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24 CAPÍTULO


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La Verdad ☬☆


    —Arcova fue construida en algún momento de los primeros siglos de la existencia dahaary, es una de nuestras ciudades más antiguas —Reegan hizo un pequeño gesto con su mano y los dos guardias apostados a ambos lados de las enormes puertas de las murallas obedecieron abriendo las mismas —Aunque en realidad es muy pequeña para llamarla ciudad, pero al ser la capital se hace la trampa.

      Sonreí agradecida a ambos guardias que ante nuestro paso entre ellos hicieron una suave reverencia.

     Por inercia coloqué la capucha de la capa sobre mi cabeza. El rey me miró de reojo y esbozó una sonrisa casi a modo de disculpa. Y es que aunque supuestamente estábamos en su ciudad y no tenía intención de separarme de él en ningún momento, tampoco estaba convencida de no encontrarme a alguien que aún nos guardara rencor a los humanos.

      He incluso si con el maquillaje, el peinado y el vestido que cargaba podía pasar más o menos desapercibida, prefería ocultarme al menos esta primera vez.

      Las calles se dibujaron ante nosotros a medida que descendíamos la pequeña pendiente que separaba el palacio del lado norte del pueblo en el valle.

      El asfalto empedrado me dificultó algo la tarea de caminar y tuve que afianzarme con algo más de fuerza al brazo de Reegan quien pareció encontrar divertida la situación porque pude ver una sonrisa burlona aparecer en sus labios y no difuminarse en ningún momento.

      Estaba acostumbrada a los caminos de tierra seca y dura de Etria, incluso a los que tenían algunas piedras como los que conducían a las lagunas pero, estos, sumados a mi al parecer  nula capacidad de caminar con zapatos planos, estaban haciendo que mi caminar se pareciera más al de un pato mareado que al de un humano normal y corriente.

      —¿Se ha modernizado con el tiempo? —Pregunté mientras observaba los edificios.

      Se veían viejos, casi todas las casas a las que nos acercábamos estaban construidas por piedras unas sobre otras, y sus tejados habían parecido perder algunas tejas pero, aún así, el aspecto general, con todas aquellas enredaderas subiendo por sus paredes y con las macetas en su ventanas, era hermoso.

      —No realmente, la ciudad no ha crecido casi nada y de manera general ha conservado bastante su aspecto —Explicó mientras finalmente comenzábamos a ver la silueta de las personas arremolinarse en las calles —No es un lugar realmente cómodo para vivir, sobretodo si resultas ser un mercader o noble, está bastante escondido e incomunicado.

      Sonreí y lo miré divertida.

      —¿No es eso acaso lo mejor? Te ahorras visitas indeseadas y permaneces lejos de los nobles petulantes y egocentricos —Reegan dejó escapar una suave carcajada.

      —Buenos días, Margaret —Saludó a una mujer que salía de una de las casa —¿Habeis comenzado ya con los preparativos?

      La mujer, de aspecto algo más maduro que nosotros, sonrió con un gesto encantador.

     —¡No, aún no, majestad! —Respondió alzando la voz mientras entraba de nuevo en la que debía de ser su casa —Estamos aún llevando todos los adornos a la plaza.

      Salió de nuevo con un gran par de cajas. Reegan se movió de inmediato, con un caminar rápido se acercó a la mujer y tomó ambas entre sus manos.

      —Nosotros nos ocupamos de estas, ¿tienes algo más que llevar? —Ella asintió y volvió a entrar a la casa.

      —Eso es muy cortés de tu parte —Elogié —Ningun rey humano se tomaría semejante molestia.

     Él alzó los hombros y sonrió ampliamente.

     —Tampoco lo haría cualquier lord dahaary —Asentí pues no me imaginaba a Lyron o Thalor sirviendo como mulas de carga.

     La mujer volvió a salir te esta vez sacó otra caja, esta vez más pequeña y lía ana al parecer.

      —Si pudierais llevar estas sería de gran ayuda —Tendió la caja en mi dirección y yo rápidamente estiré los brazos para tomarla.

      Todos percibimos un aroma dulzón y enseguida el gesto de la mujer se transformó en un gesto de horror —¡Se me van a quemar los pasteles!

     Esta desapraeció dentro de su hogar de nuevo mientras Reegan reía y reafirmaba el peso de ambas cajas sobre sus brazos.

     —¡Nos vemos en la plaza! —Se despidió asomándose ligeramente por la puerta y alzando la voz, luego con un gesto de cabeza me indicó que siguiéramos al frente.

      Volvimos a nuestro trayecto y agaché mi mirada para ver el contenido de la caja.

      Estaban un poco liadas y enredadas unas con otras pero se podían a distinguir fácilmente las tiras de banderillas y guirnaldas de telas de colores.

     —¿Haces esto todos los años? —Pregunté mientras hurgaba para tratar de averiguar si había algo más —¿Decoras todos los años junto a ellos?

      Reegan asintió y saludó con la cabeza a otra pareja que parecía estar sacando también sus decoraciones a la calle.

      —No solía hacerlo —Movió su cabeza para poder apartar la melena pelirroja de su rostro y conducirla a su espalda — Pero cuando Izzel creció quiso hacerlo. Apenas salía del palacio y todos los años veía a todo el mundo correr de un lado a otro con serpentinas de colores y farolillos, supongo que le dió envidia y un día simplemente salimos todos a ayudar —Dio una amplia sonrisa a un grupo de aparentes ancianos que estaban decorando entre todos una fuente —Desde entonces siempre acudimos el primer día y ayudamos a preparar todo.

      —¿Cuántos días quedan hasta el solsticio? —Pregunté pues ciertamente no había sido muy consciente durante los últimos días de las fechas.

      —Si hoy es el primer día de preparación, debe quedar exactamente una semana para la gran celebración —Me miró de reojo y pude votar como tragaba saliva nerviosamente antes de preguntar —¿Te han explicado exactamente en qué consiste?

      Asentí notando como la vergüenza por alguna razón tambien se adueñaba de mi.

      Dirigí mi mirada en la caja llena de adornos entre mis brazos.

     —Digamos que es una velada muy entretenida y placentera para algunos —Reegan asintió y ví la sonrisa incómoda desaparecer.

      —Como rey es mi deber celebrar el baile más grande de la temporada, es bastante importante para las casas nobles.

      —¿Y para ti? —Cuestioné sin poder evitar la curiosidad —¿No es importante que tú encuentres alguien a quien hacer tu reina?

      Se detuvo. Reegan dejó de caminar y sus ojos cayeron sobre mi.

      La expresión en ellos se transformó en algo indescriptible para mí. Un brillo extraño y confuso vibró en ellos por un segundo antes de desaparecer, su gesto se endureció y su ceño se frunción ligeramente, casi como si la pregunta le hubiera molestado.

      —No tienes que responder si no lo deseas —Agregué rápidamente ante su cambio de humor —Era solo curiosidad.

      —No estoy interesado en encontrar una reina por el momento —Respondió rápidamente y con un tono algo seco. Su gesto volvió a relajarse y se giró de nuevo, fijando toda su atención al frente donde la gran plaza central comenzaba a asomarse —Estoy más interesado en otros temas por el momento.

      No iba a ir más lejos. No quería hacerlo sentir incómodo y mucho menos entrometerme en temas que no me incumbían. Caminé de nuevo siguiendo su propio camino.

      Pasaron apenas unos minutos hasta que la plaza se abrió entre nosotros y no pude ocultar mi sonrisa ante la preciosa estampa en ella.

      Había una gran cantidad de gente, algunos estaban demasiado concentrando decorando la fachada de los edificios alrededor de la plaza, otros la gran fuente central y un pequeño grupo de niños reía y correteaba mientras pintaban un mural en el suelo.

      Y era imposible no ver su naturaleza. La esbelta figura de sus cuerpos atléticos, su altura y la extraña manera en la que sus pieles parecían brillar bajo la luz del sol de la mañana.

      —¡Su majestad! —Un hombre de lo que parecían ser unos cincuenta años humanos o por ahí, alzó su mano saludándonos ampliamente.

      Este caminó alejándose del gentío de personas que decoraban la fuente y corrió a nuestro encuentro. No me pasó desapercibida la mirada curiosa que me dió con sus ojos de un intenso color avellana, recorriéndome de arriba a abajo un par de veces, antes de fijar toda su atención en Reegan.

       —¿Y vuestro hermano? —Preguntó asomándose ligeramente sobre nosotros para asegurarse de que Izzel no venía por detrás —Los muchachos están deseosos de que les ayude con el mural de este año.

      Reegan dejó las cajas suavemente en el suelo y yo hice lo propio con la mía, este agitó sus manos ligeramente como si la carga los hubiera resentido y le dio una suave sonrisa al hombre frente a ambos.

      —Izzel está por desgracia fuera de la ciudad —Los ojos de Reegan registraron la plaza en su totalidad —Supongo que estará cabalgando de regreso en estos momentos, sabes Felyx lo mucho que le gusta ayudaros a decorar el pueblo.

      El hombre, del cual ahora sabía el nombre, Felyx, soltó una suave carcajada.

     —Sinceramente puedo imaginarmelo, majestad —Su atención fue a las cajas que ambos habíamos cargado hasta aquí —Veo que habéis ayudado a la viuda Margaret, este año ha dicho que preparará sus famosas tartas de miel. Todos estamos deseando hincarles el diente.

      —Aseguraros de dejar algunas para Thyran, sabéis lo mucho que adora los dulces de esa mujer.

     El hombre asintió y con una suave palmada en el hombro de Reegan sus ojos se fijaron en mí.

     —¿Y quién es vuestra acompañante, mi señor? —Había un gesto amable en sus facciones, uno que me invitó a sonreír amablemente para él —Puedo decir por su aroma que no pertenece a nuestros reinos, ¿verdad?

     Fue inevitable no fruncir el ceño y agachar mi rostro, alcé la brazo ligera y discretamente ¿Acaso olía mal? ¿Tenía un aroma extraño?

     —Ella es Alyathy, una invitada en mi corte —Extendí mi mano algo insegura —Es la humana que su gente ha ofrecido como tributo para el pacto.

     Los ojos castaños de Felyx se abrieron con sorpresa mientras su mano estrechaba la mía.

     —¿El pacto? —Reegan asintió corroborando sus palabras —Pensaba que nunca antes lo habían cumplido, ¿realmente la han enviado a ella?

      Reegan volvió a asentir.

      —Al parecer hubo otros dos intentos de mandar a alguien por su parte —Sus ojos dorados me miraron de refilón, yo asentí agradecida, por el intento de defender a mi gente y su honor —Pero por ciertas circunstancias ninguno de los anteriores llegó a cruzar.

      Felyx me observó de arriba a abajo y una gran sonrisa llenó sus labios.

      —Pues eso deja ver que usted es una mujer extraordinaría, no todo el mundo se atreve a adentrarse en el bosque. Enhorabuena —Sonreí algo confundida.

      —Gracias —No estaba segura de porqué adentrarme en el bosque sería algo por lo que felicitarme pero tampoco iba a cuestionarlo —Ha sido un placer conocer esta parte de nuestro mundo. Ciertamente nuestros territorios son bastante diferentes a los vuestros.

     —¿En el buen sentido o en el malo? —Preguntó con jerga fascinación el hombre —Ha pasado tanto tiempo que apenas puedo recordar cómo era la vida con los humanos a nuestro alrededor.

      —No creo que haya algo bueno o malo, son culturas diferentes y experimentar las diferencias es lo divertido —Señalé nuestro alrededor —Como princesa humana nunca se me hubiera permitido participar en algo como esto, y estoy encantada de hacerlo con vosotros.

      —Es un placer recibir vuestra ayuda entonces —Él se giró y los tres observamos la gran plaza —Podéis ayudar a cualquiera, a todos nos vendría bien un par de manos más.

     Reegan dejó un ligero toque en mi espalda y con un gesto de cabeza me señaló al grupo de niños que charlaban tratando al parecer ponerse de acuerdo sobre algo.

     —Izzel los ayuda todos los años para crear un mural en el suelo de la plaza, ¿por qué no los ayudas tú esta vez? Suelen tener problemas para ponerse de acuerdo —Sonreí mientras asentía ligeramente.

      —Tienes suerte de que haya pasado la mayor parte de mi vida dando clases de pintura —Di un paso al frente —Tu hermano se morirá de envidia cuando acabemos nuestra ahora de arte.

     Tanto Reegan como Felyx dejaron escapar una suave carcajada mientras yo me alejaba y caminaba hacia el grupo de niños.

     Era extraño pensar que incluso cuando ninguno de ellos parecía pasar de la decena, todos seguramente tuvieran más años que yo y hubieran vivido durante el doble de tiempo.

     —¡Violeta! ¡Usemos violeta esta vez! —Protestó una niña de cabellos rubios e intensos ojos azules en dirección al muchacho a su lado.

     Avancé hasta quedar junto a ellos pero todos parecían demasiado enfocados en su pelea sobre los colores como para darse cuenta de mi presencia.

     —¿Violeta? —Había cierto tono burlón en el tono del muchacho. Sus mejillas redondas y llenas estaban algo rojas, como si el sol le hubiera quemado ligeramente la piel —¡Ya usamos violeta el año pasado! ¡Utilicemos verde y dorado, como los colores del príncipe!

     —¡Pero esos ya los usamos el año anterior! ¡Rojo y azul! —Propuso otro.

     Observé al grupo completo.

     Eran cerca de unos diez u once niños y niñas, todos iban vestidos de manera simple, con vestidos y trajes de color blanco, inspeccioné la plaza ante aquel detalle. Incluso Reegan, que aunque vestía unos pantalones de cuero, había optado por una camisa de color blanco puro. Todos, absolutamente todos los presentes llevaban gran parte de su vestimenta de color blanco.

      Cuando volví a llevar mi atención hacia el grupo de niñas, mi visión recayó sobre uno de ellos en concreto. Estaba casi escondido junto a un niño muy parecido a él, ambos de cabello castaño y ojos marrones, con las narices respingonas y las mejillas redondas. Sus ojos eran los únicos fijos en mí y de alguna manera estos brillaban con cierto nerviosismo, sus pequeñas manos se aferraban a la manga de su hermano mayor y tiraban suavemente de ella, casi como si quisiera llamar su atención pero a la vez no pues apenas se podían percibir sus tirones.

      —Siento interrumpir chicos —Todos los muchachos se giraron y me observaron, sus reacciones no se hicieron esperar, algunos abrieron sus ojos como platos y otros dieron un paso atrás, como si no pudieran creer lo que estaban viendo —Pero creo que tenéis un problema para decidir los colores, ¿verdad?

      Observé a todos y no pude evitar el miedo brillar en más de un par de ojos. La niña rubia que tan decida estaba a usar el color violeta ahora se escondía temblorosa detrás de un muchacho algo más alto quien de baja entrever las vetas de magia en su piel.

     Observé más allá de ellos, a la gran caja de ceras y tizas que había en el medio del círculo, luego alcé la mirada hacia el grupo de personas que había comenzado a colgar las guirnaldas alrededor de la plaza.

      —Fijaos —Señalé estas mismas —Las guirnaldas este año son amarillas y blancas, ¿por qué no usáis esos colores para vuestro mural?

     Observé a todos con la sonrisa más amable que conocía expuesta en mis labios, pero ellos seguían allí, estáticos y casi a punto de huir.

      Tragué saliva y sentí el peso de la realidad, del temor en sus miradas, asentarse en mi estómago como una patada.

      Relamí mis labios y suspiré mientras me agachaba a su altura.

      Quizás ninguno de ellos había visto a un humano antes, quizás yo era el primer monstruo que se cruzaban, al igual que Reegan había sido el primero para mí en ese bosque.

      Al igual que ellos solo habían sido cuentos para mi, estaba segura que yo había sido lo mismo para ellos y podía entender su sorpresa, y sobretodo su miedo.

      Extendí mi mano sonriente hacia ese niño que no había despegado sus ojos de mí en todo momento.

     —Me llamó Alyathy —Sus ojos castaños me miraron con cierta fascinación, viajaron de mi rostro a mi mano un par de veces antes de mirar a su hermano mayor —¿Cual es tu nombre?

      El hermano me miró y yo sonreí para él, su ceño fruncido se relajó suavemente y asintió suavemente hacia el más pequeño.

      Este algo dudoso tomó mi mano y la estrechó rápidamente.

      —Hakam —Respondió con una voz dulce y tierna antes de soltar mi mano y volver a pegarse a su hermano.

     —Un gusto conocerte Hakam —Volví a  mirar a todos de manera general —Un gusto conoceros a todos, me encantaría ayudaros a hacer este mural. ¿Puedo hacerlo?

     El niño que había propuesto el verde y el dorado dio un paso al frente, su ceño aún ligeramente fruncido.

     —¿Cómo has llegado aquí? —Su tono me dejó entrever que quizás, yo si era un monstruo en sus cuentos —¿Cómo ha llegado una humana aquí?

    Mis manos fueron inconscientemente a mis orejas, me aseguré de que los mechones que Cerryn había colocado estratégicamente sobre mis oídos seguían así.

     ¿Acaso era tan obvia la diferencia? La respuesta era tan obviamente patética que ni siquiera me molesté en sentirme avergonzada por siquiera sopesarlo.

      —Fui ofrecida como pago por el pacto de Euphatia —Expliqué con la más suave y gentil de las sonrisas —Soy el pago que los humanos pagan por la guerra de hace trescientos años.

      —¿Pagó? —Preguntó otro de los muchachos, yo asentí fijando mi mirada en él —¿De qué sirve eso?

     Levanté los hombros no muy segura de cuál era la respuesta correcta.

      —Supongo que no de mucho, ha pasado demasiado tiempo, pero creo que es para tratar de aliviar el dolor de los que perdieron a alguien —Mi mano fue al colgante en mi cuello, al que contenía los recuerdos de mi hermano y mi padre —Un hijo por un hijo, supongo.

      Una niña junto a mi no pudo evitar soltar un pequeño quejido.

      —Pero mi abuela no deja de llorar —Sus ojos de color verde brillaron con una cortina de lágrimas sobre ellos —Mi madre y ella no han vuelto a ver a mi tío. Él nunca volvió de la guerra.

      Suspiré ligeramente y tendí mi mano en su dirección, sus pequeñas manos dudaron antes de posarse sobre la mía.

     —Lo siento mucho. Siento mucho que ellas perdieran a alguien —Ella me miró y pude ver un pequeño destello en sus ojos, casi como si quisiera creerme —Y sé que yo no significo nada para ellas, pero, espero que mi presencia aquí le deje saber que mi gente aún se siente culpable. Que nos arrepentimos de lo que pasó.

      —Los matasteis a todos —El hermano mayor de Hakam fue quien habló esta vez, él parecía ser el mayor ente todos los chicos presentes, solo una chica parecía ser de su edad o ligeramente mayor, de nuevo, sin ninguno tener aspecto de superar la decena —Todos los dahaarys que quedaron al otro lado del bosque, los matasteis, nunca pudieron regresar. Mi padre...nunca pudo regresar.

      El horror me bajó por la garganta con un sabor agridulce.

      —Lo siento —Sentí la parte trasera de mis ojos arder.

     Los ojos castaños del muchacho me miraban con tal intensidad, con tal rencor, que era difícil soportar mirarlo de vuelta pero aún así lo hice.

      Estaba apunto de hablar pero un sutil tacto sobre mi hombro me hizo levantar la mirada, los ojos comprensivos del rey estaban fijos en mí y el gesto en su cara...lo decía todo.

      Tomé una gran inspiración y me puse en pie soltando las pequeñas manos de la niña que hasta ahora había sostenido.

      —Ella es Alyathy —Me presentó Reegan con un tono más suave y dulce de lo que nunca había escuchado —Ella vivirá en mi corte a partir de ahora.

     —Es humana —Respondió el hermano del pequeño Hakam —¿Por qué no regresa con su gente?

      —Porque no puede hacerlo —Respondió Reegan con simpleza —Una vez que alguien cruza la frontera no puede volver a pasar a no ser que el bosque se lo permita.

     Su hermano dio un pequeño paso al frente, Hakam soltó la mano de su hermano y sus ojos se fijaron únicamente en Reegan.

     —Pero tú eres el bosque ¿no? —El aire se quedó atascado en mis pulmones —¿Por qué no la deja regresar a casa? Ella es humana, ella no es de los nuestros.

     Mis ojos recayeron sobre Reegan y mi expresión debió ser tan sincera y brutal que todo su gesto se convirtió en una expresión dura, casi desencajada.

      Izzel ya lo había dicho antes, después de la emboscada, y yo no había tratado de entenderlo.

      Reegan había creado el bosque para darle final a la guerra, él, con su propia magia lo había alzado kilómetro a kilómetro hasta separar el territorio en dos y sin embargo, era quien me había advertido que ya no había vuelta atrás.
Que jamás podría regresar.

      Di un paso atrás mientras soltaba el aire atascado en mis pulmones.

      —Alyathy —Mi nombre sonó agrio y desagradable por un momento, su ceño encogido y sus ojos entrecerrados casi como si estuviera apunto de suplicarme me miraron.

      —Está bien —Alcé las manos evitando que sus dedos me rozaran.

      El peso de todo lo que había ocurrido en los últimos cinco días comenzó a pesar demasiado sobre mis hombros, el horror que había pasado en el bosque, la sorpresa al verlo por primera vez, el miedo, la fascinación, todo se convirtió en una bola que me obligó a retroceder y observar el espacio a mi alrededor.

      De un segundo a otro era como si la plaza se hubiera convertido en una pequeña jaula que no paraba de encogerse segundo a segundo.

      Las lágrimas quemaron en la parte trasera de mis ojos mientras yo retrocedía más y más.

     Tapé mis labios cuando un sollozo escapó de ellos de manera inconsciente.

      Un ardor semejante a un sepultado comenzó a botar de mi mano pero mientras las sensaciones e iba a comulgando en el nudo de mi garganta este ardor pasó a un segundo plano.

      —Necesito....—La voz me temblaba —Necesito un minuto.

      —Alyathy espera —Reegan dio un paso al frente y trató de tomar mi mano pero yo volví a retroceder.

      Necesitaba buscar un lugar lejos de él en ese momento.

      Observé la gran entrada por la que habíamos llegado a la plaza, al gran palacio que se alzaba sobre la cumbre del extraño y fantástico puente natural donde se alzaba la ciudad. Si regresaba allí el me encontraría rápidamente, y Cerryn y Khalyn no podrían evitar preguntar, rápidamente la idea de huir a su interior se volvió imposible.

      Mis ojos viajaron entonces a otra de las salidas, una que se perdía entre las serpenteantes calle su que conducía ladera abajo.

      —Necesito un minuto a solas —Traté de explicar con la voz entrecortada mientras sentía como las primeras lágrimas lograban escapar de mis ojos —Solo...necesito un segundo.

      Retrocedí un poco más, y cuando volví a alzar la mirada hacia él.

      Había algo devastador en sus hermosas facciones. Como si de alguna manera supiera todo lo que corría por mi mente en ese segundo, un escalofrío me recorrió la espalda en ese mismo momento, y la sensación de una suave caricia me hizo temblar.

     Él podía meterse en mi cabeza. Él mismo me lo había advertido días atrás.

     —Ni se te ocurra —El enfado y la rabia escalaron por mi sistema sin control —No te metas en mi cabeza.

     Él negó y de nuevo avanzó hacia mí, su mirada observó nuestro alrededor ya que era obvio que todos los presentes nos estaban mirando.

     —Alyathy déjame explicarte —Alzó su mano pero esta vez no intentó tocarme, en su lugar la colocó para que yo fuera quien lo alcanzara a él —Regresemos al palacio y dejáme explicarte todo.

     —¡No!—Protesté.

     Las lágrimas de rabia y tristeza se deslizaron por mis mejillas, la vergüenza se apoderó de mí y sentí el calor llenar mi rostro.

     No esperé más, me dí la vuelta y me lancé hacia la calle serpenteante. Pude escucharlo gritar mi nombre pero no me paré ni me di la vuelta para ver si me seguía, corrí calle abajo serpenteando por sus curvas y esquivando inmortales que cargaban cajas en dirección a la plaza de la que yo huía.

      Mis manos pararon mi camino y mi velocidad cuando estuvo apunto de chocar contra un amplio muro que cortaba el camino, y no estaba segura de si era él o no pero, cuando percibí el sonido de alguien corriendo a mi espalda no me detuve, el muro dejaba una pequeña doblez hacia un tramo de escaleras que descendían a través de la tierra, tomé ese camino y tuve que apoyar mis manos en la pared para poder descender el tramo oscuro de escaleras.

     Cuando la luz me dejó ver el suelo donde pisaba, esta vez era mucho más tenue y el tono azulado que iluminaba las rocas, suya no al sonido del agua romper contra una dura superficie me dejó saber rápidamente dónde me encontraba.

      La boca casi se me cae al suelo cuando las lágrimas se deslizaron de mis ojos y me dejaron ver claramente la estampa frente a mi.

      Era una cueva, una cueva bajo la ciudad y que daba directamente a la gran cascada creando una cortina de agua que apenas dejaba entrar unos cuantos rayos de sol.

      Sorbí mi nariz y limpié mis ojos con ambas manos mientras me adentraba en la cueva dejando atrás las escaleras.

     Tuve que sostenerme en las propias rocas para avanzar sin patinar ya que casi todas ellas estaban húmeda o había pequeños charcos que las mojaban y dejaban que el musgo creara amplios mantis sobre las rocas más grandes.

      Cuando estuve lo suficientemente cerca de la gran cortina de agua como para sentir cómo las gotas de esta mojaban mi rostro y mi cuerpo me dejé caer sobre una de las rocas.

     Era imposible negar que no me sentía castigada con todo este mundo, que no estaba viviendo literalmente un sueño. Había pasado toda mi infancia fascinada por las historias de Olga, había pasado todos aquellos años deseando que esas historias fueran reales y ahora...ahora que las estaba viviendo, no podía evitar perderme en ellas por completo.

      Y eso me hacía sentir tan malditamente culpable que solo trataba de evitarlo.

     Mi mano se volvió a hacer con el colgante, y mis ojos fueron a. Mi dedo anular, en el cual brillaba el zafiro de Kessarn. La promesa que ambos nos habíamos hecho antes de partir.

      —Os echo de menos —Hablé al anillo.

      Y sabía que no podían escucharme pero no me detuve, seguí hablando, sacando todo de mi pecho.

      —Os echo tanto de menos que duele —Las lágrimas volvieron a deslizarse por mis mejillas —El mundo a este lado del bosque es muy diferente, y creo que...—Tragué saliva tratando de encontrar las palabras adecuadas —Creo que me gustan esas diferencias.

      Suspiré y llevé la mano con el anillo hacia mi pecho, fuerte contra mi corazón.

      —Y creo que a vosotros también os gustarían, papá, Nethan —Suspiré —Incluso a ti Kessarn, aunque eres el más tradicional de los tres. Sé que este mundo te fascinaría, que la magia te volvería tan loco como a mi.

      Tragué saliva y fijé mi mirada en la gran lluvia de agua frente a mi.

      —He conocido a muchos inmortales, y aunque me están tratando bien, no sé si puedo realmente confiar en ellos. Es obvio que muchos me odian por el rencor que aún nos guardan a los humanos y sé que no dudarían en deshacerse de mí si pudieran pero, él...

      El rostro de Reegan hace tan solo un par de minutos se dibujó frente a mi. El gesto casi roto en el, había sido algo que ciertamente no me esperaba, mucho menos algo que hubiera visto venir.

      Me había mentido cuando había dicho que no había manera de que El Bosque me permitiera regresar, él tenía el poder de hacerlo, y por alguna razón que no estaba segura si quería conocer, no iba a usarlo para ayudarme a regresar.

      Apreté el anillo con más fuerza contra mi pecho.

      ¿Seguirían acaso pensando en mi? ¿Kessarn aún estaría junto a Nethan y mi padre?

      Rasqué el dorso de mi mano, el punto exacto donde desde hace un par de minutos un escozor incómodo irritaba mi piel justo sobre la marca de nacimiento que mi hermano y yo compartíamos.

      Sollocé sin poder evitarlo, cubrí mi rostro con ambas manos y me refugié contra la roca.

      Había esperado que el cruzar el Bosque fuera lo más duro de todo esto, y quizás el echo d e echar tanto de menos a mi hogar también pero, esto, sentirme tan destrozada por una simple mentira, por el hecho de que había una esperanza de volver pero no se iba a hacer realidad...esto era horrible.

      —¡Alyathy! —La voz de Reegan hizo eco en la cueva desde las ahora lejanas escaleras.

     Me giré y observé su figura en el borde del último escalón antes de adentrarse a las húmedas rocas de la cueva.

     Sus ojos encontraron los míos y su gesto...Había algo semejante a la decepción escrito por toda su cara.

      Sus hombros cayeron pesados y su cabeza se agachó para que sus ojos pudieran ver el suelo donde pisar. Reegan se adentró en la cueva, dejando que sus botas se mojaran en los pequeños charcos, y alguna que otra gota de agua procedente de las estalactitas del techo cayera sobre su cabeza.

       Cuando llegó hasta la roca donde yo estaba sentada y encogida, no dijo nada, simplemente se quedó a mi lado y ambos observamos la cortina de agua a unos metros.

       El taco de las frías gotas de agua contra mis mejillas se sentía refrescante y de alguna manera tortuoso también.

       —Puedo controlar el Bosque —Dijo tras un par de minutos de puro silencio —Pero no puedo devolverte a tu hogar, no sin usar una cantidad de magia que podría suponer un riesgo no solo para mi, si no para todos.

      Limpié mis mejillas con el dorso de mis manos y volví a sorber mi nariz una vez más.

      —Podría haberlo entendido —Protesté —Si me hubieras advertido, podría haberlo entendido pero lo ocultaste —Me giré ligeramente, solo lo suficiente para dejar que sus ojos conectaran con los míos —Cuando ese niño dijo que podías hacerlo...me sentí traicionada.

       —No era mi intención —Aquello sonó como algo semejante a una disculpa pero no era así.

      Él no tenía que disculparse por nada, era un maldito rey y yo solo una intrusa en sus tierras. Ya era más que suficiente todo lo que estaba haciendo por mí, mantenerme en libertad y protegida bajo su ala en su corte.

      Ni siquiera tendría que estar aquí, tratando de explicarse por algo que no era necesario.

      —¿Sabes? —Suspiré y tragué saliva tratando d e deshacer el nudo en mi garganta —Nunca pensé que viviría algo como esto incluso cuando pasé toda mi infancia soñando con ello. En cierto punto de mi vida simplemente me resigné a pensar que todo esto, que vuestro mundo, que vosotros...—Sus ojos volvieron a recaer sobre mí y ahí estaba de nuevo, ese brillo extraño que no podía leer —No erais más que viejas historias para dormir. Que tú, ni nada de esto era posible que fuera realidad. Y ahora que estoy aquí, me siento culpable porque una parte de mi anhela quedarse, conocerlo hasta sus últimas consecuencias, queriendo disfrutar de lo que alguna vez fue mi sueño pero otra parte de mi desea regresar —Ni siquiera estaba segura de si mis palabras tenían sentido o si de me estaba dando a entender —Me encantaría volver a casa y poder abrazar una vez más a mi padre, poder burlarme de mi hermano diciendo las maravillas que he visto y que él seguramente nunca tenga la oportunidad de conocer. Quiero regresar y poder casarme con el hombre del que he estado enamorada toda la vida, poder curar una familia y contarles todas mis aventuras.

       —Siento no poder hacerlo —Suspiró él mientras se apoyaba en la misma roca donde yo me encontraba —Créeme que si tuviera la oportunidad de devolverte a tu hogar lo haría —Esta vez fui yo quien fijé mi atención sobre él. Y cuando sus labios se entreabrieron de nuevo, sus ojos se llenaron de una intensidad que envió escalofríos por mi columna —Incluso cuando una parte de mi anhele que tu desearas quedarte.

      Mi cuerpo se quedó estático, un escalofrío me recorrió la columna de arriba abajo.

      —¿Por qué me querrías aquí? —Pregunté casi con diversión mientras devolvía mi atención a la cortina de agua frente a nosotros —No somos compatibles, nuestros pueblos se odian. Ese niño lo dijo, mi gente hizo atrocidades contra los tuyos.

      —Mi pueblo tampoco tiene las manos limpias, Alyathy —Repusó con seriedad —Y tú misma lo dijiste, es estúpido culparos por lo que hicieron vuestros antepasados. Para mi no hay nada con lo que tú debas cargar, eres tan inocente como cualquier humano vivo a día de hoy.

      No pude evitar soltar una pequeña carcajada.

      —No todo el mundo piensa eso —Sorbí mi nariz una vez más —Tú mismo viste las caras de esos niños, estaban tan aterrados...

      —La primera vez que tú me viste a mi tenías esa misma expresión llena de horror —Dijo él —Pero aun así míranos ahora, sentados aquí a solas, y ya no me miras así.

     Sonreí sin poder evitarlo.

     —¿Y cómo te miro? —Cuestioné de vuelta.

     Reegan sonrió en un gesto amable y sincero, aunque su sonrisa no duró.

     Sus facciones se relajaron y me miraron con un gesto completamente ineligible. No podía leer nada en su gesto.

      —Como si fuera una persona más —Respondió en algo semejante a un susurro —Todos me miran como uno debe mirar a su rey, y aunque no lo crean, aunque traten de ser cercanos, yo lo noto, la distancia siempre está ahí pero tú...—Su ceño se frunció ligeramente mientras su mirada acículas a mis manos, ambas posadas sobre la roca —Tú me tratas como a un igual. No hay distancia.

      No estaba segura de que responder a eso. Mucho menos como tomármelo pues, aunque no era nada por lo que escandalizarse, de alguna manera la manera en la que lo había dicho sonaba tan malditamente sincera que no podía evitar sentir el calor subir por mis mejillas.

      —Por eso deseo que te quedes en mi corte, que dejes que todo el mundo a este lado del Bosque te conozca. El tiempo no juega de la misma manera para todos, y tu pueblo ha cambiado, estoy seguro de ello.

      Asentí. No sabía exactamente cómo se habían comportado los humanos hace trescientos años durante la guerra pero estaba segura de que el tiempo había hecho su trabajo, que ninguno de los humanos de hoy en día se sentiría orgulloso de las brutalidades de la guerra de antaño.

      —No sé qué decir —Respondí mientras aún sentía el calor quemar mis mejillas —Ahora me siento tan avergonzada por mi reacción.

      Reegan sonrió dulcemente y negó.

      —No tienes porque, es normal sentirse de esa manera, nada de lo que estás pasando es fácil de digerir.

      —Aún así, no debería de haberte hablado así —Volví a llevar mis ojos a los suyos. De alguna manera parecía que el dorado en ellos brillaba bajo la suave oscuridad de la cueva —Debería haberte dejado explicarte antes de asumir las cosas por mi misma, desde que me encontraste en el bosque no has hecho otra cosa que ayudarme y yo solo salté a conclusiones precipitadas...

      —Si estás tratando de comenzar una disculpa créeme, no tienes nada por lo disculparte —Me cortó rápidamente.

      —Pero..

      —¿Necesitas que sea un rey en este momento? —Preguntó alzando una de sus cejas —Te ordenó que no te disculpes, no aceptaré ninguna igualmente.

     Fruncí el ceño y golpeé suavemente su pierna con la mía propia mientras sonreía.

     —Eso no vale.

     Él alzó los hombros y sonrió triunfante.

      —He de hacer valer mis títulos para algo, ¿no?

      Reegan se puso en pie y tendió su mano en mi dirección, en sus labios seguía presente la suave sonrisa llena de orgullo.

     Y quizás, solo quizás, el hecho de que él fuera tan distinto a nadie que antes hubiera conocido jugaba a su favor, y el hecho de que nunca antes había pasado tanto tiempo lejos de mi familia hacía que algo en mi pecho que revoloteara en mi estómago cada vez que sus labios se alzaban en un gesto semejante.

     Además de que era innegable de que Reegan era un hombre hermoso. Puede que el más hermoso que nunca hubiera visto, en realidad.

      —Ellos te están esperando —Advirtió mientras mi mano tomaba la suya y me ponía en pie.

     Fruncí el ceño y lo miré confundida.

     —¿Quién? —Cuestioné mientras ambos comenzábamos a avanzar cuidadosamente de regreso hacia la salida de la cueva.

     —Los niños por supuesto ¿No esperabas que después de darles la idea del amarillo y el blanco fueran a ponerse de acuerdo sobre el diseño ellos solos, no?

      Él había hablado con ellos, lo sabía. Estaba escrito en todo su gesto, les había dicho que me dieran una oportunidad.

     —Gracias —Él me miró sobre su hombro y negó restándole importancia.

     —Ya te lo he dicho, quiero conocerte, que ellos te conozcan, y dejándote aquí sola no conseguiré nada.

     Algo revoloteó dentro de mi estómago y me hizo sonreír una vez más.

     Reegan caminó al frente tendiendo su mano varias veces, —para evitarme algún que otro posible accidente—, hasta que ambos llegamos a las escaleras, una vez allí subimos el tramo en silencio aunque no me pasó desapercibido como de reojo él me daba rápidos vistazos, como si aún no estuviera seguro de que yo lo estaba acompañando.

      Caminamos por las calles de regreso a la plaza y fue imposible no notar las miradas curiosas de las personas que caminaban a nuestro alrededor, tampoco fui capaz de ignorar los murmullos.

     Si ciertamente mi mera presencia ya era suficiente noticia para todos, el espectáculo que había dado hace unos cuantos segundos no ayudaba demasiado.

      Sentí la vergüenza pesar sobre mi sistema y como reacción solo pude enfocar mi mirada al suelo empedrado, mi mano, la que instantes atrás se había aferrado al brazo de Reegan, se tensó entorno a la tela de su camisa.

      Obviamente esto llamó su atención y sus ojos recayeron sobre mí.

      —No le prestes atención, no te conocen —Murmuró solo para mi.

     Levanté ligeramente el rostro, solo lo suficiente para poder mirarlo a él.

     —Me están juzgando, saben lo que soy —Mascullé en respuesta mientras me era imposible no escuchar el murmuro de sus voces lejanas —No les gusto.

      —Un vez una persona me dijo algo muy interesante —La mano contraria de Reegan se posó sobre la mía —Solo debes preocuparte por las críticas de aquellos que conocen tu corazón, y no los que solo conocen el color de tus ojos.

      La plaza se abrió de nuevo frente a nosotros.

      —Vamos —Él tiró suavemente de mi cuando me quedé completamente estática ante la atenta mirada de todos —Creo que no me vendría mal mancharme un poco las manos hoy.

     Sentí una dulce sensación recorrerme las entrañas mientras lo seguía de nuevo hacia el corro donde los niños seguían peleando.

     —¡Hagamos flores! —Exclamaron varias voces agudas.

     —¡No! ¡Hagamos a los fénix! —Dijo otro par de niños.

     Más voces lanzaron ideas a medida que Reegan y yo nos acercamos y cuando nos detuvimos frente a estos, todos se cayeron y clavaron su atención sobre nosotros.

    Fue el hombre a mi lado quien dio un paso al frente y miró a los niños con una ceja en alto.

    —¿No habéis decidido el tema aún? —Muchos negaron y otros tantos asintieron —A este paso terminaremos el mural para las festividades del año que viene.

     —¡Hemos decidido hacer dalias! —Gritó una niña de cabello castaño y rizado —¡Dalias doradas y blancas!

    Esta alzó los dos botes de pinturas con una gran sonrisa en los labios.

     —¡No! —Está vez fue el hermano de Hakam quien protestó —¡Nosotros no queremos dibujar dalias, queremos a los fénix de agua!

    Me agaché y miré los colores elegidos, luego clavé mis ojos sobre Hakam quien aún seguía ligeramente escondido tras su hermano.

     —¿Fénix dorados y blancos? No son sus colores, ¿por qué pintarías eso?

     Hakam me miró con sus dos grandes ojos castaños y una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.

      —Cuando les da la luz del atardecer, sus plumas mojadas parecen manchadas con oro —Explicó mientras señalaba la pintura dorada en la mano de la niña —Por eso queremos pintar los fénix.

      Alcé la mirada hacia Reegan y este estaba sonriendo hacia el pequeño. Se agachó junto a mí y tomó otro bote de pintura.

      —Me parece una muy buena idea —Dijo hacia el niño, luego giró su atención hacia la niña —Y las dalias también, ¿por qué hacer las dos cosas? Quien quiera dibujar las flores que venga conmigo —Y esta vez su mirada recayó en mí —Te dejaré a tí los fénix, mis dotes de artista son bastante limitadas.

       Sonreí y miré al enorme grupo de niños. En algunas miradas seguía habiendo desconcierto y nerviosismo pero, ninguno se apartaba o se escondía detrás de otro.

      Me agaché para tomar un pincel y lo alcé señalando un punto de la plaza a nuestra derecha, justo frente a la fuente, sin más comencé a caminar hacia ese mismo lugar mientras me giraba para encarar a los pequeños.

       —¡Quien quiera dibujar fénix que coja un pincel y los colores y me siga hacia allí!

      Todos permanecieron quietos durante unos segundos pero entonces, la fio que conformaban se rompió cuando el hermano mayor de Hasán se agachó y tomó un pincel y un bote de pintura amarilla, sus ojos conectaron con los míos y comenzó entonces a caminar en mi dirección. Siguiéndolo la mitad del grupo rápidamente copió su acción y corrieron hacia mi.

       Sonreí sintiendo la emoción recorrerme las tripas.

      Mis ojos conectaron con los de Reegan una vez más, y juraba que esta vez él brilló en ellos no procedía de ningún tipo de magia.





 

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