Capítulo 15. ««Un par de jóvenes enamorados»
Música: Unstoppable de Sia
«Un par de jóvenes enamorados»
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EMMA
Oliver observa con la intensidad del sol la mano con la que Ezra me tiene rodeada la cintura.
—Este es Oliver —continúa Jess alegremente en dirección a mi ex—. El vecino de Emma.
—Y el chico del que ella tanto nos ha estado hablando a lo largo de la semana —mascullo yo sin apartar los ojos del modelito.
Jess no parece sufrir de vergüenza, así que da igual.
—Vaya, pues qué casualidad —Mi ex le tiende la mano con la que no me está sujetando—. Es un placer, Oliver. Yo soy...
—Sé quién eres —le responde él con seguridad, apretando su mano—. El ex novio de mi mejor amiga, ¿no?
El ceño de Ezra se frunce ligeramente. No sé si por el hecho de que se ha referido a él como «mi ex novio» o por haberse referido a sí mismo como «mi mejor amigo».
—Eh, pues yo habría jurado que ese puesto le pertenecía a Adam. —Los ojos de Ezra buscan los míos con actitud divertida, pero en el fondo consigo encontrar una interrogante.
—De la infancia —aclaro, notando la tensión en la mandíbula del modelito—. Oliver fue mi mejor amigo de la infancia. Pero al haberse perdido del pueblo por una década, era de esperarse que su lugar lo tomara alguien más. A final de cuentas, eso de quitar y poner parece muy fácil, ¿no es así?
—No tanto como terminar y volver a empezar, por lo visto. —Su mirada recae de nuevo sobre la mano de Ezra.
Es obvio que lo está interpretando todo mal, pero me niego a aclararle nada. No después de descubrir que no solo se enrolló con la bruja de mi jefa la noche de mi cumpleaños, sino que además se puso a ligar con mi compañera de trabajo a la mañana siguiente.
Lo peor es que hace tan solo un momento estuve a punto de caer otra vez en su estúpido flirteo.
—Dice que donde hubo fuego cenizas quedan, ¿no? —interviene Jess, entendiendo la referencia de Oliver—. Estos dos tortolitos ahora se la pasan así: Peleamos, nos arreglamos, nos mantenemo' en esa pero nos amamos.
—No exageres, Jess. —Pongo los ojos en blanco ante la canción de reguetón a la que acaba de hacer referencia.
No es que yo hable de maravilla el idioma, pero al vivir tan cerca de Miami, es muy común que uno que otro emigrante latino termine buscando en el pueblo las oportunidades que les niegan en la ciudad, y a cambio, estos nos nutren con un poco de su cultura e idioma. Como es el caso con Jessica. Una puertorriqueña veinteañera que ha llegado aquí con ganas de comerse el mundo, y parece que también a mi vecino.
—Solo somos amigos ahora —agrega Ezra, ejerciendo un ligero apretón sobre mis caderas antes de retirar su mano.
La tristeza que percibo en su voz me deja abatida.
—Sí, sí, claro. —Mi compañera sacude la mano en un gesto irónico. Luego se inclina para susurrarle a Oliver en tono confidencial—: Se han pasado toda la semana inundando el local con los corazoncitos que le salen de los ojos al mirarse. A mí no me van a engañan. Les doy un par de días más para que vuelvan.
—¿Y cuál es el problema si así fuera? —inquiero con más hostilidad de la necesaria, consiguiendo que mi compañera levante las manos en un gesto de rendición.
—Ninguno en lo absoluto, Em. Si es que juntos se ven monísimos. —Pellizca la mejilla de mi ex, quien enseguida se sonroja—. Ni siquiera sé por qué terminaron en primer lugar, ¿a que sí?
—¿Será porque ese es un tema que nadie más que a nosotros le incumbe?
—Uy, Em, pero qué geniecito —me devuelve Jess—. Solo estoy tratando de decir que juntos hacen muy buena pareja. Mil veces mejor de la que hacías con la plástica de Elizabeth, Ezra.
—No hace falta hablar mal de ella solo porque lo nuestro no haya funcionado, Jessica. —El rojo en las mejillas de mi ex ahora se extiende por toda su cara, pero lo conozco lo suficientemente bien para diferenciar que ahora es de rabia.
—Lo dicho: todo un caballero. —Jess le sonríe como si nada antes de volver a centrar su atención en el modelito—. Entonces, guapo, ¿has venido aquí por algo en específico o...?
—He venido por Emma —responde, estudiando la reacción de mi ex como si de un experimento de ciencias se tratara—. Para llevarla a casa conmigo. Ya que vivimos puerta con puerta.
Separo los labios para replicar, pero Ezra se me adelanta, alzando las cejas:
—De haber sabido que ya tenía con irte a casa no le pedido a Jess que saliera a detenerte para ser yo quien te acompañara.
Sé que debo aclararle que pensaba irme a casa por mis propios medios, pero...
—¿Por qué pensabas desviarte de tu casa para acompañarme a la mía? No lo entiendo.
—Después de tu encuentro del sábado no me siento cómodo sabiendo que andas sola por ahí.
Miro a Jess, arremetiéndome de haberle contado sobre el tema. Es una compañera genial, pero una terrible guardadora de secretos.
Dejo escapar un suspiro.
—No hace falta que nadie me acompañe a casa, ni tampoco que me den el aventón —agrego mirando al modelito—. Sigue siendo de día, me apetece caminar un poco, y dudo que los integrantes de La Cobra piensen atacar...
—¿La Cobra? —me interrumpe Oliver, frunciendo el ceño.
—Sí, se trata de una banca criminal que lleva un tiempo ya aterrorizando a los habitantes del pueblo —es Jessica quien le responde—. Uno de ellos me atacó una noche en mitad de un callejón, y tenemos la sospecha de que ese hijo de puta es el mismo al que nuestra querida amiga le reventó la nariz el otro día en la discoteca. Se trata de gente peligrosa, y tememos que intenten vengarse de ella. Aunque solo sea por diversión.
Los ojos de Oliver buscan los míos, incrédulos.
—¿Entonces... el mal nacido de la barra pertenece a la jodida Cobra?
—¿Los conoces?
El modelito resopla.
—Desearía no hacerlo, créeme, pero son como una maldita plaga que ha infectado no solo la ciudad, sino que ahora veo, también los pueblos aledaños.
—En realidad, estoy casi segura de que fue aquí donde fundaron su banda —interviene Jess, ganándose una mirada interrogante por parte de todos—. Después de que ese imbécil me atacara, decidí investigar un poco más sobre ellos. Ahora desearía no haberlo hecho. Las cosas en las que están metidos son bastante... turbias.
Oliver niega con la cabeza, echándose el cabello revuelto hacia atrás.
—¿Por qué no me habías dicho antes sobre esto, Emma? Te habría venido a buscar todos los días si hacía falta.
—No la hacía, por las noches tenemos transporte —le dejo claro—. Además, no es necesario que seamos tan extremistas. El tipo de la discoteca estaba borracho, así que probablemente ni siquiera recuerde mi cara.
No creo que ese sea el caso, claro, pero diré lo que sea necesario para poner fin a este tema. No soy una florecita a la que ellos deban proteger. Además, ya ha pasado una semana de eso, si el muy maldito quisiera atacarme, ya lo habría hecho.
—De eso no podemos estar seguros, Emma —replica Oliver como si estuviera leyendo mi mente—. Y dudo que ese transporte te esté dejando en la puerta de tu casa, porque no he escuchado llegar ningún auto durante las noches. Por lo tanto, mientras nos aseguramos de que ese miembro de La Cobra no está planeando tomar represalias en tu contra, yo mismo me encargaré de traerte y buscarte todos los días. Y no pienso aceptar un no por respuesta —agrega al ver que tengo intenciones de replicar.
Jess deja escapar un suspiro. Casi como si anhelara estar en mi posición. Y por la tirria que me ha estado dando toda la semana sobre el chico guapo y jodidamente sexy que pidió su número el otro día, no dudo que así sea.
Sin embargo, y aunque sus intenciones parecen ser buenas, no pienso permitir que este idiota venga aquí a imponerme nada.
—Gracias, vecino, pero no —digo a sabiendas de que mi terquedad solo conseguirá cabrearlo—. No pienso pasarme la vida con miedo. Y, en cualquier caso, soy perfectamente capaz de cuidarme sola. Eso también va para ti. —Mi atención se desvía hacia Ezra—. No hace falta que me acompañes a casa.
—Claro que no, porque yo la voy a llevar —replica Oliver con los brazos sobre el pecho, y admito que los tatuajes de su brazo le dan un aspecto mucho más imponente y amenazador.
—Ay, por dios. —Hago una mueca—. ¿Tú no tenías una fiesta que ir a planear?
—¡Ah! ¿esa que he organizado en tu honor? No te preocupes, ya está todo arreglado.
—¡Pero, pero! —exclama Jess—. ¿Cómo que fiesta, Em? ¡Y además en tu honor!
—¿Fiesta? No me habías comentado nada, Emma. —Esta vez avisto un vago reproche en las palabras de mi ex.
—Se suponía que iba a ser una sorpresa —contesto sin apartar los ojos del modelito—. Pero Oliver ha decidido contármelo antes y así poder invitar a todas las personas que son importantes para mí.
Mi mano busca la de Ezra, quien se tensa un segundo antes de corresponder a mi gesto, entrelazando nuestros dedos.
—Voy a suponer que eso también me incluye a mí —bromea Jess, jugueteando con el dije de su colgante.
—Por supuesto —le contesto—. Así que voy a dejarte con Oliver para que te ponga al día con el lugar y la hora. De pronto hasta te da el aventón.
—Emma. —Mi nombre sale como una advertencia de su boca, pero lo ignoro y me giro en dirección a mi ex.
—Cambié de opinión. Mejor acompáñame a casa para que decidamos en el camino de qué color nos vamos a combinar esta noche, ¿te parece? —Ni siquiera dejo que me responda antes de comenzar a arrastrarlo conmigo por la acera—. Hasta la noche chicos.
—Chaito —se despide Jess en español, agitando la mano. Oliver no hace el intento siquiera de separar los labios. La tensión que hay en su mandíbula parece habérselos sellado—. Ay, se ven tan que lindos juntos, ¿verdad? —La voz de Jess me llega más lejana esta vez, pero no lo suficiente para ignorar la respuesta mordaz que le da el modelito:
—Sí, como un par de jóvenes enamorados.
No puedo pasar por alto la referencia a la película de «El cáliz de fuego», y tampoco su sarcasmo. Porque cuando la periodista de «El profeta» les dice eso mismo a Harry y Hermione tras atraparlos en medio de un abrazo, está del todo equivocada.
Y Oliver lo sabe.
—¿Te parece si vamos de blanco? —Miro a Ezra, completamente fuera de la conversación—. Para la fiesta que te ha organizado tu amigo.
—Ah, sí, sí. —Afirmo enérgicamente con cabeza—. El blanco está bien para ambos.
—Perfecto. —Su mano se aprieta contra la mía y sus labios se acercan para dejar un beso sobre mi coronilla—. Me alegra que finalmente te estés dejando llevar un poco, Em. Creo que esto podría hacerte mucho bien, ¿sabes?
—Lo sé. —Le dedico una sonrisa cuando lo que realmente quiero es ponerme a llorar.
Frente a nosotros el sol está comenzando a caer, igual que lo hace mi moral al hacerme consciente del grave error que acabo de cometer.
Un error de esos que terminan con un corazón roto.
🌴🌴🌴
Son casi las diez de la noche cuando recibo un mensaje de Ezra diciéndome que ya se encuentra en mi puerta.
Al igual que Lisa, y todas las personas cercanas a mí, él sabe que mi abuela tiene problemas para conciliar el sueño, así que en lugar de tocar al timbre prefieren marcarme o enviarme un mensaje para que les abra cuando son más de las ocho.
Otro pequeño gesto por el que mi abuela lo adora y ansía que «recapacite» sobre mi decisión de haberlo dejado.
—Hola. Siento mucho haberte hecho esperar —pronuncio tras abrir la puerta, cargando con el móvil y mi juego de llaves en una mano—. Los tirantes de las sandalias me dieron la guerra.
Puedo sentir los ojos de Ezra recorriendo mi cuerpo cuando me vuelvo para cerrar la puerta.
Esta noche me vestí con una falda vaquera de la pasada «Colección de verano» de Lisa, unas sandalias planas tipo egipcias, y una camiseta blanca de hombro caído que deja a la vista un resquicio de mi abdomen y un lado de mi clavícula.
Pese a no haberme esforzado en lo más mínimo al escoger mi atuendo, me gustó lo que vi en el espejo cuando terminé de colocármelo todo.
—Estás muy guapa, Emma —pronuncia él cuando nuestras miradas se vuelven a encontrar—. Siempre lo estás.
—Gracias. —Le dedico una sonrisa comedida, intentando no empeorar una situación que yo misma he provocado—. Tú también estás muy guapo.
Y lo digo de verdad. La camisa blanca que trae se amolda perfectamente bien a su torso delgado pero firme, y los vaqueros negros le quedan muy bien.
Demasiado bien.
Ezra es un chico guapísimo, y con una sonrisa encantadora. Tanto que cuando me sonríe como lo está haciendo ahora, me dan ganas de tomarlo por el cuello y besarlo.
Y es que esa parte de nuestro noviazgo se nos daba muy bien. Ezra es la prueba de que un chico puede ser dulce y condenadamente caliente a la vez. Él y yo solíamos hacer ciertas cosas en la soledad de mi habitación, y admito que desde que lo dejamos, me ha estado haciendo un poco de falta ese tipo de contacto. Sobre todo, durante la última semana.
Pero no sería justo para él que solo lo buscara para matarme la calentura. Una calentura, he de admitir, además, que no ha provocado él.
Joder.
Me trago un resoplido de frustración antes de acercarme a una de las plantas que Anny utiliza para decorado nuestro pórtico, esa que tiene un follaje lo suficientemente tupido para esconder mi juego de llaves entre sus hojas.
Cada vez que salgo durante las noches —que no son muchas— decido dejar las llaves en un lugar diferente del jardín. Y es que mis pensamientos fatalistas siempre me llevan a la terrible idea de que, si salgo cargando con ellas, en cualquier momento podría perderlas, y si las pierdo, tendría que llamar al timbre para que mi abuela me abra a mitad de la noch, y si toco el timbre, ella podría despertar asustada, y si se despierta asustada, ella podría...
Prefiero ahorrarme esa última parte de mis proyecciones.
El punto es que dejando las llaves en casa no corro el riesgo de perderlas, y eso automáticamente termina anulando todas las demás opciones.
Dejo escapar un suspiro después de asegurarme que el juego se encuentra completamente oculto a la vista y me doy media vuelta para enfrentarme a Ezra de nuevo.
Sus ojos negros se encuentran brillando bajo la luz de la pequeña farola que pende del techo, y la sonrisa que me dedica es tan dulce y auténtica, que el corazón se me hace pequeño al recordar lo que estuve dispuesta a hacer esta tarde con tal de devolverle el golpe al modelito.
Yo no soy así, maldición. Y definitivamente Ezra no merece que lo llene de ilusiones después de que me haya costado tanto encontrar la forma de dejarlo ir sin lastimar su corazón.
No soy capaz de recordar ese día sin sentir que se me encoge el corazón en el pecho.
—¿Por qué, Emma? —me había preguntado él después de decirle que nuestra relación no podía continuar.
No al menos en términos románticos.
—Porque no quiero hacerte daño —eso fue lo único que creí oportuno decir.
—¿Y no crees que me lo estás haciendo ahora? —La sonrisa que él me dedicó fue irónica... triste.
—Quizás te duela durante un tiempo... pero más temprano que tarde comprenderás que no fue un daño tan irreparable como el que podría ocasionarte si seguimos juntos, Ezra.
Él negó con la cabeza. Dio un paso en mi dirección y me tomó por las mejillas.
—Llevamos ocho meses juntos, Emma, ¿por qué ahora? —Me mordí el interior de la mejilla, negándome a responder—. ¿Es por lo que te dije el otro día?
—No es por eso... —Negué con la cabeza, pero él sabía que no le estaba diciendo la verdad.
—Sí que lo es, mi amor. Pero créeme, ese no es motivo suficiente para que acabemos con esto... Yo puedo esperar, Emma... Por ti esperaría todo el tiempo del mundo.
Cerré los ojos y dejé escapar un suspiro.
Días atrás, mientras nos enrollábamos en mi habitación, él me había mirado a los ojos y me había dicho que me quería.
Y ese no había sido el problema.
No era la primera vez que lo hacía y a mí no me había costado demasiado esfuerzo corresponderle hasta entonces.
Pero esa vez había usado un término diferente. Uno con mucho más peso y profundidad. Uno con esa palabra que comienza por «A» y que a mí me causa tanto temor.
Cuando sentí que su declaración en lugar de hacer que mi estómago aleteara de emoción, me producía nauseas, supe que Ezra se merecía a alguien mejor que yo.
Alguien con la capacidad de quererlo sin ningún tipo de miedos.
Yo me creía mejor que Elizabeth Taylor cuando llegué a su vida para juntar los pedazos de su corazón roto, pero en ese punto sentía que me encontraba a su nivel. Porque yo estaba a punto de hacerle lo mismo.
Ezra y yo nos habíamos conocido por medio de Adam, durante su último año en el instituto. En seguida conectamos, pero por aquel entonces él seguía siendo novio de «la plástica», y no fue hasta después del verano, cuando Adam ya se había marchado a Nueva York y yo había conseguido que el señor Daniel me diera trabajo durante las tardes en Taylor's Lunch & Bar, que nuestra amistad comenzó a tomar fuerza.
Elizabeth lo había dejado sin razón aparente, y a mí me pareció buena idea fingir que coqueteábamos durante nuestras horas laborales a ver si con eso ella despertaba y se lanzaba de lleno a recuperarlo.
Pero pasaron días, semanas, y meses sin que diera alguna señal de que aquello fuera a ocurrir, y... de pronto, nuestros coqueteos fingidos dejaron de resultar tan inocentes; sus canciones comenzaron a pasar de melancólicas a esperanzadas, mis caricias de consuelo se volvieron deseosas, y las historias banales que solíamos compartir se profundizaron al punto de pasarnos noches enteras desnudando nuestras almas.
Nuestros miedos más profundos.
Ezra encontró en mí la boya que necesitaba para no hundirse en el despecho. Y yo la ilusión de sentir por primera vez que comenzaba a sanar. Que había encontrado al chico bueno con el que finalmente comenzaría a vivir de verdad.
Y es que no mentía cuando se lo decía, cuando le decía...
—Te quiero Ezra, te quiero muchísimo, pero...
—No estás enamorada de mí —completó él con tranquilidad, pero en sus ojos vi cómo su corazón se resquebrajaba.
«¿Por qué le estaba haciendo eso un día antes de mi baile de graduación? ¿Por qué me lo estaba haciendo a mí?»
—¿Quién no podría enamorarse de ti? —pronuncié la pregunta con total sinceridad—. Creo que yo lo hice el día que tocaste aquella canción de Sia y me dijiste que me representaba a la perfección, ¿recuerdas?
—Unstoppable —murmuró como respuesta, con una sonrisa triste—. Y sigo creyendo que lo hace, Emma. Tú eres esa clase de chica, pero creo que mi declaración te aterrorizó tanto que la única salida que le estás encontrando a esto es huir... de mí. Y no creo que eso sea lo correcto. Ni lo mejor. Para ninguno de los dos.
—Ezra...
—Te necesito, Emma —me interrumpió—. Maldición, te necesito más de lo que te imaginas. Pero si lo que necesitas es tiempo para asimilar lo que siento por ti... para aclararte las ideas, estoy dispuesto a dártelo, sin ningún tipo de presión.
—No quiero que te pases la vida esperando por mí, Ezra. —Negué con la cabeza—. Yo... no creo que esto sea algo que pueda arreglarse con algo de «tiempo». Y tú mereces que...
—Que no te precipites en tu decisión, Emma. Nos lo merecemos los dos —dijo con mucha más firmeza esta vez—. Si te sentirás mejor diciendo que hemos roto, por mí está bien. De ahora en adelante solo seremos amigos, pero por favor, no cierres el resquicio de esperanza que queda para esta relación. No te niegues a la posibilidad de volver a estar conmigo. Porque yo no quiero estar con nadie más.
—Yo tampoco quiero estar con nadie más, pero...
—Eso basta para mí, Em. La certeza de que nos queremos. Que te quiero, muchísimo.
Cerré los ojos cuando sentí su frente apoyándose contra la mía.
—¿Y qué pasa si conoces a alguien más? No quiero que te niegues la oportunidad solo por aferrarte a un posible «nosotros», Ezra. Eso no es justo.
—Amor, recuerda que, a pesar de todo, voy a seguir siendo tu amigo. Así que, si conozco a alguien más, aunque la posibilidad me parezca remota, te lo diré. Y si tú... —Lo sentí tomar una respiración profunda—, si tú conoces a alguien a quien no te de miedo querer, solo... dímelo, por favor.
