son deportivos con luces de neón que le dan color a la noche. Frente a nosotros las olas del mar revientan en una playa a la que solo se puede acceder por un pequeño desvío en el camino, escondida tras varias formaciones rocosas que sirven como refugio para las competiciones que un grupo de aficionados organiza aquí cada mes.

Formar parte de este mundillo en la ciudad me ha dejado con los contactos suficientes para que, con una sola llamada, mi nombre se incluyera en la lista de los corredores de esta noche sin más.

Alex, un viejo amigo con el que suelo correr de forma eventual, se mueve en los círculos clandestinos de las carreras ilegales y conoce a casi todos los organizadores a lo largo del estado. Fue él quien consiguió una plaza para mí en tan poco tiempo. Normalmente los participantes deben incluirse en una lista de espera con dos semanas de antelación en lugar de dos días. Así que ahora le debo una.

Me había pasado la primera mitad de la semana devanándome los sesos en busca de la mejor idea para mi cita con la salvaje. Después de la fiesta temática de Harry Potter había dejado el listón muy alto, y se me había hecho muy difícil encontrar algo que pudiera superarlo.

Así que al final decidí mostrarle una parte de mí, de la vida que llevo en la ciudad, algo que pudiera enseñarle lo que soy fuera del pequeño pueblo en el que nos encontramos. Y rogar porque le gustase.

—¿Qué te parece? —le pregunto cuando ya soy incapaz de soportar su silencio.

Ella aparta la mirada de la camioneta todo terreno que retumba con «Let me love you» de Dj Snake a través de una colección de bajos y altavoces que ocupan todo el espacio de su maletero. El color violáceo de su carrocería y la forma de un dragón que parece serpentear a su alrededor, consigue captar la atención de cualquiera.

—No tengo palabras —dice, y esta vez no se preocupa en ocultar una sonrisa—. Tu auto parece una baratija delante de todo esto.

—Eh, Granger, mucho cuidado. Si te metes con mi bebé te metes conmigo.

—Pues está claro que no te tengo miedo. —Me saca la lengua, y por un momento vuelvo a ver a la chiquilla de ocho años que me hacía ese gesto antes de salir corriendo entre los árboles, esperando a que yo la siguiera—. ¿En dónde vas a correr?

—Por ahí. —Señalo la pista que se encuentra entre un par de peñascos que forman parte de una carretera vieja. Esta fue cerrada tras la construcción de la autopista y ahora mismo conduce a la nada.

De momento, los primeros dos competidores se alistan para dar inicio a las carreras de la noche, que casi siempre suelen ser para los principiantes. Las de los amateurs no comienzan hasta la media noche, y es en esa categoría en la que competiré.

—¿No temes que la policía pueda aparecer en cualquier momento?

—La persona que me ha incluido en la lista me dejó claro que llevan organizando carreras en esta playa casi un año y que nunca han tenido incidentes con la policía. Es un amigo mío de la ciudad, y confío en él.

—Ya. Pero es que hay tanta gente, ¿cómo se puede confiar en que ninguna de estas personas vaya a dar el aviso?

—¿Te das cuenta de cómo nos están mirando? —Señalo, y ella comprueba a lo que me refiero cuando se fija en todos los ojos que nos siguen—. Aquí todos se conocen, y los únicos forasteros parecemos ser tú y yo. Si alguien teme que esta noche pueda haber un soplón, son ellos, Granger. Casi nadie se arriesgaría a traicionar la confianza del organizador cuando sabe que eso podría costarle muy caro.

Emma asiente con lentitud, pero la sigo notando nerviosa cuando un tipo pelirrojo, de greñas largas, vaqueros desgastados y camiseta negra se acerca a nosotros con una sonrisa.

—Tú debes ser Harry, eh. —Señala mis gafas y me guiña un ojo con complicidad. Luego me tiende la mano—. Soy Ron, el organizador. Alex me habló de ti.

—Genial. Gracias por aceptarme esta noche. —Le doy un apretón antes de señalar a la chica que me acompaña—. Ella es Hermione.

Otro nombre clave. Eso, y la sudadera con capucha que le pedí que trajera, deben ser suficiente para que nadie la reconozca, pese a que las probabilidades de que eso suceda sean casi nulas. Emma jamás se ha movido en este mundillo, nadie aquí tendría por qué conocerla.

—Un placer, Hermione. —El chico le sonríe antes de besar el dorso de su mano—. Aquí tienes a tu Ron.

—Eh, no te pases —le advierto tirando de ella para acercarla a mi cuerpo—. Ella está conmigo, así que mantén tus manos alejadas.

Mi amenaza, en lugar de molestarle, lo hace reír.

—Tranquilo, hermano. —Palmea mi hombro como si nada—. Solo bromeaba. Ya Alex me había advertido de tu carácter volátil. Solo quería comprobar que tan cierto era.

—¿Por qué? —Enarco una ceja.

—Porque en este lugar no hay cabida para los que no tienen espíritu competitivo. Disfruten de la noche, tortolitos. —Le guiña un ojo a la salvaje antes de alejarse diciendo—: Ah, Potter, te llamarán cuando sea tu turno. ¡Que gane el mejor conductor!

Después de eso desaparece entre los autos y las personas que se mueven al ritmo de la música a su alrededor.

—Eso sido raro.

—Lo sé. Pero Vamos. —Tomo la mano de Emma y la conduzco en dirección a un par de puestos de comida rápida para quitarnos de encima la vibra medio turbia de Ron—. Supongo que esto no podría llamarse cita si no te invito la cena, ¿no?

—Oh, eres todo un prodigio de las citas, Oliver Jackson

—Por supuesto. —Sonrío con chulería—. Y para que no digas que soy cliché, te ofrezco una variedad de comida chatarra con la que fácilmente podrías contraer una bacteria estomacal. Por allá tenemos los famosos «Hot dogs», por ahí, unos deliciosos tacos picantes. Y por acá, brochetas de perro sarnoso. Muy ricas, por cierto.

—¡Puaj! —Tuerce un gesto de asco que me hace reír—. Eres tan cerdo.

Aun así, ella tira de mi brazo y me hace caminar hacia el puesto de comida más cercano.

—¿En serio? ¿Después de lo que acabo de decirte vas a escoger las brochetas?

Se encoje de hombros.

—Dijiste que eran muy ricas. Y a mí me apetece un trozo de carne.

—Haberlo dicho cuando aún estábamos en el auto, salvaje.

El manotazo que recibo en el hombro es más que merecido, lo acepto.

—Imbécil —la escucho mascullar al tiempo que nos detenemos frente al puesto.

Una chica de top y falda minúsculas nos recibe con un escueto «¿Qué van a ordenar?». Emma la mira mal antes de pedir dos brochetas de cerdo y dos de carne para compartir. Le entrego un par de billetes sin ningún tipo de resistencia por parte de la salvaje y luego nos detenemos en un stand de licores en donde nos pido un par de cervezas venezolanas. Dicen que esas son las mejores, y lo compruebo cuando le doy el primer trago.

Encontramos un lugar alejado cerca de la orilla de la playa y coloco mi cazadora sobre la arena para que ella se siente. La brisa fría hace volar su cabello cuando se echa la capucha hacia atrás. A mí los vellos de los brazos se me erizan por la falta de abrigo, pero soy capaz de soportarlo solo por el placer de escuchar el sonido de las olas reventando en la orilla, dejando un rastro blanco de espuma sobre la arena.

Tras un par de minutos en los que nos dedicamos a comer en silencio, dándole tragos esporádicos a nuestra cerveza, ella pregunta:

¿Cuántas veces has hecho esto, Oliver?

—Tú eres mi primera cita, salvaje.

—Me refería a las carreras, idiota.

—Lo sé, pero solo quería que tuvieras en cuenta ese detalle. —Sonrío, y la escucho bufar—. Vale, no podría decir exactamente cuántas veces lo he hecho, porque han sido muchísimas. Pero mi pasión por las carreras comenzó cuando papá me compró mi primer auto. A los dieciséis.

—Eres cuatro años mayor que yo, ¿no? Eso quiere decir que corres desde hace... —Empieza a sacar cuentas con los dedos, pero se detiene a la mitad—. Espera, recuerdo que tu cumpleaños no era mucho después que el mío. Eso quiere decir que estás por cumplir los veintidós.

Sonrío con una sensación de vértigo en la boca del estómago.

—Ya los he cumplido, Granger.

—¿Cómo que ya...? —Sus ojos se abren cuando cae en cuenta de que...—. Es hoy, ¿verdad? Julio veintitrés. Hoy es tu jodido cumpleaños, Oliver Jackson.

—¿Y ahora por qué me golpeas?

—¿Cómo que por qué? ¿Me haces venir a una cita contigo el día de tu cumpleaños y yo me aparezco con las manos vacías? ¡Ni siquiera te he felicitado!

—Todavía estás a tiempo de hacerlo, listilla. Todavía faltan un par de horas para la media noche. —Le pongo morritos a la espera de un beso, pero lo que recibo es su mano empujando mi rostro.

Después de reírnos un rato como tontos, ella suspira, se abraza las piernas, y murmura con la vista en el mar un:

—Feliz cumpleaños, Oliver. Te habría preparado un pastel de haberlo sabido.

—¿Sin ají? —bromeo para quitarle hierro al asunto, empujando su hombro con el mío.

—¿Lo superarás algún día?

—Fuiste tú la que me lo recordó de camino.

—Precisamente porque me preocupa que no te olvides de eso jamás. —Sus mejillas se tiñen de rojo, y estoy casi seguro de que no es por el frío—. Lo siento, ¿sabes? Sé que esa noche me pasé de la raya y que muchas veces suelo pecar por impulsiva.

—Lo sé, Granger. Te conozco desde que naciste, no lo olvides.

—Y ese es el problema, Oliver. —Reposa su cabeza en las rodillas antes de mirarme—. Que hace mucho tiempo dejé de ser la niña que tú recuerdas, la que hacía las cosas sin pensar, simplemente siguiendo sus instintos y deseos, hace tiempo aprendí que cada acción tiene una consecuencia. Y desde que te apareciste de nuevo en mi vida, yo... yo he empezado a hacer cosas de las que luego me arrepiento.

—¿Esta es una de esas cosas, Emma? ¿Te arrepientes de estar aquí conmigo?

Ella niega con la cabeza, apenas un poco.

—No podría. Mucho menos sabiendo que estás de cumpleaños.

—Solo es un día más —digo, y la pena con la que me mira me hace apartar los ojos de los suyos y llevarlos al cielo.

Hay un centenar de estrellas decorando el firmamento esta noche, y casi parece que han decidido salir para mí.

—Ahora lo entiendo, ¿sabes? Si mi madre..., si eso hubiera ocurrido el mismo día de mi cumpleaños, tampoco me sentiría muy cómoda al celebrarlo.

—A veces creo que es algo tonto. —Sonrío, incapaz de ocultar la tristeza que tiñe ese gesto—. Ni siquiera la conocía. No tengo ni un solo recuerdo que me ate a ella, y, sin embargo, me siento culpable de solo pensar en dar una fiesta por mi cumpleaños.

—¿Entonces nunca lo has celebrado?

—Cuando era más pequeño, antes de saber lo que le había ocurrido a mi madre, papá solía hacerme una pequeña fiesta en casa de tía Cristina. Tú estuviste en varias, aunque eras muy pequeña para recordarlo. La última fue a los siete. Después de eso no celebré ninguno de mis cumpleaños hasta los quince, cuando Ed comenzó a organizar desmadres para mí varios días después de la fecha. Eso hizo que me sintiera un poco menos desgraciado al soplar las velas, pero también acabó conmigo de cabeza en el retrete. —Me río al recordarlo—. Ya había probado antes el alcohol, pero ese día me emborraché por primera vez.

«Y lloré por ella».

—Hasta pareces orgulloso. —Emma sonríe, divertida.

—No se trata de orgullo, es solo que esa noche por primera vez, el alcohol consiguió que el peso sobre mis hombros se alivianara un poco, ¿sabes? No era fácil mirar a mis hermanos todos los días y saber que ellos se habían quedado sin una madre por culpa mía. A veces creo que esa es la verdadera razón de que ambos se hayan largado a California. Que no soportaban verme la cara sin recordar lo que perdieron el día que yo nací.

—No digas eso, Oliver. —La mano de Emma se posa sobre la mía y me da un ligero apretón—. No sé por qué se fueron, pero estoy segura de que no fue por lo que tú crees.

—Lo sé, joder, en el fondo lo sé. Pero en días cómo hoy resulta inevitable que se me crucen ese tipo de ideas por la cabeza.

—Lo entiendo. —Ella suspira—. Pero por qué mejor no me cuentas qué ocurrió para que tus hermanos se fueran de casa, quizás recordar eso te haga notar lo absurdo de tus ideas, ¿no crees?

—A veces parece que tuvieras cien años en lugar de dieciocho, Granger. Siempre tan sabia. —Le revuelvo el cabello y me gano un manotazo—. ¡Auch!

—No te hagas el graciosillo y habla.

—Vale. —Me aclaro la garganta—. Kate fue la primera en largarse. Se enamoró perdidamente a los dieciséis de un chico que conoció por internet mientras pasábamos nuestro último verano aquí en el pueblo. Resultó que también era de Miami. Papá no lo aprobó, claro. Mucho menos después de cocerlo. Decía que ese aspirante a rockero con orificios en las orejas y lleno de tatuajes no era buen partido para su dulce muñequita, y por raro que parezca, en eso coincidí con él. La habitación de Kate estaba decorada de un rosa pastel y la de Aaron parecía un agujero negro. Estuve allí una vez que la acompañé a recogerlo. Éll seguía durmiendo tras una noche de fiesta. No podían ser dos personas más opuestas. Y aun así ella decidió largarse con él cuando cumplió los dieciochos. Había conseguido plaza en la facultad de negocios en la Universidad de Los Ángeles, y mientras Kate trabajaba para sacar la carrera, su novio luchaba por abrirse un hueco en la industria musical. No lo consiguió, claro. Y Kate, tras graduarse, siguió los pasos de mi padre en el comercio inmobiliario de LA. Rápido se hizo con una buena fama, y ahora le va lo suficientemente bien para mantener a su marido y a Rob, que la siguió a Los Ángeles dos años después de que se fuera, cuando papá le exigió que dejara la «maría» y el prefirió largarse antes que hacerlo. Todo un drama, ¿no te parece?

—Un poco, sí. —Emma se ríe—. Pero me da muchísima pena con Kate. Por cómo lo describes, ese tal Aaron no parece merecerla.

—Y no lo hace, pero es lo que ella ha escogido. Es lo que quiere. Y nadie puede obligarla a dejarlo.

—Al final somos esclavos de las decisiones que tomamos, ¿no? —murmura ella, mirando las estrellas.

—Así parece. Y yo decidí quedarme a vivir en una casa de quinientos metros cuadrados con mi padre todo este tiempo.

—¿Por qué?

—Mi padre puede ser un cabrón la mayor parte del tiempo, pero es un buen hombre. En el fondo sabía que si yo también lo dejaba terminaría destrozado, y aunque te parezca el tipo más egoísta y superficial del planeta, no soy capaz de hacerle eso. Además, me gusta la vida que llevo en Miami. Allá soy feliz.

—¿Y aquí no lo eras?

—Siempre que estaba contigo lo era, Granger.

La veo tragar saliva antes de apartar la mirada.

—Eres afortunado, ¿sabes? Aunque Rob y Kate no vivan contigo, siempre puedes coger un avión e ir a visitarlos —dice tras varios segundos de silencio—. Para mí, en cambio, Lisa ha sido un regalo de la vida. De no ser por ella, me habría criado completamente sola durante todos estos años. Incluso lo estuve durante muchos veranos después de que te fuiste, cuando ella debía viajar a San Francisco para visitar a sus abuelos. Créeme, no fue divertido.

—Lo siento. —Ahora soy yo quien aprieta su mano, aunque no tengo muy claro por qué me estoy disculpando.

¿Por haberla dejado sola? ¿Por convertirme en un imbécil cuando regresé? ¿Por estar jugando con ella ahora? Quizás sea por todo. Y aunque no debo, una parte de mí se siente aliviada cuando ella sonríe y me dice:

—No lo sientas. ¿Qué podías haber hecho para cambiar la decisión de tu padre? Solo eras un niño.

—Pero te hice una promesa.

—Y la cumpliste. Ahora estás aquí —dice, y esas palabras parecen hacerla recordar algo importante, porque enseguida se pone a rebuscar algo en el bolsillo de su sudadera—. Llevo diez años cuidando esto por ambos. Cuidando la promesa que tallaste aquel día en nuestro árbol, Oliver.

Aprieta el objeto en un puño y luego lo deja caer sobre la palma de mi mano.

—Emma... —su nombre abandona mis labios en un jadeo cuando descubro de qué se trata.

—No tenía idea de que hoy era tu cumpleaños, Oliver —dice, sin apartar sus ojos de los míos—. Y tampoco sé por qué decidí traer esa piedra conmigo la noche de hoy. Supongo que hay cosas en el mundo que nunca sabremos cómo explicar. Pero me parece muy injusto que no recibas ningún regalo en tu día. Y espero que esto pueda contar como uno para ti.

No sé qué decir. La piedra sigue sobre mi mano, pequeña, puntiaguda y cristalina, destellando a través de las luces que nos iluminan a la distancia. Cierro mi mano en torno a ella y casi puedo escuchar el pulso de mi sangre contra mis oídos. Es ridículo, pero después de todos estos años, no creí que ella siguiera conservándola. Y no sé cómo me siento al respecto.

O sí lo sé, pero soy demasiado cobarde para admitirlo.

—Gracias, Granger —no doy para decir nada más—. Este es el mejor regalo que he podido recibir.

—Sé que no tengo ningún derecho a decirte esto, Oliver. Y que nunca sabré lo que realmente se siente al estar en tu lugar, pero creo que la mejor forma de honrar el precio que tu madre pagó cuando te trajo al mundo, es celebrando tu vida. Ninguna madre, viva o muerta, podría reprochar la felicidad de su hijo.

—¿De verdad lo crees?

—Ahora lo creo —dice—. Así que mira al cielo y regálale una sonrisa. Porque ella se lo merece. Y tú también.

Sonrío.

—Tú te mereces el puto cielo, Granger. —Acaricio su mejilla, agradeciendo que ella no haga ningún movimiento para alejarse—. Sin embargo, por mucho que mi apariencia se asemeje a la de un dios, no tengo el poder de bajarlo para ti, pero puedo darte otra cosa.

Su mirada resplandece con el brillo de la curiosidad.

—¿De qué estás hablando?

—Cierra los ojos —le ordeno—. Quiero que sea una sorpresa.

—¿Qué obsesión tienes con las sorpresas?

—Lo único que me obsesiona es verte reaccionar. Así que cierra los ojos, ¿vale?

Ella obedece, aunque quejándose como una niña pequeña. Yo aprovecho para sacar la pequeña cajita que guardo en el bolsillo de mi cazadora y extraer la pieza brillante que hay en su interior.

—¿Ahora qué?

—Ahora dame tu mano.

—Soy muy joven para casarme contigo, modelito —bromea, y me sorprende lo mucho que me gusta sentirla así de relajada a mi lado.

Después de unas semanas en las que ella no fue más que tensión y contención, hasta el más pequeño de los detalles me resulta en un enorme avance.

—Eso ya lo hicimos muchos años atrás, Granger. —La veo sonrojarse ante el recuerdo de los niños que fuimos, jugando a declararse marido y mujer con nuestro árbol como único testigo—. Ya veo que tú tampoco lo has olvidado, ¿eh?

—Ay, ya cállate. Toda niña sueña con un momento así.

«Sí, y todo perro fiel hace lo que sea necesario para complacerla», pienso. Pero en lugar de decirlo, yo mismo me encargo de tomar su mano. Dejo un nuevo beso sobre sus nudillos al notar lo mucho que le está temblando.

—No hagas trampa —le advierto, y tras cerrar un pequeño broche alrededor de su muñeca derecha, agrego—: Ya puedes abrir los ojos, salvaje.

Ella lo hace un segundo después, fijando la vista en la pulsera de oro blanco que ahora la decora. De esta penden cinco dijes diferentes, y cada una de las figuras representan una faceta suya.

—Un pequeño Cupcake, por tu pasión a la repostería y a otras cosas mucho más picantes. —Le guiño un ojo al tiempo que voy señalando—. Un gato, reflejo del amor que sientes por la cosa horrorosa que tienes como mascota. Un trozo de pizza, porque aquella tarde en tu casa, descubrí que es tu comida favorita. Un micrófono, porque a pesar de que cantas horrible, me di cuenta que hacerlo te hace feliz. Y una bruja con sombrero y escoba, para que nunca temas volar hacia esa etapa de tu vida que compartiste conmigo.

—Oliver... —su voz es un susurro cuando me mira con unos ojos brillantes como las estrellas—. Te has fijado en todos los detalles.

—Me he fijado en ti.

—Está hermosa. Gracias —dice, y antes de que pueda decirle que no tiene nada que agradecer, sus brazos me rodean el cuello y sus labios comienzan a repartir besos sobre mi mejilla.

—¿En la mejilla? —inquiero, fingiendo un puchero cuando se separa—. ¿Es todo lo que merezco?

—No puedes esperar más después de decir que canto horrible.

Y como si sus palabras activaran un interruptor, desde algún lugar de la playa comienza a sonar «One kiss» de Dua Lipa y Calvin Harris.

—¿Lo ves, Granger? Solo un beso.

—¿Solo un beso? —me devuelve con las cejas alzadas.

—Solo uno.

—Vale —dice con una sonrisita traviesa, y luego se pone a cantar—: Something in you, lit up heaven in me. The feeling won't let me sleep. 'Cause I'm lost in the way you move. One kiss is all it takes. Fallin' in love with me. Possibilities. I look like all you need.

Me parto de risa, canta horrible, pero la letra no puede ser más acertada. Ahora mismo ella es todo lo que necesito. Un solo beso. Aun así...

—Mejor guárdatelo para cuando gane la carrera, salvaje —le digo, y en ese momento, mi nombre clave resuena a través de un altavoz a lo lejos, anunciando que ha llegado la hora—. Vamos, Granger, tenemos una carrera que correr.

Me coloco de nuevo las gafas tras limpiar la arena de los cristales y me pongo de pie.

—¿Tenemos? —inquiere, mirando mi mano extendida con recelo—. Eres tú el que correrá.

—Sí, pero tú vas a ser mi copiloto. Ni de coña creerás que no vas a estar a mi lado para cuando llegue el momento de cobrar mi premio, ¿o ya se te olvidó que apostaste en mi contra?

—Muy bien. —Toma mi mano y se pone de pie—. Pero si yo gano, tu pago será darle un baño a Cuchufleto.

La miro horrorizado, pero no me da tiempo a negarme cuando ella entrelaza nuestros dedos y comienza a tirar de mí en dirección a los autos.

Dicen que el verdadero poder de una bruja no reside en la magia que poseen, sino en cómo la utilizan para convertirte en su esclavo.

Y si algo estoy comenzando a creer, es que esta bruja ya ha conseguido ponerme las cadenas que me atan a ella.

__________________________

¡¡¡¡Que corran las apuestas!!!!

¿Opiniones del capi?

Este es un maratón, así que vayan a leer el siguiente  y no olviden regalarme una estrellita ♥

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro