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43 CAPÍTULO

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Solo la mitad de ti


    Estaba enamorada.

    De la música que me acogía con cada nota, del sonido de las risas y las voces que cantaban a mi alrededor. Estaba completamente perdida en los ojos dorados que no se habían separado de mí ni siquiera un instan. Me había ahogado por completo en la sensación de sus manos sobre mi piel. En mis propias manos, en mi cadera y espalda.

     Estaba completamente sumergía en aroma que desprendía, que impregnaba e inundaba mis pulmones cada vez que me hacía girar.

    Pero peor aún, estaba completamente hechizada por el sonido de sus ásperas carcajadas, de la manera en que un par de pequeñas arrugas aparecían entorno a sus ojos cuando sonreía con fuerza ante cualquier broma que Thyran lanzaba al aire  o de los lúyelos que se hundían en su mejilla cuando sus labios se alzaban mientras observaba a Izzel saltar emocionado por el postre que Methy le había tendido con una sonrisa algo coqueta.

     No estaba segura de cuánto tiempo habíamos estado así. Sumergido entre la gente que bailaba alrededor de la hoguera como si fuéramos uno más. Como si él no fuera el rey de estas personas y yo no fuera una intrusa en sus tierras.

     No había absolutamente nada de esta noche que no quisiera atesorar con amor. Desde las dulces palabras que algunos de los lugareños me habían dedicado cuando habían tratado de presentarse a Reegan y a mi, hasta la manera en la que él me había estado observando toda la noche.

    Su mano tomó la mia de nuevo y me hizo girar. Las telas de la túnica se alzaron creando un mar de olas que se enredaba en mis piernas pero que tan pronto como Reegan me hacía volver a detenerme frente a él, caían de nuevo con gracia.

    No podía describir del todo lo que esos ojos albergaban, tampoco lo que eso me hacía sentir.

      Era como si me hubiera estado devorando poco a poco, sin restricciones pero con un autocontrol que debía de estar costando todo para él.

     Sabía cómo se sentía. Al menos parcialmente.

     Sabía que me deseaba ferbentemente.

     Quizás porque yo era distinta, porque por primera vez en trescientos años habia algo nuevo frente a él, o quizás, por remoto e imposible que fuera, me deseaba porque era yo.

     Una muchacha tonta y distraída, que a veces pecaba de estúpida pero que siempre me esforzaba por tratar de hacer lo correcto. Quizás él era único. Quizás no solo ese rebelde era distinto, quizás Reegan también era diferente. De una manera distinta.

     El aliento escapó por mis labios cuando la melodía cesó con un último golpe de orquesta y el mundo estalló en vítores.

    Ambos nos observamos el uno al otro en silencio, con al respiacion acelerada y el pulso disparado.

    Aún teníamos esa charla pendiente, y a juzgar por la intensidad en su gesto, sabía que era el momento.

    Mis manos que se habían detenido sobre la piel de su pecho descendieron, permitiéndome en contacto más largo de lo necesario sobre su abdomen, hasta que finalemnte las dejé caer a mi lado.

      —Quiero...—Aun no lograba respirar con normalidad, aún necesitaba interrumpirse s si mismo para poder recobrar el aliento —Quiero mostraste un lugar.

    Alcé el rostro y asentí levemente para él.

     Su mano tiró de la mia y mis piernas, aunque candas, no se objetaron a seguirlo.

    Pude ver de reojo mientras alzab la mirada sobre mi espalda, como Astra me guiñaba un ojo de manera cómplice, cosa que obviamente no hizo otra cosa que incrementar el revoloteo de las mariposas en mi estómago.

    Reegan nos condujo a través del gentío hasta la zona de la orquesta, pero no nos detuvimos en estos, quiénes nos saludaron con un elegante gesto de cabeza mientras daban el paso a otra nueva, y más animada si era posible, pieza. Rodeamos sus figuras y nos adentramos es el mar de orándoles entre los cuales se deslumbraba un pequeño camino.

    —Cuando era pequeño, siempre recorría este camino cuando me escapaba de mis leccciones en el palacio —Comenzó a relatar cuando nos alejamos lo sufíciente de la fiesta y comenzamos un ligero ascenso por la colina —Odiaba estar todo el día encerrado bajo toneladas de piedra y en cuanto habia una oportunidad, huía.

