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9

—Pues a mí me parece muy fuerte que no hayáis ganado. ¡Erais pura química en la pista, os movíais como dos imanes destinados a permanecer unidos!

Es la cuarta vez que Iman repite lo mismo, pero yo me río igual que la primera. Hace alrededor de media hora que el concurso ha terminado y nos hemos ido los cuatro a casa de mi nueva amiga para esperar a los dos amigos que se nos unirán para el resto de la noche.

Como era de esperar teniendo en cuenta que era nuestra primera vez bailando juntos, Liam y yo no hemos ganado nada en el concurso de baile. Eso sí, el jurado ha mencionado que tenemos una gran química y deberíamos continuar bailando, cosa que solo ha dado lugar a silbidos y comentarios jocosos por parte de nuestros amigos. Parece ser que no somos los únicos que se han dado cuenta de que hay algo entre nosotros, sea lo que sea.

—Iman, seamos realistas: no hemos sido los mejores ni de lejos. Hemos fallado pasos y ni siquiera habíamos practicado juntos, eso no lo puede salvar ni una tonelada de química. Lo que importa es que me lo he pasado en grande —respondo con una amplia sonrisa antes de mirar a Liam—. Espero que tengas algo divertido preparado para ahora porque apenas son pasadas las nueve y la noche es muy joven. Te va a ser bastante difícil superar lo guay que ha sido el concurso de baile.

—Cómo me subestimas, ¿eh? Te dije que tus momentos conmigo iban a ser los mejores de tu vida y eso no acaba a estas horas. Espero que no tengas sueño porque en cuanto vengan Ari y Ryan nos vamos a nuestro siguiente gran evento de la noche. ¡Nos esperan unas horas moviditas!

El entusiasmo de Liam al hablar de sus planes secretos es contagioso, y me encuentro imitando esa sonrisa tan adorable que tiene. No me ha querido dar ninguna pista acerca de lo que me espera ahora, pero a estas alturas me espero cualquier cosa. ¿Otra pelea? ¿Puenting desde el puente de Brooklyn? ¿Cruzar Times Square en tirolina?

Estas últimas semanas me han demostrado que con Liam, todo es posible.

—Estoy lista para cualquier cosa aunque me gustaría dejar claro que esta noche no me apetece huir de la policía en absoluto, así que más vale que no me metas en un lío con la ley.

—¿Solo esta noche? —pregunta Liam, alzando una ceja con expresión burlona—. Vaya, entonces tendré que aplazar el robo de diamantes en Tiffanys para la mañana. ¡Con lo divertido que iba a ser!

—Solo por hoy. Mañana ya puedes meterme en todos los líos que quieras.

Mis palabras vienen acompañadas por una risa, justo interrumpida cuando el timbre suena. Estamos en el pequeño apartamento de Iman en el Bronx esperando a los amigos de Liam que me falta por conocer, así que al escuchar ese inconfundible sonido, mi corazón empieza a latir más rápido. He congeniado muy bien con Stevie e Iman, pero estoy un poco nerviosa por Ari y Ryan. Hace mucho tiempo que no salgo de mi burbuja de lujo, clase alta y personas cínicas, y tengo un poco de miedo de que algunos de esos rasgos se me hayan contagiado como un virus maligno sin que yo me haya dado cuenta. Tal vez he estado demasiado acostumbrada a moverme por el mismo círculo siempre y ya no caigo bien a las personas de fuera.

En cuanto Iman abre la puerta, unos chillidos inundan el pequeño salón. Me giro con una sonrisa y casi se me cae la mandíbula al suelo cuando veo a la despampanante mujer que entra en el piso. A diferencia de Iman, la chica es de estatura baja y tiene el largo y ondulado pelo negro recogido en una alta cola de caballo. Lleva puesto un disfraz de muñeca diabólica bastante creíble.

El chico que entra tras ella no es feo tampoco, ni de lejos. Es igual de alto que Liam, pero tiene el pelo dorado peinado como un actor de los cincuenta. En realidad, todo en él grita que ha salido directamente de una película de esa década, desde su aspecto físico hasta su forma de moverse. Además, no ayuda que vaya disfrazado estilo Grease.

—Chicos, esta es Alexa, mi amiga —me presenta Liam con una amplia sonrisa.

—¡Por fin te conocemos! Con todo lo que te nombraba Liam pensábamos que te aparecerías aquí de la nada, invocada por él —ríe Ari antes de darme un abrazo, y en su voz distingo un acento inconfundible que no puedo ignorar.

—¡Oye, reconozco ese acento! Latina, ¿verdad? ¿Mexicana? —pregunto en español.

—¡Sí! —responde ella en el mismo idioma con las cejas alzadas por la sorpresa—. ¡Y tú eres española, ese acento es inconfundible!

Con un pequeño grito, Ari y yo nos fundimos en otro abrazo, esta vez más cálido que el anterior. Tal vez no seamos del mismo país, pero los hispanos tenemos una unión difícil de explicar para el resto del mundo.

—Bueno, ¿vais a dejar un poco para los gringos? Yo también quiero conocer a la chica que trae loco a nuestro querido niño pijo.

Apenas me suelta Ari, veo a Ryan sonriéndome, asemejándose a un modelo de anuncio de dentífrico. Entre risas, le doy un abrazo y hago una reverencia burlona.

—Encantada, soy Alexa, aunque veo que Liam se ha encargado de recordaros mi existencia todos estos días.

—No te pases, muñeca, que tampoco he estado hablando tanto de ti. Solo les dije que mi nueva abogada era un bombón y no sabía cómo mantenerme profesional con ella —aclara Liam dándome un suave codazo en las costillas.

—Tío, no dijiste eso exactamente —interviene Stevie con la inocencia pintada en el rostro—. ¿Cómo era eso de que pensaste en tumbarla sobre la mesa de tu despacho y...?

—¡Shillens, si se te ocurre seguir hablando te asesino aquí mismo!

La amenaza de Liam, junto con el rojo intenso que tiñe sus mejillas, me hace soltar una carcajada. Mentiría si dijera que las palabras de Stevie no han desatado ciertos pensamientos impropios en mi cabeza, pero trato de enmascararlo mediante mi risa. Es absolutamente inevitable para mí ponerle freno a todo lo que pienso teniendo en cuenta la tensión sexual que hay entre Liam y yo cada vez que estamos juntos. Nos complementamos perfectamente, como dos imanes, y mi cuerpo lo sabe tan bien como mi mente.

—¡Dejad de actuar como simios en celo y salgamos ya o se nos va a hacer demasiado tarde! —insta Ari con un bufido antes de entregarnos a cada uno una gran bolsa negra.

—¿A dónde vamos? ¿Por qué llevamos bolsas negras? ¿Es para ocultar cadáveres?

—No preguntes tanto y simplemente síguenos, muñeca. Si tienes que ocultar un cuerpo, hazlo sin miramientos y no tendrás problemas —dice Liam con una sonrisa maquiavélica que se ve aún más sombría con el maquillaje de esqueleto en su rostro.

Yo finjo estar convenientemente aterrada antes de coger mi bolsa y salir detrás de ellos. Iman vive en una zona bastante agradable del Bronx en la que confluyen viejos bloques de apartamentos y pequeñas casas familiares. Desde que vivo en Nueva York, sé que hay una leyenda negra que rodea al Bronx. Siempre se exacerba lo peligroso que es y la alta criminalidad que hay, aunque yo misma sé que dejó de ser así hace muchos años. Es un barrio muy grande, tanto como una ciudad, por lo que tiene zonas buenas y malas, y ahora mismo nos encontramos en una muy agradable. Una sonrisa se abre paso entre mis labios cuando veo grupos de niños disfrazados cargando sus caramelos, acompañados por sus padres.

Sigo al grupo a lo largo de la calle, pensando que nuestro destino tal vez esté lejos, cuando veo cómo caminan por el pequeño jardín de una casa. Suponiendo que será la vivienda de otro miembro de ese grupo de amigos, les sigo un tanto confusa.

Es Liam el que, tras mirarme con una sonrisa misteriosa, llama al timbre una vez. Apenas unos segundos después, la puerta se abre dejando ver a una pareja de mediana edad.

—¡Truco o trato! —claman Liam y sus amigos, pillándome totalmente por sorpresa.

—¡Iman, ya pensaba que este año no vendríais! —ríe la mujer antes de desaparecer un momento y volver con un cuenco repleto de dulces, poniendo un puñado en cada una de nuestras bolsas abiertas—. Tomad, niños, ¡y no os olvidéis de venir el año que viene también!

