41 CAPÍTULO
× × ×
꧁☆☬ Mi Mayor Miedo ☬☆꧂
Nethan
Estaba ardiendo, y no era precisamente por las llamas que tenía a tan solo unos cuantos pasos de distancia.
—¿Estas seguro de que estas bien, Nethan? —Preguntó Syrei una vez más mirándome con el gesto encogido en genuina preocupación que se había adueñado de sus facciones durante más tiempo del que me gustaba.
—Sí —Repeti por quinta vez tratando de finalmente convencerla de que era así.
Pero en realidad era un maldito mentiroso. Estaba ardiendo, y tampoco era por la sensual imagen de ella únicamente enfundada en una vieja camisa que penas cubría la perfecta piel de sus piernas.
Tenía fiebre, y a cada segundo el mundo se sentía aún más caliente.
—Tienes el rostro pálido y le levas sudando un buen rato —Repuso ella frunciendo el ceño y cruzando los brazos sobre su pecho —¿Crees que me lo voy a creer?
Rodeé los ojos y los cerré mientras apoyaba mi cabeza contra la madera de la pared. El sonido taladra te de la lluvia al otro lado me estaba torturando.
—Solo es un poco de fiebre —Murmuré con la voz más ronca de lo que hubiera deseado —Solo necesito descansar unos minutos.
Ella suspiró y antes de que siquiera lo hubiera podido notar sentí el tacto frío y suave de su mano contra mi frente. Retrocedí inmediatamente.
No quería molestarla con mi malestar, no quería que se manchara las manos con mi sudor o siquiera se preocupara.
—Estas ardiendo —Exclamó obviamente alarmada mientras se ponía en pie casi de un salto.
—Estoy bien —Volvi a quejarme una vez más —No necesitas hacer nada. No moriré de una simple fiebre.
Ella rrsopló rapidamente y sonrió.
—Tampoco tienes sue soportarla sin ayuda.
Por supuesto eso no era así desde su punto de vista y rápidamente se dirigió hacia la pequeña mesa que habíamos ocupado cerca de una hora atrás. Allí, plegó cuidadosamente su pañuelo de seda blanca, el mismo que había usado para limpiar sus labios después de la pequeña comida que ambos habíamos compartido. Lo tomó, junto a este uno de los vasos que habíamos usado, y sin pensárselo dos veces caminó hasta la puerta que abrió solo lo suficiente como para escurrir su cuerpo ligeramente hacia el exterior dejando su piernas dentro de la cabaña.
Aparté la mirada en ese instante porque al estirar su brazos la escasa tela que cubría sus piernas se alzó más de la cuenta, y si tenía que soportar no solo la fiebre si no el calor de mi enferma imaginación no podría hacerlo. No podría soportarlo, ni ocultar las consecuencias dada la escasa ropa con la que los dos contábamos.
Me encogí ligeramente sobre mi mismo y abrazé mis rodillas. Pegué mi frente a mis piernas y suspiré pesadamente.
Nada había salido como deseaba, nada estaba yendo del modo en que había pensado. Sí, había decidido llevarla a las lagunas de manera repentina pero dentro de la prontitud y espontaneidad del plan, había metas.
Quería mostrarle el lugar que me había hecho tan feliz durante tantos años, quería hablar con ella, quería preguntar todo lo que no sabía. Quería que me conociera de una manera que aún no sabía cómo expresar, quería mostrarle esos aspectos de mi mismo de los que aún no estaba seguro.
—Tumbate en la cama —Sus manos sostenían con fuerza el vaso ahora lleno de agua de lluvia mientras volvía a cerrar la puerta con sus caderas. En la otra mano, el paño ya húmedo del mismo agua.
Syrei caminó rápidamente en mi dirección, y con una sola mirada simple pero llena de decisión supe que era mejor obedecerla. Bufé sin poseer ocultar la molestía que me causaba saber que la estaba preocupando, por mínimo que fuera. Nunca me había gustado acaparar la atención de nadie. Desde niño siempre había sentido vergüenza al dejar que alguien me ayudara cuando no era realmente necesario.
Siempre había temido ser un incordio.
Me tumbé lentamente, y aunque me sentía contrariado por ello, enseguida agradecí la calidez de la sábanas y el suave roce de la brisa colcha contra mi piel. Ella se arrodilló al borde de la cama y yo, de nuevo, evité deslizar mi mirada a su figura cuando se inclinó ligeramente sobre mi para poder colocar el paño húmedo sobre mi frente.
El frío se sintió rápidamente agradable.
Cerré los ojos lentamente.
La última vez que había enfermado, Alya había estado ahí, y de alguna manera era imposible no regresar a ese momento ahora. Al igual que Syrei, mi hermana me había casi empujado sobre mi cama y se había sentado a mi lado para colocar un paño frío sobre mi frente. Alyathy se había quedado a mi lado toda la noche.
Si bien no era ciertamente propenso a caer enfermo, cuando mi cuerpo finalmente cedía, podía llegar a arder en fiebre durante un par de días.
—Siento que tengas que hacer esto —Susurré avergonzado mientras volvía a abrir los ojos.
Syrei estaba concentrada, deslizando suavemente el paño húmedo no solo por mi frente, si no por mis mejillas también.
—No hay de que sentir nada —Un escalofrío me recorrió la espalda cuando su mano se deslizó lentamente hacia mi cuello —Todos necesitamos que nos cuiden de vez en cuando.
Mordí el interior de mi mejilla y la miré a los ojos mientras su mano y el paño se deslizaban más abajo, hacia mi pecho.
—Pero desde que nos conocemos, siempre has estado cuidando de mi. En el camino del puente, en la iglesia, incluso con el consejo —Su mirada finalmente encontró la mía, su su mano se detuvo justo sobre mi corazón.
Sentí las gotas de agua recorrer mi piel y dejar una caricia a lo largo de mi costado que me herizó la piel.
—Tú cuidaste de mi aquella noche en el baile —Fruncí el ceño confundido.
—¿Qué?
Syrei soltó una suave carcajada y se dejó caer lentamente hacia atrás, su mano no abandonó el paño en mi pecho, pero su cuerpo se sentó sobre sus propias piernas ya gachó la mirada casi avergonzada.
—En el primer baile de celebración del pacto. Ese primer baile, cuando tú me sacaste a bailar —Claro que recordaba la noche, claro que recordaba el momento exacto que mis ojos la había identificado entre la marabunta de doncellas que trataban de engatusarme con miradas astutas —Estaba aterrada de estar ahí, nadie me miraba, todos me trataban como si...—Su gesto se endureció ligeramente — Como si aún cargara la enfermedad que se llevó a mis hermanas —Su mirada volvió a escalar hasta la mía —Tú fiesta el primero que me miró en toda la noche, el primero que me vió.
—Era imposible no verte —Aquellas palabras brotaron de mi como el respirar, un suspiró sincero e imposible de contener —Allí de pie, tan distinta a todos, tan...—Alcé mi mano en un gesto tembloroso y aparté los mechones ligeramente ondulados del cabello sobre su cara a detrás de su oreja —Hermosa.
Los ojos negros de Syrei me observaron. Me devoraron entero.
Brillaban con una vivacidad que no había visto en ningún lugar antes.
Ella era la mujer más hermosa que había conocido jamás, su aspecto era semejante al de la mejor obra de arte posiblemente existente pero lo que brillaba con la belleza de las joyas más hermosas era lo que vibraba y latía bajo su pecho.
El corazón de oro que cargaba consigo misma.
—Cuando nuestro baile acabó y huiste, salí corriendo detrás de ti —Sus ojos se abrieron con sorpresa y pude notar el color rosado de la vergüenza llenar sus mejillas —Pero no logré alcanzarte, te esfumaste y por primera vez en mi vida, me sentí como si hubiera perdido la mejor oportunidad para conocer algo especial.
—Estaba avergonzada, no estoy acostumbrada a ser el centro de atención y todas esas miradas...—De nuevo soltó una suave carcajada —Quería agradecerte...Quería hablar contigo pero...—Mordió su labio inferior y sus mano apretó ligeramente el paño húmedo —Supongo que dejé que el miedo ganara.
Mi mano tomó la suya, la que sostenía sobre mi corazón.
Su cabeza se alzó de nuevo y sus labios entreabiertos dejaron escapar un suspiró.
—Estoy aquí entonces —Sonreí mientras me enderezaba ligeramente —Ahora.
No espere ni un segundo más.
Syrei retrocedió ligeramente pero no la dejé alejarse. Tomé su rostro entre mis manos y me lancé hacia ella. Mis labios tomaron los suyos con ferocidad.
Su cuerpo se tensó durante un segundo mientras se asentaba a lo que yo estaba haciendo, a lo que finalmente me había atrevido a hacer. Segundos después, sus manos se colocaron sobre las mías y ambos entrelazamos nuestros dedos. El toque de su piel fría contra la mía se sintió como la llegada al paraíso.
Su sabor. Por el jodido amor de los dioses. Ella era deliciosa. Dulce, suave, brillante. Ella era esa mezcla perfecta que necesitaba mi paladar, esa melodía que aturdía mi cerebro.
Mis labios bailaban sobre los suyos.
Curiosos, expectantes de más, deseosos de ir más allá, de que me permitiera saborear más.
Nuestras manos se despegaron unas de otras, las suyas ascendieron en un camino tortuoso hasta mi cabellera y tiraron suavemente de esta, las mías se escurrieron por su espalda hasta apresarla por completo contra mi cuerpo.
Me ardían los pulmones, pero no me importaba una mierda. Si era por ella, con gusto le daría hasta la última gota de aliento.
Cuando nos separamos, fue porque ella se alejó y si no fuera por la imperiosa necesidad que ambos teníamos por respirar, por volver a permitir que mi corazón volviera a latir, me habría lanzado de nuevo sobre ella.
Los ojos de Syrei brillaban, la oscuridad en ellos resultaba contrariada por la luz que desprendían. Sus labios, enrojecidos por mi ataque, se extendían en una sonrisa nerviosa pero sincera y emocionada.
Suponiendo que mi aspecto no fuera mucho mejor que el suyo, arrastré mis dedos por mi cabello y suspiré sin apartar los ojos de ella.
Ninguno de los dos habló durante un largo instante, simplemente nos miramos, como si eso fuera todo lo que necesitásemos. Como si las palabras entre nosotros fueran innecesarias, simplemente verla a ella, ver el gesto dulce y feliz en su rostro, sus mejillas hinchadas y cubiertas por una neblina ruborizada. Ver cómo a pesar de que los dos ya habíamos recuperado el aliento ambos seguíamos respirando a trompicones y aún así, no nos movíamos.
No podía moverme. No podía hacerlo porque si era yo el que daba el paso, no habría fuerza terrenal que pudiera detenerme para no tomarla en brazos y abrazarla de todas las formas posibles esta noche. Aquí, en esta cabaña en medio de la anda, solo los dos.
—Nethan...—Finalmente susurró ella sobre el crepitar del fuego.
Sus ojos escrutaron mi gesto durante un segundo antes de atreverse a a hablar.
—¿A qué estás esperando? —Apreté los puños y maldije en mi cabeza —Besame de nuevo.
Me lancé de nuevo a ella y esta vez, no mis brazos la tomaron por la cintura y la hicieron subir a horcajadas al colchón, sus piernas rodearon mi cuerpo y se sentó sobre mi cadera creando una fricción que casi me hace estallar.
Mis manos se afianzaron a la carne de sus caderas, las suyas tomaron mi cuello y lo rodearon con delicadeza mientras volvíamos a fundirnos en un baile de notas rápidas y movimientos inexpertos.
Ella no era la primera mujer que besaba, pero sí era la primera mujer que deseaba besar. A la que deseaba no soltar jamás, a la que había deseado encontrar cada mañana al salir de mi habitación. Era la primera mujer que me había hecho soñar despierto y a la que ansiaba conocer más que a mí mismo.
Ambos nos separamos de nuevo pero esta vez fui yo quien rompió el beso, más no el contacto ya que acto seguido llevé mi frente hasta la suya, mis brazos aún rodeando su figura y llevándola aún más hasta mi.
Su pecho pegado al mío, podía sentir el desbocado latir de su corazón encajar con el ritmo frenético del mío.
Una dulce y acompasada harmonía que encajaba su caos con el mío.
—Hablame de tí —Susurré contra sus labios —Cuéntamelo todo, tus gustos, tus miedos, lo que odias y Ali que amas.
Háblame de tu familia, de tus sueños y tus pesadillas. Cuéntamelo todo.
Syrei soltó una suave carcajada contra mis labios y dios, la sensación de su cuerpo temblando contar el mío envió una oleada de dardos punzantes a mi estómago. Jamás tendría suficiente de esa sensación.
—Solo si tú me hablas de ti —Sus manos acunaron mi rostro con delicadeza —Cuéntamelo todo de tí.
Porque eso era ella. Una delicadeza tan brutal que rompía todos tus esquemas y se clavaba en lo más profundo de tu ser con tan solo una mirada.
× × ×
—Creo que quiero besarte —Syrei se sacudió ligeramente entre mis brazos y rodó sobre sí misma para quedar apoyada contra mi cuerpo, sus ojos ascendieron hasta los míos —Creo que llevo queriendo besarte desde la última vez que tú lo has hecho.
Alcé las cejas y la observé con diversión, arrastré uno de los mechones de cabello negro detrás de su oreja y dejé que mi mano se deslizara con suavidad por su mejilla hasta su mentón el cual tomé para obligarla a alzar la cabeza un poco más.
—¿Y por qué no simplemente lo pides? —Ambos sonreímos antes de que yo me inclinara para volver a besarla.
Había perdido la cuenta de cuántas veces lo habíamos hecho, de cuántas veces nos habíamos besado durante las horas en las que habíamos pasado conociéndonos.
El azul, el ponche de limón, el cielo despejado del amanecer en los días de verano, las tormentas de nieve. Lo sabía ahora, lo que le gustaba, lo que odiaba, a lo que le temía.
Presioné mi cuerpo ligeramente contra el suyo y con el brazo que aún mantenía bajo su cuerpo la llevé más contra mí. Su pierna escaló sobre mi figura y a su vez soltó una pequeña carcajada mientras sus brazos rodeaban mi cuello.
No había dejado de llover, ni parecía que fuera a parar en momento alguno.
Mientras conversábamos habíamos ido recostandonos lentamente, casi sin notarlo, hasta ahora. Ambos estábamos tumbados sobre la cama, yo la abrazaba a ella y ella a mi. El fuego en la chimenea seguía vivo y sus llamas aún devoraban un tronco que había echado hace no mucho. El paño húmedo aún seguía en mi frente por insistencia de ella pero ciertamente notaba que la temperatura había bajado notablemente y el malestar se había difuminado hasta ser simplemente un ligero dolor de cabeza.
Sus caricias habían surgido efecto, sus labios parecían haber sido el remedio para mis males.
Nos separamos lentamente pero no perdí la oportunidad de morder ligeramente su labio inferior.
—¡Ey! —Golpeó suavemente mi pecho en señal de protesta, aunque no era muy convincente porque en ningún momento había dejado de sonreír.
Volví a inclinarme en su dirección para dejar un beso en su frente y estreché su pequeño cuerpo un poco más contra el mío.
—Aun no me lo has contado —Farfulló ella en protesta mientras agachaba la mirada y apoyaba su cabeza sobre mi pecho —Tú mayor miedo.
Tragué saliva y llevé una de mis manos a su largo cabello negro.
Ella me había contado todo. Había sido sincera incluso cuando alguna respuesta la había hecho sentirse tan avergonzada que apenas había podido mirarme a los ojos. Yo le debía lo mismo, por mucho que me sintiera reacio a afrontar ciertas realidades.
—Tengo mucho miedos —Mis dedos se hundieron entre las oscuras hebras de su sedoso cabello, se parecía a la pinta que se desperdigaba al derramarla sobre un papel en blanco—Tengo miedo a que me olviden, tengo miedo a perder lo que tengo pero…—Tomé una larga inspiración y cerré los ojos —Mi mayor miedo siempre ha sido quedarme solo.
Syrei levantó la mirada y sus ojos me observaron con una dulzura que amenazaba con convertirse en mi peor debilidad.
—Desde niño siempre he tenido pánico a la soledad —Una sonrisa más de dolor que de diversión llenó mis labios al recordar aquellos días —En las noches de tormenta siempre corría a la habitación de mi hermana y la obligaba a aceptarme en su cama. No me daban miedo las tormentas, sabía que tenía un buen techo sobre mi cabeza —Su mano cálida y suave se posó sobre mi corazón —Me daba miedo la usencia de voces, la ausencia de la calidez de alguien a mi lado.
—¿La echas de menos? —Sus ojos eran como dos luceros candentes y llenos de comprensión —No a tu hermana, a tu a madre.
Asentí aunque rápidamente negué rectificando. Hablar de ella siempre había sido un tema muy delicado.
—No estoy seguro de cómo sentirme al respecto —Nunca me había parado a sopesarlo tampoco. Nunca había querido someterme a aquel debate a mi mismo—No la echo de menos por el simple hecho de que ni siquiera pude llegar a tenerla. Murió días después de nuestro nacimiento.
Syrei se enderezó solo lo suficiente como para sentarse vagamente sobre el colchón, su mano sin embargo no separó de mi pecho.
—Pero supongo que una parte de mi sí la echa de menos —Sentí una extraña tensión cerrarme la garganta —Supongo que siempre he deseado en parte saber lo que era tener una madre —Una pequeña carcajada se escapó de mis labios al recordar en la manera tan dulce y cálida que Olga siempre nos había observado a Alya y a mi —Nuestra nodriza ha cumplido con ese papel la mayoría del tiempo, pero…siempre he deseado más, siempre he querido algo más real.
—Es comprensible —Ella apartó un par de mechones de cabello de mi frente y la sensación de sus dedos acariciar ligeramente la piel de mi frente se sintió como una caricia en el alma desnuda —Desde su muerte, nada ha podido llenar el hueco que dejaron mis hermanas.
—Y ahora que Alya no está y él… —Apenas podía atreverme siquiera a llamarlo por lo que era, la simple palabra suponía un dolor insoportable para mi —Cuando lo vi en aquella caja de pino pensé que era el final, que ese horrible miedo finalmente se había vuelto realidad.
Syrei encogió el gesto con pena. La mano que sostenía sobre mi corazón escaló en una caricia suave y dulce por mi cuello hasta mi mejilla.
—No estás solo, Nethan —Mis ojos recayeron en los suyos y de alguna manera inexplicable, era como entrar en el vacío, uno que solo me pertenecía a mi y me acunaba con cuidado y dulzura —Estoy aquí contigo. Estaré contigo.
Sonreí y mis manos tomaron su rostro.
—Eres lo mejor que me ha podido pasar —Era sincero, esto era yo. Un descontrol de emociones, un niño asustado y abandonado por la suerte de cual fuera el dios que velaba por todos —Te quiero.
Su gesto se congeló durante un corto instante pero rápidamente se llenó de esa radiante sonrisa que solo podía pertenecerle a ella.
—Yo también, te quiero.
Y la besé una vez más. Mientras en el exterior la tormenta tronaba y parecía anunciar el inicio del fin del mundo, la bese mientras la calidez nos rodeaba, mientras apretaba su cuerpo contra el mío para sentir el ritmo lento y vibrante de su corazón contra el mío.
Por primera vez en mucho tiempo, finalmente mi horizonte comenzaba a clarear.
× × ×
¡Helloooo! I'M BACK
Os diria que siento la ausencia de la semana pasada, pero no soy una mentirosa jajajaja
Disfrute mucho mi cumpleaños y de mis "vacaciones" el fin de semana pasado.
Lo que si voy a decir con sinceridad, es que estoy amando a Nethan mucho en esta versión. El varon que es 🛐
Es tan mono, y guapo en mi cabeza, ademas de dulce pero con el.toque de picante que necesitaba 💕
Menudo muñeco más soso era anteriormente jajajaja
Rooting for this two, truly!
Y ahora a esperar a la celebración con Alya y Reegan 🫣 a aver que va a pasar!
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