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30

En cuanto las agujas del reloj marcan las nueve de la mañana en punto, el timbre resuena en el enorme salón de Ace, donde ambos estamos sentados. A pesar de que estábamos esperando precisamente eso, el ruido me pilla por sorpresa y casi me levanto de un salto del sofá. Entre risas, Ace camina hacia la puerta con una relajación que me sorprende teniendo en cuenta lo que se avecina.

—¡Ya está aquí la caballería! —anuncia Eric, irrumpiendo en la casa cargado con una gran bolsa y seguido por otros dos hombres igual de altos y fuertes que él—. Los caballeros negros nunca llegan ni pronto ni tarde, sino exactamente cuando se lo proponen, como Gandalf.

—Tío, somos dos negros y uno blanco, no generalices —se queja un chico rubio atractivo que efectivamente es blanco, a diferencia de los dos amigos que le acompañan, haciendo que los otros tres hombres rompan a reír.

—¿Eres tú el jefe de la caballería? No, ¿verdad? ¡Pues te callas y aceptas lo que se te diga!

Ace guía a los tres recién llegados al salón y al verlos llegar, me levanto para saludar, sintiéndome como un gnomo entre tanto hombre gigante y musculoso.

—Chicos, esta es Alexa, mi novia —dice Ace con una amplia sonrisa—. Ellos son Eric, O'Shea y Marshall.

Eric es el más grande de los tres y el único que supera a Ace en altura. Lleva una gorra negra que cubre gran parte de su pelo afro, aunque puedo atisbar sus rizos sobresaliendo por la parte baja. Unas gafas negras completan su curiosa apariencia, pero se las coloca sobre la gorra en cuanto entra en casa. O'Shea es el de menos estatura, pero el más fornido. Tiene la cabeza rapada y una perilla que acentúa su cara de pocos amigos, aunque no tarda en sonreír en cuanto ve a Ace. Marshall, por último, tiene una complexión parecida a la de mi novio, pero hasta ahí llega su parecido. Tiene el pelo corto teñido de un rubio oxigenado cubierto por una gorra roja puesta hacia atrás y los ojos de un azul desvaído. El tiempo no parece haber pasado por ninguno de los tres, ya que todos visten ropa ancha de chándal como era común en los noventa.

—Ahora entiendo por qué te has tirado el último año lloriqueando por ella —dice Marshall con una sonrisa brillante antes de tomar mi mano para besar el dorso—. Yo también me habría arrastrado hasta el infinito por una mujer tan guapa.

—Como sigas haciendo el idiota no te va a quedar otra que arrastrarte de vuelta a Los Ángeles, porque te voy a dejar sin piernas.

—¿Habéis dejado de portaros como dos niñatos de quince años? Porque cuanto antes empecemos, mejor —bufa O'Shea, interrumpiendo la conversación entre ambos amigos y sentándose junto a ellos en el sofá junto al que Ace y yo estamos.

Eric da una palmada y señala a Ace, sonriendo como un presentador de televisión.

—¡Ya sabes lo que toca, así que empieza a cantar!

—Tío, ya sabes la mayoría, ¿de verdad tengo que repetirlo todo otra...?

—No me fío ni un pelo de ti, Hale, y menos cuando hemos estado separados tanto tiempo. Cuéntame todo y nosotros juzgaremos si nos cuadra o no.

—Está bien, joder, pero que sepas que no te he mentido en ningún momento —suspira Ace, poniendo los ojos en blanco antes de empezar a hablar como un niño travieso cuando su madre le presiona para que cuente su última fechoría—. Ya no me meto todos los días, solo unas seis o siete veces por semana. En cuanto a la cantidad, no llego al gramo por día, pero cada vez siento más ganas de meterme más cantidad o cada día. Al llegar sí que subí hasta el gramo por día, pero desde que Alexa me dio la paliza, me he obligado a bajar. Me noto un poco más cansado, ansioso y desconcentrado, aunque nada grave.

Eric centra sus ojos en mí, señalándome ahora como si quisiera que corroborase lo que acaba de decir Ace.

—Hasta donde yo sé, es verdad. Desde que hemos vuelto juntos le he vigilado con lupa, así que puedo asegurar que así ha sido durante las últimas semanas.

—¡Pues entonces lo tenemos más fácil de lo que pensaba! —exclama Eric con una sonrisa que resulta paradójica teniendo en cuenta el tema que estamos tratando—. Vas a seguir estando hecho mierda y todo eso que ya sabes, pero dudo que tengas paranoia, y tampoco será tan duro como la primera vez.

—Ahora vamos a registrar toda la casa para buscar cada gramito de mierda blanca que tengas escondido porque no nos fiamos de ti ni un pelo.

Como si las palabras de O'Shea se trataran de un comando directo, los tres chicos se ponen en pie y caminan hacia lugares opuestos del enorme apartamento, buscando en cada recóndito rincón como si fuesen Horatio de CSI: Miami.

—Bueno, ¿qué te parecen? —me pregunta Ace con una pequeña y cansada sonrisa que refleja lo que se le viene encima.

—Me caen muy bien todos y me encanta que se nieguen a salir de los noventa. La verdad es que me esperaba a Eric mucho más serio por lo que me habías descrito. Me recuerda a uno de esos presentadores de televisión histriónicos, cosa que me hace mucha gracia, pero me siento mal por reírme porque sé que lo vas a pasar mal.

—Van a ser unas semanas duras, pero ya verás como gracias a ellos será mucho más fácil. Por desgracia, son unos expertos en todo lo que se refiere a este tema y ya hemos estado en esta situación antes. Lo único que te pido es que no te preocupes demasiado, ¿vale? Sé que tienes que estudiar para tus finales y trabajar en las prácticas, así que céntrate en eso. Mi situación se solucionará en menos de lo que esperas y es una tontería preocuparse por algo que se resolverá pronto.

—¿Cómo puedes pedirme que no me preocupe? —murmuro mirándole con ojos tristes—. Vas a estar ansioso, depresivo y mil cosas más, ¿es que te crees que me gusta verte así? Casi me muero cuando te vi esnifando por primera vez, esto va a ser mucho peor.

—Por eso quiero que ahora te lo tomes con más calma. No quiero crearte un problema más porque creo que ya tienes suficiente con lo que tienes. Prométeme que vas a dejarlo todo en manos de los chicos y serás una más, como el equipo A. No vale ir por tu cuenta y trastocar todos los planes, ¿vale?

—Vale, pero no te puedo prometer que no me vaya a preocupar porque es inevitable. De hecho, ya estoy preocupada.

Ace ríe suavemente y posa un beso sobre mi frente antes de abrazarme contra su pecho.

—Bueno, pues hablemos de otra cosa y así dejas de pensar en todo esto. A ver, ¿qué novedades hay en Hayden? Llevo demasiado tiempo desconectado de todo esto y quiero enterarme de todo el chisme que me he perdido.

—La verdad es que yo también he estado un poco fuera de la onda, sobre todo porque todo el mundo estaba continuamente cavilando sobre las razones de nuestra ruptura y tu marcha. La versión oficial es que me pusiste los cuernos con una chica de Los Ángeles y te fugaste con ella, aunque también predomina bastante la opinión de que me dejaste porque era demasiado mandona y egoísta. Ni siquiera he tratado de pelearme para que se supiera la verdad porque sabía que era una batalla perdida, pero a una parte de mí le gustaría darles a todos en la cara ahora que es visible que yo tenía razón.

—¿Y por qué no lo haces? Ya sabes que me encanta cuando me exhibes como un trofeo, especialmente si es para cerrar bocas de brujas chismosas. Tu eres Barbie y yo soy como tu Ken, siempre dispuesto a ser tu accesorio para ayudarte a brillar porque eres la protagonista.

—Ay, Dios, se me había olvidado tu faceta de hombre florero —digo entre risas, sintiendo cómo la alegría inunda mi pecho al volver a sentir la alegría propia de mi reencuentro con mi amor—. No te había dicho nada porque acabamos de volver y tenemos cosas más importantes en qué pensar que en esos idiotas. Además..., me da un poco de vergüenza pedirte cosas. No quiero ofenderte o incordiarte.

Ace frunce el ceño y niega con la cabeza, posando su mano derecha en mi mejilla para girar mi rostro de forma que le mire a los ojos. En ellos veo una chispa de pena y un inmenso cariño que me llega con solo un vistazo.

—Eh, Alexa, mírame. No pienses que algo que puedas pedirme o decirme con toda tu buena voluntad me puede incordiar, ¿vale? Tú nunca podrías molestarme; de hecho, podrías escupirme en la cara y te pediría perdón por ser un incordio. No quiero que sientas que tienes que ir con cuidado cuando estés conmigo porque soy el mismo Ace de siempre, el imbécil al que le tiraste la copa por encima en esa fiesta y el que te sacó fotos como un acosador aun cuando le odiabas. Así que dime, ¿hay alguna fiesta o evento cercano al que pueda ir contigo una vez me recupere de toda esta mierda?

Una pequeña sonrisa empieza a extenderse en mi rostro a medida que él habla, reconfortándome y riñéndome a la vez. A pesar de que ya sé que tengo que comportarme como siempre con él, es complicado llevarlo a la práctica, y sus palabras me han terminado de convencer.

—A ver, pensando que más o menos lo tuyo va a durar un poco más de una semana, al menos lo más duro, lo único que se me ocurre antes de mi graduación en mayo es la última carrera de coches del año. Será como a mediados de marzo, así que creo que te encontrarás bien para entonces. Eso sí, quiero que me prometas que, si por lo que sea no quieres ir o no te encuentras bien, me lo dirás y no iremos. Para mí es más importante quedarme aquí contigo para que te sientas bien que ir a una estúpida carrera.

—Te lo prometo, aunque hay pocas cosas que me harían querer perderme una carrera —asegura con una sonrisa que revela lo pagado de sí mismo que se siente—. Oye, probablemente los chicos sigan aquí para entonces, ¿te parecería bien que vinieran?

—Si no les importa estar con un grupo de pijos jugando a ser malotes, me encantaría invitarles. Pueden correr si quieren, yo estaría encantada de pagar por su inscripción como forma de agradecerles todo lo que van a hacer.

—Perdona, españolita, pero si te crees que te vamos a dejar pagar un solo centavo por nosotros mientras estamos aquí, voy a tener que comentarte un par de cositas.

La voz de Eric suena a mi espalda y me pilla totalmente por sorpresa, haciéndome saltar ligeramente en el sofá y mirarle con una sonrisa nerviosa al darme cuenta de que ha escuchado parte de nuestra conversación.

—Perdona, bandarrilla de los noventa, pero es mi forma de agradeceros lo que vais a hacer por el idiota de mi novio. ¿Necesitáis que os preste un coche o mande a alguien a por vuestro coche...?

—Ah, no, no, nada de eso —interviene O'Shea y al fruncir el ceño, su expresión grave casi da hasta miedo—. De tu bolsillo no va a salir un solo céntimo. El que se va a encargar de traer nuestros coches es el niño rico. Él se merece todo lo malo como castigo por ser imbécil, tú mereces una compensación por tener que lidiar con su estupidez.

—Bueno, ¿cuándo es la carrerita de niños pijos? Tengo ganas de enseñarles el estilo de Los Ángeles —dice Marshall, apareciendo tras sus amigos con una sonrisita de superioridad.

Los tres hombres parecen dispuestos a hacer cualquier travesura y verlos de pie juntos me hace recordar a niños pequeños que tienen pensados los planes más locos. Ace se une a sus amigos e imita la mirada de los chicos, con una chispa de suficiencia brillando en sus ojos azules.

—Ya ves, conejita. Tu última carrera en Hayden va a tener tres nuevos participantes y la vuelta por todo lo alto del rey absoluto. ¿Qué te parece? —dice ofreciéndome la mano para chocar los cinco, lo cual imitan los otros tres.

Yo no tardo ni un segundo en chocar sus manos entre risas, sintiéndome parte de este particular grupo de niños traviesos.

—Vamos a humillarles una última vez.

Si hace un año, cuando más hundida estaba por la ruptura con Ace, me hubieran dicho que aún no había vivido la semana más dura de mi vida, jamás lo hubiera creído. Pensaba que estar completamente sola después del súbito abandono sería lo más duro que viviría desde que descubrí la verdad sobre mi padre, pero estaba completamente equivocada.

Ver a Ace luchar con el síndrome de abstinencia sin poder hacer nada para ayudarle ha sido más duro que eso, definitivamente.

Los dos primeros días que pasó sin consumir cocaína fueron los peores. Empezó a poner la casa patas arriba, buscando droga por todos los rincones, completamente fuera de sí. Al comprobar que efectivamente los tres chicos habían tirado hasta el último gramo, su ansiedad e irritabilidad fueron directamente dirigidas hacia nosotros. Eric, O'Shea y Marshall se merecen un monumento porque supieron manejar la situación con una paciencia y estoicidad dignas de admirar. Cada vez que Ace mostraba lo enfadado que estaba, ya fuera gritando o blasfemando, ellos siempre se encargaban de que lo dirigiera hacia ellos y nunca hacia mí. También le acompañaron al gimnasio de su casa para que golpeara el saco de boxeo hasta hartarse, descargando toda esa agresividad contra un objeto inanimado.

Cuando empezaron la fatiga, los momentos depresivos, el cansancio, el aumento en su apetito y las alteraciones en los patrones del sueño, yo tomé más protagonismo y le ayudé con paciencia infinita. Me encargué de que comiera y durmiera lo justo y necesario, le mantuve activo dando paseos por el parque cercano a casa y le ayudé a mantenerse todo lo positivo posible. Apenas he conseguido pegar ojo en toda la semana para asegurarme de que Ace estaba bien en todo momento, pero ha merecido la pena.

Ahora, siete días después de que llegaran los chicos desde Los Ángeles y, en consecuencia, desde que Ace dejó la cocaína, lo peor ya ha pasado. Él ha vuelto prácticamente a ser el de siempre y lo único que queda es el agotamiento que compartimos todos después de una semana tan dura tanto física como emocionalmente.

—Pásame el cubata que me lo merezco después de haber soportado los lloriqueos del niño pijo toda la puta semana.

Los cinco estamos sentados en los sofás de la terraza, observando el bello paisaje que ofrecen las luces del alba de Nueva York. No tengo ni idea de qué día es hoy debido a lo mal que está mi ciclo de sueño, pero se ve que se ha hecho de día mientras celebrábamos la victoria en silencio con unos cubatas y tarta de chocolate que pedí a domicilio.

—Primero, yo no he lloriqueado, y segundo, ¿te recuerdo los berridos que pegabas tú cuando dejaste esta mierda? Tenías a todos los perros del barrio revolucionados —dice Ace con un gruñido, pero cuando le da el vaso a Marshall, puedo ver una sonrisa en su rostro cansado.

—Creo que Alexa se merece un aplauso por lo bien que ha lidiado con su primera desintoxicación, especialmente porque ella se ha comido el peor marrón: comerse los lloros de Hale. ¡Olé, la españolita! —clama Eric antes de ponerse a aplaudir, seguido por el resto.

—¡No digas tonterías, los que os merecéis un aplauso sois vosotros! ¿Qué podría haber hecho yo con esta mala bestia cuando empezó a gritar porque ya no quedaban galletitas saladas?

—Pues pegar un par de gritos de los tuyos —responde Ace con una amplia sonrisa antes de tumbarse de forma que su cabeza reposa sobre mi regazo. Mis manos encuentran los pequeños rizos que ya están volviendo a crecer en su cabeza y le devuelvo la sonrisa—. Me das mucho miedo, conejita. Un grito tuyo me tendría sentadito en el sofá rezando porque no me tires una zapatilla a la cara.

Los chicos y yo rompemos a reír, el cansancio claro en nuestras voces. Entre la gravedad de las carcajadas, escucho mi teléfono móvil sonando y suelto un grito ahogado al ver que es Kim, mi abogada. Al comprobar el día y la hora, veo que hoy era la audiencia para conocer la sentencia del caso de Travis, cosa que se nos había olvidado completamente por razones obvias. Gracias a Dios, nuestra presencia no era necesaria, así que solo ha sido necesario que estuviera Kim y la parte defensora.

—¡Ace, es Kim! ¡Creo que hoy era audiencia para la sentencia a primera hora de la mañana! —susurro al coger la llamada, poniéndola en altavoz—. ¡Buenos días, Kim! ¿Qué tal ha ido todo?

—¡Has ganado, Alexa! ¡El juez ha condenado a Travis, está oficialmente en la lista de agresores sexuales de Nueva York!

Un grito emerge de lo más profundo de mi garganta y Ace me abraza con tanta fuerza que casi siento que me va a aplastar. Escuchar la tan esperada noticia después de la semana tan dura que hemos tenido es como si un ángel hubiese venido a vernos, o el karma por fin hubiera hecho su labor.

—¡Ay, muchísimas gracias, Kim, de verdad! —balbuceo entre jadeos de emoción—. ¡¿Cuál ha sido la pena?! ¡¿Habrá cárcel?!

—No, por desgracia lo de la cárcel no ha colado porque solo ha sido condenado por tocamientos forzados, pero va a comerse tres años de libertad condicional y servicios comunitarios. Vamos, que va a tener agentes de la ley subidos a la chepa durante mucho tiempo. Va a ser complicado para los Huxley limpiar toda esa mugre que ha manchado su familia.

—Da igual que no haya habido cárcel, la justicia social va a ser peor que eso, yo misma me voy a encargar de ello —aseguro con una sonrisa y Ace se señala a sí mismo en silencio, como si me dijera que él también—. Muchas gracias, Kim, ¡eres la mejor!

—Ha sido un placer, ¡de verdad!

Al terminar la llamada, Ace y yo volvemos a chillar, a lo cual se unen los otros tres chicos apenas unos segundos después. Esta semana me ha dado tiempo a compartir muchas conversaciones con ellos y me he enterado de que Ace les contó básicamente toda mi vida durante este año, así que están al tanto de todo lo sucedido con Travis. El cansancio parece desaparecer durante unos breves instantes mientras nos abrazamos y todos me felicitan, compartiendo mi alegría y alivio al saber la buena noticia. Tal vez haya sido una semana dura, pero sentir este tsunami de cariño y empatía, especialmente por parte del hombre que más amo, es como un rayo de luz tras una noche oscura.

Después de tantos baches, por fin empiezo a sentir que la felicidad y la seguridad han vuelto a mi vida.

¡Hola, holita!

Antes de nada, hay un pequeño fun fact/easter egg/detalle curioso relacionado con los amigos de Ace. Si eres tan friki como yo, te darás cuenta por sus nombres y descripciones de que se parecen a alguien... Hay pistas por todo el capítulo, el que se de cuenta se lleva un premio 😊

Lo segundo que quiero aclarar es que he podido equivocarme a la hora de describir el tema de la cocaína porque gracias a Dios, ni yo ni nadie en mi entorno ha pasado por ello, así que todas mis descripciones y demás están basadas en la información que he mirado en distintas páginas médicas de Google (espero que no me manden un email desde Proyecto Hombre o algo 😅).

Lo mismo digo con respecto al tema de la sentencia y los juicios. Yo estudio derecho en España, que es radicalmente distinto al derecho de Estados Unidos y en concreto Nueva York. He mirado el código penal de allí y he juzgado lo que he considerado, así que puede estar equivocado. Pido perdón de antemano si es así, siempre estoy dispuesta a corregir lo que haga falta para que la historia sea lo más rigurosa y verídica posible 😊.

Ya no queda nada para terminar esta segunda parte, así que espero que estéis preparados 🤭.

¿Qué os parecieron los amigos de Ace?

Os leo! ❤️

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