32
—¡Vamos, esconderos todos que Ace va a llegar ya con los chicos!
Cuando hablo, mi tono se vuelve más estridente debido a los nervios que siento, y juraría que casi se me sale el corazón por la boca cuando la abro. Las chicas y Jordan corren a esconderse tras la larga barra mientras yo me coloco justo frente a la puerta, preparada para gritar mi felicitación en cuanto uno de los camareros encienda las luces.
Hoy, veintitrés de marzo, es el veinticinco cumpleaños de Ace y he decidido hacerle una pequeña fiesta sorpresa con todos sus amigos. Eric y los demás han prolongado su estancia aquí con la excusa de disfrutar de la ciudad para ayudarme a prepararlo todo, aunque tampoco hemos tirado la casa por la ventana. He decidido alquilar un club en una de las azoteas de Nueva York y lo hemos decorado con tantos globos y guirnaldas que en lugar del cumpleaños de un hombre adulto, parece la fiesta de un crío de siete años, pero yo sé que le gustará. Esta no será la única sorpresa que se llevará Ace hoy, ya que tengo algo preparado para esta noche, pero esa sí que no la conoce nadie. Tan solo espero que vaya todo bien.
Los gritos de Eric se empiezan a escuchar tras la puerta, señal que hemos acordado para enterarnos de su presencia. La excusa para traerle ha sido tomarse una copa rápida con ellos antes de venir a casa a celebrarlo conmigo, aunque probablemente Ace ya tenga la mosca detrás de la oreja y se huela algo.
En ese momento, los chicos abren la puerta y se encienden todas las luces de colores, dando rienda suelta a una estridente banda sonora compuesta por la música infantil de cumpleaños que resuena por los altavoces, nuestros gritos y aplausos de emoción.
—¡Feliz cumpleaños, mi amor! —chillo, dejando que todos mis nervios acumulados a lo largo del día salgan cuando corro y salto a sus brazos.
—¡Joder, ¿pero qué es esto?! ¡¿Me has organizado una fiesta sorpresa?! ¡Y está todo el mundo!
Ace me levanta en brazos entre risas, dándome vueltas mientras me besa antes de posarme en el suelo de nuevo para saludar al resto de los asistentes y darles las gracias. Si sabía lo de la fiesta con anterioridad, no lo noto y eso solo me hace estar todavía más contenta.
—¡¿Te crees que íbamos a sacarte de copas por ahí la noche de tu cumpleaños sin tu querida conejita para que estuvieras otro año más llorándonos por ella?! ¡Iluso! —bromea Marshall cuando le abraza, recibiendo un puñetazo juguetón en su hombro.
—Ya os lo he dicho por el camino: no pensaba celebrar mi cumpleaños sin ella, pero O'Shea ha amenazado con cogerme en brazos como a Blancanieves si no accedía a tomarme una copa con vosotros, así que tampoco he tenido muchas opciones.
—Si no llego a amenazarte y te dejo pasar de largo de aquí, esa canija que tienes de novia me habría pateado el trasero por no haberte arrastrado hasta aquí, así que era yo el que no tenía más opciones, tío.
Todos reímos al escuchar a O'Shea y Ace vuelve a mi lado una vez ha saludado a todo el mundo, dando inicio a su fiesta. Sus manos me rodean y no tardamos en empezar a bailar al ritmo de la música, sonriéndonos mutuamente como el buen par de idiotas enamorados que somos.
—Sabías que iba a hacerte una fiesta sorpresa, ¿verdad? —pregunto mordiendo mi labio inferior con cierta vergüenza.
—Bueno, no quiero chafarte el plan, pero no eres precisamente la mujer que mejor disimula en este mundo. Cuando llevas una semana dando botes cada vez que recibes un mensaje y escondiendo la pantalla del móvil nada disimuladamente para responder, es inevitable olerme algo. Pero me ha hecho muchísima ilusión, te lo juro. Eres la mejor novia del mundo.
—Dios, ¿en serio se ha notado tanto? —pregunto en forma de quejido, sintiéndome ridícula cuando se ríe y me besa con dulzura—. Supongo que quise disimular tanto que me pasé de rarita, lo tendré en cuenta para la próxima vez.
