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22 CAPÍTULO

Viejos Cuentos ☬☆


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      —No creo que sea buena idea señorita—Murmuró Khalyn mientras me estiraba un poco más y apretaba los dientes ante el esfuerzo —Señorita, por el amor del gran Karch déjelo.

      Negué mientras extendía mis dedos todo lo posible.

      —Yo lo cogeré —Mis dedos rozaron el lomo del libro.

      —Yo podría usar mi magia, señorita —Sugirió Cerryn de nuevo con preocupación —La escalera no es lo suficientemente alta, se va a resbalar.

      —Está bien —Dije entre dientes mientras arrastraba y tiraba ligeramente del lomo hacia fuera —¡Lo tengo!

     Cerré los ojos y agaché la cabeza mientras me inclinaba sobre la punta de mis pies y lograba sacar el tomo.

     Suspiré con alivio y sostuve el ejemplar en mi mano mientras miraba triunfante a las mujeres en el suelo metros abajo.

     —La próxima vez ni siquiera le permitiré acercarse a la escalera —Advirtió la muchacha de ojos azules mientras yo bajaba poco a poco —Créame que ni siquiera podrá poner un pie en el primer escalón.

     —Oh Khalyn —Protesté una vez mis pies pisaron el mármol que conformaba el suelo —Soy humana, no invalida.

     —Podría haberse caído —Susurró Cerryn en protesta mientras apretaba el gesto en una mueca molesta —Y de esa altura podría haber sido horrible.

     —He hecho cosas mucho más peligrosas que subirme a una escalera —Rei mientras las tres dejábamos el pasillo atrás.

     Yo cargaba el libro recién cogido entre mis manos pero ellas llevaban por lo menos tres cada una.

     Desde que Reegan se había ido yo me había quedado encerrada en este lugar hurgando entre todas las estanterías. Había tomado varios tomos de la historia antigua del pueblo dahaary, otros sobre el idioma antiguo, —esos con letras en sus portadas que no podía reconocer pero que Khalyn y Cerryn me habían indicado de que se trataban—, y él que sostenía ahora entre manos era uno sobre la creación del mundo, más concretamente sobre la figura de Karch.

     Todo lo que había escuchado de él no eran más que leyendas y quizás así fuera la realidad pero, el libro era tan grueso que apenas podía sujetarlo con una sola mano, seguramente entre toda la fantasía podría haber algo real.

     —¿Nos quedaremos aquí? —Preguntó Khalyn —¿O prefiere que le preparemos un rincón en una de las terrazas que dan a la cascada? Podríamos prepararle un té y una manta.

    Sonreí agradecida ante la idea.

     —Hagamos eso, por favor —Mi mirada fue a Cerryn —Lleva por favor esos tomos a mi habitación —Alcé el libro en mis manos —Creo que comenzaré por el principio de todo.

     Las muchachas sonrieron y Cerryn tomó el resto de libros antes de desaparecer de la biblioteca.

     Khalyn me guió por los pasillos hasta el recibidor de las escaleras, subimos al segundo piso y en lugar de caminar hacia el pasillo que daba a mi habitación esta vez giramos a la derecha.

     —Hemos estado investigando el palacio mientras estaba con el rey —Me informó la muchacha —Este es el ala pertenece a la reina pero dado que el rey aún no se ha casado, no suele usarse. Hay una terraza al final del pasillo, es ideal para la lectura.

     No pude evitar sentir curiosidad.

     —¿No se ha casado por alguna razón en especial? ¿Tiene acaso una prometida? —Khalyn negó.

     —Aunque es relativamente joven para nuestra especie, tan solo tiene setecientos treinta y un años, su majestad no ha dado señales de querer encontrar una reina por ahora —Mi corazón no pudo evitar saltarse un latido ante la cifra de años.

     —¿Setecientos treinta y uno? —Cuestioné con la garganta seca.

     Khalyn asintió mientras doblamos otra esquina del largo pasillo de impolutos ventanales.

     —Sí. Por si tiene curiosidad yo tengo cuatrocientos setenta y ocho, no estoy muy segura del cálculo humano pero creo que serían unos...—Contó un par de veces los dedos de su mano derecha —¿Dieciocho años humanos?

     Mi mente hizo cálculos rápidos y no sé si muy fiables pero mis ojos chocaron con las puertas de la terraza que se abrían ante mí cuando mi cerebro me dio la respuesta.

      —¿Eso supondría que en años humanos él tiene veintisiete años, más o menos? —La idea apenas podía encajar en mi mente.

     —Supongo que sí. Es joven para nuestro pueblo como ya le he dicho —Khalyn me indicó que tomara asiento en el pequeño sofá que allí estaba dispuesto. Lo observé aún sin salir del asombro de semejantes cifras, estaba completamente hecho de raíces y hojas —Nuestra gente es inmortal señorita, es normal que le sorprenda.

     —Muchos humanos ni siquiera llegan a los setenta antes de morir —Me senté sin sentirme completamente segura de si aquel asiento realmente resistiría mi peso. Ni siquiera tenía patas que lo apoyaran en el suelo, no, en su lugar dos grandes lianas lo hacían colgar a sus extremos de una gran columna en el techo —Mi abuela es la persona más anciana que he llegado a conocer, murió muy anciana, ni siquiera sé cuantos años tenía.

     —Supongo que sería una mujer muy sana —Asentí, no tenía realmente muchos recuerdos de ella a estas alturas, apenas podía recordar el tono dulce de su voz.

     —Setecientos treinta y un años...—Murmuré de nuevo mientras agachaba la mirada al grueso libro entre mis manos.

     Si Reegan tenía tantos años, ¿cuantos tendría este libro, o este palacio siquiera? ¿Cuántos años tendrían estas montañas o el río que viaja bajo nosotros? ¿Miles, cientos de miles?

     Abrí el libro mientras Khalyn me decía que iría a buscar algunos cojines y mantas para hacerme sentir más cómoda.

     Las letras de tinta desgastada y vieja me dejaron leer el nombre de Karch en grande.

     ¿Cuántos años tendría ese nombre? Más que ningún otro.

     —Hubo una vez una estrella, que se enamoró del sol —Comencé a leer en un susurro, únicamente para mi —Y juntos crearon una semilla que plantaron en la Tierra que ambos iluminaban. De esta nació una vida, una que la Madre decidió cuidar y tomar como suya. Construyó su cuerpo con barro y piedras, que moldeó con el viento y las aguas, que secó y endureció con el calor y el fuego. Una vida que se convirtió en el primer ser de la historia.

     "Una criatura que cuando abrió los ojos por primera vez ya era un hombre consciente, que se alzó sobre sus dos piernas y observó el mundo a su alrededor."

     Ni siquiera me dí cuenta cuando Khalyn regresó con la almohadas y mantas, tampoco cuando Cerryn dejó la taza de té caliente en una pequeña mesa conjunta.

     Ambas se excusaron y me dejaron sola, murmuraron algo sobre llamarlas pero ciertamente no estaba prestándoles la suficiente atención como para enterarme de lo que decían.

     —Aquella criatura que tomó por sí mismo el nombre de Karch, que en la lengua antigua significa hijo de la Madre, no solo obtuvo su cuerpo de la misma si no que la propia esencia de ella viajaba a través de sus venas. La mágica de la Tierra ahora le pertenecía. Había nacido un dios.

      Estaba tan atenta a la lectura que ni siquiera me percaté del paso de las horas, mucho menos cuando las puertas de la terraza se abrieron y una figura se plantó frente a mi.

     —Y una vez había terminado de dar su décima vuelta al mundo, encontró su hogar terriblemente aburrido —Mi dedos trazaba el camino de mi lectura mientras seguía avanzando —Entonces plantó sus manos en la tierra mojada en el mismo lugar donde una vez había despertado y...

      —Y creó las montañas, ríos y mares, expandió su magia a través del mundo alzando cumbres que acariciaban las nubes y dando estaciones que cambiarán según uno de sus padres deseara —Alcé la mirada solo para encontrar la figura de Izzel agachado a mi espalda con sus ojos color champán pegados en el libro entre mis manos —Cuando abrió los ojos de nuevo, el mundo había cambiado y un nuevo amanecer despuntaba para él.

     —No te he escuchado entrar —Dije casi avergonzada.

      Él sonrió y se enderezó de nuevo. Cerré el libro dejando una pequeña hoja con la que había estado jugando como señal de donde me había quedado.

      —Te has pasado leyendo toda la mañana al parecer —Asentí mientras agachaba la mirada al gran libro —Supongo que si quieres conocer la historia de nuestro mundo ese es un muy buen primer paso.

      Asentí.

      —Lo mismo he pensado yo —Alcé la mirada al cielo de medio día y luego lo miré a él —¿Ya es la hora de la comida?

     Izzel asintió.
  
     —Mi hermano está ocupado y seguramente no nos encontremos con él hasta la cena, Thyran está en las barracas con los soldados así que creo que tendrás que conformarte con mi presencia para acompañarte, si es que así lo deseas —Tendió su mano en mi dirección y por un momento el gesto y sus palabras me recordaron tanto a Nethan que no pude evitar sonreír con los labios apretados.

     Lo echaba tanto de menos.

     —No querría compartir mi tiempo con nadie más —Tendí el libro a Cerryn quien lo recibió rápidamente —Déjalo en mi cama, por favor.

     —Sí señorita —Dijo esta antes de desaparecer.

     Mi brazo se enredó con el de Izzel mientras era este quien nos guiaba de nuevo hacia la terraza donde habíamos desayunado horas atrás.

     —El palacio tiene un comedor espléndido siendo sincero pero, servir una mesa para treinta personas cuando solo somos dos lo veo un poco exagerado —Reí suavemente mientras dejaba que él tendiera la silla para mi.

      —¿Cuántos años tienes, Izzel? He estado preguntándomelo bastante —Él tomó asiento a mi izquierda, en el mismo lugar de esta mañana.

      —Puede que suene terriblemente anciano para un humano, pero apenas acabo de cumplir la mayoría de edad para mi gente —Dos sirvientes prepararon la mesa frente a nosotros tendiendo platos de cerámica blanca y dorada y cubiertos del mismo color —Tengo cuatrocientos ochenta y cuatro.

     De nuevo, hice cálculos rápidos comparando con las otras cifras que antes había sacado.

     —Es decir, más o menos dieciocho años humanos —Él asintió.

     —¿Y tú? —Preguntó él —¿Cuántos años tienes?

     —Voy a cumplir veinte dentro de pocos meses —Alcé los hombros mientras sonreía con diversión —Resulta que tenemos casi la misma edad de alguna manera.

     Ambos reímos suavemente mientras se dejaban ver y oler los primeros platos de la comida.

     Un plato lleno de puré, verduras y pescado se posó frente a mí abriendo mi apetito en tan solo unos segundos.

     —No puedo explicar lo deliciosa que se vé y huele la comida en este lugar —Hundí el tenedor dorado en la masa de espeso puré —Es como si todo se intensificará por diez.

     —Supongo que se debe a que la Tierra cuida de nosotros de la misma manera en la que nosotros cuidamos de ella —Él tomó un pequeño montón de verduras —Uno recibe lo que siembra.

     —Mi gente no se siente tan apegada al mundo como la vuestra —Saboreé un trozo de pescado en mis labios, delicioso. Tragué antes de hablar de nuevo —Simplemente vivimos sobre ella, tampoco es como si pudiéramos comunicarnos con la tierra bajo nuestros pies.

     —¿No celebráis la entrega? —Fruncí ligeramente el ceño.

     —¿La qué?

     —La entrega —Repitió él —Es un ritual anual en nuestra cultura, lo celebramos desde que nuestra gente tiene memoría. Los humanos también solían formar parte de ella aún cuando no poseían magia.

      La curiosidad volvió a empujar las preguntas fuera de mis labios.

      —¿En qué consiste? —Pregunté mientras volvía a llenar mi boca de comida.

      —Es básicamente un momento del año en el que devolvemos un poco de nuestra magia a la Madre, la tierra —Removió las verduras y no me pasó desapercibido como separaba los pequeños trozos de zanahoria y los dejaba de lado —Se celebra con una gran pira, todas las ciudades tienen una. Se suele hacer a las afueras, para evitar problemas, aunque en Erano, el territorio de Lyron, son fanáticos de hacerlas por todas partes. Tienen el récord de la pira más grande de todo el territorio.

      Era fácil de comprender, su poder era el manejo del fuego. Supongo que sería su orgullo tener una pira más gloriosa que la de los demás.

     —Básicamente nos ponemos de rodillas y como hizo el mismo Karch cuando creó el mundo, hundimos nuestras manos en la tierra y dejamos nuestra magia fluir hacia ella.

      Una pequeña parte de mi se imaginó la escena de la pira rodeada de personas, de todos ellos con sus krohemitas iluminadas dejando la magia fluir hacia la tierra. Quería poder verlo en persona.

     —¿Y cuando se celebra esta entrega? —Él arrugó el gesto y pareció pensarlo durante unos cuantos segundos.

      —Las fechas pueden variar, seguimos el ciclo lunar para ello pero si no me equivoco, que, creo que no lo hago, en unos ¿dos meses? ¿Puede que un poco menos?

     —Me encantaría poder ir a verlo —Sonreí mientras extendía mi mano para tomar la copa de agua frente a mi —Siempre y cuando me lo permitáis.

     Él asintió.

      —Yo estaría encantado de que nos acompañaras, estoy seguro de que te encantaría ¡Podrías participar incluso! —Lo miré divertida mientras volvía a escarbar separando las zanahorias —Además podrías usar los trajes típicos y la pintura. Si te ocultamos las orejas podríamos hacerte pasar por una de las nuestras sin problema.

       —Supongo que tu hermano tendrá la última palabra —Izzel asintió vagamente.

      —Él participa todos los años, no creo que ponga ninguna pega si te comprometes a no separarte mucho de su lado.

      Asentí.

     Ambos terminamos de comer mientras compartíamos distintas anécdotas comparando la vida humana y dahaary, sobretodo nuestras infancias.

     No pude evitar hablarle de Nethan y Kessarn, tampoco de Olga y de todas las historias de las que ella me había hablado alguna vez. Nos habíamos enfrascado tanto en la conversación que ninguno de los dos se había dado cuenta cuánto tiempo llevábamos realmente allí sentados.

      Las doncellas habían limpiado la mesa y en su lugar nos habían dejado unas tazas de té y unas pastas de las cuales íbamos picando de cuando en cuando.

      —¿Entonces conoces la historia de la princesa Aydela? —Asentí.

     —Sí —Me dejé reposar contra la silla —Había pasado un largo tiempo desde la última vez que había escuchado su nombre pero sí, la conozco. O al menos eso creo.

      —La gente aquí no suele mencionarla mucho —Izzel miró al horizonte, y podía ver cierta tristeza en su rostro, tal y como está mañana —La llaman traidora.

     —¿Por huir junto a su guardia? —Él asintió.

      —Porque él era humano. Porque prefirió alejarse de su puesto como futura reina para ser libre —Sus dedos envolvieron el asa de la taza —Ella amaba al príncipe pero, él no la amaba a ella.

       —¿Es cierto que él estaba enamorado de una humana? —Izzel volvió a mirarme —Mi nana solía decir que él se enamoró de una humana a la cual mantuvo oculta.

      —Nadie lo sabe en realidad —Contestó este —Sí era una humana o no...—Mordió su labio inferior —Aunque muchos creemos que así era.

      —Entonces, el príncipe y la princesa, ambos siendo dahaarys se enamoraron —Izzel asintió —Eso rompe un poco el esquema sobre la condición, ¿no?

      Él alzó los hombros antes de dar un sorbo a su té.

      —Muchos simplemente dicen que se trataba de locura. Aydela tenía varios problemas con el control de sus poderes, y además, no estaba hecha para el rol que le querían imponer. Supongo que todo eso pudo llevarla a quizás estar confundida...—Agachó la mirada a sus propias muñecas, a los brazaletes dorados —O puede que sí estuviera loca...

      Lo observé sin saber bien qué decir.

      No estaba segura como tratar de consolarlo, o si quiera reconfortarlo. Yo no sabía lo que se sentía al no poder manejar algo semejante cuando esa era mi naturaleza. ¿De verdad había tan pocos casos como para hacerlo sentir tan mal?

      —Una vez mi hermano vino llorando porque no lograba hacer sus ejercicios de espada correctamente, su profesor siempre lo desarmaba en segundos —Sonreí recordando a Nethan con las mejillas hinchadas y rojas por el llanto —Estaba tan frustrado que prometió nunca volver a tocar una espada jamás.

      Izzel me miró y una de las comisuras de sus labios se inclinó hacia arriba, como si supiera que este era mi patético intento por hacerlo sentir mejor.

      —Todo príncipe que se precie debe saber manejar una espada, ¿verdad? —Él asintió —Pues mi hermano era incapaz. Lo intentaba y lo intentaba, e incluso a día de hoy debe esforzarse como nadie para poder tener una lucha mínimamente decente.

       —¿Por qué no lo dejó? —Cuestionó Izzel con una ligera curiosidad —Si no podía, ¿no es algo estúpido perder el tiempo?

      Asentí.

       —Lo es pero, no podía permitírselo —Llevé una mano a mi cuello, al colgante que guardaba sus retratos —En algún momento mi hermano será rey, y no puede simplemente darse por vencido. Pero tampoco se dejó caer ante la idea de ser simplemente decente con la espada —Sonreí ampliamente ante aquel viejo recuerdo —En su décimo tercer cumpleaños le regalé una ballesta.

        Izzel abrió los ojos casi con sorpresa.

        —Y con tan solo un par de semanas de entrenamiento se convirtió en el mejor tirador de todo el reino.

       Una sonrisa sincera le bañó el rostro.

       —Simplemente tenía que hacer un pequeño cambio para poder enseñar todo su potencial.

      Este volvió a agachar su mirada a sus muñecas. A las krohemitas siempre presentes con un tenue brillo dorado que iluminaba el oro de sus brazaletes.

       —La magia no es tan simple de cambiar —Respondió con un tono apagado.

       —Lo sé —Más o menos quería creer —Pero tú no te resumes en tu magia. Eres mucho más que el poder que contienes.

       Los ojos del muchacho volvieron a subir hasta quedar en los míos.

       —¿Realmente hay algo más? —Asentí sintiendo como un nudo de tristeza se creaba en mi garganta al notar el pesar en sus palabras —¿Realmente ellos querrían molestarse en ver algo más que mi poder?

      —No puedo dar una respuesta en su lugar pero —Extendími mano sobre la mesa y tomé la suya con suavidad —Me gustaría conocer a Izzel. No al príncipe dahaary.

       —Pero no puedo ser una cosa sin ser la otra. El mundo espera cosas de mi que no soy capaz de hacer.

      Le dí un suave apretón. Sus ojos brillaron con algo semejante a la emoción.

       —Que le den al mundo ¿A quién le importa su opinión? —Sonrió con diversión —No les debes nada.

      —Ella tiene un punto ahí —Los dos giramos rápidamente la mirada para ver cómo Reegan estaba reclinado sobre el marco de la puerta de la terraza, sus ojos puestos en su hermano pequeño.

      —No le debes nada a la gente Izzel, ni siquiera a mi. No debes cumplir con las expectativas de absolutamente nadie.

       El príncipe agachó la cabeza y pude ver el brillo de las lágrimas empapar sus ojos.

      —Pero tú eres tan poderoso y la gente te admira tanto por eso que yo...—Su voz tembló ligeramente —Yo siento vergüenza de no poder ayudarte. Siento que a veces soy una simple molestia.

      El gesto de Reegan se arrugó rápidamente y esté caminó hasta acuclillarse junto a su hermano. Su mano tomó el mentón del adolescente y lo obligó a mirarlo.

       Mi mano no soltó la de Izzel en ningún momento.

      —Nunca te avergüences de ser quien eres, nunca —Izzel mordió su labio inferior y asintió vagamente —Eres mi hermano pequeño. Príncipe de Hibarul, eres mi uno de mis consejeros, además del emisario más importante de esta corte. ¿Cómo lograría mantener la paz entre los lores si no fuera por ti? —Reegan sonrió divertido —Sabes perfectamente que mandaría a la mierda a Lyron o Thalor muchas veces, tú por el contrario sabes manejarlos.

       Izzel soltó una suave carcajada mientras sorbía su nariz y limpiaba las lágrimas rebeldes de sus mejillas con su mano libre.

      —Les gusta la adulación.

      —Y tú eres el mejor adulador de todo el territorio —Contestó Reegan cin una sonrisa sutil pero sincera esbozada en los labios.

      Izzel asintió y se enderezó casi con orgullo.

       —Eres tan importante para este lugar como lo es Thyran, lo es Astra, o lo soy yo —Reegan tomó la otra mano de su hermano y por un segundo, sus ojos se cruzaron con los mios. Había un silencioso agradecimiento en ellos —Así que ahora seca esas lágrimas, porque tienes que ir junto a Thyran a por Astra. Y sabes lo mucho que era hembra odia esperar.

       Izzel asintió mientras soltaba ambas de nuestras manos y se ponía en pie. Se giró hacia mí en primer lugar y pude ver la vergüenza acumularse en sus mejillas ligeramente.

       —Gracias —Murmuró —Espero que podamos volver a hablar sobre esas historias en otro momento.

      Asentí encantada y dejé una pequeña palmadita en su mejilla aún algo roja.

      —Cuando quieras estaré encantada de hablarte de todo lo que sé.

       —Anda ve —Reegan dejó un par de palmadas en su espalda mientras arrastraba los largos mechones de su cabello fuera de su rostro —Thyran te espera en el patio central con el caballo listo.

       Ambos observamos al muchacho caminar de regreso al palacio y desaparecer dentro de los enormes pasillos de mármol y cristal.

       El sonido distante de las aves sobrevolar la cascada me hicieron llevar la mirada más allá de las verjas de hierro forjado que nos separaban de la caída.

       Encontré a los animales revoloteando entre las lianas llenas de flores que caían hacia la cascada, acicalándose con el vapor de agua que subía por ella y mojaba sus plumas dándoles un aspecto como si cada una de ellas estuvieran cubiertas de joyas resplandecientes.

       —Son fénix de agua —Reegan de nuevo, con sus movimientos imperceptibles había caminado hasta la barandilla quedando a mi derecha sin que yo me percatara, su mirada fija también en las aves mientras su cuerpo sobresalía ligeramente de la seguridad del hierro.

      —Nunca había visto a unas criaturas semejantes —Expliqué mientras seguía manteniendo la mirada fija en aquellas criaturas.

       Su plumaje era blanco pero cuando estas abrían las alas y las extendían para emprender el vuelo estas parecían encontrar un extraño contraste con la luz del sol y se tornaban de un tono azulado hermoso y brillante.

       —Son criaturas que provienen de Cristel, una ciudad muy al sur, en la costa —Reegan extendió su mano y las krohemitas de sus dedos se iluminaron sutilmente removiéndose en espirales parpadeantes —El príncipe que construyó este lugar las trajo para ella, su prometida. Eran sus favoritas.

      —Aydela.

      Él asintió, yo sonreí.

       Definitivamente si no había habido amor en el corazón del príncipe por la princesa, al menos había sido un gran hombre. Y seguramente aquello había sido lo más doloroso para ella.

       —¿Cómo se llamaba él? —Cuestioné mientras observaba cómo las lianas se movían bajo la influencia de la magia del hombre a mi lado —El príncipe, me refiero.

      Una carcajada abandonó mis labios cuando una de las aves que reposaba sobre uno de los resquicios del puente de roca levantó la mirada y se percató cómo el extremo de la liana se acercaba. Esta graznó y picoteó la misma a modo de defensa antes de salir volando.

      —Se llamaba Raynel —Reegan también tenía un gesto divertido mientras trataba de nuevo de acercarse a otro ejemplar con la liana —Raynel Diheroth.

        No pude esconder mi sonrisa cuando esta vez el animal no se movió, la liana acarició muy suavemente las plumas de la cabeza del animal y este pareció encantado porque se inclinó para recibir más caricias.

      —¿Diheroth? No mencionaste esa casa la última vez —Reegan asintió.

       Mis brazos se reposaron sobre la baranda de hierro y en ellos apoyé mi barbilla.

       —Ya no existe como tal. Después de la muerte de Raynel y el inicio de la guerra perdieron el título.

         —¿Por qué? —Extendí mi mano para dejar que las puntas de mis dedos se mojaran con el vapor de agua.

        —El cabeza de familia cometió traición cuando el trono no recayó sobre él —Su gestó perdió la diversión y sonrisa por completo —Raynel nunca se fió de su hermano y en su testamento dejó claro que la corona debía de recaer sobre mi padre, uno de sus amigos y consejeros más cercanos. Al menos hasta que su heredero fuera mayor de edad. Obviamente esto no sentó bien a ese hombre y cuando las revueltas estaban en su mayor apogeo y los humanos finalmente os habíais levantado en armas, él aprovechó la oportunidad y cometió un atentado que acabó con la vida de mi hermano mayor.

        Mis ojos se abrieron con sorpresa y horror al mismo tiempo. Me enderecé en mi lugar y clavé mis ojos sobre él.

       —Yo pensaba que vuestro hermano había sido asesinado por los humanos —Sus labios se torcieron en una mueca.

       —Es lo que se pensaba al principio. Ese hombre no es tonto y lo ideó para que pareciera que habían sido los humanos pero cometió un error y lo descubrimos. Pocas personas conocen la verdad.

        —¿Y ese hombre? ¿Qué pasó con él? ¿Pagó por el asesinato de tu hermano?

        Reegan negó y observé cómo las krohemitas se apagaban, sus manos se volvieron puños tensos y sus nudillos se tornaron blancos.

        —No —Se enderezó de nuevo y sus ojos cayeron sobre mi —A día de hoy sigue libre y es el líder de la facción rebelde que conocemos como la Garra de Acero.

        Fruncí el ceño.

         —Lo recuerdo —Asentí mientras hacía memoria —Lo mencionasteis antes. Ayer al llegar.

        Él asintió.

        —Conocemos donde se esconden y quienes son los líderes pero no es tan sencillo capturarlos y darles justicia —Suspiró y arrastró los largos mechones de cabello hacia atrás —Hay una corte entera bajo ellos. Hombres, mujeres y niños inocentes que viven las más horribles penurias bajo el mando de este hombre por lo que no podemos simplemente entrar en su guarida y sacarlos.

       Mordí el interior de mi mejilla imaginándome la impotencia que debía de sentir.

        —Han estado relativamente tranquilos estos últimos meses, no han dado ningún golpe y eso me hace temerme lo peor —Se dejó caer sobre la silla que minutos atrás había ocupado Izzel.

       —Supongo que no puedes hacer nada más de lo que haces —Él asintió mientras hurgaba entre las patas restantes, casi como si ninguna le convenciera —¿Tenéis a la guardia en aviso?

       —Ajám —Pareció satisfecho cuando encontró una que no tenía nada más que masa, sin glaseado o mermelada—Todos los territorios tiene equipos de rastreo y búsqueda, hay patrullas dispersas por todo el territorio a todas horas. Tenemos contacto con los mercaderes que les venden los suministros. Tenemos absolutamente todo controlado y aún así, no hay manera de capturarlo a él ni a su sobrino.

       —¿Su sobrino? —Tomé la taza de té donde aún quedaba algo de líquido y la llevé a mis labios.

       —El hijo de Raynel. Ese hombre se lo llevó consigo cuando fueron expulsados del palacio. Ahora es uno de sus más fieles perros guardianes.

        Asentí y terminé mi taza.

        Él comió la pasta y ambos nos quedamos completamente en silencio. Ninguno de los dos sabía bien de lo que hablar ahora.
 
        Pasaron los minutos y aunque en mi mente estaba buscando un nuevo tema de conversación me encontré gratamente sorprendida con que el silencio no era para anda incómodo. Es más, me gustaba la quietud.

       Todos los silencios que habíamos compartido antes de este habían sido tensos e incómodos, ahora, era simplemente eso, silencio.

       Volví a dedicar mi mirada al horizonte, más allá de la cascada, a la silueta del rio que se alejaba y se convertía en un sendero brillantes y fino en la lenjanía hasta desaparecer entre las curvas de las montañas.

      El sol finalmente había comenzado su descenso y el cielo se estaba bañando de una hermosa y cálida luz dorada.

     Las nubes de ahora tonos anaranjados parecían pinturas superpuestas en el horizonte.

       —Es realmente hermoso —Susurré más para mi que para él.

      Su mirada también se levantó, y aunque sentí sus ojos unos segundos sobre mi estos luego se fijaron en la misma escena que los míos.

     —Lo es.

     Ambos disfrutamos de la vista hasta este el cielo cambió sus colores a tonalidades violetas y poco a poco de un fuerte azul marino que finalmente se convirtió en noche.

     En ningún momento ninguno de los dos dijo otra palabra, simplemente nos quedamos allí, sentados y observando el anochecer.

    Cuando las estrellas finalmente hicieron sus apareció ambos salimos de nuestros propios pensamientos y entramos de nuevo al palacio.

      —¿Cenaremos con Izzel y Thyran? —Él negó.

      —Han ido a buscar a alguien a quien deberías conocer, es parte de esta corte y de mi círculo más cercano —Asentí mientras escuchaba atentamente —Pero tardarán unos días en regresar.

      Reegan dio un paso y abrió la puerta que nos conducía de regreso al recibidor principal de escaleras.

      —Yo debo de ocuparme de unos asuntos antes de poder descansar, supongo que lo mejor es que subas y cenes en tu habitación —Asentí.

      —Gracias por las charlas de hoy —Agradecí mientras caminaba hasta las escaleras —Y por enseñarme el palacio. Ha sido muy amable.

       Él negó restándole importancia.

      —No lo agradezcas, son modales básicos.

      Reí.

      —Pues entonces gracias por ser un gran anfitrión.

      Él sonrió con cierta diversión antes de levantar su mano a modo de despedida y caminar hasta la puerta por donde ayer mismo había desaparecido. Yo por mi parte subí las escaleras y caminé de regreso a mi habitación.

      Cuando entré en la misma Khalyn y Cerryn estaban terminando de alistar la cama.

      Sin mucha conversación de por medio les pedí que me prepararan una cena ligera y ellas mismas se fueran a descansar después. De ese modo cuando estas trajeron la sopa y una jarra de agua con ella las despaché para el resto de la noche.

       Cené en soledad, después dejé los trastes sobre la cómoda antes cambiarme a un suave camisón y de hundirme entre las suaves sábanas de la cama.

      Y tal y como le había indicado a Cerryn, el libro que había estado leyendo esta mañana estaba en la mesilla por lo que lo tomé. Me reposé con almohadas en mi espalda contra el cabecero de la cama y abrí el mismo.

      Saqué la hoja que había dejado como señal y proseguí desde el punto donde lo había dejado.

      —Karch encontró su nueva obra aún carente de algo, pero sin embargo volvió a caminar al frente viajando por cien días y cien noches antes de detenerse de nuevo —Pasé la página y me hundí entre el montón de almohadas a mi espalda —El mundo que junto a la magia de la Madre había creado era hermoso y ahora más pues podía tomar frutos de los árboles y helechos, sin embargo la mayoría de ellos caían podridos al suelo antes de que él si quiera pudiera descubrirlos. Los cielos llenos de pequeñas motas blancas se veían tan terriblemente vacíos que sintió pena por ellos. Por eso se agachó una vez más y hundió sus manos en la tierra, sintiendo la humedad de la misma colarse en su piel y el barro colarse bajo sus uñas.

      "Una vez más, el dios dejó fluir su magia y esta vez, con ayuda de su propia mente deseó que criaturas llenaran tanto la tierra como el cielo. Deseó que algunos pudieran volar, otros que pudieran vivir bajo las inmensas masas de agua que había llamado mares y lagos. Deseó que estos pudieran crecer entre los de su especie, que de alguna manera ellos mismos pudieran recrearse a sí mismos en versiones más pequeñas que con el paso de las estaciones crecieran y hicieran lo mismo que su versiones anteriores.

      Un escalofrió me recorrió la piel cuando una pequeña brisa atravesó la habitación y las cortinas del balcón al final de la estancia se sacudieron.

     Me levanté dejando el libro abierto en el colchón, sostuve la pequeña bata cerrada sobre mi estómago con una mano y con la otra tomé el pomo de las puertas corredizas de la terraza.

      Iba a arrastrar la primera de ellas cuando al alzar la mirada hacia el valle frente a mi noté un pequeño brillo, luz o reflejo, llamar mi atención entre la masa de árboles al otro lado del rio.

      Mi corazón bombeo durante un corto minuto con fuerza y me hizo dar un paso al frente, saliendo a la terraza dejando que la suave brisa nocturna a sacudiera mi cabello.

     El brillo no volvió a surgir de entre los árboles pero algo dentro de mi me impidió apartar la mirada durante unos cuantos minutos.

      Era extraño de describir pero, era como si aquel sentimiento que me había guiado en el bosque hacía la montaña se hubiera despertado de nuevo, al menos vagamente.

      Tragué saliva y froté mis brazos ligeramente para entrar en calor de nuevo antes de darme la vuelta y regresar al interior para cerrar las puertas de una vez.

       La luz cálida de las velas de la habitación me invitó a hundirme de nuevo en la cama y retomar mi lectura.

      Sin embargo cuando alcé el grueso libro frente a mi ya no estaba en la misma página que lo había dejado, en su lugar este ahora mostraba una gran ilustración que me hizo abrir los ojos son sorpresa. Toda mi atención viajó al texto a su lado.

       —Karch observó su creación maravillado, extraviado por la vida en ella. Podía ver a los pájaros volar en inmensas bandadas de un extremo del mundo al otro, a las manadas de lobos ahullar en las noches y a los bancos de peces hurgar entre las algas para encontrar alimento. Estaba tan extasiado por ello que poco a poco no pudo evitar encontrar un nuevo sentimiento en él, una nueva sensación. Los celos...—Tragué saliva y seguí leyendo.

       "Karch se sintió celoso de la compañía de aquellas criaturas. Daba igual cuánto tiempo pasara rodeado de ellas, nunca se sentía suficiente, simplemente no era lo mismo. Por eso, por una tercera vez, se dejó caer sobre sus rodillas bajo un gran manzano y hundió su manos en la tierra de nuevo. Por primera vez no imaginó lo que quería crear, pues no estaba seguro de que es lo que realmente deseaba, en su lugar, mientras dejaba su magia fluir, le rogó a la madre que le brindara a alguien con quien viajar. Un ser que pudiera disfrutar de ese mundo de la misma manera que él.

       Karch aún estaba agachado y con las manos hundidas en la tierra cuando sintió como algo sostenía las mismas. Asombrado, o casi asustado podría decir, observó cómo mientras él se levantaba y tiraba de eso que se aferraba a sus manos una figura surgía de la tierra.

      Un cuerpo de hermosa piel del mismo color que la propia tierra de donde nacía, con un largo cabello de color claro como la espuma del mar, de piernas largas, cuerpo esbelto y músculado, pero lo que más sorprendió a ese hombre fue cuando aquella criatura abrió los ojos y lo observó casi con la misma fascinación con al que él la miraba a ella.

       Un color violeta tan ínstenso como nada que él hubiera conocido antes."

      Toda mi atención fue entonces a la ilustración desde aquella imagen estab representada.

      La figura delgada de Karch tiraba de la silueta desnuda de una mujer de piel oscura y rizadísimo cabello blanco. Sus ojos abiertos con sorpresa y coloreados de un intenso color violeta que te hacía llamar la atención quisieras o no.

      Pasé a la siguiente página y en su reverso había otra ilustración donde esta vez ambos aparecían uno frente al otro, por primera vez podía observar un retrato del aclamado diós.

       Su piel era clara comparada con la de la mujer a su lado, quizás fuera la textura del papel o que a lo largo de los años la pintura se había ido deteriorando pero su piel parecía tener pequeñas motas, casi como si fueran pecas y cabello se veía de una tonalidad muy oscura de castaño, este mismo caía casi hasta más allá de sus caderas.

     Desde este punto de vista no podía apreciar en totalidad el color de sus ojos pero a juzgar por los trazos en su rostro estos debian de ser bastante oscuros.

      Su cuerpo apenas iba cubierto por unas pieles bastante desastrosas.

       Ella por su parte, a pesar del tono oscuro de su piel parecía irradiar algún tipo de luz.

        Estaba totalmente desnuda pero su cabello era tan largo que caía hasta más allá de sus rodillas en bucles hermosos aunque manchados de barro y hierba.
Curiosamente, este tenía un hermoso color plateado.

      Su rostro estaba ligeramente más inclinado hacia mi que el de él, que la miraba atentamente a ella, por lo que era más fácil identificar sus facciones. Sus inmensos ojos violetas observaban el mundo con una fascinación sin igual.

      Era hermosa, sus mejillas llenas y su nariz redonda, sus labios gruesos y largas pestañas encajaban a la perfección.

     Volví a dedicar mi atención al texto contiguo a la ilustración mientras sentía como poco a poco el sueño me iba venciendo. Cubrí mis labios y solté un gran bostezo antes de volver a leer.

      —Y la creó a ella. Un ser semejante a él con la que compartir todo aquel mundo. —Fue inevitable no sonreír —Karch le mostró las maravillas de aquel mundo, los ríos, las montañas y los mares, le dio de probar la más deliciosa de las frutas y le mostró la vida que los rodeaba. Ambos se descubrieron a sí mismos, sus diferencias y sus semejanzas, crearon la lengua antigua, un conjunto de sonidos en su mayoría monosílabos y lograron dejar algunas de sus primeras palabras por escrito. Pero entonces, cuando el paso del tiempo finalmente se hizo notar, Karch descubrió un gran error en su deseo —De nuevo pasé la página y una sensación amarga se plantó en la boca de mi estómago —La criatura que había creado, ella, no era inmortal.

      Dejé caer el libro sobre mi regazo y observé la nada con el nudo de sorpresa y decepción en mi garganta.

     Tuve que tomarme un segundo antes de poder agarrar de nuevo el volumen y volver a leer.

      —Su compañera, su único ser semejante era mortal y el tiempo jugaba en su contra. Karch se maldijo a sí mismo durante muchas lunas sin que ella lo supiera, entonces en una de esas noches de martirio se agachó junto al cuerpo de su compañera y hundió sus manos en la tierra mientras ella dormida. A la madre suplicó que le ayudara una vez más, que detuviera el tiempo para ella, que interfiriera en algo ya creado. Que la salvara.

       "No lo hizo. La única regla que la Madre mantenía para aquella criatura que ella había hecho crecer era no interferir con los seres que ambos habían hecho surgir. Una vez su magia los hacía brotar al exterior, no podía volver a ellos. Jámas.

       Eso por supuesto no hizo otra cosa que aumentar el horror y la desesperación de su hijo. Y a medida que los meses pasaban el peso de aquella condición fue pesando más y más sobre los hombros de esta hasta que un día, mientras ambos descansaban bajo el manzano donde ella había nacido, él le confesó la verdad."

      Pasé de nuevo la página y otra vez una ilustración apareció frente a mi.

      Cada unos sentado a un lado del árbol, ella bajo el sol que la hacía deslumbrar y

      Karch bajo la sombra del mismo, con el rostro gacho y el cabello, ahora mucho más corto cubriendo su rostro sombrío.

      —Él había esperado ver el miedo brillar en sus ojos cuando se lo contara —Continué con la lectura —Ambos habían observado los cadaveres de las criaturas a su alrededor pudrirse hasta desaparecer cuando estas se volvían demasiado viejas. Sin embargo, cuando la noticia le llegó a ella, no hubo lágrimas ni tristeza, en su lugar hubo calma y una sutil sonrisa.

     —Volveré con la Madre entonces —Fue todo lo que ella murmuró antes de que él se derrumbara a llorar y ella lo envolviera en sus brazos para consolarlo."

     Una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios y tuve que apartar la mirada y pestañear unas cuantas veces para deshacerme de las lágrimas que se habían acumulado en mis ojos.

      Coloqué la pequeña hoja de nuevo sobre el papel y cerré el libro antes de devolverlo a su lugar sobre la mesilla de noche.

      Sin darme cuenta ya había avanzado casi hasta su mitad.

     Me hundí en las sábanas y en mi mente se dibujo de nuevo la imagen de ambos bajo el árbol, ella iluminada por el sol y él en la sombra.

      Quedarse solo en el mundo, que terrible destino, incluso para un dios.




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