I CAPÍTULO
꧁☆☬ LA FAMILIA REAL ☬☆꧂
× × ×
—De nuevo —Insistió la institutriz.
Un bufido cansado se escapó de mi garganta pero, aún así, me agaché para recoger los libros caídos y de nuevo enderecé la espalda para luego colocarlos en mi cabeza. Sentí la tensión en mis hombros volver a su lugar, y los músculos de mi espalda se agarrotaron haciendo incómodo el propio hecho de estar de pie.
—Cruzad la habitación —Ordenó, asentí con los ojos sin ser capaz de mover la cabeza —Recordad, un pie, primero la punta y luego el tacón, después el otro con la misma acción. Mantened rectas las caderas y el pecho afuera.
La mujer movió su varita de madera para indicarme que comenzara y así lo hice, acatando las reglas estipuladas y sintiendo como las heridas en mis pies, a causa de los tacones seleccionados para las lecciones de baile, hacían de cada paso una tortura.
—Debéis recordar que en cuestión de semanas os convertiréis en la princesa heredera de Olium, muchacha, no podéis permitiros ningún error —Habló la mujer y yo no pude evitar rodar los ojos con cansancio —La reina Yhelena es reconocida por su impecable conducta, necesitamos aferrarnos a ese modelo.
Suspiré y silencie su voz en mi cabeza, enfocándome únicamente en el extremo contrario del amplio salón. Jamás había comprendido la necesidad de esta tarea, si bien mi postura no era excelente todo el tiempo, conservaba bien las formas en público ¿era acaso necesario que me mantuviera estática como un trozo de piedra mientras caminaba por los jardines privados? Lo dudaba, pero tampoco me atrevía a replicar a la mujer a mi espalda.
Ya había probado el dolor de esa varita de madera en mis palmas un par de veces.
Una sonrisa se asomó en mis labios cuando observé que con tan solo un par de pasos más lograría finalmente cruzar la habitación y terminar de una vez por todas con los pesados libros pero, estos se deslizaron por mi cabeza y se estrellaron contra el suelo con fuerza cuando las puertas de salón se abrieron de golpe, sobresaltándome y haciéndome protestar en voz alta al ver los libros abiertos en el suelo.
—¡HERMANITA! —La voz de Nethan llenó la sala y me hizo girar para clavar mi mirada furibunda en él.
—¡Príncipe Nethan, usted no puede interrumpir las lecciones de su hermana de esa manera! —Reprochó la mujer de rostro serio y gafas finas —¡No es propio de alguien de su posición!
Claramente mi hermano ni siquiera se giró para responder a la mujer, simplemente caminó hasta mí con su habitual caminar desgarbado y despreocupado. Su cabello rubio estaba despeinado, su rostro estaba ligeramente colorado y gracias a su vestimenta, la cual constaba de una simple camisa ancha y unos pantalones de cuero, sabía que debía de haber venido directamente de su entrenamiento en las barracas.
Cuando se acercó lo suficientemente a mi como para percibir su aroma esto me quedó completamente claro ya que el olor a sudor y a caballo me recibió como un duro golpe.
—Oh, dios mío —Tapé mi nariz y apoyé mi mano en su pecho sin dejarlo acercarse, ya que había abierto los brazos con la clara intención de abrazarme —Ni se te ocurra acercarte más a mi. Hueles a pocilga.
Sin embargo, y como siempre, Nethan terminó por ganar su tonta pelea y su figura, varios centímetros más alta que la mía, me rodeó y me estrechó con fuerza a la vez que me sacudía y estallaba a carcajadas.
—No te quejas cuando Kessarn hace lo mismo —Sentí la vergüenza a escalar por mi rostro y golpeé su pecho a la vez que un insulto se escapaba de mis labios.
—¡Princesa! —Protestó la institutriz por el improperio que claramente había oído.
—¡Es su culpa! —Respondí mientras empujaba a mi hermano y daba un paso atrás como consecuencia. Agaché ligeramente la cabeza para oler mi propia ropa y gruñí cuando era obvio que su olor también se había pegado a mi ropa —¡Eres tan molesto!
Nethan sonrió triunfante y cepillo su pelo con sus manos arrastrándolo hacia atrás, dejando a la vista su rostro ligeramente húmedo por el propio sudor. Quizás fuéramos mellizos pero realmente había muy poco parecido entre los dos. Mientras él era el vivo retrato de nuestro padre, con su cabello rubio, su piel ligeramente tostada y sus ojos castaños, yo era casi un calco a lo que una vez fue mi madre.
Ninguno de los dos la recordaba, pero Olga sí, y siempre nos recordaba cuánto me parecía a ella. Diciendo que había heredado su particular color de ojos, una mezcla entre verde y azul, y casi su mismo rostro. Quizás lo más distinto fuera mi cabello, que se asemejaba más a un rubio oscuro que a un castaño como el que ella había tenido.
—¿Qué es lo que quieres? —Pregunté molesta mientras me agachaba para recoger de nuevo los libros —Espero que tu visita no sea solo para apestar mi cuarto de estudio.
Nethan negó y rápidamente se reclinó contra el borde del escritorio, apoyando sus manos sobre los papeles en él sin cuidado alguno. Rápidamente dejé los libros sobre la misma madera y recogí los escritos que sus manos sucias peligraban tocar.
—Aunque mi misión principal era alegrarte el día hermanita, me temo que si tengo otra intención al visitarte —Metió una de sus manos en uno de sus bolsillos y de ellas sacó un sobre, mis ojos se fijaron en el escudo que sellaba la carta —Padre ha mandado un muchacho de urgencia, esperaba leerla contigo, por eso no la he abierto.
Observé con desconcierto a mi hermano y luego mis ojos se fijaron en la carta. Nethan la extendió en mi dirección y la tomé entre mis manos.
—Zholda —Llamé el nombre de la mujer presente —Demos por terminada la clase de hoy.
La escuché protestar, aunque ella pensara que no, pero no se hizo de rogar y abandonó el salón cerrando la puerta a su espalda.
