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16

A menos de un metro.

Llevo preguntándome un año dónde está Ace, el hombre que me dejó sin explicación un buen día de enero, y por fin tengo la respuesta. A menos de un metro de mí, sentado como si no hubiera pasado nada entre nosotros.

Soy consciente de que la jueza está hablando y los abogados han comenzado con sus respectivos alegatos y aunque mi cuerpo se encuentra en la sala donde se está desarrollando el juicio, mi cabeza está a años luz de ahí. Escucho que alguien dice mi nombre en voz alta varias veces y trato de volver en mí hasta que algo me devuelve a la realidad de un plumazo.

—Alexa, es tu turno de declarar.

La voz, grave y calmada, proviene de mi izquierda y escuchar mi nombre saliendo de sus labios despierta un fuego en mi interior que me cuesta controlar. Mi cabeza gira lentamente en la dirección de la que proviene la voz y mis ojos se encuentran con esos iris azules que pueblan mis sueños de vez en cuando. No digo nada, no hago nada más que mirarle fijamente y dejar que este sencillo gesto diga lo que mis labios callan.

Si las miradas mataran, Ace Hale estaría a seis metros bajo tierra ahora mismo.

Apenas un segundo después, aparto la vista sin más y camino hacia el estrado. Al sentarme en el sitio indicado, me doy cuenta de que aún no sé cómo han reaccionado mis acompañantes del juicio al dramático regreso del exnovio cobarde. Me tomo unos breves instantes para fijarme en todas y cada una de las caras. Mis amigas comparten una expresión de preocupación, probablemente esperando ver una reacción negativa por mi parte, mientras que los ojos de Liam solo me preguntan una cosa: "¿Todo bien?"

Yo me limito a asentir levemente como respuesta antes de centrarme en las dos últimas caras que faltan. Faye y Travis tienen el miedo pintado en cada rasgo que compone sus rostros y casi me dan ganas de soltar una risa. Si algo bueno tiene la súbita reaparición del cobarde es el beneficio que me traerá en el juicio de hoy. Mis pensamientos hacen que mire instintivamente a Ace y la ira vuelve a arder en mi interior como una fragua recién encendida. Tengo que redirigir toda la rabia hacia otra parte porque como haga lo que mi cabeza me exige a gritos, acabaré saltando los metros que nos separan y estrangulándole con mis propias manos.

Así que dejo que mis demonios salgan al responder a las preguntas de los abogados.

Explico lo que pasó esa noche de octubre, lo que hizo Travis y todo lo que vino después. Mi rabia hace que mi discurso sea crudo y emocional, la viva imagen de una mujer a la que un hombre ha tratado de doblegar sin conseguirlo.

—Señorita Arden, ¿había alguien en esa terraza con usted que pueda corroborar su relato acerca de lo que presuntamente hizo el señor Huxley? —me pregunta Kim, mi abogada, y sé que es la última cuestión, el gancho que va a utilizar para traer el testimonio de Ace.

—Sí —respondo con firmeza antes de mirar a Ace sin emoción en el rostro. Sin embargo, en sus ojos veo... algo. No sé el qué, pero conozco esos ojos lo suficiente como para apreciar los cambios que suceden en ellos—. Ace Hale, un compañero de la universidad y el dueño de la casa en la que tenía lugar la fiesta. Él fue el que separó a Travis de mí y evitó que algo más grave pudiera ocurrir.

—Muchas gracias por su declaración, señorita Arden. Señoría, me gustaría llamar al estrado al señor Ace Hale.

—Acérquese al estrado, señor Hale —responde la jueza Pearson a la solicitud de nuestra abogada.

Al caminar de vuelta a mi puesto, Ace y yo nos cruzamos y yo me limito a mirar al frente, decidida a pasar por el trago de escuchar lo que sea que tenga que decir este idiota lo más rápido posible. Le veo sentarse en el lugar indicado para el testigo y mirarme con intensidad cargada de misterio antes de centrarse en Kim.

—Señor Hale, ¿puede usted relatar lo que presenció aquella noche?

—Yo me hallaba en mi salón charlando con algunos amigos. Tenía el ojo puesto en la señorita Arden desde el inicio de la noche, por lo que cuando vi que no estaba bailando con su grupo de amigas, me extrañé y comencé a buscarla. Es entonces cuando vi que estaba a apenas unos metros de mí, en el balcón de mi ático, siendo abrazada por el señor Huxley. Al principio no me extrañó, ya que mantenían relaciones esporádicas, pero entonces vi que ella trataba de apartarle mientras él empezaba a tocarla de manera inapropiada. Nadie parecía dispuesto a hacer nada y la situación se iba agravando por momentos, así que fui yo el que tuvo que apartar al señor Huxley a la fuerza. No tenía intención de ejercer violencia contra él, pero tuve que reducirle con un golpe ya que su insistencia, incluso después de mi intervención, resultaba bastante agresiva. Tras resolver la situación, acompañé a la señorita Arden a casa.

Revivir esa noche agridulce en boca de Ace hace que mi estómago comience a moverse de forma extraña, especialmente cuando ha mencionado el hecho de que tenía el ojo puesto en mí aquel día. Una parte de mí, minúscula pero ruidosa, se siente como una adolescente al escuchar que su amado le corresponde, pero eso solo alimenta la cruda rabia que siente esa otra parte mayoritaria de mi cabeza.

¿Cómo pude pensar que un idiota superficial sacado de una novela barata para adolescentes sentía algo por mí?

—Señor Hale, ¿podría usted describir cómo era el comportamiento del señor Huxley con la señorita Arden antes de su intervención?

—Diría que insistente y desagradable —responde Ace, y esta vez sus ojos están posados en Travis, taladrándole con la mirada—. Estaba tratando de tocar sus partes privadas, probablemente intentando forzarle a practicar relaciones ahí mismo. A pesar de la resistencia de la señorita Arden, consiguió varias veces su cometido y justo antes de mi intervención, él estaba ejerciendo fuerza para tratar de arrastrarle a mi habitación, la cual está conectada al balcón.

—Muchas gracias por su testimonio, señor Hale. No hay más preguntas, señoría.

—Abogado defensor, ¿tiene usted alguna pregunta para el señor Hale?

—Sí, señoría —responde, lo cual no me sorprende, e incluso me espero lo que va a preguntar. El verdadero misterio será la futura respuesta de Ace—. Señor Hale, ¿qué relación mantenía usted con la señorita Arden en el momento del presunto incidente?

—Vecinos y compañeros de clase, simplemente. Es más, hasta donde tengo entendido, la señorita Arden me odiaba por aquel entonces.

—En ese caso, ¿por qué ha dicho usted que tenía un ojo puesto en ella esa noche?

—La señorita Arden me atraía físicamente y esperaba poder hablar con ella durante la fiesta—responde Ace con calma, mirando al abogado durante el interrogatorio, aunque podría jurar que, durante un breve instante, sus ojos se han posado en mí.

—¿Y consiguió usted mantener alguna relación de cualquier índole con la señorita Arden en un futuro próximo a la noche en cuestión? En caso afirmativo, ¿podría explicarnos la naturaleza de esa relación?

—No veo qué tiene eso de importante en el tema a tratar hoy, pero sí —dice él y por primera vez hoy puedo ver cómo su máscara fría se resquebraja. Tal vez solo sea una fina y pequeña grieta en la expresión indiferente que porta desde que entró en la sala, pero puedo ver su ceño fruncirse apenas un segundo antes de volver a reflejar frialdad—. La señorita Arden y yo comenzamos a salir a finales de ese mismo mes de octubre.

—Entonces puedo deducir por sus palabras, señor Hale, que pudo usted actuar en el pasado movido por sus sentimientos hacia la señorita Arden. Tal vez incluso me atrevería a añadir que lo que siente usted hacia ella puede hacer que distorsione la historia de lo que ocurrió y su despecho al ver la relación que mantenían mi representado y la señorita Arden aquella noche le hicieron intervenir en un mero momento entre amantes...

—¡Protesto, señoría! ¡Argumentativa! —interrumpe Kim con vehemencia.

—Adelante, atrévase a deducir todo lo que usted quiera —interviene Ace con calma antes de que la jueza responda a la objeción—. Siguiendo con su espectacular razonamiento, yo resaltaría el hecho de que yo empecé a enamorarme de la señorita Arden antes que ella, así que pudieron moverme los celos. Luego dirá que, una vez empezamos nuestra relación, quise vengarme del señor Huxley movido por esos mismos sentimientos, y podría poner el broche de oro alegando que, ahora que la señorita Arden y yo ya no mantenemos una relación, estoy aquí para tratar de que vuelva conmigo. Entonces se pararía frente a mí con esa sonrisa de idiota pedante, creyendo que ha descubierto América, cuando la realidad es que no sabe nada. ¿Y cómo es que un abogado con una reputación como la suya es más inútil que el cenicero de una moto? —Ace habla con calma, sin trabarse, fijando esos ojos azules tan fríos como el mismo Ártico en el abogado. Apenas lleva hablando unos segundos, pero ni siquiera ha podido sostenerle la mirada a pesar de ser claramente mayor que él y estar en posición dominante al ser el que le interroga—. Porque usted no sabe que fui yo quien rompió con la señorita Arden dos meses después, el que se marchó de Nueva York ese mismo día y no ha querido saber nada de ella durante este último año. Vamos, sé que en el fondo tiene usted más de una neurona funcionando en esa cabeza, pero le ayudaré con la última conclusión: ¿es ese el comportamiento de alguien que quiere recuperar a otra persona?

Las palabras de Ace, recitadas de una manera tan calmada a la par que amenazadora, sumen a la sala en un silencio cargado de tensión durante un segundo que parece durar una hora. En ese instante, mi interior explota en una bomba de sentimientos tan intensos y distintos que ni siquiera podría reaccionar aunque estuviera a solas con Ace en otras circunstancias. Veo que no soy la única que ha quedado conmocionada, ya que el rostro del abogado de Travis está tan colorado que parece a punto de estallar.

—¡Protesto, señoría! —clama con violencia.

—¿Con qué razón, letrado?

—¡Él...! ¡Él...! ¡Me ha...!

—Rechazado —interrumpe la jueza y casi puedo ver una sonrisa luchando por abrirse camino entre sus labios—. ¿Alguna pregunta más para el acusado?

Antes de responder, veo a Travis llamar al abogado defensor y susurrar algo en su oído. Él asiente y parece relajarse un tanto cuando vuelve a acercarse al estrado donde Ace está sentado como un rey en su trono.

—Sí, señoría —responde y, a pesar de que está de espaldas a mí, puedo notar la sonrisa en los labios del abogado cuando habla—. Señor Hale, ¿a día de hoy sigue usted enamorado de la señorita Arden?

—¡Protesto, señoría! ¡Irrelevante!

—No —responde Ace con frialdad, mirando con tanta intensidad al abogado contrario que podría desintegrarle si quisiera—. Hace un año que no siento nada por la señorita Arden. No es mi amiga, no es mi novia y, definitivamente, no es mi interés romántico.

Mi cuerpo parece perder toda relación con la gravedad durante un segundo antes de sentir que me precipito al vacío con una rapidez vertiginosa. La realidad me golpea y veo la escena ante mí como si de un sueño se tratase. Sí, ya no siento nada por él. Sí, le odio por lo que me hizo y sí, no quiero volver a saber nada de él en lo que me queda de vida.

Pero duele escuchar esas palabras de alguien que una vez ocupó un lugar tan grande en mi corazón.

—Bueno, yo creo que ha ido bien, ¿no? Sé que solo es el primer día y aún quedan unos cuantos más, pero si todo va como ha ido hoy, yo diría que lo tenemos ganado.

Las palabras de Liam llegan a mis oídos con eco, como si me hablase desde metros de distancia en lugar de encontrarse en el asiento trasero del coche conmigo. Acabamos de salir del juzgado y todavía sigo conmocionada, lo cual probablemente hayan notado mis amigos porque ninguno ha mencionado nada sobre Ace. Ni siquiera Liam, que seguro está alucinando tanto como yo, ha dicho nada acerca de la aparición sorpresa de mi exnovio mientras me acompaña a casa. Sin embargo, el elefante en la habitación es gigante y no puedo pretender que no existe. Ni puedo ni quiero.

—Liam, no sé si quieres hablar de Ace o no, pero sé que lo que ha pasado entre ayer y hoy ha sido una puta locura y yo sí quiero hablar sobre ello. Necesito entender por qué ha vuelto y ha dicho todas esas cosas, y por qué parece una especie de robot rapado con ganas de matar a todo el mundo con la mirada. ¡¿Es que no va a dejar de volver a mi vida nunca?!

Liam me mira y suspira, pasando las manos por su pelo largo hasta terminar recogiéndoselo en un moño. Su expresión refleja la misma incertidumbre que siento yo y solo espero que podamos hablar, aunque no lleguemos a ninguna conclusión.

—Honestamente, no lo sé, pero yo también me lo he preguntado. No entiendo nada de lo que ha pasado desde que le vimos en Los Ángeles, así que no puedo ofrecerte respuestas. Lo que sí puedo darte es mi opinión, aunque no me hagas mucho caso porque no tengo la verdad absoluta —dice antes de suspirar y mirar hacia arriba durante un breve instante—. Yo creo que quiere ayudarte y tal vez volver a tu vida. Igual se siente mal por comportarse como un capullo o yo que sé, pero no me gusta que aparezca de repente como si no hubiera pasado nada. ¿Qué demonios espera conseguir?

—¡Eso es lo que pienso yo! ¡No sé por qué ha aparecido justo después de verme contigo, aunque si pienso mal me lo puedo llegar a imaginar! ¡¿Es que está celoso por haberme visto contigo?! Porque para él eres el mismísimo demonio, ¿sabes?

—Ojalá pudiera ayudarte, pero llevo años sin saber nada de él. ¿Sigue sintiendo algo por ti? ¿Está celoso? ¿Está enfadado? ¿Y si solo quiere atar todos los cabos sueltos relacionados contigo antes de volver a marcharse para siempre? ¿Tiene un doble malvado secreto que tiene secuestrado al verdadero Ace y quiere suplantarle la identidad? Para mí, podría ser literalmente cualquiera de esas opciones —bromea Liam para aliviar un poco el ambiente.

Tal vez sea por toda la tensión que ha causado un nudo en mi estómago o el enfado que he tratado de reprimir por todos los medios y por fin puedo sacar de alguna manera, pero la pequeña broma de Liam me hace soltar una carcajada. La improbable imagen de Ace y su gemelo malvado dominando el mundo me resulta cómica y ahora más que nunca lo que necesito es reírme.

—¿Sabes qué? Creo que lo de la suplantación de identidad me cuadra, pero la dominación del mundo no es mi problema directo así que paso de preocuparme por ese idiota o su gemelo malvado.

—Tranquila, muñeca, yo estaré aquí para defenderte si el apocalipsis empieza en alguno de los próximos días.

Entre suaves risas, puedo ver a través de la ventana que hemos llegado a mi edificio. La visión de este hace que recuerde un pequeño gran detalle que se me había pasado por alto hasta ahora porque tenía cosas mucho más importantes en las que pensar.

—Oh, mierda —murmuro mirando al edificio que se alza ante mí a través de la ventanilla del coche—. ¿Crees que ese idiota o su idiota gemelo malvado siguen siendo mis vecinos?

—Ah, joder. ¿Quieres que suba contigo por si acaso?

—No, creo que esa no es la mejor idea. Puedo lidiar con él yo sola si es que sigue viviendo enfrente. Me limitaré a pretender que esa casa sigue vacía tanto si lo está de verdad como si no.

—Está bien, pero si tienes algún problema llámame, ¿vale? Puedo venir aquí o puedes venirte tú a mi casa, lo que prefieras. Lo último que quiero es que tengas problemas.

—Gracias, Liam —respondo con una sonrisa antes de darle un rápido beso en los labios y salir del coche.

El camino de vuelta a mi casa se me hace eterno a pesar de estar a apenas unos minutos. En mi cabeza se suceden mil y un posibles sucesos si Ace sigue ocupando la casa de al lado. Cuando salgo del ascensor al llegar al último piso, casi siento mi corazón a punto de salirme por la boca. Camino sin hacer el más mínimo ruido hasta llegar a mi casa, entrando tan rápido que casi me tropiezo con mis propios pies. Ya está, he llegado a mi casa.

Misión cumplida.

Mientras el sol cae tras los altos edificios de Manhattan, me preparo un largo baño caliente y una ensalada para cenar. Después de toda la tensión acumulada en el día de hoy, ambas cosas me sientan mejor que nunca. Al ver la anaranjada luz del sol teñir el cielo, cojo mi paquete de cigarrillos y salgo al balcón a ver los últimos minutos del atardecer fumándome un cigarro.

Por fin tengo paz, por fin silencio después de este día de...

—Alexa.

El humo del cigarro sale expulsado de mis pulmones tan rápido que casi me atraganto y me giro hacia la izquierda, desde donde esa estúpida voz ha salido. Una vez más será mi mente jugándome malas pasadas, haciéndome escuchar lo que no existe.

Pero no. Esta vez le veo de pie frente al pequeño muro rematado por cristal que separa nuestros balcones, mirándome con una súplica escrita en los ojos.

—Lo siento, no estoy interesada en entablar una amistad con vecinos nuevos.

—Alexa, tenemos que hablar.

Esas cuatro simples palabras me llevan de golpe a un día de principios de enero hace un año, cuando él entro en casa saludando con esa misma frase que precedió al desastre.

Y estallo.

—¿Cómo que tenemos que hablar? —siseo entre dientes mientras me acerco al borde de mi balcón, quedando separada de él únicamente por el muro. Tiene la cara amoratada y una parte muy lejana de mi cabeza piensa que probablemente se haya maquillado para taparlo en el juicio—. ¡¿Cómo que tenemos que hablar después de un año sin dignarte en aparecer por aquí?! ¡¿Cómo que tenemos que hablar después de dejarme de un día para otro y olvidarte de que existo?! ¡Eres un puto miserable y no mereces ni un minuto de mi tiempo!

Ace soporta la lluvia de gritos con estoicidad, manteniendo la súplica en ese rostro tan carente de vida de repente. Hace un año habría jurado que le conocía casi mejor que nadie, pero ahora mismo no reconozco al hombre que tengo delante.

—Lo sé, créeme que lo sé, pero no te insistiría si no fuera algo importante. Necesito saber algunas cosas por tu seguridad y saber que estás a salvo porque...

—¡Que te calles! —interrumpo apuntándole con mi larga uña acrílica—. ¡No te atrevas a fingir que te importo porque dejaste claro que no es así, no solo hace un año cuando te largaste como un puto cobarde, sino también hoy en el juicio con ese estúpido discurso sobre lo poco que te preocupo! ¡Estoy harta de dejar que tus mentiras de mierda me afecten!

—Todo lo que he dicho y hecho en el juicio de hoy ha sido buscando lo mejor para tu caso. No tienes por qué creerme, ni siquiera tienes por qué escucharme, pero te pido por favor que al menos me concedas cinco minutos para hablar contigo.

Nuestros ojos vuelven a encontrarse y por primera vez desde que le reconocí subido en ese ring, veo una chispa de emoción en lo que antes era un muro de hielo. Veo pena, tristeza, desolación, desesperación... Mil emociones que antes habrían ablandado mi corazón y me hubieran empujado a sus brazos, pero no. Ya no.

—Tú no me diste ni un solo minuto cuando decidiste salir de mi vida sin mirar atrás.

Antes de que pueda responder, me doy la vuelta y camino hacia mi salón, decidida a evitar a mi nuevo viejo vecino de ahora en adelante por el bien de mi salud mental. No quiero escuchar nada más de lo que quiera decir, pero su último comentario llega a mis oídos y a mi corazón.

—No volveré a hacerte daño nunca más, Alexa. Te lo prometo.

¡Hola, cielitos!

Ya estoy escuchando a Raquel (RM_Brown ) chillándole a Alexa que salte el muro y escale a Ace cual palmera cocotera, PERO NO, querida. Coge al feminismo al que le has pegado una patada por lanzarte a los brazos de Ace 🙄.

Parece que Ace ha vuelto definitivamente, justo con todo el cacao maravillao que tiene Alexa montado. ¿Por qué creéis que ha vuelto ahora y no antes? ¿Creéis que Alexa debería hablar con él?

¡¡QUIERO LEER VUESTRAS REFLEXIONES!!

Os leo! ❤️

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