12 CAPÍTULO
꧁☆☬ El Bosque II ☬☆꧂
× × ×
La noche había caído, y gracias a Karch había podido permitirme recoger algo de madera seca antes de que el bosque se volviera una masa de oscuridad y silencio.
Y aunque me había costado más tiempo del que cualquiera quisiera admitir, había podido encender una pequeña hoguera a la que me aferraba casi con desesperación.
Si el día había sido terriblemente caluroso, la noche era un infierno helado.
Me froté los brazos con fuerza sobre la chaqueta de Nethan tratando de conseguir algo más de calor.
¿Cómo podía haber un cambio tan drástico en cuestión de un par de horas?
Extendí ambas manos hacia el grupo de llamas no demasiado vivas pero útiles.
Una cosa que sí que recordaba de las lecciones que mi hermano había tratado de darme a lo largo de los años es que el fuego podía alertar a bestias tanto como repelerlas, y dado que yo no era la persona más hábil con una espada, era mejor prevenir que curar.
Me asomé sobre la gran roca que me ocultaba de la mirada curiosa de los animales que pudiera haber en el exterior, y mis ojos encontraron rápidamente al amigo que me había conducido hasta aquí.
Desde que se había atrevido a entrar a la cueva conmigo no se había movido demasiado. Había tomado una esquina de la roca y se había agazapado, lo suficientemente cerca como para permitirse asomarse y calentar su hocico con la hoguera, pero no lo necesario para quedar completamente a la vista.
Sonreí ligeramente.
Me dejé caer contra la roca que poco a poco comenzaba a calentarse por el efecto cercano de las llamas. Tomé el zurrón y lo abrí, de este saqué de nuevo la tela que contenía la tira de carne que había comenzado a comer hace un par de horas.
El estómago me rugió con fuerza y la boca se me hizo agua rápidamente.
Podría comer al menos un par, no más porque necesitaba racionar lo restante.
Llevé la tira de carne a mis labios y degusté el sabor salado casi como si fuera el mejor manjar del mundo. Di un mordisco y tuve que tirar de la carne para lograr romper la tira.
Un ligero gemido de placer me abandonó de manera inconsciente.
Estaba tan malditamente delicioso.
—Oh Karch —Alcé la pequeña tira de carne frente a mi —Gracias por esta exquisitez.
Me reí de mi misma y volví a dar otra mordida.
Iba por la mitad de la tira cuando vi el hocico del zorro asomarse de su escondite de nuevo. El animal salió solo para girar su atención hacia mi. Sus ojos verdes parecieron abrirse rápidamente casi con sorpresa al ver la tira entre mis dedos.
Se relamió el hocico y yo no puede resistirme.
Partí lo que quedaba de la tira –casi la mitad—, y lancé uno de los trozos en su dirección.
—Cumpliste el trato —Murmuré observando como el pequeño olisqueaba el trozo de carne —Es tu recompensa.
Una vez reconoció que era lo que le había dado antes, se lanzó a por ello.
Ambos comimos la carne con voracidad, y tuve que reprimirme de no atacar una tercera tira.
Guardé una de las telas blancas que ya no envolvían nada y la otra la enrollé alrededor de una de mis manos tratando de buscar algo más de calor en esta para el resto de la noche.
Necesitaba dormir pero ciertamente no encontraba la manera de apagar mi mente.
Abracé mis rodillas y descansé mi mentón sobre las mismas.
¿Qué estarían haciendo en casa? ¿Padre habría dejado salir a Nethan ya? ¿Este se habría escapado? ¿Kessarn habría despedido ya a su madre?
Deseaba que hubiera alguna manera de comunicarme, de decirles que estaba bien –dentro de lo que cabía–. Que no tenían que preocuparse, que lograría cruzar.
Ahogué la necesidad de llorar en mi garganta. No podía permitirme derrumbarme por ahora.
Intenté encogerme un poco más pero una nueva punzada en las costillas me lo impidió.
Suspiré y me encerecé lo suficiente como para permitirme levantar la camisa y observar la piel bajo esta.
Había una extensa mancha violeta, casi negra, en la zona donde constantemente sentía pinchazos ante cualquier leve movimiento, también había algunos raspones algo más abajo, casi en la cadera, y otros pequeños rastros violetas.
Dejé caer la tela y volví a abrazarme.
No recordaba nunca haberme hecho algo semejante. En mi infancia, y en la de cualquier infante, era imposible evitar los moretones en rodillas o codos, pero nunca me había roto ningún hueso. Hasta ahora.
No tenía muchos conocimientos de lo que tener alguna costilla rota suponía pero,a juzgar por la molestia constante y los pinchazos al respirar, no debía de ser un diagnóstico muy alejado.
Un escalofrió me recorrió la espalda cuando una ligera ráfaga de viento helado entró en la cueva.
El pequeño animal, que acaba de terminar de devorar la carne se giró y su figura se encogió de manera nerviosa.
Fruncí el ceño y volví a alzarme sobre la roca, solo asomándome lo suficiente para dejar mis ojos ver más allá.
—¿Qué pasa amigo? —Pregunté observando a la nada. Estaba demasiado oscuro como para distinguir nada más que oscuridad —¿Qué es lo que estás viendo?
Por puro instinto mi mano se arrastró por el suelo hasta dar con la espada, y aunque tratar de defenderme con ella no supusiera una diferencia muy grande, era mejor que nada.
Mis dedos tiraron de su mango hasta poder rodearla y tomarla con fuerza.
Y entonces, al afilar la mirada en la oscuridad lo vi, y mi cuerpo quedó estático.
Un par de enormes ojos rojos, del mismo tono que la sangre, observaban la cueva desde los matorrales del exterior.
Me dejé caer rápidamente y observé a mi alrededor.
Daba igual lo que hiciera, a juzgar por el tamaño de esos ojos debía de ser enorme, y no importaba cuan grande y afilada fuera esta espada, yo no sería capaz de enfrentar semejante animal. Mucho menos defenderme.
Observé cómo el zorro salía rápidamente corriendo hacia una esquina oscura de la cueva, y cuando se introdujo por una estrecha grieta lo vi. Sus ojos verdes deslumbraron en la oscuridad en advertencia.
Me levanté y corrí, sin molestarme en tomar nada o apagar el fuego.
Corrí hasta la grieta y me colé por ella tratando de no pisar al pequeño animal que segaba pava al fondo de la misma y entre mis pies.
Apenas podía moverme pero en este lugar, fuera lo que fuera aquella cosa no podría alcanzarme por mucho que quisiera.
Mis manos me sostenían contra la helada piedra, mi espalda estaba completamente pegada al otro lado y una ola de escalofríos me recorrió de pies a cabeza cuando escuché a la bestia adentrarse a la entrada de la cueva.
Rugía, bajo, casi como una advertencia.
Parecía el sonido que hacen los perros cuando están enfadados pero diez veces más profundo y penetrante.
Mordí mi labio inferior y clavé la mirada en la hoguera donde estaban todas mis cosas.
Mis piernas temblaron con fuerza cuando lo vi.
Efectivamente parecía un perro, quizás más un lobo, solo que su tamaño era diez veces más grande.
Quizás aquella cosa podría llegarme casi al hombro si estuviera a su lado. Su pelaje era completamente negro, y había varias y gruesas cicatrices a lo largo de toda su figura, la más grotesca y horrible cruzaba su cara. Desde uno de sus ojos hasta la punta de su hocico, casi como si este hubiera estado apunto de desprenderse.
Mis ojos se abrieron con terror y tuve que llevar mis manos hasta mi boca para silenciar el sollozo tembloroso que me asedió cuando vi sus patas. Cuando vi sus garras.
Largas y más afiladas de lo que uno creería que era posible.
Sentí al zorro entre mis pies temblar contra mi.
Estaba tan aterrado como yo.
La bestía al otro lado de la cueva caminó entorno a la hoguera que, sin mi para atizarla, poco a poco iba perdiendo fuerza. Olfateó el zurrón y se vió gratamente sorprendido y satisfecho cuando encontró mis reservas de comida, las cuales no dudó en comer.
Cuando no encontró nada más de su interés dejó el zurrón atrás y investigó el lugar donde yo misma había estado sentada. Ahí estaba la tela con la que había cubierto mi mano y había dejado caer al huir.
Olfateó la tela y levantó la cabeza.
Observó la cueva, su alrededor hasta que su rostro quedó parado en la dirección donde la grieta donde nos escondíamos se dibujaba.
Sentí como la tela de mi pantalón se empapaba rápidamente.
Iba a encontrarme. Me había olido.
Cuando la bestia estaba apunto de verme, algo parecido al sonido de un búho cruzó el aire y el animal desvió rápidamente su atención hacia el bosque de nuevo.
Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas casi como rios. Vete, vete, vete.
De nuevo el sonido se adentró en la cueva haciendo eco. El monstruo agachó la cabeza casi como si negara y sin más salió corriendo.
No me moví. Ni siquiera estaba segura de si estaba respirando.
Tampoco supe cuánto tiempo pasó hasta que el animal entre mis piernas se animó a asomarse fuera de la grieta, a caminar lentamente y agachado hasta el punto donde la hoguera amenazaba con apagarse por completo.
Cuando tuve el valor de moverme fuera de la grieta, mis manos estaban entumecidas y la tela de mi pantalón, húmeda por la orina, se sentía casi como una tortura.
Con cada suspiro una bocanada de humo escapaba de mis labios y cada paso se sentía como si decenas de hojas se clavaran en la punta de mis pies. Mis piernas adormecidas me llevaron hasta los restos del zurrón tirado junto a la hoguera a la que me arrimé rápidamente después de mover los escombros y lograr despertar ligeramente las llamas.
Aquella cosa había terminado con todas las cintas de carne, también con la gran mayoría del pan, apenas quedaban unos mendrugos llenos de babas y tierra. No tenía comida...
Me dejé caer contra la misma roca que había ocupado antes.
Sin comida, sin agua, mis manos tiraron del mapa que también se había visto afectado por las zarpas del animal. Destrozado, casi ilegible.
—Dios mío —Suspiré sintiéndome incapaz de retener por más tiempo el nudo de miedo y dolor que había tratado de reprimir por horas.
Las lágrimas descendieron por mis mejillas con fuerza, ardiendo en las esquinas de mis ojos.
¿Qué había hecho yo para merecer nada de esto? ¿Qué pecado había sido tan grande cómo para castigarme de esta manera?
Mi manos se convirtieron en puños y pude sentir como mi piel cedía ante la presión de mis propias uñas.
Había perdido al único recuerdo que mi padre me había dado, el último recuerdo de mi madre...Ahora también la poca comida con la que había perdido y mi única manera de orientarme en este lugar.
—¿Qué se supone que debo hacer? ¿Cómo se supone que debo seguir si nada está a mi favor? —Oculté mi rostro entre mis manos y lloré con fuerza, reprimiendo los gritos de frustración y dolor contra las mangas sucias de mi camisa.
Quería levantarme y patear todo a mi alrededor, quería gritar con fuerza y llorar hasta no poder más pero no podía permitírmelo, por mucho que quisiera rendirme. Abrí los ojos y observé los anillos en mis manos, el dorado y el hermoso zafiro.
Yo misma había tomado esta decisión porque suponía una oportunidad de salvar a un niño, porque no quería imaginarme cómo debería sentirse esa niña cuando todo el mundo le diera el pésame por su hermano al que seguramente ni ella misma podría recordar.
Porque en el fondo de mi, aún había una pequeña parte de aquella niña soñadora y estúpida que creía que todas las historias que Olga me había contado alguna vez eran verdad.
Porque aún tenía esperanza de darle sentido a toda aquella locura que alguna vez había creído sentir...
Apenas podía recordarlo ahora. Aquel sentimiento, aquella sensación de necesidad que se aferraba a mis entrañas cada vez que me acercaba a la frontera. Agaché de nuevo la cabeza entre mis brazos. La única manera en la que había podido expresarlo alguna vez había sido como una canción. Una melodía que nacía sutilmente, como las notas de un violín y que crecía y crecía hasta convertirse en una auténtica sinfonía. Siempre cuando me acercaba, siempre cuando estaba apunto de alcanzarlo.
Apenas podía recordarlo ahora.
No había música en ninguna parte, solo el soplido del viento y el crepitar de las brasas. El silencio, pesado y aterrador.
Me deshice contra la roca a mi espalda y cerré los ojos. Estaba tan malditamente cansada que apenas podía mantenerme con los ojos abiertos incluso cuando dormir era la opción menos tentadora.
Aquella bestia podía regresar...Podía volver, y si me encontraba dormida...
Sentí al pequeño animal acurrucarse contra mi costado, no pude abrir los ojos para verlo, solo lo sentí...tan cansada.
No pude evitarlo, cerré los ojos sin saber si al caer la mañana sería capaz de abrirlos.
× × ×
¡Hola!
Hace mucho que no vengo a hablar con vosotrxs, ya era ahora ¿no?
Solo os quería comentar que estoy trabajando mucho en la novela y que, quizás, si todo va bien y mantengo el ritmo, puedo traeros la versión final para finales de año completa.
Puede incluso que antes.
También, informaros que hay planes a futuro con Euphatia, planes que no son 100% confirmables ahora pero pintan muy bien.
Asi que, os voy a plantear la pregunta.
Si se llegara a publicar en algún momento ya sea en físico o en digital, ¿compraríais el libro?
Solo tengo curiosidad, ser sincerxs por favor 🥹
Muchas gracias por estar ahí siempre y apoyar mis historias, significa mucho para mi 💕
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