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Una vez más

[advertencia: No se escribir smut y me da pena]

" A veces en mis más oscuras noches pienso que todos los omegas deberían saber complacer, no amar, y de esa manera los alfas los amaran más.

¡Qué tonto pensamiento mío, querida amiga!

Apenas he fallado en el amor unas cuantas veces y ya me he rendido, quien pensaría que yo después de un libro tan aclamado. No puedo apagar este sufrimiento" -Kanroji Mitsuri, Pedazo de una de sus cartas a la Reina Shinobu un año antes de su secuestro.

Giyuu siempre pensó que la señorita Yamada de la escuela de mayordomos y amas de llaves mentía perfectamente, ella siempre decía que entre los deberes de un sirviente de su calibre, los encuentros de índole carnal eran los más fáciles de hacer, que no había ni que tener gran talento para cumplir con su deber a la perfección.

"Solo quédense quietos y cierren los ojos, siempre terminan más rápido de lo que uno piensa" Decía ella a los omegas, Giyuu le creyó.

Fue su primer amo que le mostró que eso era una completa mentira, él si que odiaba hacer todo el trabajo, por eso tenía sirvientes y esclavos, eso siempre lo repetía una y otra vez.

Ya cuando llegó al palacio se dio cuenta que no tenía que ser tan miserable e infernal; que podía disfrutar del encuentro y eso era lo mejor para la otra parte.

"Es como hacer una pintura juntos, trazando líneas invisibles hasta llegar al perfecto momento para apreciar la obra de arte que has hecho"

Había dicho uno de los alfas que paso sus primeros celos en el castillo, alguien comprensible de la poca experiencia y lo molesto que le resultaba todo eso.

El Omega nunca fue gran fan de la pintura, no importa cuanto lo intento por la Señora Tomioka para refinar sus habilidades artísticas como un buen Omega. El arte no era lo suyo de alguna forma, no tenía creatividad alguna y sus poemas eran tan buenos como su humor, casi nulo para ser exactos.

Giyuu consideraba el sexo más como un baño con agua caliente, él no tenía de esos muy seguidos, solo esos días que iba a la residencia Tomioka y ahí él era el joven amo del lugar, donde la bañera se llenaba y la chimenea cercana mantenía el agua caliente derriendo sus músculos tensos de sus días de trabajos.

Relajante y acogedor.

Así era el sexo para él, como un paseo por el bosque un día de verano con su señora mientras ella buscaba plantas para sus investigaciones.

Rutinario y apasible.

Disfrutaba del sexo de la misma manera que disfrutaba de un postre, delicioso, pero podría vivir sin eso y no sería la gran cosa. Era algo más que marcaba de sus listas y no procuraba no repetirlo con la misma persona para evitar un pérdida de tiempo como era desarrollar sentimientos por otra persona.

Meticuloso y molesto.

Como deseo tantas noches no tener su celo, era algo que interfería en su vida más de mejorarla. Él era un hombre, su celo era algo creado por su parte Omega creyendo que podría traer una vida a ese mundo. Ni siquiera sangraba como las mujeres o esos milagrosos omegas masculinos que tenían una pequeña oportunidad de tener hijos.

Ridículo e inútil.

Todo eso era fácil, incluso con los alfas que dejaban salir sus instintos más profundos cuando compartían celo.

No obstante, había algo diferente en ese alfa que lo tenía contra la cama, con sus manos atadas a la cabezal de la cama y besaba su cuello, justo donde debía estar sus glándulas siendo la zona más sensible, de una forma pasional, no animal sin cuidado. Pasaba sus labios como si estuviera acariciando los delicados de una flor y dejaba besos efusivos en su piel en las zonas más sensibles que le hacían temblar con un simple toque de sus húmedos y calientes labios contra su piel ; ese hombre tenía cuidado y a la vez era un experto.

Claro que tenía que serlo, sabía que esas boca tenía que tener algo que volvía a los omegas locos, no sus ridícula coquetería. Él era un hombre de acción no de palabras y se lo estaba demostrando.

Desde la manera que sus grandes manos pasaban por su cuerpo, apretando pero a la vez como si quiera que cada caricia le hiciera delirar, su tacto caliente contra su piel era abrasante encendiendo su interior de apoco, como si estuviera esculpiendo su cuerpo trazando cada línea y alabado cada una de ella.

Empezaba a comprender aquella comparación al arte, pues el hombre que tenía encima no era más que un artista... Un escultor con talento en plena faena creativa mostrando sus técnicas y pasión, moldeando a su gusto y a la perfección.

No tocaba al azar o como si no tuviera suficiente tiempo e intentara todo a la vez, se estaba tomando su momento para dar cada zona su ardor y no tocaba zonas que sabían que no era el momento indicado.

Le daba lo necesario y le dejaba deseando por más.

¿Él estaba también jugando?

¿Se había sobrepasado?

Pero debió hacerlo, había comentado de sacarlo de la misión. No podía darse el lujo de fallar tan cerca, era su deber poner a la señorita Kanroji en un lugar seguro. Pero él con su gran corazón seguía viendo una víctima donde no lo había, Giyuu había tomado todas esas decisiones y no se había arrepentido, tal era él quien estaba mal en todo eso.

Un fuerte apretón a su trasero y una ligera mordida en su cuello le hizo volver a la realidad lejos de sus pensamientos. Podía sentir esos fuertes colmillos mordiendo esa zona tan expuesta, el miedo se sentaba en su estómago y su respiración se aceleraba, estaba jugando, ambos sabían que no le marcaría de esa forma; sin embargo, la sensación de peligro era adictiva en su cuerpo.

— Estás aquí, conmigo.

Eso era un recordatorio, casi una orden. Se molestaba fácilmente y se volvía un poco más agresivo. Su aliento era caliente contra su piel, sus palabras eran pesadas y tenía que admitir que a veces no era tan malo cuando abría su boca para decir cosas.

— No piensen en otra cosa que no sea en mi.

Era difícil no pensar en el alfa, mientras se quitaba su camisa, no hizo un espectáculo al hacerlo, su cuerpo mismo era el espectáculo. No era de esperarse menos, era un capitán del ejército, si no estuviera en buena forma sería raro. Aunque lo que le llamó la atención fue una cicatriz en su hombro.

— Fue Shinazugawa, hace 3 veranos — Le dijo al ver dónde se dirígia su mirada — Un disparo que me dejó en la cama por semanas. Tuve suerte, demasiada, no toco un hueso o un órgano.

— Igual parece dolorosa... Lo lamento.

— ¿Por qué? No fuiste tú

— Igual lo hago.

— Bueno es algo que te ganas si vives en un lugar como este o eres alguien como yo — Le dijo sin mucho arrepentimiento.

Había dejado de ser un capitán, no lo comprendía. ¿Por qué? Hacer eso no es algo que debía ser tan fácil como decir, me voy y ya. Uno no podía renunciar tan fácil, no cuando había dedicado su vida a todo eso.

Todos esos pensamientos desaparecieron cuando él se quedó viendo dónde había amarrado sus manos ocultas por los guantes, otra vez amarrado. Ya se había acostumbrado pero dolía por las heridas antiguas aunque esta atadura era más suave, era la corbata negra del capitán.

— Yo lo siento... pero...

— Tienes gustos raros, está bien — Sabía que no era eso, pero dijo era para relajarlo.

— ¡¿Qué?! ¡No! — Se sonrojó podía verlo en sus orejas, era algo enternecedor ver a un alfa tan impresionante como él, rojo de vergüenza— Solo...

— Está bien, puedes hacer lo que quieras que te guste conmigo — Insistió de nuevo.

Giyuu sabía bien porque estaba atado, como había visto la daga que guardaba en su espalda. Sabito no confiaba en él, está en un conflicto que le estaba destrozando.

Su honor y su deber chocaban en ese momento. Le hizo sentir mal por él, pero era algo que iba a utilizar.

— Entonces está noche, te voy amar.

— ¿Qué?

Su pregunta fue callada con un beso en sus labios, un beso abrumador e impetuoso. Giyuu nunca había besado a alguien, eso era un acto íntimo, solo de las parejas más íntimas. La sangre ebullia en su cuerpo, podía escucharla a la perfección, sus mejillas se calentaban, ligero sonrojó debió decorar su rostro de una manera que no sería aceptable para alguien de su puesto y por fin todas las líneas se juntaron creando una imagen que explotó en su mente.

Se sintió avergonzado, eso no lo sabía hacer y sabía que el beso estaba siendo torpe y embarazoso, no sabía a donde mover sus labios o que hacer.

— Espera... Espera

Él se separó y se le quedó viendo por unos segundos, para abrir sus boca levemente dándose cuenta por el sonrojó que debía tener su rostro del problema.

— Jamás has...

— ¡Eso solo lo hacen las parajes enlazadas! — Casi chilló rápido, su voz salió rápida y un poco más aguda de lo normal. Tuvo que detenerse un segundo y desviar su mirada — Lo siento, perdi mi compostura de nuevo...

Hubo una risa estridente por parte del contrario, quiso golpearle. Tenía suerte que estaba atado, pues sería la primera vez que alzaba su mano contra uno de sus amos.

— Está bien, está bien.

Dijo calmando su risa, le miró de una manera tan enternecedora y colocó su mano en su cara, acariciando levemente su labio inferior con su pulgar. Sus ojos violetas estaban sobre sus labios rojos por el beso anterior, deseadosos y llenos de una felicidad casi inocente.

— Te enseñaré, igual tenemos toda la noche.

Giyuu tragó saliva y solo asintió. La siguiente vez que unieron sus labios, estaba seguro del que el contrario sintió como los suyos temblaban un poco, rió entre el beso y acarició su mejilla con ternura que le hizo suspirar. Sabito iba lento, tomando su tiempo, guiándole, degustando cada movimiento y suspiró con su pecho lleno de orgullo, lo sentía.

Era el pecado mismo, sintiéndose el rey del mundo solo por el primero que tenía la ventaja de reclamar sus labios primeros, de ser el único que podía decir que degusto desde sus besos más puros e inocentes a los más indecorosos.

Beso la comisura de sus labios, para darle un segundo para tomar aire y volver a reclamar sus labios lleno de gula. Estaba hambriento de sus labios, de ir más allá y romper ese tabú que esos besos solo eran para los amantes más profundos. Llegando a él como una lluvia de verano, caliente y humada, llenada de electricidad que impactaba su cuerpo con un simple toque.

Cuando tocó su lengua con la suya, estuvo seguro que soltó el peor gemido de su vida. Sin embargo, eso pareció encerder más la pasión del contrario que le apretó con más fuerza contra su cuerpo como si quisiera fundirse con él para ser uno solo.

.

.

.

La euforia que corría por su cuerpo era indescriptible, Sabito había conquistado tierra enemiga, había ganado batallas duras y vencido a enemigos en su propio juego; pero nada de eso se sentía tan satisfactorio como conquistar esos labios como suyos, lo sabía de ese momento, los dulces labios de Gii era suyos.

Fue el primero que los probó y su interior gritaba por ser él último que los tocará también.

Era ridículo que probar un suspiro de sus labios fuera todo lo que necesito para saber que se volvería loco si alguien más se deleitará de esa manera. Era egoísta, pero hasta los mejores marineros esconden sus mejores tesoros para que nadie más sea capaz de disfrutarlo como ellos.

Quería ir suave, no quería asustarlo. No sabía por lo que había pasado o quién había estado, por el estado del Omega se obligaba a pensar lo peor y eso le volvía loco.

¿Quiénes eran esos que lo tocaron antes?

Que siguieran rezando a su estupida diosa que los tuviera separados, porque su rabia no se saciaria hasta tener su sangre en sus manos.

Mientras tantos le daría a ese Omega lo que se merecía como mínimo, ser adorado con todo su ser.

Terminó de quitar esos botones de su camisa, aunque no podía quitársela. Quisiera, pero aún temia que todo eso fuera una trampa, no podía desatarlo, por lo menos no por el momento. Primero le probaría por completo.

Admiro su cuerpo como no pudo oportunidad antes, era atlético, no trabajado al extremo como el suyo, No había grandes músculos en él, pero si que había lo suficiente que le hizo hundir sin pensarlo su cara en su pecho soltando un gruñido. No eran redondos como el de una mujer, Gii tenía una firmeza y líneas más rectas marcando parte de él, que en vez de disgustarle le hacía temblar del deseo aún más.

Sintió la vibración del pecho del Omega cuando soltó una risa encantadora al verlo no contener ni un sonido de placer que sentía, no tenía vergüenza a veces siempre le gustaba hacer saber que estaba disfrutando de lo que devoraba. Sin embargo, esa risa paro de súbitamente empezó a tocar su pecho con más vigor, apretarlo con sus manos y juntar para hundirse más entre ellos mientras saboreaba cada pedazo de piel, hasta llegar a la parte más sensible de su pecho para chupar con fuerza sacando un gemido que trató de detener mordiendo sus labios.

— ¿Qué... ahhh... haces?

Preguntó de una manera erótica, esos pequeños gemidos saliendo de su boca eran un deleite para su oído, que se sintieran celosos los grandes musicos que jamás iban a poder igual una sinfonía tan paradisíaca en su vida, pensó mientras se deleitaba por completo del sabor de la piel de su pecho. Definitivamente no eran los pechos más grandes que había tenido en su boca, pero eso no quería decir que no era el más delicioso, cada gemido, suspiró y estremecimiento lo comprobaba.

