
8 CAPÍTULO
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꧁☆☬ C o n s e c u e n c i a s ☬☆꧂
Kessarn me observó desde su lugar con el rostro cenizo, sin ningún tipo de expresión en sus facciones. Estaba dolido. Se sentía traicionado y lo entendía.
Lo entendía perfectamente.
Padre se había dado la vuelta y se escondía pobremente tras el gran trono. Su espalda subía y bajaba en un compás arrítmico que delataba su llanto silencioso.
Un suspiro asustado se escapó de mis labios cuando un fuerte agarre en mi antebrazo me hizo girar rápidamente. Los ojos pardos de la reina Jade se encontraron con los míos y, para mi sorpresa, había una expresión de ingenuidad en sus facciones haciendo que la cicatriz en el lado derecho de su cara resaltara.
—¿Estás segura de tus palabras, niña? —Interrogó rápidamente. Sus dedos se hundieron en mi piel —No podrás retractarte si lo afirmas. No habrá una segunda oportunidad.
Observé sobre su hombro al rey de Orano y a su pequeño aun abrazos, el padre había dejado de mirarme pero el príncipe…en sus ojos había escrito una súplica silenciosa que no podía ignorar.
Él era solo un niño y yo…
Yo…
Yo realmente no era muy diferente.
—Sí —Murmuré casi en forma de suspiro mientras le devolvía la mirada a la soberana —Estoy segura.
Ella permaneció en un extraño silencio. Sus ojos no se movieron de los míos, había una extraña decisión en ellos, algo que no podía explicar del todo. Ella había dicho que no habría una segunda oportunidad pero, de alguna manera, esto se sentía como esa segunda oportunidad, estos escasos segundos de silencio, solo entre ella y yo. Una última oportunidad. Un último momento para retroceder.
No tuve que mirar sobre su hombro de nuevo, no necesitaba ver a la familia aún bañada en lágrimas.
Permanecí en silencio y ella asintió con dureza.
Su mano soltó mi brazo y se dio la vuelta encarando al centenar de personas que observaban horrorizados la escena.
—¡La princesa Alyathy Atte Wille será quien sea entregada al bosque en la celebración del III Pacto!
Las voces se alzaron, algunos en protesta, otros en alabanzas hacia mi y mi supuesta bondad.
La sala se volvió un caos. Yo solo fui capaz de girarme y tratar de encontrar algo de calma en padre o Kessarn pero, el primero aun seguía escondidos detrás del trono llorando y el segundo…
Kessarn se había alejado hasta situarse junto a las grandes puertas que daban salida al salón, sus hombros estaban caídos y su mandíbula apretada con rabia. Sus ojos desbordaban emociones y ninguna de ellas en la calma que yo tan desesperadamente quería encontrar pero, era egoísta por lo que quise caminar hacia él, sin embargo antes de siquiera poder dar dos pasos un par de manos tomaron cada uno de mis brazos. Soldados más concretamente.
—¿Qué? —Pregunté desconcertada —¿Qué es esto? ¿Por qué me retienen?
La reina Jade y su guardia personal se presentaron frente a mí de nuevo y la mujer me miró con un rostro indiferente.
—Los elegidos como tributos serán custodiados por personas ajenas a su familia hasta el día de la entrega.
—¿Qué? —Él mundo se me cayó a los pies.
—Yo seré la encargada de la preparación de vuestra partida, princesa —Anunció Ornea, la guardia, con un tono solemne y completamente ajeno al aire turbio del salón —Su majestad la reina se encargará de acordar todo junto a vuestro padre.
Ella dio una orden a los soldados y estos me incitaron a andar. Yo me negué a dar un paso.
—¡No! ¡No podéis aislarme! —Protesté sintiendo el pánico escalar por mi garganta —¡Quiero estar junto a mi familia! ¡Por favor!
Mis súplicas parecían pasar alrededor de ambas mujeres sin ningún tipo de efecto. Ornea volvió a dar la misma orden a sus subordinados y éstos tiraron de mí hacia las grandes puertas desde donde Kessarn observaba toda la escena con el rostro agachado.
—¡Kessarn! —Lo llamé desesperada mientras era arrastrada fuera del estrado —¡No dejes que me lleven! ¡Van a encerrarme! ¡No me dejes!
Mi cuerpo fue empujado frente al suyo sobrepasando el marco de las enormes puertas. Kessarn no se movió.
—¡Kessarn!
Fui empujada a una habitación que no era la mía. Es más, nunca había estado en esta habitación y hasta segundos atrás no conocía su existencia.
Mis manos se apoyaron en el suelo justo antes de que mi rostro se estrellara contra este. Tosí con fuerza cuando el polvo de la alfombra sobre la que caía se levantó inundando la pequeña y oscura estancia por completo.
Me giré rápidamente y observé a la reina de Oston mirarme desde el otro lado de la puerta de metal.
—Esta es la única llave de esta puerta —Levantó la mano para mostrar una pequeña llave dorada —Nadie más que yo la poseerá hasta dentro de dos días al amanecer, cuando sea vuestro padre quien os saque de esta habitación.
La mujer dio un paso atrás dispuesta a cerrar la puerta.
—¡Esperad! ¿Por qué? ¡Al menos explicarme por qué soy encerrada!
La mujer se detuvo, una de sus manos ya posada sobre el tirador de la puerta. Me miró con cierta diversión, como si mi pedido realmente le resultara algo divertido.
—Puede que vos estáis dispuesta a partir pero, muchos otros no están dispuestos a dejaros marchar —El peso se asentó sobre mis hombros —Esto es para protegeros a vos, princesa, de las decisiones de alguien más.
Sin más terminó por salir y cerrar la puerta.
No sé cuánto tiempo permanecí sentada en el suelo en la oscuridad. Apenas había una vela algo desgastada al fondo de la estancia que me permitía observar mi propia sombra sobre el suelo de piedra oscura y polvorienta.
La música del salón de baile aún podía llegar a escucharse desde aquí abajo.
No estaba muy segura de donde estaba, realmente nunca había esperado que el gran muro detrás del trono de la sala principal se abría de dos en dos develando un pasillo viejo y polvoriento. Ni siquiera había podido contar cuántos escalones habíamos descendido hasta llegar a este lugar.
Me encogí en mi lugar y solo cuando un escalofrío me recorrió la espalda fue que me encontré capaz de salir de mi aletargado estado.
La habitación era pequeña, —muy pequeña—, si la comparaba con mi cuarto en la torre. Apenas había una cama con unas sábanas polvorientas y un baúl de madera. Muy ajustadas en una de las esquinas del lugar había una mesa con un par de sillas que no se veían muy estables y eso era todo. No había ventanas, ni cuadros en las paredes. Ni siquiera había una lámpara colgando del techo. Solo un par de candelabros sobre la mesa vieja y uno más sobre la cama pegado a la pared.
Me puse en pie y sacudí la tela del vestido para deshacerme del polvo que se había pegado a ella.
Con un corto paso llegué a la mesa y tomé el porta velas para encender el resto de la habitación dándome algo más de luz.
¿Realmente esta habitación había estado siempre aquí?
Las paredes tenían un color oscuro, pero a juzgar por la capa de polvo en ellas estaba segura de que si se limpiaba un poco estas tendrían un tono anaranjado o rojizo, semejante al barro o la arcilla.
Me acerqué a la cama y le di un par de palmadas para tratar de aligerar un poco su superficie.
Tapé mi nariz cuando de nuevo la pequeña estancia se llenó por completo de polvo.
Olía a humedad y a viejo, como si realmente, aun sabiendo que quizás un niño de doce años podría ser traído aquí, nadie se hubiera molestado en limpiar un poco.
Me senté en el colchón y no pude evitar arrugar el gesto al notar la dureza del mismo. Apenas se había hundido bajo mi peso y su relleno parecía estar completamente compactado entre sí. Pero eso pronto perdió mi atención cuando un crujido resonó bajo la cama. No había sido la madera de esta ya que sus patas eran de un espeso metal.
Estaba dispuesta a agacharme para observar si había algo más bajo la cama cuando unos golpes suaves hicieron temblar la puerta de metal.
—¿Alyathy? ¿Cariño? —La voz de mi padre sonó apagada y ronca.
—¡Papá! —Corrí hacia la puerta.
Tiré de ella pero esta no se movió ni un solo centímetro.
—No hagas esfuerzos, no se abrirá. No puedo abrirla —Murmuró él desde el otro lado con la voz quebradiza.
—¡Dile a la reina Jade que te de la llave! ¡No huiré! ¡No dejaré que nadie me lleve!
Mi propia voz se hizo añicos y a medida que pasaban los segundos mis piernas se dieron por vencidas, me arrastré por la puerta poco a poco hasta que mi cuerpo volvió a quedar sentado en un suelo pero esta vez encogida contra el helado material metálico junto a mi.
—No quiero estar sola —Sollocé.
El peso de mi decisión comenzó finalmente a calar en mi. Ni siquiera había pensado en que esto podría llegar a pasar.
Sabía que tendría que despedirme, era muy consciente de eso pero, había contado con los dos próximos días para eso. Necesitaba este tiempo para hacerme a la idea de que nunca más volvería a verlos.
—Lo sé cariño, lo sé —Su voz sonaba cercana, como si él también se hubiera agachado y estuviera sentado al otro lado de la puerta —Pero no puedo hacer eso, no puedo dejarte salir.
—¿Por qué? ¡Juro que no voy a huir! ¡Solo quiero estar a vuestro lado! ¡Quiero despedirme de todos!
—Porque sería yo quien rompiera su promesa —El corazón se me paró por completo —Porque sería yo quien te llevaría lejos. Cruzaría el océano si eso hace falta para evitar que entres a ese maldito Bosque.
—Papá…—No puede interrumpirle. No me lo permitió.
—Cuando tu madre se estaba muriendo no pude hacer nada. No pude hacer nada más que sostener su mano y jurarle que siempre cuidaría de vosotros. Y ahora…—El sollozo reverberó por toda la habitación—Ahora no puedo hacer nada para evitar que te marches.
—No sabía que sería así —Mordí mi labio inferior y sorbí mi nariz —No sabía que no podría estar con vosotros.
—Esta habitación ha estado aquí desde el primer pacto, a los dos anteriores tributos se los encerró en este lugar al igual que a ti —Lo escuché suspirar al otro lado —Mi padre me la mostró cuando heredé el trono. Nunca pensé que alguno de vosotros la ocuparía.
Observé aterrada las cuatro paredes que me rodeaban.
Ninguno de los dos tributos anteriores habían regresado, o eso es lo que los cuentos habían contado. ¿Esta habitación albergaba sus últimos recuerdos? ¿Realmente esto era todo?
—Tengo miedo, papá —Me sinceré dejándolo escuchar por completo mi llanto asustado.
—Yo tambien, pequeña. Estoy aterrorizado y si pudiera estar ahí en tu lugar, juro por todos los dioses que puedan existir, lo haría.
Ambos permanecimos en silencio durante un par de minutos, lo suficiente para obligarme a controlar de nuevo el llanto y encontrar las palabras para preguntar sobre mi hermano.
—¿Nethan? ¿Lo sabe ya?
El silencio al otro lado me dio la respuesta.
—No he sido capaz de decirlo. Cree que el príncipe de Orano ha sido el elegido.
—Necesita saberlo, no podrás ocultarle mañana lo que ha pasado, no cuando yo estoy aquí.
De nuevo él se quedó en silencio y luego, otro sollozo cruzó la puerta.
—Va a odiarme —Lloró —Voy a perderos a los dos.
Las lágrimas volvieron a aflorar en mis ojos.
—No hay nada que puedas hacer por evitar esto. No es tu culpa papá. Yo he elegido esto. Es mi culpa, solo mi culpa.
—Tendría que haber encontrado otra manera, tendría que haber investigado más. ¡Tendría que haberme negado a esto! —Un golpe sordo resonó al otro lado de la puerta la cual vibró en respuesta.
—¡Papá!
—Perdí a tu madre y ahora os voy a perder a vosotros…
No sabía que decir, que hacer. No tenía ni idea de cómo consolarlo, no desde aquí donde ni siquiera podía verlo o abrazarlo.
Quizás había sido una tontería. Quizás tenía que haber mirado a otro lado y haber soportado por el resto de mi vida la culpa, quizás tenía que haber sido egoísta.
—Te quiero, papá.
—Y yo te quiero a ti, cariño.
Nunca había querido tanto abrazarlo, nunca había necesitado tanto la cercanía de mi padre como la necesitaba en este momento.
—Ve con Nethan, necesita saberlo —Traté de despedirlo fingiendo un tono de voz calmado.
El nudo en mi garganta comenzaba a cortar el paso del aire.
Necesitaba que él se marchara para poder romperme por completo. Para poder arrepentirme y ahogarme en mi decisión sin suplicarle que me sacara, sin hacerlo sufrir aún más.
—Alya..yo…
—Ve con él —No pude soportarlo, no pude fingir que todo iba bien y la voz se me volvió a quebrar —Por favor…
No podía ver su rostro. Sus ojos enrojecidos y mejillas hinchadas, no podía ver la expresión adolorida en sus facciones pero sabía que en el fondo él comprendía que lo estaba echando. Que necesitaba estar a solas.
Escuché la tierra del otro lado de la puerta revólverse en señal de que él realmente se había levantado. Yo no encontré el valor para hacer lo mismo y permanecí con la espalda pegada a la puerta metálica, con los brazos rodeándome las rodillas y el rostro enterrado en la tela de mi vestido.
—Encontraré la manera para que puedas despedirte de todos —Fueron sus últimas palabras —Te lo prometo.
Cuando sus pasos se convirtieron en un eco lejano en la escalera pude permitirme llorar con fuerza. Pude permitirme gritar y patalear hasta que mi garganta se llenó con el regusto de la sangre y el ardor del esfuerzo. Lloré y lloré hasta que en algún punto simplemente los ojos se me cerraron y el mundo se volvió silencioso por primera vez en todo el día.
—¡Abrid la maldita puerta! —Gritos desmedidos me sacaron del trance en el que había caído.
¿Había dormido por mucho tiempo? No tenía forma de saberlo. La vela que había iluminado la habitación había estado medio derretida cuando había sido empujada a en ella, ahora ya ni siquiera había rastro de ella.
—¡ABRID LA PUTA PUERTA! —La voz de Nethan hizo eco en lo que debía de ser el pasillo de escaleras descendentes —¡Suéltame!
Pasos apresurados y casi en carrera descendieron hasta que se escuchó la carrera sobre el suelo de arenisca fuera de la puerta.
—¡ALYATHY! —Gritó mi nombre. Su voz estaba ronca, como si hubiera estado gritando durante mucho tiempo ya —¿ALYA ESTÁS AHÍ?
—¡Nethan! —Respondí poniéndome rápidamente en pie.
Un pequeño mareo me hizo aferrarme a las barreras que reforzaban el interior de la puerta para sostenerme.
—¡Gracias a Karch! —Suspiró al otro lado.
Más voces se escuchaban en el hueco de la escalera pero estas no aprecian haberlo seguido hasta la puerta.
—Dicen que te ofreciste voluntaria —Había enfado en sus palabras —Dicen que lo hiciste para salvar a ese niño. ¡Incluso dicen que no dudaste!
—Nethan…
—¡Podían buscar una excusa más creíble! —Protestó mientras alguna de sus manos golpeaba el metal de la puerta —¡Era obvio que podían votarte a ti para impedir que las dos casas más grandes de Asova se unieran, pero podían haber sido limpio! ¡Es imposible que te ofrecieras! ¡No con la boda a dos semanas.
Durante un segundo dudé si decirle la verdad era lo correcto, pero la duda se disipó rápidamente.
Nunca había mentido a mi hermano, no lo haría ahora.
—Nethan —Mi voz se volvió en un susurro casi imperceptible —Lo hice, no han mentido.
Nada se escuchó en respuesta por un largo instante.
—Me ofrecí como voluntaria —Me sinceré mientras apoyaba mis manos en el frío metal tratando de encontrar algo más de cercanía, como si de alguna manera pudiera atravesar el material y llegar a él —No podía dejar que él fuera…no era justo.
Un sollozo resonó al otro lado de la puerta, uno que estaba segura de que trató de reprimir pero no fue capaz.
—¿Y esto sí lo es? —Repuso con la voz temblorosa —¿Qué yo te pierda es justo?
—Lo siento —Fue todo lo que pude decir, todo lo que me encontré capaz de hacer.
De repente la pequeña habitación comenzó a sentirse como una verdadera prisión. Las paredes eran demasiado altas y gruesas, el espacio era demasiado pequeño para contener todo lo que se avecinaba con derrumbarme.
—Puedes abandonar a Kessarn, puedes dejar atrás a nuestro padre —Rabia, pura rabia y dolor era todo lo que podía percibir en sus palabras —¡Pero no puedes hacerme esto a mi! ¡Prometimos nunca separarnos!
—Nacimos en el mismo instante —A este punto no quedaba rastro de cordura o control en sus palabras, eran sollozos alargados y rabiosos —Tu rostro es lo único que conozco a la perfección. Eres mi mejor amiga, mi hermana. Eres la única persona que me prometí nunca permitirme perder.
—Lo siento —No podía retener las lágrimas que volvían a correr por mis mejillas —Lo siento, lo siento.
—¡No lo sientes! —Un gritó quedó atrapado en mi garganta cuando él desde el otro lado de la puerta volvió a golpearla con rabia —¡Si lo sintieras no te habrías ofrecido! ¡No habrías decidido abandonarme!
—¡No quiero abandonarte! —Protesté —¡Jamás te abandonaría si no fuera la única opción!
—¿Y dejar que ese príncipe fuera no era otra opción? —Di un paso atrás casi pudiendo imaginar el rostro enrojecido e iracundo de mi hermano —¿Que otro fuera en tu lugar no era una opción?
—Solo es un niño.
—¡Y tú también, joder! —Mis brazos cayeron a ambos lados de mi cuerpo —¡Puede que tengamos casi veinte años pero seguimos siendo unos malditos críos! —Podía escuchar sus pasos nerviosos arrastrarse sobre el suelo de arena —¿Conoces acaso los otros territorios? ¿Has conocido siquiera la extensión de Aquion? ¡Por el maldito Karch ni siquiera conoces lo que realmente ocurre en la noche de bodas!
No podía negarle nada de lo que estaba diciendo.
A pesar de ser una adulta en cuanto a mi edad, no había tenido la oportunidad de viajar y ver mundo, tampoco de descubrir lo que la vida adulta realmente significaba, casarme, darle a Kessarn un heredero, incluso simplemente disfrutar de la vida más allá de los prados y murallas del palacio.
Realmente no me diferenciaba mucho al joven príncipe de Orano Pero aun así, no se sentía correcto mandar a un niño tan pequeño a un lugar del cual cualquiera de nosotros había oído hablar en los cuentos más horripilantes.
Simplemente no se sentía correcto.
—Te sacaré de aquí —De un momento a otro su voz se tornó más suave —El día del Pacto, cuando abran la puerta vendré a recogerte, incluso si padre se opone. Te llevaré a la frontera con Olium y estoy seguro que Kessarn me ayudará a esconderte por un tiempo.
—Nethan…—Traté de detener sus delirios pero no me permitió cortar su discurso.
—Cuando demostremos que no pasa nada por no mandar a nadie al Bosque, todos se olvidaran del asunto y podrás casarte con él, vivir esa vida de reina que tantos quieres.
—¡Nethan! —Grité logrando silenciarlo —Simplemente déjalo...
—¿Qué? —Interrogó —¿Acaso crees que no seré capaz? ¿Piensas que fallaré?
—No es eso —Volví a acercarme a la puerta y a posar mi mano sobre ella —Sé que serías capaz de todo por ayudarme pero…no creo que debas hacerlo.
—Deja de decir tonterías —Protestó —Ni siquiera lo encuentro mínimamente gracioso.
—Yo tampoco, no estoy bromeando —Trataba de mantener un tono firme para hacerle entender que realmente cada una de mis palabras eran en serio —Creo que realmente debería ir al bosque. No sé exactamente cómo explicarlo y aunque lo hiciera estoy segura de que no lo entenderías pero…de algún modo, se siente como lo correcto. Como algo que debo hacer.
—Alya. no estamos hablando de los cuentos que Olga te contaba cuando eras una niña. ¡Esto es real! ¡Van a mandarte a un lugar del que nadie que haya entrado ha regresado, nunca! —Apreté mis puños. Daba igual lo que dijera, no podría entenderlo —No pienso permitir que pongas un pie en ese lugar. Incluso si debo encargarme de encerrarte yo mismo. No permitiré que te mates por una estúpida sensación de deber.
—Vete —Respondí sintiendo completamente herida e ignorada —Necesito estar sola así que vete.
—Necesitas despejar la mente y deshacerte de las tontas ideas que tienes sobre ese maldito Bosque —Escuché sus pasos alejarse —Volveré en la mañana para asegurarme de que comas algo, hablaremos entonces.
Sin mucho más lo escuché alejarse y las voces que se habían mantenido como susurros lejanos volvieron a alzarse.
Estaba dispuesta a volver a cerrar los ojos para dormir y simplemente hacer que el tiempo pasara más rápido cuando otro par de pisadas se escuchó al otro lado de la puerta. Un toque suave en ella me dio un ligero indicio de quién se trataba.
—¿Sabes que tiene razón al enfadarse, no? —La voz de Kessarn sonaba apagada y derrotada pero aun así había dulzura impresa en ella.
—No sabía si vendrías —Había cierta ilusión en mi al escuchar su voz. Después de la mirada que me había dado en el salón de baile había llegado a dudar si no me odiaría de ahora en adelante.
—Jamás te abandonaría —Cerré los ojos y mordí mis labios tratando de romper el nudo en mi garganta —Ni siquiera cuando decidas hacerlo conmigo, con nosotros.
—Kessarn…
—Si decides que marcharte es lo correcto lo respeto, pero no me impidas sentirme traicionado por ello. No me niegues el derecho de sentirme destrozado.
No pude responder, no pude hacer otra cosa que mantener mis ojos fijos sobre la espesa capa de metal frente a mi y sentir cómo las decisiones comenzaban a sentirse como errores.
No podía decir que me arrepentía como tal de librar al pequeño príncipe de ir al Bosque, pero, dejar atrás todo lo que conocía, a todos los que amaba, comenzaba a sentirse desgarrador. Era un ruido tan ensordecedor dentro de mi propia mente que por segundos se comía cualquier otro pensamiento y lo llenaba solo de ese ruido molesto y doloroso.
—¿Te arrepientes? —Preguntó él desde su lado —¿De haber tomado esta decisión?
Mis brazos se enrollaron a mi alrededor con incertidumbre.
—No lo sé —Lo escuché patear algo en el suelo —No tengo ni idea de si lo que he hecho es bueno o malo.
—Quizás deberías de haber sopesado la idea de hacerte voluntaria antes de abrir la boca.
Aquello no hizo otra cosa que retorcer las heridas abiertas y sangrantes.
Si había una cualidad que no me gustaba de él era esa. Cuando algo no salía a su favor, cuando sus planes se escapaban de sus manos daba igual cuales fueran las circunstancias, lo pagaría con quien fuera.
Y no podía negarle el derecho de estar enfadado, era obvio que por mi decisión todos los planes que él había creado a corto plazo se habían arruinado pero, aún así, me costaba afrontar sus desprecios en este momento.
—Lo siento —Volví a murmurar esta vez sin ser capaz de contener el sollozo que me cerró la garganta —Yo solo quería hacer lo correcto.
Un pequeño gruñido reverberó en el espacio fuera de la celda.
—A veces es mejor mantenerse callada. Y tú deberías haberlo hecho.
Sus pasos resonaron alejándose y el pánico estalló dentro de mi por completo.
—¡KESSARN! —No podía irse así. No podían ser esas nuestras últimas palabras —¡Kessarn por favor!
Sin embargo no se detuvo y sus pasos siguieron alejándose hasta alcanzar las escaleras donde se disiparon por completo volviendo a dejar en el silencio que amenazaba con quebrarme por completo.
Me alejé de la puerta y me lancé a la polvorienta cama sin importarme toser después debido a la nube que esto levantó.
Sin embargo, mis lágrimas se detuvieron durante un instante cuando un crujido sonó con fuerza y me hizo recordar que ya lo había escuchado con anterioridad.
Con el nudo de dolor aún impreso en el pecho y limpiando mis ojos con el dorso de mi mano me agaché quedando de rodillas. Me incliné lo suficiente como para tomar el final de las sabanas y levantarlas lentamente no muy segura de lo que iba a encontrar.
Y ahí estaba.
Una caja de madera casi tan vieja que me daba miedo tocarla por si el más mínimo toque la destrozaba.
Con el mayor de los cuidados de hundí bajo la cama lo suficiente como para que ambas de mis manos pudieran tomar el recipiente de madera y arrastrarlo lentamente hasta el exterior.
La inexistente luz en el lugar me daba problemas para buscar más información sobre la caja, apenas podía ver las maderas de su exterior raspadas y levantadas, eso causó que mientras la tanteaba con mis manos para tratar de averiguar donde estaba el cierre de la misma me pinchaba y alguna astilla que otra quedara hundida en mi piel.
Quería averiguar qué había en su interior ya que se podía notar por su peso que había algo dentro, por pequeño que fuera.
Mis ojos se habían adaptado lo suficiente a la oscuridad como para distinguir formas pero, ni iría a ninguna parte así por lo que torpemente me puse en pie y caminé hasta la destartalada mesa donde recordaba que estaba el pequeño candil.
—Por favor, por favor que haya una cerilla —Tantée la mesa con las manos hasta encontrar el objeto en cuestión, y gracias a Karch, en su base había una pequeña cajetilla de madera que abría rápidamente.
En su interior dos únicas cerillas que al tacto, se sentían viejas y húmedas.
Raspé la primera, no se encendió, volví a intentarlo y el resultado fue el mismo. Cambié la superficie y lo raspé con la piedra de las paredes, la cerilla crujió y se partió en dos. Tomé la segunda cerilla y en el primer intento esta no se encendió, volví a rasparla contra la madera vieja de la caja y esta vez, logrando sacarme un suspiro de alivio, esta encendió.
Abrí el pequeño compartimento del candil el cual aún conservaba algo de aceite y la habitación finalmente se iluminó con una tenue luz cálida.
Toda mi atención volvió a recaer en la caja.
Con el candil en mano me agaché hasta volver a quedar sentada en el suelo. Dejé la pequeña fuente de luz junto a mi y mis manos encontraron el seguro de la caja. Este estaba algo oxidado por lo que abrirlo costó algo de esfuerzo, sin embargo, cuando cedió, no pude evitar apresurarme a mirar en su interior.
Un libro. Eso es lo que había.
Un libro viejo y polvoriento al que se le habían doblado las esquinas y se había hinchado debido a la humedad.
Un libro que en letras grandes y escritas a mano tenía escrito “Las reglas del Bosque”
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