Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

20 CAPÍTULO

꧁☆☬ Arcova ☬☆꧂

×               ×              ×


      ¿El verde siempre había sido un color tan vivo y alegre? ¿El cielo siempre había sido de esa tonalidad azul tan semejante a los ojos de Kessarn?

      No podía recordarlo realmente, nunca le había prestado la suficiente atención como para notarlo. Fueron largas horas las que tuvimos que cabalgar esa mañana, de las cuales a la tercera el efecto de la magia de Khalyn había desaparecido por completo haciendo que mi abdomen, piernas y brazos volvieran  a punzar con dolor cada vez que el caballo avanzaba un paso sobre el camino empedrado de montaña.

      Largas y tortuosas horas que finalmente llegaban a su fin pues, tal y como me había dicho Izzel minutos atrás, en pocos minutos veríamos a Arcova frente a nosotros.

      Le había pedido una decena de veces que me describiera el lugar pero, este se había negado a hacerlo insistiendo en que quería que yo lo viera con mis ojos por primera vez, que no me tomara el tiempo de imaginar algo que pronto estaría frente a mi y, que mi mente humana y mortal no llegaría a poder imaginar.

      Igualmente atosigué a Izzel con preguntas que él no contestó, incluso le rogué y el adolescente simplemente se rió diciendo cuán impaciente era. Después de largos minutos me di por vencida y me limité a montar en silencio.

      El lugar en el que nos encontrábamos actualmente era la subida de una montaña, un camino rocoso rodeado por enormes árboles, decenas de arbustos y cientos de flores de suaves colores, muy distintas a las que habíamos dejado atrás en los pies de la montaña las cuales tenían un chillón color amarillo. No había podido parar de mirar alrededor comos si fuera una niña pequeña, no había podido dejar de sonreír y quedar asombrada cada vez que mis ojos se quedaban atrapados sobre algo que yo no conocía. Si el bosque me había resultado de lo más normal, poco a poco y fijándome en pequeños detalles, me daba cuenta de que nada era lo que creía. Había podido ver pequeños animales corretear alejándose del alarmante sonido que provocaba la caravana avanzar, e incluso como un hermoso ciervo blanco había cruzado su camino con el nuestro para luego desaparecer entre los árboles de nuevo. Se podía escuchar a los pájaros cantar y a animales corretear a medida que nos acercabamos por el camino, como si estos se acercara a ver el regreso de la caravana a la capital pero no se atrevieran a salir de sus escondites entre los huecos y ramas de lo árboles.

      Este lugar era algo tan distinto que no podía encontrar las palabras para describirlo.

      A nuestra derecha, en los pies de la montaña, había un enorme río que se alejaba entre la sinuosa cordillera con llamativas cascadas pero no demasiado grandes. No iba a mentir, cuando supe que se trataba de la capital pensé que se encontraría en una gran llanura, una ciudad enorme rodeada de grandes muros y llena de guardias tal y como los humanos hacíamos de nuestras capitales. Pero los dahaary, como ya me había explicado Reegan, vivían por y para la naturaleza, de ella obtenían sus poderes y todo cuanto necesitaran, así que era correcto que su ciudad estuviera inmersa en los bosques de las altas montañas. Sobretodo si se tenía en cuenta la naturaleza de los poderes del propio rey.

      Cabalgamos un par de minutos más hasta que Izzel me picoteó el brazo llamando mi atención, una sonrisa deslumbrante en sus labios me hizo desviar la atención al punto que su mano alzada señalaba.

      Más allá del camino que caía por el borde de la montaña.

      —Bienvenida a Arcova.

      Mi corazón se encogió y pude sentir como por un instante detuvo sus latidos.

      Tras doblar un saliente de la montaña, el inicio del río apareció ante nosotros en forma de una enorme cascada de aguas cristalinas y relucientes, tan alta que incluso con la suave brisa se podía sentir la humedad de las gotas de agua provenientes de ella comenzar a mojar nuestras mejillas. Los caballos relincharon casi con alegría y siguieron adelante doblando una cornisa más dejando así una increíble visión de la ciudad frente a nosotros.

       En el borde de esa enorme caída de agua una montaña que dibujaba una extraña elevación, similar a la de un inmenso puente y dejando en el medio, casi en la cumbre, un arco, donde un palacio se alzaba, brillante contra los rayos de luz dorada del atardecer. Mi atención quedó fija en aquella superficie reluciente, en lo que se podía ver que era cristal y mármol de un tono tan claro que aparecía blanco, de una punta a la otra lleno de ventanas, lleno de arcos, todo el palacio estaba hecho de cristal. Y sobre este y en este, por todas partes, plantas que lo unían a las faldas de la elevación de piedra.

        En estas mismas, y distribuidas por ambos lados hasta conectar con el valle a su alrededor había casas, pequeñas y grandes con tejados de madera clara y oscura.

       Y todo aquello entrelazado por enredaderas con hermosas flores blancas que descendían por la piedra y caían suavemente sobre el río, conectando la tierra y el agua de una forma hermosa, casi como una cortina que se mecía con el viento te estuviera dando la bienvenida. La sonrisa creció en mis labios al notar aquel detalle tan hermoso.

        —Es preciosa  —Susurré, más para mi misma que para el joven a mi lado.

         Poco a poco nos acercamos a la ciudad y observé curiosa como al inicio de aquel curioso puente natural se alzaban pilares de mármol blanco formando un gran arco envuelto en más enredaderas en las cuales un montón de capullos florecieron en las hermosas flores blancas cuando el rey, quien cabalgaba al frente de la caravana a unos metros de Izzel y de mi , lo atravesó.

        —¡EL REY HA REGRESADO! —Una fuerte voz resonó en el tranquilo silencio que nos acompañaba.

        Al instante, en cuanto el caballo de Reegan pisó un centímetro más allá de los pilares, decenas de voces salieron de la nada. Un jolgorio festivo que me abrazó cálidamente mientras llegábamos a las calles empedradas de la ciudad y éramos rodeados por las casas y personas que salían veloces desde las puertas de las mismas.

        Afiancé de nuevo la capucha sobre mi cabeza asegurándome de cubrir bien mis orejas.

        Mis ojos viajaron de un lado a otro incapaces de despegar la mirada de todos aquellos rostros, todas aquellas personas. Sus rasgos eran claros, casi como si alguien los hubiera esculpido a todos uno a uno, detallando con cuidado el puente de su nariz, la forma de sus ojos y labios, todos ellos eran tan extrañamente hermosos que era casi imposible que fueran reales. Mi atención escaló a los balcones de las casas, donde familias había salido a saludar a su rey. Estas casas eran de la misma piedra azulada que el empedrado por el que transitamos, eran pequeñas y estaban rodeadas de aquella hiedra tan particular en algunos puntos, la cual escalaba y decoraba las uniones con hermosas flores que luego se unían a los maceteros que decoran las calles.