Todos le dan las gracias con efusividad mientras yo proceso lo que acaba de ocurrir. En apenas cinco minutos, he pasado de pensar que robaríamos un banco a descubrir que realmente íbamos a recorrer el vecindario pidiendo truco o trato.

Una vez más, Liam me demuestra que está lleno de sorpresas.

—¿Vamos a ir de truco o trato esta noche o me estáis vacilando? —pregunto con expresión divertida mientras le cojo de la mano, siguiendo al resto en dirección a la casa de al lado probablemente.

—¡Pues claro, estamos en Halloween! ¿Qué es lo que sueles hacer en esta fecha? No me digas que eres una chica mala y sales por ahí de fiesta a beber y hacer cosas feas, ¿no?

—¡¿Pero quién te crees que soy, una de esas jóvenes libertinas que andan por ahí cometiendo actos impuros?! ¡Por favor! —bufo siguiéndole el rollo.

—Menos mal, ya pensaba que iba a tener que arrastrarte hasta la parroquia más cercana para rociarte con agua bendita.

Ambos entramos en el jardín de la casa vecina entre risas, siendo objeto de comentarios jocosos por parte de mis nuevos amigos que implicaban habitaciones de hotel y actos de todo menos limpios entre nosotros.

Esta vez soy yo la que llama a la puerta de la casa y espera con la sonrisa más angelical a que abran la puerta. Esta vez es un hombre con cara de malas pulgas quien aparece, vistiendo una bata vieja. Su rostro no refleja en absoluto el buen espíritu de Halloween.

—¡Truco o trato! —decimos todos al unísono.

—¿Pero qué demonios hacen unos adultos como vosotros paseándose por aquí en busca de caramelos? ¿No tenéis cosas mejores que hacer que molestar a las personas por la noche? Anda, ¡largo de aquí!

Antes de que podamos responder nada, el hombre cierra la puerta con un último gruñido y yo me giro con expresión de sorpresa a mirar a mis amigos, los cuales me devuelven la mirada con sonrisas que no auguran nada bueno.

—Este hombre ha elegido truco —les digo en forma de bufido.

—Pues vamos a darle el truco.

Antes de que pueda pensar en lo que significan las palabras de Stevie, Liam me da un par de huevos y un rollo de papel higiénico, dejando poco a la imaginación sobre lo que estamos a punto de hacer. En apenas un segundo, los seis tenemos el arsenal preparado en las manos y nos miramos con sonrisas de puros villanos.

—Uno, dos, tres y ¡qué empiece el bombardeo! —brama Liam y es toda la indicación que necesitamos para empezar a lanzar huevos a la casa, corriendo en dirección opuesta a la casa.

Las ventanas de la pequeña casa pronto quedan teñidas por huevo crudo, lo cual empeora cuando lanzamos los rollos de papel higiénico que quedan pegados por la viscosidad de la clara y yema. Entre risas, vemos como la puerta vuelve a abrirse y sale el hombre con lo que parece un bate de beisbol, lo cual nos hace estallar en risas histéricas y huir corriendo antes de que pueda alcanzarnos.

—¡Hijos de puta! ¡Como os pille os vais a enterar, volved a limpiar lo que habéis hecho!

La mano de Liam encuentra la mía mientras huimos lo más rápido posible, riendo tanto que me entra flato y empieza a dolerme el estómago. Cuando nos cercioramos de que ya no nos persigue el loco del bate, frenamos para recuperar el aire y Liam me rodea con un brazo.

—¡Esto no es truco o trato, esto es el GTA V, Liam!

—¡Pues claro, muñeca! —responde él entre risas—. Si no, ¿qué gracia tendría?

—Sinceramente, me parece más divertido el truco que el trato.

Una hora después, los seis volvemos a casa de Iman con las bolsas llenas de caramelos y vacías de huevos y papel higiénico. Aunque ha habido más casas que nos han recibido amablemente que personas desagradables, nos hemos quedado bien a gusto dándoles su merecido a aquellos que nos han tratado mal. Tengo veintiún años y hacía mucho tiempo que no me comportaba como una adolescente, así que la noche de hoy ha sido pura diversión para mí. Siento que he corrido mil kilómetros escapando de personas amargadas a las que les hemos tirado huevos y me duele hasta el último músculo de mi rostro de tanto reírme.

Según Liam me ha comentado, la parte de la noche que compartimos con el resto del grupo ya ha tocado a su fin y es el momento de nuestra próxima y última parada. Me da un poco de pena despedirme de estas personas con las que tanto me divierto cada vez que nos vemos pero, por otra parte, ardo en deseos por saber qué tiene planeado Liam para ponerle el broche final a la noche de Halloween.

—Chicos, siempre es un placer estar con vosotros —les digo con una sonrisa triste, dándoles un cálido abrazo a cada uno de ellos—. Espero veros pronto porque es imposible estar triste cuando salimos juntos.

—¡Sí, por favor! ¡Por fin puedo estar con una colega hispana en el grupo en lugar de tener que soportar a estos gringos yo sola! —responde Ari con su característica efusividad.

—Me parece ofensivo que Liam no nos haya presentado antes, aunque puedo llegar a entenderlo. Tenía miedo de que te enamorases de mí y no de él —bromea Ryan antes de separarse de mis brazos.

Todos rompemos a reír y así es como nos despedimos, con sonrisas que parecen querer quedarse a vivir en nuestros rostros. Liam coge mi mano en un gesto que ya es involuntario entre nosotros, caminando junto a mí hacia la boca del metro.

—Por primera vez esta noche, voy a darte a elegir cuál será nuestro próximo paso —anuncia él cuando entramos en el vagón—. ¿Prefieres ir a nuestro próximo destino directamente o pasamos por mi casa a cambiarnos de ropa? Antes de que lo preguntes aclaro que no hay ningún tipo de código de vestimenta para nuestra siguiente parada, aunque es muy aconsejable ponerse algo de abrigo.

—Prefiero pasar por tu casa y ponerme ropa más cómoda y abrigada. Adoro este vestido y pienso pagarte por él, pero está empezando a hacer frío.

—Si piensas que voy a coger un solo dólar tuyo es que estás absolutamente mal de la cabeza, muñeca.

Nuestro trayecto hasta su apartamento está completamente dominado por una discusión infantil sobre el dinero. A pesar de que Liam corta la conversación en cuanto llegamos a su edificio, yo ya he elaborado un plan para devolverle el dinero de forma que no pueda enterarse.

Al llegar al enorme apartamento, primero nos quitamos el maquillaje y luego nos cambiamos de ropa. Dado que las únicas prendas de mi propiedad que hay en su casa son las que conforman mi disfraz de Sailor Mars, Liam me presta un chándal que me va un poco grande pero soluciono doblándolo por las extremidades. Agradezco haberme traído mi propio abrigo, porque si él me tuviera que prestar uno parecería una niña vistiendo la ropa de su padre.

—¡Pero bueno, si mi saco de patatas favorito ha vuelto! —ríe al verme bajar las escaleras, abriendo los brazos en una silenciosa invitación que acepto con gusto.

—Te lo dejo pasar porque planeo quedarme con la ropa que me has dejado. No se lo digas a nadie, pero hueles extraordinariamente bien.

—Tranquila, tu plan de robarme la ropa para venderle mi esencia a un perfumista estará siempre seguro conmigo.

Mi pequeño puño impacta suavemente con sus costillas provocando que esa musical risa brote de su interior. Cuando toma mi mano para salir, yo salto con emoción hasta dentro del ascensor. Parece que esta vez vamos a ir en coche, porque un Mercedes negro nos espera en la puerta. Tal vez haya optado por llamar a un chófer porque vamos a beber o porque nuestro destino está muy lejos, ¿quién sabe?

Cada día me demuestra que es capaz de llegar a grandes extremos para pintarme una sonrisa en el rostro.

—¿Times Square? —pregunto confusa al salir del coche en la concurrida plaza—. ¿Vamos a hacer de turistas?

—No exactamente —responde con una sonrisa misteriosa, cogiendo una gran bolsa que le ofrece el chófer antes de guiarme hacia uno de los extremos de la gran plaza.

Cualquiera que haya visto al menos una vez Times Square sabe que hay dos famosos edificios en cada punta del alargado espacio. En este caso nos dirigimos hacia el One Times Square, también conocido como el rascacielos del que baja la famosísima bola de Año Nuevo en la cuenta atrás.

—¿Pero por qué vamos a ese edificio? ¿Qué hay dentro?

—Solo puedo responder a una de esa preguntas antes de entrar —dice parándose en la boca de una estrecha calle tras el enorme rascacielos—. Este edificio está vacío, solo se usa para fines publicitarios. Los únicos negocios ocupados son las tiendas en el piso inferior.

—¿Y qué quieres hacer, anunciar la nueva marca de patatas fritas de bolsa que has sacado?

—Tú calla y sígueme. Como hagas un solo ruido comprometerás la misión, así que haz exactamente lo que yo haga.

Mis ojos se abren un poco más debido a la sorpresa y asiento, sin saber exactamente qué esperar. Liam saca una especie de alambre extraño de su abrigo y mete uno de los extremos por la ranura de la cerradura. La enorme puerta metálica ofrece resistencia durante unos minutos hasta que se abre, lo cual me hace aspirar con fuerza debido a la impresión.

¿Desde cuándo sabe Liam burlar los candados para colarse en sitios?

Su mano encuentra la mía en la oscuridad y veo cómo me guía por lo que parece un sótano, dejando que la tenue luz proveniente de la pantalla de su móvil nos ilumine el camino. Veo elementos de limpieza y demás objetos en apariencia abandonados mientras avanzamos hasta unas escaleras. Al llegar al siguiente piso, estoy a punto de continuar caminando antes de que un fuerte tirón en mi abrigo vuelva a colocarme tras la pared.

Liam niega con la cabeza en silencio y apunta hacia un mostrador en el que un aburrido guardia languidece frente a una pantalla. Con gran sigilo, mi compañero de crímenes comienza a caminar pegado a la pared, asegurándose de quedar siempre tras la espalda del guardia de seguridad. No suelta mi mano en ningún momento, por lo que poco a poco me veo arrastrada hasta el siguiente tramo de escaleras, aguantando la risa que amenaza con salir entre mis labios debido a la emoción.

Ambos logramos llegar hasta el ascensor del segundo piso y Liam pulsa el botón. En apenas cinco minutos, estamos en el piso superior y no me puedo creer que esté a punto de observar Times Square desde el lugar más privilegiado de la plaza.

—¿Estás preparada? —pregunta Liam parándose frente a una última puerta tras trucar la cerradura, a lo que yo respondo asintiendo vigorosamente con la cabeza, sintiendo cómo mi corazón late desbocado.

Liam abre la puerta y el frío y ruido característicos de la noche de Nueva York nos da la bienvenida. Sin soltar su mano, camino hacia el bulto que distingo en el extremo del edificio. A medida que nos aproximamos, consigo distinguirlo y veo que es un... ¿sofá?

—Liam, ¿qué demonios hace un sofá aquí arriba?

—Bueno, me he tomado la molestia de prepararlo todo antes de venir.

—¿Te has colado aquí antes para colocarlo? —pregunto confusa, pero la falsa inocencia tras sus ojos me hace unir los puntos rápidamente—. Este edificio es tuyo, ¿verdad?

—¡Bingo! Bueno, medio bingo. Es de mi padre.

—¿Y por qué demonios nos hemos colado en lugar de simplemente entrar como las personas normales?

Liam sonríe y me hace girar sobre mí misma como una bailarina antes de sentarse conmigo en el sofá. Sus ojos azules me hipnotizan hasta el punto que soy incapaz de desviar la mirada a la plaza que está a nuestros pies.

—Piénsalo, muñeca —comenta acariciando mi mejilla suavemente—. Cualquier niño pijo puede subirte a la azotea de uno de sus rascacielos, ¿pero cuántos hombres pueden ofrecerte la adrenalina y la emoción de colarte en uno de los edificios más emblemáticos de Nueva York?

¡Hola!

Bueno, mis bebés, ¿os está gustando la noche de Halloween de Liam y Alexa? Porque la del año pasado igual es un poco difícil de superar...

Aún queda la última parte de la noche y estoy segura de que os va a encantar 🥰.

Pero esta extraña luna de miel no durará mucho, cielitos... ¿o es que no echáis de menos a nadie?

Os leo! ❤️

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