—Buenos días, soy Alexa Arden.
Cada palabra que sale de mi boca hace que sienta ardores en lo más profundo de mi ser, pero me trago todo lo que realmente quiero decir y hacer para mantener una falsa compostura. Bruce Hale, ese hombre que tiene tantos rasgos semejantes a mi mejor amigo y al hombre que una vez amé, y tal vez siga amando, permanece de pie frente a mí con esa estúpida sonrisa pedante de aquel que cree que todo lo que se extiende ante él es suyo. Su mera presencia exuda ese aire que tienen todos los chicos adolescentes conocidos como los reyes del instituto, solo que este hombre tendrá entre cincuenta y sesenta años, no diecisiete.
—Vaya, ¿así que tú eres la famosa Alexa Arden? —pregunta Bruce Hale y su sonrisa se extiende, volviéndose todavía más asquerosa, si cabe—. Según tengo entendido, tienes buena relación con mis dos hijos.
—Papá, deja de hacer el idiota —suspira Liam poniendo los ojos en blanco ante la broma casposa de su padre.
—Bueno, ¿qué os parece si vamos a mi oficina y nos ponemos manos a la obra? No se si su hijo le habrá contado algo acerca del lío al que nos vamos a enfrentar, pero parece ser que tenemos muchos frentes abiertos.
William acompaña sus palabras haciendo un gesto hacia su despacho y yo dejo que Bruce y él caminen juntos para quedarme atrás con Liam. Este me ofrece una disculpa con los ojos, probablemente sabiendo que no me hace especial ilusión trabajar codo con codo con su padre durante quién sabe cuánto. Yo, por mi parte, le miro con una pequeña sonrisa, haciéndole saber que entiendo perfectamente su decisión y sé que nos va a dar muchas ventajas. Después de todo, fue él el que metió a Luca Monacelli en la cárcel por primera vez y entonces solo fue por peleas ilegales. Si conseguimos lo que tenemos en mente, tanto Luca como el resto de personas tras sus empresas acabarían entre rejas durante mucho tiempo por toda la mierda que consiguiéramos sacar.
Tal vez Bruce Hale sea un idiota, pero es uno de los empresarios más importantes tanto de Estados Unidos como de parte del mundo, mientras que los Monacelli son unos nuevos ricos que creen tener el mundo a sus pies por haber ganado cuatro duros los últimos cincuenta años. Si el mundo empresarial de este país fuese el océano, los Monacelli serían los tiburones que tratan de intimidar al resto de peces, mientras que los Hale serían orcas: el verdadero depredador del mar que se merienda a los tiburones sin ningún miramiento.
En cuanto llegamos a la oficina de William, este cierra la puerta y los cuatro nos reunimos alrededor de la mesa grande donde anteriormente hemos puesto el ordenador y las carpetas con toda la información de la que disponemos hasta ahora. Personalmente, me he encargado de traer todo lo que Brooke ha conseguido por su cuenta, por lo que tenemos parte del trabajo hecho, aunque no sea mucho.
—Mi hijo Liam me ha resumido lo que sabemos hasta ahora, según tengo entendido. No me sorprende que el origen de todo este conflicto sea Ace y su necesidad de meterse en líos cada vez que puede. Ya le avisé de que tontear con la morralla social le perseguiría toda la vida, pero le encanta dárselas de rebelde sin causa.
Un dolor repentino en mi propia boca me sorprende en cuanto Bruce termina de hablar, y me sorprendo mordiéndome la lengua automáticamente antes de decir lo que verdaderamente pienso. Trago saliva para que todas esas palabras vayan de vuelta a mi estómago y gracias a Dios, Liam sale a mi rescate.
—Papá, ya te he dicho que no podemos perder el tiempo señalando culpables y nos tenemos que poner a trabajar. Ahora que tú ya sabes todo lo que el señor Arden y Alexa te han contado, es tu turno de compartir la información que tienes tú.
—Tienes razón, hijo. Perdonadme, es un tema que me escama desde hace años —dice Bruce y yo me limito a forzar una sonrisa que más bien parece una daga envenenada—. Conozco a los Monacelli desde que se abrieron paso en el mundo empresarial de este país después de haber tenido un golpe de suerte en el mundo de la Bolsa. Sabiendo que esas cosas pasan una sola vez en la vida, empezaron a meterse en negocios más sucios y de dudosa legalidad para ganar dinero y mantener la fachada. Han tenido varias investigaciones, pero sus abogados no son tan idiotas como ellos y les salvan el culo siempre. En nuestro mundo, es como un elefante en la habitación: todos lo vemos pero no queremos hablar de él. Al fin y al cabo, todos tenemos trapos sucios, mejores y peores, y como alguno tire de la manta, indirectamente saldrá de todo y todos. Además, ¿qué beneficio nos traería a nosotros denunciar las malas prácticas de otro empresario mientras que no se meta en nuestros asuntos?
—Pero se ha metido en tus asuntos. En los de tu hijo, concretamente.
Mi voz suena casi como un siseo, aunque el esqueleto de mi sonrisa falsa continúa en mis labios. El discurso de Bruce Hale solo me ha confirmado lo que ya sabía: que es un hombre egoísta, sin moral ni principios y con el único deseo de hacerse rico a costa de lo que sea. Tengo una relación de amor-odio con ese tipo de personas, porque serán mis clientes una vez empiece a trabajar de abogada y podré sacarles la pasta libremente, pero desearía que jugaran un poco más limpio en sus negocios.
—Y por eso le metí en la cárcel la primera vez, querida —responde Bruce, imitando mi sonrisa y el sentimiento que esconde de forma certera, lo cual me indica que sabe a qué juego estoy jugando y no pretende agachar las orejas y rendirse—. Si pude encerrarle una vez, podré hacerlo otra.
—Muy bien, pero esta vez, intenta no joderle la vida a tu propio hijo como llevas haciendo los últimos veintitrés años. No es difícil, ¿sabes? Se llama amor de padre y esas cosas, búscalo en el diccionario.
—Perdona, ¿tú con cuál de mis dos hijos estabas? Porque primero creo que salías con el mayor, luego con el pequeño... Te aviso de que no tengo más hijos, así que ya no tienes más opciones en la familia. A no ser que te gusten los maduritos, claro...
—No, tranquilo —respondo con una sonrisa que exuda seguridad y bravuconería. Su comportamiento me recuerda al de cualquier estudiante de Hayden, como Travis, y yo en ese mundo me manejo mejor que cualquier cincuentón con una crisis de identidad—. No me van los hombres camino de la crisis de los sesenta que siguen creyéndose los populares del instituto. Además, creo que tengo demasiado cerebro para ti y no me gusta salir con tíos mentalmente limitados. Prueba suerte con una muñeca hinchable, a ellas puedes seguirles el ritmo.
La habitación se sume en un silencio cargado de tensión y me limito a aguantarle la mirada a Bruce, sin dejar que la sonrisa pedante abandone mis labios. Puedo ver que se le da bien esconder su propia vergüenza, como a su hijo mayor, pero por eso yo mejor que nadie distingo esa chispa de irritación tras sus ojos de hielo.
Tras un largo minuto, Bruce se aclara la garganta y aparta la mirada, señal de que o no tiene nada más que decir, o no quiere arriesgarse. Por su parte, los dos espectadores de nuestra particular pelear reflejan emociones opuestas. Mientras que William se ha puesto tan blanco como un fantasma, escandalizado por lo que acaba de presenciar, Liam mantiene la expresión exageradamente seria del que se está muriendo de risa por dentro.
—Esto... En fin, ¿qué tal si empezamos? —balbucea William en un intento torpe de reconducir la conversación.
