Introducción
ACE
Sangre.
Hace tiempo que dejé de acostumbrarme a ver el líquido rojo tiñendo todo a su paso. Ahora, en cambio, le doy la bienvenida como a un viejo amigo. Hace meses que he vuelto a experimentar lo que es mancharme de sangre, lo cual es mucho mejor para mi estabilidad mental. Bueno, al menos para la poca que me queda.
Mientras el agua fría cae sobre mis manos ensangrentadas, observo cómo el líquido transparente se tiñe de un rojo intenso. El hecho de que la sangre no sea mía casi hace que mis labios se curven en una sonrisa. Casi.
No sé si será mejor centrarme en mi tarea de limpieza o en el reflejo que me devuelve el espejo frente a mí. A estas alturas, deberían dejar de preocuparme los ojos que me miran de vuelta, así que alzo la cabeza para enfrentarme a ellos. Dos ojos de un azul diluido destacan gracias a las ojeras oscuras que hay bajo ellos. La palidez de mi piel hace resaltar la barba de dos días que no me he molestado en afeitar o arreglar, y los rizos que normalmente enmarcarían mi rostro hace tiempo que desaparecieron. En su lugar, mi cabeza está prácticamente rapada exceptuando la parte superior, donde el pelo crece tan corto que apenas se adivinan las ondas. Decidí cambiar mi peinado meses atrás, principalmente por comodidad, pero también porque la vista de esos rizos me traía recuerdos innecesarios.
Los pensamientos que casi llegan a mi cabeza son interrumpidos cuando suelto un resoplido y cierro el grifo. Antes me costaba más apartar todo eso de mi mente, pero ahora lo logro sin pensar.
¿Para qué centrarse en el pasado cuando nada de lo que he dejado atrás volverá a mí jamás?
—Cariño...
La voz femenina, ligeramente cansada, viene acompañada por el tacto de unos brazos que rodean mi cintura por detrás. Mi expresión de indiferencia no varía ante ese gesto y me limito a mirar a la mujer a través del espejo.
—Lárgate —digo sin emoción alguna en mi voz antes de caminar de vuelta a la habitación, apartándola así de mí.
—Vamos..., ¿es que no quieres una segunda ronda o...?
—Lo que quiero es que cierres la boca y desaparezcas para poder dormir un rato. Ya sabes dónde está la puerta.
Mientras me tumbo de nuevo en mi enorme cama, veo por el rabillo del ojo cómo ella resopla y empieza a rescatar su ropa del suelo para vestirse.
—¡Eres un idiota egoísta, narcisista y...!
—Que sí, que sí —corto sin interés con los ojos cerrados—. Venga, fuera de aquí.
Soy consciente de que abandona la casa por los portazos airados que anuncian su salida de cada habitación por la que pasa. No tengo ni idea de quién es ni me importa; lo único que quería de ella ya me lo he cobrado esta noche.
Eso es todo lo que busco en las mujeres: sexo. Apenas necesito hacer nada, solo esperar a que vengan a mí como polillas a una luz brillante y elegir la que más me guste para esa noche. Al principio era yo el que iba a sus casas, reticente de compartir mi cama con otra mujer después de...
Pero hace tiempo que eso dejó de importarme. Tras meses teniendo quién sabe cuántas mujeres distintas envueltas en estas sábanas, estoy seguro de que cualquier rastro que pudiera existir desde aquel diciembre habrá desaparecido para siempre.
Eso es lo que quiero: eliminar de mi alrededor cualquier vestigio de mi vida antes de este año. Todo ha cambiado y yo he tenido que cambiar con ello para dejar atrás ese pasado que nunca volverá. Revivir todo lo ocurrido solo me convertiría en un masoquista y suficiente dolor siento ya cada día como para añadir eso. Después de meses, he conseguido convertirme en otra persona y asumir la realidad.
Esos ojos verdes jamás volverán a mi vida.
HOLA MIS CIELITOS!!!!
Ay, ¡qué ilusión me da saludaros de nuevo!
Aquí os traigo el prólogo de la secuela de Serendipia, narrado por Ace ni más ni menos. ¿Os ha gustado?
He de confesar que es LA ÚNICA VEZ que leeréis los pensamientos de Ace, por lo menos en esta novela... 😉
¿Qué pensáis de Ace? ¡Contadme vuestras teorías!
Espero que os guste mi nueva novela, ¡un besito! ❤️
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