    No podía observar mucho de lo que nos rodeaba, a pesar de que él había dejado que su magia fluyera por su cuerpo para que sus krohemitas iluminaran vagamente el camino, estas no bastaban para darme una visión clara del bosque que nos rodeaba.

    —Cuidado —Reegan se detuvo y ascendió primero un pequeño tramo empedrado —Déjame ayudarte.

    Extendió sus manos y yo las tomé sin dudar. Dejé que fuera él quien me impulsara para subir más rápido, sin embargo, no vi la última roca y no pude evitar tropezar. Para mi suerte, no avancé más que unos centímetros porque rapidamente su figura me detuvo.

    Una sonrisa divertida llenó su gesto.

    —¿Aprovechando la ocasión? —Su mirada dio un fugaz vistazo a la manera en la que mis manos se posaban sobre sus abdominales y e instintivamente retrocedí avergonzada.

    —Sigamos —Esquivé el tema rápidamente y lo empujé ligeramente para invitarlo a seguir.

    Reegan soltó una suave carcajada que me calentó en pecho.

    Habíamos cruzado varias líneas. No solo esta noche, bailando sin parar, tocándonos de manera como nunca antes, con las bromas descaradas e intencionadas, si no algo simplemente inexpresable. Habíamos dado un paso, y no podíamos volver atrás.

     El regusto dulce de aquella senacion no habia abandonado mi paladar ni siquiera con los tragos de vino que Astra casi me había obligado a tragar. En el fondo se lo agradecía, había necesitado el valor que aquella pequeña cantidad de alcohol me había aportado para poder liberarme. Lo necesitaba para este momento.

    —Me pasaba horas en este lugar, a veces cazaba ratones por diversión auqnue siempre los dejaba irse —Habia algo en el tono de su voz que no podía evitar que una pequeña parte de mi sintiera cierta melancolía. Porque me recordaba a mi misma en parte, supongo. Aquellas tardes en las que huía y trataba de alcanzar el bosque de manera inútil —A veces incluso permanecia aqui ahsta que el sol se ponía y solo ella venía a buscarme.

    —¿Ella? —Cuestioné sin poder evitarlo. No por una necesidad de saber de qué mujer era de la que hablaba con tanto cariño, si no por pura intención de hacerle saber wue le estaba escuchando.

     —Mi madre —Susurró. Y por el pesado tono de su voz, sabía que no había una historia bonita tras ella —Era la única que realmente nos trataba como niños, a mi y a mi hermano mayor.

     —¿Tu padre no lo hacía? —Reegan negó mientras estiraba su brazo y apartaba las ramas de un arbusto que había ocupado el camino para permitirme pasar.

    Le sonreí a modo de agradecimiento y lo esperé al otro lado.

    —Él tenía un punto de vista más rígido sobre la crianza de su herederos. Pensaba que desde el instante en que nacíamos necesitábamos demostrar que podíamos soportar el peso del título de nuestra familia —Algo semejante a una carcajada llena de dolor e ironía escapó de sus pulmones —Ni siquiera había tomado la corona por entonces, aún simplemente éramos una más de las familias territoriales.

     No quise interrumpirlo, tampoco preguntar. Si iba a contarme su pasado, prefería dejarlo hacerlo libremente.

     —Nada más nacer, los niños de la familia Hibarul eran dejados en una de las mazmorras. Solos durante una noche, sin más que la manta con la que nos envolvían tras salir de nuestra  madre, sin comida, sin un fuego que nos caliente —Mis labios se entreabrieron on horror, el alma se me encogió al siquiera sopesar la realidad de sus palabras —Si sobrevivíamos esa noche, significaba que éramos lo suficientemente fuertes, si no, la muerte hablaba por sí sola.

     —¡Es una atrocidad! —Exclamé rápidamente horrorizada mientras me detenia en mi lugar.

    Reegan se dio la vuelta, y en su rostro estaba todo escrito. Había una pena profunda, una que a pesar de los años perduraba. Incluso cuando él no debía de recordar nada de aquel momento, de aquella noche tan horrible. Sus efectos seguían ahí.

    —¿Cómo podían hacer algo así a un bebé? —Reegan mordío su labio inferior y sus dedos, aún entrelazados con los míos, dieron un suave apretón.

     —Porque por mucho que las leyendas cuenten sobre las maravillas a este lado del Bosque, aquí también hay monstruos Alyathy —Me incitó a volver a andar, algo reticente lo seguí —Más de los que puedes creer.

    —Para mi suerte, yo sobreviví, al igual que Aernan —No necesitaba preguntar quién era, asumí rápidamente que era su hermano mayor —Pero mi madre quedó en cinta una vez más.
Sonreí tiernamente.

    —Izzel...

    —No —Murmuró él mientras nos deteníamos frente a un gran muro de piedra cubierto de hiedra —Antes de él tuve una hermana.

    Reegan deslizó la hiedra a un lado y observé atónita un pequeño pasaje. Se notaba por los picos y las grietas en la piedra que era un hueco natural, una grieta que separaba la montaña lo suficiente como para permitir que un adulto pasara bajo ella.

    Alcé mi mirada sobre mi hombro para poder asegurarme de que por ahí seguía nuestro camino. Reegan asintió y me invitó a pasar primero.

    Algo nerviosa dudé, pero finalmente di un paso al frente y me adentré en la oscuridad de la roca. Al instante llevé ambas manos a las duras y frías superficies.

    —Mi madre dio a luz a una hermosa niña, de cabellos cobrizos y tez clara como la porcelana —Había una dulzura y delicadeza implícitas en su voz, sin embargo, tampoco me pasaba desapercibido el desconsuelo  que acompañaba a lo que estaba a punto de relatar —Mi madre ni siquiera llegó a verla abrir los ojos por primera vez antes de que mi padre se la llevara.

    —¿Ella...? —Sabía que era una pregunta obvia, qué ya sabía la respuesta pero la incredulidad ante semejante acto de crueldad ganaba a mi razón.

    La luz dorada que emanaba del cuerpo de Reegan iluminaba muy tenuemente el tramo de oscuridad y de alguna manera, me calentaba la piel a pesar del frío que nos rodeaba a ambos.

    No solo por la roca que nos engullía, si no por la naturaleza abominable de la historia.

    —Mi madre la enterró la mañana siguiente —Tomé una larga inspiración cuando finalmente di el primer paso de regreso al exterior.

     Un azote de aire fresco me golpeó el rostro y me hizo alzar la mirada al frente.

     El aire quedó atascado en mis pulmones. Mis labios se entreabrieron y por un segundo mi mente dejó de prestar atención a cómo la figura de Reegan se pegaba a mi espalda y me movía sutilmente para dejarse pasar así mismo.

    —Cargó con su diminuto cuerpo, ella aún convaleciente —Él avanzó por el inclinado saliente de roca, su mirada fija en el frente, en la silueta que se dibujaba al final de aquel pequeño abismo de piedra —Hasta su lugar favorito. Donde siempre había encontrado un respiro de la vida a la que había sido sometida.

    Di un paso tembloroso. Mis manos se aferraron a la tela de la túnica aún sin poder creer lo que estaba viendo.

    Estábamos así en la cumbre de la montaña. Casi sobre la última torre de tallado palacio en la roca. El viento nocturno arrastraba consigo el olor a leña de la festividad que se celebraba metros abajo y que desde aquí no podía deslumbrarse. También la frescura de la noche ya asentada y la alegre música lejana.

    Pero quizás, lo más llamativo de todo era ese risco. La piedra que se extendía en un sendero cada vez más estrecho hacia la nada y como al final de este, casi como una imaginación imposible, Reegan se agachaba junto al sauce de largas ramas que caían y bailaban lentamente con la brisa.

    Tras él, la vasta extensión de Hibarul. Kilómetros y kilómetros de tierras que yo aún no conocía, donde a lo lejos se podían ver pequeñas iluminaciones, pueblos a suponer. El cielo bañado en un manto interminable de hermosas estrellas y la inmensa luna que llenaba todo de una fría pero acogedora luz blanquecina.

    —La enterró con sus propias manos —Mi mirada se fijó de nuevo en Reegan, en sus hombros tensos y la manera en la que su puño apretado con tanta fuerza que sus nudillos se habían tornado blancos, se posaba  contra el suelo de tierra y piedra —Ni siquiera me dejó ayudarla.

    Avancé con un caminar lento.

    —¿Fue aquí? —Él asintió, y levantó la cabeza. Observé en la lejanía el reflejo de las lágrimas contenidas en sus ojos mientras este admiraba las largas ramas tambaleantes del sauce.

    —Ella no volvió nunca a este lugar —Una sonrisa llena de un dolor inexpresable e incontenible se dibujó en sus labios —Ni siquiera cuando le conté que ahí donde mi hermana dormía, había salido un pequeño brote, uno que a medida que pasaban los días crecía más y más.

      Me detuve a tan solo unos pasos de llegar a él.

     Observé la tierra, el suelo resquebrajado para las raíces que se contorneaban entre las rocas y se aferraban con fuerza a la montaña. El propio sauce se mantenía a sí mismo en este lugar. Sus raíces eran las que aseguraban el terreno. Lo que le permitía permanecer sobre la roca y no caer no montaña a abajo.

     No pude contener la sonrisa.

    Di un paso al frente, aparté suavemente las tramas y me adentré bajo su figura. Me agaché junto a Reegan. Extendí mi mano y la posé sobre la dura madera. Noté como él giraba el rostro para observarme pero yo mantuve toda mi atención sobre el árbol frente a mi.

     Era fuerte. Lo suficientemente robusto y grueso como para alzarse metros sobre nosotros. Lo suficientemente como para acogernos a ambos libremente bajo el.

     —Es fuerte —Susurré. Mis dedos recorrieron la madera lentamente —Tan fuerte como para lograr crecer donde nada más lo hace.

     Y era verdad. Ni siquiera malas hierbas lo rodeaban. En aquel risco solo estaba ese sauce. Nada más.

     Mantuve mi mirada fija en el sauce unos cuantos segundos más, pero finalmente deslicé mis ojos sobre los de Reegan, y lo que había escrito en estos, era algo innegable.

     —Eres...—Sus ojos vagaban por mi rostro, de un punto a a otro como si necesitara encontrar la palabra exacta —Eres...tan diferente.

     Su cabeza cayó y durante unos segundos su cabello cubrió su hermoso rostro.

    —Ninguno de ellos era así —Siguió hablando, esta vez dejando la pena y el pesar de lado —Ninguno de los humanos que alguna vez conocí eran así.

     —¿Cómo? —Necesitaba saberlo, escucharlo.

    Que era yo para él.

    Reegan volvió a alzar la cabeza y sus ojos de nuevo recayeron sobre los míos.

    —Tan buenos —Su gesto se encogió en una mueca de confusión y nerviosismo —Tan gentiles, compasivos —Sus manos se movían sin sentido, casi como si no pudiera controlarlas —Eres honrada, amable y bondadosa. Y en mis recuerdos, nunca ha habido alguien semejante.

    Una pequeña carcajada escapó de mis labios.

    —Eso no es nada excepcional —Repuse rápidamente —Debe de haber miles de personas como yo.

     —Puede que sí, pero incluso en una habitación llena de ellas, te encontraría—Afirmó con decisión —Solo a ti...Hay algo en esa amabilidad, en esas sonrisas... —Mi gesto se desdibujó lentamente de manera inconsciente —Que se ha vuelto una obsesión para mi.

     —Reegan yo necesito hablar de...

    Su mano se posó sobre mis labios. Sus ojos le suplicaron que no lo hiciera. Que no lo interrumpiera.

     —Sé lo que vas a decirme —Sus facciones se bañaron con una clara derrota que me hizo querer arrancar su mano de mis labios —Y créeme, está bien. Yo estaré bien pero... necesito tratar de expresarlo. Necesito que alguien me diga que entiende lo que está ocurriendo aquí dentro —La mano que sostenía sobre mi boca lentamente viajó hacia su pecho, hacia su corazón.

    Me observó expectante durante un segundo interminable para asegurarse de que yo me quedaría a escucharlo.

     Asentí y este dejó escapar un suspiró.

     —Mi gente conoce el amor —Su figura se encorvó ligeramente, de nuevo, su cabello cayó ligeramente cubriendo sus facciones —Conoce el amor de una madre que lleva consigo a un bebé durante meses, el de un padre que sostiene por primera vez a su vástago en sus brazos. Conoce el amor de hermanos, o el de esas almas errantes que han decidido unirse entre sí. Y conocemos el dolor que conllevan esas pérdidas.

     Sus manos, manchadas ligeramente de la tierra que había sostenido con rabia, alzaron sus palmas para que ambos pudiéramos verlas.

     —Cuando era niño, crecí leyendo a escondidas los relatos donde dos humanos se profesaban amor eterno —Una pequeña parte de mi no pudo evitar sorprenderse ante aquello. Siempre había escuchado leyendas sobre su gente, pero la idea de que nosotros fuéramos cuentos y leyendas para ellos, nunca se me había planteado como una posibilidad —Los veía en la calle, pasear de las manos. Besarse y abrazarse con un fervor y emoción que yo no conocía —Lentamente, Reegan alzó el rostro —Y antes de darme cuenta, una pequeña parte de mi comenzó a albergar la pequeña esperanza de que algún día, conocería algo como eso.
 
     Su pecho se hinchó cuando tomó una profunda inhalación.

     —Supongo que a medida que pasaron los años, lo fui olvidando —De nuevo, una sonrisa triste e irreal se asentó en él —Conocí a algunas hembras, pero siempre era lo mismo. Yo era él rey, y ellas necesitaban crear alianzas. No las culpo —Aseguró genuino —Ellas hacían y cumplían con su deber, yo era quien rehuía del mío.

      Dejé que mi figura se relajara y a pesar de escuchar con atención sus palabras, me fue imposible no desviar la mirada hacia el inmenso paraje frente a nosotros. A la inmensidad del mar de estrellas titilantes.

     ¿Podía yo considerarme afortunada por haber podido unir aquellos caminos? Amor y deber en una misma persona. Mis dedos rozaron ligeramente el dedo vacío.

     —Estaba a punto de aceptar una propuesta de matrimonio, el día antes de presentir la rotura del pacto —El mundo se detuvo por un segundo, me quedé estática en mi lugar —Iba a aceptar casarme para finalmente asentar a mi familia como los legítimos dirigentes de esta tierra. Estaba dispuesto a darle un heredero a mi pueblo.

     Lentamente regresé mi mirada a su figura. Sus ojos habían escalado vagamente hasta mí y me observaba a través de sus pestañas con intensidad.

     —Pero llegaste tú  —Poco a poco alzó el rostro hasta que ambos estábamos frente a frente —Derribaste todo y te adentraste en mi mundo sacudiéndolo por completo.

     —Y cuando te vi por primera vez, herida, temblorosa y asustada pero con una decisión mordaz en esos ojos tuyos, aquella infantil esperanza resurgió de la nada —El estómago se me cerró y el nudo en mi garganta era indigerible —Fue como si de un momento a otro, algo invisible e inexplicable se hubiera roto dentro de mi liberando todos aquellos recuerdos sobre las historias de amor humano y sus locas descripciones sobre las mariposas en el estómago.
Reeegan sonrió, y yo sentí como el corazón se me hundía aún más en el pecho.

     Los retazos de música llegaban como notas susurradas por el viento haciendo que el ambiente a nuestro alrededor fuera más sofocante.

     —Pero sabía que era imposible. Que yo soy un dahaary, que jamás podría permitirme el error de...—Frunció el ceño y espeteó la palabra casi como si apenas supiera pronunciarla —Enamorarme —Sus hombros se relajaron ligeramente —Así que me obligué a mi mismo a suprimir todas aquellas estúpidas ideas. Te arrastré conmigo hasta a Eurar dispuesto a dejarte en manos de Thalor, pues dentro de lo que podía ser, era el menor de los males.

     —¿Ibas a dejar que Thalor se encargara de mi? —Un escalofrío me recorrió el cuerpo de forma violenta al recordar aquel amargo primer encuentro.

     Reegan asintió con obvio pesar.

      —Thalor no guarda rencor a los humanos, no tanto como Lyron o Kiro —Reegan desvió su atención hacia el abismo de estrellas que segundos atrás yo también había admirado —Dejarte con él era lo más sensato que me podía permitir pero entonces comenzaron a decir aquellas estupideces y yo...—Sus manos volvieron a transformarse en puños y volvió a mirarme, sus facciones se relajaron —Te ví temblar. Escuché cómo preferirías huir a pie hasta el bosque y volver a enfrentarte a aquellas bestias que afrontar semejante destino y no pude soportarlo ni retenerme. Te llevé conmigo —Reagan tragó saliva —Estaba dispuesto a acogerte, a esconderte en algún rincón del palacio y olvidarme de tu existencia. ¡Eso sería suficiente para ambos! Pero entonces, decidí diste lanzarte a una muerte segura en nombre de mi hermano —Limpió sus manos delicadamente —Y supe que no podría simplemente ocultarte de mi. Algo simplemente me suplicó que te mantuviera a la vista.

     Reegan entonces extendió su mano hasta mí y entrelazó nuestros dedos con suavidad.

      Un escalofrío me recorrió la espalda y esta vez, una sensación distinta lo acompañó. Una que se acumuló en la boca de mi estómago junto al nudo de nervios imposible de deshacer.

     —Antes siquiera de ser consciente, me encontré hablando contigo, paseando a tu lado. Mi cuerpo no hacía caso a mi razón y simplemente te buscaba. Durante el día, y también en la noche —Su mano apretó la mía y su cuerpo se enderezó hasta que finalmente tuve que alzar la mirada para poder mantener mi mirada sobre la suya —Descubrí que me gustaba el sonido de tu voz, y que tus carcajadas eran algo necesario en mi rutina. Me encontré fascinado por ti antes siquiera de poder sopesar de qué se trataba.

     —Yo...—Ni siquiera estaba segura de tener el aire necesario en los pulmones para hablar, para tratar de responder.

     Él negó con delicadeza y su resto rehuyó del mío cuando me alcé ligeramente impulsada por mi propio instinto.

     —Y ahora, me encuentro irremediablemente perdido en tí, Alya —Escucharlo murmurar mi nombre de aquella manera, con esa voz casi aterciopelada por la carga de sentimientos, amenazaba con derrumbarme por completo —Porque aunque no sea correcto. Aunque vaya contra las propias leyes de mi existencia, no puedo evitarlo —Giró el rostro una última vez, y su mano derecha escaló hasta acuñar con dulzura mi mejilla —Estoy enamorado de tí.

     Un suspiró ahogado escapó de mis labios y no pude retenerlo. Sentí la humedad de mis ojos deslizarse por mis mejillas sin control.

      —Reegan —No podía hacer otra cosa que gimotear su nombre.

     Él me sostuvo con dulzura y su pulgar barrió el camino húmedo con delicadeza, pero no se movió. Su mano no soltó la mía y tampoco buscó utilizar el momento para estrecharme con su cuerpo. Se mantuvo inmóvil, observando el desastre en el que me habían convertido sus palabras.

      Estaba enamorado de mí.

      Aunque fuera imposible. Aunque apenas nos conociéramos. Aunque su existencia contrariara esa verdad.

     Estaba enamorado de mí, y yo también estaba enamorada.

     No podía negármelo a mi misma. Ni ahora ni en un futuro.

      —Reegan...—Había una sonrisa tan dulce en sus labios, tan hermosa...—Reegan yo...Yo lo amo todavía.

     Negó en un movimiento lento y esta vez su mano sí abandonó la mía, pero esta solo se deslizó hasta mi otra mejilla y sostuvo mi rostro con una gentileza que me hizo sollozar de nuevo.

      Se inclinó ligeramente sobre mi y sus labios se posaron sobre mi frente.

     Lo sentí temblar. Su cuerpo tensarse hasta el punto de que apenas parecía poder ser capaz de moverse.

      —Está bien —Susurró con la voz ligeramente temblorosa —Está bien, Alya.

     No.
     Nada estaba bien. Porque mi corazón jamás había estado tan dividido. Porque nunca había odiado mis sentimientos hasta este momento.

     —No —Protesté mientras él aún mantenía su mentón pegado a mi frente —No Reegan, no está bien.

     Mis manos se aferraron a sus antebrazos. Su calidez apenas lograba apaciguar mis temblores. Ambos éramos un desastre.

     —No está bien —Me separé lentamente —Porque yo también crecí leyendo esas historias —Limpie yo misma mis lágrimas y clavé mi mirada sobre la suya —Crecí pensando que solo habría uno. Que Kessarn sería él único.

      Reegan mordió su labio inferior y desvió la mirada. Celos. Eso era lo que reflejaba su rostro, la tensión en sus músculos.

     —Pensaba que me casaría con él, que me entregaría por completo y viviría el resto de mi vida a su lado —No pude evitar que una carcajada amarga me invadiera —Que su amor sería mi final feliz, mi propia historia de libro. De aliados a amigos, de amigos a amantes.

     Reegan mantuvo la mandíbula tensa y la mirada fija en las estrellas.

      —Por es ahora me siento perdida —Agaché la mirada a mis propias manos que estrujaban con fuerza la tela de la túnica que cubría mis piernas —Porque esas historias no encajan con lo que siento. Porque Kessarn ya no es el único por el que mi corazón se acelera, tampoco el que aparece en mis pensamientos y en mis sueños.

      Lentamente su mirada fue deslizándose de regreso a mi, yo no levanté el rostro. No podía con la vergüenza.

       —¡Y lo odio por eso, a mi corazón! —Gruñí con rabía — ¿Cómo es siquiera posible estar enamorada de dos personas? ¡Lo odio! ¡Lo odio! ¡Lo...

      Mis palabras murieron cuando sus dedos se colocaron en mi mentón. En un movimiento interminable que obligó a levantar la mirada y cuando nuestros ojos volvieron a encontrarse, el Reegan frente a mí era alguien nuevo.

      Había algo desconocido en su gesto. Un brillo incontenible en sus ojos.

      —No odies lo que algunos deseamos con todo nuestro ser —Una incipiente sonrisa llenó sus labios —No te dejaré hacerlo.

      Mi gesto se encogió con agonía.

      —Pero yo...—Mis hombros se sacudieron mientras el nudo en mi garganta me estrangulaba con más fuerza —¡Yo lo amó aún, Reegan! Yo no...

      —No admitiré que me hace feliz saberlo —Admitió sin perder la sonrisa. Sus dedos arrastraron un mechón de cabello tras mi oreja —Pero tampoco fingiré que no he escuchado que yo también estoy presente en tus latidos.

      Asentí incapaz de hablar.

     Sus manos volvieron lentamente a tomar mi rostro con sutileza, sus pulgares de nuevo trabajaron por limpiar las lágrimas que no podía contener.

      —Y quiero que sepas, que puedo soportarlo —Fruncí el ceño —Puedo soportar llevarme solo la mitad de ti. Puedo esperar el tiempo que sea necesario. Un año, diez, cien si es preciso —Su sonrisa era quizás lo más hermoso que había visto jamás —Si me permites enseñarte lo que estoy dispuesto a darte. Si me permites conocer más a fondo esta nueva sensación —Su mano derecha condujo una de las mías hasta su pecho, sobre su corazón latiendo salvajemente contra sus costillas —Estaré bien con solo la mitad.

      Mis labios se entreabrieron pero solo pude dejar escapar un nuevo sollozo.

      Reegan era todo lo que podía alguna vez haber deseado. Bueno, bondadoso, leal y protector. Era la representación misma de las leyendas por las que de niña había pasado noches en vela. Era ese deseo que tan fervientemente había querido que se cumpliera.

     Un nuevo camino. Un cambio.

     Kessarn era un hogar. Uno que mi alma atesoraría por el resto de mi vida y que jamás se podría desvanecer. Pero también era uno que debía de soltar.

      No iba a regresar.

     Tragué saliva y observé esos hermosos ojos dorados. El brillo en ellos.

      Etria había sido mi hogar durante toda mi vida, y durante años había pensado que el destino me alejaría de ella, de una manera u otra, pero jamás había creído que jamás regresaría. Que nunca volvería a ver a Nethan, a mi padre, a Kessarn, o a Olga. Pero así era.

      Había cruzado el bosque y había sobrevivido. Y ahora mi mundo era este. Mi mundo era él.

     Mis manos escalaron lentamente por sus brazos hasta que tomaron su rostro de la misma manera en la que él me sostenía a mi.

     —Te amaré, Reegan. Tendrás todo de mi —Aseguré mientras él volvía a limpiar las lágrimas de mis mejillas. –Las últimas–me prometí —Voy a amarte, te lo prometo.

     Él asintió y se inclinó lo suficiente para que nuestras narices se rozaran, entonces sonrió sin apartar la mirada.

     —Estaré esperando.

     Y sin más que un pequeño gesto, tomé la decisión.

      Reegan iba a susurrar algo más pero las palabras murieron rápidamente cuando me levanté y mis labios tomaron los suyos.

     Y mientras una nueva melodía se entonaba en la lejanía, yo daba mi primer paso al frente.

















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¡Ay, ay, ay!
¿Cómo lograría escribir yo estas cosas tan bonitas sin la ayuda de nuestra gran y triste Taylor Swift?

Bendita seas tú entre todas las canta-autoras, bendito sea el fruto de tus manos, TPDP y bendice mis depresiones con tu voz. Amen.

He de decir que la.declaracion de Reegan, y su « —Y quiero que sepas que puedo soportarlo —[...] —Puedo soportar llevarme solo la mitad de ti.» es de mis frases favoritas de este personaje hasta ahora.

¡Ay mi niño conformista! 

Como los amo de verdad 😭🛐
Pero bueno, ¡decirme que os ha parecido este capitulo! Espero que os haya gustando tanto como a mi 💕✨

Byee y hasta la próxima!

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