Sabito no dejaba de mirarlo, no podía detenerse, alzaba su mirada sin despegarse de aquella zona tan sensible que tenía temblando levemente al Omega; pero este no daba su brazo a torcer, solo un leve sonrojó en su rostro que parecía que inquebrantable ante sus caricias, era como si le retará a poner unas cuantas lágrimas brillantes en sus ojos para terminar sus perfecta obra de arte y eso hacia que cada segundo se hundiera en sus más profundos instintos, sus movimientos se volvían más crudos y vulgares, chupaba, lamía y mordia toda la piel que se encontraba dejando marcas en su pecho que iban tardar de borrar.

En su defensa esas estaban mejor que las otras marcas que tenía más hacia su estómago, moradas como si hubiera sido golpeado o pateado en esa zonas, evitó tocarlas lo más que pudo y dejar besos suaves mientras bajaba cada vez más.

Quitó sus botas, las lanzó algún lugar en la habitación sin importarle a donde, nunca había sido tan descuidado en sus aposentos. Pero en ese momento solo importaba quitalerle toda la ropa que le molestaba. Iba a ir por sus medias pero no encontró su fin mientras subía su pantalón por su pantorrilla, cuando se detuvo y prefiero ir por sus pantalones para comprobar lo estaba pensado.

Maldijo cuando quitó aquello pantalones, eso debía ser una vil jugada de alguien, posiblemente de Makomo que ayudó al Omega mandando a buscar eso.

Unas medias oscuras que llegaban hasta la mitad de sus piernas y estaban atadas con una pequeña cinta azul en lazo. Sin ropa interior obviamente, lo debió notar cuando tocó su trasero antes, pero estaba perdido con otras partes de su cuerpo.

— Yo no compre estas para ti — Señaló mientras agarro su pierna por su tobillo y lo subió a su hombro.

Evitó su mirada por un segundo, no delataria a su benefactora de esa noche

— Como un jodido regalo para mí.

Los guantes seguían en sus brazos, llegaban un poco más allá de sus codos pero uno ya se había movido hasta su antebrazo por todo el movimiento.

Era una vista sensual en su cama, solo tenerlo con guantes y medias. No eran guantes o medias con encaje o indecorosos, eran los típicos guantes y medias que un buen Omega de alta cuna usaria, aunque en Gii era lo más sensual que había visto en su vida.

— Tendre que agradecer a ese alguien

Confesó mientras volteaba su cara para empezar a besar con lentitud desde su tobillo e iba bajando, no importaba si lo hacía sobre esa tela que cubría sus piernas, podía sentirlo temblar y el disfrutaba cada segundo.

Se fue agachando, bajando cada vez más hasta llegar a su rodilla para dar un beso y luego acomodarla mejor en su hombro, probablemente el puesto que se merecía y debería acostumbrarse porque la vista que le estaban dando esas piernas y su intimidad era algo que le secaba la boca. Paso su lengua por sus labios, su nariz podía sentir como emanaba de sus glándulas en la parte interna de sus piernas y de su humedad cautivadora.

Las feromonas del Omega era casi indetectable para una nariz inexperta, su olor no es algo que puediera describir bien. A veces sentía que podría nombrar algo y al otro negar eso, aún así quitó la cinta con suavidad y bajar esas medias que le quitaban de uno de sus premios de esa noche.

Tal vez era su intención no dejar ni una pieza de su piel libre de su boca, no lo había planeado todo tan bien. Simplemente tenerlo al frente hacia que no supiera hacer muy bien, pues a la vez era demasiado y no era suficiente.

— Ya... ¡No!.. — Gimió — ¡Ya! Has jugado suficiente...

— Para nada —Aseguró — A penas y te he tocado.

Colocó la otra pierna sobre sus hombros, apretandolas un poco a cada lado de su cabeza disfrutando de la sensación que le producía estar entre ellas.

— Eres solo un pervertido — Le acusó al verlo disfrutar de estar en medio de sus piernas.

— No hay nada perverso en adorarte de la manera de lo que lo hago — Respondió con una sonrisa mientras dejaba besos en sus piernas — Yo lo llamaría algo razonable, pues tengo muchas razones para hacer esto.

— Eso es una excusAah! — Otro gemido salió cuando mordió su piel

— No me interesa lo más mínimo ahora.

— Lo notó — El Omega estaba un poco impaciente y eso le molestó.

— Entonces lo siento, he estado haciendo mal mi trabajo si todavía pues poner tu mente en otra cosa que no sea esto.

Apretó sus piernas con sus manos y se dedicó a probar cada centímetro de ellas con más ferocidad, quería clavar sus colmillos también ahí, su mandíbula dolía de no hacerlo, dolía tanto como en sus días cuando llegaba su rutina.

Era ridículo no dudaba que él iba venir antes que llegara a la diversión, nunca había pasado algo así en su vida, sentir que podía explotar en cualquier instante antes de siquiera intentar algo.

Era solo el juego previo y ya estaba destruido.

Tenía que acelerar las cosas, dejar de pensar tanto y tomar más acción o podría ser demasiado tarde. Así que fue subiendo sus labios, rozando toda esa piel que se hacía nota metal para no olvidarla después, aunque sabía que eso era imposible.

Se quedó unos segundos admirando lo que estaba por probar y su garganta se seco, estaba sin aliento. En definitiva no era como los demás omegas, desde su altura lo debió saber, era más grande que el estándar de un Omega, casi como un beta común. Tuvo que pasar su lengua por sus labios y recordarse que nunca se había detenido frente a algo pequeño o grande.

— ¡Ahhh!

Vio como se mordió el labio y se empezaba a romper esa máscara de perfección apenas probó un poco, lo iba a destruir o iba ser destruido.

No se consideraba un experto en un trabajo oral hacia otro hombre, era más probable que terminara en medio de las piernas de una mujer. Los omegas masculinos tendían a ser reservados en el sur, siempre preferían a las alfas femeninas; cuando surgía la ocasión y tenía suerte de encontrar una buena compañía en brazos de un Omega o un beta, se dedicaba a pasar el tiempo más de lo que hacía con una mujer.

Sabía lo básico, empezar desde abajo y atrás, hasta arriba y chupar. Tenía cuidado de sus dientes, incluso él sabía lo doloroso que podía ser un inexperto; él no quería nada de eso para el Omega, quería que disfrutara cada segundo y no de arrepintiera ni un segundo de lo que iba hacer. Además estaba encantado de las diferentes reacciones que tenía, cuando solo se dedicaba a lamer las partes más sensibles apretaba el mismo sus piernas al rededor de su cabeza para no dejarlo ir, cuando subía y bajaba su boca por el falo en un ritmo apremiante soltaba más sus piernas y se retorcía, alzando más sus caderas arqueando su pecho.

Era una cosa belicosa, guerreaba como ninguno al no romper su carácter. Se negaba a rodar los ojos o apretar los ojos con fuerza, luchaba contra el placer de su cuerpo y no lo dejaba expresar en su rostro. Había tenido a tantos que en ese punto estaban rogando y el Omega se negaba hasta gemir alto.

Siguió por largos minutos, incluso su boca empezaba a doler. Estaba anonadado por su resistencia, le hacía trabajar más crítico y energético con sus movimientos, si el estuviera en la posición de Gii, ya hubiera perdido minutos antes, aún así el Omega se negaba a rendirse...

¡Oh! Recordó que eso no era nada bueno, iban a tener una noche larga y tenía que asegurarse que pasara lo que pasará tenía que terminar todo cuando el estuviera adentro.

Esos siempre eran los errores de los novatos, pensaban que entre más orgasmos mejor, eso era algo que no era bueno cuando uno estaba fuera del celo o la rutina, después del primero uno ya quería irse a bañar o dormir, si los omegas quedaban más sensibles, aunque eso no significaba nada bueno.

Se quitó las piernas de Gii de su hombro, lo dejo recuperando el aliento mientras se alzaba para soltar la corbata. Si él lograba asesinarlo en el estado que estaba, se iría con una sonrisa.

— ¿Necesitas ayu...

— Ya me preparé antes de venir.

— Excelente.

No había mucha charla entre ellos en ese momento, estaban más concentrados en lo que iba a suceder que en otra cosa. Fue unos segundos de un incómodo silencio, Sabito no dijo nada, era mejor no hacer algo estúpido en ese momento cuando un Omega estaba tan vulnerable. Prefirió tomar su mejilla con sus manos, empezaba a darse cuenta que adoraba sostener su rostro y admirarlo, sentir la suavidad de su piel y comprobar que no era de hielo como lo parecia.

Era cálido y acogedor.

No se dio cuenta, pero ambos acercaron sus caras como si fuera algo que hubieran hecho durante mucho tiempo antes. Si al principio besarse era algo que le daba algo de gracia, en ese momento era algo que se sentía tan natural entre ellos.

Podía sentir una corriente recorreré su cuerpo e incluso el frío contra su piel, las cosas con Gii eran tan fáciles que le asustaba, nunca era así, no debía ser así, pero aún así ahí estaba. Soltando su mejilla para pasar su brazo por su cintura y pegar sus cuerpos para ser el calor del otro.

