Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

O

Parte 4: Frustración

Bakugo sabía que algo andaba mal con él hace ya unas semanas, que algo estaba empezando a cambiar. Algo que no le estaba gustando para nada.

Hace semanas había empezado a sentirse raro cuando Kirishima aparecía y lo tomaba sorpresivamente de los hombro, cuando le pedía siempre hacer los trabajos juntos, cuando le sonreía, cuando le miraba. Cualquier cosa que Kirishima hiciera causaba revoltijos furiosos en su interior, le hacía sentir tan liviano como una pluma hasta que caía por el peso de una tonelada de ladrillos.

Y no, esto no podía estarle pasando a él.

Bakugo tenía metas: quería convertirse en el número uno, ser el mejor, el que siempre aparece en el momento oportuno para derrotar a los villanos y salvar el día. Él no estaba para tener distracciones. No ahora. No cuando se estaba esforzando tanto, cuando siente que está cada vez más cerca de cumplir aquella meta.

Y se está empezando a enojar.

Se está empezando a enojar por el simple hecho de no comprender lo que le sucede, por todas esas veces que el pelos de mierda llega con su estúpida sonrisa y él no sea capaz de apartar la mirada, que con un simple toque suyo todo su cuerpo reaccione de una manera nunca antes experimentada.

Las sensaciones le revuelven el estómago y Bakugo, en su ignorancia y negación, se niega a siquiera pensar por qué le está sucediendo esto.

El día escolar acaba pronto. Son de esos pocos días de la semana donde no hay entrenamiento tras acabadas las clases y todos los alumnos del 1A aprovechan para salir temprano de la academia y disfrutar lo mejor posible del resto de la tarde.

Kaminari había propuesto jugar videojuegos en su habitación, y a nadie —dentro del grupo extraño de amigos que se había formado a su alrededor, a pesar de que Bakugo nunca invitó a ninguno— le pareció mala idea. Bakugo bufó, porque él sí se había negado a esa absurda forma de desperdiciar el tiempo que podría usar para otras actividades —como adelantar trabajos, por ejemplo. O estudiar.

—Será divertido —Kirishima le dedicó una brillante sonrisa, como si eso pudiera convencerlo de asistir.

—Me importa una mierda —Bakugo no le dedicó más de dos segundos antes de acomodar los últimos útiles en su bolso y empezar a caminar hacia las habitaciones. Kirishima se apresuró a seguirlo de cerca.

—No puedes perdértelo —insistió.

Bakugo creyó que si lo ignoraba lo suficiente, el chico iba a parar de insistir. Sin embargo, no fue así. El tema había logrado quedar zanjado la mayor parte del camino, aunque Kirishima había aprovechado para hablar sobre diversos temas diferentes, incluso si no tenían nada que ver unos con otros. Y Bakugo en verdad no deseaba escucharlo, a pesar de que había desistido de tratar de convencerlo para que acepte ir a la estúpida habitación de Kaminari.

Había algo que no soportaba de la voz de Kirishima. Tal vez era el timbre insesante de no saber cuándo callarse. O quizás era algo más complejo, porque escuchar la voz del pelirrojo lograba provocar sensaciones extrañas en su cuerpo de las que Bakugo no sabía ponerles nombre. Y era molesto, porque odiaba tener a Kirishima arriba todo el tiempo, pero le encantaba tener su completa atención siempre. Odiaba que nunca se callara, pero aparentemente le gustaba escuchar su voz.

Contradictorio, sí. Y eso, tal vez, es lo que más odiaba. Porque no era capaz de comprender la razón de todo esto.

Ya habían llegado al pasillo que conducía a sus habitaciones juntas cuando Kirishima se detuvo junto a su puerta, con la mano suspendida en el aire. Bakugo respira, porque significa que lo dejarán en paz y al fin tendrá el tiempo de pensar las cosas.

Tanteando nerviosamente el pomo de la puerta, Kirishima inclina el mentón hacia abajo e insiste, sutilmente, por última vez.

—¿Estás seguro que no quieres ir? —pregunta, sonriendo de lado al pensar en lo mucho que podrían divertirse hoy —. Sé que no te caen muy bien, pero si les das la oportunidad seguro que-

—¡Maldita sea, Kirishima! ¡Solo cierra la boca un puto segundo! —Bakugo interrumpe. Su ceño se frunce aún más de lo que ha estado en todo el día, experimentando otro de esos furiosos revoltijos y, sintiéndose acorralado, se desquita con lo único que tiene al alcance —. ¡No voy a ir, así que para de una vez! Para de tratar de controlarme.

—Bakugo, yo no estoy...

—¡¿Que acaso no tienes nada mejor que seguirme como un maldito perro faldero todo el puto tiempo?!

Bakugo no fue capaz de ver su error hasta que descargó toda su frustración y enojo. Tomó una bocanada de aire y relajó gradualmente sus músculos, sacudiendo el sudor de sus manos cuando se dio cuenta de que había empezado a crear chispas. Y fue ahí, cuando alzó la vista para observar la expresión de Kirishima, que lo vio. Vio cómo su amigo, su único amigo, lo miraba con la expresión atónita y la boca cerrada en una fina línea.

La culpa y el arrepentimiento atravesaron su corazón como un rayo, paralizando el funcionamiento de su cerebro cuando se dio cuenta de lo que había hecho. Incluso trató de conectar sus ojos con los contrarios en busca de poder expresar alguna disculpa. Pero se arrepintió, se arrepintió de ver esos hermosos ojos al borde de las lágrimas.

Y le dolió aún más saber que era por su culpa.

—Yo lo... —Kirishima se interrumpió con la voz ahogada al borde del llanto —. Perdón, no sabía que te sentías de ese modo.

El orgullo quemó cualquier disculpa en su garganta. El aire se sintió pesado y todo pareció estar siendo reproducido en cámara lenta, tan lenta que Bakugo se vio envuelto en una ola de desesperación y angustia aplastante. Sin embargo, no dijo nada.

No hubieron palabras, ni disculpas.

Todo quedó atorado en la mente en blanco del cenizo, en su nula compresión de la empatía por otras personas, en lo realmente poco que sabía sobre la amistad, y lo frágil que podían volverse algunas relaciones si no se les trataba con el cuidado adecuado.

El orgullo, de hecho, tal vez era el peor sentimiento de todos.

Bakugo apretó los puños y se apresuró hasta su habitación, cerrando la puerta de un fuerte portazo. Sabiendo que Eijiro estaría en el medio del pasillo con todas las palabras en la boca, las lágrimas y el corazón destrozado, porque aquel imbécil era tan sensible como una copa de vidrio.

Pateó el suelo en un intento de descargar la frustración y se dejó caer en las colchas de su cama. Podía sentir el corazón latiendo acelerado contra sus costillas como si hubiese roto un jarrón importante de su madre. Se pasó ambas manos por el cabello y tomó aire, soltando todo de sus pulmones segundos después.

Finalmente escucha el leve chirrido de la habitación de al lado siendo abierta y vuelta a cerrar. Escucha los pasos de Kirishima y la manera en que trata de regular su respiración junto a las lágrimas. Bakugo se lo imagina y su pecho se contrae dolorosamente.

Aprieta la mandíbula y niega.

—No es mi culpa... —masculló para sí mismo, tratando de convencerse —. No la es. Es culpa del bastardo, él tiene la culpa de hacerme sentir esto.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro