Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14 CAPÍTULO

Inmortales ☬☆꧂

×             ×             ×


      Estaba siendo observada y era incapaz de reaccionar.

      La figura permaneció estática apenas a unos cuantos metros sobre mi, alzado sobre el risco de montaña sin siquiera parecer interesado en camuflarse. Incluso cuando su figura estaba cubierta por una amplia capa negra y su rostro oculto tras una capucha lo suficiente  ancha como para proyectar una sombra que me impidiera ver más allá de su mentón.

      Solo el resplandor dorado de lo que parecían ser sus ojos resaltaba vagamente en la oscuridad.

      Mientras el corazón seguía cabalgando duramente contra mis costillas observé el arco en su mano derecha, las flechas sobresaliendo del carcaj a su espalda.

      Me retorcí mientras trataba de retroceder como podía por el suelo, aún suspirando en busca de una fina hilera de aire que llevar a mis pulmones.

      Su flecha había atravesado por completo el cráneo de aquella bestia que ahora yacía muerta a mis pies, como si esta no fuera más que arena que se fuera a derrumbar ante un simple toque, como si no hubiera carne y hueso de por medio.

      Una arcada me revolvió el estómago y quemó mi garganta mientras observaba horrorizada como uno de los ojos de esa cosa había estallado y sus restos se esparcían por el hocico lleno de cicatrices.

      No pude contener el revuelto de asco y horror y me di la vuelta para poder apoyarme sobre mis manos mientras vacía mi estómago por completo.

      El sabor y ardor nacido del vómito terminó por derrumbarme por completo y las lágrimas que había conseguido retener hasta ese punto estallaron como ríos por mis mejillas.
      Había estado apunto de morir. Me había rendido por completo.

      Escuché el caminar y el deslizar de las piedras mientras la figura sobre la montaña descendí, pero yo no podía darme la vuelta, no mientras no pudiera ser capaz de detener las arcadas que a este punto solo lograban extraer bilis de mis entrañas.

      Solo fue cuestión de segundos sentir su figura a mi espalda, como si bajar aquella empinada caida por la que yo me había deslizado destrozándome no le hubiera costado nada más que un par de pasos.

      Me di la vuelta tratando de limpiar vagamente los restos de vómito de mis labios con la manga llena de tierra de mi camisa.

      Ni siquiera estaba segura de sí mis cosas estaban conmigo.
      La espada la había perdido al caer, y el zurrón, a juzgar por la ligereza que sentía también había buscado otro camino lejos de mi. Algo de alivio se asentó en mi pecho al ver la tela de la chaqueta de mi hermano a tan solo unos metros.

      Mi mirada escaló por la figura hasta que finalmente pude percibir las facciones bajo la capucha.
      Había un gesto brutal en su rostro.

      Aquel hombre habló, su voz dura y fría como el hielo no logró otra cosa que alejarme aún más del momento, de hacerme temblar aún más.

      No había forma alguna de que fuera humano, ni siquiera una mínima duda.

      Sus ojos dorados brillaban con la propia fuerza del sol y aparecían ríos de oro. Su color se movía y zarandeaba dentro de su iris, como si hubiera algo vivo dentro de ellos.

      Su cabello caía entorno a su rostro y su color anaranjado tampoco era algo humano, al menos nada que yo hubiera visto antes, Este era lo suficientemente largo para escapar más allá de su capucha y caer sobre su hombro en forma de cascada casi hasta sus codos.

      Pero si algo llamaba la atención eran definitivamente sus facciones. Duras, casi como si hubieran sido cinceladas sobre roca. Un mandíbula recta enmarcaba el conjunto de nariz puntiaguda y ojos almendrado, estos últimos resaltadnos por unas cejas rectas y pobladas de un tono cobrizo semejante al de su cabello.

      El inmortal, aún armado con su arco en su mano derecha y ahora, una daga en la izquierda, se agachó a mi altura.

