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36 CAPÍTULO

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꧁☆☬ Criaturas del Bosque ☬☆꧂

      Me hundí más en mi lugar, si es que eso era posible.

     Mis manos, aún aferradas a mis brazos temblorosos, hundieron sus dedos sobre mi propia carne. La sangre que aún mancha mis uñas ahora también mancha mi piel, pero no me importa.

     Dieroth.

     No era un apellido desconocido. Sin embargo, no podía recordar con exactitud de dónde o en qué lugar lo había escuchado, pero era familiar. Puede que Izzel lo hubiera mencionado mientras me contaba en alguna tarde la historia de su pueblo, o que yo misma lo hubiera leído en uno de los libros.

    Mi mirada se alzó de nuevo para encontrarme aquellas esferas verdes. Incluso bajo la escasa luz de la chimenea parecían brillar con luz propia, con una magia que me era completamente desconocida.

     —A juzgar por ese pequeño ceño fruncido, sí que deben haberte hablado de mí —Comentó mientras se dejaba ver de nuevo sobre la silla y sonreía con orgullo —Al final y al cabo, solo hay uno como yo.

    —No sé de qué estás hablando —Aparté la mirada y volví a retroceder lentamente hasta quedar pegada de nuevo a la pared y junto al cuerpo de Thalor —No me han hablado de ti.

    Él alzó las cejas como si esa información le sorprendiera, le dio otro mordisco a su trozo de carne.

    Yo lamí mis labios.

    —Supongo entonces que habrá sido de mi padre —No me pasó desapercibido el tinte amargo en su voz —Raynel.

    Las piezas encajaron entonces en mi cerebro.

    Raynel I Dieroth. El rey legítimo de Euphatia antes de la Gran Guerra. Ese que había sido asesinado a en sangre fría por los humanos y había conducido al inicio de la masacre entre humanos y dahaarys.

    Sí. Había leído sobre él en una de mis tardes, y Izzel también me había contado parte de la historia.

    —Tú...—Mi mirada volvió a alzarse y no pude evitar recorrer su figura con la mirada. Desde su cabello marrón y lo suficientemente largo como para llegar casi a sus hombros, hasta sus largas piernas.

    No era lo que había esperado encontrar.

    Por lo poco que había llegado a saber del hijo del legítimo rey es que este había partido junto a su tío y se había rebelado contra la nueva corona, contra Reegan y su familia. Un rebelde que se encargaba de las tareas más sucias de su régimen del terror.

    —Te han hablado de mí —Afirmó esta vez sin dudar mientras se le escapaba una sonrisa maliciosa, este volvió a inclinarse hasta apoyar sus codos sobre sus rodillas —Dime, cielo ¿Qué te han contado del terrible príncipe Keylan?

    Entreabrir los labios y dudé.

    No estaba segura de que contestar.

    No sabía mucho de él más allá de lo que yo misma había visto esta noche, y por extraño que resultase, era completamente contradictorio llamarlo asesino. Al final y al cabo, acaba de salvarle la vida a Thalor, y a mi también, si éramos objetivos.

    —Lo suficiente como para saber que no eres alguien en quien confiar —Me limité a contestar mientras levantaba las manos y tomaba la última horquilla de mi cabello dejando que este cayera completamente libre y rebelde —Y que no voy a despegar mi vista de ti.

    Él asintió sin deshacerse de su sonrisa ni un segundo.

    —Eso será agradable.

    Terminó por devorar su cena mientras se acomodaba sobre la vieja silla y extendía sus piernas en dirección al hogar.

    Mi mano derecha sostuvo el extremo punzante de la horquilla. Mi cuerpo no se relajó, ni siquiera cuando el pequeño espacio de la cabaña comenzó a entibiarse gracias al fuego y mis músculos dejaron de quejarse en cuanto dejé de moverme.

    El hambre pasó a un segundo plano.

    Mi atención se mantuvo en él.

    En la manera despreocupada en la que seguía comiendo y bebiendo de su bota, en lo accesible que parecía su cuello cada vez que inclinaba su cabeza hacia atrás para tragar el agua.

    Pero lo que me mantenía en mi lugar y completamente desorientada era en su aspecto. En sus orejas completamente redondas y en las cicatrices que su uniforme de cuero dejaba a la vista tanto en su cuello, sus manos y su rostro.

    No había absolutamente nada en su aspecto que te dejara saber la cantidad descomunal de poder que parecía poseer.

    Fuego. Con él había abrasado las raíces tanto de Izzel como de Reegan. Viento. Lo había usado para azotar a Thalor contra las paredes, y solo Karch sabe que más se encontraba dentro de él.

    Me era incomprensible.

    No sé cuánto tiempo pasó. Cuántas horas estuve mirándolo, estudiando cada pequeño centímetro del perfil de su rostro. Era humano, y por desgracia también cargaba consigo la belleza de los inmortales. Algo más tosca y dura, pero ahí estaba. Con sus facciones casi cinceladas.

    No sé en qué momento el sonido de la lluvia golpeando el techo de madera se convirtió en una nana que me llevó a cerrar los ojos, mucho menos sé cuantos minutos me permití bajar la guardia de ese modo.

    Cuando los abrí de nuevo me sorprendió ver al castaño recostado en la propia silla, con los brazos cruzados sobre su pecho y la cabeza ligeramente caída. Sus ojos completamente cerrados y su respiración tranquila.

    Dormido.

    Como si no tuviera a un lord y una mujer como rehenes.

    Mi mirada fue a la ventana destrozada sobre mi cabeza, a los pálidos rayos de la luna que apenas lograban llegar hasta ella.

    Habían pasado horas, las suficientes como para permitir que la noche bañara el bosque en el exterior y la leña en la chimenea se consumiera casi por completo.

    Me incorporé lentamente y no pude evitar morder el interior de mis mejillas para acallar el quejido doloroso que se creó en mi garganta. Tenía los músculos agarrotados y las piernas dormidas.

    Mi mano, la que horas antes había cortado y vendado, se apoyó en el marco destrozado de la ventana y este crujió lentamente mientras soportaba mi peso. Mi mirada se dirigió automáticamente al castaño, pero no pareció ni siquiera inmutarse ante el sonido.

    Suspiré suavemente y me sostuve en la pared a mi espalda con la mano contaría.

    No hice nada durante un corto instante, solo levanté ambos pies para quedar de puntillas y despertar los músculos dormidos, no por supuesto sin morder mis labios ante el incómodo y doloroso cosquilleo que llevaba consigo la tarea.

    Observé la estancia en completo silencio sin saber exactamente qué es lo que estaba tratando de hacer.

    ¿Iba a escapar? Ni siquiera sabía dónde estaba. Podría perderme muy fácilmente.

    Mi mirada viajó entonces al lord junto a mi.

    Su piel seguía pálida y había una pequeña capa de sudor fría sobre ella, pero su pecho se alzaba con un ritmo normal, tranquilo y rítmico. A simple vista su aspecto había mejorado notablemente.

    No me agaché para comprobar su pulso porque estaba segura de que sí lo hacía, no podría volver a ponerme en pie.

    Suspiré pesadamente y desvíe mi atención a la mesa al otro extremo del lugar.

    Aún sobre ella se encontraba la piel del conejo, también el cuchillo que había usado para hacerlo.

    Contuve la respiración y caminé lentamente. Solo fue cuando di los primeros pasos que por primera vez desde que había despertado, no solo está vez si no desde que había abierto los ojos en esta cabaña, estaba descalza.

    Mis zapatos habían debido de desaparecer en algún punto de nuestra caída por el río.

    Fuera como fuera, la sensación de la astillada madera clavarse en mi piel se convirtió en una de las cosas más desagradables que había experimentado en mucho tiempo. Sin embargo no dejé que me relentiza, hice mi camino hasta la mesa y cuando mi mano se extendió para tomar el cuchillo, el sonido del castaño revolviéndose en su lugar me hizo petrificarme por completo.

    No me moví, ni siquiera estaba segura de si estaba respirando.

    Desvié mi mirada sin ningún movimiento de mi cabeza y a través del rabillo del ojo pude ver como simplemente se estaba acomodando en una nueva posición, más sus ojos no se abrieron en ningún momento.

    No sé cuantos segundos estuve quieta. Cuando tiempo me tomé para volver a moverme y lentamente tomar el cuchillo en mano.

     MNo era grande, apenas era lo suficiente como para llegar a medir la mitad de mi palma, pero sin embargo era mejor que nada.

    Sin saber muy bien que hacer lo hundí bajo las telas de mi propia falda y llevé mi atención a Thalor una vez más.

    Dudé durante unos segundos.

    ¿Realmente iba a dejarlo solo en este lugar? Un escalofrío me recorrió la espalda. ¿Acaso le haría daño? ¿Después de haberse esforzado por salvarlo?

    Medité mi siguiente movimiento durante un largo tiempo en el que simplemente permanecí ahí en medio de pie, sin hacer nada más que mirar a Thalor.

    Finalmente y tras dudar, di un paso hacia la puerta.

    El lord estaba lo suficientemente estable como para sobrevivir un par de horas, lo suficiente como para darme un tiempo razonable para tratar de buscar ayuda.

    Incluso si los dahaarys odiaban a los míos, si iba clamando por ayuda para uno de sus regentes seguramente no dudarían en ayudarme.

    Retrocedí lo suficiente hasta quedar frente a la puerta y tomar el oxidado pomo de la misma.

    Lo giré lentamente y una parte de mi maldijo enseguida cuando al tratar de arrastrar la puerta las bisagras de la misma comenzaron a chirriar. El aliento se me cortó por completo y la angustia y miedo crearon un tenso nudo en mi garganta. De nuevo me detuve, y observé la figura del hombre en la silla. No parecía haberse inmutado.

     ¿Acaso carecería de las habilidades de los inmortales? Reegan tenía un muy buen sentido de la vista y del oído, Izzel también.¿Acaso sus cualidades dahaarys solo se mantenían en sus poderes?

    Fuera como fuera esperé unos instantes antes de volver a arrastrar la puerta, esta vez cargándola ligeramente yo misma para evitar el sonido de la madera al arrastrarse y crujir.

    No la abrí por completo, no me era necesario, en cuanto mi cuerpo fue capaz de entrar por el hueco salí por completo.

    No me detuve al hacerlo, caminé rápidamente lo suficiente como para alejarme y esconderme entre los matorrales y árboles que hacían de este lugar un bosque espeso. Solo cuando me aseguré de que estaba lo suficientemente lejos y escondida tras un grueso árbol fue que me permití suspirar con fuerza y dejar escapar un quejido.

    Me apoyé contra la dura corteza y no me importó sentir como esta arañaba mi espalda, me escurrí hasta caer al suelo por completo.

    No me había percatado de lo tensa que estaba hasta ahora, que cuando finalmente me sentía lo suficientemente libre como para poder respirar profundamente, estos se habían dado por vencidos.

    Solo me permití descansar por un par de minutos, solo los necesarios para asegurarme que ningún sonido procedía de la cabaña y que en efecto, el castaño en su interior seguía dormido.

    Con mi mano derecha palpé el corset y la silueta del pequeño cuchillo. Lo saqué y lo sostuve con fuerza mientras que con la otra mano me apoyaba sobre la madera para poder levantarme.

    Observé el bosque a mi alrededor y solo pude ver negrura. Ese tipo de oscuridad espesa que te pone la piel de gallina y te invita a alejarte lo máximo posible de algún lugar. Ahora estaba en su epicentro y debía buscar mi camino fuera de ella como fuera.

    No sabía si me encontraba cerca o lejos de Arcova. ¿Cuan lejos habíamos viajado por el río? Yo estaba inconsciente al momento de caer, pero Thalor no y había sido él quien había optado por esa ruta de escape. ¿Cuánto tiempo habría resistido antes de caer inconsciente también?

    Suspiré y decidí caminar hacia mi derecha ya que a pesar de la oscuridad, podía percibir una pequeña abertura entre los árboles y helechos, seguramente una pequeña ruta creada por los propios animales que debían de vivir en aquel lugar.

    Viajé por el sendero guiándome con mis manos y sin poder evitar por completo que algunas ramas arañaran mi rostro debido a que mi poca visión me impedía esquivarlas por completo.

    No sé cuanto tiempo estuve andando, mucho menos supe cuantas veces me había caído debido a una rama que no había visto a las raíces de un arbustos que se habían entrometido en mi camino. Lo único de lo que realmente era consciente en el momento era de lo terriblemente cansada que estaba, del dolor insoportable en mis extremidades y del hecho de que estaba ascendiendo.

    Para cuando finalmente me detuve junto a una roca a punto de desvanecerme del agotamiento, los rayos anaranjados del amanecer comenzaban a hacerse paso entre la espesura del bosque.

    Me dejé caer por completo sobre la inmensa roca. Estaba fría, pero al menos no mojada.

    Alcé la mirada hacia el pequeño hueco que dejaban las espesas copas de los árboles, allí, más alto de lo que nadie podría nunca alcanzar, estaba el cielo. El tono dorado que lo bañaba lentamente enviaba escalofríos a cada rincón de mi cuerpo.

    Había pasado demasiado tiempo.

    ¿Cuánto había caminado? ¿Un par de kilómetros como mucho? Y no había encontrado nada, ni siquiera la senda de algún riachuelo que me pudiera conducir a algún lugar. Nethan siempre me había dado ese consejo, si alguna vez me perdía, debía de buscar un río. El agua siempre llevaba a casa, había dicho él. Y si no había agua, debía de subir a un lugar alto para tratar de encontrar algún punto de referencia.

    Era más que obvio que ese rebelde llamado Keylan ya debía de haberse percatado de mi ausencia, y seguramente me estuviera buscando, aunque de alguna manera, deseaba que la idea de que mi condición como humana en un mundo lleno de peligros antinaturales me hubiera llevado a una muerte rápida en la noche, hubiera cruzado su mente.

    Me incorporé y abracé mis rodillas para tratar de dar algo de calor a mi cuerpo entumecido.

    Llevé mi mirada sobre mi hombro y observé la empinada cuesta que aún me quedaba por ascender. Ni siquiera podía ver cuanto más se inclinaba la subida, había tanta cantidad de árboles que parecía una pared. Un muro que no estaba segura de cómo iba a sortear.

    Aquello oprimió mis entrañas. La sensación de sentirme tan inútil, tan indefensa.

    Sentí las lágrimas arder en la parte trasera de mis ojos y levanté la mirada al cielo una vez más.nPero cuando mis ojos encontraron otro par mirándome de vuelta, el corazón se me detuvo por completo.

     Era pequeña. Fuera lo que fuera, era muy pequeña.

    Solo podía ver sus ojos asomándose desde detrás de una pequeña rama. Su piel verdosa casi se asemejaba a esta misma y la hacía pasar desapercibida pero sus ojos, eran de un color tan vivo que parecía imposible no verlos. Un azul resplandeciente de curiosidad.

    —Hola —Susurré mientras limpiaba mis ojos con el dorso de mi mano y sonreía sutilmente —Hola.

    Aquella pequeña criatura se permitió a sí misma mostrarse un poco más.

    Su cuerpo delgado se alzó sobre la rama mostrando sus largos y delgados miembros, sus ojos se abrieron aún más y su gesto nervioso se transformó por uno algo más dulce y simpático.

    No tenía pelo, en ninguna parte de su cuerpo visible. Su cabeza era redonda y en lo más alto de su frente tenía dos pequeños cuernos de un tono algo más claro que su piel.

    —¿Qué eres? —Pregunté asumiendo que aquel pequeño ser podía entenderme —Nunca había visto a nadie como tú.

    La criatura sonrió y miró su propio cuerpo, durante unos cuantos segundos pareció dudar, pero rápidamente estiró su cuerpo un poco más y dos hermosas alas alargadas y casi trasparentes se alzaron tras ella.

    Me mordí el interior de las mejillas para no gritar de emoción.

    Me puse en pie rápidamente y con una sonrisa que no podía controlar alcé mi mano con suavidad.

    La criatura retrocedió ligeramente desconfiada sin embargo, yo no aparté mi mano.

    —¿Eres un hada? —Volví a cuestionar sin poder contener la obvia emoción en mi voz —Cuando hablaba de vosotras todo el mundo me decía que solo erais viejos cuentos. Que no existíais.

    La criatura negó suavemente y sus finos labios se entreabrieron vagamente para hablar. Era un sonido extraño, dulce y agudo. Casi como cascabeles. Por supuesto no entendí ni una sola palabra.

    —No te entiendo —Repuse —Lo siento.

    La criatura agachó la cabeza y frunció el ceño. Dio un manotazo a algo que yo no podía ver antes de devolver su atención en mi dirección, luego levantó la mirada una vez más y se alzó por completo hasta sentarse en la rama.

    —Mi nombre es Alyathy —Susurré con dulzura tratando de no asustarla —¿Tú tienes nombre?

    La pequeña criatura asintió y como si eso hubiera bastado para mostrar mi buena fé, descendió un poco más hasta una rama inferior. Mi mano, que si alcanzaba aquella rama, rozó la madera a unos centímetros de ella. Esta curiosa observó mi piel, más no hizo amago por acercarse más.

    Un nuevo tintineo casi en susurro. Esta vez algo más grave y duro.

    Para mi sorpresa, de la rama anterior donde aquella pequeña criatura había estado escondía, salió otra muy semejante. Esta tenía el cuerpo algo más ancho, aunque no dejaba de ser delgado y alargado.

    Sus alas eran un poco más cortas y finas.

    —Oh —No pude evitar sentir un nuevo cosquilleo de emoción al verla asomarse por completo, incluso cuando el gesto en su cara no era tan amable como el de su compañera —Hola, a ti también.

    La segunda criatura, la cual asumí se trataba de un macho, por las vagas diferencias físicas algo más toscas, descendió hasta la misma rama donde se encontraba su amiga y con recelo tomó uno de sus brazos para tirar de ella en la dirección opuesta a donde yo me encontraba.

    —No voy a haceros daño —Aseguré mientras sonreía lo más dulcemente que podía en su dirección.

    La más pequeña entre ellas, la hembra supuestamente, miró de mala manera y con molestia al macho que ante el obvio rechazo, la soltó sin rechistar.

    Este pareció susurrar algo a modo de reproche pero ella no le escuchó.

    Descendió un poco más, justo hasta el punto donde mi mano tocaba la áspera madera.

    Ella la observó curiosa durante unos segundos, luego llevó sus brillantes ojos azules hasta mi. Sus largos y delgados dedos se posaron junto a una de las heridas en mi piel.

    Su mirada era una mezcla de curiosidad y tristeza.

    Sonreí restándole importancia mientras levantaba mi otra mano junto a mi cabeza.

     —Tengo varias —La pequeña criatura observó mi otra mano, el retazo de mi vestido envuelto sobre la herida en mi palma —Estoy huyendo de un hombre. Él tiene cautivo a un lord de estas tierras, Thalor —El rostro de la pequeña criatura se iluminó vagamente —¿Lo conocéis?

    Esta asintió con efusividad.

    —Está herido —Expliqué rápidamente —Esta en una cabaña, montaña abajo —La criatura que hasta ahora se había mantenido a distancia descendió hasta quedar junto a su compañera, aún sin parecer querer bajar la guardia —He salido tratando de buscar ayuda pero no sé dónde estoy, ¿hay alguien cerca que pueda ayudarme?

    Ambas criaturas se miraron entre sí, y pude ver una especie súplica silenciosa en los ojos del macho, como si estuviera pidiendo a su compañera que no siguiera adelante, que no intercediera.

    Sin embargo, ella también parecía suplicante de alguna manera.

    Finalmente tras unos cuantos largos segundos de silencio y miradas que hablaban por sí solas, el macho me miró dudoso.

    —Juro por la memoria de mis padres que no quiero hacer ningún daño —Coloqué ambas manos sobre mi corazón —Él me salvó la vida una vez, debo ayudarlo yo ahora.

    El macho parpadeó y volvió a mirar a la hembra. Finalmente, asintió con suavidad.

    Ella sonrió y batió sus alas rápidamente.

    Traté de hacerme hacía atrás para darle espacio, sin embargo, ella no se detuvo. Voló directamente hacia mí y sonrió con fuerza antes de tomar uno de los mechones despeinados de mi cabello con suavidad.

    —¿Vais a ayudarme? —Ella sintió con rapidez y tiró suavemente de mi pelo tratándome de invitar a seguirla —Gracias.

    Mi mirada fue al macho quien también había despegado en vuelo y se sostenía unos cuantos metros adelante.

    —Gracias, de verdad.

    Este no dijo nada. En su lugar se dio la vuelta y comenzó a avanzar.

    Y sintiendo como finalmente algo salía a mi favor, yo comencé a caminar tras ellos.



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