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Euphoria




Una mañana más, Kim Taehyung llegaba tarde. Ni siquiera tenía clase normal aquel día, lo que hubiera explicado su pereza al levantarse de la cama una vez la alarma ya había sonado por cuarta o quinta vez. Jimin también le había enviado un par de mensajes para recordarle que aquel día le tocaba ir de excursión al museo de Bellas Artes. Y Jimin ya ni siquiera estaba en su misma clase pero, irónicamente, estaba más enterado que él de lo que requerían sus estudios.

Se vistió a toda prisa, aunque se dejó la camisa del pijama porque, de todos modos, hacía frío y no pensaba quitarse el abrigo. Cogió el metro en el centro y dormitó un poco en uno de los asientos. La visita al museo no le hacía especial ilusión. No solo porque ya había estado muchas veces, si no también porque él prefería recorrer las galerías por su cuenta. No estaba de más conocer los datos específicos sobre cada obra, pero prefería interpretar él mismo el significado de las pinturas, permitir que le evocaran algo sin necesidad de que el guía o la profesora de Arte Moderno se lo explicasen.

Corrió al salir de la boca de metro y siguió corriendo hasta llegar a la entrada del museo. Tuvo que explicarle a uno de los guardias que estaba con los alumnos de primero de Bellas Artes para que lo dejara pasar y se quedó a recuperar el aliento apoyado en una de las columnas de la entrada, antes de enviarle un mensaje a uno de sus compañeros para preguntarle en qué sala estaban.

-Kim, pensé que no ibas a llegar nunca-dijo la profesora, con gesto de desaprobación.

Él asintió y recorrió la sala con la mirada mientras escuchaba de fondo sus explicaciones. Era la exposición temporal de uno de los alumnos recién graduados de su universidad. Una obra que, aunque era gráficamente impecable, carecía de significado. Se podía ser figurativo sin ser obvio y vacío, pensó Taehyung, y el artista no lo había logrado. Tal vez le molestaba que sus propias creaciones siempre recibieran calificaciones entre bajas y mediocres por ser demasiado abstractas. Tal vez no era capaz de explicarlas demasiado bien, o no estaban a la altura de sus propias expectativas, pero eran auténticas y sentidas. Y eso era lo que pretendía que fueran, incluso si nunca llegaba a exponer en una galería o museo de renombre. Le importaba más continuar siendo fiel a sí mismo.

La profesora estaba explicando algo relativo al uso de la pincelada y de las veladuras, y haciendo preguntas sobre lo visto en clase a las que Taehyung no hubiera sabido responder, porque no solía prestar atención a las lecciones a no ser que fuesen de su interés.

Había una señora con dos niños en la sala, y dos guardias que miraban a los pequeños con suspicacia, como si automáticamente por ser niños fuesen a destruir la propiedad del museo. Había una pareja en un banco observando el cuadro de un paisaje y, por último, un muchacho de espaldas que tomaba notas en una libreta y sacaba fotografías a las obras, muy concentrado. Taehyung se distrajo mirándolo, a pesar de que no alcanzaba siquiera a ver su perfil. Parecía de su edad y tenía el pelo negro y ondulado. Llevaba una sudadera rosa que parecía dos tallas más grande de lo que necesitaba, y unos pantalones vaqueros que estilizaban sus ya de por sí largas y torneadas piernas. El joven se movió, todavía atento a sus apuntes, y Tae pudo ver su rostro.

Supo entonces que, hasta que abandonara la sala, no se fijaría en nada ni nadie más. Que le perdonaran el cliché, pero el chico de la sudadera rosa era la única verdadera obra de arte que había en aquella estancia. De todos modos, no sería más que uno de aquellos crushes momentáneos, y quizá no volvería a cruzárselo nunca más. Tenía unos ojos preciosos, era perfecto desde la línea de mandíbula hasta el cuello, la nariz, los labios...Taehyung sacó el móvil con cuidado y se planteó sacarle una foto para enviársela a Jimin. El chico era realmente bonito, tanto que él no se veía capaz de apartar los ojos. Aquello era lo más cerca que estaría nunca de experimentar el amor a primera vista, aunque no creía que tal cosa existiera. A lo mejor el bello desconocido era antipático, engreído o egoísta...No podía ser tan perfecto...¿verdad...?

Se dio cuenta de que debía de parecer un loco porque llevaba un rato mirándole desde el otro lado, y sus ojos se habían cruzado un segundo. El objeto de su adoración había apartado la mirada rápidamente, con miedo o quizá con timidez.

Taehyung intentó concentrarse en lo que decía su profesora y mirar solo de reojo, porque intimidarle era lo último que deseaba. Sin embargo, cuando no estaba mirando, sentía que alguien lo observaba. Y, en efecto, al girarse, pilló al chico bonito de la sudadera rosa mirándole casi con la misma intensidad con que él lo había hecho antes.

A lo mejor no era una idea tan descabellada el ir a hablarle, después de todo.

Por lo menos, debía saber su nombre, porque era la única obra de arte que no venía etiquetada y quizá, solo quizá, también estaría interesado en saber el suyo.

Se acercó a él con paso decidido, olvidándose por completo de que estaba en una salida con la universidad. De hecho, su clase se había ido de la sala, pero ni siquiera se dio cuenta. Le dio un toquecito en el hombro al atractivo desconocido, que se giró hacia él, sobresaltado.

-Perdón si esto es muy raro, pero me di cuenta de que me estabas mirando y...

-Tú...tú me miraste primero-respondió el joven, algo cohibido.

-Lo siento. No quiero asustarte...Es solo que...me pareciste...interesante...y quería...quería saber tu nombre...-dijo Taehyung, que quería que se lo tragase la tierra.

-Oh. Me llamo Jeon Jungkook-el gesto del chico se suavizó y se convirtió en una bonita sonrisa.

Taehyung sintió que le fallarían las piernas en cualquier momento.

-¿Y tú? ¿No vas a decirme tu nombre?

-Taehyung. Kim Taehyung y uh...

-Creo que se han ido sin ti-Jungkook señaló la puerta de la galería.

-Oh, yo...-no tenía el menor deseo de buscar a su clase y perder de vista a Jeon Jungkook, negándose a sí mismo la oportunidad de volver a verle, así que no sabía cómo debía reaccionar.

-Te ayudaré a buscarlos. Estaba tomando apuntes para un proyecto de Historia del Arte, pero ya casi terminé. Entro a la Universidad el año que viene y quiero estudiar allí, o al menos eso creo...No estoy seguro todavía.

Se había vuelto sorprendentemente locuaz en cuestión de minutos, y a Tae no le molestaba en absoluto. Estuvieron hablando de las pocas salidas que aparentemente tenían las carreras relacionadas con el arte que ambos habían elegido. En teoría, estaban buscando a los compañeros del mayor, pero en realidad solo estaban dando vueltas por el museo, sin rumbo en específico y deteniéndose a admirar algunas obras.

Descubrieron que tenían gustos y aficiones muy similares, y Taehyung se estaba asustando por la rapidez asombrosa con que aquel chico se estaba ganando su corazón. Era agradable y tenía una voz muy bonita, casi musical, y una risa como campanas de ángeles. Tuvo que recordarse a sí mismo que apenas lo conocía, aunque empezaba a tentarle la idea de creer en las almas gemelas. Después de todo, recordaba su primer contacto visual con Jungkook, no mucho antes, como una revelación a cámara lenta. Como si lo hubiera estado esperando toda la vida...

No podía sentir eso. Ser demasiado impulsivo ya le había pasado factura antes en las relaciones que había tenido. No quería tener a Jimin preocupado por él de nuevo. Durante su último año antes de entrar a la universidad, Jimin había reprobado dos materias porque había estado demasiado ocupado escuchándole, comprándole paquetes de pañuelos y cuidando de él después de que su anterior novio, Seojoon, le rompiera el corazón. Su propio rendimiento había bajado considerablemente y había estado a muy poco de no pasar el año. Y ningún hombre merecía tanto la pena como para arriesgar sus sueños llorando por él.

Jungkook solo era un chico guapo más, y no el amor de su vida, con el que siempre había soñado. Nadie podía permitirse el lujo de ser romántico en aquellos tiempos.

Habían llegado al balcón del observatorio que había en la última planta del museo. Jungkook corrió y se apoyó sobre la barandilla.

-¡Hyung, los encontré!-gritó, haciéndole señas a Tae, que estaba tan solo a unos metros de él-Están en la entrada del museo.

-Ya no creo que los alcance. Que lástima-dijo Taehyung, no muy apesadumbrado.

-¿Era una lección importante? Puedo dejarte mis apuntes, aunque esté en un nivel más bajo, quizá puedan servirte...

-Eres muy amable, pero ya he estado aquí muchas veces. Me conozco la historia de cada cuadro como la palma de mi mano. De los que me interesan, en cualquier caso...-dijo Taehyung, quitándole importancia.

-Es casi hora de comer-Jungkook bajó la voz y se rascó la nuca, mirando en dirección al suelo-Me preguntaba si...hay un sitio cerca de aquí donde me han dicho que se come muy bien...y quería probar, pero no tengo a nadie con quién ir...y me da vergüenza ir solo...

-Sí.

-¿Sí que?

-Sí, iré contigo-dijo Taehyung, ruborizándose a pesar de que la mirada del joven no era en absoluto intimidante.

Jungkook esbozó una radiante sonrisa, sin poder evitarlo.

Agarró a Taehyung del brazo y le condujo varias calles más allá. Tenía una energía desbordante. Taehyung no había desayunado aquella mañana y le costaba un poco seguirle el ritmo, pero finalmente llegaron a un pequeño restaurante casero, situado en la esquina de un callejón del centro.

Estuvieron comiendo hasta que se llenaron, y hablando de un montón de cosas. El tiempo pasó demasiado rápido y, cuando llegó el momento de pagar, Taehyung cayó en la cuenta de que apenas llevaba unas monedas en el bolsillo, porque había salido de casa a toda prisa y no había contado con salir a comer. Jungkook insistió en invitarle, por mucho que él le dijo que después podrían ir a su casa y le bajaría lo que le debiera.

-Está bien, hyung. Ni siquiera es tan caro.

-Sí, pero...Si lo hubiera sabido, no habría comido tanto...Qué vergüenza.

-He comido mucho más que tú. Además, te lo pasaste bien, ¿no? Eso es lo importante, pero puedes invitarme a un helado luego si así te quedas más tranquilo. O podemos irnos sin pagar y sin mirar atrás.

-Estamos en pleno invierno pero supongo que lo del helado suena más...legal...

Jungkook se lo agradeció con una sonrisa, aunque se maldijo interiormente por no utilizar el pagar la comida a medias como una excusa para, posiblemente, ir a la casa de Taehyung. Normalmente se sentía avergonzado cuando visitaba los apartamentos de sus amigos (aunque no tenía muchos y ya apenas los veía desde que se había cambiado de instituto), y había conocido a Tae aquel mismo día. No obstante, se sentía cómodo con él. Como si pudiera ser él mismo, con todas sus rarezas, sin que al otro le importara lo más mínimo. Taehyung no fruncía el ceño ante sus ocurrencias, y se reía con él y no de él. En cierto modo, Jungkook se sentía como si ya lo conociera de antes.

Lo cierto era que, al contrario que Taehyung, él nunca había opuesto resistencia alguna a su naturaleza romántica, o a su creencia en que, algún día, encontraría a su alma gemela y la reconocería al instante.

Su instinto le decía que no podía dejar escapar a Taehyung, porque se habían encontrado por una razón más grande que ellos mismos.

Pero no tenía manera de saber si Tae sentía lo mismo, o si iba a pensar que estaba loco. No pretendía asustarle, o que se burlara de él, rompiendo así la magia. Recordaba aquel día que estaba consultando el horóscopo con algunas de sus compañeras de secundaria, y unos chicos le habían agarrado por los brazos y le habían acorralado contra una esquina del aula, recriminándole por hacer cosas de niñas y preguntándole que si quería que lo tratasen como una. No sabía por qué estaba pensando en ellos, pero al hacerlo, un escalofrío le recorrió toda la espalda.

-¿Koo? ¿Estás bien?-preguntó Taehyung, pasándole la mano por encima de los hombros, en algo que se asemejaba más a una caricia que a un abrazo fraternal.

-¿Koo...?

-¿Te molesta que te llame así?

-No, no...Suena bien...Es solo que...nadie me llama así nunca. Pero creo que me gusta.

Sonrió de nuevo, con timidez, y cayó en la cuenta de que hacía mucho tiempo que no estaba tan a gusto con nadie, que no sonreía tanto y sin tener que forzarlo. Su vida no era especialmente mala, y no lo molestaban como en la secundaria, pero sí se sentía aburrido y solo la mayor parte del tiempo. Tal vez por eso, no hacía falta que Taehyung le bajara la luna del cielo para hacerlo sentir feliz y dichoso, casi eufórico.

¿Y si de verdad era él a quién había estado esperando sin saberlo?

Uno no conoce a nadie de una forma tan casual, en un museo, o en una librería. Uno no conoce a atractivos extraños y va a comer con ellos y después a tomar un helado, porque la vida no es una película romántica...

A Jungkook le encantaban las películas románticas, pero se daba cuenta de eso. Sin embargo, su imaginación volaba demasiado rápido incluso para él. Además, el hecho de que Taehyung, además de poseer una belleza etérea y fuera de aquel mundo, fuese vestido como un artista bohemio, con su boina, su cámara y su caja de acuarelas en la mochila, no hacía más que avivar aquellos pensamientos. Tenía que contenerse y no preguntarle si le pintaría como a una de sus chicas francesas...

-¿Otra vez te quedaste pensando?-Taehyung le pellizcó ligeramente las mejillas, sin poder contenerse. Se veía demasiado tierno cuando estaba centrado en sus propios pensamientos, con los finos labios entreabiertos y los ojos mirando a un punto fijo y desconocido.

-Sí...-Jungkook carraspeó, armándose de valor-Estaba pensando...Dijiste que yo te había parecido interesante pero...ni siquiera me conocías un poco esta mañana...Ahora creo que sabes más cosas de mí...¿Aún te parezco interesante?¿Por qué querías saber mi nombre...?

-No es tan complicado-Taehyung se echó a reír, fingiendo más despreocupación de la que realmente sentía-. Me gustas desde que te vi, así que me acerqué a ti de la manera más obvia y directa que se me ocurrió.

-¿Te gusto...?¿Cómo...?¿Qué quieres decir?-preguntó Jungkook, en un murmullo entrecortado. Creía saber la respuesta, pero aún así quería escucharla de sus labios.

Taehyung se movió con lentitud, para darle tiempo a reaccionar en caso de que su contacto no fuese bienvenido. Puso una de sus manos sobre su mejilla y acarició su cuello con la otra. Jungkook suspiró, poco dispuesto a esperar, y atrajo a Tae hacia sí. No hacía falta que fuera tan despacio con él, menos aún cuando todo había sucedido en menos de medio día.

Cuando sus labios se rozaron, fue como una promesa muda de que no sería la última vez, sino la primera de muchas. A plena luz del mediodía, con la tarde a punto de caer sobre ellos, en la arboleda de un parque invernal, de algún modo, sus almas terminaron de conectarse a través de sus bocas.

Jungkook no estaba equivocado, y Taehyung no tenía ya miedo de estarlo. Habían caído uno en brazos de otro y allí los dos se sentían seguros. Y por mucho tiempo, allí permanecerían.

......

Taehyung no quería llegar tarde también al recital de piano de Yoongi. Jimin llevaba nervioso toda la semana porque sabía que era un día muy importante para su novio, que había estado ensayando durante meses y, además, iba a interpretar una pieza que había compuesto especialmente para él. Y Tae de veras no quería llegar tarde a un día tan importante para su mejor amigo pero...

Jungkook estaba dormido sobre su pecho, respirando suavemente. Se suponía que vendría con él, y les quedaba apenas media hora para arreglarse y llegar al teatro. Estaba en un pequeño dilema, porque no quería despertarlo. Se veía demasiado bonito durmiendo, con la mano apoyada en su cuerpo y debía estar cansado, porque el día anterior había sido intenso. Trató de despertarlo de manera agradable, acariciando los rizos que le caían sobre la frente. Jungkook tenía otras maneras de despertarlo cuando era él quién permanecía en brazos de Morfeo...pero esas maneras no solían contribuir a que llegase más pronto a clase sino, en cualquier caso, más tarde...de modo que, aunque se sintiera tentado, no podía aplicarlas.

Jimin, sentado en las escaleras a la entrada del conservatorio, empezaba a impacientarse. Era verdad que él había acudido muy temprano para poder ver a Yoongi, darle un beso y desearle suerte. Sabía que su novio sufría de ansiedad y, al ser la primera vez en mucho tiempo que tocaría en solitario delante de un público, estaría más nervioso aún. La multitud se convertiría en un nudo enorme de rostros borrosos que lo juzgaban, así lo sentía Yoongi cuando tocaba el piano cuando Hoseok aún estaba con él.

-No mires al patio de butacas, Yoongi. Concéntrate en la partitura, ¿de acuerdo?

-¿Ni siquiera puedo mirarte a ti? Te miraré antes de sentarme a tocar-había dicho Yoongi-, para darme un poco de valor...Estaré bien, Minnie.

Le había tendido las manos. El temblor apenas era ya perceptible. En cuestión de pocos meses, Yoongi se había recuperado con una rapidez insólita.

-Sé que voy a tener que decírtelo otra vez después del recital, pero estoy muy, muy orgulloso de ti-había murmurado Jimin, antes de darle un dulce beso en el que iban contenidos sus mejores deseos.

Estaba casi tan nervioso como el propio Yoongi a pesar de que, en el fondo, tenía la seguridad de que todo iría bien. Su chico tenía mucho talento y había trabajado duro durante meses para llegar hasta allí. Con suerte, habría alguien entre el público que pudiese apreciar sus dotes de pianista y ofrecerle un buen empleo dedicándose a lo que de verdad le gustaba. Jimin se había pasado horas en su tienda, tratando de juntar un ramo de flores lo más similar posible al que Yoongi le había regalado la tarde que se conocieron.

Estaba embebido en sus pensamientos cuando por fin apareció Taehyung. Por una vez en su vida, había llegado puntual, aunque les quedaba poco menos de dos minutos para encontrar sus asientos en el palco. Tanto Tae como su novio parecían haber venido corriendo, porque estaban congestionados y respiraban con fuerza, aunque sin separarse el uno del otro.

-Tae, pensaba que no llegabas-dijo Jimin, aliviado-siempre has sido impuntual, pero desde que estáis juntos, es exagerado lo que puedes llegar a tardar. Hace dos semanas me tuviste esperando casi una hora.

-Eso fue culpa mía, perdón-Jungkook levantó la mano con timidez.

-No puedo enfadarme contigo-admitió Jimin, dándole un golpe suave en la cabeza al novio de su mejor amigo-, eres demasiado adorable.

Llegaron un par de minutos después de en punto, pero las luces aún no estaban apagadas y el solo de piano de Min Yoongi estaba a punto de dar comienzo.

Jungkook, que se había llevado especialmente bien con el novio de Jimin desde que este se lo había presentado oficialmente como tal, estaba apoyado en la barandilla del palco con los ojos brillantes, atento a los acordes del instrumento.

Jimin lo miraba lleno de orgullo, fijándose en el delicado pero firme movimiento de sus manos, que ya no temblaban, y en la dignidad de aquel rostro adorado.

Taehyung los observaba a ambos mientras la música endulzaba sus oídos. Sus dos almas gemelas, su mejor amigo y su novio.

La historia de Jimin y Yoongi era una sinfonía atemporal.

Su historia con Jungkook era un lienzo que nunca se daba por acabado, pero que había resultado sublime desde el primer trazo, y no amarilleaba con el tiempo, sino que ganaba valor.

Y era hermoso.

Porque el verdadero arte y el verdadero amor eran casi lo mismo.

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