No me molesté en buscar un abrecartas, con mi propia uña despegué el sello de cera y abrí el sobre pasa sacar la carta que contenía, extendí el sobre vacío a Nethan quien lo dejó caer en el escritorio y se inclinó, aprovechándose de su altura, un poco sobre mi por poder leer también la carta.
—"Mis queridos hijos. Como sabéis partí la semana pasada hasta las tierras del norte para reunirme con los gobernantes de tres reinos que comparten nuestras fronteras —Comencé a leer —No os dije la razón por la que llevamos a cabo esta reunión porque no estaba muy seguro de dónde llevaría todo pero, ahora que las cosas han sido habladas, debo finalmente contaros la razón."
Fruncí el ceño y levanté la mirada para encontrar la de Nathan.
—¿No dijiste que se marchó para hablar de los tratados de mercancías? —Él me observó algo sorprendido y levantó sus hombros en respuesta.
—Eso fue lo que me dijo cuando le pedí que me dijera a dónde se dirigía —Se limitó a responder.
Mantuve la expresión y volví a dejar mi atención caer sobre la carta.
—"Pero me temo que es un tema que no se puede hablar por papel y tinta. Hijos míos, Aquion acogerá a las familias reales de Asova durante una semana, habrá una gran asamblea y se compartirán bailes por un par de días, finalmente la última noche de la semana se compartirá con todo el mundo la noticia que los gobernantes debemos dar. Me temo que no puedo deciros nada más hasta esa noche, pero necesito que durante mi regreso comencemos a preparar el palacio —Dejé caer mis brazos y con ellos el papel mientras me giraba para encarar a Nethan —Nos vemos en pocos días. Vuestro padre, el rey Godfrey II Atte Wille."
—¿Acaba de decirnos que vamos a tener que aguantar a los pijos de la corte por una semana entera? —Preguntó el rubio mientras se incorporaba —No me lo puedo creer.
—¿Eso es lo único que te ha llamado la atención? —Pregunté levantando las cejas —Literalmente hay algo que no nos puede decir hasta el final de la semana ¿Eso no te llama la atención? ¿Qué pasa si es algo malo?.
Nethan rodó los ojos.
—¿Crees que si fuera algo malo habría celebraciones durante una semana? Obviamente no —Pero se detuvo a sí mismo, y su rostro se bañó con la sombra del verdadero terror —A no ser que esa noticia sea un compromiso.
No fui capaz de esconder la mueca divertida que me creció en el rostro.
—Puede que tengas razón, quizás un compromiso sea algo que celebrar — Sonreí divertida —¿No era la Princesa Rhenee la única que no tenía un prometido? Dicen que es muy buena habladora, tanto que dejó a su padre sordo de lo poco que callaba.
—¿Qué voy a hacer? —Comenzó a entrar en pánico —Sé que tenemos la edad necesaria para comenzar a buscar matrimonios pero, yo no estoy listo para eso, ¡él lo sabe! No sirvo para casarme, no aguanto a la gente ¡Solo se convivir con soldados malolientes y caballos!
Estallé a carcajadas y Nethan me dedicó una mirada que si pudiera matar yo ya estaría enterrada a tres metros bajo tierra pero, era imposible no reír ante lo gracioso que era verle entrar en pánico.
Puede que él fuera el mayor por apenas unos minutos pero, ciertamente era el más infantil de los dos. Y siempre había sido así. Además, siempre había preferido estar alejado de la corte, con suerte soportaba los bailes a los que era obligatorio que asistiera. Desde que era un niño había odiado con el alma todo lo que tenía que ver con ser el heredero de Aquion.
Una vez había tratado de presentarle a una muchacha con la que yo misma solía juntarme en los bailes y este apenas había logrado entablar dos oraciones en orden antes de excusarse y escaparse a las cuadras a pasar la noche con los soldados.
—Pronto cumpliremos veinte años, ya somos incluso mayores para bodas. ¡Yo me casaré con Kessarn a final del próximo mes, y tú ni siquiera tienes una prometida! —Nethan se cruzó de brazos y dedicó toda su tensión al suelo, como si este fuera lo más interesante del mundo.
—No es mi culpa que no sea capaz de soportar a la mayoría de las mujeres de la corte ¿Alguna puede hablar de otra cosa que no sean bordados o vestidos? —Protestó —Creo que ya se come se llaman todos los puntos que le puedes dar a un maldito pañuelo.
—No está mal aprender de todo un poco —Repuse —Además, lady Lace era bastante interesante y tú ni siquiera te molestaste a responder a ninguna de sus preguntas.
—¿Debo encontrar interesante la historia de cómo su abuelo se hizo noble gracias a que con su toro logró repoblar sus tierras de terneros? —Una sonrisa divertida se encendió en su rostro —En todo caso el título debería de habérselo dado al toro que tuvo que forni...
—¡Lo pillo! —Lo corté rápidamente.
Nethan sonrió suavemente y estiró sus brazos, desperezando los músculos de los mismos al estirarlos sobre su cabeza. Luego, con un caminar algo más cansado, más real, se dirigió hasta los sillones que llenaban el lado de los ventanales de la sala. Antes de tomar asiento sobre el sillón más cercano a la ventana tomó en sus manos uno de los libros que descansaban sobre el borde de la estantería.
—¿Realmente es lo que quieres? —Preguntó tomándome algo por sorpresa —Me refiero, a casarte y criar un puñado de hijos. ¿Limitarte a ser madre y una buena esposa?
Al igual que él caminé hasta los sofás y también tomé asiento. Mi vista viajó a la portada del libro que había tomado y al que daba un rápido vistazo sin detenerse realmente en sus páginas.
—No me limitaré a ser madre y esposa, seré Reina, Nethan —Me miró bajo sus pestañas sin llegar a levantar realmente la mirada de su libro —Conoces a Kessarn, él no piensa como los demás.
—Sí, lo conozco pero, conocemos, ambos, la realidad de nuestras tierras, de las reglas por las que se rige la vida aquí. Una reina solo tiene su título, lo sabes —Un nudo de pesar se instaló en mi garganta y a juzgar por su tono, en la suya también —Lo sabemos muy bien.