      E incluso cuando moverme parecía una tarea imposible mi único instinto fue deslizarme hacia atrás rápidamente, huir de la cercanía que él se forzaba en establecer.

      No había en él nada de lo que Olga me había contado alguna vez, no había ningún gesto amable o del cual confiar. Solo la mirada de un depredador frente a su presa.

      —¿Humaque tuq teo? —Las palabras sonaron completamente extrañas a mi oído —¿Humaque?

      Mis músculos se tensaron con violencia cuando su mano izquierda, aún cargando la daga, se alzó tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar.

      Su filo deslizó uno de los mechones hacia atrás revelando por completo el perfil derecho de mi rostro y no me pasó desapercibido como sus cejas se alzaron ligeramente en un gesto que delató sorpresa.

      —Humana —Finalmente su voz se volvió clara, aunque había un ligero acento que lo hacía sonar completamente diferente. Su mirada dorada escaneó mi rostro por completo.

      Asentí en un gesto demasiado vago al parecer pues este tensó más la daga contra la piel de mi mejilla y repitió la palabra con un tono más demandante.

      —¿Humana? —Sus dientes se asomaron, blancos y perfectos, con los que debían ser los colmillos extrañamente puntiagudos.

       —¡Sí! —Exclamé con urgencia mientras sentía el filo de su arma punzar contra mi rostro. Apenas conseguía conservar algo de aire en mis pulmones pero logré articular una respuesta clara para él —Soy humana...humana.

      La criatura inmortal no bajó el arma pero si la alejó de mi rostro.

      Sus ojos escanearon mi figura de arriba a abajo, deteniéndose durante unos segundos de más en la zona donde mi brazo sostenía mis costillas destrozadas.

      Alzó la voz y habló a los vientos en su lengua extraña de nuevo, segundos despues, un puñado de figuras aparecieron sobre la misma cornisa de montaña desde donde él había bajado.
      Todos uniformados, todos cubiertos por una gruesa armadura dorada que destellaba bajo los escasos rayos de sol aún presentes.

      —¿Tu nombre? —Los ojos dorados del inmortal volvieron a caer sobre mi mientras hábilmente guardaba la daga en una de las fundas que colgaban de su cintura. Junto al cuchillo recién guardado debían de colgar como mínimo otros tres cada cual más grande —Humana.

      Levanté la mirada de nuevo hasta quedar completamente atrapada por la intensidad y brutalidad en su gesto.

      Él no era una de las hadas de las cuales Olga me había hablado tanto, no era nada cercano a lo que había soñado y aún así, una parte de mi, casi ínfima, como si no fuera más que el recuerdo de las ilusiones de mi yo infantil, se sentía viva.

      Porque mis sueños no habían sido una locura, eran realidad, solo que me habían hecho esperar.

      —Alyathy —Una repentina tos me hizo doblarme sobre mi misma y miré con horror como la mano con la que había cubierto mis labios tenía pequeñas gotas de sangre —Alyathy Atte Wille.

      —¿Qué estás haciendo aquí? —Su mirada volvió a dejarse caer sobre mi costado, aunque también viajó de nuevo a lo largo de mi rostro, de nuevo deteniéndose en el lado descubierto de mi rostro casi con algo de incredulidad —¿Por qué has entrado al Bosque?

      No pude evitar mirarlo confundida.

¿Acaso algo como el Pacto de Euphatia necesitaba explicación? ¿Acaso no eran ellos los que habían exigido el precio?

      —El Pacto —Luché por tratar de mantener el aire en mis pulmones pero segundo a segundo, la sensación de ardor que había comenzado a invadirme segundos atrás iba creciendo —Soy la entrega...el pacto.

      Aquellas palabras parecieron golpearlo con fuerza pues su gesto perdió su gesto duro e impasible por lo que duró un pestañeo, casi como si no hubiera esperado escuchar esas palabras.

      No hizo más preguntas, en su lugar, volvió a colocar el gesto mordaz y deslizó sus ojos hasta el borde de mi camisa, esta se había desgarrado ligeramente en su final y este aprovechó aquello para tirar de ella y alzarla.

      Un grito ahogado escapó de mis labios ante aquel gesto pero se detuvo en seco cuando la detuvo a la altura de mi pecho, solo dejando a la vista mi destrozado abdomen.

       —Tienes las costillas rotas —Informo como si aquel dato no fuera obvio para mi —Seguramente tienes un sangrado interno —Un escalofrío me recorrió de arriba a abajo cuando soltó la tela de mi camiseta y se alejó únicamente lo suficiente como para deshacerse de uno de los guantes que cubrían sus manos.

      Mis ojos fueron instantáneamente a la piel descubierta.

      Y algo que viajaba entre el más puro de los horrores y la adoración me bañó por completo cuando vi como pequeños ríos de luz la llenaban por completo, retorciéndose entorno a sus dedos, sobre ellos, en su propia piel, como si la sangre en sus venas se volviera luz, brillante y cegadora.

      No puede evitarlo, me arrastré hacia atrás todo loa je pude, deseando fundirme contra la fría roca a mi espalda, deseando que lo que mis ojos estaban viendo no fuera más que una simple y poca ilusión.

      —No te muevas —Volvió a cernirse sobre mí.

       —¡No! —Exclamó con horror en un sollozo —¡No me hagas daño! ¡Por favor!

      No pude evitarlo, no era capaz de moverme lo suficientemente rápido.

      La mano aún enguantada tomó ambas de mis muñecas y las alzó sobre mi cabeza sosteniéndolas contra la roca. Un quejido rompió mi garganta y lloré con fuerza ante la punzada de dolor que aquel movimiento mandó a mis costillas.

      Su mano buscó el camino bajo mi camisa de regreso a mis costillas y enseguida un calor abrasador me hizo retorcerme.

      Grité con toda la fuerza que mi garganta aún poseía. Aterrada, porque no sabía qué es lo que aquel ser estaba haciendo en mi, adolorida, porque a cada segundo que pasaba la sensación de ardor crecía hasta hacerse insoportable, y completamente desesperanzada porque no había rastro de misericordia en su duro gesto.

      Puede que esto fuera el final, que mis estúpidas ilusiones no llegan más que a esto.
      Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas sin control.

      Había soñado durante años con un mundo más allá de los árboles, un mundo hermoso de gente amable, lleno de criaturas que solo podía imaginar, de leyes que solo la naturaleza y el poderoso Karch eran capaces de dictar.

      Pero ahora...ahora iba a morir a manos de esas criaturas que tanto había adorado.
      Y no era justo.

      Me retorcí bajo su agarre.

      No era justo que yo, quien había luchado tanto para llegar aquí, que lo había dejado todo atrás siguiendo un maldito instinto que aún no sabía de dónde había salido, muriese de esta forma.

      El ardor llegó a su pico y entonces, todo se calmó.

      Mi cuerpo se volvió una masa lánguida y sin fuerza, una ola de calma me invadió las venas y viajó por mi torrente sin control haciéndome perder el control de cada uno de mis músculos.

      Mi cerebro se quedó en blanco, completamente perdido en la confusión.

      El inmortal había cerrado los ojos y cuando finalmente los abrió de nuevo, los ríos de luz no estaban solo en sus manos, sino también en el propio oro de sus ojos. Brillaba, con tanta fuerza que era imposible.

      —Eso bastará por ahora —Su mano se alejó de mis costillas y la otra soltó lentamente mis muñecas —No te muevas bruscamente o lo que acabo de hacer no servirá de nada. ¿Entendido?

      Agaché la mirada a mi propio cuerpo, yo misma fui quien levantó la tela de la camiseta. La mancha negra que había segundos atrás llenando mi abdomen y costado había desaparecido casi al completo, solo había una ligera coloración verdosa que delataba la lesión.

