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C A P I T U L O 3 6

Caminando de vuelta divisé a lo lejos a Taehyung, rápidamente intenté esconderme tras un poste lo suficientemente grande y grueso para no dejar ver mi cuerpo. Caminaba con prisa hacia algún lugar, al verlo extrañé a Lingsoo, más de lo que ya la extrañaba.

No me vió, así que continué hasta mi casa.

¿Qué habrá sido de sus vidas? Especialmente la de ella. No he sabido de nada, me he aislado demasiado. Llevo más de diez días apartada del mundo, cualquier persona que me conozca se imaginará que estoy muerta; pues, he dado señales


No respondo cuando llaman, no salgo a las calles, y no contesto el celular, mas conociendo mis problemas de salud mental estaría más que claro para ellos.

Y no lo hacía adrede, la verdad es que necesitaba un tiempo conmigo misma, y miren cómo he avanzado, sólo tenía que abrirme y volver a confiar.

Abrí la puerta principal y lancé la mochila en el sofá, subí las escaleras que conducían hacia la habitación, donde me encerré con la intención de descansar un rato, luego me alimentaría con algo, la verdad es que no tenía mucha hambre.

Desaté mis zapatos, quité mi sudadera y mis shorts, en busca de comodidad, quedando sólo en ropa interior.

Me acordé de Jungkook.

Un recuerdo fugaz viajó por mi mente, haciéndome sentir satisfacción. Sonreí al recordar esos momentos tan únicos, y lo que falta por intentar.

Creo que ya estoy en condiciones para tomar las riendas, quería proporcionarle el mismo placer que me hacía sentir a mí.

Eso sería hoy en la noche.

Sumida en mis sucios pensamientos quedé rendida sobre mi cama.

나의 인도하는 빛

Sentí algo molestándome justo en la mejilla, me pareció ser una mosca u otro insecto de la misma familia.

Sin abrir los ojos golpeé esa zona para que dejará de molestar, proporcionándome una cachetada.

—¡Diablos! ¿Estás bien?— sentí aquella voz, y me sobresalté, no sabía que había alguien más.

Abrí los ojos y por la impresión cubrí mi cuerpo con las sábanas, dándome cuenta de quién venían aquellos toques incómodos.

—En tu madre, Jeon— dije más relajada, pero molesta.

—Lo siento, no sabía que te asustarías, no fue mi intención tampoco— se disculpó.

—Idiota— lo insulté para luego volver a acomodar mi cuerpo sobre la cama.

—¿Te duele la mejilla?— preguntó preocupado, acercándose a examinar la zona afectada— mira la marca de tus dedos sobre ella, en serio te pegaste fuerte.

—No te preocupes por mí, se me pasará luego— negué restándole importancia.

—Ya, no te enojes, hermosura. Sabes que no lo haría adrede— comentó arrepentido.

—¿Qué harás para que te perdone?— le pregunté curiosamente.

—Ah bueno, ¿entonces de eso se trata, bonita?— cuestionó acercándose a mí, con aquella sensualidad que lo caracteriza cuando quiere— ¿qué puedo hacer por mi nena?— volvió a interrogarse a sí mismo, observando mis labios y relamiendo los suyos.

—No, no vayas por ahí— negué aguantando las ganas, no quería spoiler de la noche.

—Pero si no iba a hacer nada raro— aclaró cariñosamente— sólo iba a dejar besitos por aquí— explicó y acercó sus labios a mi cuello para comenzar a besarlo suavemente.

Mordí mis labios al sentir aquella sensación tan divina, aquel roce que tanto adoraba.

De pronto aquellos besos se convirtieron en mordidas, que estaba de más decir que dejarían marcas en mi piel.

—Jungkook~— lo llamé en un jadeo, y tiré de sus cabellos castaños, intentando alejarlo, aunque en el fondo no quería que se detuviera.

—Daddy..— rectificó.

—No estamos teniendo sexo— comenté confundida.

—En el living tampoco lo estábamos— contraatacó pícaro.

—Sólo–

Fui interrumpida por una llamada entrante desde su celular, pero a él pareció importante poco.

—Jungkook, tu celular— avisé con dificultad, me era imposible hablar fluido cuando sus dientes impactaban contra mi zona sensible.

Ante mi aviso abandonó mi cuello, acercándose a mi oído.

—Levantaré la llamada, sólo para que escuchen cómo gimes mi nombre y suplicas por más— susurró, haciéndome estremecer.

—No, eso no pasará— negué aún con dificultad.

—¿Quieres probar? No me importa quién coño llama, yo estoy concentrado sólo en tí, baby— retó.

—No serías capaz— negué, y sentimos cómo su celular dejó de sonar.

—Rétame, bonita— ordenó.

No me dejó verbalizar una palabra más, pues atrapó mis labios en un beso salvaje, de esos que me hacían sentir en el cielo.

—Mierda— maldijo rozando su cuerpo con el mío, haciéndome sentir un bulto contra mi feminidad.

Este chico sí que es precoz.

Ya no me importaba el spoiler, quería eso dentro de mí, nuevamente.

Bajó sus pantalones, y sólo se encontraba una tela estorbando en el medio de ambos.

Nuevamente, el sonido de su celular se hizo presente.

—Carajo— maldijo harto de tanta insistencia, sin quitar sus labios de mis senos estiró un poco su brazo derecho y levantó la llamada, sin ver quién era la persona que llamaba.

Parece que el reto iba en serio.

—¡Ah! ¡Jungkook!— gemí en un tono alto cuando mordió sin piedad uno de mis senos, mientras acariciaba mi miembro sobre la tela de mis bragas.

¿Jungkook?— una voz femenina se escuchó a través de la llamada, haciéndolo detenerse en seco y agarrar el celular.

¿Quién?

¿Mamá?— interrogó confundido.

Diablos, que vergüenza.

—Sí, soy yo— afirmó— ¿me explicas qué ocurre?

Nada, ¿qué va a ocurrir?— mintió.

Una chica gritó tu nombre, no soy estúpida ni escucho voces.

Eso me hizo reír levemente.

—Mamá, no tengo porqué explicarte eso ¿vale?— la cortó inmediatamente.

Ahh, entonces eso significa que llamé en un mal momento ¿Te estás protegiendo, Jungkookie?

El rostro del castaño tomó un tono rojizo en la zona de sus mejillas, se había avergonzado, no cabía duda.

—¿Qué pasa? ¿Para que llamaste?— cambió de tema para evitar seguir hablando de aquello.

Quería avisarte que tu padre y yo hemos regresado a Seúl, nos quedaremos en casa unos días y luego regresaremos; el trabajo nos ha distanciado, mi niño.

—¡¿Hoy?!— preguntó incrédulo.

Sí ¿por qué?

Nada, es normal en ustedes arruinar planes ¿no?— comentó con sarcasmo.

¿Tenías planes con tu novia? Dios, hijo, no lo sabía. Lo siento.

Está bien, tranquila.

Puedes traerla, quiero conocer a la chica  que haces sentir tan bien— comentó pícaramente.

—¡Mamá!— la regañó, haciéndome reír.

Lo siento, lo siento. Era eso, mi niño lindo. Nos vemos en un rato, ya vamos saliendo para allá. Te quiero.

Te quiero— contestó y colgó la llamada.

Apagó su celular y lo colocó sobre la mesita de noche, para regresar conmigo. Mis ganas de reír eran irresistibles, él lo notó.

—Perdón, no sabía que vendrían hoy, ellos son así— se disculpó avergonzado.

—Tranquilo, ella tiene tantas ganas de conocerme como yo— comenté divertida— se ve que es una mujer agradable.

Rodó sus ojos ante mi comentario.

—¿Dónde nos habíamos quedado?— cambió el tema.

—No, ya no quiero hacer nada— mentí.

—¡Qué va! Tú no te me escapas hoy, hermosura— negó, para regresar a mis labios y sus manos a mi cuerpo.

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