—Yo pensaba que ya habíamos empezado —responde Liam con una media sonrisa, refiriéndose al rifirrafe que acabo de tener con su padre. Imitando su sonrisa, busco su mano bajo la mesa con discreción y le choco los cinco silenciosamente.
Que empiece la fiesta.
•
Han pasado dos semanas desde que William, Bruce, Liam y yo empezamos a investigar todo lo necesario sobre Luca Monacelli y su familia. Quince largos días en los que hemos trabajado en todos los ratos libres que nos dejaban nuestros respectivos quehaceres de cada día, tanto juntos como por separado. Hemos descubierto muchas cosas, elaborado algún que otro esqueleto de plan e investigado por dónde queremos tirar exactamente. También se ha repetido alguna vez uno de los episodios con Bruce, peleas a las que yo he entrado gustosamente. Jamás he consentido que alguien me trate así, y mucho menos un hombre tan desagradable como él. Además, cada vez que le cerraba la boca, podía imaginarme a Ace sonriéndome con diversión, lo cual solo me sirvió de combustible para defenderle.
Tras casi un mes en total de trabajo, hemos confirmado que lo que decía Ace era verdad, palabra por palabra, excepto la posible implicación de Liam, claro. Después de confirmarlo y conocer más datos, he tratado de buscar un momento para tener una conversación con Ace, pero ha sido más difícil de lo que imaginaba. Entre mis clases en la universidad, las prácticas en el bufete, la investigación y las demandas humanas básicas como comer o dormir, apenas tengo tiempo para pensar siquiera en cómo me llamo. Casi no veo a las chicas, aunque ellas lo comprenden, por lo que es incluso más complicado ver a una persona con la que no coincido en la universidad. Evidentemente, traté de llamar a su puerta o coincidir con él en la terraza, pero parece que no ha estado en casa durante mucho tiempo estos quince días. Empecé a imaginarme lo peor hasta que las chicas me recordaron que Ace también tiene un trabajo y una vida, por lo que no va a quedarse atrincherado en su casa durante veinte años.
Hoy, viernes, llego a casa casi a medianoche, agotada mentalmente después de una semana sin parar. Mi cuerpo me lleva directamente a la ducha, la cual me relaja y me permite evadirme de las mil y una preocupaciones que nublan mi cabeza. Es entonces cuando me preparo una ensalada rápida y me siento en el sofá, poniendo un episodio repetido de Aquí no hay quien viva para despejarme y reírme un poco.
Apenas he terminado con mi cena, escucho el timbre de mi casa y frunzo el ceño. Para cerciorarme de que no tenía ningún compromiso con nadie hoy, compruebo mi móvil y no solo veo que no tengo llamadas ni mensajes, sino que acaban de dar las doce de la noche. ¿Quién demonios llamaría a mi puerta sin avisar un viernes a medianoche?
La sorpresa crece en mi interior cuando miro a través de la mirilla y veo que no hay nadie al otro lado de la puerta. Mi edificio es lo suficientemente exclusivo como para que el portero no deje pasar a graciosos que toquen el timbre y salgan corriendo, por lo que no entiendo absolutamente nada. ¿Será que quién sea que haya llamado se ha marchado? Antes de que pueda pasar más tiempo, abro la puerta y miro alrededor.
—¿Hola? —pregunto al aire, dando un paso al frente para mirar en el ascensor, pero mi pie da con algo sólido que me hace mirar al suelo.
Una caja rosa con un lazo y un globo de corazón hortera de esos que tanto me encantan.
Sin saber muy bien qué ocurre todavía, cojo el gran paquete y vuelvo a mi sofá. Al pensar en posibles responsables, me vienen dos nombres a la cabeza, pero en lo más profundo de mi corazón, espero que sea uno más que el otro.
Colgando del lazo, puedo ver una etiqueta con algo escrito:
«Para Alexa,
Aquí está todo lo que no pude decirte. Llego tarde una vez más, pero ya te prometí que siempre llegaría y nunca me iré. Un año sin ti no significa que te olvidase.
Feliz San Valentín».
No está firmado, pero sé perfectamente de quién es. Ni siquiera sabía que hoy era el Día de los Enamorados. Es más, hace apenas cinco minutos que es catorce de febrero, por lo que la caja estaba tras mi puerta a medianoche exactamente.
Él, siempre pendiente del más mínimo detalle.
Con cierto temor, levanto la tapa para ver qué contiene y me sorprende ver lo que parecen cartas. Incluso veo mi dirección escrita, pero no hay remitente ni sello, como si nunca hubiera tenido intención de enviarlas. Al coger el primer sobre y darle la vuelta, veo una sola palabra escrita: "enero". Con el ansia comiéndome por dentro, abro el sobre y empiezo a leer la carta que contiene.
7 de enero
Acabo de llegar a Los Ángeles. No sé qué hora es y me da igual. Lo único que sé es que nunca había sentido tanto dolor como ahora. Pensaba que saber que lo hacía por salvarte lo haría más fácil, pero verte llorar ha sido lo peor que me ha pasado en mucho tiempo, especialmente porque ha sido por mi culpa. Daría todo lo que tengo por volver a Nueva York ahora mismo y pedirte perdón de rodillas, rezando a todos los dioses existentes porque pudieras perdonarme, pero no puedo.
No sé por qué estoy escribiendo esto solo en mi casa. Supongo que el dolor y el alcohol no son la mejor combinación. Recuérdame que no te envíe esta carta porque estoy intentando protegerte. Te juro que eso es lo que haré, ¿vale? Voy a protegerte y a salvarte.
Aunque me cueste la vida.
La carta termina abruptamente y la caligrafía es un tanto chapucera. No da mucho información, pero entiendo todo lo que quiere decir. Antes de dejar que mis sentimientos tomen las riendas de mi mente, cojo la siguiente carta, en la que pone: "febrero".
14 de febrero
Hoy es san Valentín. Nunca me he tomado en serio ese día porque siempre he pensado que era otra excusa para sacarle el dinero a los idiotas enamorados, hasta que te conocí. Entonces empecé a pensar en todas las cosas que te regalaría hoy, justo hoy, pensando en lo contenta que estarías con cada una de ellas, convirtiéndome en uno de esos idiotas enamorados. Pero aquí estoy, solo en casa con la cara y el cuerpo destrozados, todavía intentando sacarme la sangre de los rincones más aleatorios de mi cuerpo.
He vuelto a las peleas. El tiempo no pasa en balde y me han partido la cara como hacía tiempo nadie hacía. Entreno cada día, pero no creo que sea suficiente. Necesito más fuerza, concentración y poder.
Necesito olvidarme de ti, al menos mientras peleo, porque entonces el dolor impide que pueda pensar en nada más. Perdóname.
Apretando los dientes y evitando pensar en todo lo que me provocan esas cartas, cojo la carta que reza "marzo".
23 de marzo
Hoy es mi cumpleaños. Lo único que querría como regalo sería terminar con todo esto y volver a verte, aunque me odiases para siempre, pero no puedo. Tengo que seguir como un puto autómata, golpeando tanto sacos y personas indistintamente.
Tengo una buena y una mala noticia. La buena es que empiezo a tener la fuerza y el poder necesarios para empezar a ganar los combates a los que me enfrento. La mala es que lo único que me hace olvidarme de ti son las mujeres y la cocaína. Perdóname. Bueno, no lo hagas. Ni siquiera yo puedo perdonarme a mí mismo. Por lo menos estoy cada día más cerca de asegurarme de que estás a salvo, aunque sea jodiéndome. Ahora sé que jamás volverías conmigo viendo en quién me he convertido, pero me vale.
Puedo vivir con el hecho de que no vuelvas a quererme nunca más si eso significa que vivirás tranquila el resto de tu vida.
Una lágrima cae sobre el papel y lo aparto rápidamente, sacando la siguiente carta.
19 de abril
Hola, conejita. No me mates por llamarte así, no puedo evitarlo. Te lo juro.
Creo que escribir estas cartas es lo único que me mantiene sano en esta puta vida de locos. Ya no sé ni quién soy, por mucho que Eric intente recordármelo casi todos los días. Dice que soy Ace Hale, pero no me lo creo. Ace Hale no se pondría hasta el culo de cocaína para partirle la boca a un tío, follarse una chica cualquiera para luego echarla de mi cama como basura y beber whisky hasta dormirse. Hubo un Ace Hale que lo hacía y pensaba que le había matado, ¿sabes? Pero no. Es un puto zombie y ha vuelto a la vida.
No estoy seguro de estar haciendo lo correcto, pero mi plan está funcionando. Tengo que seguir presionando mis límites, aunque resucite a ese Ace Hale, ¿pero sabes una cosa? Puedo convivir con él. Puedo mantenerle a raya.
Te juro que tu Ace también estará vivo dentro de mí, luchando por no morir jamás.
Antes de poder mojar otra carta con mis lágrimas, cojo la siguiente y vuelvo a beber las palabras que poco a poco están ocupando mi alma.
30 de mayo
Creo que ya es verano. O casi. Lo sé porque cada tío que tumbo en el ring está más sudado que hace un mes. Perdón por la broma, ha sido muy mala. Creo que he perdido el sentido del humor.
He obligado a Eric a controlar la cocaína que consumo. Bueno, no ahora ni estando puesto, sino cuando empecé. Se ha llevado algún puñetazo haciéndolo, pero es duro como la roca. Me recuerda a ti, si fueras un tío grande y negro en lugar de una canija hispana. Eso era otra broma, perdón. Te juro que no me estoy volviendo loco todavía. Creo.
Te vi en mi graduación. Sé que me viste y me odiaste, pero yo solo quería tirar ese puto diploma por los aires e ir directo a por ti. ¿Viste que llevé el traje que elegimos juntos? Lo tengo guardado en el armario como oro en paño. No se lo digas a nadie, pero lloré un poco al ponérmelo. Solo un poco.
Otro día más lejos de mí mismo, pero otro día más cerca de ti. Te quiero. Mucho.
Los recuerdos amenazan por asaltar mi cabeza, pero lo freno de inmediato cogiendo el siguiente sobre con las manos temblorosas, tanto que casi se me cae. Queda la mitad del año y no tengo ni idea de cómo voy a terminar.
21 de junio
Ahora sí que es verano. Lo he sabido yo solo, no me lo ha dicho Eric ni nada. Todavía sé en qué día vivo. La mayor parte del tiempo. Lo siento, ni siquiera puedo mentirte por escrito.
Ayer peleé contra ese hijo de la gran puta de Luca Monacelli. Él y yo solos, no uno de sus hombres. Dios, cómo disfruté partiéndole la cara. Ni siquiera era un combate importante, solo una mierda clasificatoria, pero le hubiera matado si no me hubieran frenado. En cada puñetazo que le encajaba te veía. Ahora que releo eso último, no ha sonado tan romántico como en mi cabeza. Perdón.
Te quiero. Me he dado cuenta de que solo te lo he dicho en la carta anterior y me gustaría pegarme por no repetírtelo en cada puta carta, al principio y al final. Así que te lo repito aquí: te amo. Más que a nada.
El fantasma de una sonrisa aparece en mis labios cuando me lo imagino escribiendo, pero un sollozo lo interrumpe y freno mis pensamientos en seco antes de leer la siguiente carta.
15 de julio
Antes que nada, te quiero. Ahora ya puedo seguir como Dios manda.
Hoy he vuelto a reventar a Luca. Parece que no tiene suficiente con cada humillación, porque su séquito de gilipollas y él siguen como si no pasara nada. Por lo menos ya no van a por ti, así que no pienso volver a poner la diana sobre tu cabeza por mucho que te eche de menos. Ojalá pudiera encontrar otra solución, pero no lo hay.
Estoy completamente aislado de la prensa, las redes sociales y el mundo exterior en general, así que no sé cómo estás. Espero que estés disfrutando de tu verano con las chicas y hayáis conseguido todas vuestras prácticas deseadas. ¿Has entrado en Cravath & Sullivan? Qué pregunta más estúpida, claro que has entrado. Eres la mujer más perfecta del mundo y solo necesitarán un segundo contigo para descubrirlo. Qué cursi soy.
Tengo que marcharme, conejita. Te quiero muchísmo, ahora y siempre.
El siguiente mes es especial para mí, pero dudo que él sepa por qué. Yo nunca se lo dije, no me dio tiempo. Pero es Ace y él siempre se entera de todo, de una forma u otra.
10 de agosto
Bueno, aquí estoy escribiendo un día aleatorio, como siempre... ¡Espera! Pero bueno, ¡si es 10 de agosto! Yo conozco a alguien que cumple años el 10 de agosto, pero no me acuerdo de quién es... Creo que empezaba por "A" ... ¿Anna? ¿Amanda? No, era... ¡ALEXA ARDEN!
Feliz cumpleaños, conejita. Hoy cumples veintiún años, la edad legal, y seguro que lo vas a pasar de cine. Daría lo que fuera por poder celebrarlo contigo, pero me contento con imaginarlo. Estoy escribiendo mientras miro al cielo y sé que suena cursi, pero espero que tú lo mires también como siempre haces desde el balcón. Así al menos estaremos conectados de alguna forma.
Te quiero mucho y espero que seas feliz, no solo hoy, sino todos los días de tu vida. Te lo mereces más que nadie.
Una pequeña risa se escapa entre mis lágrimas y abrazo esa carta antes de coger la siguiente, deseando guardarla en mi cabeza para siempre.
3 de septiembre
Hoy empiezas las clases, ¿verdad? No hace falta que te lo diga porque ya lo sabes, pero estudia mucho y no pierdas el tiempo con idiotas como Travis o Faye. Recuerda que en economía no pueden darte cantidades negativas como resultado, que ya lo has intentado antes (era broma, no me mates).
Pronto será la pelea final. Bueno, en diciembre, pero ya hay fecha y solo por eso a mí me parece que es pronto. Hoy estoy un poco feliz por saber el día exacto y también porque hace un año, un día como hoy, me tiraste por encima esa copa y nos conocimos. Deberías verme sonreír como un idiota ahora mismo, parece que me ha tocado la puta lotería.
Bueno, realmente sí me tocó la lotería, pero hace un año, cuando te conocí.
Al pensar en nuestro primer encuentro, no puedo evitar pensar en que a partir de ahora tal vez escriba sobre otras fechas especiales de nuestra vida, por lo que aprieto los dientes aún más y cojo la siguiente.
31 de octubre
Hoy es tu día, conejita.
Hace un año te vi en esa barra americana vestida como un conejito Playboy y me volví completamente loco. Sé que te dije que sabía que eras tú, pero es mentira. Aunque no lo supiera, me alegro de que fueras tú. Quería que fueras tú.
No sé si este año irás a la fiesta de Halloween de Hayden, pero espero que sí. Ve, pásatelo bien y vuelve locas a todas las personas que te vean con el disfraz que elijas. Cuando pueda volver, te espiaré el Instagram para verlo. Sí, sigo siendo un acosador aunque tenga que mantenerme alejado de todo. Y por esto no voy a pedir perdón.
Te quiero mucho, conejita.
No puedo evitar volver a sonreír al recordar lo que dice y coger la penúltima carta.
24 de noviembre
Feliz día de Acción de Gracias, o día del Pavo, lo que prefieras. Ya sé que ninguno de los dos lo celebramos, pero a partir del año pasado yo sí tengo algo que celebrar. Fue la mejor noche de mi vida con diferencia y eso me hace feliz y triste a la vez ahora.
Quiero volver a casa. Quiero volver a verte en tu balcón y saber que estás bien. Quiero que me veas, que me hables, aunque me insultes y me digas lo mucho que me odias. Me da igual porque solo quiero escucharte y verte de nuevo.
Solo queda un mes, conejita. A partir de ahí, creo que podré volver a verte, aunque sea de lejos.
Te quiero.
La última carta descansa sobre el fondo de la caja y trago saliva al pensar en cuándo la escribió. ¿Antes o después de verme con Liam? ¿Cambiará el "te quiero" final por un "te odio"?
Con manos temblorosas, cojo el sobre y saco el papel.
15 de diciembre
No me puedo creer que hoy te haya visto. Pensaba que te estaba imaginando otra vez por culpa de la puta droga, pero no, eras tú. Dios, casi arruino todo y voy corriendo a por ti, te lo juro. Estaba más feliz que nunca, hasta que me he acordado de que no deberías estar ahí, poniendo tu vida en peligro.
Por eso ahora estoy haciendo la maleta para volver a Nueva York, cambiando de planes radicalmente. Si esos hijos de puta te han reconocido por mi culpa y van a por ti, tendrán que pasar por encima de mi puto cadáver antes de tocarte un pelo de la cabeza.
No sé qué me voy a encontrar cuando vuelva, pero me alegro de que estés bien. Se te veía feliz, a pesar de estar donde no debías y tal vez con quien no debías. Solo espero que todo siga igual y pueda terminar con esto pronto para volver a mi vida. Quiero matar a este Ace, cada vez ocupa más espacio dentro de mí.
Pero aquí sigue estando Ace, tu Ace. Y no voy a permitir que muera nunca, te lo juro por mi vida, que eres tú.
Te quiero y espero que esta sea la última carta que te escriba, porque eso significaría que he vuelto a verte. Adiós, conejita. O mejor dicho, hasta luego.
La carta termina y me quedo helada durante lo que parece una eternidad, asimilando todo lo que acabo de leer. He aguantado mis sentimientos durante tanto tiempo que me cuesta volver a pensar y sentir, como si tuviera que soltar una cuerda que llevo sujetando años. Poco a poco, me permito volver a sentir y empiezo a llorar desconsoladamente, sin saber muy bien si es por alegría o tristeza. Mi cabeza es un torbellino de sentimientos y pensamientos, pero uno prima por encima del resto, y ahora no actúo guiada por el cerebro, sino por el corazón.
Dejando a un lado la caja, salgo corriendo hacia la puerta de mi casa y me abalanzo sobre la de enfrente, llamando como una loca. No me importa que sea casi la una de la madrugada ni el hecho de que estoy en pijama, solo puedo pensar en una cosa.
En él.
—¿Alexa? —Ace abre la puerta confuso, vistiendo solo unos pantalones de chándal. Parece que estaba a punto de irse a dormir, o tal vez le haya despertado con el escándalo que he formado—. ¿Qué quieres?
Antes de que una sola palabra pueda escapar de mi boca, salvo la distancia que nos separa y mis labios encuentran los suyos, fundiéndose en un beso que realmente se sienten como doce; uno por cada carta que me ha escrito.
Estoy llorando.
Literalmente he escrito este capítulo de un tirón y lo tenía planeado, pero no sabía si se iban a besar o no. No sabía cómo reaccionaría Alexa hasta el final y me he puesto a llorar como una idiota.
No sé si seré solo yo, pero decidme qué os ha parecido porque es la una de la madrugada, he escrito 4500 palabras del tirón y no sé ni cómo me llamo. Quiero a Ace, que se case conmigo.
Os leo! ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro