Caer en una trampa
"Querido amigo, ha pasado tanto este último mes que en unas pocas páginas no podría ni resumir la mitad de ella, también halló bastante deshonroso a nuestra larga camaradería que pasó a una unión de hermandad, contarte todo esto por una carta.
Sabito, mi fiel amigo. Anunció mi pronta boda, solo a ti quien creo fervientemente que comprenderías las llamas de la pasión que me consumen, solo tu mi amigo quien ha estado conmigo en las buenas y en las malas, en grandes castillos y las más horribles trincheras de la guerra contra Minerva, debe saber está noticia y más nadie.
Solo tu quien sabe bien que es el amor o al menos el ardor que está consumiendo mi corazón. Eres tú quien ha insistido por años que sucumba al deseo de un Omega, incluso si yo me he negado a tus más bondadosas ofertas de conocer a uno de tus tantos ex amantes.
He caído, a una sin igual. No ex amante tuya por supuesto, nunca me atrevería, pero si a una Omega que con solo un suspiro me quita el aliento.
Una seductora sin igual, lo juro. He sido fuerte pues tú bien sabes que mi padre ya tiene candidatas para buenas esposas, nunca habría ido contra su palabra, lo juro.
De no ser por ella.
Temen de tus andanzas amigo mío, pues si hay otra como ella, no hay escapatoria de sus ojos, ni que quisiera. Un alma tan libre como la tuya, no la vería pasando por el más delicioso sufrimiento que sufro.
Por lo tanto te suplico, ven a la casa que poseo en la aldea Hino, lejos de mi familia. Lejos del escrutinio de las ciudades donde sería fácilmente reconocido, donde hemos jurado a ser hermano del alma, aunque la sangre no nos una. Una Sacerdotisa Solar espera para que tú seas parte de mi fiel nube testigo de esta unión que solo nuestro señor el Sol va a presenciar" - Carta de Rengoku Kyojuoro, Capitán del fuerte del Alba, a su fiel amigo el Capitán Urokodaki Sabito.
El capitán casi gruñó, no podía creer que había caído en la trampa del Omega y había perdido tan estrepitosamente, pero estaba desesperado, así que acepto el trato tomando la mano de este, que no era pequeña era casi igual que las suyas.
Sabito lo recordaba a la perfección incluso si todo eso había ocurrido antes del medio día, recordaba el peso su mano, algunos cayos y algunas cicatrices, no todas y eso le molestaba de alguna manera. Incluso sus labios habían dolido por un segundo al aguantar las ganas de besar el dorso de mano y estudiar cada detalle de ella.
"Había caído en su trampa"
Se repetía una y otra vez. Pretendía que no lo hacía, que estaba todo en control y algo tan ridículo como un simple Omega no podía sacudir su mundo en pocos días.
"Había caído en su trampa"
Pues caminaba de un lado al otro en su habitación casi con desesperación, girando una daga en sus manos esperando un simple toque a su puerta mientras el sol estaba pronto a ocultarse. Pensaba en cada palabra que salieron de aquellos labios, en cada movimiento, en cada respuesta que no tenía y quería saber de él.
"Había caído en su trampa"
Pues debía ser una trampa, aunque toda la tarde hubo pequeños enfrentamientos en la frontera que probaban que El general Shinazugawa no estaba muy del lado del Omega pero igual lo quería a su lado para salvar su honor. Eso debía significar que todo eso debía ser una trampa.
Debido a que si conocía de pocos días al Omega, lo recordaba más de lo que deberia.
No era pequeño, en definitiva no era un clásico Omega de escaso tamaño y tan flaco como una rama que en cualquier segundo se partiría. Incluso, era unos centímetros más alto que el alfa que le hacía tragar saliva cada vez que alzaba su mirada y ahí estaba como una escultura del Dios de la belleza en un templo mirándole hacia abajo. Esa maldita altura que le daba sus piernas largas y para nada débiles, eran gruesas y fuertes...
"¡Por el Sol!" Maldijo en su mente.
Sabito sintió que el aire de la nada había dejado de ser una necesidad, necesitaba hundirse en ellas, tenerlas encima de sus hombros, alrededor de su cuello dejándole sin un respiro mientras se hundían en el más profundo éxtasis que era su cuerpo. Agarraría esas caderas que no eran tan anchas para que no se alejara ni un segundo mientras degustaba cada gota que tenía que ofrecer de su posible exquisito sabor, todo pues tampoco dejaría atrás este trasero que incluso el pantalón que había usado hacia un patético esfuerzo para disimularlo bien.
Se detuvo un segundo en su caminata incesante deteniendo su barco de pensamientos, estaba navegando aguas tormentosas donde se adentraba a un mar ardiendo donde se quemaría.
No podía permitirse eso... Pero aún así no quería detenerse.
Ese Omega que parecía dócil y desprovisto de carisma a simple vista, entre más hablaba y mentía, pues lo hacía o al menos solo le decía lo que podía era como las sirenas mismas, atraía a con su voz hasta la más profunda perdición.
"Me disculpo de antemano, no se sus gustos. ¿Qué desea hacer?"
Aún recordaba su voz deseosa de complacerlo y se sentía sediento.
Por la forma que la camisa se pegaba a su cuerpo, no tenía músculos tan grandes en su parte superior, pero sus brazos tenían una musculatura más suave y agradable. Su cuello totalmente blanco, era un perfecto lienzo para cualquier artista que quisiera pintar su pasión en él y sin mencionar su rostro.
Unos jodidos ojos azules con el mismo mar que siempre llamaba por más aventuras al capitán y su cabello tan oscuro con una pizca de blanco como las noches de luna llenas de emoción lejos de casa.
— ¡Jodido imbécil! — Maldijo por debajo
Eso era una trampa, era como un jodido sueño húmedo para cualquiera que supiera lo que era un buen Omega. Pues eso lo era, un Omega así no llega fácil, un Omega de esa magnitud que le tenía ardiendo de deseo, no es posible. Eso debía ser una trampa de Shinazugawa, no había otra explicación decente más que una trampa. Pues alguien que estuviera cuerdo no haría otra cosa que no sea besar hasta la último pedazo de eso Omega, no lo golpearía sea cual sea la razón.
¿Qué esperaba que el Omega hiciera? ¿Qué le asesinara apenas se cansará de su faena? ¿Qué le fuera a envenenar? ¿Qué buscará información?
Tal vez por eso se quería ir, sin embargo tampoco es que le había dado gran información. Nada que Shinazugawa no supiera ya, tampoco le asesinara ya que alguien más tomaría su puesto en segundos.
Ese Omega era culpable, solo que no podría demostrarlo... O tal vez era inocente, cosa que tampoco podría probar.
Tenía que saberlo, tendría que probarlo.
Así que preparo su habitación como nunca lo había hecho antes, pues nunca había traído un Omega al fuerte, menos a su habitación. Le pido a los betas que no dejen entrar al Omega con ninguna pertenencia o objeto de metal, pues en esa batalla cuerpo a cuerpo el tenía la ventaja, era más fuerte incluso si el otro era más alto, había luchado con alfas más grandes que el Omega como si se tratara de cualquier día.
"¿Qué querian ellos de todo eso?"
Lo pensaba mientras apretaba sus puños, algo no estaba bien y sabía que Shinazugawa Sanemi era el culpable de todo.
Debía alejarse del Omega, sea verdad o mentira su historia, Cosa que no estaba seguro, pero sus instintos decían que era mejor mantenerse alerta a todo.
Debía confrontar al Omega, decirle que no era tonto y que no se comía todo ese cuento, aunque una parte de él si lo hacía, pero sabía que no lograría nada. Si el Omega se presentaba esa noche listo para recibir el permiso; sin mencionar las heridas recibidas antas, y sí esas eran parte del extraño plan del que no estaba seguro que existiera, que solo demostraba la extraña y ridícula lealtad del Omega, que seguro prefería morir antes de decir algo.
Si se deshace del Omega, era probable que Shinazugawa tuviera otros Omegas y lo intentara con los otros capitanes o con otras personas a través de la frontera, no detendría lo que sea que estaba armando con su perversa mente.
Pensaba en la carta de Kyojuoro, su fiel amigo más santo que un sacerdote solar, sin una pizca de profanidad como la suya, ahora estaba ardiendo en pasión por una Omega desconocida.
El capitán de la flama misma ardiendo, una ironía. No podía ser coincidencia.
O...
O...
Tal vez el Omega estaba diciendo la verdad, lo cual era muy probable y solo era un Omega esclavo del norte queriendo rescatar a su dueña de un gran crimen que Sabito no había logrado resolver siendo esa su responsabilidad y su amigo se había enamorado de la Omega de otro alfa.
Por muy loco que sonara... Bueno, hasta él sabía que estar pensado que General sea un genio malvado tras un plan que no estaba seguro de que se tratara y usando un Omega un tanto peculiar que mágicamente se ajustaba con su tipo favorito de Omega sonaba más loco. Si lo pensaba bien.
No dejaba de jugar con la daga que tenía entre sus dedos, moviéndola de un lado al otro.
Sea lo que sea, estaba perdido. No debía estar así por un simple Omega, no debía estar así por una simple jugada de Shinazugawa.
Sucumbía en la locura, no era correcto para alguien como él hacerlo.
Trató de relajarse, inhaló y exhaló varias veces luchando con esa sanción dolorosa que recorría su cuerpo al sentirse atrapado, esa sensación que le hacía apretar más la daga y querer clavarla en la cara de su enemigo.
Debió suponer, todo eso era el precio de sus pecados. Por cada pasión corta que fue dejando atrás por mera diversión, nunca satisfecho y siempre sediento por más, por algo diferente, incluso a veces por algo que no era suyo. Su familia siempre lo dijo, ese era su mayor defecto, incluso su padre dudo en ascender le a capitán. Había participado en cientos de batallas en el campo como en la corte del rey para probar su valía, casi perdiendo más de una vez por una cara bonita u otra, pero nunca nada se sintió así.
Tan peligroso... Tan tormentoso... Tan delicioso...
"Estarás en mi puesto hasta nuevo aviso" Le había dicho a su hermana que quedó más sorprendida de lo que ya estaba cuando el Omega salió de la oficina.
Ambos sabían que era la mejor opción por el momento, también hasta para el futuro. Sabito no debió ser terco y dejarle el puesto a su hermana desde el principio; sin embargo, odiaba cuando le decían que no, cuando tenía algo tan cerca y no podía tocarlo con sus propias manos.
Debió ser marinero, capitán de un barco perdiéndose en la infinidad del mar y las diversas piernas de los mejores omegas en cada puerto que desembarcará. Pero no, tenía ese maldito orgullo suyo que le hizo llegar donde estaba y ese momento se caía por eso mismo.
"Siempre dije que unas buenas piernas eran mi debilidad, quien diría que no estaba tan equivocado" Río con ironía, está hasta avergonzado.
Él era un gran Capitán del imperio de Bellum, un hijo del sol reconocido por su rey, todo eso parecía un chiste. Pero había algo en todo eso que le llamaba, no solo era el Omega, era su maldito orgullo que le impedía dejar que Shinazugawa le ganará en algo, no podía, esa idea le hacía enfurecer más que otra cosa; y su deseo le atrapó con rapidez, dejándole un hambre que no iba a satisfacer hasta no probar hasta el último bocado.
Una noche estaría bien....
Claro que iba a estar bien, siempre era igual. Siempre había algo que al final le dejaba ir con facilidad, cuando ya lo tenía en su mano ya todo se volvía aburrido.
Una noche estaría más que bien, ¿Verdad?
Aunque su interior le decía que esas piernas se merecían una semana completa, ni hablar de sus brazos, sus manos, la punta de sus dedos, estómago, su pecho, sus clavículas...
Giro la daga otra vez.
Tal vez si le veia desnudo de nuevo se iba a dar cuenta que solo lo estaba idealizado, eso le había pasado antes. Su mente creaba una imagen más bonita a la realidad, no estaba tan lindo.
Tock tock
Su barco de pensamientos se detuvo cuando escucho la puerta sonar y colocó la daga en su espalda, sostenida por su pantalón.
— ¿Quién?
Tuvo suerte que su voz no tembló, sacudió un poco su cuerpo como si se sacará sus nervios asegurándose que tenía su mejor cara, sin lucir afectado para nada por lo que iba hacer.
Así que fue al escritorio de la habitación tomando unos papeles, los primeros que vio y los tomó como si estuviera leyendo, como si nada de eso le afectará.
¿Que iba hacer?
Sí, tener sexo toda la noche de ser necesario con el Omega, para marcarle una manera carnal y casi permanente como suyo. Apretó la mandíbula por ese pensamiento, él solito se había metido en ese embrollo.
— Capitán hemos... Traído el Omega como lo solicito — Incluso podía oír la incertidumbre de los betas.
No estaba bien que un Omega y un Alfa estuvieran solos de noche, menos en la habitación del alfa, su territorio. Pues sea lo que fueran hacer, igual los demás ya se habrían armado una idea y marcaría la reputación del Omega para siempre.
No lo pensó antes y se maldijo, pero ya era tarde.
— Sí, dejenlo pasar.
La puerta se abrió en seguida, con una lentitud inquietante o tal vez era él quien sintió como si el tiempo se detuvo cuando el Omega entró.
La luz de las piedras solares bañaban su cara y no deberia ser tan bonita, no todos lucían bien esa luz ligeramente amarillenta... ¿Estaba la luz más tenue? Imposible, pero daba la misma sensación en ese momento como si la habitación estuviera usando las tan aclamadas velas que usaban los reinos fuera de la isla para iluminar sus noches que le había parecido una burla hace años en Minerva. Sin embargo, él rompía eso y la luz se veía dorada al rededor de él, casi como si fuera una luz divina que casi le hace caer de rodillas y agradecer al sol por solo apreciar esa belleza.
— Buenas noches...
Logró decir y el Omega hizo una pequeña reverencia mientras pasaba a la habitación, mientras los betas cerraban la puerta atrás de él.
Usaba la camisa sin hombros más simple, los pantalones que me había usado a cientos de Omega en la capital, unos simples guantes de seda blancos que llegaban más arriba de sus codos, su cabello recogido un poco sin esfuerzo. Ni una pieza de joyería o decoración, ni nada que resaltará de su ropa, aparte que todo le quedaba perfecto. Había visto putas bañadas en oro y diamantes, sin embargo, ellas se volvían poca cosa al lado del Omega.
Nada indicaba que tratará de seducirlo, pero había algo. Ese aire de elegancia, esa cara serena como el mar antes de una tormenta, como si no estuviera preocupado por lo que iba a pasar.
Como si fuera un encuentro más... Eso no era un encuentro más, eso le hizo hervir la sangre.
— Buenas noches, Capitán.
Esa voz lánguida, esa falta de entusiasmo para todo lo que no fuera té o buscar a su ama, aún así hizo su clásica reverencia que parecía sacada de un libro de etiqueta de lo perfecta, ese Omega era como una muñeca de porcelana fina, precioso y frío.
Era como si no le importara en lo más mínimo, solo para lo que él quería. Lo estaba utilizando, lo estaba haciendo incluso si se viera de otra forma.
— Todavía puedes decir...
Vio como otra vez sin vergüenza alguna el Omega se empezó a quitar su ropa, pero esta vez con más gracia y lento. Buscaba que pusiera sus manos en el para detenerlo, para que le tocará y encender todas esas partes que ya estaban más que ardiendo por él.
Empezó con su camisa quitando los botones de arriba a abajo, dejando ver más de esa piel blanca de bajo y vio algunas marcas que no se habían borrado.
Eso detuvo todo.
Recordando la historia que le había dicho.
Verdad.
Mentira.
Era demasiado bueno, incluso empezó a desear que todo lo que había dicho fuera verdad. Las líneas entre esas dos empezaban a difuminarse hasta un punto que no podia distinguirlas.
— Esto está mal — Dijo no paraba de ver ese morado en su cuerpo — No puedo.
Eso detuvo al Omega que solo inclinó la cabeza, sin embargo, por primera vez esa fachada perfecta de su rostro por un segundo vio como se rompía y sus ojos expresaron molestia.
— Está bien.
Se detuvo en el botón que llegaba un poco más abajo de su esternón. Lo dijo tranquilo, cada palabra que decía Sabito la tomaba como una orden.
— Soy un monstruo no tan diferente a Shinazugawa — Se lamentó con profundidad — Abusando de ti por tus circunstancias y obligándote hacer esto.
— No me está obligando a nada — Aclaró de inmediato.
— Claro que sí, tu lo comprendes porque eres una víctima de todo eso — Suspiró dejando los papeles en la mesa — Buscaré a tu ama, pero mañana mismo pediré a mis hombre que busquen pasaje en la capital en le primer barco que vaya a Boreas.
Ahí la máscara de indiferencia del Omega cayó por completo, su ceño está completamente fruncido y su mirada le hizo tragar saliva. Esa mirada que parecía que podría matarle.
— Creo yo sé muy bien si soy obligado en esta situación o no, señor — Ahí estaba de nuevo el Omega que peleaba con él — Fácilmente podría hacer esto con cualquiera y aún así quiero que sea con usted.
Le miraba hacia abajo, le hacía sentir pequeño incluso si no lo era. Ni los omegas más osados hablaban de esa manera, sin miedo alguno, no por su ingenuidad, si no por su falta de preocupación por las consecuencias.
Había caído por esa mirada y se sentía que no quería escapar, que más nadie la viera. Se sentía codicioso y celoso de otra persona que haya visto eso antes que él.
Se levantó del escritorio y se acercó al Omega, pasando su lengua por sus labios. Sentía su boca seca, ¿Desdé cuando estaba tan sediento?
— Te encuentras acorralado, tu única salida es yacer en la cama de un desconocido para encontrar a tu dueña — Señaló su situación como si no la entendía — Estás obligado por tus circunstancias a realizar un acto de ese calibre.
— La encuentro un cuanto favorable — Confesó sorprendiéndole — Lo único que tengo en este momento es mi cuerpo, no tengo dinero, no tengo a más nadie — Dejó escapar un pequeño suspiro, robando su aliento por completo — Más que usted.
Era una trampa... Que ya no importaba.
El Omega dio un paso hacia delante invadiendo un poco su espacio personal, pero lo suficientemente lejos para que le sintiera lejos. Sus ojos otra vez se habían tranquilizado como si se obligara siempre a controlar sus emociones, tenerlas a raya.
Sabito quería destrozar esa máscara y destruir esa expresión. Se vería más bonito sonriendo, furiosos, hasta llorando que esa cara impavida y severa que de alguna forma también le traía loco.
— No sabes lo que estás diciendo, todo lo que tiene un Omega es su virtud que deberia proteger.
— Mi señor, soy un Omega de servicios — Dijo como si señalaba lo obvio — Mi trabajo es complacer a mis amos y mi virtud fue tomada hace mucho para calmar sus placeres.
Esa sensación dolorosa volvió a su cuerpo, como si pícara cada parte de su piel. Escuchando el zumbido de su sangre recorrer su cuerpo desenfrenada, su respiración se volvió más errática.
Se tuvo que dar la vuelta y respirar varias veces, incluso hasta contar de 50 a 1 en su mente para calmarse. El cuarto estaba lleno de su feromonas de hostilidad, aún así no parecía muy afectado, otros omegas ya estuvieran llorando o suplicando de rodillas, pero él se mantuvo igual, siempre como una gran acantilado imperturbable por la más grande ola.
Eso no era normal, a menos que estuviera acostumbrado a eso desde joven.
— Creo que necesitas ir a tu habitación.
— No tengo habitación, Capitán.
Eso era cierto, otro error de su parte. Traerlo a un lugar como el fuerte donde no había un espacio seguro para un Omega había sido una gran estupidez. Por eso lo había dejado en su habitación, era el lugar más seguro, nadie se atrevería entrar a la habitación de su superior.
— Entonces yo me iré. — Se dio la vuelta, preparado para salir. Sabía que no estaba con la mentalidad correcta en ese momento.
— No le comprendo — Soltó el Omega de la nada.
— ¿Qué?
De todas las cosas que espero que le dijera el Omega, esa no era una de ellas.
— Su ambivalencia es irritante, si me permite ser honesto.
Esas palabras le dejaron sin aliento, ahí estaba de nuevo ese Omega de la frontera, empezaba a notar que detrás de esa cara impavida y esa voz llena correcta. A veces estaba esos comentarios ocultos se un tono lleno de languidez que al principio no se salia de su fachada llena de elegancia, había una pequeña fiera encerrada.
— ¿Discúlpeme? — Estaba más que indignado.
— Primero me dice que no, luego de oir que podría yacer con otro dijo que si. Llegó a su habitación como me pidió y ahora habla como si entendiera lo que pienso para decirme de nuevo que no.
No hubo ni una pizca de ira o la más ligera molestia en su tono, ni en su cara. Pero sus palabras, recalcó su cambio de decisiones rápido.
— Se hubiera quedado con su no del principio y no estuviéramos perdiendo el tiempo.
Con lo último vio como sus cejas se fruncieron un poco, aunque parece que se dio cuenta de eso y corrigió de inmediato la emoción en su rostro.
— ¿Perder el tiempo? Ya le he ofrecido buscar a su ama y llevarlo a su hogar — Se alejó de la puerta y fue junto al Omega, entre él y la cama.
— No, usted no entiende — Le corrigió — Boreas dejo de ser mi hogar hace mucho, yo no tengo nada allá, mi único hogar es mi señorita.
— Entonces, se quedará aquí hasta que la encuentre...
— ¡No piense que soy tonto, Capitán! — Le interrumpió de manera mordaz, se posó una mirada de horror en su rostro de inmediato al darse cuenta de lo que hizo y se inclinó en un reverencia — ¡Disculpe mi atrevimiento al faltarle el respeto de ese modo!
— ¡¿Qué?! ¡En ningún momento me faltaste el respeto! — Lo tomó de sus hombro haciendo que deje esa reverencia — Me faltas el respeto es cuando crees que voy hacerte algo por algo tan ridículo como eso.
— No tenemos el mismo estatus, está mal para mi expresarme de esa manera.
— No se con qué mierda te lavaron el cerebro, pero aquí no es así. Todos somos iguales y nadie está arriba más que el otro — Aseguró al Omega.
— Me refiero a que usted es un Capitán del ejército, eso es un rango alto que se tiene que tener respeto — Aclaró de inmediato sin entender a qué se refería o que estaba hablado el otro.
Sabito se quedó en silencio unos segundos, lo pensó. Era el momento de probar al Omega, si Shinazugawa lo había enviado para romper el orden en el ejército, ya no podía hacerlo.
— Ya no soy más el Capitán, este día he dejado mi puesto — Declaró
El alto se quedó en silencio un segundo, parecía que seguía sin comprender lo que decía.
— ¿Felicidades o lo lamento?... — Logró decir después de unos segundos — Lo siento, no se si está triste o feliz por eso.
— ¿No estás molesto?
— ¿Por qué lo estaría? — El Omega seguía sin comprender.
Tal vez si era un loco paranoico y eso le hizo sentir peor, ¿Era tarde para pedirle a su hermana que le diera una paliza?
— Igual usted me dijo que soy su invitado, así que merece respeto — Le aclaró de inmediato. — No obstante, le pido que no piense que soy un ingenuo. Se que mi señorita no sería bien recibida o tratada aquí.
El Omega tuvo el atrevimiento de poner la mano en su brazo, justo donde estaba la marca de sol oculta por la camisa que estaba utilizando en ese momento, moviendo su dedo pulgar lento de arriba a abajo en una simple caricia que le estremeció.
Era un fino recuerdo, la Omega que buscaba no era cualquiera. Sabría que sería una paria para cualquiera que no estuviera al tanto de la situación, lo cual era muchos. Sabito y Makomo, junto con otros capitanes habían tratado de mantener todo ese tema lo mejor oculto para los ciudadanos y no hubiera una alteración en el orden.
— Después de todo es mi misión encontrarla, es mi deber estar con ella y mi honor como su humilde servidor que está en juego.
Estaba a poco centímetros, ¿Cuando había avanzado tan cerca que no se había dado cuenta? Estaba inclinado su rostro hacia para verle y era como si estuviera vertiendo sus dulces palabras como si fuera una ligera lluvia de verano, caliente y acogedor que empezaba a humedecer todo el calor al rededor. El Omega dio un paso hacia delante y él uno hacia atrás.
Si lo vieran otras personas, Él quién era conocido por no retroceder a nada, ni a los más grandes oponentes, retrocediendo no por miedo que haría ese Omega; si no lo que haría él mismo si no se contenía.
— M..Mi honor como Alfa también está en juego, una vez que doy mis palabras, no me detengo hasta conseguirlo — Dijo de inmediato casi tropezando sus palabras.
— ¿En serio? — Dio otro paso hacia adelante y el otro hacia atrás.
Alzó su ceja ligeramente y entrecerró sus hermosos ojos azules, le estaba juzgando. Eso le hizo tragar saliva y contenerse se hizo más difícil que nunca.
— ¡LO JURO! — Alzó un poco la voz y se avergonzó por eso — Yo, Lo juro. Mi palabra es mi honor y si no la cumplo, no tengo nada.
Vio como la comisura derecha del Omega se alzaba un poco, robar un beso en esa parte. A esa sonrisa un poco juguetona que no comprendía hasta que el Omega abrió su boca.
— Pero usted me prometió algo está mañana y hace poco me dijo que no.
El Omega dio un paso hacia adelante y él por tratar de retroceder chocó contra la orilla de la cama cayendo en ella torpemente, debido a que trató de sostener de algo y lo primero que agarró fue al Omega llevándose lo con él.
— ¡Joder!
Gimió de la frustracion.
Había caído, literalmente había caído.
Torpe e irremediable en su trampa, sea cual sea había caído. Pues una vez sintió su cuerpo contra el suyo propio sabía que no lo dejaría.
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Si, Sabito está un poquito paranoico con todo eso. Pero recuerden que el estuvo en una guerra y se la pasa peleando con Sanemi a cada rato. Si él sabe que todo eso es extraño pero no puede probarlo. Como él dijo Giyuu es un inocente o culpable hasta que logré demostrarlo.
Fui a ver la película y me cago que muchas personas estaban como "me estafaron fue una repetición de los últimos capítulos". Cuando se la pasaron haciendo publicidad por meses que iba a ser así.
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