—Conejita, no te preocupes por nada porque has organizado la mejor fiesta del mundo, ¿y sabes por qué?
—¿Por qué? —murmuro con los ojos fijos en el suelo, avergonzada.
Su mano encuentra mi barbilla y alza mi rostro con delicadeza para que vuelva a mirarle, encontrándome con su sonrisa. Tiene los ojos azules llenos de chispas de felicidad que reflejan lo que expresa su cara.
—Porque el día de hoy, hace justo un año, estaba solo en mi casa recuperándome de una paliza de campeonato y del bajón de la puta cocaína mientras te escribía todo lo que hubiera muerto por decirte. Pensaba que esa iba a ser mi vida a partir de entonces, lejos de la persona que más amaba en el mundo y rodeado de mierda, pero mírame ahora. Estoy rodeado por toda la gente a la que quiero y vuelvo a tenerte entre mis brazos, espero que para siempre. Este es el mejor regalo de cumpleaños que jamás he recibido.
Ace acaricia mi mejilla con inmenso cariño y le devuelvo la sonrisa al escuchar sus palabras, recordando la carta que me escribió con fecha de su cumpleaños. Eso es todo lo que necesito para volver a ilusionarme por mi pequeña y fallida sorpresa, ya que mi único objetivo era su felicidad.
—Yo siento lo mismo —aseguro mientras nos movemos en una suerte de baile lento que no se corresponde en absoluto con el alegre ritmo de la canción que resuena por los altavoces—. Bueno, no lo mismo, pero hoy hace un año yo también estaba muy triste. Me hubiera gustado que hubiera sido el primero de muchos cumpleaños que celebrásemos juntos y así me había hecho a la idea, pero entonces todo cambio y mi nueva convicción fue la de que no podría celebrar nada contigo jamás. Por eso estar aquí contigo hoy es lo más maravilloso del mundo.
Mis labios no tardan en encontrar los suyos y nos fundimos en un apasionado beso, perdiéndonos en nuestros propios sentimientos y evadiéndonos de todo lo que nos rodea. Sim embargo, nuestra pequeña burbuja no tarda en ser explotada cuando casi todos nuestros amigos se abalanzan sobre nosotros entre risas y gritos.
—¡¿Es que vais a estar toda la fiesta aquí plantados, pasando del resto?! ¡Si lo llegamos a saber antes, os dejamos en un motel! —bufa Brooke con una sonrisa.
—¡Venga, venid a disfrutar de la fiesta con nosotros! Marshall estaba a punto de enseñarnos sus espectaculares pasos de breakdance y yo me he apostado veinte pavos con Eric a que se le rompen los pantalones —añade Gigi con una sonrisa inocente.
Ace y yo rompemos a reír antes de unirnos a la fiesta con los demás. Bebemos, bailamos, jugamos a juegos estúpidos de adolescentes y vemos cómo Gigi gana la apuesta cuando Marshall trata de abrirse de piernas, rajándose la costura del pantalón de forma que unos adorables calzoncillos de patitos quedan a la vista. Para sorpresa de todos, O'Shea saca unos pantalones de repuesto y nos explica entre risas que esto ocurre más a menudo de lo que pensaría cualquiera y por eso vienen siempre preparados.
Cuando llega la hora indicada, los camareros bajan las luces y aparecen con una gran tarta de chocolate sobre la que estamos todos los presentes en mini figuritas de azúcar, rodeados por veinticinco velas. Esta vez, Ace sí que se sorprende y me siento junto a él para que sople las velas y le cantemos todos juntos.
—¡Pide un deseo! —dice Cher antes de que sople.
Ace se para una milésima de segundo antes de extinguir el fuego y mirarme con una dulce sonrisa de hombre enamorado.
—Deseo cumplido.
Entre abucheos burlones del resto, me inclino para besarle de nuevo por sus dulces palabras. Nunca he sido demasiado cursi hasta que conocí a Ace; ahora solo tengo ganas de estar pegada a él continuamente.
—¡Es el momento de los regalos y nosotros vamos primero! —declara Eric, que carga con varios paquetes envueltos, seguido por los otros dos chicos.
Ace no tarda en rasgar el envoltorio de todos, revelando prendas de ropa y zapatillas propias de los años noventa como las que acostumbran a vestir sus amigos.
—¡Para que vuelvas a aprender cómo vestir, niño pijo! ¡Vuelve al estilo de Los Ángeles, a tus raíces! —dice Marshall entre risas.
—Mis raíces son Beverly Hills, no un videoclip de Tupac, tío.
Las chicas y Jordan le ofrecen su regalo a Ace, algo que sé que han comprado entre todas, pero que no han querido decirme de qué se trataba. Cuando mi novio abre la pequeña caja, veo que rompe a reír y me enseña su contenido. Veo dos billetes de avión a París y una estancia de una semana en el hotel Península, mi favorito de la ciudad, todo metido en una tarjeta tan cursi que no puedo evitar soltar una carcajada yo también.
—¡Es un viaje para que hagáis una escapadita de enamorados después de la graduación! —chilla Gigi con emoción.
—Muchas gracias, chicas, es un regalo perfecto. No os preocupéis, os mandaremos fotos de absolutamente todo lo que hagamos, sobre todo en ese súper hotel...
—Como reciba una foto del pene de tu novio, se lo corto —avisa Cher al escuchar su broma y ambos rompemos a reír de nuevo—. ¡Venga, Lex, dale el tuyo antes de que nos prometa más fotos asquerosas!
—Bueno, yo tengo dos sorpresas. Una ya está aquí, y la otra llegará en cualquier momento, así que te doy la que ya está aquí y rezo porque la otra llegue cuando he asignado.
Mientras hablo con el nerviosismo claro en mi voz, cojo mi caja de regalo y se la ofrezco con una pequeña sonrisa. Ace la coge, no sin antes acariciar el dorso de mi mano de forma tranquilizadora, y la abre. Dentro solo hay una llave y al verla, siento un nudo en la boca de mi estómago, ya que lo que me pareció el regalo ideal, ahora siento que es una estupidez.
—Siempre me has dicho lo mucho que te gustaría ver dónde me crie y conocer a mis abuelos por lo mucho que les quiero. Sé lo mucho que te gusta España y te prometí que te llevaría a Madrid para enseñarte todo lo que me gusta y disfrutarlo conmigo, pero no pudo ser... —balbuceo, perdiéndome en mis propias palabras hasta que me trabo y pauso, carraspeando para seguir—. Por todo eso, he comprado una casa en Madrid, para que podamos disfrutar juntos de mi ciudad. Están nuestros dos nombres en las escrituras porque no quiero que sea tuya o mía... Quiero que sea nuestra.
Ace me mira con los ojos como platos, alternando entre la llave y mi rostro como si no supiera muy bien si está en un sueño o no. Cuando termino de hablar, una sonrisa se extiende por sus labios y se abalanza sobre mí, besándome con tanta pasión y amor que se me olvida hasta mi nombre.
—Muchas gracias, mi amor. Estoy deseando ver nuestra casa y conocer todo lo perteneciente a tu país natal que ha sido importante en tu vida. Te quiero mucho, muchísimo, conejita.
Nuestros amigos aplauden al ver nuestras muestras de amor y Ace vuelve a abrazarme tan fuerte que siento que puede romperme una costilla en cualquier momento. En ese mismo instante, veo a Liam y a mi padre apareciendo por la puerta con un iPad en la mano. Los nervios vuelven a instalarse en mi estómago y me levanto, haciendo un gesto hacia ellos con una sonrisa.
—Y esta es mi segunda sorpresa —digo, dejando que los recién llegado nos muestren la pantalla del iPad—. Desde que volviste a Nueva York y me contaste todo sobre Luca, recurrí a las personas más poderosas que conozco para terminar con él. No pensaba quedarme quieta viendo cómo te ponías en peligro, especialmente cuando sabía que podía ayudar. Han sido tres meses de mucho trabajo en los que nos han ayudado prácticamente todos los presentes en esta habitación de una forma u otra, pero lo hemos conseguido, Ace. Hemos sacado a la luz todos los crímenes de esa familia y, dada su gravedad, tanto Luca como sus familiares implicados han sido condenados a cárcel. Ya nunca volverán a molestarte.
Liam le muestra todos los documentos que corroboran lo que acabo de decir y Ace parece haberse quedado helado en el sitio tras escuchar toda la información que acabo de comunicarle. Pasan varios segundos de extraño silencio en los que siento que alguien ha parado el tiempo, hasta que Ace reacciona, mirando a su hermano.
—¿Tú... has hecho esto? ¿Has estado tanto tiempo trabajando para ayudarme, a pesar de todo?
Su hermano pequeño asiente con una tímida sonrisa y veo en los ojos de ambos hermanos la pequeña chispa que provoca el reflejo de la luz en las lágrimas que empiezan a agolparse en ellos. Yo también siento ganas de llorar al presenciar la escena, viendo a ambos hermanos acercarse poco a poco después de tantos años.
—Pues claro, eres mi hermano y haría lo que fuera para evitar que estuvieras en peligro, pase lo que pase.
Ace parpadea varias veces para contener las lágrimas y veo cómo empieza a acercarse a Liam para abrazarle antes de que una presencia nueva e inesperada capte su mirada al aparecer por la puerta, provocando que todo vuelva a frenar en seco. Al mirar a la persona que aparece, siento cómo todo color huye de mi rostro y mil alarmas empiezan a resonar en mi cabeza, especialmente porque el hombre no debería estar aquí, ni mucho menos estaba invitado.
Bruce Hale.
—Vaya, mi hijo mayor, tan desagradecido como siempre —dice socarronamente antes de rodear los hombros de Liam con un brazo, sonriendo con arrogancia—. Yo también me he dejado los cuernos estos meses para salvarte el culo cuando tu hermano me lo pidió, ¿es que no vas a agradecérmelo a mí también? Sigues siendo igual de egoísta y malcriado que siempre.
En apenas un segundo, el cuerpo de Ace se tensa de tal forma que todos sus músculos crecen, mostrando lo amenazador que es. Su mandíbula se tensa, sus manos se convierten en puños y su postura se vuelve defensiva cuando mira a Liam de nuevo.
—Tú... —La voz de Ace es un gruñido gutural que desprende un odio tan puro que siento un escalofrío—. ¿Tú le has llamado? ¿Le has metido en esto?
Liam está blanco como una hoja de papel y veo en sus ojos arrepentimiento y miedo, señal de culpabilidad. Casi empieza a negar con la cabeza mientras alza las manos en un pobre amago de frenar a su enorme hermano, a pesar de que este no se ha movido un milímetro. Todo sucede rápido, demasiado rápido, y el resto no podemos hacer más que observar como espectadores en un partido de tenis.
—Yo... Yo solo quería... ¡Alexa me dijo que ayudase en lo posible y se me ocurrió...!
Su voz se ve bruscamente interrumpida por un puñetazo encajado directamente en su mejilla. Liam grita al recibir el golpe y casi se cae hacia atrás, completamente desorientado, mientras Ace da un paso hacia él.
—¡No te atrevas a echarle la culpa a Alexa! —brama antes de golpearle de nuevo en la cara y esta vez, la sangre empieza a brotar de su nariz descontroladamente. Ace es como un robot, mecánico e increíblemente peligroso, prácticamente imparable—. ¡Tú querías joderme como siempre has hecho, colgándote la medalla por salvarme y dejándome como un despojo! ¡Eres un hijo de puta despreciable!
El puño de Ace vuelve a impactar contra la mandíbula de Liam y esta vez, el chico cae al suelo como un fardo. El mayor da un paso, pero me interpongo entre ambos y todas las personas de la sala excepto Bruce sujetan a Ace, tratando de calmarle.
—¡William, sácales! ¡Que se vayan los dos, por favor! —ruego, sabiendo que Ace está demasiado enfadado para tratar de razonar con él por el momento.
Mi corazón late a mil por hora y me pitan los oídos mientras veo a William sacando a ambos hombres de la sala. A mi lado, Ace trata de zafarse de los brazos de sus amigos, sin éxito, gritando con una ira profunda y latente en cada fibra de su ser.
—¡Esto no ha terminado! ¡Como os vuelva a ver, os mataré, os juro que os mataré!
•
Cuando Ace cierra la puerta de su casa, casi siento toda la fuerza tras el movimiento haciendo temblar la casa. Le sigo de cerca, directa a su terraza, a donde se dirige él mientras saca un cigarro.
—Ace, tienes todo el derecho a estar enfadado y a soltarlo todo, pero me gustaría pedirte perdón y explicarte la situación porque yo también tengo la culpa y...
—No hay explicación existente que justifique que tú tienes la culpa, Alexa, así que deja de intentar salvar a Liam —bufa apoyándose en la barandilla para mirar las luces de la ciudad, tratando de calmarse—. Pero no te preocupes, ya estoy calmado. Mañana asesino a esos hijos de puta con los que comparto apellido y todo solucionado, no pasa nada.
Al verle exhalando el humo, decido darle un poco de espacio y tiempo. En lugar de quedarme a mirarle y comerme la cabeza, decido ir a la cocina y preparo cupcakes de vainilla y chocolate, sus favoritos. Quiero que se calme un poco y pedirle perdón como debo por mi mala decisión.
En cuanto se enfrían un poco, cojo uno y le pongo una velita encendida encima antes de salir a la terraza de nuevo. Ace probablemente vaya por su segundo o tercer cigarro cuando se gira para mirarme. Su expresión se suaviza de inmediato y le veo esbozar el fantasma de una sonrisa.
—Siento que mi estúpida sorpresa te arruinase el cumpleaños. Yo quería montar la mejor fiesta para ti después del año de mierda que has pasado, pero solo he conseguido fastidiarlo todo. No puedo rebobinar y conseguir que vuelva a empezar el día, pero sí puedo intentar que las horas que quedan sean un poco mejores —murmuro, ofreciéndole la magdalena con tristeza.
Ace la coge y sopla la vela antes de inclinarse y besarme con dulzura, ofreciéndome un trocito de pastel que como directamente de su mano.
—No me has fastidiado nada, conejita. A pesar de lo que ha pasado, ha sido el mejor cumpleaños de mi vida porque estabas a mi lado, ¿vale? Has reunido a todas las personas que me importan en la vida y me has regalado una casa para disfrutar juntos de tu país, ¿qué más puedo pedir? Además, has conseguido que el clan Monacelli deje de ser una amenaza como la mujer de armas tomar que eres. Encima has trabajado codo a codo con tu padre a pesar de lo poco que sé que te gusta eso, todo eso mientras bordabas tus exámenes y las prácticas. ¿Sabes cómo veo yo eso?
—¿Cómo?
—Como el mejor regalo del mundo —responde, abrazándome con fuerza—. Así que de momento, voy a separar mi cumpleaños y todo lo bonito que ha sucedido hoy de los problemas que tengo con esos dos porque no pienso dejar que arruinen uno de los mejores días de mi vida. Y ya mañana si eso nos centramos en mi enfado y en cómo asesinarles.
Sus ojos se encuentran con los míos y sonrío con todo el amor del mundo, abrazada a él sin querer separarme jamás.
—¿Te he dicho alguna vez que eres demasiado bueno para mí? —susurro.
Ace suelta una risa, inclinándose para besarme suavemente antes de acariciar mi rostro con ambas manos en mis mejillas.
—No digas tonterías, conejita. Una mujer como tú no puede pensar eso jamás, ¿vale? Eres perfecta y soy el hombre más afortunado del mundo por poder quererte.
Antes de que pueda responder, Ace me acalla con sus labios y me pierdo en el beso con gusto, rodeando su cuello con los brazos para atraerle más hacia mí. Por primera vez desde que volvió, siento que todo está bien. Sí, los dos tenemos problemas y preocupaciones, pero esta noche han quedado relegados a un segundo plano, desapareciendo por completo de nuestras cabezas. Por primera vez, los únicos sentimientos que albergo en mi interior son fruto de la más pura alegría, y todo es gracias a él.
Supongo que, después de todo, Ace siempre será mi euforia.
¡Hola, mis amores!
Aquí os traigo el último capítulo de Euforia (aún queda el epílogo, pero ya me entendéis) y estoy tan tan feliz de haber terminado mi segunda novela que ni siquiera me lo creo 🥹
Ya veis que hay muchas cositas que resolver todavía (y las que todavía no sabéis...), así que la tercera y última novela estará bien cargada de cositas 🤭
¿Qué opináis de los conflictos cerrados y los que todavía quedan abiertos? ¿Se resolverán o hay cosas sencillamente irresolubles?
Os leo! ❤️
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