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28 CAPÍTULO

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Duelo ☬☆

     

      No sé qué fue lo que me trajo de vuelta.

      Puede que fuera el chasquido de la leña en el hogar a unos metros, quizás fuera la sensación de sudor que escurría por mi cuello o el hecho de que no había podido dejar de verlo.

      El cuerpo de mi padre tirado en el suelo, con el pecho destrozado y bañado en sangre. Con sus ojos fijos en mí con todo ese amor.

      Me incorporé de golpe sintiendo como mis músculos se quejaban ante el rápido movimiento. Cubrí mis ojos con una de mis manos cuando el mundo comenzó a dar vueltas a mi alrededor.

      Tuve que detenerme unos segundos para ello.

      Respiré profundamente y rápidamente me di cuenta de que no estaba en Arcova, tampoco en mi hogar, Etria. Aparté la mano lentamente y con el mundo aún en movimiento recorrí la habitación en su totalidad.

      Me costó unos segundos darme cuenta de que se trataba del palacio de Thalor. La misma habitación que había usado aquella primera vez.

      Pero quizás lo que más llamó mi atención de aquella estampa fue el hecho de que Reegan estaba sentado en un sillón cerca de la chimenea. Su cabeza estaba gacha y su largo cabello ocultaba su rostro. 

      A juzgar por la pausada elevación de su pecho estaba dormido.

      Como acto reflejo conduje mi mirada a las grandes ventanas de vidrieras, el sol apenas parecía estar presente por lo que me dejaba intuir que quizás había pasado durmiendo todo el día.

      Agaché la mirada a mi propio cuerpo.

      Mi mano derecha estaba cubierta con gruesas vendas, y si había heridas en ella no estaba segura en que momento me las había hecho. ¿Quizás al deslizarme por la ladera? ¿Al caer al suelo cuando mi padre me había empujado fuera del camino de esa cosa?

      Un nudo tensó e insoportable me cerró la garganta.

      Sentí la humedad de las lágrimas deslizarse por mis mejillas sin siquiera darme cuenta.

      Él estaba muerto.

      Mi padre, estaba muerto.

      Él estaba muerto porque había venido a buscarme. Después de todo él había venido a por mi.

      —¿Alyathy? —Alcé la mirada de nuevo ante la voz grave y ronca.

      Reegan estaba despierto, se estaba apartando el cabello del rostro y en su gesto podía ver el cansancio, la compasión que le brillaba en los ojos.

      Me encogí sobre mi misma sin poder detener la avalancha de emociones que me abordó.

      —¿Dónde está? —Fue lo único que pude preguntar con la voz entrecortada —¿Dónde está su cuerpo, Reegan?

      Este se levantó rápidamente dejando el libro que había sostenido sobre su regazo sobre la mesilla a su derecha. Caminó raudo hasta el borde de la cama donde yo me encontraba sentada y sin siquiera esperarlo, envolvió sus brazos a mi alrededor.

      Durante un segundo el gesto me sorprendió pero luego simplemente me dejé abrazar y consolar.

       —Ha sido devuelto a tu gente —Murmuró mientras su brazos me empujaban contra él con suavidad —Pensé que sería mejor para ti que fuera enterrado junto a tu familia.

      Y no iba a mentir, una parte de mi se hizo pedazos al saber que no volvería a verlo. Ni siquiera para despedirlo. La otra se sintió vagamente consolada al saber que seguramente Nethan se encargaría de enterrarlo junto a nuestra madre en la cripta familiar.

      —Él murió por mi culpa —Sollocé contra su pecho, escondida y avergonzada —Él murió porque vino a buscarme.

      —Ni se te ocurra decir eso —Gruñó rápidamente mientras me alejaba lo suficiente para obligarme a mirarlo a los ojos —No hay manera de que hubieras podido evitar nada de esto.

      —Pero…—Mis labios temblaron inseguros —Pero es la verdad…

      Sorbí mi nariz y arrugué la tela del camisón que cubría mi pecho.

      —Si yo no hubiera sido tan egoísta…—El regusto amargo de la rabia me recorría la garganta —Si yo hubiera dejado a ese niño ser el elegido… —Mis ojos se encontraron con los suyos y me desconcertaba de alguna manera ver el dolor brillar en su mirada —Si me hubiera quedado él estaría vivo.

      —Y ese niño hubiera muerto —Repuso rápidamente —Aún no sé muy bien cuáles fueron las circunstancias pero a juzgar por tus palabras, lo que hiciste fue salvar a un niño de una muerte segura. Fuiste una persona noble y valiente que antepuso a alguien más a sí mismo. 

      —¿Y qué si fui noble? —No podía evitarlo, la sensación de culpa que me carcomía —La nobleza ha hecho que mi padre haya muerto.

      —Él entró en el Bosque por su propia decisión —Sus brazos me soltaron lentamente y sus manos recorrieron la extensión de mis antebrazos hasta que estas llegaron a mis propias manos que cayeron sobre mi regazo —Él fue quien decidió morir para salvarte.

      Cerré los ojos y sentí estos arder con fuerza.

     —Esa cosa lo mató porque yo no escuché a Thalor e Izzel —No podía, no podía no ser culpable —Si tan solo los hubiera escuchado…Si hubiera obedecido…

      —Alya escúchame —Ni siquiera oir mi apodo con un tono tan dulce me hizo levantar la mirada.

      No quería ser consolada, no lo merecía. Si hubiera pensado antes en los demás que en mi nada de esto habría ocurrido. Si hubiera sido más razonable ahora mismo estaría nerviosa por los pocos días que quedarían para mi boda, ahora mismo estaría gruñiendo junto a Nethan quien no pararía de quejarse sobre lo molestas que eran las pruebas de vestimenta.

      Si tan solo hubiera pensado mejor las cosas y no me hubiera dejado guiar por el estupúpido corazón.

      —Alyathy —Las manos de Reegan tomaron mi rostro con fuerza y esto bastó para sacarme del pozo de miseria de pensamientos —Mírame y escúchame.

      El gesto en su cara era brutalmente hermoso. Y aquello no hizo otra cosa que ahondar en la herida. 

      ¿Cómo podía siquiera pensar en esas cosas en este momento? ¿Cómo me podía permitir ser tan egoísta? ¿Cómo podía alguien tan perfecto como él mirarme de aquella manera tan gentil? 

      —Nunca dejarás de sentirte culpable, incluso cuando no lo eres —Su tono era tan serio y a la vez dulce que me hizo temblar —Tu padre murió porque decidió ir a buscara su hija, porque por muy nobles que sean vuestros sentimientos humanos, el amor a veces nubla el juicio. No había manera posible de que tú lo evitaras, y seguramente incluso si no fueras tú quien hubiera cruzado el Bosque, de una manera u otra esto hubiera acabado pasando. Ya fuera tu padre o el propio padre de ese niño.

      Tragué saliva y mordí mi labio inferior tratando de controlar las lágrimas.

      —Perder a un ser querido duele —Había experiencia en sus palabras, él había sentido el dolor de perder a su padre y a su hermano —Y una parte de tí a muerto con tu padre pero una parte de él aún sigue viva contigo. Los seres vivos, ya sea humanos o dahaarys estamos compuesto por momentos. Momentos que hemos compartido con las personas que hemos conocido durante nuestra vida.

      Sus pulgares acariciaron mis mejillas y limpiaron el rastro de lágrimas en ellas. 

      —Nadie nunca muere realmente, no si tú nunca lo olvidas —Mis manos temblorosas subieron hasta la suyas y mis dedos se enredaron con los suyos.

      —¿Y si lo olvido? —Pregunté llena de temor —¿Y si cuando hayan pasado un par de año no puedo recordar su voz o el color de sus ojos? ¿Qué pasará entonces? 

      —Mientras no olvides quién era él para ti el resto de cosas no importan —Susurró dulcemente mientras agachaba su mirada a nuestras manos unidas —Lo único que importa es que recuerdes lo mucho que lo…amabas.

      Mis hombros cayeron y toda mi figura se encogió en su lugar. Estaba tan cansada, mis músculos me dolían y se sentían tan endebles como un motón de paja desperdigada.

      —Nethan…mi hermano él…—Debía de estar destrozado, ni siquiera estaba segura de que haría cuando encontrará el cuerpo de nuestro padre.

     ¿Seguiría Kessarn con él? Rogaba que así fuera porque ni siquiera estaba segura de que él fuera capaz de consolarlo, y estando completamente solo…

      —Mi hermano no va a soportarlo —Sollocé con fuerza de nuevo —Él no va a poder soportar habernos perdido a los dos tan pronto…yo debo…yo…

      Solo me bastó con alzar vagamente la mirada para ver a Reegan a los ojos para encontrar la respuesta a la súplica que se estaba creando en mi garganta.

      —No puedo —Susurró derrotado —Devolver el cuerpo ya ha supuesto un gran esfuerzo y estoy agotado…

      —Hazlo mañana, pasado, cuando sea —Supliqué tomando sus manos con fuerza —Por favor, devuélveme cuando sea posible, no puedo dejarlo solo…

     Esta vez fue él quien agachó la mirada, podía ver la tensión y culpabilidad acumularse en sus hombros, en toda su figura.

      —Por favor —Insistí —Esperaré los días que sean necesarios, una semana si es lo que necesitas peor necesito volver —La voz se me quebró por completo —No puedo perderlo también a él…no puedo dejar que él mismo se…

       Ni siquiera quería pronunciar la palabra, ni siquiera quería atreverme a vocalizar la terrible idea que se dibujaba en mi imaginación.

      —No puedo…—Volvió a murmurar, esta vez con obvio desánimo y pesar —No puedo permitirme mandarte de vuelta Alya.

      —Sé que es peligroso y que puede resultar un esfuerzo demasiado grande pero te prometo que correré —Traté de insistir con desesperación, él negó suavemente —¡Darme un caballo y solo serán unos minutos, lo prometo! ¡Por favor!

      Sus manos me soltaron, con un movimiento rápido y ágil como ninguno se puso en pie. Su mirada se alzó de nuevo y sus ojos, esos hermosos ojos dorados, me miraban contrariados. Como si una nube de neblina cubriera el brillo del dolor y la culpa.

      —No puedo devolverte a tu hogar Alyathy —Sentenció con decisión —Y créeme que no es por decisión propia. No puedo hacerlo, no sin poner en riesgo la seguridad de mi propio reino.

      Gateé hasta el bosque de la cama.

      —Dijiste que no sería tu prisionera —Escupí con rabia y dolor —Obligarme a quedarme a este lado del Bosque no es darme libertad.

      —No tergiverses mis palabras —Protestó él —No puedo anteponer una vida a la de cientos de personas. 

      —La muerte de mi padre podría suponer la de mi hermano —Me puse en pie bajando de la cama con las piernas temblorosas y tuve que aferrarme a uno de los postes de la cama para sostenerme —Y si mi hermano muere Etria no tendrá un heredero, podría causar una guerra civil. Eso supondría un centenar de muertes, puede que miles.

      Reegan tensó su mandíbula y dio un paso atrás. Ambas manos a ambos lados de su cuerpo se convirtieron en puños.

      —¿Acaso miles de vidas humanas no valen la pena?

      Y sabía la respuesta. En el fondo había sabido cuál era su respuesta porque era estúpidamente obvia, porque si el caso fuera al revés, si él fuera quien me suplicara poner en peligro a mi pueblo para poder salvarlo a él, yo…

      Yo no tendría ni idea de que haría.

      —No —Dijo firmemente antes de darse la vuelta.

      Mordí el interior de mi mejilla pero no pude reprimirme a sollozar una vez más.

      —Pensaba que eras diferente —Murmuré —Pensaba que eras distinto a todos ellos.

      Reegan abrió la puerta de la habitación pero se detuvo antes de salir y habló una última vez dándome la espalda.

       —No cuando se trata de mi gente.

      Cerró la puerta a su espalda y con ella yo caí al suelo, hundida en mi propio pozo de tristeza y soledad. 

      Mi mano hurgó rápidamente en mi cuello y una sensación de agobio y desesperación se apoderó de mí cuando no encontré la cadena del colgante.  Agaché la mirada y en efecto, este no colgaba de mi cuello.

      Me di la vuelta rápidamente sintiendo como el aire se escapaba de un plumazo de mis pulmones y me ahogaba en mi lugar. Me puse en pie de nuevo y con un par de pasos tambaleantes me lancé hacia la mesilla.

      Aparté el candelabro de un golpe haciendo que este cayera estruendosamente al suelo, aparté la mantilla y la pequeña caja vacía, tiré todo sobre esta y no estaba. Abrí el primer y único cajón de la misma, removí el contenido de este.

      Nada. Lo había perdido.

      Me dejé caer de nuevo al suelo mientras escuché la puerta abrirse. Arañé la piel de mi pecho, justo donde el colgante debía de estar. 

      Las figuras de Cerryn y Khalyn estaban frente a mí y me hablaban pero yo no podía escucharlas, no podía entender lo que decían.

      Los había perdido a ambos. Para siempre.

      No fui consciente de lo que ocurrió durante las siguientes horas, al menos no realmente.

      Supe que ambas me trataron de consolar y que fue imposible. Me condujeron al baño y me hundieron en el agua caliente, me ayudaron a bañarme y a quitar los restos de tierra y sangre de mi cuerpo en silencio. 

      Me ayudaron a regresar a la cama después y trataron de convencerme de comer algo.

      Lo único que pude hacer fue mirar el plato de sopa con disgusto y rogarles que no me obligaran a comer nada.

      Ellas insistieron en que al menos bebiera algo de zumo cosa que hice, no por gusto, pues una sensación enfermiza creció en mi garganta a medida que tragaba el dulce líquido, pero me libró de su insistencia.

      Cuando ellas no podían hacer nada más por mi me rogaron que tratara de dormir un par de horas y se fueron, Cerryn dejó claro que haría guardia durante la noche y vendría a visitarme para asegurarse de que no necesitaba nada.

      Me quedé a solas después de un par de minutos, ambas cerraron la puerta y el silencio fue tan ensordecedor que no pude evitar temblar.

      Mi mano fue inconscientemente a mi cuello tratando de buscar mi colgante pero ya no estaba allí.

     Sentí el nudo de mi garganta tensarse de nuevo pero no brotaron las lágrimas.

      Aquel nudo era como un tapón, uno que retenía todo en su lugar y que de alguna manera lo único que lograba hacerme sentir era un vacío desolador.

      No había nada a flote, solo una desconsolación enorme.

      Aún podía recordar nuestra última charla antes de cruzar el Bosque. Esa en la que mi padre me había pedido perdón por todos esos momentos en los que lo había necesitado cuando era una niña y él no había estado realmente ahí para mi. Aún podía ver la devastación en su rostro cuando me miraba y no era a mí a quien estaba viendo.

      Y dentro de todo eso, lo que más me destrozaba era el amor. El amor que siempre había sentido por mi madre, saber que su muerte lo había llevado a tal punto de dejarnos a nosotros dos a parte.

      De olvidarse de sí mismo por completo.

      Me encogí, llevé ambas piernas contra mi pecho y lloré. Lloré durante tanto tiempo que cuando me desperté a la mañana siguiente cuando Cerryn y Khalyn entraron, apenas podía abrir los ojos.

      —Oh dios, señorita —Fueron los brazos de la morena  quienes me rodearon con fuerza —Lo sentimos tanto, por favor, no llore más.

      Sollocé de nuevo contra ella. Mis brazos también la envolvieron y me aferré con fuerza contra su cuerpo.

      —Pensar que vuestro padre ahora se encuentra en un lugar mejor, señorita —Murmuró Khalyn con la voz entrecortada —Ahora descansa en paz.

      Rogaba para que así fuera, para que en efecto mi padre finalmente hubiera vuelto al lado de la mujer que tanto había amado. Porque si esa no era la realidad, si ese no era el final para todos, no podría soportarlo.

      —Marchamos hacia Arcova de nuevo —Informó la pequeña que me abrazaba mientras se separaba lentamente —Debemos prepararos.

      Yo asentí sin mucho esfuerzo. Dejé que ambas me mimaran.

      Apenas probé algo de la fruta que trajeron como desayuno, no era capaz de tragar nada sin sentir que necesitaba vomitarlo. 

      No trabajaron mucho en mi, me dejaron vestirme con un vestido simple y amplio de un verde casi tan oscuro que parecía negro. Dejaron mi cabello suelto, simplemente lo cepillaron y acomodaron sobre mis hombros. 

      No pusieron ni una gota de maquillaje, lo único que trataron de hacer fue bajar la hinchazón de mis ojos con un paño frío, pero nada más.

      Cuando era hora de salir de la habitación me otorgaron una capa con la que poder cubrir mi rostro.

      Me tuvieron que ayudar a caminar porque incluso aunque había logrado dormir un buen par de horas estaba tan malditamente cansada que no podía dar dos pasos sin tambalearme.

      Quizás Reegan era consciente de mi deplorable estado, o quizás solo era casualidad pero había una gran carreta en el patio del palacio, una que estaba cargada con apenas un par de grandes cajas de cereales y distintos tipos de provisiones.

      —Viajaréis en el carro, señorita —Señaló Khalyn con delicadeza —Nosotras viajaremos con usted. 

      Alcé la mirada vagamente y lo ví.

      Reegan estaba al otro lado del patio, ya subido sobre su animal, Thalor a los pies de este. Ambos con la mirada fija en mi.

      No me arrepentía de haberle suplicado, y no me arrepentía de la desesperación que le había mostrado porque era la realidad. Pero quizás si me arrepentía de haberle forzado a contestar aquella pregunta, a elegir entre su pueblo o yo.

      Me arrepentía porque ya no podía verlo de la misma manera, porque yo había sido lo suficientemente estúpida como para creer que un inmortal antepondría a un pobre humano sobre su pueblo.

      Y de alguna manera eso se sentía como una puñalada al corazón para mi.

      Porque durante los días que habíamos pasado juntos, por relativamente pocos que fueran, algo en mí había tenido esperanza. Se había creado una vaga y estúpida  ilusión.

      Aparté la mirada no sin antes notar las bolsas bajo aquellos dorados, el cansancio en toda su figura y la culpa que brillaba en su mirada.

      Dejé que Cerryn y Khalyn me ayudaran a subir al carro. Me escurrí hasta quedar sentada contra uno de los sacos de cereal que extrañamente era suficiente mullido como para asemejarse a un almohadón.

      Me encogí contra él y fijé mi mirada en la joya en mi dedo, en el anillo de Kessarn.

      Pesaba sobre mi mano de una manera que no hacía otra cosa que hacerme sentir aún más culpable.

       Porque esas estúpidas ilusiones que me había hecho con Reegan no encajaban en un mundo en el que yo amaba a Kessarn. Porque no quería entender lo que mi estúpido corazón comenzaba a hacer cuando el rey inmortal estaba cerca.

      No lo amaba, de eso estaba segura. Aún no lo conocía lo suficiente como para poder arriesgarme a decir aquellas palabras.

      Era una locura siquiera pensarlo pero, había algo, y no podía negármelo por mucho que tratara.

      Reegan era hermoso, más hermoso que ningún hombre que hubiera conocido jamás. Era amable y noble, y mi corazón se aceleraba cada vez que él estaba cerca.

      Mi cuerpo reaccionaba ante él como las mareas a la luna. Su presencia bastaba para hacerme reaccionar.

      Escondí mi cabeza contra mis brazos y me acurruque aún más, como si de alguna manera el sol fuera mi enemigo en este momento, como si sus rayos dorados me hicieran daño. No quería que nadie me viera, ni siquiera Cerryn y Khalyn quienes se habían sentado en el borde y murmuraban entre ellas en voz baja mientras de vez en cuando daban vistazos en mis dirección.

      Sollocé mientras mis manos cubrían mis labios.

     Era un desastre. La situación, yo misma. Todo era un maldito desastre.

     —Alyathy —Alcé la mirada rápidamente cuando un tacto suave y sutil me rozó la pierna.

      Era Izzel quien había subido al carro, su rostro estaba también descompuesto.

     Había arañazos en sus mejillas, seguramente hechos mientras corría tras de mí en el Bosque. También había ojeras bajo sus ojos y de alguna manera incluso su piel se veía apagada.

      —No deberías estar aquí —Murmuré mientras me daba de nuevo la vuelta y cubría mi rostro —No quiero que me veas así.

      —Eres mi amiga, Alyathy —El corazón se me encogió dentro del pecho ante el lamento en su voz —Quiero ayudarte.

      Aparté mis brazos de mi rostro y lo miré de reojo.

      —No puedes —Susurre —Nadie puede.

      —Perdí a mi padre y a mi hermano, sé lo que es ese dolor —Negué suavemente.

      —No, no puedes —Repliqué mientras me enderezaba lentamente —No puedes amar Izzel, vosotros mismos lo dijisteis, no puedes sentir de la misma manera que yo y eso…eso es algo que yo no puedo explicar.

      Mis manos tomaron la tela del vestido y la estrujaron con fuerza.

     —No puedo explicar la rabia y el dolor que me provoca saber que no puedo regresar junto a mi hermano, que Reegan no abrirá el Bosque para permitirme regresar —Mordí mi labio inferior —Sé que su pueblo es su prioridad pero yo pensaba que…—Me detuve en seco para tratar de encontrar la palabra adecuada —Yo pensaba que le importaba, aunque solo fuera un poco.

      Izzel suspiró y pude ver sus hombros caer.

      —No es tan sencillo, Alyathy —Este arrastró el par de mechones que se escapaban de su coleta fuera de su rostros —El Bosque no es algo que simplemente se pueda controlar, es mucho más complicado que eso.

      Mordí el interior de mis mejillas.

       —Pero tú hermano fue quien lo creó, es su magia quien lo alzó, incluso si consume mucha de esta podría intentarlo, solo unos minutos, solo los suficiente para que pudiera pasar —Izzel negó nuevamente —Si solo lo intentara….

      —Si Reegan tratara de abrir la frontera para ti podría morir —Me quedé estática.

      Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron y mis ojos quedaron fijos en los simples detalles del bordado de la falda de mi vestido.

      —Casi muere alzándolo, usó tanta magia para ello que casi le cuesta la vida —Mis labios se entreabrieron pero ningún sonido brotó de mi garganta —Si no fuera por los tres lores de las comarcas mi hermano no estaría vivo.

      —Pero…—No podía siquiera imaginarlo —¿Cómo…cómo lo hizo?

      Izzel suspiró y supe por su mirada que quizás esto no era algo que yo debía de saber, que nadie debía de saber pero se inclinó ligeramente en mi dirección antes de hablar en susurro.

      —Los tres lores cedieron un poco de su poder para salvarlo, fue algo semejante a lo que hacemos en la Entrega, cedieron su poder a la Madre y esta fue lo suficiente benevolente como para dárselo a mi hermano y salvar su vida.

      Mi mirada se alzó y aunque no podía verlo a través de la tela que cubría el carro, podía imaginarlo.

      A Reegan extendido en el suelo, agonizando por haber excedido sus posibilidades, todo por salvar a su gente de la cruenta guerra.

     —Si tratara de abrir la frontera para ti, por mínimo que fuera, consumiría más mágia de lo que él podría soportar —La realización cayó sobre mí como un nuevo cubo de agua fría.

      No le había pedido que sacrificara la seguridad de su pueblo por mi, no, de manera inconsciente le había suplicado que se arriesgara a morir por mi.

     Me maldije mentalmente.

     Había sido tan bocazas, había juzgado tan pronto a pesar de no conocer nada de él, de los propios sacrificio que él había hecho para mantener a salvo a su pueblo.

     —Oh por Karch —Sentí mis manos temblar —Yo no lo sabía y…y le dije algo horrible.

      Izzel no dijo nada.

      —Lo juzgué mal —Tragué saliva y me obligué a mi misma a limpiar las lágrimas que escurrían por mis mejillas —Oh dios, soy horrible.

      —Mi hermano entiende por lo que estás pasando —Sus brazos se extendieron y tomaron mis manos con delicadeza —Y no te voy a negar que sea lo que sea que pasó entre vosotros no el ha afectado, porque sí lo ha hecho, pero no hay nada que no podáis arreglar hablando.

      —No sé si me perdonará —Murmuré temblorosa —Me equivoqué.

      —Entonces pide perdón —Animó él —No hace falta que sea ahora, lidia primero con tu perdida, llora lo que necesites llorar y luego levántate y enfrenta las cosas. 

      Izzel sonrió y una pequeña parte de mi se sintió finalmente consolada por ese pequeño gesto.

      —Mi hermano puede ser muy tozudo a veces pero no es un necio, da igual lo que hayas dicho, él te perdonará.

      No pude evitar soltar una pequeña y vaga carcajada.

      —Hablas como si yo fuera un caso especial —Su gesto se transformó en una mueca que no pude comprender del todo, con una sonrisa pícara y un brillo divertido en sus ojos.

      —No podría responder eso por él.

      Una voz clamó en el exterior que todos fueran a sus caballos porque comenzaríamos la partida, Izzel se despidió con un corto abrazo y bajó del carro para ir hasta su caballo. Yo me quedé en mi lugar, hundida contra el saco de cereales y repasando la nueva información con la que aún contaba.

      Me maldije una y otra vez mientras el carro comenzaba a avanzar. Había sido una tonta, una auténtica tonta por decirle aquello.

      Él no era como los demás. Para nada.

      No sé en qué momento exactamente cerré los ojos, mucho menos cuando me dejé llevar por el cansancio y caí rendida. Lo único que sé es que tuve varias pesadillas, todas relacionadas con la visión de mi padre muerto en el suelo, y que cuando Khalyn me despertó con el gesto preocupado estábamos finalmente el Arcova.

      Habíamos salido al amanecer y el sol se estaba poniendo para cuando ambas de mis doncellas me ayudaron a bajar del gran carro.

      Para mi desgracia todos estaban ahí, Reegan, Izzel, Astra y Thyran bajaban de sus propios animales mientras conversaban en voz baja. Obviamente me llevé todas las miradas y completamente avergonzada no solo por mi desastroso aspecto si no por todo lo demás, rogué a ambas de mis doncellas que me llevaran a mi habitación.

      Una vez allí me prepararon otro baño y les rogué que me dejaran a solas prometiéndoles que estaría bien. Cerryn obedeció rápidamente pero Khalyn solo se marchó cuando le pedí que se encargaran de traerme una cena algo más contundente que una sopa.

      Una vez sola me permití hundirme en el agua y disfrutar únicamente del silencio por un momento.

      Se podía percibir el sonido de la cascada de manera lejana y el sonido de los grillos en las praderas que rodeaban el valle, podía escuchar el chapoteo el del agua que me rodeaba y mi propia respiración.

      Y me permití llorar una vez más, por mi padre, por mi, por mi hermano y por todo lo que su muerte significaba para nosotros. Lloré la pérdida y lloré el dolor.

      Lloré durante unos cuantos minutos hasta que simplemente no pude llorar más, hasta que mis hombros se sintieron algo más ligeros.

      Minutos después salí de la bañera y tomé una de las toallas, cubrí mi cuerpo y caminé hasta el espejo. No había nada distinto en mí, más allá de la falta de sueño y la rojez que rodeaba mis ojos y nariz. 

      La muerte de mi padre no había cambiado nada, y era cierto, lo que había dicho Reegan la noche anterior, una parte de mi había muerto con él pero otra, una parte suya seguía viva en mi. Acaricié el puente de mi nariz, esa única facción que siempre había sido más suya que de mi madre.

      Acaricié los mechones rubios de mi cabello, ese tono algo más oscuro que el de mi madre, el resultado de la mezcla de ambos.

      Por mucho que siempre me hubieran dicho que era idéntica a ella yo siempre me había sentido idéntica a él.

      Siempre me había gustado sentir que era igual de amable que él, igual de leal y responsable. 

      Suspiré y tragué saliva, me forcé a llevar las bocanadas de aire a mis pulmones hasta llenarlos y después a mi estómago, inspiré hasta que mi cuerpo no pudo acoger una gota más de aire. Lo solté lentamente y me forcé a retener los temblores.

      Repetí el ejercicio varias veces, y solo cuando pude percibir el caminar de las dos doncellas adentrarse de nuevo dentro de la habitación fue que si un paso atrás.

      Tomé la fina bata de seda y reemplazé la toalla por ella, cerré la misma con el cinturón y salí de nuevo a la inmensa estancia.

      Cerryn y Khalyn me miraron con los mismos ojos tristes que habían estado usando desde el día de ayer.

      Me senté en el tocador y dejé que la más joven de las dos, Cerryn, me ayudara a comer. Dejé en sus manos la tarea de cortar el fino y pequeño filete de ternera, y de remover el pequeño cuenco de caldo para enfriarlo ligeramente.

      Por su parte Khalyn se ocupó de secarme el pelo con una toalla y de luego trenzarlo suavemente para ayudarme a mantenerlo ordenado al dormir.

      Cuando no hubo más que hacer para ellas estas dieron un paso atrás.

      —Si no nos necesita más nos retiraremos, señorita —Murmuró Khalyn.

      Las observé a las dos a través del espejo.

      Y quizás era la desolación o el vacío que me llenaba por dentro, pero no pude evitar gimotear al darme la vuelta.

      —¿Podríais…—Dudé un segundo, puede que fuera lo más infantil y ridículo que hacía en mucho tiempo —¿Podríais dormir aquí? ¿Podríais dormir conmigo?

      Ambas se miraron entre sí.

      Agaché la mirada avergonzada.

      —No quiero estar sola…—Fue cuestión de segundos de pesado silencio lo que me llevó a tartamudear —Si no queréis no os obligaré…yo…no hace falta —Levante la mirada una vez más pero Nissa izquierda poder ver su rostro antes de volver a dejarlo caer lleno de vergüenza —Olvidarlo…no importa.

      Me levanté y me dí la vuelta para caminar hasta la inmensa terraza, me detuve en los marcos de hierro y dejé que la brisa fría de la noche me golpeara el rostro.

      —Señorita —No me di la vuelta, no tenía el valor de enfrentarlas.

      Había sido tan tonta. Ellas no podían llegar a entender lo destrozada que me sentía por dentro, y no era nada por lo que culparlas, su naturaleza no se lo permitía. Y tan solo imaginar lo idiota que debía de estar viéndome frente a sus ojos. Lo infantil que resultaba su petición.

      Nunca había tenido amigas. Jamás había sabido cómo comportarme alrededor de otras personas que no fueran Kessarn o mi propio hermano.

      ¿Llorar se veía ridículo?

      —Señorita —Me di la vuelta alarmada cuando la mano de Khalyn se posó en mi hombro por sorpresa.

      El rostro de la mujer de ojos azules estaba a mi altura, y lo que había en su mirada no se acercaba ni por asomo a la incredulidad o diversión ante mi absurda petición. No, en sus ojos brillaba una dulzura que me costaba creer. 

      Era imposible no dudar sobre esa supuesta condición cuando sus ojos expresaban tanto amor.

      —Déjenos ir a por nuestros camisones, regresaremos enseguida —Susurró mientras sonreía.

      Asentí, aún estática ante la respuesta que no me esperaba en absoluto.

      Ambas corrieron por el pasillo, las escuché alejarse a pasos acelerados hasta que no pude percibirlas más. Y una parte de mi no pudo evitar reírse, porque incluso si solo lo hacían para seguir mi pedido, ellas estaban corriendo. Corrían para poder llegar a sus habitaciones y tomar su ropa, para tratar de hacer más corta mi espera.

      Porque incluso si realmente no les importaba mi soledad, aún así, estaban tratando de hacer que todo fuera un poco más sencillo para mi.

      En su ausencia me vestí con un camisón y terminé de comer los trozos de fruta que había dejado porque en ese momento, tan solo instantes atrás, había de decidido que no merecía comer más.

      Estaba sentada en el borde de la cama cuando ambas regresaron, las dos vestidas con sus camisones y Cerryn con sus rizos recogidos en un trozo de tela suave y brillante.

     —Durmamos —Susurró Khalyn mientras abría las sábanas de la cama para mi —Aún necesitáis dormir, señorita.

     Me adelanté a ella y me escurrí sobre el colchón , a mi otro lado Cerryn hizo lo mismo con una sonrisa.

     —No nos moveremos en toda la noche, señorita —Aseguró está con una dulce sonrisa —Estaremos hasta que usted no nos necesite.

     Mi corazón se encogió dentro de mi pecho y moví hacia el medio d ELA cama para dejar que Khalyn también se tumbara.

     —Gracias —Susurré para ambas —Muchísimas gracias, de verdad.

      Ambas negaron y sonrieron.

      Khalyn se giró para quedar acostada enfrentándome, y sobre las sábanas sus manos encontraron las mías, las tomaron con dulzura y las sostuvieron con firmeza .

     —Puede que esto sea osado de nuestra parte —Su sonrisa era tan radiante, tan sincera —Pero nos gustaría que durante el tiempo que compartamos con usted las cosas sean de este modo —Miré a Cerryn durante un segundo, y su rostro aún algo infantil estaba tan emocionado —Dejenos ayudarla en todo lo que nos sea posible. Si está triste, dígalo, si está feliz, muéstrelo. Déjenos ser…—La mujer de cabello negro dudó un segundo y sus ojos rompieron el contacto lo que duró un pestañeo, cuando estos volvieron fijarse sobre mi brillaban decididos —Dejenos ser sus amigas.

      Mi corazón volvió a saltar emocionado, y no pude reprimirlo. No pude evitar mirarlas a ambas con las cejas alzadas y completamente sorprendida.

     —¿Mis amigas? —Ambas asintieron casi tímidas —¿Realmente queréis ser amigas de alguien como yo?

     —¿Por qué no querríamos? —Fue esta vez Cerryn quien cuestionó —Usted es amable, es dulce y gentil, y desde que estamos a su servicio no hace otra cosa que halagarnos y facilitar nuestro trabajo.

      —Pero yo…—Era difícil tratar de explicarme, había tantos pensamientos volando por mi cabeza —Yo soy humana y yo…ni siquiera sé cuánto tiempo voy a…

     —No nos importa —Sentenció la morena con rapidez —No nos importa que sea humana o que finalmente no se quede mucho tiempo.

     Sus ojos oscuros brillaban de la misma manera que los de Khalyn y eso calentaba mi cuerpo, llenaba ese vacío de una manera reconfortante.

     —Yo…—Miré a ambas con lágrimas en los ojos una vez más, una de mis manos se liberó de la sujeción de Khalyn y buscó el tacto de los dedos de Cerryn quien rápidamente me aceptó el gesto —Yo estaría encantada de ser vuestra amiga.

      Las tres sonreímos y a la más joven también se le llenaron los ojos de lágrimas.

     Fue Khalyn quien rompió con la poca formalidad que nos quedaba y lanzó sus brazos sobre mi envolviéndome en un medio abrazo que me hizo sollozar con fuerza, Cerryn pronto la imitó y mi llanto se intensificó.

      Pero por primera vez en el día mis lágrimas no eran solo de dolor, esta vez el sabor dulce de la alegría se entremezclaba con ellas.

×                 ×                  ×

En vista de mi desastrosa cita del día de hoy, os dejo este capítulo para que seáis más felices y yo también cuando lea vuestro comentarios 💕

Estamos llegando a la mitad del libro y aun no creo el amor que le estais dando a esta nueva versión, than u, dosis maravillosxs 💞✨

Que por cierto, os dejo esta ilustración de Alya y Reegan, que terminé hace unos días 🫣😊


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