      Apenas podía hilar la cascada de pensamientos que me corrían sin parar por la mente, pero todos ellos llevaban a la misma pregunta una y otra vez ¿Cómo? ¿Cómo era eso posible?

      Cuando levanté la mirada de nuevo las figuras que habían estado situadas en lo alto de la colina habían comenzado su descenso y, era como ver a propios animales en su hogar, saltaban de un saliente a otro de la caída como si no fuera más que caminar, sus piernas se flexionaban y extendían con tal gracilidad que parecían aves.

      Lo que a un humano completamente preparado le hubiera costado unos cuantos minutos ellos lo habían hecho en apenas segundos.

      Cuando se acercaron lo suficiente como para situarse a la espalda del encapuchado de ojos dorados pude ver claramente sus facciones.

      Todos compartían detalles como una larga mata de cabello dorado y ojos casi tan oscuros como el ónix, sus pieles eran blancas aunque se detonaba que fuera de donde fueran, el sol golpeaba su tez durante varias horas al día y les dotaba de un ligero tono dorado que la hacía ver completamente extraños.

      Una última figura descendió por la caída, más pequeña que él restó pero sin perder la impresionante altura que todos parecían compartir.

      Corrió hacia el grupo y cuando se detuvo lo hizo justo detrás del encapuchado, no junto a la fila de soldados, eso delató que quizás su puesto en cuanto a la jerarquía era semejante al del encapuchado.

      No pude evitar la sorpresa al repasar esta última figura.

      Era un muchacho, lo suficientemente joven aparentemente como para decir que no era más que un adolescente.

      Su cabello, que caía desordenadamente sobre su hombro desde una coleta que en la zona de su cráneo estaba llena de trenzas en sus laterales, tenía casi el mismo tono cobrizo que el del encapuchado.Era quizás ligeramente más claro pero no había demasiada diferencia en ellos.

      Sus facciones, quizás por la edad, aún eran dulces, con el mentón marcado peor las mejillas llenas y los labios rosados.

      Los ojos, también dorados del nuevo muchacho me escanearon de pies a cabeza y, tal como el otro, cuando observaron el lateral expuesto de mi rostro, sus ojos se abrieron con una sorpresa que le bañó entero y le hizo dar un paso atrás.

      —¡Humaque!—Expresó mientras giraba su rostro para en intratables la mirada del encapuchado.

      Y fue en ese instante, cuando él se giró y me permitió ver su perfil que comprendí porque ambos se sorprendían al observar mi propio rostro.

      Ahí, donde las orejas humanas solían terminar con elegante curva y les daban su forma redondeada, las suyas se extendían un poco más hasta terminar en una elegante pronta, y un centímetro más abajo como mucho, otra más pequeña.

      Mi mano fue instintivamente a mi oreja.

      —¿Quoc acere noar? ¿Thaler logare levare? —No podía entender nada de lo que hablaban entre ambos.

      Observé aún helada como el encapuchado se levantaba y me miraba de nuevo,  con el gesto igual de rígido y helado que había mantenido desde el momento en que había aparecido frente a mi.

      Ambos conversaron durante un minuto o dos antes de que el encapuchado diera lo que parecía una orden y se diera la vuelta, caminando de nuevo hacia el lugar de la caída.

      Observé aterrada como dos de los soldados en armadura extendían y rodeaban con sus manos mis brazos obligándome a ponerme en pie.

      Mi cuerpo aún lánguido y débil por lo que fuera que aquella criatura hubiera hecho se dejó arrastrar por ellos hasta la cima del pequeño barranco.

      Mis ojos observaron cómo allí, un grupo de caballos del pelaje más blanco que había visto nunca los esperaba, solo uno era diferente, uno de crines claras y cuerpo castaño, por supuesto en él ya estaba subido el encapuchado.

      Este volvió a dar una clara orden y los soldados que aún me sostenían ataron mis manos con una cuerda que no hizo otra cosa que hacerme gemir de dolor ante la presión y el roce contra la piel de mis muñecas, acto seguido esta misma cuerda fue atada a uno de los estribos del caballo del encapuchado.

      Era claro que yo no tendría el placer de viajar sobre uno de los cordeles.

      Todos a mi alrededor se subieron a sus animales, curiosamente el muchacho que yo había delatado como un adolescente se subió junto al encapuchado, tomando lugar tras este.
Sus ojos dorados se giraron en mi dirección y observó mi gesto de dolor, luego mis manos atadas y la cuerda que me unía al animal, una sonrisa triste casi lastimera fue todo lo que pudo darme.

      —Toe Aracorda —Sin más los animales comenzaron a avanzar haciéndome trastabillar en los primeros pasos.

      Y así, mordiendo el interior de mis mejillas para ahogar las lágrimas y los sollozos, comenzó mi camino con los inmortales.






×               ×               ×





      No sé si fue que mi cuerpo no era capaz de dar un solo paso más o que la tensión constante había llevado a mis músculos a tal punto de sufrimiento que no podían sostenerme más pero, cuando nos detuvimos en un claro y los hombres comenzaron a crear un improvisado campamento, no pude evitar dejarme caer al suelo exhausta.

      Mis manos colgaron sobre mi cabeza aún tirantes por la cuerda a la que estaban aferrados, mi cabeza cayó entre mis brazos, apenas era capaz de sostenerme a mí misma.

      Escuché el golpe de las botas del adolescente y encapuchado chocar contra la hierba al desmontar. También escuché la voz del más joven murmurar algo pero no me molesté en levantar la cabeza.

      Estaba tan cansada, destrozada y hambrienta que lo único que podía hacer era esforzarme por mantener los ojos abiertos y no perderme en sueños en aquel momento.

      Un escalofrío me recorrió el cuerpo con violencia cuando un soplo gélido surcó el aire, en mi mente se visualizó la chaqueta de mi hermano aún tirada en el suelo, junto al zurrón deshilachado y la espada perdida en solo Karch sabe donde.

      —Hola —Mi cuerpo reaccionó con una sacudida violenta cuando la voz del muchacho sonó junto a mi.

      Levanté la cabeza a duras penas y lo miré asustada.
      Había una suave sonrisa en sus labios.

      —No habló bien idioma —Pareció tratar de explicar —Esto tuyo.

      Agaché la mirada a la mano que extendía en mi dirección. Mis ojos se llenaron de lágrimas en ese momento, la chaqueta de mi hermano colgaba de sus manos.

      —Gracias —Murmuré como pude, él sonrió con dulzura y dirigió su mirada a la cuerdas en mis muñecas.

      —Yo ayudarte—Trató de explicar mientras soltaba la chaqueta sobre mis rodillas y llevaba sus manos hasta el nudo que sostenía mis manos en alto —No correr no atacar.

      Asentí rápidamente mirándolo con lo que esperaba que él notara que era un agradecimiento infinito.

      Si bien era cierto que existía la oportunidad de escapar, la veía completamente una locura. Los hombres en el lugar estaban distribuidos entre un par de troncos caídos y un par de ellos se esforzaban por crear una hoguera que alumbraba el oscuro espacio en el bosque.

      El encapuchado se había sentado en una roca y al parecer, estaba utilizando magia, o lo que fuera que había utilizado antes, para iluminar su propio espacio mientras trabajaba con uno de sus cuchillos.

      A tan solo unos pasos estaba el cadáver de la bestia que por poco acababa conmigo horas atrás.

      Seguramente aquella fuera su cena esta noche.

       Mis manos cayeron cansadas y adoloridas sobre mi regazo y mi primer instinto, lejos de frotar las rozaduras y heridas en mi piel fue tomar con fuerza la chaqueta de cuero de mi hermano y estrujarla contra mi pecho.

      Aspiré profundamente y, aunque su aroma estaba ligeramente disuelto entre el olor a hierba, sangre y barro, aún había una pequeña parte de él.

      Mis ojos se levantaron de nuevo hacia el adolescente.

       —Gracias —Volví a murmurar —Gracias, gracias.

      Él se limitó a sonreír y ponerse en pie.

      No debía de ser mucho más joven que yo, quizás unos quince o dieciséis años, al menos ese era su aspecto. Aún así, ambos debíamos de tener una estatura parecida, quizás aún era algo más bajo pero dudaba que eso fuera algo importante en esta situación.

      Me quedé sentada en el suelo, observando a los hombres a unos metros que finalmente habían logrado encender un fuego que se veía como una delicia suculenta a medida que el frío de la noche comenzaba a bañar mi cuerpo.

      Me escurrí dentro de la chaqueta y me abracé a mi misma.

      La figura del adolescente no se movió, se quedó ahí de pie junto a mi mientras los hombres ahora se dirigían hacia la bestia.

      No tardaron mucho en despellejarla con manos maestras, tampoco en trocear la carne y colocarla sobre una roca encima del fuego.

      El delicioso olor llenó el lugar y mi estómago no tardó en rugir a modo de respuesta. Solo había comido algo de pescado al mediodía y había vomitado no mucho después por lo que no había absolutamente nada en mi estómago con lo que poder pelear el hambre voraz.
      Pasaron al menos treinta minutos hasta que el encapuchado, quien parecía el que más mandaba, se sentó en torno a la hoguera y levantó la mirada hacia el muchacho a mi lado, luego, aquellos ojos brillantes cayeron sobre mi.

      Dijo algo en su propio idioma al chico a mi lado y este se agachó rápidamente para quedar a mi altura, tendió su mano en mi dirección y yo lo miré desconfiada.

      —Comida —Informó con una emoción nerviosa —Tú comer también.

      Volví a mirar al encapuchado, estaba sentado de tal manera que las llamas de la hoguera se interponían entre nosotros y apenas podía ver una fracción de su rostro.

      Su gesto seguía siendo duro, casi inexpresivo en su totalidad, y simplemente me miraba atentamente, casi como si estuviera tratando de predecir cada uno de mis movimientos.

      Mis manos se apoyaron en la hierba para ayudarme a tratar de impulsarme hacia arriba, sin embargo estaba tan maltratada que no logré hacerlo, caí al suelo de nuevo y un sollozo ahogado se quedó atascado en mi garganta.

      —Humana —El muchacho se agachó junto a mi, sus manos sostuvieron mis brazos y me sujetaron en mi lugar —Yo ayudar a ti.

      Mis ojos encontraron los suyos y quizás era sincero, o quizás simplemente estaba tan asustada, adolorida y necesitada de una muestra de amabilidad que podía ver la culpa brillar  en sus ojos mientras me suplicaba que no rechazara su ayuda.

      Mi mano temblorosa aceptó la suya y dejé que fuera él quien me levantara.

      Mis rodillas temblaron cuando todo mi peso recayó sobre ellas pero me obligué a mi misma a caminar, no iba a dejar que me arrastraran otra vez.

      Con pasos torpes dejé que el muchacho me ayudara a llegar hasta un tocón vacío junto a la gran hoguera, una vez ahí, me dejé caer de nuevo en el suelo.

      La caricia ardiente de las llamas me hizo suspirar de alivio.

      Observé atentamente cómo el adolescente se acercaba hasta la gran piedra donde varios trozos de carne ya cocinados esperaban, tomó uno grande y lo dejó sobre una amplia hoja que no estaba segura de dónde había salido, iba a hacer lo mismo con otro pero el encapuchado lo detuvo, dijo algo y frunció su ceño cuando miró el gran trozo de carne, el adolescente pareció protestar a lo que fuera que le había dicho peor o cuando el gesto del encapuchado se endureció este no respondió y simplemente dejó el trozo de carne en su lugar, seguidamente tomó otro más pequeño, uno que apenas podría llenar ni la mitad de la hoja y lo puso en ella.

      Cuando se acercó a mí de nuevo supe rápidamente cual era mi porción.

      Acepté la hoja con el trozo de carne y sonreí suavemente al muchacho quien me miró completamente avergonzado.

      —Está bien —Susurré para él —Está bien, muchas gracias.

      Él negó vagamente mientras se alejaba hasta sentarse junto al encapuchado y comenzar a comer su trozo de carne.

      Observé la hoja que era algo más grande que mi palma, el trozo de carne era exactamente la mitad de esta. Relamí mis labios antes de tomar el trozo de carne con los dedos.

      Sentí mi estómago gruñir con ansia.

      Y cuando di el primer mordisco, una lágrima de felicidad se deslizó por mi mejilla de manera rebelde. Engullí el trozo casi sin masticar, simplemente deseando apaciguar el ardor de vacío en el saco de mi estómago.

      Extrañamente y al contrario de lo que esperaba cuando tragué el último pedazo mi estómago se sentía completamente lleno, como si de alguna manera a pesar de lo diminuto del trozo de carne este bastará para mi.

      Estaba chupando mis dedos tratando de limpiarlos cuando sentí de nuevo sus mirada sobre mí, aquellos ojos dorados que me observaban segundo a segundo parecían interminables.

      Eran brutalmente bellos.

      Ignoré su mirada y una vez más escaneé su rostro por completo. Nunca había visto nada semejante, ninguno de ellos era algo que hubiera visto antes.

      Incluso los guardias quienes ahora descansaban despreocupadamente contra los troncos, con sus largas melenas rubias atadas en vagos recogidos.

      Todos con orejas de dos puntas, todos con ojos extrañamente llamativos, todos con el vago brillo de las marcas bajo su piel.

      Me abracé a mi misma y escondí mi cara entre mis rodillas las cuales llevé a mi pecho.

      Eran reales. Definitivamente todos ellos eran reales y yo estaba ahí, frente a ellos.

      Era imposible no sentir como una parte de mi se sentía lo suficientemente emocionada como para crear un nudo de euforia en mi garganta. Quería gritar y reír, llorar como la niña que alguna vez había sido.

      Otra más racional simplemente no podía llegar a creerlo.

      Los humanos no guardaban recuerdos de la vida antes de la Gran Guerra por eso, muchos, incluyéndome, habíamos olvidado esos cuentos,e das viejas leyendas, porque en el fondo no conservábamos nada que nos que pudiera dejarnos saber que los inmortales realmente habían coexistido con nosotros.

      Que eran malditamente reales.

      Los párpados de mis ojos comenzaron a pesar demasiado, incluso cuando aún sentía la penetrante mirada del encapuchado sobre mí, no podía evitarlo. Mis músculos se relajaron y mis manos casi cayeron hasta mis pies.

      Mi frente permaneció sobre mis rodillas, ni siquiera tenía la fuerza para moverme y reclinarme en el suelo.

      Cerré los ojos, y cuando perdí la consciencia lo único que apareció en mis sueños fue el mundo que finalmente había dejado atrás.







×            ×           ×



Holaaaaaaaaaa

🫣
Han llegado.
Nuestro encapuchado fav está presente.

Como podéis ver, estoy alargando un poco los tramos. Creo que de esta manera es mucho más sencillo ponerse en el papel de Alya, sentir sus nervios y miedo al enfrentarse a lo que hasta ahora creía que solo eran historias.

¿Habéis notado la primera diferencia de los inmortales?
Uno de los personajes era descrito con una característica diferente, a ver quien se acuerda y quien se da cuenta 🫣

Espero que os haya gustado, y nos vemos en el siguiente capítulo ✨


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro