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19

—Bueno, bueno, ¡veo que ha llegado nuestra querida señorita Arden! ¿Estás en la lista de los niños buenos o en la de los malos?

La peculiar bienvenida de Liam en cuanto me abre la puerta de su apartamento, adoptando un tono de voz similar al que utilizan los Papá Noeles de los centros comerciales que me hace romper a reír al cruzar la puerta.

—No lo sé, ¿me han dejado algún regalo bajo el árbol o solo hay sacos de carbón? Porque debajo del de mi casa sí que he encontrado un par de paquetes con el nombre de un tal Liam Hale.

—¡Oh, ¿en serio?! ¡Ven, ven, vamos a abrir los regalos! —me insta Liam como un niño pequeño mientras me empuja hacia el árbol, bajo el que distingo dos paquetes envueltos que deduzco serán para mí—. ¿Te han regalado algo las chicas o alguien más? Cuando abras tus regalos, me gustaría saber si me he pasado o me he quedado corto con lo que voy a darte. Espero no quedar como un idiota sea cual sea la respuesta.

A mi cabeza viene inmediatamente la caja que he encontrado hoy en el balcón vecino bajo un árbol de Navidad, el único decorado navideño que he podido distinguir en ese ático desde que empezaron las fiestas. Un libro con una simple frase como mensaje, pero para mí no ha sido solo eso. Ni siquiera podría describir exactamente cómo me he sentido al recibir ese regalo en esas circunstancias, pero no es una emoción para compartirla con nadie. Es algo personal, algo que pertenece a una relación de la índole que sea, pero lo suficientemente personal como para no querer compartirlo con nadie, y mucho menos con Liam.

—No, todavía no, pero nunca nos damos los regalos el mismo día de Navidad. Ellas siempre lo pasan con sus familias, así que esperamos un poco y celebramos unas Navidades tardías. ¿Tú no celebras este día con tu familia? —pregunto mientras me siento en el suelo frente al árbol, lo cual él hace posteriormente.

—Normalmente sí, aunque no de la manera convencional. Mi familia cercana somos mi padre y yo, así que pasamos la mañana dándonos los regalos y luego comemos con la familia de mi padre. He de decir que es un poco coñazo, porque todos son un poco esnobs y el día entero parece más una especie de gala que una reunión familiar, pero al final me lo paso bien.

—¿Y qué hay de este año? —pregunto, tratando de no imaginarme a un pequeño Liam Hale recibiendo sus flamantes regalos nuevos con su padre sonriendo al lado mientras un Ace Hale adolescente estaba quién sabe dónde, olvidado por todos los que deberían quererle.

—Como mi familia sigue en Los Ángeles y yo estoy aquí, he conseguido poner la excusa de la distancia para quedarme y celebrarlo contigo. Prefiero estar contigo, ya sea sola o con tus amigas, a estar con mi familia.

—Siendo completamente egoísta, me alegro de que te hayas quedado. Un regalo más de Navidad para mí —sonrío ampliamente y le doy abrazo, notando su risa en la forma que su cuerpo vibra en mis brazos.

—Bueno, ¡vale ya de hablar! ¡Vamos a por los regalos y luego podemos tomarnos un chocolate caliente y ver una película navideña!

—¡Primero abre los tuyos!

Cojo el paquete que he traído y se lo doy, sonriendo ampliamente con nerviosismo mientras él se deshace del papel de regalo. Estoy nerviosa porque es la primera vez que le regalo algo y no sé si acertaré, especialmente teniendo en cuenta que Liam es como dos personas: un empresario elegante y con clase, pero también un chico que disfruta haciendo lo que cualquier chaval haría en una ciudad como Nueva York.

—¿Qué es esto? —pregunta con curiosidad al abrir la caja y ver el contenido, la sorpresa reflejada en su rostro de una forma muy graciosa—. ¿Dos billetes para el teatro? ¿Para el cine? ¿Para una exhibición de magia clandestina?

—¡Lee lo que pone y lo sabrás, no marees la perdiz que me voy a poner histérica!

—¡Vale, vale! A ver... —Liam coge uno de los billetes y lee lo que pone con detenimiento y curiosidad. No tarda en esbozar una amplia sonrisa, demostrándome que ya sabe para qué son los billetes—. ¡¿Vamos a ver Nueva York desde el aire?!

—Ya sé que tú probablemente tienes un helicóptero y has hecho esto alguna otra vez, pero he pensado que sería buena idea sobrevolar la ciudad contigo al atardecer como cualquier turista que viene a Nueva York, ¿sabes? Para mí ha significado mucho todo lo que hemos hecho estos cuatro meses, corriendo por la ciudad como dos universitarios normales alejados de toda la élite y lo que eso conlleva. Pero también eres parte de esa parte de la sociedad, la misma a la que pertenezco yo, y sé que disfrutas de esos lujos también. Solo se me han ocurrido dos cosas adecuadas para regalarte, y una de ellas es esa.

Mi explicación sale a borbotones de mis labios, exponiendo lo realmente nerviosa que estoy. Adoro hacer regalos y siempre pienso con detenimiento lo que dar, pero a la hora de entregarlo, siento que he cometido un error al escoger lo que sea. Ni siquiera me atrevo a mirar a Liam porque sé que va a decir que le encanta aunque fuese mentira y sus ojos me revelarían la verdad.

—Pues me encanta este regalo, ¿pero sabes lo que me gusta más? —pregunta sosteniendo mi barbilla con sus dedos para hacer que le mire a los ojos, unos iris azules que reflejan ilusión y alegría—. Que voy a poder disfrutarlo contigo. No querría ver una ciudad tan bonita como Nueva York sin la mujer más guapa a mi lado.

Mis mejillas se tiñen de rosa y no puedo evitar que una suave risa escape entre mis labios, que pronto se encuentran con los suyos en un beso dulce y apasionado. El rubor se intensifica y al separarnos, sé que probablemente parezco un tomate gigante. Para evitar que Liam se ría de mí, cojo el segundo regalo que le he traído y se lo ofrezco.

—Venga, ¡abre el segundo que es el mejor!

—Lo mejor para el final, por lo que veo, ¿eh? Bueno, vamos a ver la joya de la corona.

Liam rompe el papel de regalo mientras yo trato de aguantar la risa, especialmente cuando termina y se queda con un paquete morado brillante que le hace fruncir el ceño por la confusión.

—¿Qué, te gusta? —pregunto, en parte para chincharle y en parte para ver su reacción.

—¿Esto es lo que creo que es? ¿La colección completa de Hannah Montana, incluida la película?

—¡Pues claro! Porque tú... —Al empezar a hablar me levanto y le señalo con el dedo de forma dramática, fingiendo que sujeto un micrófono con la que tengo libre—. ¡Tienes lo mejor de ambos mundos!

Liam rompe a reír cuando empiezo a cantar la canción de Hannah Montana, haciendo un espectáculo improvisado en su salón que solo le hace reír cada vez más fuerte. Siempre he bromeado con Liam que es la versión real de Hannah Montana debido a su doble vida, así que tenía que regalarle la colección completa de la serie para poder verla con él.

—¡¿Y por qué no me has regalado también una peluca rubia?! ¡Ahora no puedo unirme a tu show como Dios manda! —se queja con dramatismo antes de levantarse y unirse a mi particular show, pretendiendo que tenemos un público de adolescentes locas muriéndonos por sus huesos.

Nuestro espectáculo dura entorno a diez minutos, hasta que Liam se tropieza accidentalmente con su alfombra y casi se abre la cabeza con la mesita de café, lo cual solo nos hace romper a reír más fuerte.

—Venga, abre tus regalos antes de que me rompa el cráneo contra una de las piezas del mobiliario. Esto de ser una superestrella es un deporte de riesgo —dice Liam entre carcajadas mientras nos incorporamos de nuevo para sentarnos frente al árbol—. Abre este primero, dejemos lo mejor para el final.

Liam me ofrece una caja que pesa poco para lo grande que es. Me siento como una niña pequeña otra vez, ya que los juguetes que me solía regalar mi madre por aquella época estaban en una caja de estas dimensiones a diferencia de los presentes que recibo como adulta. Debido a la emoción de la Navidad, no tardo en romper el papel de regalo con estampado de muñecos de nieve y descubrir qué esconde.

En mis manos tengo una caja de cartón abierta por delante, dejándome ver la cosa más adorable del mundo: un osito de peluche de color crema está sentado frente a un escritorio pequeño como el que encontrarías en una oficina, vestido con ropa que reconozco a la perfección, principalmente porque tengo el mismo conjunto en mi vestidor.

—Pero... Pero si este osito lleva mi ropa, ¿no? —balbuceo confusa, fijándome en el resto de detalles como los pequeños libros de derecho que hay sobre el escritorio o las pequeñas uñas de su patita pintadas de rosa fucsia.

—Sí, muñeca. De hecho, es la ropa que tú llevabas el día que nos conocimos, cuando viniste a mi oficina. No tengo ni idea de moda y por eso me costó mucho saber qué demonios tenía que buscar exactamente, pero si no me equivoco, es un conjunto de Chanel. Me acuerdo de todos los detalles, parezco un acosador, pero es la verdad.

Liam sigue hablando mientras mi emoción crece y recuerdo la ropa que llevaba ese día que nos conocimos por primera vez, un conjunto de cuadritos negros y blancos compuesto por un chaqueta y una falda con tacones negros de Yves Saint Laurent. El osito lleva incluso estos últimos, una adorable versión en miniatura.

—Colección de Chanel del 93 —murmuro sin pensar, aún incapaz de reaccionar como debería.

—Sí, bueno, ese año. Los zapatos tienen el logo como tacón, así que no me costó encontrarlos, pero me dijeron que fue complicado hacer una versión tan pequeña, ¿sabes? Dentro tiene un corazón, me preguntaron si quería que oliera a algo en específico y les dije que tú siempre hueles como a champán rosado y a flores. Le pusieron el olor que más se parecía, si le abrazas verás que huele parecido a ti—Liam ya está balbuceando, probablemente preocupado por la ausencia de mi reacción—. Bueno, supongo que es un regalo estúpido, no debería haberlo comprado. Es una tontería, hubiera sido mejor un viaje a...

—Me encanta —murmuro interrumpiendo su adorable discurso y levantando la mirada por fin para sonreír ampliamente y que él pueda ver lo increíblemente feliz que me ha hecho este detalle—. No solo amo los peluches, sino que encima me has regalado un mini yo con su trajecito, su despacho de bufete de abogados y mi olor. Ni siquiera sabía que te acordabas de cómo fui vestida el primer día que nos vimos y todos estos detalles... ¡Es uno de los mejores regalos que me han hecho nunca, de verdad!

Apenas tardo un segundo en lanzarme a sus brazos, posando besos por toda su cara mientras una sonrisa de alivio se extiende en sus labios y me abraza de vuelta.

—Me alegro de que te guste, muñeca. Sé que no es un regalo caro ni nada, pero me parecía un detalle bonito. En cuanto vi esa cadena de jugueterías que te hacen ositos de peluche como tú quieras, supe que tenía que hacer una mini Alexa para que la tuvieras siempre.

—Es perfecto, aunque yo hubiera cambiado una cosa —comento separándome de él ligeramente sin perder la sonrisa—. En lugar de haberle puesto un corazón con mi olor, le hubiera puesto uno con el tuyo. Yo me huelo todos los días, pero solo tengo la ropa que te he ido cogiendo cuando me la has prestado para olerte a ti.

—Puedes quedarte con mi armario entero y un lote vitalicio de mi colonia si quieres olerme en cualquier momento de tu vida. Ya sabes que haría cualquier cosa que me pidieras, aunque implicase tener que alimentar tu fetiche secreto por robar olores ajenos.

—¡Perdona, pero no soy yo la que ha puesto un corazón con tu olor específico dentro de un osito de peluche!

—¡Bueno, abre el otro regalo y deja de quejarte! —me dice entre risas, dándome una cajita pequeña de terciopelo negro en la que reconozco el logo de Tiffany.

—¿Me vas a pedir matrimonio? Lo siento, pero yo no pienso casarme con un tío que luego va a exprimirme para conseguir mi olor y venderlo en el mercado negro.

Liam ríe y niega con la cabeza mientras abro la cajita, revelando un anillo plateado que parece dos entrelazados de una forma intricada pero preciosa. Veo una única piedra pequeña de color verde en uno de los anillos, mientras que en el otro puedo leer: "tú eres tu propia euforia".

La misma frase que me dijo en lo alto de aquel edificio de Times Square.

—Solo quiero que recuerdes que puedes ser feliz por ti misma y no por alguien más. Tal vez si lo llevas en el dedo, no se te olvidará que no necesitas a nadie para sentir euforia más que a ti misma.

Mis ojos se apartan del precioso anillo para fijarse en él una vez más, sintiendo cómo las lágrimas amenazan con caer por mis mejillas. No puedo evitar lanzarme a sus brazos de nuevo, poniéndome el anillo mientras continuo en sus brazos. Ya no quiero separarme, solo deseo estar así con las mariposas que desata en mi estómago volando como locas.

—Liam, esto es precioso. Las dos cosas que me has regalado son perfectas y no podrías haber pensado en nada mejor para mí. No sé ni cómo agradecerte no solo los regalos que me has dado hoy, sino todo lo que llevas haciendo por mí desde que entré en tu oficina.

—Bueno, a mí se me ocurre una cosa —murmura Liam contra mi oreja mientras me abraza con la misma fuerza que al principio—. Quédate esta noche aquí, conmigo. Hagamos una fiesta de pijamas y estrenemos esta pedazo de colección de Hannah Montana en mi pantalla gigante con boles de helado más grandes que nuestras cabezas. ¿Qué me dices?

Mi sonrisa se ensancha ante la perspectiva de pasar el resto del día y la noche con él haciendo exactamente lo que ha descrito, y solo se me ocurre una posible respuesta a su sugerencia.

—Venga, vamos a verte en la gran pantalla, señorita Montana.

Al aparcar el coche en mi garaje, siento una tirantez en mis mejillas proveniente de la amplia sonrisa que llevo pegada en la cara desde ayer por la mañana, cuando Liam y yo intercambiamos los regalos. El resto del día solo fue a mejor, ya que estuvimos viendo Hannah Montana como dos quinceañeras en 2009. Tengo tanto helado en el estómago que creo que voy a explotar, pero eso no me impidió disfrutar de la noche con Liam pasando a otras actividades más características de adultos.

Con mi adorable osito de peluche, el anillo plateado en el dedo corazón de mi mano izquierda y una sonrisa tan grande que duele en mi cara, cierro la puerta de mi coche y me subo en el ascensor. Ninguno de los problemas de mi vida ocupan un hueco en mi cabeza ahora mismo, solo tengo las mariposas revoloteando sobre mis viejos pensamientos hacia Ace, mi familia, Travis, Faye y el resto de mis preocupaciones. La perspectiva de pasar las Navidades con Liam y celebrar la entrada de este nuevo año con una alegría.

Las puertas del ascensor se abren en la última planta y yo salgo tarareando una canción mientras saco mi llave, pero la visión de una figura me hace parar en seco. La confusión hace que la sonrisa se congele en mi rostro.

Una mujer alta está de espaldas a mí, llamando con suavidad a mi puerta y pulsando el timbre de vez en cuando, como si llevase unos minutos haciéndolo. Va impecablemente vestida y su larga melena castaña se extiende con ondas perfectas sobre su espalda. No me está mirando, no ha abierto la boca, pero podría reconocer esa figura en cualquier parte.

—¿Alexa? Cariño, sé que estás enfadada, pero ábreme por favor. Me gustaría hablar contigo.

Su voz se mete en mi cabeza y casi puedo ver cómo destruye a las mariposas una a una como un francotirador en pleno campo de batalla. El hielo que parece haber inundado mis venas pronto se ve derretido cuando el calor de la ira prende en mi estómago.

Aquí está uno de los problemas de mi vida, justo delante de mis narices.

—María, ¿qué coño haces en mi casa?

¡Hola!

Una de mis frases favoritas podría ser perfectamente el título de este capítulo: "éramos pocos y parió la abuela".

Literalmente JAJAJAJA.

Bueno, las dos preguntas rutinarias: ¿qué opináis de los regalos de Navidad? ¿Y qué pensáis del regalito final en la puerta de casa de Alexa?

Os leo! ❤️

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