No solíamos hablar de nuestra madre. Era muy rara la ocasión en la que sacábamos su persona en las conversaciones, sobre todo Nethan, quien era él que más solía evitar el tema. Si bien ciertamente su muerte había sido un antes y un después en el reino nunca habíamos recibido una versión completa de lo que había pasado, solo que ella había cometido un error, uno del que no había podido escapar y la había llevado a abandonar este plano para siempre.
Había tratado de hablar con padre sobre qué es lo que había conducido a todo eso pero, él nunca había tratado de darnos una respuesta.
—Igualmente, sabes que siempre he querido esto —Respondí —He estado enamorada de Kessarn desde que tengo uso de razón y sé que él ha sentido lo mismo casi desde el mismo instante. Ambos hemos esperado por esto toda nuestra vida.
El gesto de mi hermano se suavizó, aunque solo un poco.
—Sabes que solo me preocupo por ti, ¿verdad? —Asentí y extendí mi mano para dejarla caer sobre las suyas, que aún sostenían el libro —Es solo que sé que no eres como el resto, ninguno de los dos lo somos y el mundo suele tender a rechazar lo diferente.
Sonreí.
—Entonces es un alivio que siempre nos tengamos el uno al otro, ¿no?
Nethan respondió con otra sonrisa.
—En efecto —La mueca divertida regreso —Aunque sabes que tú tendrás siempre mucho más que agradecer porque soy un hermano mayor grandioso.
—¡Por minutos! —Protesté divertida.
—Pero mayor quieras o no —Se puso rápidamente en pie, dejando el libro en la mesa de centro y tendiendo su mano en mi dirección —Tenemos un castillo que organizar, queramos fiesta, bodas, buenas noticias, malas o no. ¿En marcha?
Me puse en pie yo misma, y sonreí mientras llevaba una mano a mi nariz.
—Pero primero necesitas un baño, oinc, oinc
. . .
Pasaron tres días hasta que el comité real finalmente entró en la ciudad.
—¡Padre! —No me retuve y emocionada bajé las escaleras para llegar al punto donde los caballos, entre los cuales se encontraba mi padre montando, se reunían en el patio principal.
—¡Vas a comerte los escalones si corres de esa manera con ese vestido! —Gritó Nethan quien bajaba las escaleras con un paso tranquilo y las manos metidas en sus pantalones formales.
No solía utilizarlos pero, dadas las circunstancias era mejor prevenir que curar. Y en efecto, a juzgar por los carruajes que se adentraban poco a poco en el gran patio, había sido una buena elección lucir presentables
Mi hermano llegó a mi lado sin necesidad de correr mientras nuestro padre desmontaba. Sonreí para él cuando sus pies tocaron el suelo y abrió sus brazos para recibirme. Jamás me avergonzaba mostrar cuán unida me encontraba a mi familia, daba igual si fuera mi padre o mi hermano. Me gustaba mantenerme cerca de ambos a toda costa y sin detenerme a pensar si mi comportamiento era adecuado o no frente a los demás.
—Siempre es grato regresar al hogar si esta es la bienvenida —Dijo alegremente mientras rompió de manera suave el abrazo —¿Cómo es posible que te pongas tan bella en tan solo unos días?
Sonreí y dejé un leve golpe en su pecho.
—Eso es porque me miras desde los ojos de un padre —Él dejó un beso en mi frente y dejó que toda su atención cayera en mi hermano.
Sonreí al verlos juntos. Si bien era cierto que los tres éramos muy unidos, a Nethan siempre le había costado mucho más abrirse para cualquiera, incluso con nuestro padre.
Mi hermano recibió de buena grado el abrazo que nuestro padre le dio y no despegó sus ojos de él mientras este le decía lo mayor que se veía cuando se molestaba en vestir algo más que la ropa de entrenamiento y reía junto a él.
Un suave toque en mi hombro me hizo girar algo desconcertada y casi se me detuvo el corazón al ver quien era quien reclamaba mi atención.
—Hola —Saludó sonriente.
—¡Kessarn! —No pude evitar la necesidad de lanzarme a sus brazos.
Él me recibió entre carcajadas y soportó mi peso levantándome unos ligeros centímetros del suelo para que me fuera más sencillo alcanzar sus labios. Fue imposible no dejar que mi corazón se acelerara hasta casi sentir que me latía en la garganta. No esperaba verlo. Por lo que tenía entendido su padre estaba bastante enfermo y él se estaba ocupando de todas sus funciones.
Incluso había escuchado el lejano rumor de que era cuestión de días que lo nombraran regente.
—¿Cómo es que estás aquí? —Pregunté una vez mis pies regresaron al suelo. Sentí a mi espalda la atención de mi familia caer de nuevo sobre mí, sobre nosotros —Pensaba que estabas ocupado con los asuntos del reino.
—Y así es hija —Fue mi padre quien respondió, regresando a nosotros y situándose junto a Kessarn. Su mano cayó sobre el hombro de mi prometido y este sonrió —Fue Kessarn quien tomó el lugar de su padre en la reunión de soberanos.
No pude evitar sonreír yo también. Kessarn siempre se había tomado muy enserio su papel como heredero, al no tener hermanos, no había duda de que la corona de Olium sería suya y había dado todo de sí para estar a la altura. Y ahora, verlo comenzar a adentrarse en lo que tanto había entregado me hacía feliz.
—No puedo negar de que estaba algo nervioso al principio pero, con la ayuda de vuestro padre me sentí respaldado y seguro —Dijo esta vez Kessarn dando un agradecimiento hacia mi padre quien le restó importancia —Con suerte mi padre recupere sus fuerzas en poco tiempo y pueda ser él quien me guie en su sucesión.
—Nuestra familia reza por la tuya, amigo —Nethan dio un paso adelante extendiendo su mano, Kessarn no dudó en tomarla y estrechar su figura contra la de mi hermano en una abrazo fraternal.
Mis ojos se fijaron entonces en las figuras que comenzaron a descender de los carruajes poco a poco. Observé desde lejos como la reina de Oston desmontaba de su propio carruaje con el rostro malhumorado de siempre, su vestimenta era siempre distinta a lo que se esperaría de una reina pero siempre me había gustado. Lejos de los ostentosos vestidos ella cargaba con unas mallas negras, una camisa ancha que se ceñía a su figura por un ancho cinturón del que colgaban varias dagas, y un abrigo abierto que caía hasta el suelo y fuera lo más semejante a un vestido que jamás llevaría. Su cabello oscuro como la noche se aferraba a una trenza que caía sobre uno de sus hombros y dejaba su rostro completamente a la vista.
Nadie sabía exactamente de dónde había surgido la cicatriz que surcaba el lado derecho de su rostro, tampoco las que llenaban sus brazos. Realmente fuera de Oston nadie sabía muy bien la historia de su casa real pero, lo que sí se sabía es que todos los hombres y mujeres del reino eran fieros guerreros, herederos de los invictos en la Gran Guerra de antaño, se decía.
Tras ella, con una mirada asesina y un rostro frío caminaba su guardia real. La otra mujer que más se salía de los estándares de la doncella que se conocía. Su rostro era igual de fiera que el de los leones que había visto en viejas pinturas, su figura era igual o incluso más alta y ancha que la de muchos hombres y su voz, la cual apenas había escuchado en un par de ocasiones, fácilmente podía ponerte a temblar.
Y al igual que había rumores sobre el enfermo rey de Olium, también los había sobre la relación que ambas compartían. La reina Jade jamás había estado prometida, a pesar de que sobrepasaba ya por bastante la edad de casarse, y su guardia, Ornea, tampoco tenía un amante, prometido o esposo conocido. Todo lo que se sabía de ella era que nunca se separaba de su señora, y que en las noches, hacía guardia dentro de su dormitorio.
Por supuesto el rumor de que la reina y guardia fueran amantes le haría parar el corazón a muchos. Yo no entendía el horror del que ellos hablaban cuando imaginaban a dos personas, ya fueran mujeres u hombres, amándose entre sí. ¿Acaso el amor no era lo que predicaba la nueva religión?
Fuera como fuera nunca se habían confirmado los rumores, si en efecto ambas eran amantes, sabían muy bien mantenerlo en secreto.
No muy lejos de ellas, en el exterior del otro gran carruaje, se encontraba el rey de Orano en pie, sosteniendo a su pequeña hija, la princesa Ladea en sus brazos, y su mujer, la Reina Uvia a su lado, con su otro hijo, el príncipe Roldan con quien hablaba despreocupadamente.
Aquella era una imagen entrañable y no podía evitar pensar que tal vez, si mi madre no hubiese muerto, esa imagen hubiera podido ser la nuestra. El nudo de pesar que se creó en mi garganta me hizo difícil respirar durante un segundo por lo que rápidamente aparté la mirada y los pensamientos.
Volví a centrarme en el lugar en el que me encontraba cuando el brazo de Kessarn rodeó mi cintura y su voz me llamó. Cuando volví a fijar mis ojos en él su rostro ya no estaba tan feliz como instantes antes.
—El último baile servirá para comunicar la noticia —Era mi padre el que hablaba con un tono algo más pesado —Por el momento disfrutemos de las fiestas, regocijémonos en el presente antes de preocuparnos por el futuro.
Fue casi un instante en el que Nethan tardó en reaccionar.
—¿Con preocuparnos por el futuro no no querrás englobar una posible boda, no? —Mi padre lo miró completamente confundido —Quiero decir, la noticia no es que vayas a comprometerme con alguien, ¿no?
Tanto mi padre como yo comenzamos a reír, Kessarn logró contenerse la carcajada para sí mismo y si no fuera porque mi mano estaba posada sobre su pecho, no hubiera advertido la vibración del mismo.
—Claro que no hijo mío —Padre dejó caer una de sus manos sobre el hombro de mi hermano. Este suspiró con alivio. La tonta idea de la boda le había tenido sin dormir por días —Ya te dije que eso pasaría si tú estabas listo, y déjame decirte, que es muy obvio que no es así.
Nathan le dedicó una mirada ofendida a mi padre pero rápidamente sonrió y compartió la risa que a todos nos abordaba. Acto seguido mi padre se disculpó y nos pidió que nos adentráramos en el palacio mientras él recibía al resto de invitados. Le dije que me quedaría con él, puesto que no sólo los reyes de otros dominios habían venido sino que también había duques, condes y barones de todos lados.
Él insistió en que acompañara a Nathan y Kessarn al interior. La tarde ya había caído y el primer baile de la semana daría comienzo en tan solo un par de horas y todos necesitábamos prepararnos para él.
Me despedí de mi hermano y mi prometido dejando que ellos fueran al cuarto del primero para prepararse mientras yo corría, junto a Olga a quien encontré en las escaleras, hacia el mío para poder hacer lo mismo.
Al llegar a mi habitación en lo más alto de la última torre me recibió una bañera de agua caliente que casi me hace deshacer del placer de lo bien que olía gracia a la mezcla de sales y aceites que las doncellas habían puesto en ella. Sin embargo no pude disfrutar del agua por todo lo que hubiera gustado porque casi a la carrera Olga me hizo salir de agua, y mientras me secaba el cuerpo me rociaba con más aceites y desenredaban mi cabello para luego volver a liarlo pero esta vez en una trabajada trenza que llegaron de adornos como perlas blancas y pequeñas flores de oro.
Mientras me colaba en la fina ropa interior observé el hermoso vestido extendido en la cama. Era bastante plano para lo que se llevaba de moda en la corte en estos tiempos, pero sin embargo encajaba perfectamente con mis gustos. Una tela de color blanco amarillento que hacía resaltar el tono dorados e mi piel y conjuntaba perfectamente con el tono de verde del que estaba compuesto el tul que daba algo más de vida y trabajo al vestido.
Una vez enfundada en el vestido, peinada y con un toque de maquillaje en el rostro, Olga terminó de prepararse colocando mi tiara sobre mi cabeza y asegurándola con un par de pinzas escondidas entre los mechones de castaño claro.
Estaba tan absorta con mi reflejo en el espejo que no me percaté de la figura en el marco de la puerta y en como todas las doncellas, incluida Olga, desaparecieron de la habitación.
—Estás absolutamente preciosa —Me giré algo sobresaltada pero con una sonrisa en el rostro al ver fugazmente la figura de Kessarn en el espejo.
Y me hubiera gustado poder articular las mismas palabras en respuesta pero estaba tan guapo que ni siquiera fui capaz de hablar.
El traje que ahora vestía estaba cuidadosamente preparado hasta su último detalle. El azul de la parte superior de este era los suficiente profundo como para parecer negro si no le daba la luz de manera adecuada, los pantalones negros de cuero se aferraban a su figura y a sus poderosos músculos, los remaches plateado en todo el conjunto hacían resultar el tono pálido de su piel. Pero su ropa era lo de menos, su cabello negro, el cual había dejado caer casi hasta sus orejas durante los últimos tiempos, estaba peinado perfectamente hacia atrás aunque algunos mechones escapaban de su lugar. Sus cejas rectas enmarcaban perfectamente sus ojos de un azul tan claro que casi se parecía al azul del hielo de los lagos en invierno.
Todo su aspecto, con esos rasgos tan angulosos estaba increíblemente esta noche.
Kessarn sonrió al notar que me había dejado sin palabras con su aspecto y se adentró en la habitación, entornando la puerta con su pie antes de alejarse demasiado de ella. Me puse en pie para recibirlo y sus ojos me recorrieron de pies a cabeza, deteniéndose unos instantes en mi pecho y en el colgante que colgaba de mi cuello.
Su mano se alargó y tomó entre sus dedos el medallón. Él mismo me lo había regalado en mi decimo sexto cumpleaños, pocas veces lo descolgaba de mi cuello y esta noche quería mostrarlo aunque todo el mundo ya lo hubiera visto.
—Verte vestida de blanco me hace pensar en que en cuestión de días tendré el honor de llamarte esposa —El calor de su toque sobre la piel de mi pecho subió hasta mis mejillas mientras levantaba la mirada para hacer encontrar nuestros ojos.
—Aún faltan semanas —Susurré.
Kessarn rodó los ojos e inclinó su rostro para acercarse más al mío.
—Como si eso realmente me quitara el derecho de llamarte mía —Sus labios se posaron sobre los míos en una caricia dulce mientras sus brazos tomaban mi cintura y me rodeaba con cuidado hasta estrecharme contra él.
Besar a Kessarn era quizás, mi pasatiempo favorito. Tampoco era como si hubiera besado a nadie más pero, tenía la certeza que tampoco necesitaba descubrir otros labios. Cuando Kessarn me besaba sentía que una parte de mi que siempre había estado vacía finalmente estaba completa.
Lo conocía desde que tenía uso de razón. Gracias a la extensión de Olium y su cercanía con Etria ambas familias reales habían crecido una muy cerca de la otra, y ambos habíamos pasado nuestra infancia al lado del otro. Junto a Nethan habíamos hecho un grupo inseparable y daba igual el evento al que asistimos, o si alguien más reclamaba nuestra atención en ellos, si uno estaba en un lugar, los otros iban con él.
No estaba realmente segura de cuando me había dado cuenta de que estaba enamorada de él, ciertamente ese sentimiento siempre había estado ahí y no fue hasta que él se confesó primero que yo tuve el valor de decirle que siempre había sentido lo mismo.
Y aquí nos había llevado a eso. Al anillo que ambos compartimos en nuestros dedos anulares.
—Tú también estás muy guapo esta noche —Dije con la respiración acelerada mientras nos separábamos apenas unos centímetros para retomar algo de aliento.
Kessarn unió su frente con la mía y aún con los ojos cerrados sonrió. Era tan guapo cuando sonreía.
—Si sigues halagándome y ambos estando a solas, te prometo que llegaremos muy tarde a ese baile —Sonreí sintiendo la vergüenza reunirse en mis mejillas —Es peor si te sonrojas.
Volvió a robarme un beso antes de separarse pero sin dejar ir mi mano, de la cual tiró para invitarme a salir de la habitación. Ambos nos precipitamos al pasillo que de forma espiral conduciría escaleras abajo, había las suficientes antorchas para iluminar de manera suave el espacio pero, a causa de la propia construcción de la escalera, ver los escalones se dificultaba un poco, sobre todo si otra figura caminaba delante, como en este caso Kessarn y yo hacíamos, con él un par de pasos delante de mí.
Ni Nethan ni mi padre habían comprendido nunca por que yo había insistido en colocar mi habitación en aquella torre, y siendo sincera, a día de hoy yo tampoco encontraba mucho sentido a eso pero, mi yo de catorce años había sentido que aquel era su lugar seguro, el único donde realmente quería estar. Supongo que los cuentos que Olga me contaba de niña habían influido algo en aquella decisión porque la única y gran ventana de la habitación daba directamente hacia el bosque, dejando a la vista su larga extensión y las verdes copas de sus árboles.
Fuera como fuera, en momentos como este, donde tenía que bajar el largo tramo de escaleras con zapatos de tacón y una falda que apenas me permitía ver por donde pisaba, me arrepentía de haber elegido aquella habitación.
—Si te soy sincera —Hablé mientras mantenía los ojos fijos en los escalones —Pensaba que acabaría toda la noche acompañando a mi padre de un lado a otro saludando a los mandatarios de los reinos —Le escuché reír suavemente y el ligero agarre en mi mano se afianzó un poco más —La sola idea de que esa fuera mi rutina durante toda la semana casi me hace enloquecer.
—Tienes suerte pues &Su rostro se giró ligeramente para poder observarme —Ya que planeo hacer de esta semana algo realmente entretenido para ambos.
No me pasó en absoluto desapercibida la pequeña sonrisa lasciva que me dejó ver antes de apartar la mirada de nuevo para volver a centrar su atención en los escalones. No pude evitar sentir como la vergüenza escalaba por mi rostro hasta conglomerarse en mis mejillas pero, habíamos pasado semanas sin vernos y necesitaba esas bromas, necesitaba además de él que simplemente darnos las manos.
—¿Ah, si? —Kessarn se detuvo lentamente —¿Cuáles son tus planes, majestad?
Sus ojos se clavaron en los míos y no necesitaba una luz clara para notar cómo estos se oscurecían poco a poco en una promesa depredadora. Observé sobre su hombro como apenas quedaban unos instantes para alcanzar la salida del pasillo de escaleras y como la luz del amplio pasillo más allá bañaba la entrada, sin embargo nosotros aún estábamos entre las sombras de las escaleras. Y él aprovechó eso.
El grito de sorpresa que se creó en la boca de mi garganta no llegó a escapar porque sus labios me silenciaron primero mientras mi cuerpo era empujado contra la pared a mi costado. Mi espalda tocó la superficie fría de piedra y un escalofrío me recorrió de pies a cabeza mientras las manos de Kessarn se afianzaban a mis brazos reteniéndome en mi lugar. Reí contra sus dientes y él hizo lo mismo antes de volver a besarme con la misma fuerza y necesidad que un instante atrás aún en mi habitación.
Mis dedos se aferraban las solapas de su chaqueta y se adentraron ligeramente entre los pliegues de la misma, jugando con los botones que la mantenían cerrada.
Lo había echado tanto de menos.
Su lengua acarició mi labio inferior en una petición que no necesitaba palabras y que, por supuesto, acepté gustosa. Sus labios se presionaron aún más contra los míos si eso era posible y me permití hundirme por completo en la plenitud de los músculos que se ocultaban bajo su traje.
Conocía el cuerpo de Kessarn de memoria. No podía evitar recordar aquellas tardes encerradas con mi institutriz, con la mirada perdida en la ventana y en el punto en el patio de guardias donde él y Nathan entrenaban por horas. Y obviamente, tras un tiempo estimado de una hora, ambos acababan de deshacerse de sus camisas empapadas en sudor. Además, cuando los tres éramos niños solíamos cabalgar hasta las pozas al oeste del pueblo, casi pegadas al bosque pero sin llegar a tocarlo, para bañarnos en los días más calurosos del verano. Pocas veces alguien se acercaba a ellas por lo que poco nos importaba quedarnos en ropa interior al nadar.
Aunque ciertamente el cuerpo de Kessarn ya no era el de un niño.
Me bañé en su aroma, en ese olor a bergamota, azucena y sándalo tan característico de él. Siempre había adorado su perfume, incluso me atrevía a decir que era completamente adicta a él.
Un gemido se escapo de mis labios cuando sus manos escalaron por mi espalda y sus dedos rozaron y jugaron con el cierre de botones de la prenda mientras una de sus piernas se colaba entre las mías, haciendo que su cuerpo se uniera aún más al mío y enviara descargas por cada rincón de mi sistema. Volví a sonreír contra sus labios antes de separarnos y dejar que nuestras frentes se unieran.
—No creo que eso sea muy apropiado—Dije con la voz claramente entrecortada y la respiración acelerada.
Lo observé a través de las pestañas y él alzó su mano hasta acunar mi rostro, dejando que su pulgar acariciara mis labios ligeramente hinchados.
—Ciertamente nada de lo que me está pasando por la cabeza en este instante es apropiado, princesa &Me perdí por completo en su forma de mirarme. Tan hambrienta, tan sedienta de más —Y si no dejas de mirarme de esa manera ambos vamos a volar a subir estas escaleras y no saldremos de tu cuarto en toda la noche.
Kessarn retrocedió ligeramente, dispuestos a dejar el momento terminar pero, yo quería continuar, tan solo por un instante más.
—¿Mirarte cómo? —Kessarn volvió a fijar sus ojos en mí y simplemente se quedó en silencio por unos segundos. Luego llevó una de sus manos hasta su mandíbula y lo vi morder su labio inferior mientras sus ojos me recorrían de arriba a abajo una vez más.
Contuve la risa nerviosa que quería escapar de mi pero me fue imposible ocultar la sonrisa que esta provocaba.
Kessarn volvió a acercarse con un paso demasiado lento, demasiado contenido, de nuevo, un escalofrío me cruzó el cuerpo cuando al susurrar, su cálido aliento chocó contra la piel de mi cuello.
—Como si quisieras que eso ocurriera —Sus labios se posaron una última vez sobre los míos de manera fugaz antes de darse la vuelta y bajar con un paso rápido el resto de escalones.
Lo observé desaparecer por la doblez del pasillo mientras yo seguía fija sobre la piedra a mi espalda, con la respiración aun interrumpida por el nudo de nerviosismo y placer en la garganta. Mis manos escalaron hasta mi rostro y mis dedos se posaron en mis labios aún hinchados. Cerré los ojos y me fue imposible retener la suave carcajada que me invadió, mis labios ascendieron hasta mis mejillas y la sonrisa que me llenó el rostro fue incluso dolorosa.
Él me hacía feliz, y no podía esperar a ser finalmente su esposa.
—¿Vas a seguir babeando hasta que inundes la escalera o piensas ir al baile? —El grito de sorpresa llenó el pequeño pasillo de escaleras y el salto que di en mi lugar casi logró hacerme tropezar con los últimos escalones, gracias al destino, logré aferrarme a las pequeñas rocas de la pared.
Nethan estaba ahí de nuevo, con los brazos cruzados y su figura reposada sobre su hombro contra el marco de la puerta del pasillo.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí? —Pregunté horrorizada.
Mi hermano rodó los ojos y se incorporó, guardando esta vez sus manos en los bolsillos de su pantalón de traje.
—Lo suficiente como para saber que quizás sea tío antes de tiempo —Mis ojos se abrieron con vergüenza y sentí las mejillas arder mientras descendía el pequeño tramo de escaleras que nos separaban.
Mi puño golpeó su hombro al pasar de largo y salir al pasillo.
—Dios, al menos arréglate el pelo—Sentí los dedos de Nethan posarse en la trenza que caía desordenada por mi espalda —Parece que acabas de salir de un gallinero.
Azoté su mano al ver como Kessarn sonreía de manera culpable en el lugar al final del pasillo donde nos esperaba, observé de reojo como Nethan lo miraba de la misma manera, dejándome claro que ambos estaban jugando conmigo.
—Sois lo más molesto que haya podido existir en este mundo —Dije cuando finalmente alcanzamos al príncipe de Olium, ambos rieron mientras nos encaminamos hacia el salón de baile.
La música era ya perceptible, y a medida que nos acercábamos rostros familiares se acercaron a los tres para poder saludarnos, y algunos otros aprovecharon la nueva posición de regente de Kessarn para ofrecer tratos que él, de manera amable, dispuso para otro momento.
Para cuando las enormes puertas doradas del salón de baile nos recibieron, mi hermano dio un paso al frente, rompiendo la formación de trío que hasta entonces habíamos compartido. Observé de manera disimulada como cuadraba los hombros y se erguía en una posición recta, sería. Me permití sonreír al ver en lo que poco a poco se estaba convirtiendo.
Su cabello rubio seguía siendo claro, aunque ciertamente se había oscurecido unos tonos con los años. Había crecido lo suficiente como para obligarme a levantar la cabeza si quería enfrentarlo, y las facciones dulces que alguna vez habíamos parecido compartir apenas eran un recuerdo de lo que fueron. Ahora, enfundado en su traje del mismo tono marfil que el que yo vestía, y enfrentando las puertas del salón, había muy poco del niño con el que había compartido mi infancia.
Mi mirada se deslizó de reojo a Kessarn, quien sostenía mi brazo entrelazado con el suyo. Sus ojos brillaban mientras observaba a Nathan discutir con la corona dorada que sostenía sobre su cada vez más desordenado cabello.
Me costaba realmente creer que el tiempo pasaba tan rápido, sobre todo cuando mis ojos se deslizaron hacia la cabeza del propio Kessarn y observé como la corona que él cargaba también relucía bajo la luz de los candelabros. Era cuestión de tiempo que ambos ascendieran al trono. Era cuestión de tiempo de que las dos casas reales más grandes de todo Asova se unificaran de una vez por todas.
Apenas llegaba a hacerme a la idea de que ya no éramos unos simples niños que podían pasarse la vida corriendo de un lado a otro, descubriendo lo pequeño que resultaba nuestro hogar a lomos de nuestros caballos.
—La seguridad es la clave del desfile, rubito —Bromeó Kessarn mientras Nethan le daba la orden a los guardias de abrir la puerta.
El rubio se giró ligeramente y sonrió.
—Ser guapo también ayuda.
Ninguno de los dos escondimos la sonrisa mientras las puertas se abrían y el anunciador dejaba caer su atención sobre nosotros, luego sus ojos castaños fueron al pergamino que sostenía con todos los invitados y entonces, alzó la voz.
—Heredero del trono dorado y las cuatro comarcas, Coronel de las fuerzas de la Bahía Negra, Protector del Valle de Luz y Capitán General de las fuerzas del Sol, Nethan Atte Wille príncipe heredero de Aquion —Nethan avanzó, y mientras la cegadora luz del salón lo bañaba todo él parecía comenzar a deslumbrar.
Todo el mundo se apartó ligeramente para crear un pasillo por el cual él avanzaba manteniendo una ligera sonrisa amable en sus labios y saludando a los rostros que a mi también me resultaban familiares.
Para cuando mi hermano ya estaba llegando a los escalones del estrado donde mi padre lo esperaba, Kessarn dio un paso al frente, invitándome a mi a hacer lo mismo. Su mirada se agachó un instante y sus labios se posaron de forma discreta sobre mi frente.
—¿Preparada? —Preguntó dejando caer su mirada fija en la mía.
Mis comisuras se alzaron más de lo que ya lo estaban.
—Siempre.
Entonces Kessarn asintió hacia el anunciador y este volvió a levantar la voz.
—Regente del reino de Olium, General de las fuerzas del Sol, Protector de los Acantilados de la Tormenta, y Capitán General de las fuerzas de la Bahía Negra. Kessarn Blackworm, Príncipe heredero de Olium.—La gente aplaudió cuando ambos nos adentramos en la sala —Y su prometida, la princesa Alyathy Atte Wille.
Sentí algo de nerviosismo subirme por la garganta a medida que avanzábamos y me inclinaba suavemente para saludar a personas que de igual manera me saludaban a mí, podía recordar algunos rostros como por ejemplo el de Lady Shattery, quien a pesar de tener supuestamente más de sesenta años, de alguna manera parecía mantenerse en sus cuarenta y pocos. También vi a Lord Jameson, ahora de su brazo derecho se sostenía la joven hija del Duque Holliar, una muchacha que si no me equivocaba apenas acaba de cumplir los dieciocho años, joven en comparación a los treinta años del Lord.
Agradecía enormemente que mi padre jamás hubiera sido exactamente estricto con el tema del matrimonio, aunque no podía negar que mi elección de casarme con Kessarn había sido muy acertada más allá de mis propios sentimientos. Él sería rey, y me convertiría en reina y esto uniría dos casas reales de una manera que solo lograría avances para los dos territorios.
Antes siquiera de poder pensarlo ya nos encontrábamos ascendiendo el pequeño tramo de escaleras que nos separaban del resto, la mano de mi padre fue extendida en mi dirección y rápidamente la respondí uniendo mi palma con la suya. Kessarn me dejó marchar y sin necesidad de mirarlo sabía perfectamente que se estaba dejando caer sobre su rodilla, inclinándose ante mi padre.
—Oh muchacho —Habló rápidamente este —Sabes que no es necesario, poneos en pie. Sois mi familia.
Kessarn se levantó y sus ojos brillaron con cierta vivacidad.
—Aún no es oficial, majestad —Contestó él
Aún tomada de la mano de mi padre volví a retroceder un paso para sostener la mano de Kessarn.
—Hace mucho tiempo que formas parte de nuestra familia —Kessarn sonrió.
—No pienso llevaros la contraria entonces —Kessarn rodeó entonces mi cintura con su brazo.
Mi padre entonces me dio una mirada rápida, y noté cierta gota de tristeza ocultarse en las esquinas de sus ojos.
—Te pareces tanto a tu madre —Un nudo de tristeza se implantó en mi garganta.
—Padre —Nethan finalmente se acercó, dejando su mano caer sobre el hombro de mi padre —Esta noche es de festejo, no comencemos nublando el ambiente.
Este asintió, pero aun así mantuvo sus ojos sobre mí un instante más, quedándose fijos en mi rostro.
—Tienes razón —Apartó la mirada y plantó una sonrisa no del todo verdadera en sus labios —Así que marchad muchachos —Levantó la mirada de nuevo, esta vez quedándose sobre Kessarn y yo —Abrid vosotros al pista de baile, todo el mundo está impaciente por comenzar la noche.
Noté cómo Nethan suspiraba aliviado y rápidamente sentí la necesidad de frustrar ese respiro como buena hermana menor.
—Nethan, ¿por qué no tomas a una compañera de baile y nos acompañas? —Los ojos del rubio se agrandaron con sorpresa y luego la malicia llenó sus facciones.
—Eres una especie de demonio, hermosa por fuera y podrida por dentro —Estallé a carcajadas mientras dejaba que los dedos de Kessarn se entrelazaran con los míos.
Pero era demasiado tarde para él, las damas a los pies del estrado había parecido escuchar mi muy intencionada sugerencia y se arremolinaban como pollitos nerviosos por la comida entornos los escalones, todas agitando sus abanicos y dedicando sus ansiosas miradas a mi hermano.
—Tú serás rey, yo tu chaperona &Dije a modo de despedida antes de seguir a Kessarn para bajar los escalones.
Escuché un par de agradecimientos de las muchachas al bajar y yo me limité a sonreírle de manera cómplice mientras las dejaba atrás tratando de llamar la atención de mi hermano. Observé de lejos al grupo de mujeres y mis ojos recayeron en una figura menuda de largo cabello negro y piel oliva, sus rasgos eran afilados y sus ojos lo suficientemente rasgados como para dejarme saber que seguramente procediera de las tierras altas de Olium, donde aquellos rasgos solían ser más típicos. Su mirada estaba fija en el grupo de mujeres, no únicamente en mi hermano y había cierto tono de disgusto en su gesto. Era la única que no parecía querer lanzarse al grupo de mujeres deseando bailar con mi hermano y por curiosidad mis ojos descendieron a sus manos las cuales permanecen tomadas una con la otra cerca de su regazo. No había anillo.
Le retiré mi atención cuando Kessarn nos hizo detener en el centro de la sala, la gente se había apartado aún más para dejar un amplio círculo en el que bailar. La mano que permanecía libre sostuvo mi cintura, y yo levanté la misma mano libre hasta su hombro, la que manteníamos tomada también se colocó en posición.
Ciertamente la danza no era uno de mis grandes fuertes, a pesar de que había asistido seguramente a más clases que cualquiera. Años atrás la institutriz había sido exageradamente estricta con lo suelta de debía de verme al bailar. Y no es que fuera mala, finalmente aquellas insufribles horas de dar vueltas y más vueltas había hecho su fruto pero, si me era posible, prefería pasarme la velada cerca de la banda, simplemente escuchando la música y charlando ligeramente con quien fuera.
—No me hago responsable si terminas sin algún dedo esta noche —Advirtió Kessarn mientras dejaba que sus dedos jugaran con los remaches dorados de la cinturilla de mi vestido.
—Como si fuera un mal bailarín —Reí —Creo que fui yo quien causó que tuvieras que llevar vendas en los pies durante las lecciones de baile.
Asintió suavemente mientras dejaba que la sonrisa creciera en su rostro.
—Y yo fui la causa de que tuvieras que practicar con pantalones porque acabé estropeando la falda de cuatro de tus vestidos al tropezar.
Asentí de la misma manera.
—Supongo que estamos en paz entonces.
Ambos observamos como Nathan finalmente se acercaba a la pista de baile y mis ojos se abrieron con sorpresa al notar a quien llevaba de la mano. Ambos tenían el rostro serio aunque había cierta paz en el de mi hermano, sin embargo, el rostro de la joven de ojos rasgados seguía tenso, de alguna manera apagado.
—¿Quién es ella? —Pregunté en voz baja sin poder evitarlo mientras mantenía toda mi atención sobre mi hermano y la mujer que había escogido.
Kessarn también los miraba atento.
—Es sorprendente verla aquí —Podía notar el ligero tono de sorpresa en su voz —Es Syrei De Xiondan. Su familia se hizo noble hace relativamente poco, en la época de mi abuelo. Al parecer tiene un gran negocio en la cría de caballos de pura sangre, caballos norteños. Durante la época de la rebelión en Olium su familia entregó los animales al ejército y mi abuelo, como recompensa, les otorgó el título de Barones.
No pude evitar observarla a detalle mientras se acomodaba con mi hermano en una pose adecuada. Había algo realmente distinto en ella, y no solo por el vestido que cargaba, de un suave tono azul casi grisáceo que parecía demasiado apagado en comparación con los de las otras mujeres. Había algo más allá que la hacía ser distinta.
—¿Por qué es sorprendente que esté aquí? Todas las cortes han sido invitadas.
Kessarn se cuadró cuando la banda anunció con unas primeras notas que la música pronto comenzaría.
—Por lo que tengo entendido, el Baron Xiondan tenía tres hijas, dos gemelas de veintidós años y una más joven, Syrei, de diecisiete. Pero este último invierno perdió a las dos mayores debido a la gripe que se extendió por el norte. No se había visto a ninguno de los componentes de la familia en los bailes del reino durante la primavera, hasta hoy.
Sentí la pena de su pérdida asentarse ligeramente sobre mis hombros y le di un último vistazo antes de dejar que la música se alzara.
Estaba hablando con mi hermano, aunque ambos estaban lo suficientemente lejos como para no poder escucharlos, por el gesto de ambos la conversación no era agradable, pero tampoco parecía ser una discusión.
Cuando la primera nota aguda estalló Kessarn me hizo girar, y toda mi atención recayó en él.
Cuando la melodía ascendió, finalmente la semana de celebraciones dio comienzo. Aunque quizás, me hubiera gustado permanecer así eternamente.
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