No creí que eso fuese a ser posible después de haberlo tenido a él y, aun así, no ser capaz de abrirle completamente mi corazón.
Pero en lugar de decírselo, me aferré a su cintura y lo abracé con más fuerza de lo que lo hubiera abrazado jamás.
Ezra creía que el tiempo nos podía sanar, pero para mí, esa estaba siendo nuestra despedida.
Y esa es la razón de que ahora mismo me esté sintiendo como una perra estúpida y egoísta.
Esta tarde, cuando dejé que Oliver se tragara todas las insinuaciones de Jessica respecto a «nuestra inminente reconciliación» y entrelacé nuestras manos, cometí el error más estúpido e inmaduro de mi vida.
La esperanza en los ojos de mi ex es la prueba de ello.
Sí, es cierto que el día de mi cumpleaños él me había sorprendido en el trabajo con un arreglo de flores, globos, mi perfume favorito, y el último libro de una saga de fantasía que me estaba muriendo por terminar. También es cierto que me abracé muy fuerte a su cuello y besé sus mejillas una y otra vez por la emoción. Y que desde el lunes hemos estado pasando mucho más tiempo juntos que durante todo el último mes.
Y es que, a pesar de todo lo que me había dicho ese día sobre nuestra amistad, fue imposible que las cosas no se volvieran incómodas entre nosotros tras el rompimiento. Yo había intentado mantener las distancias, y él, darme el espacio que yo «estaba necesitando».
Así que después de su obsequio, finalmente sentí que volvíamos a ser los amigos de antes.
Una vez más demostró cuanto me conocía y apreciaba.
Y yo lo estaba extrañando tanto que no me pude negar al acercamiento. El cual fue en aumento cuando Jess le contó sobre mi encuentro en la disco con el integrante de La Cobra.
Todos esos eventos, ligados al desequilibrio mental que me está produciendo cierto idiota desde que decidió regresar al pueblo, dan como resultado que ahora mismo Ezra y yo estemos cruzando el jardín de mi casa en dirección al de mi vecina.
—¿Ese es el auto de tu madre? —pregunto señalando el viejo Mustang que está aparcado frente a mi casa.
—Sí, y fue una suerte encontrar un hueco para aparcarlo. La calle entera está abarrotada.
—Ya lo veo —murmuro observando la cantidad exagerada de carros que hay aparcados a lo largo de la calle.
Sin mencionar que el sonido de la música ha de escucharse por toda la manzana. Es una suerte que sea verano y fin de semana, de lo contrario la policía no tardaría mucho en venir a acabar con la fiesta.
—¿Por qué no me comentaste que tu amigo había vuelto de la ciudad? —me pregunta al tiempo que desliza su mano contra la mía, entrelazando nuestros dedos.
Contengo un gruñido en lo profundo de mi garganta.
—Ni siquiera recordaba que lo había hecho. Y apenas nos he visto un par de veces desde entonces. —«Porque lo he estado evitando»—. No creí que nuestro encuentro fuera algo muy importante para contar.
—Pues parece que tú a él le importas lo suficiente para ir por ti y hacer una fiesta en tu honor, ¿no crees?
—Ya, pues al parecer quiere redimirse conmigo por todos los años de ausencia —pronuncio con una sonrisa burlona—. Pero déjame que te diga un secreto: el aire de la ciudad ha conseguido atrofiarle las neuronas y los millones de su papi engrandecerle el ego. Así que, en resumen: ya no me cae tan bien.
Mi ex novio se ríe entre dientes, negando con la cabeza.
—Vamos, Em, no se puede juzgar a una persona por su clase social. Además, esta tarde me pareció que se preocupaba bastante por ti.
—Sí, sí. —Mis labios forman una mueca—. De cualquier forma, solo hemos venido por educación. Estaremos un rato y luego nos iremos, ¿vale?
—Vale —responde con un suspiro—. ¿Pero seguro que eso es lo único que te pasa con él?
—¿A qué te refieres? —Lo miro, sintiendo que el corazón se me sube a la garganta por una razón en la que no deseo pensar.
Ezra se revuelve el cabello, incómodo.
—No lo sé, Em... es que lo estuve pensando un poco después de dejarte en casa esta tarde, y me preocupa que tu comportamiento de antes se hubiera debido a su presencia.
Nos detenemos al llegar a la verja de madera que conecta el jardín delantero con el trasero en la casa de mi vecina.
—¿Por qué tendría Oliver algo que ver en mi comportamiento? —Me giro para enfrentarlo como la hipócrita más grande del universo.
—No sé cómo explicarlo, sabes... —Sus ojos buscan el cielo por un par de segundos antes de volverme a mirar—. Solo quiero que recuerdes lo que hablamos antes de... romper. Lo de ser sinceros sobre conocer a otras personas, y todo eso.
—Por dios, no. Ni siquiera se te ocurra pensar que me encuentro interesada en alguien como él —escupo, esforzándome por creer que eso es verdad.
Al mismo tiempo, soy consciente de que esta es mi oportunidad para aclararle que tampoco estoy interesada en retomar nuestra relación, que me disculpe por haberle dado una impresión contraria esta tarde, y que lo mejor será que disfrutemos de esta noche como lo que somos: amigos.
Pero antes de que pueda verbalizar todas mis ideas, la verja a nuestro lado se abre y la sonrisa radiante de Edward es lo primero que nos recibe del otro lado.
—¡Chica independencia! —exclama cuando me ve, inclinándose para regalarme un fuerte abrazo—. Que gusto verte.
El aroma alcoholizado de su aliento deja en evidencia su consumo de cervezas la noche de hoy.
—Gracias por todo... esto. —Señalo el interior del lugar, que, en medio de la oscuridad de la noche, se aprecia iluminados por unas luces amarillas que no alcanzo a distinguir desde acá—. Permítanme presentarlos, por cierto. Ezra él es Edward, un amigo de Oliver. Edward, él es Ezra, mi...
—Su amigo. Y es un gusto conocerte, Edward. —Mi ex le tiende la mano, pero el moreno decide obsequiarlo con otro abrazo.
—El gusto es mío, hermano. — El moreno luce excesivamente alegre esta noche, y solo por eso sé que no se encuentra nada bien—. Pero vamos, entren conmigo, ¡y sean bienvenidos a la mejor fiesta de toda la historia!
La sonrisa de Ezra se hace más grande cuando vuelve a tomarme de la mano y me lleva dentro con él.
Sin embargo, nada podría haberme preparado para lo que me encuentro en el interior del jardín.
Todo es... completamente alucinante.
Las velas artificiales parecen estar flotando en el aire un metro por encima de nuestras cabezas, hay una mesa de madera tan infinita como la del comedor en el castillo de Harry Potter, completamente llena con alimentos, frutas, tentempiés, cócteles y demás bebidas alcohólicas, el DJ, disfrazado de Albus Dumbledore, se encuentra de pie en una pequeña tarima, y su instrumento de mezclas, encima un atril con velas a los lados y un búho dorado con sus alas desplegadas en el centro. A su espalda pende un estandarte gigantesco de Gryffindor, y todos los invitados que se encuentran bailando en el centro del jardín llevan sombreros negros y puntiagudos sobre sus cabezas.
—Dios mío —las palabras se escapan de mis labios en un jadeo.
Siento que acabo de ser abducida por los libros y transportada directamente al castillo de Hogwarts. Es casi como si todas mis ilusiones de niña se estuvieran materializando, aquí y ahora.
La impresión es tanta que, para no caerme a causa de la ola de sentimientos que golpea mis sentidos, me aferro con todas mis fuerzas a la mano que sostiene la mía.
Sin embargo, nada de lo que estoy viendo a mi alrededor, consigue desbocar mi corazón con tanta fuerza como lo hace el encontrarme con sus ojos azules mirándome desde un rincón solitario del jardín.
Unos ojos que no tardan en bajar muy lentamente por mi cuello y clavícula, hasta llegar a mi brazo y detenerse finalmente en mis dedos, entrelazados con unos que no son los suyos.
Ese hecho parece cabrearlo.
Y a mí también.
No por la forma en la que se le tensa la mandíbula y se acaba el contenido de su vaso en un solo trago, dejándolo caer de mala gana sobre la hierba, sino porque sin haber sido consciente, mi mano ya se ha separado de la de mi ex.
Solo eso me basta para saber que estoy muy muy jodida.
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Hola, pecadoras
Esta noche las castigo con un solo capítulo, pero el de mañana va a estar explosivo.
¿Que me dicen de la historia hasta ahora?
Las leo, besitos ♥
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