        Personas se arremolinaban a ambos lados de la cual debía ser la avenida principal, hombres, mujeres y niños, incluso animales, perros, gatos e incluso pájaros llenaban los laterales de nuestro camino. Todos aplaudiendo y saludando con fervor a las personas que me rodeaban.

        Observé con diversión como Izzel se inclinaba suavemente sobre su caballo para extender su mano y rozar con las puntas de sus dedos con algunas manos o tomar presentes como flores o algún dulce.

       Algo dentro de mí se encogió ante el decepcionante pensamiento de que mi padre jamás me habría dejado hacer eso, yo tendría que haberme mantenido en mi caballo o más bien mi carruaje limitándome a saludar con un movimiento de mano ensayado y a sonreír a todos. Yo nunca podría haber estirado mi brazo para alcanzarlo, nunca podría haber aceptado sus flores o dulces.

        Pero aquí…

       Mis ojos recayeron en la figura de Reegan metros más allá. Durante todo el viaje había lucido cansado y agotado, Izzel me había contado que tras cargar conmigo desde el bosque y curar varias de mis heridas, Reegan había curado a cada uno de sus soldados, al menos hasta que su magia se lo permitió. También me había dejado saber que apenas había cerrado los ojos ya que había pasado la mayor parte de la noche asistiendo a quien lo necesitara y asegurándose de que la zona donde se había asentado el campamento provisional estaba completamente segura.

        Y sin embargo, ahora todo eso parecía haber desaparecido. 

        Reegan saludaba a la gente que nos rodeaba, agradeciéndoles el buen recibimiento. Se encontraba recto como un tronco, conservando ese aspecto que un rey siempre debía conservar. En sus labios una amplia sonrisa que  perfectamente dirías que era real si no supieras lo que había ocurrido la tarde anterior. Una máscara perfectamente plantada en sus facciones.

          Seguimos avanzando por el lugar, Arcova no era una gran ciudad, era más bien un pueblo en expansión, tal y como lo era Etria, un lugar tranquilo y apartado de todo, Arcova me recordaba a mi hogar en cierta manera.

         Unas grandes explanadas de hierba cortaron el pueblo y crearon la subida a la entrada al palacio de mármol blanco y enredaderas, el cual apareció frente a nosotros con un camino de piedra oscura. No puede evitar alzar la mirada maravillada por el edificio frente a mí, era un lugar digno de admirar. Jamás había visto algo semejante en el mundo humano. Las grandes ventanas por donde las plantas se colaban apenas se distinguían del resto de cristales que componían las paredes. Los toques dorados en los arcos, columnas y decoraciones del exterior lo hacían relucir mientras la luz del sol desaparecía en el horizonte.

       —El palacio de Arcova era el lugar favorito de mi hermano antes de la guerra. Él acudía a sus paredes cuando la antigua capital le ahogaba —Izzel tenía un gesto suave pintado en sus facciones —Por supuesto esto no le gustaba nada a nuestro padre pero tampoco lo detenía, así que él pasaba días aquí hasta que era casi obligado a regresar —Incluso una suave sonrisa —Si me preguntas a mi, me parece algo aburrido, pero aun así es agradable para vivir.

       Cuando ingresamos al patio interior mis ojos se alzaron a la bóveda de cristal sobre nuestras cabezas, el cielo anaranjado allí estaba ligeramente oculto por las enredaderas que colgaban junto a sus hermosas flores blancas desde el techo, también había una gran lámpara de cristales y telas que confrontaba de una manera extraña pero hermosa con el lugar. Luego descendí la mirada a nuestro alrededor, la sala, patio o lo que fuera, estaba rodeado de pequeñas jardineras y fuentes dejando el espacio central completamente libre. El olor a jazmín y a lirio impregnaba mis pulmones y por un momento, me llegué a preguntar si esto no era más que un sueño.

        Era demasiado hermoso para ser real.

        Para cuando regresé la mirada al frente lo vi a él, junto a mi animal, su camisa ligeramente arrugada y su cabello rojo ahora suelto cayendo sobre su hombro derecho.

         —Déjame ayudarte —Asentísuavemente  y sus manos tomaron mi cintura mientras yo me apoyaba en sus hombros. No me pasó desapercibido la delicadeza de su tacto para evitar tocar las zonas heridas de mi cuerpo.

         Mientras él se encargaba de hacerme llegar al suelo de piedra observé algo atónita como toda la caravana que montaba a nuestras espaldas había desaparecido y ahora solo nos encontrábamos Izzel, él y yo en el amplio patio.

         —¿Dónde? —Pregunté fijando mi mirada en el rey frente a mí —¿Dónde fueron todos? 

        Él observó a nuestro alrededor rápidamente. Sus hombros cayeron en un gesto sincero y sus manos me soltaron para luego dar un paso atrás.

        —Ellos usan otro patio, más cerca de sus habitaciones y residencias —Contestó mientras una mueca divertida se asomaba en sus labios  —¿Los humanos dejan que los sirvientes usen su patio principal?

         Mis mejillas se tornaron rojas de vergüenza mientras negaba efusivamente. La curiosidad me había invadido desde que al salir del palacio de Thalor, en el territorio llamado Eurar, todos habían partido desde el patio central. Dios, su estructura jerárquica era lo más extraño que había visto. 

         Era como si en público les diera vergüenza admitir su título pero luego había claras diferencias. Agaché la mirada mientras notaba aquella dorada mirada fija en mí con diversión flotando en el aire.

         Todos nos sobresaltamos cuando unas enormes puertas blancas y doradas se abrieron a nuestra espalda, giré sobre mis talones y le dediqué mi atención a la figura que caminaba hacia nosotros, o más bien hacia Reegan, con pasos rápidos y enérgicos.

         —¡Al fin has regresado! —Un hombre, semejante a la edad de Reegan caminaba y sonreía ampliamente mientras abría sus brazos para recibir al pelirrojo entre ellos.

         Su cabello castaño denotaba reflejos dorados a medida que avanzaba en nuestra dirección gracias a la luz del atardecer que se filtraba por los enormes cristales. Vestía un traje de caza, hecho de cuero de un marrón oscuro y sobre su pecho, una armadura torchada, con pieles y hierro que, —de manera semejante a la que Reegan había usado—, cubría únicamente la zona donde se hallaba el corazón y su hombro izquierdo.

         Su piel cálida y ligeramente tostada lo hacía ver como un extranjero, no parecía pertenecer a Arcova o a la región donde nos encontráramos, sus ojos verdes resaltan y sus cejas bien pobladas lo hacían ver expresivo como nadie.

         —¡Thyran! Me alegro ver que mi ciudad no ha sucumbido a tu guardia  —Reegan abrió los brazos recibiendo en un caluroso abrazo al moreno.

        Ambos dejaron fuertes palmadas sobre sus espaldas y grandes sonrisas se dibujaron en sus rostros.

       —Sabes que este lugar es tanto tuyo como mío —Se separaron lentamente sin apartar la mirada uno del otro—Necesito más que un par de días para hartarme de tus deberes reales y dejar que todo se desmorone.

       Ambos retrocedieron un par de pasos para poner una distancia aceptable entre ellos y rápidamente la mirada del moreno, Thyran, se posó sobre mi. Su ceño se frunció ligeramente y miró con confusión a su amigo quien rápidamente me presentó.

        —Thyan te presento a Alyathy Atte Wille —Extendí mi mano en su dirección y él la estrechó al segundo, dándome una mirada amable. Cuando deslicé la capucha de mi cabeza hacia atrás, su gesto se transformó por completo —Ella es la joven humana del pacto. La encontramos en el bosque cruzando la frontera.

         Sus ojos se abrieron como platos y enseguida su mano me soltó solo para que ambas tomaran mis hombros y su mirada me escaneara de un lado a otro. Mis manos se clavaron en el cuero de sus antebrazos y mis ojos se desviaron hacia Reegan quien observaba con asombro al moreno, como si no esperara aquella reacción.

         Algo de diversión tambien brilló sus ojos claros.

        —Hace muchos años que no veo a un humano, son igual a lo que recordaba —Volví  mirarlo y una sonrisa incómoda se asomó en mis labios mientras trataba sutilmente de empujarme un paso atrás.

         —Yo...—No sabía que decir —¿Gracias?

         Reegan dió un paso al frente y dejó caer su mano sobre el hombro de su amigo, en una señal amable para que me soltara que Thyran pareció comprender pues apartó sus manos de mi y llevó una de estas a su cabeza, rascando su nuca.

         Agachó la mirada y sentí un leve sonrojo en sus mejillas.

          —Perdonadme si me he excedido —Alzó el rostro de nuevo y sonrió suavemente, con el color aún persistente en las mejillas —Soy Thyran Khein, General de los ejércitos dahaary y Capitán de la guardia real.

          Extendió su mano hacia mi. Yo observé el gesto, llevé mi mirada a Reegan quien asintió suavemente y luego volví a mirar a Thyran para sonreír tímidamente de vuelta.

         —Encantada de conocerlo.

         —Alyathy permanecerá en palacio hasta que podamos buscar un lugar seguro en el que pueda vivir durante el tiempo que pasará en Hibarul—Ambos rompimos el saludo de manos y dirigimos nuestra atención a Reegan quien permanecía junto al moreno.

          De alguna manera aquella premisa plantó una espina de nervios en mi sistema. ¿Pasaría solo un tiempo en el palacio? ¿Encontrarían un lugar para mi?

         A su lado Izzel se unió a la conversación saludando suavemente al capitán de la guardía que, como a su hermano, le dio un apretón de manos y un rápido abrazo.

         —Hibarul puede ser un lugar peligroso para alguien como tú —Izzel me dió una mirada triste mientras seguía hablando —Sobretodo en los tiempos que corren. 

           Thyran intervino.

           —Escuché que fuisteis  asaltados en el valle de Tharomdaal. ¿Fue La Garra de Acero? 

          A su lado Reegan se tensó y Izzel agachó el gesto. Yo di un paso más cerca de él y rocé su mano obligándolo a levantar la mirada.

          El primero asintió y clavó su mirada sobre las rocas del suelo.

          —Fueron ellos —Un gruñido se escapó de los labios del capitán quien también apretaba las manos en puños —Fui poco precavido. No pensaba que hubieran llegado tan lejos. Creí que aún se contenían únicamente en Indon, Lyron me informó sobre la situación y lo subestimé.

          Esta vez fue Thyran quien dejó una de sus manos caer sobre el hombro del pelirrojo.

           —Hemos sobrevivido a cosas peores, recuerdalo hermano. Un grupo de insurrectos no podrá con nosotros —Reegan esbozó una sonrisa cansada antes de devolver el gesto a su amigo.

          Durante unos largos segundos el patio se quedó en silenció, el aire tenso pesó sobre mis hombros y no pude evitar pensar en el nombre del grupo mencionado.

           La Garra de Acero. Jamás había escuchado de ella, los libros no la nombraban, las historias…

          Fue la voz de Izzel quien rompió el pesado silencio.

           —Siento interrumpiros pero ha sido un viaje largo y creo que todos necesitamos un buen descanso —Izzel me dedicó una mirada sincera —¿Verdad?

          Sonreí al príncipe y asentí suavemente. A su lado el rey hizo lo mismo mientras llevaba una de sus manos hasta su cuello y sobaba la zona.

          —Tienes razón —Habló él —Hemos usado demasiada energía y hemos viajado demasiado rápido, por Karch, apenas me siento capaz de mantenerme en pie.

          El moreno se rió con fuerza mientras dejó un par de palmadas en la espalda del pelirrojo.

           —Te estás haciendo viejo amigo —Sonreí ante el gesto divertido de ambos —Os dejo, debo ir a ocuparme de unos asuntos. Mañana trataré de hablar con Lyron y Thalor sobre los movimientos de Horald.

           Reegan asintió y se despidió de Thyran, quien nos dedicó un suave asentimiento a Izzel y a mí antes de marchar saliendo por una puerta en el lateral derecho del gran patio.

           Los tres mantuvimos la mirada fija en el hombre hasta que su figura finalmente desapareció, entonces, Reegan se giró hacia mí y dijo.

           —Podrás usar una de las habitaciones de invitados en el ala este, luego buscaremos un lugar más acorde para ti.

           Le agradecí con la mirada y los tres subimos el pequeño tramo de escaleras que hace unos minutos bajo enérgicamente el capitán de la guardia real. Cuando ingresamos por las enormes puertas juraría que mi corazón dejó de latir.

           Un enorme salón, de paredes color crema que reflejaban la luz entrante del sol, en el centro una gran escalera, el suelo de baldosas blancas con vetas doradas bañado por el sol parecía oro puro bajo nuestros pies que caía por una gran cascada, a los laterales enormes ventanales, en el techo más ventanales y todo, rodeado y lleno de aquella hermosa enredadera de vivo color verde.

           Todo lleno de luz.

           Mientras nos adentrabamos en la sala Izzel me habló con un tono suave.

            —El castillo fue creado hace muchísimo tiempo —Lo miré, él observaba atentamente los ventanales del techo. —Se dice que sus primeros ocupantes fueron unos de los herederos a la corona de Hibarul, la familia Diheroth, la prometida del príncipe pertenecía a la corte de Altica, y para que ella no extrañara su hogar frente al mar, él construyó el palacio de cristal sobre el agua, para que pudiera sentirse algo más cerca de su hogar.

            Sonreí observando cada detalle del lugar.

            —Normalmente nuestros hogares están muy ligados a las necesidades de nuestra magia. —Mis ojos se fijaron de manera discreta en el resplandor que brillaba bajo los brazaletes de oro en sus muñecas. Izzel no notó mi mirada y continuó hablando —¿El castillo de Lyron? Está rodeado de rocas y montañas donde no crece vegetación ya que cuando los jóvenes dahaarys con el don del fuego son aún niños apenas pueden controlar las llamaradas.

           Nos detuvimos frente a las escaleras.

           Izzel iba a seguir hablando pero Reegan colocó una de sus brazos sobre sus hombros y con su mano sacudió su cabello.

           —Estoy seguro de que Alyathy muere por más clases de historia dahaary pero creo que ahora no es el momento —Izzel miró a su hermano. Reegan me miró a mi —También estoy seguro  de que se alegraría más de ver una cama y dormir un par de horas ¿verdad?

           No escondí el gesto divertido mientras asentía.

           Izzel suspiró debajo del brazo de su hermano y luego dio un paso al frente, quedando justo delante de mí.

           —Supongo que Reegan tiene razón. Además, aún estás herida ¿verdad? —Yo abrí los ojos con sorpresa. Deslicé mi mirada por mi cuerpo y como si pudiera ver debajo de la camisa recordé las vendas que cubrían mi abdomen y torso.

           Siendo sincera desde que había empezado a pensar en Arcova y en cuanto la había visto por primera vez me había olvidado de mis lesiones. 

          Cuando levanté la mirada de nuevo esta vez era Reegan quien estaba frente a mí, su mano extendida en mi dirección y la krohemitas en sus manos brillaban vagamente. Mis ojos cayeron sobre los suyos y di un paso atrás rápidamente.

          —Estoy bien, gracias —Sonreí suavemente —No es necesario que os preocupeis. Solo necesito una larga noche de descanso y un buen baño.

          Izzel asintió y Reegan bajó sus manos haciendo que su brillo desapareciera, aún así, su rostro estaba ligeramente contrariado.

          —Entonces creo que yo me retiro primero—Los dos miramos al joven príncipe quien arrugó el gesto al oler una de las mangas de su camisa —Aun huelo a tierra mojada y a sudor.

         Reí suavemente y me despedí con la mano de él mientras desaparecía escaleras arriba. Finalmente cuando su cuerpo desapareció al doblar una esquina el silencio volvió a caer sobre los que permanecimos en la sala.

          Mis hombros se deslizaron hacia abajo y deslicé un suspiro cansado fuera de mis labios. De repente todo el cansancio acudió a mi como una ola rompiendo contra las rocas, como si saber que Izzel ya no estaba presente hubiera liberado la presa de esas emociones que ahora caían sobre mi.

          Observé de reojo al hombre junto a mi. De nuevo había llevado una de sus manos hasta su nuca y masajeaba la zona adolorida. En ese mismo instante recordé que él no había dormido durante la noche anterior, se había pasado todo ese tiempo curando a los heridos y asegurándose de que el campamento era seguro.

          Él pareció darse cuenta de mi fija atención porque levantó la mirada y con un tono cansado que no trato de ocultar dijo.

         —Sube la escalera y camina a la derecha hasta una gran puerta blanca, allí puedes  elegir la habitación que más te guste, aséate y descansa, lo necesitas.

         Su voz era baja, un suspiro cansado y casi derrotado. La máscara había desaparecido, su cuerpo había regresado a esa pose encorvada y el agotamiento en su rostro ya no era capaz de difuminarse en esa máscara que aún trataba ligeramente de mantener.

          Giré y di un paso hacia la escalera. Mi mano se aferró a la baranda de mármol blanco rodeada por aquella enredadera, llevé mi rostro sobre mi hombro y lo miré de nuevo. Sus ojos estaban fijos en mí, el dorado en ellos aún fluyendo como oro líquido.

        En mi mente solo aparecía una palabra cuando observaba aquella mirada: hermosa.

        —Tú también debes descansar. Hiciste mucho por nosotros allí fuera —Sus ojos se abrieron con ligera sorpresa —Gracias.

         Escalé los primeros peldaños de la escalera, luego su voz me hizo volver a girar para mirarlo.

         —Soy su rey, es mi deber. No tiene que agradecerme nada.

         Agaché la mirada y mordí ligeramente mi labio.

         —No eres mi rey como tal, puesto que no soy una de los vuestros y aún así me salvaste —Mis ojos fueron directos a los suyos —No solo hace unas horas, en la frontera también lo hiciste. Te agradezco por eso, te debo mi vida —Reegan mantuvo sus ojos en mí.

         Había hablado con total sinceridad, y de alguna manera aún sentía que mi agradecimiento se quedaba escaso para lo mucho que le debía.

          —Estás en nuestras tierras, ahora vives bajo mi techo. Desde el momento en que pisaste Hibarul te convertiste en una de los nuestros, Alyathy, y da igual que no seas como nosotros. Para mi, tu seguridad estará por delante de todo lo demás —El aire se quedó atascado durante unos cuantos segundos en mi garganta.

         Apreté mis puños y reprimí el temblor que me acechaba cuando mi pecho saltó a la vez que aquella melodía, la misma que había escuchado en el bosque volvió a resonar en mis oídos, en mi cabeza, como un suspiro del viento.

         Ahora sus ojos brillan pero de una manera distinta a la que hasta ahora había visto, no era magia, esta vez era un brillo natural, sincero.

          La melodía aumentó sutilmente justo cuando él dio un paso al frente y se inclinó con suavidad.

           —Buenas noches Alyathy —Se recompuso y sin más se dió la vuelta para desaparecer por una puerta en la derecha del gran salón.

          Mi vista quedó fija en esa  misma puerta mientras sentía la melodía desvanecerse con suavidad mientras aún podía escuchar sus pasos tranquilos al otro lado de la misma, alejándose.

          La música y él…

          Apreté los puños y sacudí mi cabeza varias veces apartando ese loco pensamiento de mi mente. Clavé la mirada en los escalones y comencé la subida de nuevo con rumbo a las habitaciones. Para mi sorpresa cuando llegué a lo alto de las mismas y giré a la derecha tal y como se me indicó, Khalyn y Cerryn estaban allí de pie. junto a una gran puerta blanca abierta dejando ver un largo pasillo.

           Observé el detalle de que ahora ambas cargan con un nuevo uniforme. Era sencillo, no más que un vestido en tonos olivas con un mandil blanco con remates dorados en sus costuras. Los colores de la corte de Reegan.

           Mi corazón se encogió suavemente al notar como aquel verde era muy similar al color de la bandera y emblema de Aquion.

          Caminé hasta ellas y ambas me recibieron sonrientes.

          —Buenas noches señorita. La esperamos para que elija su cuarto y podamos prepararle un baño —Agradecí a ambas antes de seguir hacia adelante con ellas a mi espalda.

          —Os lo agradezco, creo que cualquiera de las habitaciones será suficiente —Las tres caminamos con paso tranquilo más allá de las puertas abiertas.

         Me detuve frente a la segunda puerta, sin darle mucha importancia al lugar y simplemente abrí la misma. Cuando mis ojos captaron lo que había en el interior no pude evitar quedarme asombrada.

          El cuarto era fácilmente igual de grande que el salón de las escaleras en el piso inferior. Las paredes estaban pintadas de un suave color verde claro que casi parecía blanco y  una enorme cama rodeada de doseles transparentes decoraba el centro del lugar. Al final de la habitación, a la derecha de la cama, había un gran balcón sin puertas, —solo simples cortinas blancas y semitransparentes que daban aquella privacidad que pudiera necesitar—, que dejaba la bella luz del tardío anochecer entrar en la habitación. Las molduras de los techos me recordaban a las raíces de los árboles, espirales y líneas que se entrecruzaban sosteniendo el techo sobre nuestra cabeza, los muebles de color blanco llenaban el lugar de paz y tranquilidad.

           Y el silencio…El silencio es exquisito, los únicos sonidos que se podían escuchar eran el agua de la cascada de la montaña al caer, —aunque se escucha suave y lejana como si alguna clase de magia alejara y redujera el sonido—, los cantos de los pájaros y nuestras propias respiraciones.

           Al instante pensé en cuanto Nethan amaría este lugar, cuanto yo adoraría compartir este silencio con él.

         —Prepararemos su baño y la ayudaremos a prepararse para descansar ¿Desea que le traigamos algo de cenar? —Me giré para ver a ambas mujeres.

          Y a pesar de que mantenían un rostro sonriente y cargado de emoción podía ver el cansancio pesar también sobre esas sonrisas, así que, colocando una mano en uno de los hombros de cada una sonreí suavemente y dije; —No es necesario. Podéis solo preparar el baño y luego ir a descansar, fue un viaje cansado para todos.

         Ellas se miraron algo sorprendidas entre sí pero luego simplemente asintieron. Además no tenía apetito, solo ansiaba dormir.

          —Está bien señorita, muchas gracias —Cerryn me sonrió y yo dejé un suave apretón en su hombro.

          Entonces ellas se adentraron en el espacio y abrieron rápidamente una de las puertas de la habitación, como si ya conocieran el castillo a la perfección. Dejando que ellas desaparecieran dentro de aquella habitación contigua yo continué observando los detalles de la habitación.

           Caminé lentamente hasta la cama y simplemente me dejé caer de espaldas contra ella. Suspiré en un ligero gemido. El colchón bajo mi cuerpo se sentía como una verdadera nube, mullida y esponjosa. Tuve que poner todo de mi para no quedarme dormida en ese momento y esperar pacientemente.

           Me incorporé suavemente y comencé a desatar los cordones de la camisa-vestido. Para cuando ya había terminado también de deshacerme de las botas las voces de ambas me llamaron desde aquella habitación así que, sin más, caminando con un paso lento y pesado entré por la misma puerta que ellas lo hicieron y casi me tropiezo de la sorpresa.

            —La dejamos ya señorita, si necesita algo no dude en llamarnos —Asientí sin poder apartar la mirada del baño frente a mi.

           Más concretamente de la enorme bañera que se extiende más allá de la pared, más allá de la cortina de enredadera que era recogida como una cortina real a los lados de la bañera, dejando esta seguir como el balcón de la otra habitación, en una bañera de agua infinita.

             Cuando ambas chicas se habían marchado no tardé en deshacerme de mis prendas y vendas para entrar en el agua, tibia contra mi piel. Aún quedan pequeñas heridas en mi torso que escocieron ligeramente ante el contacto del agua caliente. Aún así, cuando dejé que todo el agua cubriera mi cuerpo adolorido y mi cabeza también, dejé que esta se llevara toda la suciedad y preocupación, el dolor y la poca energía que me quedaba.

             Cuando regresé a la superficie me dejé reposar contra uno de los bordes de la bañera que daban al exterior, al hermoso paraje y simplemente clavé mi mirada al horizonte. De ese modo me permití sentir la piedra tibia contra la que me reposaba, me permití sentir los tibios rayos del sol chocar contra mi piel mientras hacía su descenso final. Me permití sentirme en paz por primera vez en más tiempo de lo que me gustaría recordar.

            Este lugar era muy distinto a lo que cualquiera de mis locos sueños infantiles hubiera podido llegar a imaginar. El sol que se llenaba d Elina palates infinita de naranjas, rosas y morados, las subes que se alzaban como pequeñas manchas de colores dorados brillantes.

          El olor a pino, agua dulce y césped me llenaba los pulmones con cada respiración.

          La mágica, una sensación a la que todavía no me podía acostumbrar y que constantemente se reflejaba en mi paladar con un regusto metálico y envíaba escalofríos a lo largo de mi espalda.

           Era como un sueño. Estar aquí, poder oler, ver, y saborear este momento. Era un sueño que creía haber dejado morir hace mucho tiempo.

           En algún momento simplemente cerré los ojos y sin darme cuenta para cuando los volví a abrir la luz del sol ya no estaba y solo el reflejo de la incipiente luna iluminaba la habitación.

          Al salir del agua mi cuerpo se sintió entumecido y tuve que sostenerme contra el refinado lavabo, allí mis ojos observaron las prendas que Cerryn y Khalyn habían dejado cuidadosamente dobladas para mi.

           Tomé en mis manos el camisón de suave color crema y acaricié la tela notando el extraño pero exquisito tacto de la misma. Jamás había tocado algo semejante, en Asova jamás había presenciado nada con una tela semejante.

            Rápidamente lo coloqué sobre mi desnudez y con un paso más tambaleante del que me hubiera gustado salí del gran baño para simplemente lanzarme de nuevo sobre la cama. No me importó que las almohadas se mojaran con mi cabello húmedo, tampoco que ni siquiera me hubiera molestado en cubrir mi cuerpo con las sábanas, simplemente cerré los ojos y unos segundos después me encontraba en los brazos del pesado sueño.

           El canto de los pájaros y la caricia de la suave brisa de la mañana me trajeron de regreso a la mañana siguiente.

            Me retorcí entre las sábanas sin querer despegarme de ellas, —aunque tampoco sabía bien en qué punto de la noche me había escurrido en su interior—, y de su calidez. Mi cuerpo se sentía como una pluma, liviano y lleno de energía y debía confesar que no había tenido tan buen sueño en años.

             Me recosté contra el cabecero dejando que mi espalda se hundiera en las suaves almohadas y observé la suave luz de la mañana colarse entre las cortinas que conducían al balcón más allá. Mi mente retrocedió un par de horas y recordé donde me encontraba, en el palacio de hermoso cristal, y cuarzo. Una sonrisa genuina se asomó en mis labios al ver la silueta de pequeños pájaros volar más allá del balcón sobre la nube de agua que creaba la cascada.

             Estaba completamente absorta en mis pensamientos cuando las puertas de la habitación, se abrieron lentamente y deslicé la mirada las siluetas que entraban lentamente, Khalyn y Cerryn caminaban casi a hurtadillas hacia mi.

           Me incorporé un poco más notoriamente en la cama y reí mientras las observaba.

            —Estoy despierta no hace falta que tengáis tanto cuidado.

           Ambas muchachas levantaron la mirada y se miraron sorprendidas, como si mi voz las hubiera asustado, luego se rieron suavemente y sonrientes caminaron con un paso alegre y enérgico hasta la cama, cada una colocandose a un lado de esta.

           Me removí bajo las sábanas y fruncí ligeramente el ceño ante la aún presente molestia en mi abdomen.

            —Esperamos que haya descansado bien señorita Alyathy —Miré a Khalyn y le di una gran sonrisa.

           Hoy me encontraba de muy buen humor.

            —Llámame solo Alya, aquí ya no soy ninguna princesa —Ambas algo sorprendidas me miraron con curiosidad.

            —¿Está segura, señorita? —Preguntó Cerryn.

           Yo asentí.

          —Ciertamente nunca perdí el título pero, supongo que las leyes humanas no encajan bien con las dahaarys ¿No?

         Ambas me dieron una sonrisa llena de algo semejante a la compasión.

         —Hay cosas con las que uno nace, como nuestra magia —Cerryn tendió su mano en mi dirección mientras extendía una suave sonrisa también en sus labios. Tomé su mano dejando que me ayudara a salir de la cama —Y eso no se puede arerebatar por mucho que se quiera. Su sangre es noble, ya sea humana o dahaarys, por lo tanto, sois una princesa, con título o sin él.

          Di un suave apretón a su mano en un gesto de agradecimiento silencioso y dejé que ambas me ayudaran a prepararme para el día de hoy. Aunque siendo sincera, ni tenía ni la más mínima idea de que es lo que podría hacer. Mi curiosidad me pedía que visitará todo el palacio, quería recorrer cada pequeño lugar de este.

         Cuando estas terminaron con mi vestimenta me acerqué a un espejo de cuerpo entero que estaba colocado en una de las esquinas de la habitación.

         El vestido era largo, la falda caía desde mi cintura en un par de capas hasta el suelo, el tejido de tul lo hacía sutilmente abullonado, el corpiño se ajustaba a mi torso resaltando mi figura, aun así no resultaba demasiado apretado y tampoco hería mis lesiones, las magas caían por mis hombros hasta mis codos, con una tela suave y fina que en cada movimientos ondeaba, cubriendo justo donde aún había un par de cardenales en mi piel.

         En color verde pálido hacía resaltar el tono oliva de mi piel y mis ojos claros, mi cabello había sido decorado con varias trenzas que se enredaban entre sí y un broche dorado con forma de rosa apartaba los mechones rizados que cubrían mi rostro.

        Este tipo de vestimenta jamás se usaría en Asova, la tela, los adornos, todo era demasiado ostentoso y llamativo. Las mujeres humanas se encargaban de esconder con mucha frecuencia para no ser tachadas de vulgares.

        —Estáis preciosa señorita —Sonreí ante mi reflejo en el espejo.

        Y era tan cierto. Una sonrisa se había apoderado de mis labios y no había manera de deshacerme de ella por mucho que me mirara y tratar de buscar una excusa para pedirles algo más recatado y propio de mi. Pero no había ninguna, esto no era vulgar, era hermosa, no mostraba nada más allá de mis hombros, resaltaba mi cuerpo y facciones.

         —Jamás había vestido algo así.

        Giré suavemente para balancear la falda del vestido, la sonrisa creció en mis labios y dejé que ambas doncellas terminaran de arreglar mi aspecto. Cuando Khalyn terminó de asegurar las correas de mis zapatos estaba dispuesta a salir del cuarto para empezar mi aventura por el castillo pero la voz de Cerryn me detuvo.

        —Espere señorita Alya, aún falta esto —Me giré de nuevo para ver a la muchacha de pelo corto caminar hacia mí con algo en su mano.

        Mi colgante, el que contenía el retrato de familia.

        Lo tomé rápidamente y luego tanteé mi cuello.

        —¿De dónde lo habéis sacado? —Pregunté alzando la mirada a ambas.

         —Se os debió de caer ayer al meteros en la cama, lo encontramos cuando pasamos a asegurarnos de que dormía, estaba entre su ropa sucia —Khalyn señaló el punto donde la joya se cerraba —Hemos remplazado el seguro para evitar que vuelva a caerse.

        Mis ojos picaron suavemente y me obligué a tragar una larga bocanada de aire para no llorar.

        Había estado a punto de perderlos y no me había dado cuenta.

        —Gracias —Llevé la joya contra mi y yo misma me la coloqué en el cuello —Este collar significa todo para mi, gracias.

        Ellas negaron restándole importancia.

        —Ahora, si no le importa, ¿podríamos acompañarla hasta el comedor? —A Cerryn le brillaban los ojos mientras preguntaba —Apenas hemos tenido el tiempo de recorrer el palacio, pero podríamos ayudarla.

        Yo obviamente asentí y dí un paso al frente para enrollar ambos de mis brazos con los de ellas.

         —Entonces, haced de guías para mí, por favor.

         Las tres sonreímos y salimos de la habitación.

         Caminamos por el largo pasillo, deshaciendo el camino que ayer en la tarde hice hasta la habitación. Acompañadas y casi seguidas por la luz que entraba por los ventanales llenando el lugar de un aura de tranquilidad y sosiego que envidiaba no haber conocido hasta ahora.

        Cuando llegamos a la gran escalera bajamos hasta el salón principal.

        Las muchachas me comentaron pequeños detalles sobre la estructura y viejas historias que se contaban sobre él. Sobre cómo el rey que lo había mandado construir finalmente no se había llegado a casar con su prometida y que está apenas había vivido aquí antes de irse.

         Nos adentramos por unas grandes puertas que nos llevaron a lo largo d e uno d elos puentes que carecían de cristal y daban vistas al valle y al rio que sinuosamente se alejaba por él, me fue inevitable no soltarme de ambas y acercarme a las barandillas para observar el paraje.

          Mis ojos descendieron a las flores que rodeaban las columnas, esas hermosas flores blancas que yo no conocía.

          —¿Qué son? —Pregunté a las muchachas que rápidamente se sumaron a mi —Son preciosas.

          —Son dalias, señorita Alya —Cerryn tomó una con cuidado, cortándola con suavidad y luego dejando que las krohemitas en su piel brillaran suavemente sobre el lugar o de había cortado —Son la flor característica de Arcova y desde que el rey Reegan tomó el trono, la de la familia. 

           —¿La flor de la familia? —Tomé con cuidado el ejemplar entre mis manos —¿Todas las casas tienen una? 

         Khalyn asintió.

         —La casa Alore, de donde hemos regresado, tiene como flor el clavel bicolor, Lord Thalor lo impuso después de la muerte de su amado —Un viejo cosquilleo recorrió la punta d emis dedos cuando mis sospechas se hicieron ciertas, aquella estatua y la historía del Olga…—La casa Whindroy tiene a las flores Balloon, también impuestas por la cabeza de familia, Aerion. Y la casa Wholthon la Zinnia.

          —Los humanos no hacen nada de eso —Me reí suavemente mientras caminaba para poder colocar la flor sobre el cabello negro y rizado de Cerryn —Las flores solo decoran los salones en jarrones tan caros como palacios.

          —Aquí las flores tienen su significado en nuestra tierra —Rió suavemente la morena mientras se acomodaba ella misma la flor —Por eso cada casa tiene una, porque manda un mensaje.

           —¿Qué mensaje puede mandar una flor? —Pregunté con cierta incredulidad.

          Las plantas era…plantas.

          —Hay miles de cosas que la naturaleza quiere decir, solo porque no pueda hablar no quiera decir que deba mantenerse callada —Añadió Khalyn sonriente —Para la casa Hibarul, las dalias significan la pureza de sus acciones, el amor inocente y desinteresado que el rey siente por su pueblo. Además, fueron elegidas en honor a la madre del rey.

           Sonreí enternecida por aquel pequeño detalle.

           Me asomé por borde solo para ver como el agua caía metros y metros hacia abajo, y a pesar de encontrarme sobre la cascada, esta se escucha distante, como si no estuviera bajo mis pies.

            Asumí rápidamente que se trataba de magia.

            —¿Cómo es posible? —Señalé con un gesto el agua —¿Cómo puede ser que apenas se escuche?

            Cerryn sonrió de nuevo, casi como si estuviera orgullosa de ser ella quien tuviera la oportunidad de explicarme la situación.

             —Es un obra de la vieja casa Diheroth —Ella agitó sus manos sobre su cabeza y bailó como si pudiera fundirse con la suave brisa —Ellos eran capaces de controlar el viento, el aire y entorno en sí mismo —Se detuvo mientras Khalyn se reía por sus aparentes desastrosos bailes —El príncipe heredero contruyó este lugar y recondujó el aire para que el sonido de la cascada disminuyera. ¿A qué es impresionante?

           Asentí mientras volvía a agachar la mirada a las aguas que chocaban violentamente bajo nuestros pies. Era tan impresionante e irreal que me costaba hacerme a la idea.

           ¿Cómo era alguien capaz de controlar algo tan salvaje como el viento? 

            Suspiré sin poder sentirme completamente encantada por la realidad que ahora me rodeaba. Todo era tan nuevo, tan curioso y tan…mágico.

             —¡Lady Alyathy! —Giré sobre mis talones ante la mención de mi nombre.

             El hombre que nos había recibido ayer en la tarde,Thyran si no estaba equivocada, caminaba en mi dirección. Este llevaba su cabello ondulado recogido en una corta coleta tras su cabeza, vestía un traje similar al de ayer pero esta vez en tonos marrones algo más oscuros y sin la armadura, supongo que en el palacio no le sería necesario.

             —Buenos días Thyran —Saludé una vez se encontraba a mi lado.

             Las muchachas a mi lado hicieron una corta y rápida reverencia.

             —Buenos días —Saludó él a las tres —La vi entrar y no pude remediar venir a saludarla —Este sonrió llevando una de sus manos a la nuca, nervioso.

           —Oh, me alegro. Estábamos explorando un poco el lugar —Observé a mis dos compañeras y les dí una sonrisa cómplice a la que ellas rieron suavemente.

           El moreno sonrió y yo le devuolví el gesto.

            —Siento si ayer me sobrepase. Siempre he sido  muy curioso por su especie, sobre todo desde la separación, he dedicado mucho tiempo a su estudio —Mis ojos se abrieron con sorpresa y dirigí mi mirada a su rostro.

              —¿Nos estudias? ¿A los humanos? —Él asintió —¿Por qué? —Pregunté intrigada.

             Él nos dió una invitación para seguirlo camino adelante y por supuesto que lo seguimos.

            Tras llegar al final del puente, Thyran abrió una puerta que nos dio lugar a un inmenso invernadero.

            —Siempre sentí una gran afinidad con los humanos, al menos con los que vivían en mi ciudad natal. Todos convivimos en armonía durante nuestras vidas diarias, me apasionaba la fuerza de los sentimientos humanos, el cómo eran capaces de apegarse tanto a una persona como para pasar el resto de su vida con ella —Sonreío sin comprender a lo que se refería concretamente.

             —¿Los dahaary no se casan? —Thyran tuerció el gesto.

             —Es algo complicado de explicar. —Fruncí el ceño esperando una explicación, él se acercó a la gran fuerte que desviaba el agua a los canales que regaban el lugar —Sí que existe la tradición del matrimonio. Pero supongo que nuestra concición también ha desaparecido con nuestro nombre en vuestras leyendas — Entre cerré  los ojos analizando sus palabras.

            —¿Condición? —Miré a las jóvenes a mi espalda, ellas tenían el rostro casi triste. 

           —Los dahaarys no pueden amar —La realidad salió a la luz y golpeó mi cuerpo con sorpresa. ¿Amar? —Nuestra especie no tiene la capacidad que los humanos tiene para conocer sentimientos tan profundos como el amor.

            —¿Cómo es eso posible? —Cuestioné al aire, sin importar quien me diera la respuesta.

           La sola idea de no ser capaz de sentir amor…era in entendible para mi. Podía llegar a comprender la magia por poco que sonara pero, ¿no poder amar? ¿Qué locura era esa?

           —El Gran Karch creó a los humanos primero, según dice la historía. —Asentí. No estab realmente muy versada en la religión pero había conocimientos básicos que conocía —Y cuando observó lo que esa capacidad de sentir suponía para su civilización, cuando vió las disputas por amor convertirse en odio, simplemente las suprimió.

           —Pero…—Observé a las dos muchachas, ambas me sonrieron con suavidad, casi como si no quisieran que hablara del tema —¿Nunca ningún dahaary a amado?

            Thyran negó rápidamente.

            —A habido excepciones, casos extraños donde han sido capaces de despertar ese sentimiento —Sus ojos verdes y oscuros me miraron fijamente —O eso es lo que ellos creían.

            —¿Hay una pequeña parte que sí puede llegar a conocer esos sentimientos? —Thyran entonces plantó su mirada sobre la flor en el cabello de Cerryn.

            —A veces hay casualidades, no conozco a nadie que se haya enamorado personalmente, pero sé que algunas veces el sentimiento del amor o del odio, uno puro y fuerte puede surgir. Como te digo, es muy extraño, pero hay veces que se da la ocasión, las personas correctas en el momento correcto…

           Mi mente viajó a Kessarn, allí donde estuviera. Lo imaginé sentado sobre el gran trono de Olium, no sabía la fecha exacta a la que estamos, pero el diezmo ya debía haber comenzado, debía estar allí, ejerciendo el puesto de su padre.

          Quizás ambos habíamos sido las personas correctas, pero en el lugar y tiempo  equivocado.

          —Dígame Alyathy ¿Usted ha amado a alguien? —Mordí el interior de mis mejillas.

          —Aún lo amo supongo, iba a casarme con él —Un rastro fugaz de tristeza le bañó el rostro moreno.

          —Lo lamento mucho —Negué alzando el rostro y dándole una sutil sonrisa.

          —Si no ha ocurrido es que debe haber otros planes para mí, y también para él. —Las manos de Cerryn y Khalyn se apoyaron sutilmente en mi espalda, casi como si trataran de animarme —Ahora que estoy aquí tengo la oportunidad de aprender sobre vosotros, sobre vuestras costumbres y sobre este lugar tan…increible—Di una vuelta sobre mí misma observando rápidamente la sala donde estábamos.

           Las plantas que caían desde el techo y se enredaban en las ramas de los árboles que se encontraban dentro de este gran invernadero, aquí todo parecía ser precioso e interesante. Cientos de cosas que jamás había visto.

           —Eres una humana extraña pues, por lo que tengo entendido la mayoría de vosotros sentís un gran repudio por nosotros —Mi sonrisa desapareció y asentí en su dirección.

           —Tristemente así es, pero yo me crié junto a una mujer, una que creía firmemente que este lugar era bueno y bello, que lo desconocido podía albergar belleza —Una sanación de calidez me rodeó al recordar a Olga.

          Ojalá pudiera escribirle, contarle todo lo que había y estaba ocurriendo, contarle sobre el bosque y sobre la bestia, como fui rescatada y como ahora me encontraba en la capital. Contarle sobre Izzel, sobre Cerryn y Khalyn, sobre Reegan.

           —¿Vuestra madre? —Negué.

           —Mi nana, ella me cuidaba a mi y a mi hermano cuando apenas éramos unos infantes. Mi madre murió hace mucho tiempo —Thyran puso su mano sobre mi hombro, dando un ligero apretón de consolación.

          —Mejor dejemos el pasado atrás, ¿no? Mi estómago me pide desayunar ahora mismo y creo que debería hacerle caso. ¿Gusta acompañarnos? —El moreno tendió su brazo en mi dirección y una gran sonrisa le acompañaba.

         —Encantada.

        Me despedí de mis dos ayudantes y dejé que Thyran me condujera a través de los luminosos pasillos del palacio, cruzando todo el ala en el que nos encontrábamos hasta llegar a un gran comedor exterior, la brisa de la mañana azotaba mi piel y la luz del sol que apenas comenzaba a levantarse en el cielo calentaba mi piel.

          —¡Alyathy buenos días! —Sonreí al ver a Izzel quien ya había tomado asiento en la mesa.

          Una parte de mi se alegró y sorprendió por completo al notar como todos los rasguños de su rostro habían despaparecido por completo.

          Esta era redonda y de un tamaño no tan grande como hubiera imaginado, no cabrían más de ocho personas en esta, cuatro lugares estaban preparados y solo el de Izzel estaba ocupado.

          —Justo llamé para que te avisaran, pero me alegro de ver que no hizo falta —Sonreí a Thyran cuando este hizo una de las sillas hacia atrás, invitándome a sentarme.

          Una vez lo hice él tomó asiento también.

          —Desde anoche no podía esperar a recorrer este lugar. Es tan hermoso, tan tranquilo —Izzel rió mientras tomaba una copa llena de lo que parecía simple jugo de naranja.

          —Te deben apasionar las cosas aburridas, el silencio de este lugar me abruma —Miré a Izzel con una sonrisa.

          —Encuentro ese como el mejor punto de este lugar, el silencio, es  perfecto — Tanto Thyran como Izzel rieron.

          —Ey Reegan, hemos encontrado a otro ser extraño como tú —Giré mi rostro solo para ver al pelirrojo caminar dentro del lugar.

         Su cabello caía sobre sus hombros, despeinado y reluciente ante el sol, como si no se hubiera molestado mucho más que en cepillarlo con sus manos, su rostro ya no se veía cansado, su piel estaba llena de vida y sus ojos algo entrecerrados, como si realmente acabara de despertar.

         Vestía únicamente una camisa suelta, que dejaba ver ligeras espirales doradas en su cuello y clavículas, estas se perdían en los bordes de la tela, y sus piernas enfundadas en un pantalón del color verde apagado al que ya comenzaba a  acostumbrarme.

         —Buenos días a ti también Thyran —Sonrío y aparté mi mirada de él una vez se acercó a la mesa y tomó asiento.

         Había un espacio entre cada uno de nosotros por lo que formábamos una X entre todos y Reegan quedaba frente a  mi. Podía sentir su mirada sobre mí, fija y curiosa.

          —Me alegro de que nos acompañes ¿Has descansado bien? —Asentí.

          —La verdad no descansaba así desde hace años, este lugar es simplemente de otro mundo —Una sonrisa se esbozó sutilmente en sus labios, casi invisible.

          —Al parecer a la señorita también le apasiona el aburrimiento que encuentras en este lugar —Izzel dejó escapar una suave carcajada ante las palabras de Thyran quie, casi tan rápido como un animal, se llevó una manzana a la boca.

          Reegan rodó los ojos e ignoró el comentario de su general, no era muy difícil darse cuenta que ambos eran realmente amigos cercanos, pues estaba segura de que Reegan jamás le permitiría a  Thalor o cualquier otro señor hablarle de esa manera.

         —Toma, prueba esto, te encantará —Izzel tendió en mi dirección un plato lleno de lo que parecía ser fruta.

        Esta era roja y naranja, se asemejaba a una manzana en forma pero el tamaño era algo más parecido al de una cereza. La tomé y la llevé a mis labios, mordiendo solo la mitad.

        Mi rostro se encogió ante la acidez al segundo, llevé la servilleta a mis labios y escupí el contenido en la tela, el príncipe y el general rieron, el rey dejó ver una mueca divertida. Dejé la servilleta sobre el plato frente a mí y tomé un largo sorbo de la copa que en efecto era zumo de naranja, el sabor cítrico y dulce de este alivió la desagradable sensación.

         —Eso ha sido asqueroso —Izzel tendió otra en mi dirección y negué horrorizada —Ni en un millón de años.

×                ×                ×

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro