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Parte 7: Confesión

—¿Podemos hablar? —preguntó Bakugo con un nudo amenazando formarse en su garganta.

Kirishima no respondió enseguida. El silencio tal vez duró uno o dos minutos en el pasillo antes de que el chico se decidiera por apartarse de la puerta y caminar hasta la cama, tomando asiento sobre las descuidadas sábanas.

Bakugo tomó la puerta abierta como una invitación silenciosa y se adentró con cuidado, sin saber bien qué esperar en el interior. Elevó la comisura de sus labios, sonriendo levemente por el buen comienzo —peor hubiera sido que le cerrara la puerta en la cara—, cuando dio el primer paso; había pasado tal vez entre una y dos semana desde la última vez que había pisado ese lugar y realmente no había nada que hubiera cambiado, pero el ambiente se sintió distinto. La habitación seguía igual de descuidada que siempre, quizás un poco más que antes.

Kirishima tal vez jamás iba a decirlo en voz alta, no a sus amigos que se preocupaban tanto por su estado, no a él, pero no estaba bien psicológicamente con la situación. Su corazón se oprimió con fuerza, sintiendo algo muy parecido a la empatía y al arrepentimiento, doliéndole por dentro. Así de fuerte y desinteresado, Eijiro también era una persona sensible e inseguro.

—¿Y bien? —retomó la conversación Kirishima, tajante, como nunca antes lo había sido con alguna persona antes. Bakugo se giró para verle después de haber estudiado un poco la habitación —, ¿qué era eso de lo que querías hablar? Dudo que haya quedado algo, la última vez pareciste haberlo dejado bastante claro.

Bakugo tragó saliva y frunció la cejas con molestia, odiando el sarcasmo de parte del otro, pero a la vez entendiendo que la culpa era solamente suya. Tomó aire y se repitió con paciencia que tenía que ser cuidadoso y comprensivo con Kirishima. Midoriya le había recomendado que lo principal sería hacerle ver al otro que estaba verdaderamente arrepentido por cómo se había dado todo entre ambos.

Pensó que tampoco debería ser merecedor de su perdón, pero si las cosas no llegaran a terminar bien entre ambos, Bakugo quería asegurarse que, al menos, su amistad acabara en los mejores términos. 

Kirishima alzó una ceja cuando Katsuki permaneció en silencio contemplando un punto fijo en su rostro, empezando a sentirse incómodo y observado. El cenizo suspiró, tratando de hallar la forma de ordenar sus pensamientos y poder dar a entender todo lo que tenía atracado en la garganta desde hace días.

—Yo... —empezó con duda, pero su voz murió segundos después, como si fuera incapaz de expresarse. Kirishima hizo una leve mueca y suspiró.

—Si no tienes algo para decir me gustaría que te fue-

—Joder, sabes que las palabras no son lo mío.

—Se vale el intento. ¿Si no para qué viniste? —le preguntó.

—Solo... solo dame un momento.

Bakugo gruñó para sí mismo. Se pasó una mano por el cabello y empezó a armar en su cabeza lo que diría a continuación. Su disculpa no era muy elaborada, pero pensaba que era lo suficientemente sincera. Iba a ser sincera. De todo corazón, como dirían por ahí.

—Lo lamento.

—¿Qué? —balbuceó Kirishima con sorpresa.

—Así como lo oíste. Lo lamento, joder, en verdad que lo hago. Esas últimas semanas habían sido extrañas para mi y... y estaba enojado y confundido. Jamás quise desquitarme contigo en el pasillo.

La expresión de sorpresa pasó rápidamente a un ceño fruncido. Kirishima lo miró con una mezcla entre la molestia y el dolor, como si hubiera una espina atascada en su corazón que se retorcía cada vez que algo le recordaba a aquel día en el cual le gritó. Y mencionarlo no hizo más que presionar esa espina, pero sentía que era algo necesario si quería sincerarse completamente.

—Pero lo hiciste, y dolió, Bakugo.

—Y tienes toda la razón —añadió con rapidez —, todo el derecho de odiarme por eso. Pero enserio lamento haber sido un completo imbécil contigo desde el inicio, lamento haberte gritado cuando tú solo intentabas acercarte, lamento haber sido tan brusco y antipático cuando solo querías ser mi amigo. Yo... en verdad lamento lo que te dije —siguió. Mandó al carajo la disculpa mental que había estado preparando, porque ahora que había comenzado a hablar, a expresar lo que sentía, no pudo detenerse. Necesitaba confesarle todo y estar tranquilo de una maldita vez, incluso si eso significaba terminar de romper su amistad —. En verdad nunca quise decirte lo que te dije, créeme, porque nada de esa mierda iba enserio. Yo... maldición, desde que te conocí todo pareció ponerse de cabeza. Di tan por sentado tu presencia en mi vida que nunca creí que te irías.

—Bueno, es lo que sucede, ¿no? —murmuró Kirishima —. Soy una persona, Bakugo, no una máquina, y tú aplastaste mis todos mis sentimientos ese día. ¿Qué iba a hacer? ¿Seguir a tu lado sabiendo que tú no me querías allí? Sean ciertas o no, no tenías ningún derecho de tirarme toda esa mierda encima de la forma en que lo hiciste.

—A lo que quiero llegar —continuó Katsuki, tratando de que las palabras de Kirishima no le dolieran como en verdad lo hacían — es que llegaste a mi vida de la mejor forma posible, Kirishima. Te acercaste cuando nadie más quiso hacerlo y yo... —soltó un suspiro tembloroso al detenerse. Necesitaba un poco de aire. Joder, poner en palabras tantos sentimientos era realmente difícil, Bakugo le daba crédito a eso, era mucho más complicado que enfrentarse a los villanos; pero ahora sentía que, si no sacaba todo, nunca lo haría —. Estabas causando tanto caos y emociones que nunca antes había experimentado que eso me enfurecía, me negaba a aceptar estos sentimientos —se relamió los labios. Le temblaban las piernas, no podía verlo a los ojos —. Sé que no es una maldita excusa válida como para desquitarme de la forma en que lo hice contigo, pero estaba tan enojado y confuso. Solo quiero que sepas que en verdad lo lamento, Kirishima. En serio lo lamento.

No acabó de rodillas —Kirishima no iba a esperar que lo hiciera—. El miedo estaba consumiendo a Bakugo a una velocidad bastante escalofriante. Kirishima estaba sin palabras; un nudo difícil de borrar de su garganta. Ninguno estaba seguro de lo que podría venir a continuación.

Bakugo tragó saliva, pero no se movió. Necesitaba que Kirishima le dijera algo.

—Bakugo, tú... o sea, yo... —no sabía ni qué decirle. Se pasó una mano por el cabello y las lágrimas se filtraron sin que pudiera hacer algo al respecto. Caminó sin pensarlo dos veces hasta el otro y lo envolvió en un cálido y reconfortante abrazo —. Gracias, en serio... eres el hombre más masculino que conozco.

Bakugo enterró su cabeza en el cuello de Kirishima y respiró con tranquilidad después de haber sido perdonado. Exhaló una risa del puro alivio en su consciencia, ya sin un peso extra sobre los hombros. Kirishima le acarició el cabello con cariño, casi temiendo que el momento de tranquilidad se acabara. Recordar la hasta hace un momento confesión del cenizo le hizo pensar y preguntarse muchas cosas, por lo que se separó con cuidado y miró a su mejor amigo a los ojos.

—Bakugo... —empezó con duda, apretando los labios como si temiera que se arruinara otra vez la situación por soltar algo que no debía. El mencionado lo observó con atención —, ¿a qué te referías cuando dijiste que te negabas a aceptar estos sentimientos?

El cenizo se tensó bajo el tacto de su amigo, buscando la forma de evadir este tema al alejarse. Kirishima se preocupó por la reciente acción, pero ya no quería retractarse. Necesitaba que se lo dijera antes que la ilusiones y esperanzas volvieran a tomar un espacio en su cabeza.

—¿Qué sentimientos? —insistió.

—Me gustas —confesó Bakugo tras unos largos segundos de silencio agobiante —. Desde hace bastante tiempo en realidad, pero hasta hace un par de días no había querido aceptarlo. Todo parecía tan nuevo y confuso que me enojaba saber qué era, luego me sentía aterrado. Supongo de que lo descubrieras y te alejaras. 

Bakugo sintió un nudo en la garganta y su corazón empezó a latir como si bombeara adrenalina en vez de sangre. Podía sentir el órgano retumbar contra sus oídos, y no era para nada agradable. El silencio de Kirishima tras su palabras lo estaba ahogando más que un océano. Necesitaba salir de la habitación con urgencia o la presión en su pecho contra un posible rechazo terminaría por matarlo.

Caminó hasta la salida y, antes de poder hacer el amago de tomar el pestillo, una mano rodeó su muñeca con firmeza. Lo creyó absurdo, pero Katsuki se detuvo y arrastró los ojos con el corazón atorado en la garganta hasta haberla conectado con la mirada contraria. Pudo ver la inseguridad en aquel par de constelaciones, pero también el cariño y la aceptación, y por un momento se sintió intricado.

—¿Es... es cierto eso que dijiste? —preguntó Eijiro pasando saliva, aflojando el agarre sobre su brazo —. Es decir, ¿yo en verdad te gusto?

Bakugo frunció el ceño y terminó de zafar el brazo como si se sintiera ofendido por la pregunta. ¿No había estado suficiente tiempo siendo sincero? ¿Cómo se le ocurría cuestionarlo con un tema así? Sí, Bakugo tal vez tenía gustos algo discutibles, pero no por eso podía tomarlo del brazo y preguntarle como si en realidad le estuviera escupiendo en la cara.

—¿Te crees que mentiría con algo así? —preguntó de forma hosca, parándose frente a frente con el pelirrojo, sin entender la reacción de su amigo.

—¡Por supuesto que no, hombre! O sea —Kirishima soltó una exhalación, similar a esas risas que uno suelta cuando le cuentan una broma absurda. Katsuki endureció la expresión nuevamente, mirando con expectación al pelirrojo en busca de una mejor respuesta —. Bakugo, tú... también me gustas.

Esta vez fue el turno de Bakugo de exhalar una risa, mirando a Kirishima casi sin creerlo. La situación se sintió tan tonta ahora, pero le alegraba saber cómo estaban resultando las cosas. El oxígeno volvió a circular por todo su cuerpo después de casi ahogarse por el silencio y la incertidumbre. Maldita sea, eso había sido demasiado.

Kirishima soltó otra risa, acompañando a Bakugo. La sonrisa no se borró de su rostro y se acercó nuevamente; volvieron a abrazarse. Ninguno de los dos pensó en decir algo en lo que restaba del día, ¿qué sentido tenía? Ya habían confesado lo que por tanto tiempo habían callado y el otro le había correspondido. Tampoco era tan malo, pensó Bakugo. Y su corazón se llena de un extraño pero agradable sentimiento, algo cálido que cosquillea alrededor de su corazón cuando siente el cuerpo de Kirishima vibrar entre sus brazos a causa de una nueva risa.

Tal vez las cosas pudieron darse de forma diferente. Quizás debieron hablarlo mucho antes, pero ya no tiene importancia. Ya no importa por que tal vez, y solo tal vez, de no haber ocurrido las cosas como fueron, Bakugo jamás hubiera entendido lo que Kirishima significaba para él y se hubieran confesado lo que sentían por el otro.

Se sentía tan bien ahora, como un sentimiento de felicidad inmensa. No, no era solo felicidad, se sentía mucho mejor.

Bakugo sentía euforia, y era tan malditamente perfecto que simplemente le encantaba.

Pasamos de las 1458 a las casi 1900 palabras. (No sé por qué me gusta tener un conteo de las palabras que me toma realizar cada capítulo en cada una de mis historias.)

Ya con esto llegamos nuevamente al final de la novela, lit solo me queda corregir el extra y puedo dar por finalizado este trabajo (otra vez). A pesar de ser algo bastante experimental y absurdamente corto me sorprende cómo obtuvo tantas visitas, incluso después de más de un año y medio de su primera publicación la gente sigue llegando, votando y comentando al respecto. Bastante orgullosa de este pequeño proyecto.

Pero bueno, ya nos estaremos viendo para el "epílogo". Hasta entonces, un saludo enorme a todos aquellos que se animaron a entrar y darle una oportunidad a este desvarío de una persona completamente random y aburrida.

—Kirishi365.

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