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Capítulo 51: Nadie volverá

Paz, tranquilidad, felicidad, serenidad, cada palabra capaz de describir lo que Admiración sentía al ver a su amada dormir tan plácidamente en sus brazos no le hacían honor a ese momento tan perfecto para él, su sonrisa podría decirse que es tiernamente boba cuando estaba hechizado admirando a su musa acostada bocabajo arriba de él, no le importaba sentir en su pecho un poco de saliva que salía de la boca de Ramé, él seguía dando suaves caricias a su espalda mientras las sábanas le cubrían hasta la mitad de sus cuerpos.

Ramé se quejó un poco al momento de ir despertando, sus párpados se fueron levantando para poco a poco ir aclarando la vista con algo de somnolencia al ser recibida con la luz, levantó un poco la cabeza sintiendo la línea de saliva, Admiración rió ante esa escena que le causaba tanta dulzura y pasó su pulgar limpiando la baba de la boca de ella, quien aún se encontraba un poco adormitada.

–Buenos días, mi hermosa Ramé. –mencionó con la voz un poco ronca mientras le acariciaba el pómulo con delicadeza.

Ella parpadeó un par de veces antes de despertar por completo y hacer aparecer su enorme sonrisa acompañada de la coloración de sus mejillas. Ramé le rodeó el cuello acomodándose para abrazarlo mejor y besarlo, él rió un poco más fuerte ahora haciendo que ella quedara abajo y cubrirle todo su rostro con besos cortos y rápidos dándole cosquillas y hacerla reír.

–Basta, por favor, me duele el estómago –dijo entre risas tomándolo del rostro habiendo quedado sus caras a una distancia muy cerca. Ambos se dedicaban sonrisas y miradas cómplices en terneza–. Te amo. –dijo ensanchando los labios a su amor que terminó de cerrar ese espacio que separaba sus bocas.

–Dilo otra vez, por favor.

–Cuántas veces quieras –jalo aire a su interior y dejó salir su voz con fuerza–. TE AMO.

Ambos carcajearon mientras se abrazaban y besaban con cariño y dulzura, el de ojos grises no dejaba de impregnar sus labios en los de ella ni en su cuello y hombros, ella no podía dejar de aferrarse a él ni a sus caricias, entregándole sus suspiros y estremecimiento, mucho menos podía dejar de expresarle esas cortas, sencillas y a la vez grandes palabras.

Sus deseos eran tan simples como esas dos palabras, tan firmes como su corazón ahora sabía que no podría dejar de expresar, tan cálido que el solo hecho de sentirlo hacía que podía con todo, y que eso significaba que lo que tanto temía de ella, él lo aceptaba, lo ama. Porque cuando todos huían de su oscuridad, él se quedó con ella iluminándola.

Te amo. –una y otra vez. Su madre Locura se equivocó, ¿ya no podría pronunciarlo? Ahora más que nunca y sin restricción lo hacía. ¿Romperla? Ya lo estaba antes de que reapareciera. Pero él había recogido todos sus pedazos y la había reparado. La conservó por quién es, lo qué es, un corazón roto, un corazón risueño, un corazón que ama sin condición.

×~×~×~×~×

El agua de la regadera sonaba y el vapor los rodeaba, sentían el agua caer en ellos, pero sus besos le distraían del mundo. Habían tardado una hora en salir de la cama, otra medida hora mientras Admiración jugueteaba haciéndole cosquillas y besándola, ahora se tardaban continuando su amor en la ducha. Cuando al fin bajaron todos habían desayunado y ya era hora de la merienda.

–Hola –mencionó Belentinne sentada en las piernas de Jason estando en la sala cuando vio a su hermano y sobrina bajar tomados de la mano–, ¿qué tal su noche? –mencionó con picardía sonrojándolos, aunque Ramé seguía mostrándose alegre.

–¡Pude decirle que lo amo! –ella le abrazó habiendo puesto una sonrisa embelesada a su amor y causando la risa a la pareja en el sofá.

–Sí, no me quedó la menor duda. Admiración, felicidades, te has ganado a la más valiosa joya de todas. –el contrario rió bajo tomando a su amada del rostro con ambas manos.

–Lo sé, sin duda alguna que soy el más afortunado de haber sido correspondido por esta preciosa ángel –la besó con ternura mientras ella no podía controlar su alegría haciendo que una vez se separaran, Ramé comenzó a dar pequeños brincos–. Jajaja, si nos disculpan, tenemos que ir con Amor.

Ambos se despidieron de la pareja que los vio marcharse siendo Ramé la que jalaba a Admiración de la mano. Ambos salieron de la casa encontrando a la mujer de cabellos y ojos rosados afuera de la morada al lado de su mellizo pelirrojo. Tomados de la mano expresaron su amor a quienes han cuidado a la chica como sus padres, pidiendo sus bendiciones.

–¡Por supuesto! –exclamó la madre en un fuerte abrazo a la pareja.

–No. –aunque Eamon permanecía con las manos en las bolsas sin expresión aparente.

–No seas aguafiestas, hermano.

–Si quiero –pero dibujó una sonrisa acariciando la cabeza de la pelinegra y mirando mal a su hermano mayor–. Sabes bien lo que quiero.

–Lo sé, hermano –el peliplateado tomó su novia de los hombros–. Si la hago sufrir me matarás.

Ramé abrazó con entusiasmo al par de mellizos y siguió de la misma forma jalando de la mano a Admiración para irse apartando.

–¿Cuál es la prisa, Ramé?

–Quiero ir con todos, incluso los Cazadores, a presentarte como mi amor. –el contrario rió deteniéndose y atrayendo a la chica a rodearla en brazos.

–Calma, lo haremos, pero no hemos desayunado.

–Podemos comer alguna fruta en el bosque mientras buscamos a los demás. –recostó su cabeza en el pecho de él, quien la tomó del mentón con delicadeza subiendo su rostro acercándose a una corta distancia.

–¿Me lo repites? –musitó rozando los labios de ella pintando más su cara, Ramé rodeó su cuello con los brazos.

–Te amo. –ofreció en un beso lento y tierno que disfrutaban con dulzura.

–¿Sabes, hermano? –la voz de Ira interrumpió su momento– Tienes una jodida habitación para que te la cojas, no lo hagas aquí en el bosque.

Ambos voltearon a verla asomando su cabeza detrás de un árbol, el de ojos grises la reprendía con la mirada por su lenguaje, aunque a su pareja no le importaba cuando volvió a jalarlo del brazo con alegría y acercarse para encontrar a la pelinaranja sentada al lado de la gemela del hombre. Ramé ensanchó su expresión a la vez que se sentaban frente a ellas.

–¡Amo a Admiración! –exclamó contenta sin soltar la mano de su amado.

–Escucha, Muerte, si quieres tener tu momento de calma antes de la tremenda tormenta que has provocado, está bien, sólo no nos metas en esto –Ira fruncía su entrecejo cruzando los brazos–. Más que mis bendiciones te doy mis condolencias, Locura va a acabar con todo lo que amas, lo más probable es que empiece con tu Admiración –el hombre la fulminaba con la mirada–. A mí no me mires así, ya viste lo que es capaz de hacer con su propia hija, ¿qué crees que va a hacer contigo y nosotros? ¿No es así, Marlon?

–Todo lo que pueden hacer ahora es rezar por que Consciencia nos encuentre primero –agregó la mujer de cabello plateado–. Sus castigos físicos son mejores que las pesadillas de Locura. –su hermano suspiró desganado y sonrió para su novia.

–Ramé, pequeña, por favor ve a dar una vuelta mientras hablo con mis hermanas –la joven asintió dando un corto beso en sus labios antes de pararse e irse trotando, así él pudo dejar de sonreír para ver al par de chicas–. Los demás y yo hemos estado hablando sobre nuestros siguientes pasos. Queremos solucionar todo esto, luchar por nuestra libertad, la de todos, pero más por ella. Queremos que nos ayuden, porque ustedes también son importantes para nosotros.

–Basta, no pienses que queremos que tu quería conejita nos recoja.

–Marlon…

–¿Qué? ¿Cómo me llamaste?

–Ese es el nombre que elegiste ¿no? E Ira es Brittany. Nosotros hemos decidido llamarlos por sus nombres, aquellos que les gustan a ustedes, incluso yo he pensado en ponerme otro. –sonrió amablemente para ellas que le veían con rareza, más sus miradas se posaba a otro lado que no fuera su hermano y a sus tratos gentiles.

Envidia cuestionó su estancia ahí estando por obligación y siendo reprimida de sus poderes, recriminaba que sus hermanos actuaran de esa forma comparándoles con su abuelo, Ira se mantenía más al margen apretando sus puños y dientes a la vez que fruncía su mirada.

–Ramé ha pedido a Alfred que les retire las ataduras y que no sean vigiladas todo el tiempo. Ella piensa en ustedes, las quiere.

–Es una tonta –replicó la gemela con desdén–. Por eso siempre es lastimada, porque confía demasiado en los demás y en las personas equivocadas.

–Ella sólo es amable y bondadosa.

–Ese es el problema, si tan sólo fuera como su madre, nuestro abuelo no habría podido dañarla, ni permitido que la hayan hecho sufrir todo lo que ha vivido.

–Entonces ella no sería ella, habría hecho justo lo que su madre quiere y no tendríamos esta cercanía que tenemos ahora. Hermanas, Ramé me contó lo que vivió con ustedes, el cómo Locura las obligó a ayudarle a que hicieran que Ramé matara todo un bosque a cambio de no asesinar a ese par de chicos de los que se enamoraron, pero que al final, Locura les hiciera perder la cordura para que Ramé los tuviera que poner a descansar.

La de cabellos naranjas recogió sus piernas a la vez que apretaba su cabeza con ambas manos mientras temblaba soltando lágrimas. Recordaba ese día que caminaba al lado de su hermana Envidia, ambas vistiendo el mismo vestido de telas suaves color rosa palo, las mangas llegando a los codos con encaje blanco, un pequeño escote por enfrente, vuelo de la falda casi al ras del piso, las zapatillas de piso también rosas, sus cabellos largos hasta la cintura recogidos en una coleta amarrados con un moño blanco. Ambas caminando tomadas del brazo por una calle angosta de piedra grisácea donde a los laterales yacían bardas de la misma roca que separaban las propiedades de las personas acaudaladas.

Ella recordaba como al frente de ellas, un par de jóvenes casi chocaron al doblar una esquina, un par de gemelos pelirrojos de ojos verdes aceitunados con los que cruzaron miradas, chicos que lograron hacer que ambas pasaran cada día por esa misma ruta para encontrarse y llevar una conversación en grupo, aunque en realidad era más una conversación que cada pareja tenía por su cuenta. Habían logrado que Ira no se sintiera temida por su actitud fiera y fuerte carácter, y que Envidia se mostrara de una manera más original.

Ese par de chicos habían pedido las manos a sus damiselas, los hermanos lo concedieron, la madre aparentemente también, al menos hasta el día de unir sus almas, cuando hizo que todos los invitados cayeran en una pesadilla que les obligó a quitarse sus vidas para no seguir en ese mundo de horror.

–Esta es mi familia –dijo burlona al par de chicos aterrados de rodillas en el suelo–. ¿Aún las aman?

Ellos no respondían, sólo podían ver a los cadáveres de sus padres tirados en el suelo en sus propios charcos de sangre. Muerte replicó furiosa aquella vez, apenas tenía doce años cuando alzó su voz apretando sus puños.

–¡¿Por qué lo haces?! ¡Ellos no hicieron nada! ¡Deja de lastimar a todos! ¡Déjalos ser felices!

–¿Quieres ayudarlos? Entonces has lo que te digo –miró al par de novias con sus vestidos blancos cubriendo sus rostros con las manos para ocultar sus lágrimas–. Demuéstrame que puedes hacer un simple trabajo, arrebata toda la vida del bosque al lado, incluyendo a los animales, y quizás esos chicos estén a salvo.

Las jóvenes descubrieron su dolor para ver a la divertida cara de la mujer pelinegra y a la asustada niña que de por sí lloraba por la nobleza de su corazón. Ellas se le arrodillaron suplicantes de ayuda para sus amores. «Está bien» mencionó la pequeña cumpliendo el deseo de su madre y la esperanza de sus tías, sin embargo, la mayor había hecho que ambos muchachos yacieran moribundos habiendo hecho que trataran de matarse entre ellos, dándoles una ilusión donde veían al contrario como monstruos. Ramé había regresado encontrando a sus tías manchadas de rojo cada una aferrada al cuerpo de su amado.

–Prometiste que los dejarías… –su voz trémula salía con apenas fuerza.

–Tardaste mucho, cariño.

La menor se había acercado a esos muchachos, a sus tías le aterraba la idea de dejaros ir, ¿pero qué más podía hacer? Estaban sufriendo tanto física como mentalmente, así que con mirada gentil obtuvo el permiso de tocarlos.

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–Hermanas –Admiración trató de tomar las manos de ellas, pero no lo dejaron–, Ramé lo siente, pero sabe que no fue su culpa y tampoco la de ustedes.

–¡No tenemos derecho a enamorarnos! –exclamó con voz rota la de cabellos naranjas– ¡Somos la oscuridad! ¡Sólo traemos la tristeza! ¡Los humanos nos llaman maldad! ¡PECADOS! Consciencia lo sabía.

–No es verdad, tan sólo miren a Ramé, ella es lo que es a pesar de su legado. Nadie puede elegir lo que uno es excepto uno mismo. –su mirada era más puesta con seriedad a su gemela, quien terminó de romperse abrazándose a sí misma.

Ambas lloraron amargamente, soltaron ese sentimiento que solo se guardaban para ellas mismas, dejaron a su hermano que las viera vulnerables y se dejaron sentir así cuando permitieron que les abrazara para descargar su pena en sus hombros.

No siempre se puede cargar con la angustia toda la vida, ellas se obligaban a mantener su dolor encerrado pensando que nadie debería ver a la maldad rota, que como la oscuridad que son, no tenían derecho a sentir luz. Que esa pequeña con la que convivieron era irónicamente su vela, se sintieron traicionadas cuando dejó de alumbrarlas y se fue con otras llamas, se acostumbraron al abismo, no porque les gustara, sino porque sabían lo que era salir de ahí y tener que volver, ellas tienen miedo de sufrir de nuevo, tienen miedo de tener que regresar ahí cuando hayan salido.

Nadie volverá. –dijo con suavidad Admiración abrazándolas con fuerza uniéndose a su dolor.













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¡Hola! (≧▽≦) ¡Ya volví!

(人 •͈ᴗ•͈) Quiero agradecer a UnaMilRosasEditorial y a AdniCamacho

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