Era como la corriente de un río en plena primavera, todo fluía de una manera tan natural y con calma, calentando todo a su paso mientras se derretía el hielo al rededor para dejar ver todos los colores ocultos bajo la blanca nieve. Más cuando el alto paso sus brazos por su cuello y no le soltó, aprendía rápido a besar, cada segundo se volvía más impaciente cometiendo errores que dejaba pasar por su ese preciosos anhelo de sus labios contra el otro.

Quedaron lado a lado en la cama, en un momento habían desaparecidos sus propios pantalones y la daga en algún lado de la cama, aunque sabía que había sido su culpa en movimientos torpes por la posición en la que estaban; Sin embrago ninguno se negaba a separarse, a dejar de tocarse, pasar la yema de sus dedos por la piel del otro explorando lo que no conocian del otro, cada pliegue, casa lunar, cada cicatriz. Paso su mano por la espalda del de cabello oscuro, bajando como si recorriera las cuerdas de una buena guitarra, pasando por su trasero hasta llegar a la parte posterior se su pierna derecha y subirla a su propia cadera, dejando espacio para que se metiera entre ellas.

No hubo advertencia alguna, ni restricción al entrar. Un solo empujón después de guiarse al lugar correcto y entro sin mucha dificultad, más que unas uñas clavadas en su espalda dejando una sensación de dolor y placer en su cuerpo indescriptible.

— Lo siento

No lo hacía, estar unido y tan profundo en él era algo que no podría lamentar de alguna manera, solo agradecer y disfrutar.

— Está... Bien... Es el principio, no duele.

Aguantó, si dolía o no, la cara del Omega no le decía mucho. Aunque estaba oculta en su hombro, mientras sentía que inhalaba y exhalaba lento, despegó sus uñas mientras iban pasando los segundos. Su cuerpo temblaba, o era el suyo propio quien lo hacía de placer.

— Me dices si es demasiado

Bromeó unos segundos, sabía que el mismo era más grueso que largo, nada fuera de lo común, pero tomar algo así, no debía ser un paseo en el parque y ya. Sabía que el Omega podía tomarlo, solo necesitaba acostumbrarse.

Acarició su cuerpo con suavidad, con su pulgar con la mano que sostenía su pierna sin soltarla ningún segundo y ligeros besos en su mejilla ya que no podía hacer más mientras ocultaba su rostro. Su respiración en su cuello era algo que le erizaba la piel, algo que no había sentido jamás, nunca había tenído un Omega en una zona tan vulnerable en su vida y de todos el más peligroso tuvo que ser.

— No es demasiado... Me refiero, Es tolerable, solo que ha pasado tiempo... Su tamaño está bien... — Balbuceó y se escucha como se avergonzaba con cada cosa que tenía.

No pudo evitar reírse un poco, no de él. Si no de lo lindo que era y como su voz cambiaba tanto en una situación de esa.

— Me agrada saber que te gusta.

Un golpe contra su pecho y un quejido fue lo que bastó, le beso de nuevo y empezó a moverse.

Gii era la un pedazo de cielo en la tierra, era un prueba de los dioses para que probará lo que nunca iba a disfrutar en su vida después se la muerte, ya que el iría al infierno por sus pecados.

Su ritmo era lento, quería descubrir cada rincón oculto del Omega y darle tanto placer como pudiera, aunque en cierta medida no se pudo detener en enfocarse un poco en su propio placer. Siempre era de los que sentía placer provocando esa sensación en otros buscando la suya propia, desde morder el labio inferior del contrario y hundirse contra su piel.

Estaba siendo algo egoísta con esa gloriosa sensación que le envolvía, no le apretaba de una manera dolorosa y estaba relajado disfrutando con él en pocos minutos.

No lo pudo evitar, empujó su cuerpo contra la cama y se puso encima de nuevo para continuar, con una mano sostenía una de sus piernas y la otra al lado de la cabeza del Omega sosteniendo su peso para no aplastarlo, moviendo sus caderas no solo sacando y metiendo, cambiaba a veces la manera que se movía, en círculos o subiendo un poco al final sacando gemidos más agudos del contrario.

— ¡Dioses!

Alzó la voz unos segundos arqueando su espalda y moviendo sus caderas para alcanzar sus embestidas, no pudo evitar gemir al ver un acto tan excitante. Su rostro empezaba a perder esas máscara por completo, sus ojos se entrecerraban cuando salía casi por completo y los abría cuando tocaba una parte sensible dentro de él.

