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15

Hay sueños que son comunes en los seres humanos. Todos alguna vez hemos soñado que volábamos, o que se nos caían los dientes, o el inicio de un repentino incendio en tu casa mientras te encuentras dentro. El ser humano comparte rasgos de su subconsciente, incluso en aquello que ocupa nuestra mente mientras dormimos, pero hay un sueño por antonomasia que todos hemos experimentado alguna vez: soñar que nos precipitamos al vacío sin freno ni razón hasta que chocamos de golpe y nos despertamos como si hubiéramos caído desde un décimo piso. Nuestro estómago se da la vuelta, nos late el corazón tan rápido que amenaza con salir por la boca y el susto ocupa nuestro cuerpo durante los largos minutos en los que volvemos a ser conscientes de la realidad.

Esa sensación de terror, ese golpe de realidad que, paradójicamente, nos retorna a la misma, es exactamente lo que siento al reconocer a Ace en el ring.

En cuanto sus ojos encuentran los míos y se reconocen como dos viejos amigos, la caída comienza. Como Alicia al caer por la madriguera del conejo blanco, veo pasar a mi alrededor mil objetos que forman recuerdos de mi pasado con el que una vez creí era el amor de mi vida. El mundo se para a nuestro alrededor y solo existimos nosotros, mirándonos como dos ciervos sorprendidos de pleno por los faros de un coche. Mi cuerpo ha perdido la capacidad motora y tendría que venir un remolque ahora mismo para conseguir sacarme de aquí.

Y entonces, llega el golpe que señala el fin de la caída.

—¿Alexa? ¿Te encuentras bien?

La voz de Liam consigue colarse en mi nublada mente y aparto mis ojos de esos zafiros azules que parecían tenerme encadenada a ellos. El mundo vuelve a existir a mi alrededor y los gritos, el olor la visión del entorno cobran sentido de nuevo, dejando atrás el aluvión de recuerdos de un pasado que había estado enterrado hasta ahora.

—Mira al Demonio, Liam. Mírale bien y dime que no te suena, aunque sea un poco —balbuceo mirando a mi acompañante con intensidad y un nerviosismo que provoca que hable de forma atropellada.

En el mismo instante en el que Liam gira la cabeza, la campana que señala el inicio del tercer asalto resuena, haciendo que sea más difícil distinguir los rasgos de cualquiera de los luchadores al comenzar estos a pelear de nuevo. Ace se mueve con unas fuerzas renovadas, encajando dos patadas tan rápidas en el costado de su oponente que no le da la oportunidad de alzarse en pie. Tal vez estemos a metros de distancia, pero casi puedo sentir el inmenso calor que desprende la hoguera en la que se ha convertido su interior. Ya no parece un hombre que simplemente pelea contra su oponente, sino un autómata dispuesto a acabar con todo aquello que se le presente por delante. Su actitud ha cambiado radicalmente de una fría indiferencia a la rabia más violenta y candente.

Esta fiereza y actitud salvaje destacan aún más cuando Ace se sienta sobre el Capo y empieza a encajar un puñetazo tras otro en su rostro. Su expresión es un rictus de ira cruda y atroz, la cual puedo ver y analizar con todo lujo de detalles ahora que está cara a cara conmigo.

Ahora entiendo a la perfección por qué le llaman el Demonio.

—No me lo puedo creer. —El hilo de voz que escapa de los labios de Liam podría ser acallado por el ruido ensordecedor que alberga la sala, pero llega a mis oídos como si lo hubiese gritado a los cuatro vientos—. Parece él, pero... No sé, nunca le había visto de esta manera. ¿Estás segura?

—Apostaría todo el dinero que tengo a que ese hombre es Ace Hale, tu hermano.

—No me lo puedo creer.

Las últimas palabras que dice Liam resuenan en mi cabeza mientras mi exnovio continua pegando puñetazos sin descanso. Pensé que pararía una vez resonase la campana que señala su victoria, pero parece dispuesto a terminar con su vida. Diría que Ace es incapaz de hacer una cosa tan terrible y aberrante de forma tan gratuita, pero la persona que se esconde detrás de esos fríos ojos azules no es la misma que yo conocí.

Tengo que pararle, recordarle quién es, o quién era, por lo menos.

—¡Demonio, para, lo vas a matar! —chillo lo más alto que permiten mis pulmones, agarrando las cuerdas del ring con tanta fuerza que me hago daño.

Ace no parece escucharme y pronto veo la sangre salpicar su cuerpo semidesnudo y el suelo que le rodea. Hace rato ya que el cuerpo del Capo permanece inmóvil en el suelo mientras recibe golpes sin descanso, y es cuestión de tiempo que esa quietud dure para siempre.

Y no estoy dispuesta a que ese idiota vaya a la cárcel. No estoy dispuesta a que arruine su vida en un segundo, sea por lo que sea.

Con un rápido y firme movimiento, consigo zafarme del abrazo de Liam y agarrar las cuerdas superiores del ring, dando un salto para tratar de subirme a la plataforma del mismo. Maldigo en voz baja mi corta estatura y salto de nuevo, ignorando los gritos de Liam que me imploran que pare y me quede junto a él. No, no puedo parar. Si nadie va a impedir que Ace se convierta en un monstruo, voy a tener que ser yo la que lo haga.

En el mismo momento en el que consigo levantar un pie y ponerlo en el suelo del cuadrilátero, veo el rostro de Ace alzarse y mirarme directamente. La rabia pura y candente que nublaba sus ojos es sustituida por una sucesión de emociones de las que apenas consigo distinguir un puñado: sorpresa, miedo, tensión... Casi parece que el cuerpo del Capo está desprendiendo descargas eléctricas, porque Ace prácticamente pega un salto y se aparta, dejando que los hombres que acompañaron a su oponente al ring retiren el cuerpo inconsciente para socorrerle de inmediato.

Ace ya no me mira, sino que recorre con la vista lo que le rodea mientras el árbitro le declara vencedor del combate. En apenas un segundo, veo cómo salta las cuerdas del ring y sale corriendo por la misma puerta por la que apareció, dejando una montaña de preguntas en mi cabeza y un revoltijo de emociones en mi corazón.

—No entiendo nada —repito por enésima vez, caminando de un lado a otro por el pequeño pasillo del avión privado de Liam.

—Imagínate yo. Casi diez años sin ver ni hablar con mi hermano como Dios manda y ahora descubro que está metido en ese mundo, y no solo eso, sino que es uno de los mejores. Pensaba que mi padre exageraba cuando me decía lo que solía hacer mi hermano, pero ya veo que es tal cual describía.

Hemos salido del combate hace horas e ido directamente al aeropuerto para volver a Nueva York. No tenemos un solo minuto que perder porque a lo largo de la semana que viene va a desarrollarse lo que llevo ansiando un largo año: el juicio contra Travis. Con todo lo que ha sucedido durante ese tiempo casi se me había olvidado, pero cada vez que veo a ese indeseable en la universidad recuerdo la paliza judicial que pretendo darle. Voy a luchar con todas las herramientas que tenga porque ese hombre termine entre rejas, aunque no creo que sea una de las opciones más probables, y menos aún ahora que uno de mis testigos clave está fuera del mapa.

Sin Ace para corroborar mi versión, voy a tener que emplear el doble de mis fuerzas para alcanzar mi objetivo.

—No, no, tú no lo entiendes —respondo negando con la cabeza, sintiendo que esta me pesa quinientos kilos debido a todo lo que acaba de pasar hoy, todo lo que he descubierto de un plumazo—. Ace era así antes, cuando era adolescente. Me dijo que era su vía de escape hasta que empezó en el negocio de los clubes y se metió en la universidad. Él nunca ha sido agresivo, no por decisión propia al menos, y no es el tipo de persona que se metería en un mundo como ese como quien da un paseo por el parque. Será un gilipollas mentiroso y cobarde, pero no es ningún peligro.

—Muñeca, no te ofendas, pero apenas le conoces de unos meses. Sé que salisteis juntos y compartisteis muchas cosas de vuestros respectivos pasados, y no te ofendas por lo que te voy a preguntar, pero habiendo terminado vuestra relación con mentiras tan burdas, ¿cómo puedes estar segura de que no te ha mentido en más cosas?

Las palabras de Liam me hacen parar en seco y ofrecen una cuerda de ayuda para sacarme de este pozo de pensamientos en el que me estoy metiendo yo sola. La tensión y la ansiedad hacen que mi cabeza anule automáticamente muchas posibilidades que podrían explicar este misterio, así que la visión de alguien que no está encerrado en esta espiral me hace replantearme todo de manera distinta.

¿Y si Ace no solo me mintió al final de nuestra relación? ¿Y si omitió gran parte de su pasado adolescente a propósito porque no lo había dejado atrás del todo? Hasta que conocí a Liam, lo único que sabía de esa época de la vida de Ace era que había estado metido en el mundo de las peleas clandestinas durante unos años, lo cual también hizo que tuviera ciertos encontronazos con la ley de los que salió airoso gracias a la influencia de su apellido. Hasta donde yo sabía, él ya no hacía nada de eso, ni siquiera se parecía a la persona que una vez me dijo que fue, pero ahora ya no sé si todo era una fachada provisional. Tal vez la persona que conocí durante los últimos cuatro meses del año pasado no era más que una máscara para ocultar un secreto más grande.

—No, la verdad es que no puedo estar segura —murmuro con la mirada perdida en el suelo del pasillo, olvidando cómo se camina por un instante—. Esta noche me ha hecho replantearme todo lo que he vivido con Ace. Se marchó con una explicación cutre y ahora descubro que se fue a Los Ángeles a pegarse con otros tíos por dinero como solía hacer cuando era un adolescente a la deriva. ¿Es que prefiere vivir esa vida a la que compartía conmigo?

Liam alarga el brazo para tomarme de la mano, tirando de mi cuerpo hasta quedar sentada sobre su regazo. Colocando la mano en mi mejilla, me gira la cabeza suavemente para mirarle, sonriendo ligeramente. El torbellino de pensamientos que hay en mi cabeza se ve apaciguado por la tranquilidad que desprenden sus ojos azules.

—Alexa, respira. No importa lo que haya pasado, no quiero que jamás pienses que cualquier decisión que haya tomado mi hermano o cualquiera a tu alrededor ha sido por culpa tuya. Según lo que me has contado, tú no hiciste nada, es más, te mintió y se marchó sin dar explicaciones coherentes. ¿Por qué vas a romperte la cabeza pensando en el razonamiento de alguien que ha demostrado no merecer tu tiempo y energía?

—Lo sé, si tienes razón, pero no puedo evitarlo. Soy una persona que siempre necesita explicaciones coherentes a todo lo que no tiene sentido a mi alrededor. Había conseguido pasar página con Ace y asumir que simplemente se había librado de mí de forma cutre para largarse, pero ahora he vuelto a verle y... —Las palabras se extinguen en mis labios al darme cuenta de lo que estoy a punto de decir.

"He visto cómo me miraba y alguien a quien he dejado de importarle no me miraría así", pienso antes de mencionarlo en voz alta, pero consigo morderme la lengua antes de decirlo. Ni siquiera yo sé la razón exacta de por qué no quiero compartir los detalles pasados y ahora actuales de mi relación con Ace. En mi cabeza, mis experiencias con ambos están completamente separadas por un muro infranqueable y siento que no es adecuado que ambos mundos compartan espacio.

—¿Qué ibas a decir? —pregunta Liam, sacándome de mis propios pensamientos durante un breve instante en el que aprovecho para pensar cualquier otra cosa que decir.

—Que he vuelto a verle y creo que no merece la pena seguir pensando en posibles razones por las que se marchó sin darme ninguna explicación. Si prefiere dedicarse a meterse en peleas con otros idiotas a vivir una vida trabajando en lo que le gusta con la mujer de la que supuestamente estaba enamorado, es su puto problema, no el mío. Estoy harta de perseguir fantasmas del pasado que no van a llevarme a ninguna parte.

Tal vez mi corto pero vehemente discurso sea una cortina de humo para evitar decir lo que realmente estaba pasando por mi cabeza, pero a medida que las palabras salen de mi boca, me voy dando cuenta de que realmente estoy de acuerdo con todo lo que estoy diciendo. Da igual que Ace volviera a su graduación vestido con el traje que diseñamos juntos, da igual que me buscase con la mirada en la pelea y da igual que parase de pelear antes de que yo  pudiera subir al ring para frenarle. La única realidad palpable es que me dejó, se marchó y no he vuelto a saber nada más de él por parte de su propia persona. Eso demuestra que sigue sin querer tener nada que ver conmigo a pesar de todo y ya está, no hay ninguna lectura subliminal que pueda decir lo contrario.

—No dejes que los fantasmas de todo aquello que te hirió en el pasado te dañen cuando estás en un buen lugar emocional y psicológico —dice Liam acariciando mi mejilla—. El pasado solo va a resultarte un lastre que te pondrá piedras en el proceso de superar aquello que resulta un verdadero problema para ti en la actualidad.

—También te refieres a lo de Travis mañana, ¿verdad? Ahora que lo dices, me has recordado que sin Ace, me falta un testigo importante. Espero que su ausencia no suponga un problema grande a la hora de conseguir justicia.

—A ver, repasemos lo que tienes hasta ahora: tienes testigos de la fiesta, tienes pruebas de que ha estado tratando de joderte hasta ahora y lo más importante, tienes una confesión en audio de él mismo. No es por ser parcial, pero creo que las evidencias hablan por sí mismas.

—Todo eso es verdad, pero yo tampoco he sido un angelito durante este tiempo. Si puede demostrar todo lo que he hecho contra él en las carreras y aquel mensaje en redes sociales que manchó bastante su reputación, tal vez mi victoria se vea amenazada seriamente —menciono con una sonrisa intranquila, jugando con mis dedos debido a la tensión.

—Para eso estamos tu abogado, tus testigos y yo, para tapar tus posibles trapos sucios de la manera más conveniente posible —dice él con una sonrisa antes de hacerme cosquillas en los costados, provocando que una suave risa comience a escapar de entre mis labios—. Tal vez la familia Huxley sea muy influyente en Nueva York, pero tienes a los Hale a tu espalda, muñeca. Yo represento a mi padre en la ciudad y mi apellido tiene mucho más poder que el de ese idiota

—Vaya, parece que alguien aquí no tiene abuela, ¿eh? Veo que te encanta alardear.

Liam sonríe con arrogancia antes de inclinarse para besar mis labios, abrazándome contra su cuerpo.

—No es alardear si es verdad, muñeca.

La tensión que siento sobre mis hombros no desaparece cuando entro en el juzgado, sino que aumenta todavía más. Parece mentira que alguien que se va a dedicar al mundo legal se sienta tan nerviosa al entrar en lo que será uno de sus lugares de trabajo, pero no es lo mismo venir aquí como abogada que como parte activa de un juicio.

Gracias al cielo, mi tensión se evapora poco a poco cuando siento la mano de Liam sosteniendo la mía y la presencia de mis amigas a mi alrededor. No estoy sola en esto, les tengo a ellos para creer en mí y luchar a mi lado por la victoria, así que al menos les debo a ellos estar serena y hacerlo lo mejor posible hoy.

—Bueno, chicas, recordad que esto no es una fiesta de Hayden, ¿eh? Aquí tenéis que quedaros calladitas pase lo que pase —digo entre risas nerviosas cuando llegamos a la puerta de nuestra sala, momento en el que tendremos que separarnos. Yo me sentaré en el banquillo de la acusación y ellas tendrán que quedarse a la espera de ser llamadas—. Como a alguna de vosotras se le ocurra soltar algo que no debe y el juez nos abronque, no os lo perdonaré.

—Tranquila, nos reservamos los cuchillazos para la salida cuando no haya cámaras ni nada. Las cosas de dudosa legalidad hay que hacerlas en privado —responde Cher con un guiño antes de fundirnos en un abrazo grupal.

—Mucha suerte, muñeca, aunque dudo que la necesites. La justicia se abrirá camino hoy, estoy más que seguro de eso. Tú mantente fría y sé la Alexa certera que todos admiramos —dice Liam antes de darme un abrazo.

Todos entramos juntos en la sala, pero Kim, mi abogada, y yo nos sentamos en nuestros respectivos lugares. No puedo evitar mirar a la silla vacía a mi lado, lugar donde debería estar sentado Ace al haber interpuesto la denuncia conmigo, pero sacudo la cabeza para evitar pensar en ello. Tengo que mantener la concentración en lo que importa y la ausencia de ese idiota no es relevante ahora mismo.

Por suerte o por desgracia, una distracción entra por la puerta en forma de gilipollas y su novia pelirroja. Travis y Faye son el centro de las miradas de todo mi grupo de amigos cuando caminan con esa estúpida arrogancia entre los bancos de la sala, seguidos por su abogado. Si pudiera, les borraría esa estúpida sonrisa de idiotas de un bofetón.

—Arden —saluda Travis con altivez—. ¿Preparada para ver lo que les sucede a las mujeres que denuncian en falso a hombres por despecho?

—Perdona, pero creo que te equivocas de película. Hoy toca la del intento de violador al que acaban metiendo entre rejas.

—Ah, pero veo que has venido sola al cine, qué pena. ¿Dónde te has dejado a tu perrito faldero?

—No necesito a nadie para darte una paliza y creo que ya lo he demostrado más veces de las necesarias —respondo con una sonrisa tranquila—. Pero bueno, no me importa repetirlo para personas con problemas de entendimiento.

Travis frunce el ceño y está a punto de responder, pero la jueza entra y sube al estrado, haciendo que la sala se suma en un silencio respetuoso. Kim y yo nos levantamos por respeto, ignorando por completo a Travis. El nudo de mi estómago no ha desaparecido, pero ya no lo siento estrangularme. Espero que mis nervios vayan desapareciendo a medida que avance el juicio.

—Todos en pie para recibir a la honorable jueza Pearson —anuncia un funcionario antes de que la jueza nos haga un gesto para indicar que nos sentemos.

—Buenos días, pueden sentarse —dice ella haciendo lo propio—. ¿Se encuentra en la sala el acusado, el señor Travis Huxley?

—Así es, señoría.

—En cuanto a la acusación, veo que está presente la señorita Alexa Arden y su abogada, pero parece que falta un miembro —comenta la jueza con el ceño fruncido por la confusión—. ¿Está en la sala el señor Ace Hale?

Kim se levanta con pesadumbre y yo miro a la mesa de madera frente a mí, sintiendo el nudo en mi estómago palpitar con mi corazón como si fuese a salir por mi boca.

—No, señoría, el señor Hale...

—Ha llegado con un leve retraso, señoría. Mis más sinceras disculpas, estoy dispuesto a abonar la multa apropiada por mi falta de respeto. ¿Se me permite tomar asiento en mi lugar de la acusación?

Esa voz, tan inconfundible que podría distinguirla entre un mar de gritos, se alza sobre el silencio del juzgado. Mi cabeza salta para mirar a la derecha como movida por un resorte, sin saber si estoy escuchando voces o realmente está ocurriendo lo que creo que está ocurriendo.

—¿Es usted el señor Ace Hale? —pregunta la jueza con la ceja alzada—. Si es así, puede tomar asiento a pesar de haber llegado con retraso, pero no toleraré una falta de respeto más de esta índole.

A mi espalda siento una presencia abriéndose camino para llegar a la silla que se encuentra a mi izquierda, pero me rehúso a mirar y confirmar si estoy soñando o viviendo una realidad que no puedo llegar a comprender todavía.

El hombre toma asiento y el inconfundible olor que llevaba más de un año sin oler me rodea, trayéndome de nuevo a la realidad. Con la lentitud propia de la incredulidad que siento por este momento, giro la cabeza y veo el perfil que reconocería a decenas de metros de distancia, vestido por un traje negro que le queda tan bien como recordaba. Ya no tiene esos característicos rizos castaños, sino gran parte de la cabeza rapada, pero es él. Es...

—Así es, señoría. Soy Ace Hale.

¡Hola, cielitos!

Bueno, pues parece que nuestra pareja favorita ha vuelto a reencontrarse... ¿Será de forma definitiva? Porque aquí hay millones de preguntas sin respuesta y Alexa no quiere verle ni en pintura... ¿verdad?

¿Qué opináis del regreso de Ace? Quiero escucharos ☺️.

Os leo! ❤️

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