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13

—¿Estás nerviosa por el combate de mañana? Te aviso de que vas a ver a dos verdaderas bestias pelear, todo el mundo les conoce en este mundillo.

Liam mira hacia abajo donde está mi cabeza, apoyada en su regazo. Estamos en el sofá de su gran mansión de Los Ángeles, disfrutando del atardecer mientras una serie cualquiera suena de fondo en la televisión. Acabamos de cenar y hemos decidido quedarnos en casa aunque sea sábado por la noche.

—La verdad es que me apetece mucho verlo. Nunca me había metido en el mundo de las peleas callejeras, pero me lo descubriste y ahora tengo mucho interés. ¿Cómo son los luchadores de mañana?

—Es una pregunta complicada porque gran parte de la popularidad que tienen ambos es por lo poco que se sabe de ellos —explica mientras su mano recorre mi pelo, haciendo que cierre los ojos y me relaje en su regazo—. Siempre van con la cara prácticamente tapada antes de pelear, lo suficiente para que vean al contrincante. No se sabe sus nombres reales ni qué hacen aparte de pelear.

—Vaya, ¿por qué? A ver, entiendo que están haciendo algo ilegal y todo eso, pero cuando fuimos a esa pelea en Nueva York, ellos no se cubrían la cara y sabíais quiénes eran. ¿Cuál es la diferencia?

—¿Honestamente? Nadie lo sabe. En Nueva York también hay luchadores que mantienen el anonimato y en este mundillo eso se respeta. La teoría mayoritaria es que son personas que ya tienen antecedentes o pertenecen al mundo del crimen.

Mis ojos doblan su tamaño por la sorpresa y le miro desde abajo, pensando en un montón de mafiosos como los de las películas peleando unos con otros con máscaras en la cara. No es ninguna locura, pero este tipo de cosas siguen sorprendiéndome. Nunca había salido de la burbuja que es Hayden, por lo que es ahora cuando me estoy dando cuenta de que hay mundo más allá de lo que hacen un grupo de niños pijos en Manhattan.

—¿O sea que mañana podríamos estar viendo a un verdadero capo de la mafia peleando? Uno se llama el Capo de Sicilia, ¿verdad? ¡¿Es un verdadero capo de Italia?!

—¡No, no, muñeca! —dice entre risas, mirándome con los ojos llenos de ternura—. Mejor dicho, no necesariamente. La realidad es que nos da absolutamente igual quién sea qué en esas peleas y así es mejor para todos. Para ellos porque así nadie puede meterles en líos, y para nosotros por si alguno de ellos es peligroso. Ya sabes, al chivato le cortan la lengua...

Liam me mira con expresión seria tras decir eso y un pequeño escalofrío recorre mi cuerpo al pensar en la consecuencia que acaba de describir. El temor que he sentido en el momento en el que ha dicho eso debe de ser visible aún en mi cara porque él rompe a reír y se inclina para posar un suave beso en mis labios.

—¡No te rías! ¡Como me corten la lengua por decir lo que no debo va a ser tu culpa por no haberme explicado bien cómo comportarme!

—¡Qué es broma, tonta! Todas las personas que saben dónde va a tener lugar la pelea es porque son de confianza en el mundillo —explica antes de pararse un momento a pensar, sonriendo cuando se le ocurre lo que quería decir—. Es como en las carreras de coches que hacéis en Hayden. Todos tenéis una especie de código de honor y nadie externo puede entrar así como así, ¿verdad? Pues esto es parecido. Si entras en ese mundillo asumes ese código de reglas no escrito.

—Bueno, yo no pretendo llamar a la policía ni nada, así que mi lengua está a salvo.

Liam sonríe antes de besarme una vez más. Cada vez que me mira, veo esa chispa de calidez y burla que encierra ese azul zafiro, como si tuviera el alma de un niño y no de un hombre de veintipocos años. La primera vez que vi sus ojos me parecieron exactamente iguales a los de su hermano, que tantas cosas me transmitían, pero ahora me he dado cuenta de que son completamente distintos.

Los ojos, que nunca mienten.

—¿Qué tal te lo has pasado hoy? Sé que no hemos hecho mucho, pero Los Ángeles tampoco es tan interesante como lo pintan. Si ya has visto las típicas atracciones turísticas, que son bastante cutres si me preguntas, no hay más que hacer —me pregunta Liam y veo que espera de corazón que mi respuesta sea afirmativa.

La verdad es que Liam tiene razón, no hemos hecho mucho. Llegamos ayer por la noche y fuimos directamente a su mansión de Beverly Hills. Él no me hizo demasiadas preguntas y yo no di demasiadas explicaciones, pero me entendió sin necesidad de palabras. No quería revivir mi tiempo en Los Ángeles con Ace hace justo un año, unos días en los que pasaron un millón de cosas importantes para mí, así que nos hemos quedado en casa todo el día. Puede parecer el peor plan que hacer en una ciudad como esta, pero ha sido el mejor. Hemos jugado a juegos de mesa, cocinado juntos la comida y la cena juntos y terminado viendo una maratón de películas de Harry Potter en su enorme cine. Para terminar el magnifico día de hacer el vago que hemos tenido, nos hemos movido a su salón a ver capítulos repetidos de las series que todo el mundo conoce y así disfrutar del precioso atardecer a través de las ventanas de su casa.

—Me lo he pasado genial —respondo con una amplia sonrisa, alargando la mano para acariciar su mejilla—. Me encanta hacer locuras contigo, que me lleves a sitios locos e inesperados cada día, pero también me gusta estar contigo en el sentido más simple de la palabra. Disfruto mucho de las cosas que organizas para mí, pero disfruto mucho más de ti, solo de ti.

La sonrisa que se abre paso en el rostro de Liam vale todo el dinero que tengo en mi cuenta bancaria y me encuentro a mí misma sonriéndole de vuelta. Lo que he dicho es la pura verdad aunque ambos sepamos que hay más razones, razones que no quiero mencionar. Mencionar a Ace todo el rato como si fuese parte de mi vida todavía, especialmente en una conversación con su hermano, es algo que no pienso volver a hacer. No quiero que Liam piense que me he quedado con él como un segundo plato por no haber podido tener a su hermano porque no es verdad. Liam me gusta por él y solo por él, no porque me recuerde a Ace. De hecho, cuanto más le conozco, más diferencias veo entre ambos.

—A mí también me gusta hacer planes de persona normal de vez en cuando, aunque no lo parezca. Además, contigo solo había estado en la empresa o en uno de esos sitios locos que dices tú, y quería estar contigo en el intermedio de ambas —dice Liam.

—Aceptar esa primera copa contigo fue la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo.

—La verdad es que no sabía cómo te tomarías mi ofrecimiento la primera vez que te ofrecí invitarte a una copa. Nuestra única conexión por aquel entonces no era la ideal, evidentemente, pero quería demostrarte que podíamos ser amigos con toda normalidad o, en su defecto, compañeros de trabajo cordiales.

—Cuando te conocí pensaba que sería incapaz de ver otra cosa que no fuese tu apellido, pero me alegro de haber podido mirar más allá —digo con una amplia sonrisa en la cara, mirándole sin ningún pudor—. Llevo queriendo hacerte una pregunta desde que te conozco porque me gustaría entenderte mejor. Ya sabes que he recibido información completamente contradictoria sobre ti desde muchas fuentes y a veces no me aclaro con la respuesta correcta.

—Así que has decidido ir directamente a la fuente y preguntarme, chica lista. A ver, cuéntame qué es eso que te tiene en ascuas.

—¿Por qué llevas una doble vida? —pregunto directamente, mis ojos quedando anclados en los suyos mientras hablo—. Eres el director de una de las filiales de la empresa de tu padre con apenas veintidós años, tienes dinero y la vida que cualquiera querría tener. ¿Por qué sales de todo ese mundo y te metes en el radicalmente opuesto?

Liam suspira con una sonrisa en la cara y mira hacia arriba durante un breve instante como si estuviera observando algo que solo él puede ver. No parece irritado ni sorprendido por mi pregunta, más bien divertido.

—Porque tal vez sea la vida que cualquiera querría tener, pero no yo, al menos no siempre. Entiéndeme, todo el mundo empresarial con la vida llena de lujos que he tenido son maravillosos y no los desprecio, pero no me van muchas de las cosas que vienen con ello. No me gusta codearme con gente falsa o ir a estúpidas galas supuestamente benéficas en las que solo se chupan los culos mutuamente. Prefiero estar con amigos de verdad, haciendo cosas en las que nos lo pasemos realmente bien, sentir que estamos viviendo cada minuto de nuestra vida, ¿sabes?

—¿Entonces por qué aceptaste trabajar para tu padre? ¿No hubieras preferido hacer algo por tu cuenta que no tuviera relación con este mundillo? —pregunto con la confusión reflejada en el rostro.

—No, me encanta mi trabajo. Estudié empresariales porque me gusta y no te voy a mentir, ser el hijo de quien soy me ha traído muchos beneficios que tampoco rechazo. Siento que soy afortunado por poder elegir el tipo de vida que quiero llevar, aunque probablemente pienses que soy un hipócrita de mierda.

Sus palabras me sorprenden, no por su explicación acerca de lo que le gusta de su vida paralela, sino el hecho de que no desprecia la vida de lujo. Antes de conocerle, pensaba que sería una copia idéntica a su padre, pero parece ser todo lo contrario. A pesar de eso, no parece odiar a su progenitor, de hecho, le agradece la oportunidad que le brinda al dejarle trabajar para él.

—No creo que seas un hipócrita. Más bien diría que la hipócrita soy yo, porque siempre clamo mi odio hacia el tipo de gente que pertenece a la élite de este país, pero no dejo de formar parte de ese círculo y beneficiarme de él. No quiero tener nada que ver con mi madre, pero sigo cogiendo sus llamadas y aceptando su dinero porque sé que pagando mi plaza en la mejor universidad del mundo podré conseguir mejores trabajos sin tener que tirar directamente de contactos. Si tú eres un hipócrita, entonces yo soy la presidente del club de la hipocresía.

Liam observa mi expresión afligida con una pequeña sonrisa y una caricia suave en mi mejilla, lo cual me tranquiliza en cierta manera. Esperaba que me mirase mal, juzgándome como yo me juzgo a mí misma cada día por las decisiones que tomo, pero nada más lejos de la realidad.

—No creo que seas hipócrita, más bien diría que eres humana —dice con simpleza, aún rozando mi mejilla con sus dedos—. Como personas tomamos decisiones que creemos nos beneficiarán y dejamos en un segundo plano la hipocresía porque no pesa tanto como el bien que nos traerá lo que hemos escogido. Yo, por lo menos, lo veo de esa manera, y no creo que sea algo negativo en absoluto.

—¿Cómo haces para que todo lo malo suene bien? Me gustaría tener ese poder para todas esas veces que tengo ganas de estrangular a alguien en la universidad y quiero evitarlo.

—No es ningún poder, muñeca —responde entre risas, acariciando mi pelo con los dedos distraídamente—. Simplemente intenta no darle tanta importancia a las cosas, ¿sabes? Piensa más en lo bueno que tienes y sientes, en lugar de lo malo. Sé que suena a hippie positivista rarito, pero te juro que funciona.

A pesar del sentimiento negativo que encogía mi pecho cuando le he manifestado mi preocupación por ser hipócrita, me encuentro sonriendo hacia el precioso rostro que me mira desde arriba con unos ojos azules llenos de chispitas de felicidad.

—¿Sabes qué? Voy a hacerte caso. A ver si consigo ser un poco menos negativa y empiezo a verle el lado bueno a las cosas.

La gran mano de Liam envuelve la mía por completo mientras me arrastra por las oscuras calles de Compton, Los Ángeles. El sol se está escondiendo tras los altos edificios del centro de la ciudad y la creciente oscuridad hace que nuestro solitario alrededor resulte más escalofriante. Las naves abandonadas que nos rodean están vacías, pero no puedo evitar recordar las películas y series de miedo en las que ladrones o gente mala en general asalta a los caminantes que van por su ciudad sin pensar. En este momento agradezco más que nunca llevar un chándal negro simple con una riñonera pequeña bajo la sudadera. Nos dirigimos a un sitio legalmente cuestionable y más vale prevenir que curar.

Liam gira en un callejón oscuro para guiarme hasta la parte trasera de una enorme nave como en la que tuvo lugar la primera y única pelea clandestina a la que me llevó. Esta vez no llama a la puerta, sino que coge un móvil desechable y hace una llamada perdida. En menos de un minuto, la aparentemente desvencijada puerta de metal empieza a sonar y, tras la apertura de lo que suenan como varios cerrojos, se abre para mostrar a un chico que tendrá alrededor de nuestra edad.

—Joder, tío, cómo me alegro de que estés aquí —dice él saludando cálidamente a Liam mientras nos guía dentro rápidamente—. Hacía mucho que no se te veía por aquí, pero sabía que no te perderías la puta mejor pelea de los últimos años. Esta noche va a ser épica y veo que no has querido presenciarla solo. —El chico hace un gesto hacia mí, mostrando cierta reticencia y distancia—. Supongo que todo el mundo habrá aprobado que venga, ¿no? Ya sabes que confío en ti, pero prefiero asegurarme.

—Sabes que no traería a nadie en el que no confiase plenamente. Puedes hacerle las preguntas que quieras y verás que no tiene ninguna intención de joder nada de esto. Confío plenamente en ella.

—No sé si ayuda para el tema de la confianza y eso, pero he tenido algunos rocecillos con la policía en el pasado y tampoco me apetece tenerles cerca —intervengo con la expresión más inocente que soy capaz de esbozar.

El chico se gira para mirarme un breve segundo antes de empezar a caminar por el largo pasillo débilmente iluminado. A pesar de que está de espaldas, le oigo soltar una pequeña risa.

—Bueno, bueno, así que tenemos a una criminal por aquí, ¿eh? ¿Vas a querer subirte al cuadrilátero como telonera o prefieres formar parte del público?

—Tú ríete, pero dame a quien quieras y verás cómo le destrozo la cara en un minuto. No tengo problemas en joderme la manicura si tengo que demostrar que a mí no me pisa nadie —declaro en un bufido, dejando que el rastro de mi acento hispano se note en mi voz sin darme cuenta.

Él se gira y le veo sonreír por primera vez desde que abrió la puerta antes de rodear mis hombros con su brazo durante un breve segundo en un gesto amistoso que me sorprende.

—Vaya, ¡eres hispana y se nota! Me caes bien, enana, y veo que tienes unas garras afiladas así que confiaré en Liam. Te doy la bienvenida a Compton y a este templo, soy Dre.

—Yo soy Alexa —respondo con una sonrisa.

—Bueno, Alexa, pues has tenido suerte porque Liam ha exigido hueco en la primerísima fila —dice Dre antes de abrir una puerta de doble hoja, revelando una sala enorme, tan grande como la propia nave, y tan llena de gente que parece amenazar con tirar el edificio abajo—. Vais a poder ver el retorno del Demonio desde tan cerca que podríais tocarle.

Gracias a Dre, conseguimos abrirnos camino entre todo el mundo hasta llegar hasta el cuadrilátero del centro, parando frente a uno de los lados. Veo un árbitro y lo que deduzco serán una suerte de jueces en el otro lado mientras el público jalea con impaciencia.

—¿Me podéis contar lo que sabéis de los hombres que van a combatir hoy? Solo sé que son un tal Capo y ese Demonio que habéis mencionado antes, pero no sé por qué la pelea es tan importante.

—¡¿Liam, no has hecho los deberes antes de venir?! —bufa Dre con dramatismo antes de negar con la cabeza y mirarme—. Verás, hace unos años, el Capo y el Demonio eran archienemigos en este mundillo, no solo dentro del ring, sino también fuera. Ambos eran luchadores fuertes y temidos, pero el Demonio ganaba cada vez que se enfrentaban. Un buen día, el Capo desapareció y no volvimos a saber nada de él hasta hace apenas un año o así. El Demonio siguió combatiendo hasta que también se volatilizó de un día para otro, pero volvió en cuanto el Capo abrió la boca. A lo largo de estos meses han tenido alguna pelea y el Capo ganó las primeras, pero en las últimas batallas El Demonio ha tardado en despertar de nuevo y ahora que lo ha hecho, es imparable. Esta va a ser su última pelea, al menos aquí. Hay rumores que aseguran que ambos van a tratar de hacer todo lo posible para que su contrario... Bueno, puedes imaginarlo.

Mis ojos se abren como platos al pensar en el desenlace que acaba de describir. Sé que en este mundo, ese es un riesgo posible que asumen los participantes, pero tenerlo tan cerca impresiona más. Mentiría si dijera que no siento la adrenalina recorriendo las venas de mi cuerpo.

—¿Y cómo son ambos en cuanto a pelear se refiere? ¿Quién es el favorito del público?

—El Demonio, sin duda. El Capo es fuerte, sabe pelear y ha mejorado mucho en el tiempo que ha estado fuera, eso no se puede negar, pero el Demonio... Tiene algo dentro, es como si alguien hubiese creado una máquina de matar para soltarla en el ring. Es un verdadero demonio sin emoción alguna, ya lo verás. Se ganó el nombre a pulso.

Dre habla con convicción y pasión, tanta que me contagia. Me encuentro sintiendo curiosidad por ver a esa fuerza oscura e imparable peleando contra su archienemigo. No le conozco de nada, pero si tuviera que apostar, tendría clara mi decisión.

—¡Señoras y señores! —El grito se oye por toda la sala y veo al árbitro sosteniendo un micrófono en el centro del cuadrilátero. La gente se sume en un silencio sepulcral y siento cómo mi estómago salta por la emoción—. Tras meses de larga espera, por fin vamos a presenciar el combate decisivo entre nuestros luchadores más fuertes... ¡el Capo y el Demonio!

La gente grita y vitorea al escuchar los nombres, especialmente el de este último, y me encuentro haciendo lo propio sin darme cuenta. La euforia colectiva no ha tardado en invadir mi cuerpo.

—A la izquierda del cuadrilátero, con toda la furia y venganza propias de los antiguos mafiosos italianos... ¡el Capo de Sicilia!

A nuestra izquierda veo cómo se abre un pasillo entre la gente que vitorea a la persona que camina entre ellos. Al subir veo que es un hombre alto, rubio y con algún tatuaje, muy musculoso y de apariencia amenazadora quitándose la bata con capucha que llevaba. Las únicas prendas que lleva son unos calzones de boxeador de color verde y plateado. Me limito a aplaudir por inercia, demasiado distraída analizando al primer luchador que alza los brazos y gira para recibir los vítores del público.

—Y a la derecha, frío y oscuro como el mismísimo infierno... ¡el Demonio!

Los bramidos de la gente son más fuertes y me encuentro mirando con ansia el pasillo que se ha abierto a nuestra derecha. Está tan cerca que soy yo la persona que tiene que apartarse para dejar paso justo antes del cuadrilátero, así que tengo un primer plano del hombre. Veo a un encapuchado caminando hacia mí con calma, terminando de envolverse las manos con lo que parecen vendas. Al pasar a mi lado, un escalofrío recorre mi cuerpo y observo como sube al ring sin dificultad.

Con un movimiento desenfadado, se deshace de la capucha, revelando un cuerpo escultural y tatuado tan solo cubierto por un calzón rojo y negro. Tiene la cabeza rapada casi hasta el cero exceptuando la parte superior, en la que el pelo castaño es ligeramente más largo. Mis ojos se paran a mirar el tatuaje de un dragón en su espalda que me resulta vagamente familiar mientras sigo recorriendo su cuerpo con mis ojos.

El Capo queda frente a mí y solo puedo ver la espalda del Demonio, pero sé que, cuando el rubio le dirige una mirada cargada de puro odio, este se la devuelve.

—Señoras y señores, sin más dilación... ¡Qué comience el combate!

El Capo es rápido lanzando un puñetazo directo a la cara de su oponente, que lo evita con un movimiento de cabeza tan perezoso que casi parece aburrido. El primero no para de moverse, demostrando un gran juego de pies, pero su contrario le observa, esquivando los primeros golpes.

Entonces, lanza el primer puñetazo.

Ahora ambos empiezan a moverse como dos bailarines, esquivando y encajando golpes mientras tratan de alcanzar al contrario. Siento como la rabia del Capo domina sus movimientos, mientras que el Demonio es más calculador y frío que su oponente. Me sorprendo aplaudiendo y animándole cada vez que consigue alcanzar al rubio. Apenas puedo distinguir los tatuajes y facciones de ambos debido a sus rápidos movimientos. El primer round llega a su fin y ambos utilizan toallas para secarse el sudor y la sangre mientras vuelven a sus respectivas esquinas.

—¡Vamos, Demonio! —chillo cuando está sentado, tan cerca de mí que espero pueda oírme.

Veo cómo su cabeza cubierta por la toalla gira, pero el árbitro llama a los dos hombres de nuevo al centro antes de que pueda mirarle. Con el sonido de la campana, el segundo round da comienzo y sigo dejándome la voz en animar al hombre del calzón negro.

Esta vez, sin embargo, el Demonio parece moverse con un poco más de torpeza y recibe varios golpes al moverse en la dirección equivocada. Parece intentar girar junto con su oponente para colocarle de espaldas a mi posición, tal vez para encajar una patada o puñetazo específicos.

—¡Vamos, Demonio, confío en ti! —grito lo más alto que puedo, dudando que mi voz llegue al aludido.

Entonces, el Demonio consigue darle una patada en el costado al Capo que le hace retroceder y quedar doblado con la espalda frente a mí, dando fin al segundo asalto. El Demonio tiene sangre en la cara y en el cuerpo y veo como escupe a un lado antes de que mis ojos asciendan a su rostro por primera vez desde que entró.

Unos ojos azules se encuentran con los míos y siento que mi corazón para de latir. Por puro instinto, bajo la mirada hasta su brazo y veo una calavera tatuada sosteniendo cartas, una rosa abierta, una catrina mexicana... Podría continuar con la lista con los ojos cerrados si hiciera falta, es más, llevo un año haciéndolo, pero ya no es necesario.

Porque los ojos azules de Ace Hale me taladran mientras de fondo oigo la campana que señala el inicio del tercer asalto.

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

¡POR FIN PUDE ESCRIBIR ESTE CAPÍTULO!
Dios, cuando vi que JUSTO tenía exámenes la semana que hubiera tocado subirlo casi me muero, ¡PERO AQUÍ ESTÁ!

Ace, Ace, Ace, lleváis 12 capítulos preguntando dónde está... pues ya le habéis encontrado 🤭

Ahora supongo que vuestras preguntas tendrán respuestas... ¿o tal vez tengáis más preguntas todavía?

Si estáis chillando, tan solo esperad a ver los capítulos que se vienen...😉

Os leo!❤️

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