Aceleró su ritmo, iba a explotar de solo verlo así, casi sucumbiendo por el placer hasta el final, por ser la persona que le sacaba de ese estado impasible donde se negaba a sentir muchas cosas.

— ¡TE. ESTOY. JODIENDO. YO! — Bramó con su voz desgarrada por el placer, mientras daba una embestida con cada palabra — Solo debes decir mi nombre, no él de otros.

— ¡CAPITÁN!

Gimió con descaro, era seguro que más de uno en el fuerte escuchó eso. Pero aún así no dijo su nombre, tenía ligeras lágrimas en la esquina de sus ojos y una sonrisa descarada, totalmente traviesa y encantadara con su boca abierta que no podía cerrar por estar sacando sonidos de placer.

Ese era su verdadero yo, no era para nada tranquilo, complaciente y calmado.

Estaba equivocado, no era la personificación de una estatua de la diosa de la belleza. Era uno de Eris misma, la diosa del Caos mismo, destruyendo todo su paso en una perfecta tormenta que arrancaba hasta el árbol más fuerte de sus raíces, guerrero, travieso y deslumbrante.

— ¡Ahí, Vamos más! ¡Capitán! ¡Capitán! ¡Capitán!

Su cabello oscuro estaba hecho un desastre, estaba a su alrededor como un halo de la noche misma incluso podía ver un poco de las hebras blancas de su cabello que delataban su procedencia que tendia a esconder, junto con las lágrimas que empezaba a salir de sus ojos y recorrer un camino hasta sus hebras oscuras. Estaba seguro que no había mejor combinación que esa con su almohada.

Se impulsó colocándose más recto y sostenerse puso con la fuerza de su abdomen y piernas, necesitaba su otro brazo para agarrar sus piernas y abrirlas más mientras colocaba un ritmo más brutal entre ellos, no tendría piedad, no se lo merecía, no quería dárselo.

Ese ser divino no merecía nada más una buena noche, si no todo de él y lo que podría ofrecer.

Las manos enguantadas, una fue a parar a la sábana aprentandolas con fuerza mientras la otra a su brazo mientras hechaba su cabeza hacia atrás estirando su cuello decorado con marcas hechas por él.

No duró mucho con esa vista, como los espasmos de placer del cuerpo de Gii se sentían a la perfección a su alrededor apretando cada vez más.

Fue como su primer disparo contra la diana que hizo en su vida, todo se había vuelto ensordecedor y más lento, mientras una corriente pasaba por su cuerpo vibrante mientras la bala salía llegando directo al blanco dejándolo sin aliento.

Gimió mientras se inclinaba hacia el frente y se aferraba al cuello del Omega mordiendo sus labios, porque sabía si abría su boca mordederia otro lado. Soltó una de sus piernas llevando su mano en medio de ellos para ayudar al Omega a terminar y movía un poco sus caderas apesar de la sobre estimulación.

No solo era el clímax de Gii, es que se quedaría asegurar que todo quedará dentro, llenado hasta lo más profundo de él.

No tardó casi nada para su suerte, se vino pronto en un gemido sordo dejando una cara tan erótica que jamás la olvidaría y sus uñas dejando un rastro en su espalda.

Quedaron ahí, jadeando y sin palabras. No era fácil recuperarse de una sesión tan intensa, menos con lo que acababa de ver.

Sí, una sola noche jamás sería suficiente. Incluso en su claridad después del sexo lo sabía y era algo aterrador, ese Omega debía ser prohibido y estar en un templo alejado de todo alfa o beta, era un peligro exponencial. Podia destruir hasta a un hombre como él, no quería pensar de los demás. Solo suspiró, tal vez era su deber tener a ese Omega alejado de los demás, si lo distraía él, los demás no sufririan.

Habían pasado unos largos minutos y trató de salir para no incomodar más al Omega de lo que debería estar haciendolo, pero las largas piernas del Omega le detuvieron abrazando su cintura.

— ¿Qué sucede?

— No hemos terminado

Su cabello estaba pegado a su frente, su voz se escuchaba agitada y ese ligero sonrojó en su cara era una preciosidad. Nunca había sentido el calor de su cuerpo recuperarse tan rápido de un encuentro de ese calibre.

— ¿Estas seguro? No te tienes que esforzar precioso, podemos descansar.

— Sí, una vez más por favor.

Y había sido golpeado por la tormenta de nuevo, solo al oírle rogar.

.

.

.

Sabito tenía un reloj de bolsillo nuevo, una invención interesante; nunca pensó que un gran reloj que era común ver sus grandes engranajes en grandes torres o en cajas grandes de maderas que con sus grandes péndulos sonaba cada hora en la oficina de su padre. Era pequeño y eficiente para decirle la hora exacta, aunque a ese punto de la noche no sabía dónde estaba entre su ropa tirada en el piso y ni siquiera tenía que mirarlo para saber que era más de la media noche.

La segunda vez había tomado al Omega de una manera más carnal y vulgar, se sintió un poco avergonzado del recuerdo. Había tomado sus piernas y las había pegado a su pecho, mientras no tuvo piedad alguna con él.

— Estoy algo celoso de la Luna— Logró decir entre jadeos — Jodida que ha te tenido para ella todos estos años — Se acercó a su oído susurrando — No la culpo.

— ¡No! — Se quejó un poco agudo.

Se estremecía más si le hablaba directo al oído, se encogia un poco tratando de evitar esos acercamientos que le dejaban temblando.

— Incluso ella te debe haber visto cuando buscabas placer solo.

Sus movimientos eran más bruscos, más profundos y sin control. Eso ya no era hacer el amor, era puro sexo carnal, desde la manera que sus manos apretaba sus piernas para tenerlas contra su pecho, como la cama sonaba con ellos y las pequeñas lágrimas continuaban saliendo de los ojos de Gii.

Empezaba a notar que en la parte más baja de su iris era de un azul más claro tan dulce como el cielo.

La tercera vez fue instinto propio.

— Una vez más, por favor.

Había suplicado mientras colocaba su pecho contra la cama y alzaba sus caderas de las sábanas manchadas a más no poder en una pecaminosa presentación que casi le hizo ahogarse con su propia saliva.

Podía ver todo de él, incluso del pequeño lunar que tenía justo en la parte trasera de su pierna izquierda tan arriba que casi estaba en trasero, no pudo evitar morder y jugar con esa zona un rato antes de entrar de nuevo después de un par de súplicas.

Había sido su peor parte que había salido a flote en ese momento, disfrutando de marcar su piel como si fuera suya, azotando su culo una y otra vez hasta dejarlo rojo y a Gii apretando cada vez más con cada golpe.

Incluso creyó que se había propasado demasiado cuando terminó, enfriando sus pensamientos que ya se encontraba pidiendo disculpas cuando el Omega se levantó de la cama con sus piernas temblando y se sentó en encima de él sin dudar un segundo.

— ¡¿Ehh?!! ¡Espe...

— ¿Estas cansado, Capitán? — Preguntó mientras se recostaba en su pecho con una leve sonrisa

— ¿Tú estás bien? — Preguntó enseguida preocupado.

La verdad si estaba cansado y a ese punto con otros omegas esos ya habían caído rendidos por el cansancio o pedían parar.

— No, no estoy bien.

— ¡¿Te duele algo?! — Preguntó el Alfa alarmado, ya estaba preparado para pasar la vergüenza del año y buscar al doctor.

— No, me refiero a que todavía no siento que esté marcado — Tenía un poco fruncida la nariz como si se esforzará a captar los olores del ambiente.

— Bueno, no es un proceso fácil. Normalmente se hace los días de celos donde la situación ayuda mucho a la tarea — Acariciaba su espalda lentamente — Si fuera tan fácil sería molesto.

— Si sería contraproducente — Estuvo de acuerdo — Pero incluso estoy full del capitán y así nada.

El capitán se sonrojó por completo, la manera tan natural, sin ninguna otra intención o vergüenza de lo decía era bochornosa.

— Debemos seguir intentandolo — Dijo para sentarse de nuevo, como si las energías no se le hubieran ido a ningun lado — Yo haré el trabajo por usted.

— ¡¿Qué?!

La cuarta vez el Omega hizo todo el trabajo mientras el sostenía su cintura, ahí fue cuando notó toda la experiencia del contrario a su máximo esplendor y él que no paraba de gemir era él.

Le cabalgaba con talento y dedicación que casi le hace correrse de inmediato, la manera que movía su cuerpo no era algo que se podía aprender leyendo libros o con uno o dos amantes, era un profesional en complacer a su alfa en todas la maneras.

Así fue como pasó toda la noche, una noche que jamás volvería a olvidar.

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Disculpen, tenía este capítulo desde hace un mes o más. Por desgracia cai enferma horriblemente, ni los doctores sabían que tenían y me iban a operar para averiguar que era. Pero no lo hicieron, ya descubrieron que es pero me mandaron un tratamiento larguísimo que no empecé a sentirme mejor del todo hasta hace poco.

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