Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

20

—¡Hija, estás aquí! Me habías preocupado, llevo llamando a la puerta quince minutos sin recibir respuesta, ¡me estaba empezando a preocupar!

Mis ojos taladran a María de tal forma que, si fuera capaz, le vería el alma a través de ellos y conseguiría sacársela para estrangularla. La ira que ha empezado a burbujear lentamente en mi interior provoca que tarde en reaccionar, pero sus palabras, tan ajenas a la realidad que es nuestra dañada y prácticamente nula relación en la actualidad, me dan el empujón que necesito para responder.

—¿Y no se te ha ocurrido pensar en marcharte porque no te quiero ver ni en pintura? Porque, aunque hubiera estado en casa, no habría abierto la puerta ni aunque me amenazaran a punta de pistola.

—Alexa, ya sé que no quieres hablar conmigo, pero creo que ha llegado el momento de tener una conversación que deberíamos haber tenido hace tiempo. Ya sé que cometí un enorme error al mentirte y jamás me perdonaré por ello, pero solo te pido que me des la oportunidad de enmendar el daño que te he hecho —murmura María con el dolor, la culpa y la tristeza presentes tras sus iris castaños.

—¿Ahora? ¿Quieres hablar ahora, porque sí, cuando a ti te da la gana? —gruño antes de abrirme paso hacia mi puerta, tratando de evitar el problema que es mi madre y dejarla física y metafóricamente fuera de mi vida ahora que ha decidido presentarse sin avisar—. Así eres tú y siempre lo has sido: egoísta y tan necesitada de sentirte la víctima de la película que no se te ocurre pensar en el resto del mundo.

—Por favor, hija, déjame pasar aunque sean cinco minutos para hablar sobre tu padre. Sé que por fin le has conocido y por eso es el momento de poner las cartas sobre la mesa.

Justo cuando María termina de hablar, giro la llave y mi puerta principal se abre, así como el muro que mantiene todas las palabras, furia y todo tipo de cosas que quiero decirle a la mujer que tengo delante.

Y todo salta por los aires.

—¡El momento de poner las cartas sobre la mesa fue hace años, cuando me dijiste que mi padre estaba muerto porque eras demasiado cobarde y egoísta como para afrontar la realidad y pensar en tu hija! —le grito, sacando todo el fuego que tengo dentro en forma de palabras cargadas de veneno—. ¡Y tienes la poca vergüenza de venir aquí, presentarte en mi casa y fingir que tú eres la víctima en todo en esto para manipularme como llevas haciendo toda tu puta vida, y ya no me da la gana! ¡No pienso dejarte creer que has hecho algo bien porque es una burda mentira y tienes que saberlo! ¡Lárgate de aquí antes de que llame a la policía!

María me mira con cara de haber visto un fantasma, completamente helada frente a mí mientras su cabeza trata de reaccionar cuanto antes a la cascada de gritos que acabo de verter sobre ella. Sí, tal vez yo tenga dentro parte de esa furia española que me empuja a tener esta actitud tan ferviente, pero María es mi madre, cien por cien española, y ella sí que tiene la verdadera furia española en su interior.

—¡Sí, me equivoqué al mentirte, pero en todo momento lo hice pensando en ti y en nuestra situación familiar así que no vuelvas a llamarme egoísta porque no tienes ni idea de por lo que he pasado! —grita tanto o más fuerte que yo, acercándose cada vez más a mi puerta para entrar—. ¡Sé que he cometido errores, pero te quiero y no voy a dejar de luchar por conseguir hablar contigo, así que mejor que me dejes pasar ahora y terminamos con esto cuanto antes!

—¡Te he dicho que no!

Con toda la rapidez de la que soy capaz, consigo meterme en mi casa y tratar de cerrar la puerta, pero María coloca su pie enfundado en una cara bota negra entre esta y el marco para evitar que yo pueda cerrarla por completo. Probablemente parecemos dos niñas de preescolar empujando la puerta de un lado a otro para conseguir lo que nuestra tozudez desea, pero nos da igual.

El cúmulo de sentimientos que tengo en mi interior junto con la estúpida discusión de fuerza que estamos teniendo me hace romper a llorar, incapaz de encontrar otra manera de sacar todo lo que llevo dentro de una manera sana y comedida. No quiero que entre a mi casa, no quiero tener que sentir todo esto después de haber disfrutado de estos maravillosos días en Navidades.

¿Es que no puedo ser feliz de una vez por todas?

—Disculpe, pero Alexa le ha dicho que no quiere permitirle la entrada a su casa. No quiero resultar amenazador, pero si sigue tratando de violar la voluntad de su hija, voy a tener que llamar a la policía o sacarla yo mismo de este edificio.

Esa voz, grave y calmada que tan bien conozco, no suena especialmente alta, pero se alza sobre la algarabía que hemos formado mi madre y yo. No hay emoción negativa en su tono, pero la firmeza y el poder se puede distinguir en ella. Es tal la autoridad que destila que tanto María como yo paramos de empujar la puerta, y la mujer se gira con furia para ver quién ha hablado.

Ante ella se alza un Ace vestido con un simple pantalón gris y una sudadera del mismo color, con una mano en el bolsillo y la otra sosteniendo el cigarro que está fumándose. En su postura se adivina la calma más absoluta, incluso cuando María camina hacia él enfurecida y se encaran. A pesar de los tacones y su altura, ella le llega a la parte inferior de la frente, cosa que parece achantar a la mujer.

—¡¿Y tú quién te crees que eres para decirme lo que tengo que hacer con mi hija?!

Ace lleva el cigarro a su boca y le da una larga calada antes de expulsar el humo con la parsimonia y templanza propias de un monje tibetano.

—Quién yo sea o deje de ser no es de su incumbencia. Es suficiente con que sepa que vivo aquí y usted está causando molestias inaceptables en mi rellano, por lo que tengo todo el derecho del mundo a avisar al portero y a la policía para expulsarla de mi edificio —comenta antes de sacar su mano del bolsillo y alzarla ligeramente en mi dirección. Un gesto apenas imperceptible que no me pasa desapercibido mientras observo la escena entre sollozos. Una invitación silenciosa. Una oferta—. Usted sabrá si quiere disfrutar de un día como hoy en un oscuro y húmedo calabozo o prefiere dejarnos en paz y marcharse.

Mi cabeza es un huracán de sentimientos y pensamientos que soy incapaz de controlar, y tampoco puedo pensar con claridad. Mi estado me lleva a regresar a mis instintos más primarios y ahora solo veo un problema que no puedo solucionar, pero alguien que sí puede justo delante de mí, lanzándome un salvavidas en forma de gesto.

Sin pensar en nada más, dejo todo lo que tengo en las manos en el suelo de mi apartamento antes de coger su mano. En lugar de aprovechar la situación para rodearme con el brazo o atraerme hacia él, Ace me coloca con gentileza tras él, protegiéndome.

María nos mira con incredulidad y veo un aluvión de sentimientos cruzar por sus ojos en apenas medio segundo: sorpresa, confusión, enfado, comprensión... Toda su ira ha quedado completamente descolocada en cuanto he acudido junto a Ace.

—Está bien, como queráis —dice finalmente, alzando la barbilla con orgullo—. Pero esta no es la última vez que pasaré por aquí.

—Mientras se comporte como un ser humano civilizado, haga usted lo que quiera.

María fulmina a Ace con la mirada una última vez antes de marcharse furibunda por el ascensor. Cuando las puertas se cierran al fin y la mujer desaparece, me doy cuenta de que he estado sujetando la sudadera de Ace con todas mis fuerzas mientras sollozo. Quiero parar, quiero alejarme de él y volver a mi casa, pero mis músculos no responden. Solo puedo quedarme ahí parada, llorando sin parar para sacar todo lo que llevo dentro.

—Alexa, ven, entremos en casa —murmura Ace suavemente, girándose para coger mi mano con delicadeza y ayudarme a caminar hasta el interior de mi casa tras apagar y tirar su cigarro en la papelera del rellano.

Con la paciencia de una gata con sus gatitos, me ayuda a sentarme en el sofá y tapa mi cuerpo con la manta mullida que hay a mi lado. Apenas soy consciente de cómo saca unos pañuelos de papel de una caja sobre mi mesita de café para secarme las lágrimas con delicadeza, agachado frente a mí. No sé qué está pasando por su cabeza, pero no quiero que pare. Ace fue mi puerto seguro durante una breve pero cruda e intensa etapa de mi vida, y mis sentimientos actuales hacia él han quedado relegados a un segundo plano ahora mismo.

—¿Por qué?

La pregunta escapa de mis labios sin ser yo consciente y mi mirada, antes desenfocada, se centra por fin en sus ojos azules. No me hace falta añadir nada más porque sé que él me ha entendido a la perfección.

—Porque te quiero —responde con sencillez, limpiando una última lágrima de mi mejilla antes de incorporarse—. Y porque lo único que deseo es que seas feliz, aunque no sea conmigo.

—Pero... Pero tú me dejaste.

—Y ese ha sido el mayor error de mi vida, un error que jamás me perdonaré a pesar de las circunstancias.

Cuando Ace empieza a caminar hacia la puerta, no puedo evitar alzar el brazo para coger su mano, evitando que continue andando. Hace apenas una semana aprovechaba cualquier oportunidad para encontrarse conmigo e intentar explicarme lo que sea que tiene en la cabeza, y ahora se limita a marcharse sin intentar presionarme a hablar.

¿Qué quiere Ace Hale de mí?

—Ahora dices que me quieres y llevas días intentando hablar conmigo a pesar de lo enfadada que estoy, pero quieres marcharte —balbuceo, confusa—. ¿Es que ya no tienes nada que decirme?

Los labios de Ace se curvan muy levemente en un amago de sonrisa teñido de tristeza mientras me mira desde arriba.

—Tengo muchas cosas que decirte, Alexa, pero no voy a aprovechar tu debilidad en mi beneficio. Cuando hablemos, quiero que sea porque tú lo decidas siendo plenamente consciente, no después de haber experimentado emociones tan intensas —me dice antes de soltarse de mi agarre con delicadeza y caminar hacia la puerta de nuevo—. Pero ya sabes lo persistente que soy, así que no te pienses que esto acaba aquí. Te mereces una disculpa y una explicación por mi parte, así que seguiré siendo un pesado de campeonato para compensarte aunque sea un mínimo del daño que te hice.

Y así, sin esperar a una respuesta por mi parte, Ace desaparece tras mi puerta dejándome en un pozo confuso de sentimientos.

Tras el incidente con mi madre, decidí coger una maleta con algunas prendas de ropa e irme a pasar el resto de las Navidades con Liam. Sabía que mi madre intentaría volver a entrar en mi casa y hablar conmigo, y definitivamente no necesito esto en mi época favorita del año. Además, ese hecho se junta con Ace y sus palabras tras salvarme de mi propia madre, dejándome hecha un lío y aún más cabreada una vez volví a mi ser.

¿Por qué estoy enfadada? Ni yo misma lo sé. Supongo que a mi rabia ya existente hacia Ace se unía la molestia que sentía al haber tenido que recurrir a él para salvarme de mi madre, dejándome en una posición de debilidad ante él. También dijo que continuaría intentando hablar conmigo, así que decidí poner tierra por medio y matar dos pájaros de un tiro alejándome de mi casa para evitar ambos problemas.

Liam me ha recibido con los brazos abiertos y esa amplia sonrisa tan característica suya. Incluso ha comprendido mi compleja explicación acerca de la tradición hispana de tomar las uvas por Nochevieja, por lo que ahora nos encontramos a apenas media hora de medianoche, esperando que llegue el momento de tomar las doce uvas y pasar a un nuevo, y espero que mejor, año.

—Bueno, ¿estás preparado para el momento clave? Recuerda que tienes que intentar no atragantarte, no queremos encabezar los periódicos con la primera muerte del año por atragantamiento de uva.

—Creo que lo tengo todo controlado y tampoco soy idiota; si veo que no puedo con una por campanada, iré más lento. No voy a arriesgarme a morir por una uva.

Entre risas mientras fregamos los platos de la cena, no puedo evitar recordar una conversación parecida hace justo un año y comparar las dos respuestas distintas de ambos hermanos, tan parecidos y a la vez radicalmente distintos. Una parte de mi ser se resiente al pensar que estoy sustituyendo pasados recuerdos bonitos con otra persona cuando estos deberían ser únicos pero, ¿qué se supone que tendría que hacer? ¿Parar de vivir como estoy acostumbrada para atesorar recuerdos que compartí con personas que me dañaron?

No, no estoy dispuesta a eso. Como Liam siempre dice y a mí a veces me cuesta asumir, merezco ser feliz.

Cuando el reloj marca las doce menos cuarto, Liam y yo corremos a sentarnos frente a la televisión, en la que he conseguido poner uno de los canales españoles para ver las campanadas en diferido debido a la diferencia horaria.

—Venga, ¿estás preparado? ¿Llevas algo rojo? —pregunto emocionada cuando apenas quedan dos minutos.

Liam asiente con seriedad y me muestra un pañuelo rojo que lleva en el bolsillo mientras sostiene su vasito con uvas. Está tan concentrado que resulta cómico, como si estuviera a punto de enfrentarse a una competición de vital importancia. Para mi sorpresa, a la hora de empezar a tomarse las uvas, Liam consigue tomárselas exactamente cuando cada campanada suena. Incluso yo soy incapaz de hacer lo propio y me dejo dos para el final, pero le miro con los ojos como platos.

—Tienes que mantener la mente en el juego, muñeca. ¿Es que no escuchaste a Troy Bolton? Los ganadores siempre tienen la cabeza puesta en la victoria, así es como se vence.

—¿Me estás dando un discurso de victoria como si hubieras ganado las Olimpiadas solo por haber conseguido comerte las doce uvas a tiempo? —pregunto aguantándome la risa al verle tan serio y dramático.

—Sí, sí, tú sigue quitándole mérito a mis logros para sentirte mejor, pero ambos sabemos que esta victoria ha sido épica, digas lo que digas.

—Muy bien, Capitán América, ¿te vienes a dormir ya o quieres quedarte entrenando para comerte las uvas el año que viene?

—No me hace falta entrenar para ganarte también dentro de un año, muñeca.

Entre risas y empujones, Liam y yo limpiamos lo que queda de nuestra pequeña celebración en el salón antes de ir a su cama. Ya ni siquiera pregunto si debería dormir junto a él, porque es él mismo el que me arrastra a su cuarto y me presta una de sus camisetas. No sé si somos pareja, amigos con beneficio o la etiqueta que sea, y me da miedo hablar con él y descubrir que tenemos una concepción distinta acerca de la índole de esta relación. Para mí, somos amigos con beneficio cuando se trata del ámbito sexual, pero Liam es más especial que un simple chico con el que me acuesto. No sé si llegaría a llamarlo amor, pero me da miedo pensarlo.

No quiero saber nada del amor. No estoy dispuesta a permitir que vuelva a hacerme daño.

—Alexa, no hace falta que te lo diga, pero te lo repito porque sé lo tozuda que eres. —La voz de Liam me saca de mis pensamientos y me giro a mirarle mientras me refugio bajo las sábanas, directamente entre sus brazos—. Puedes venir aquí y quedarte cuando quieras, durante el tiempo que quieras. Si quieres hablar de lo que te preocupa, podemos hacerlo. Si quieres olvidarlo, entonces haré lo que quieras para mantener tu cabeza fuera del problema. Solo quiero que sepas que no eres ninguna molestia como siempre temes serlo, ¿vale?

Las palabras de Liam me hacen sentir calidez en el pecho y le sonrió, disfrutando del sonido de los latidos de su corazón bajo mi oído. Lo que dice me hace sentir bien, pero lo que hace por mí cada día es el broche de oro a la hora de ayudarme en lo que puede. No podría pedir a nadie mejor que él para mitigar esos malos sentimientos que parecen no querer marcharse nunca de mi interior.

—¿Y si alguna vez te resulto un estorbo? ¿Me lo dirás?

—Alexa —murmura con paciencia mientras acaricia mi mejilla con una sonrisa cariñosa—. Tú nunca podrías ser un estorbo para mí. Pase lo que pase.

—¿Cómo puedes estar seguro?

—¿Cómo? No tengo ni idea. Pero eso si lo sé y no dejaré de repetírtelo. Yo siempre estaré aquí, pase lo que pase. Te lo prometo.

Mis párpados comienzan a pesarme mientras habla y justo antes de que el sueño me venza, consigo escuchar sus dulces palabras susurradas en mi oído, calmando el huracán que es mi interior hasta convertirlo en una simple brisa.

Y sonrío.

¡Holita!

Ya sé que esta novela es básicamente una representación del cliché triángulo amoroso, pero ha sido escribiendo este capítulo cuando más he sentido el triángulo 🥰

¿Qué te ha parecido la escena con Ace? ¿Y la de Liam? ¿Sois team Ace o team Liam? 😂

🚨 ANTES DE MARCHARME 🚨

Mi maravillosa amiga y excelente escritora RM_Brown ha publicado su primera novela, "Hasta que cese la tormenta", en Amazon. Es un romance histórico lleno de dramita, salseo y mucho amor (justo lo que nos gusta 😉). Yo ya he pedido mi ejemplar y os recomiendo que hagáis lo mismo, pero vamos, ¡ya mismo!

Podéis encontrar el link en mi perfil de Instagram (firstslights) en la destacada "Amigos 💜" o en su perfil. No os lo podéis perder, de verdad 🥰

Ahora sí, me despido...

Os leo! ❤️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro