10 CAPÍTULO
꧁☆☬ Sacrificio de un Padre I ☬☆꧂
× × ×
—¡Alteza! —La voz de Olga me despertó por completo.
Me removí contra la dureza del cuerpo de Kessarn y protesté con un ronco gruñido. Apenas habían pasado un par de horas desde que había cerrado los ojos.
—Príncipe Kessarn —La voz de Olga sonaba alterada y bastante enfadada —Decirme que no habéis pasado aquí la noche.
El cuerpo de hombre junto a mí se removió hasta librarse de mis brazos, se sentó en el colchón y se levantó rápidamente,
—¡Oh dios! —Me incorporé aún adormilada y froté mis ojos antes de abrirlos por completo —¡Debéis marcharos antes de que el rey venga a escoltar a la princesa!
Olga sostenía las botas y el chaleco de Kessarn mientras este se trataba de peinar los mechones revueltos de su cabello y caminaba apurado hacia la puerta. A los pies de la cama, apelotonadas para tratar de llamar mi atención, un pequeño puñado de doncellas con miradas divertidas, mejillas sonrosadas y gesto pícaro, miraban a mi prometido huir de la habitación con sus botas y chaleco aun en brazos.
Olga cerró la puerta a su espalda y sus ojos, abiertos y furiosos me miraron de arriba a abajo.
No había esperado nada de esto la noche anterior cuando supliqué a Kessarn que se quedara junto a mi. Ni siquiera sabía a qué hora me harían lanzarme al bosque.
—¿Qué hubiera pasado si vuestro padre me hubiera acompañado muchacha? —Regañó Olga mientras caminaba hasta mi lado de la cama y retiraba las sábanas que aún me cubrían las piernas.
—Solo le pedí que se quedara a dormir conmigo —Protesté mientras trataba de averiguar que estaba pasando.
Un par de las doncellas habían comenzado a llenar la bañera de la esquina de la habitación con agua caliente y sales que llenaban la estancia de un olor dulzón. También habían abierto de par en par las puertas de mi armario y estaban hurgando entre la ropa de manera desorganizada.
—¿Qué está pasando? —Pregunté una vez fuera de la cama mientras Olga me empujaba hacia la bañera.
—¿Qué qué está pasando? —Preguntó mi nana con cierto sarcasmo mientras comenzaba a deshacerse de mis prendas —Lo que pasa es que hoy es el día que marcháis al bosque muchacha. Necesitáis prepararos para el día de hoy.
—¿Pero cómo va a ser? —Pregunté mientras salía del camisón que había caído al suelo. Di un vistazo al exterior y observé el tono anaranjado del amanecer —¡Ni siquiera ha amanecido por completo!
Entre en la bañera y Olga me empujó ligeramente de los hombros para hundirme en el agua y sentarme en el enorme recipiente.
—¿Por qué debo comenzar a prepararme tan temprano? —Pregunté mientras dejaba que ella comenzara a frotar mi cuerpo con una esponja y otra doncella enjabonara mi cabello.
—Todo el mundo quiere despedirse de ti, muchacha —Levantó ligeramente la mitad y pude notar el brillo de las lágrimas en sus ojos —Puede que no vuelvan veros nunca más.
—Estaré bien —Mi manos se colocó sobre la suya y Olga esbozó un intento de sonrisa —Confío en el Bosque, en tus historias.
Una suave carcajada se escapó de sus labios y no me quejé cuando se levantó sobre sus rodillas y dejó un beso en mi frente.
—Tendréis que comer rápidamente —Señaló con un esto a la doncella que entraba en ese momento a la habitación con una bandeja repleta de todo tipo de comida —Cuando terminemos de prepararos vendrá vuestro padre a escoltaros hasta los jardines. Ya está casi todo preparado allí.
—¿Todo preparado? —Pregunté dirigiendo la mirada a la amplia ventana.
Su hubiera estado de pie podría haber visto a lo que Olga se refería pero sentada en la bañera me era imposible por lo que volví mi atención a ella de nuevo.
—Las familias reales de Asova estarán presentes. Todos han preparado un pequeño obsequio para vuestro viaje. También habrá súbditos de todas las cortes—Una lágrima se deslizó por su mejilla aunque la borró rápidamente con el dorso de su mano —Todos quieren despedirse de ti.
La muchacha que había estado enjabonando mi cabello lo aclaró y sostuvo sobre mi cabeza mientras Olga me ayudaba a salir del agua y me envolvía en una toalla seca y cálida.
Me llevaron hasta el tocador y allí Olga secó mi cabello lo que pudo, luego comenzó a trenzarlo de manera simple hasta dejarlo caer sobre mi hombro. Y mientras ella y el resto de doncellas terminaban de elegir qué es lo que vestiría, yo devoraba las tartaletas de fresa, el caldo de verduras y el zumo que me habían traído.
Otra muchacha aplicó algunas lociones en mi rostro pero sin embargo no hubo gota de maquillaje por medio. Esta vez todo el mundo podría ver las pequeñas motas castañas en el puente de mi nariz y mejillas, o el color castaño claro de mis pestañas naturales.
Cuando lo único que quedaba era vestirme, me puse en pie y caminé hasta Olga que hablaba con notable tensión con una de las muchachas.
—¿Acaso tu madre recoge el trigo con un vestido como este? —Sostuvo el vestido que había usado casi siempre para pasear por el palacio entre manos —¡Va a meterse en un bosque no ha dar un paseo por los jardines!
—Olga...—Coloqué una de mis manos sobre mi hombro.
Nunca la había visto así de alterada ni nerviosa. Jamás la había visto gritar a nadie y, a juzgar por el gesto que debía decorar mi cara, ella se dio cuenta de lo que estaba haciendo.
Se giró hacia la muchacha y le murmuró un suave lo siento, a lo que la doncella sonrió suavemente mientras volvía a meter el vestido en el armario.
Solo quedaba la tarea de vestirse por lo que dándoles una sonrisa amable a todas las doncellas presentes y tomando de la mano a Olga, les murmuré que se podían retirar. Ellas parecieron dudosas por un segundo pero cuando la mujer a mi lado asintió, todas desfilaron por la puerta.
Cuando la última de estas cerró la puerta a su espalda me giré y tomé con ambas manos a Olga. Esta se deshizo en ese instante.
—No quiero dejarte marchar —Sollozo mientras sus brazos me envolvía —No quiero dar a mi hija a nadie.
Aquello terminó por quebrar la poca fuerza de voluntad que me quedaba. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas y me aferré a ella con fuerza.
Olga había sido como la madre que había perdido al nacer. Ella era quien había sostenido mis manos en mis primeros pasos, ella era quien había limpiado mis rodillas cuando me había caído y quien había besado las heridas para hacer desaparecer el dolor. Nunca nos habíamos separado por más de un par de días como mucho, y el pensamiento de que ella no pudiera venir conmigo se hizo demasiado pesado en ese instante.
—Te voy a echar muchísimo de menos —Lloré contra ella —Nunca te olvidaré, pase lo que pase.
Ella me empujó ligeramente para romper el abrazo, sus manos tomaron mis mejillas y sonrió muy ampliamente.
—Eres la hija que jamás pude tener pero que Karch me envió —Besó mi frente de nuevo y limpió mis mejillas con sus pulsos —Fuiste mi regalo favorito.
Sollocé con fuerza y ella volvió a abrazarme.
Y así seguí mientras me vestía. Tal y como lo había hecho cuando no era más que una infante que no podía vestirse sola. La dejé anudar los cordones de la camisa ancha y amplía que había elegido, también cerrar y apretar los cordones del ancho cinturón que se aferraba a mi cintura y aseguraba la camisa sobre mi cuerpo. Dejé que me pusiera en pie y me invitara ha apoyarme sobre su hombro mientras me enfundaba en los pantalones de cuero que había usado un par de veces nada más en mis lecciones de equitación.
Para los pies la elección fue simple, unas botas que llegaban casi hasta mis rodillas y me protegería del barro o insectos que pudiera encontrar. Era verano por lo que ninguna de las dos pensamos que necesitaría un abrigo demasiado grueso y tampoco es que tuviera nada dónde elegir.
Cuando Olga se estaba encargando de ajustar algunos mechones de mi trenza, alguien llamó a la puerta.
—Pasa —Respondí mientras afirmaba las mangas de la camisa.
La puerta se abrió y por ella entró padre. Lo primero que noté fueron las espesas y oscuras manchas bajo sus ojos, lo segundo, la chaqueta de cuero que colgaba de sus brazos y reconocí como pertenencia de mi hermano.
Mi padre entró en la habitación y me observó de arriba a abajo.
—No es mi mejor atuendo —Susurré con una sonrisa algo incómoda. Estaba segura de que tenía los ojos hinchados a causa del llanto junto a Olga.
—Te he visto llena de barro —Respondió él con una sonrisa enorme en sus labios —Y siempre estás igual de hermosa.
Caminó hasta mí y me rodeó con los brazos estrechándome con fuerza, ambos nos balanceamos lentamente, sin prisa por romper el contacto.
—Eso es porque me miras con los ojos de un padre —Ambos soltamos unas suaves carcajadas antes de separarnos.
Padre dio un vistazo de reojo a Olga, en un pedido silencioso por un momento a solas, yo, percatándome de aquella acción me di la vuelta, insegura de si podría volver a verla antes de entrar a ese bosque.
—Olga —Tomé ambas de sus manos y las apreté con fuerza —Gracias por todos estos años. No sé que habría sido de Nethan y de mi sin ti.
Un puchero llenó su gesto y envolví mis brazos a su alrededor una vez más.
—Estaré esperando por ti, mi niña —Susurró únicamente para mí —Sé que volverás a por ellos. Esperaré para escuchar todas tus aventuras.
Ambas nos soltamos y ella dejó otro beso más en mi frente antes de salir de la habitación.
Yo mantuve mi mirada fían en la puerta por unos largos instantes antes de que uno de los brazos de mi padre cubriera mis hombros de manera protectora, en un intento de reconfortarme.
—Sé que ha sido como una madre para nosotros —Asentí mientras limpiaba las lágrimas de mis mejillas y trataba de calmar mi respiración lentamente —Me aseguraré de que ella y tu hermano se hagan compañía, quizás así ambos sepan sobrellevarlo mejor.
Mordí ligeramente mi labio inferior y observé a mi derecha, aún sobre la cama, la chaqueta que había traído consigo.
—¿Él no vendrá, verdad? —El rostro de padre se apagó y quedó cubierto por una sombra de pesar y dolor.
—Anoche irrumpió en mi despacho exigiendo que te sacará del territorio, que te encerrara y dejara que él ocupara tu lugar —Pasó una mano por su rostro y la dejó en su mentón, no me pasó desapercibido el ligero temblor de sus dedos —La reina Jade entró mientras él aún gritaba. Está en su habitación, custodiado y sin permitirse su salida, no hasta que tu hayas entrado en el Bosque.
—¿Puedo ir a despedirme? —Negó y el brillo de la tristeza resaltó en su mirada.
El nudo de impotencia y dolor creció en mi garganta.
No quería marcharme de aquella manera, no quería recordar nuestra última conversación como la mayor pelea que nunca hubiéramos tenido. Caminé hasta mi escritorio y ahí tomé un pergamino y mi pluma, fue un escrito corto, conciso. No tenía tiempo de explayarme en decir todo lo que necesitaba.
Dejé que la tinta se asentara en el papel y luego procedí a doblarlo, me incorporé y lo extendí hacia pare quien miró la improvisada carta con algo de recelo.
—Dásela —Pedí —Una vez me haya ido, cuando ya esté lejos, quizás esta noche. Dásela.
—Esta no debería ser la manera —Murmuró mientras tomaba la carta y la llevaba a uno de los bolsillos interiores de su traje —No deberías separarte de tu hermano de esta manera. No deberías irte así.
—Lo sé —Suspiré tratando de mantener la compostura —Pero no puedo dejar que un niño sea lanzado a ese bosque, simplemente no puedo.
Padre sonrió y dejó una suave caricia en mi mejilla.
—Siempre has sido su retrato —Sus ojos se empañaron con recuerdos del pasado —Tu madre habría tomado la misma decisión, incluso si significaba desafiar a las cuatro coronas, ella habría tomado el lugar de ese niño.
—Siempre deseé conocerla —Una sonrisa llena de tristeza se creó en mis labios.
—Ella era todo lo que alguien hubiera podido desear nunca —Su mano cayó a su costado —Nunca fui merecedor de ella.
—La amas —Tomé sus manos y di un suave apretón —Aún después de todos estos años, la sigues amando.
—Nunca dejaré de hacerlo —Suspiró sonriente —Incluso después de la muerte. Ella siempre será la única.
—Eso es lo que te hace digno.
Él sonrió y limpió la lágrima que se escapó de las presas en las que sus ojos se habían convertido.
—Él me la dio —Se giró y tomó la chaqueta de cuero de mi hermano —Dijo que tu armario no tendría nada útil para un viaje como este.
La sostuvo para mí y yo me deslicé en sus mangas sintiéndola amplia a mi alrededor pero cálida como ninguna.
Ambos observamos el exterior gracias a la ventana, el amanecer iba a llegar a su punto álgido, el sol estaba apunto de aparecer por completo.
—Debemos bajar. Todo el mundo está preparado.
Cerré los ojos y tomé una larga bocanada de aire.
—Creo que soy la única que no lo está —Traté de bromear. Él dejó una suave caricia sobre mi hombro y se esforzó por sonreír.
—Yo tampoco lo estoy.
Mi padre me dio la mano y juntos salimos de la habitación, descendiendo por última vez aquel hueco de escaleras por el que me había caído más de una vez, donde me había escondido tantas veces con Kessarn para besarnos lejos de los ojos de mi hermano, donde había llorado, reído y gritado.
Irónicamente hicimos nuestro camino corto hacia las caballerizas donde un par de muchachos de la cuadra se despidieron de mí con una reverencia. Allí estaba preparado el caballo de nuestro padre.
Un hermoso ejemplar de pelaje dorado y largas crines. Era adulto, no llegaba a ser un anciano, ya que había sido el último regalo que su madre le había hecho a nuestro padre antes de morir. Se lo había regalado el mismo día que le había dado la noticia del embarazo.
Padre subió primero, luego me invitó a acompañarlo, subiendo frente a él, tal y como lo había hecho decenas de veces cuando era una niña pequeña.
Por un instante sentí que tenía diez años de nuevo, los brazos de mi padre me rodearon para hacerse con las riendas del animal y hacerlo caminar rumbo al lugar donde ya todos se encontraban reunidos.
—Quiero que sepas que siempre estaré orgulloso de ti Alyathy. Siempre serás mi niña —Su voz tembló —Aún recuerdo cuando te tuve en mis brazos por primera vez —Cerré los ojos y presioné mis labios.
No quería escucharlo, no podía seguir tratando de enfrentarlo. Si lo hacía no podría evitar romperme.
—Siempre has tenido el espíritu aventurero y guerrero de tu madre. Sé que lucharás ahí dentro, sé que lograrás atravesar esta prueba —Su mano derecha abandonó las riendas y se colocó sobre mi hombro, yo instintivamente dejé mis manos caer sobre la suya —Por favor, no te rindas jamás. Prométeme que vas a tratar de cruzar y si no crees poder lograrlo, prométeme que regresaras.
Me giré sutilmente y pude ver como su mirada estaba fija en el camino pero sus ojos estaban bañados en lágrimas.
Me rompía el corazón ver aquella imagen de él. Años atrás aquella imagen había sido su máscara diaria después de perder a mi madre, y ahora no quería ni imaginar lo que estaba cruzando por su mente ante tener que enfrentarse de nuevo a algo semejante.
—Padre...— Me pidió que guardara silencio negando con un sutil gesto.
—Siento si no he sido un buen padre,—continuó — Os abandoné cuando más me necesitabas, tanto tú como tu hermano y sé que tras hoy Nethan jamás me perdonará, pero te lo pido a ti —Su mirada castaña cayó sobre mí —Perdóname hija, perdóname por no haber sido el padre que merecías— No traté de reprimir el llanto que me sacudía el pecho y resbalaba por mis mejillas. Escondí mi rostro contra su pecho y envolví mis brazos a su alrededor.
—Papá, siempre te quise, siempre te querré —Mi voz no era más que un hilo tembloroso e inestable — Siempre cuidaste de nosotros, necesitabas tiempo para sanar y lo entiendo. Papá, yo te perdoné hace mucho tiempo —Sus brazos abandonaron las riendas y se aferraron a mi tembloroso cuerpo, brindándome un abrazo tan distinto a los demás.
Su último abrazo.
El animal se detuvo ante la falta de órdenes y padre aprovechó aquel último instante.
—Quiero ser egoísta, así que déjame pedirte una última cosa —Su mano tomó mi mentón y me separó lentamente de él, obligándome a enfrentar el cálido mar avellana de sus ojos —La mente puede borrar a las personas pero el corazón no lo hace. Él las almacena, como la sangre que corre por tus venas. Mi pequeña, guárdanos ahí —Hizo un gesto sutil con su cabeza, me dio una sonrisa llena de tristeza mientras su pulgar limpiaba mis mejillas —No dejes que nuestro recuerdo se marchite jamás.
—Papá —No pude evitar volver a lanzarme contra él y aferrarme a su figura con fuerza —Habéis estado grabados ahí desde que tengo uso de razón.
Nos mantuvimos así, abrazados, por un largo instante.
Su despedida finalmente estaba completa.
Tardó unos largos segundos en separarse completamente de mi, él mismo fue quien se encargó de limpiar los senderos de lágrimas que corrían por mis mejillas con la manga de su túnica y finalmente, y solo cuando logré volver a controlar mi respiración, él volvió a emprender la marcha rumbo al punto fijo en el jardín.
Poco a poco y a medida que íbamos avanzando por el sendero que conducía a los amplios caminos de los jardines, los preparativos se fueron sumando.
Las fuentes que en esta época del año solían carecer de agua estaban rebosantes, con chorros que las cruzaban de un lado a otro. En sus bordillos, líneas infinitas de velas que iluminaban los lugares donde la luz anaranjada del amanecer aún no lograba alcanzar.
Doblamos la esquina que aún nos ocultaba gracias a los altos setos que rompían con la muralla hacia al exterior. Centenares de ojos recayeron sobre nosotros.
No solo las casas nobles se habían presentado. No. Aquí estaba todo el pueblo.
Pude reconocer varias caras entre la muchedumbre, la pareja anciana de los duques de Rocaroja, a lord Shelby, y unos metros de este estaba Lady Whiston, ambos con rostros serios. En un escenario muy distinto a la última vez que los había visto. El viejo Olje también estaba presente, varias filas más atrás que los nobles de baja cuna quienes ocupaban las posiciones más cercanas al camino de piedras. Los panaderos, las lavanderas que siempre estaban haciendo su faena en la fuente del pueblo...Incluso el Padre Luxe quien no paraba de hacer la señal de Karch una y otra vez.
Todo el mundo estaba presente.
Ambos desfilamos sobre el animal hasta el final del camino, donde, separados del resto de persona por varios metros y escoltados por una cantidad ingente de soldados formando una media luna, se encontraban las grandes casas restantes de Asova.
La reina Jade fue la primera en dirigirme la mirada. Verla repleta de su reluciente armadura resultaba extraño, sobre todo porque nunca antes había visto a una mujer con vestimenta semejante. Los tonos plateados del metal hacían su piel trigueña aún más oscura y la cicatriz en su rostro resaltaba con fuerza. Junto a ella Ornea se mantenía firme y con la mirada en la hilera de árboles a no demasiados metros.
A unos cuantos metros, la familia real de Orano estaba reunida al completo. Incluso la princesa Ladea estaba presente aunque a juzgar por el suave balanceo de los brazos de la reina, esta debía de estar dormida. El rey y el joven príncipe se mantuvieron firmes hasta que nuestro animal se detuvo en el centro del espacio. Ahí fue cuando el niño rompió la formación y caminó hacía adelante con algo entre sus manos.
Padre desmontó y antes de poner ambos pies en el suelo dio un beso en mi frente que yo recibí con los ojos cerrados, atesorándolo en lo más profundo de mi corazón.
El joven príncipe Rholdan llegó hasta mí y levantó los brazos, tendiendo una pequeña cajita.
—Orano os entrega este anillo como muestra de gratitud y promesa de lealtad —Recitó el muchacho mientras yo tomaba la cajita y la abría cuidadosamente revelando la banda dorada en su interior —La casa del cuervo no olvida los actos de generosidad, princesa.
—Os lo agradezco —Respondí sonriente —Lo llevaré conmigo en todo momento.
El niño asintió. Y era obvio que debía de regresar pero no lo hizo, en su lugar se enderezó y clavó sus ojos con determinación sobre mi.
—Gracias.
No se necesitaban más palabras para entenderlo. Sus ojos brillaron con una amenaza silenciosa de lágrimas. Sonreí ampliamente para él.
—Cuida de tu hermana, te necesitará.
Él asintió y finalmente se dio la vuelta regresando junto a su padre, que lo recibió bajo su ala. Este me dio un asentimiento que yo devolví suavemente.
Esta vez, quien dio un paso al frente fue la reina Jade que, para mi sorpresa, cargaba con una espada en sus manos, una que obviamente no iba a quedarse para sí misma.
Cuando llegó frente a mi alzó el arma.
—Esta espada perteneció a los defensores del norte durante la Gran Guerra —Observé la trabajada funda del arma mientras la tomaba en manos —Fue blandida por el primer rey humano en la batalla. Arrebató la vida de algunas de las criaturas más poderosas al otro lado del Bosque. Incluso para alguien como tú, servirá como escudo.
—Gracias —Respondí mientras la aseguraba como podía a las correas del caballo.
—Que Soventag te coja niña —Fueron sus últimas palabras antes de darse la vuelta y regresar a su puesto inicial.
Llevé mi mirada a la otra mitad de la media luna. Él padre de Kessarn no estaba, en su lugar su madre se mantenía erguida, sola.
Esta miró a sus lados y luego su mirada conectó con la de mi padre, era obvio que Kessarn debía de haber estado ahí pero no era el caso. Padre dio un paso al frente...
—¡Esperad! —Me giré sobre el animal y observé el camino a mi espalda.
Kessarn venía corriendo en mi dirección. Algo sobresaliendo de su puño.
Apenas se había vestido adecuadamente. Su traje no estaba arreglado como debería, su chaqueta no estaba cerrada y su camisa colgaba en algunas partes, el cinturón no había sido adornado como debería con la funda de su espada y cargaba está en la mano contraria.
Murmullos crecieron a medida que Kessarn llegaba junto a mi, cuando finalmente se detuvo junto al animal se inclinó sobre sus rodillas para tratar de recobrar el aliento.
—¿Dónde estabas? —Pregunté inclinándome hacia él.
Kessarn se incorpora y extendió su mano hacia a mi, abriendo su palma y dejándome ver que es lo que colgaba de sus dedos.
El colgante. Nuestro colgante.
—Oh dios —Mis manos lo tomaron y no pude evitar sentir un escalofrío recorrerme la columna.
¿Cómo podía haberlo olvidado?
—No quería que lo dejaras atrás —Murmuró aun con la voz entrecortada a causa de la carrera—No es gran cosa y seguramente no te sirva como esa espada pero...quiero que lo lleves contigo.
—Esto...—Sostuve con fuerza la pequeña joya —Esto es lo más importante.
Kessarn sonrió.
—Ábrelo —Lo miré confundida y agaché la mirada —Mira su interior.
Así lo hice. Y mis ojos se aguaron al notar que ya no había una pequeña margarita marchita, —la primera flor que Kessarn me había regalado—, no, ahora en su lugar un anillo. Nada demasiado ostentoso. Un simple aro de aparentemente oro con un pequeño zafiro en el centro de intenso color azul.
—¿Por qué? —Pregunté levantando la mirada.
Kessarn alzó su mano y tomó el anillo, en un gesto silencioso pidió mi mano a lo que yo le accedí. Sus dedos deslizaron cuidadosamente el anillo en mi anular.
—Incluso si hay algo más allá del bosque...—Sus palabras salieron en susurro, de manera que incluso bajo la quietud del lugar solo yo pudiera escucharlo —Quiero ser el único para ti. Quiero que seas mía, incluso si no volvemos a vernos.
—Lo soy —Tomé su rostro con mis manos y traté de mantener las lágrimas a raya —Siempre he sido tuya. Desde el primer momento.
Kessarn sonreí y un grito de sorpresa escapó de mis pulmones cuando sus manos se aferraron a la silla de montar, su pie se hizo hueco en el estribo y se alzó para posar sus labios sobre los míos una última vez.
Sonreí contra sus labios y dejé que mis manos se aferraran a la solapa de su chaqueta.
—Te quiero —Murmuré contra sus labios.
Kessarn se separó únicamente lo suficiente para poder mirarnos a los ojos el uno al otro.
—Cuidaré de él —Ambos sabíamos que se refería a Nethan —No me separaré de él. Te lo prometo.
Asentí y con un último beso fugaz, Kessarn bajó del animal y se alejó caminando de espaldas hasta quedar junto a su madre. La reina Yhelena no se movió ni un solo centímetro, su figura delgada únicamente giró ligeramente para recibir a su hijo y murmurar algo en su oído. Kessarn en reacción cuadró sus hombros y miró una última vez en mi dirección, susurrando algo que no pude comprender pero que me llevó a sonreír en respuesta.
Finalmente mi padre volvió a caminar hacia mi posición.
Estaba llorando y, a diferencia de la vez anterior, no se molestaba en ocultarse.
—Cruzarás ese bosque —Había determinación en sus palabras y su mirada, a pesar de ser un mar de lágrimas, gritaba proclamas en mi nombre —Cruzarás ese bosque y entonces sabrás la verdad de este mundo. Sé que puedes hacerlo.
Sonreí triunfante mientras una extraña determinación comenzaba a invadirme el pecho.
El animal, como si fuera capaz de sentir mi repentino entusiasmo y coraje, se removió impaciente.
—Lo haré —Respondí sintiendo como las lágrimas quemaban en la parte trasera de mis ojos —Soy la hija de mi madre después de todo.
—Lo eres —Padre sonrió y dio una suave palmada sobre mi rodilla.
Entonces retrocedió y el coro de trompetas rompió con el silencio mientras el sol terminaba de alzarse sobre la inmensa hilera de árboles a tan solo unos metros.
Ya no había campos de margaritas y hierbas altas que interrumpieran mi camino. Ya no había ese martillar clamando por la curiosidad. Ahora solo había una orquesta al completo rebosando en mis venas, una melodía que no podía reconocer y que sin embargo se hacía más y más suerte a cada segundo.
Mis manos se aferraron a las riendas, el colgante aun en mi palma, el anillo en mi dedo, mi cuerpo se tensó sobre la silla y mis tobillos dieron la orden al animal. Mis dedos comenzaron a temblar.
El caballo comenzó a avanzar, abandonando el pequeño tramo de guijarros y adentrándose en la frontera. El trote se volvió más veloz, mi cabello comenzó a rebotar contra mi hombro en su forma de trenza y los mechones sueltos que enmarcaban mi rostro se balanceaban con el viento.
Finalmente, después de todos los años observando desde la distancia, solo unos metros más...
El pecho se me inundó del tronar desbocado de mi corazón, resonando tan fuerte que mis oídos no lograban alcanza los gritos de alguien a mi espalda, del caos que acompañaba mi carrera.
Cuando el animal se adentró finalmente en la primera hilera de árboles algo me golpeó con fuerza y me envolvió con tanta decisión que me fue imposible mirar atrás. Incluso cuando Nethan fue derribado contra el suelo, incluso cuando su llanto perforó mi espalda como una daga al rojo vivo.
No me detuve. No me di la vuelta.
El Pacto había sido cumplido y yo estaba en el Bosque.
× × ×
¡Por fín!
Nuestra Alya ya ha entrado al bosque. Estamos finalmente en la corriente de la historia.
¿Os ha gustado el nuevo inicio? ¿Habeis conectado mas con los familiares de nuestra prota?
Personalmente le he tomado mucho más cariño a Nethan, y aunque he tratado de darle un aire más libre, he querido mantener la necesidad que siente de estar siempre al rededor de su hermana.
Eso sí, a partir de ahora, habrá que ver como lidia con ello.
¿Qué pensamientos tenéis? ¿Creeís que nuestros próximos personajes van a cambiar? ¿Os gustaba como eran en la primera versión?
¡Contarme!
Y de paso...
¡FELIZ NAVIDAD!
Técnicamente es mañana pero, depende de donde seas y a que hora leas esto, puede que ya lo sea ✨
Espero que paseos unas increibles fiestas y tengais un inicio de año increíble.
¡Nos vemos!
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